Josefa Amar y Borbón

 

 

 

"Discurso en defensa del talento de las mugeres, y de su aptitud para el gobierno, y otros cargos en que se emplean los hombres."

 

 

 

1° Quando Dios entregó el mundo a las disputas de los hombres, previó, que

habría infinitos puntos, sobre los quales se altercaría siempre, sin

llegar a convenirse nunca. Uno de estos parece que había de ser el

entendimiento de las mugeres. Por una parte los hombres buscan su

aprobación, les rinden unos obsequios, que nunca se hacen entre sí; no las

permiten el mando en lo público, y se le conceden absoluto en secreto; las

niegan la instrucción, y después se quexan de que no la tienen: Digo las

niegan, porque no hay un establecimiento público destinado para la

instrucción de las mugeres, ni premio alguno que las aliente a esta

empresa. Por otra parte las atribuyen casi todos los daños que suceden. Si

los Héroes enflaquecen su valor, si la ignorancia reyna en el trato común

de las gentes, si las costumbres se han corrompido, si el luxo y la

profusión arruinan las familias, de todos estos daños son causa las

mugeres, según se grita. Estas mismas tampoco están de acuerdo sobre su

verdadera utilidad. Apetecen el obsequio y el incienso; están

acostumbradas de largo tiempo a uno y a otro; pero no procuran hacerlo más

sólido, mereciéndolo de veras, como sucedería, si a las gracias

exteriores, y pasageras, que ahora cultivan, uniesen las intrínsecas y

duraderas.

2° A la verdad, tanto los aplausos, y obsequios de los hombres, quanto los

cargos que atribuyen a las mugeres, son una tácita confesión del

entendimiento de éstas; porque de otra suerte no buscarían su aprobación,

y agrado, ni las supondrían de ocasionar ningún trastorno. La influencia

buena o mala de un agente en otro, incluye necesariamente virtud, y

potencia en el que hace esta variación: una causa más débil, no puede

mudar, ni atraer a sí la más fuerte. Con que si los vicios de las mugeres

tienen tanto imperio sobre los hombres, convengamos en la igualdad física,

sin negar por esto las excepciones que convienen a cada sexo.

3° Pero sin embargo de unas suposiciones tan justas, parece que todavía se

disputa, sobre el talento, y capacidad de las mugeres, como se haría sobre

un fenómeno nuevamente descubierto en la naturaleza, o un problema,

difícil de resolver. ¿Mas qué fenómeno puede ser éste, si la muger es tan

antigua como el hombre, y ambos cuentan tantos millares de años de

existencia sobre la tierra? ¿Ni qué problema después de tantas y tan

singulares pruebas, como han dado las mismas mugeres de su idoneidad para

todo? ¿Cómo es posible que se oygan nuevas impugnaciones sobre esta

verdad? Pues ello es cierto, que se oyen, y que son de tal naturaleza, que

no debemos desentendernos de ellas, porque acreditan, que no está aun

decidida la questión.

4° No contentos los hombres con haberse reservado, los empleos, las

honras, las utilidades, en una palabra, todo lo que pueden animar su

aplicación y desvelo, han despojado a las mugeres hasta de la complacencia

que resulta de tener un entendimiento ilustrado. Nacen, y se crían en la

ignorancia absoluta: aquéllos las desprecian por esta causa, ellas llegan

a persuadirse que no son capaces de otra cosa y como si tubieran el

talento en las manos, no cultivan otras habilidades que las que pueden

desempeñar con estas. ¡Tánto arrastra la opinión en todas materias! Si

como ésta da el principal valor en todas las mugeres a la hermosura, y el

donaire, le diese a la discreción, presto las veríamos tan solícitas por

adquirirla, como ahora lo están por parecer hermosas, y amables.

Rectifiquen los hombres primero su estimación, es decir, aprecien las

prendas, que lo merecen verdaderamente, y no duden que se reformarán los

vicios de que se quexan. Entretanto no se haga causa a las mugeres, que

sólo cuidan de adornar el cuerpo, porque ven que éste es el idolillo, a

que ellos dedican sus inciensos.

5° ¿Pero cómo se ha de esperar una mutación tan necesaria, si los mismos

hombres tratan con tanta desigualdad a las mugeres? En una parte del mundo

son esclavas, en la otra dependientes. Tratemos de las primeras. ¿Qué

progresos podrán hacer estando rodeadas de tiranos, en lugar de

compañeros? En tal estado les conviene una total ignorancia, para hacer

menos pesadas sus cadenas. Si pudieran desear alguna cosa, o hacer algún

esfuerzo, debería ser para que se instruyesen, y civilizasen aquellos

hombres, esperando que el uso de la razón rompería los grillos, que

mantiene ahora la ignorancia. La ruina de ésta, produciría la de aquella

esclavitud. ¿Mas cómo compondremos el desprecio que hacen de las mugeres,

éstos, que las tienen como esclavas, con la solicitud que ponen en

adquirir el mayor número que pueden mantener, y con el cuidado que les

cuesta el agradarlas? ¿Por qué las deshechó Mahoma del paraíso, que

promete a los suyos? ¿No es esto semejarlas a los brutos, que perecen, o

se extinguen con la vida? Pero si tales delirios no merecen refutación,

porque sería honrarlos demasiado, menos podrán citarlos nuestros

contrarios, para deducir de la esclavitud en que gimen ciertas mugeres, la

inferioridad de su talento. Si valiera este argumento, también se pudiera

convertir contra los mismos hombres, porque entre ellos, hay unos esclavos

de los otros, y no diremos por eso, que los primeros son casi

irracionales. Diremos, si, que la fuerza, destruye la igualdad, y borra la

semejanza de unos a otros. De poco servirá que la aptitud sea la misma en

el esclavo, que en su Señor, si la opresión en que está, le impide usar de

su derecho, y de su razón. Pónganse los dos en un perfecto nivel, y

entonces se podrá hacer juicio recto. La violencia no puede establecer

leyes universales: así sujétense en hora buena las mugeres que han nacido,

y se han criado en el país de la tiranía, y de la ignorancia; la necesidad

las obliga a ello por ahora, pero no pretendan degradar al sexo en

general.

6° Distinta vista ofrece la situación de este, en otra gran parte del

mundo. Las mugeres, lexos de tener el nombre de esclavas, son enteramente

libres, y gozan de unos privilegios que se acercan al estremo de

veneración. Así la Religión como las leyes, prohiben al hombre la

multiplicidad de mugeres. Por este medio se fixa toda la posible

conformidad entre ambos sexos; y esta contribuye a que se miren mutuamente

con aprecio y estimación. Aun han hecho mas los hombres en favor nuestro,

porque casi se han quedado solo con el nombre de la autoridad que les dan

los empleos, y las riquezas, tributando todos los hombres a las mugeres.

¡Qué generosidad! ¡Qué grandeza de ánimo, podemos exclamar aquí pero al

mismo tiempo, qué contradicción! Aquí entra el estado de dependencia, que

se ha indicado arriba. Los hombres instruídos y civiles, no se atreven a

oprimir tan a las claras, a la otra mitad del género humano, porque no

hallan insinuada semejante esclavitud en las leyes de la creación. Pero

como el mandar es gustoso, han sabido arrogarse cierta superioridad de

talento, o yo diría de ilustración, que por faltarle a las mugeres,

parecen éstas sus inferiores. Hay pocos, que en tocándose el punto de la

aptitud, y disposición intelectual, concedan a éstas, la que se requiere

para ilustración del entendimiento. Saben ellas que no pueden aspirar a

ningún empleo, ni recompensa pública; que sus ideas no tienen más

extensión que las paredes de una casa, o de un Convento. Si esto no es

bastante para sufocar el mayor talento del mundo, no sé qué otras trabas

puedan buscarse. Lo cierto es, que sería mejor ignorarlo todo, y carecer

hasta del conocimiento, que sufrir el estado de esclavitud o dependencia.

E1 segundo viene a ser casi más sensible, por la contraposición de

obsequio, y desprecio; de elevación, y de abatimiento; de amor y de

indiferencia; cuyos afectos van unidos con la conducta que observan los

hombres con las mugeres. ¿Por ventura negarán estas mismas la alternativa

de alhagos, y repulsas, de obsequios, y desdenes, que experimentan cada

día? ¿No son hoy Jueces, y mañana reos? ¿No se las trata en un tiempo como

deydades, y en otro casi como irracionales? ¿No reciben unas veces

adoraciones, y omenages, siendo su gusto la ley, su aprobación la que

satisface los deseos de un Escritor, la que adorna los laureles de un

Conquistador, y colma la gloria de un Héroe? Pero no se desvanezcan por

esto las mugeres, porque los mismos hombres que las tratan de esta manera,

gritaran después en una Asamblea, que no tienen discernimiento, que no

saben estimar las cosas buenas y sólidas, y que se dejan arrastrar de una

vana y frívola apariencia.

7° Una discordancia tan notable, me ha hecho pensar muchas veces ¿qué

fundamento pueden tener los hombres para la superioridad que se han

arrogado, principalmente en los dotes del ánimo? La creación de unos y de

otros, es la que puede dar alguna luz. ¿Pero qué descubrimos en ella? Que

Dios crió a Adam, y este hecho menos luego una compañía semejante a él:

cuya compañía se le concedió en la muger. ¿Puede desearse prueba más

concluyente de la igualdad y semejanza de ambos, en aquel primer estado?

¿Hay en todo esto alguna sombra de sujeción, ni dependencia de uno a otro?

Es verdad, que el hombre fue criado primero,y fue criado solo, pero poco

tardó en conocer, que no podía vivir sin compañera, primera imagen del

matrimonio, y primera también de una perfecta Sociedad.

8° Si pasamos después a considerar lo que sucedió en la caída de nuestros

primeros Padres, no hallaremos degradada a la muger de sus facultades

racionales. E1 abuso que de ellas hizo, fue su pecado, el de Adam, y el de

toda su posteridad. ¿Mas sin disculpar este atentado, quien negará que la

muger precedió al hombre en el deseo de saber? Aquella fruta que les había

sido vedada, contenía la ciencia del bien y del mal. Eva no resistió a

estas tentaciones, antes persuadió a su marido, y el cometió por

condescendencia el pecado, que aquélla empezó por curiosidad. Detestable

curiosidad por cierto; pero la curiosidad suele ser indicio de talento,

porque sin él nadie hace diligencias exquisitas para instruirse.

9° Tampoco la justa pena que se impuso a entrambos, derogó en nada sus

facultades intelectuales. Si el hombre puede trabajar sin perder por eso

la aptitud para 1as ciencias, también la sujeción de la muger es

respectiva. Debería bastarle al primero ser cabeza de familia, y estar en

posesión de los empleos, sin pretender dar más extensión a su dominio.

Porque aun admitido en estos casos, no siempre es prueba concluyente de

superioridad de talento. Los mismos hombres, no son, ni pueden ser todos

iguales. Es preciso que haya unos que manden a los otros, y sucede no

pocas veces, que al de más ingenio, le toca la suerte de obedecer, y

respetar al que tiene menos. Así las mugeres podrán estar sujetas en

ciertos casos a los hombres, sin perder por eso la igualdad con ellos en

el entendimiento.

10° Si esta igualdad se ve indicada en la creación, mejor podrá probarse

por los testimonios que han dado las mismas mugeres. Es cierto, que el

talento, o la inteligencia, así como es la parte superior que hay en

nosotros, es también la parte incomprensible, que sólo se puede conocer

por los efectos. En este supuesto si los hombres acreditan su capacidad

por las obras que hacen, y los raciocinios que forman, siempre que haya

mugeres, que hagan otro tanto, no será temeridad igualarlos, deduciendo

que unos mismos efectos suponen causas conformes. Si los exemplos no son

tan numerosos en éstas, como en aquellos, es claro que consiste en ser

menos las que estudian, y menos las ocasiones, que los hombres las

permiten de probar sus talentos.

11° Ninguno que esté medianamente instruido, negará que en todos tiempos,

y en todos países, ha habido mugeres que han hecho progresos hasta en las

ciencias más abstractas. Su historia literaria puede acompañar siempre a

la de los hombres, porque quando éstos han florecido en las letras, han

tenido compañeras, e imitadoras en el otro sexo. En el tiempo que la

Grecia fue sabia, contó entre otras muchas insignes, a Theano, que comentó

Pithágoras, a Hypparchia,que excedió en la Filosofía y Matemática a Theón,

su Padre y maestro; a Diotima, de la qual se confesaba discípulo Sócrates.

En el Lacio, se supone haber inventado Nicostrata las Letras Latinas, las

quales supieron después cultivar varias mugeres, entre otras Fabiola,

Marcella y Eustequia. En Francia es largo el catálogo de Literatas

insignes, y quando otras no hubiera, bastarán los nombres de la Marquesa

de Sebigné, de la Condesa de la Fayete, y de Madama Dacier, para acreditar

que se han distinguido igualmente que sus paisanos insignes. En el día

continúan varias Señoras, honrando su sexo con los escritos, como puede

verse en la Década Epistolar de D. Francisco María de Silva. En la Rusia

florecen en el día las letras, pero si esta revolución tan gloriosa se

debe a los esfuerzos del Czar Pedro el Grande, los continúa la actual

Czarina Catalina II, la qual ha escrito el Códice de las Leyes, obra que

no se puede alabar bastantemente, y una Novela moral y sabia, dirigida a

la instrucción de sus Nietos: ambas obras las ha escrito en Francés, cuyo

Idioma posee con tal gracia y finura, a que llegan pocos de los mismos

Franceses. Esta insigne muger sería injusta, si conociendo por su misma

experiencia, de quanto es capaz su sexo, no le honrase como merece. Pero

no hay que hacerla este cargo, porque premia el mérito donde quiera que le

encuentra. Así se verifica en la Princesa de Askoff Heroína ilustre, la

qual después de haber manifestado a las tropas Rusas su espíritu marcial,

sabe como otra Minerva todas las ciencias, y por ello y por su numen

Poético, la ha elegido su Soberano para cabeza y Presidenta de la Academia

Real de las Ciencias de Petersburgo.

12° En España no se han distinguido menos las mugeres, en la carrera de

las letras. Si se hubiera de hablar de todas, con la distinción que

merecen, formarían un libro abultado. Las más acreditadas son Luisa Sigea,

Francisca Nebrija, Beatriz Galindo, Isabel de Joya, Juliana Morrell, y

Oliva de Sabuco. Esta última fue inventora de un nuevo sistema en la

Física. También se pudiera hacer mención aquí de algunas Señoras ilustres,

que honran en el día las letras, pero es tan notorio su mérito, que tengo

por ocioso expresarlo en este papel. El de las mugeres en general puede

verse más extensamente en la obra de Mr. Tomás, intitulada, "Ensayo sobre

el carácter, costumbres y entendimiento de las mugares", y en tantas otras

como son: "Mugeres ilustres, mugeres celebres; Tratado de la educación de

las Mugeres; El Amigo de las Mugeres; Las Mugeres vindicadas," &c.

13° Si se han distinguido en las letras, no han acreditado menos su

prudencia en el govierno en los negocios públicos cuya prenda es la que

más se les disputa. Pero no se la disputaban tanto los antiguos quando los

Lacedemonios se servían en sus acciones, del consejo de las mugeres, y

nada executaban sin consultarlas. Los Atenienses, querían que en los

asuntos que se proponían al Senado, diesen ellas su parecer, como si

fueran sabios y prudentes Senadores. El voto de estos dos Pueblos, tan

recomendables por todas circunstancias, debería decidir el pleito a favor

de las mugeres, y más habiendo ellas justificado en todo tiempo este

concepto, pues casi todas las que han estado en precisión de mandar

pueblos enteros lo han hecho con acierto: consúltense las historias

generales, y particulares para ver si en igual número de Reyes, o de

Reynas, que han regido estados, se hallan tantos Héroes, como Heroínas.

Tratando de éstas, merece el primer lugar Débora, porque governó el pueblo

de Israel, porción escogida de Dios, y que como tal, debe fundar opinión

para todo. Esta muger pues, entra en el catálogo de los Jueces de Israel,

se sentaba como ellos a administrar justicia y acaudillaba el exército.

Gemiamira, madre de Eliogabalo, concurría al Senado a dar su parecer por

su prudencia y sabiduría. Si se quieren exemplos más modernos, todos saben

la prudencia de la Reyna Católica Doña Isabel, que aunque no gobernó sola,

intervino en todas las cosas grandes que se hicieron en su tiempo; en

Inglaterra las dos Reynas Isabel y Ana, han contribuido tanto como los

Reyes sabios, que allí ha habido, a extender el poder, y a hacer

formidable la Gran Bretaña. En Rusia las dos Catalinas han perfeccionado

el esplendor que comenzó Pedro el Grande. Y se pudieran citar otras, que

en un dominio menos extenso, que los que acabamos de referir han

acreditado su aptitud para el gobierno.

14° La prudencia no es prenda tan agena del sexo, que no se halle en

muchas mugeres. Dexando aparte la que es necesaria para los negocios

públicos, hallaremos la común y regular en muchas casadas. ¿Quántos

exemplos se pudieran citar en la república de las familias, en que una

muger disimula, y aun oculta los defectos de su marido, en el manejo

doméstico? Pero el ser tan frequentes estas virtudes, parece que las hace

menos atendidas.

15° E1 valor se tiene regularmente por prenda particular, y genérica de

los hombres; con todo tiene sus excepciones, como la hermosura en las

mugeres: Vemos hombres hermosos, y mugeres feas, mugeres valientes y

hombres cobardes, para que se verifique que no hay prenda, que no sea

común a entrambos sexos. En quanto a la valentía, sino ha habido tantas

mugeres como hombres, que se han distinguido en ella, ya se ve que

consiste en la diferente crianza de los unos, y de los otros, pero no sé,

que inclinación oculta tienen las primeras, que siempre han mirado con

horror a los cobardes, y pusilánimes. Esta observación sola, pudiera

acreditar, que si no exercitan el valor, por lo menos lo aman, y lo

prefieren siempre; pero lo han exercitado, quando se han visto en

precisión de ello; exemplo tenemos en las mugeres de los Persas, a quienes

se debió principalmente la victoria, que ganaron éstos contra Ciro; en las

Sabinas que decidieron el triunfo a favor de los Romanos; en las Matronas

Romanas, que salvaron a Roma del eminente peligro, en que la puso el

exército de Coriolano: en las Saguntinas que pelearon valerosamente en

defensa de su Patria, y para decirlo de una vez, en casi todas las

historias, pues apenas hay una, que no conserve la memoria de algunas

hazañas de las mugeres, quando han visto la Patria en riesgo de perderse.

No sólo han hecho estas proezas, uniéndose muchas en un cuerpo; también ha

habido Heroínas, que han arrostrado a los peligros. Jahel mató a Sisara,

Judit atravesó sola por medio del exército de los Asirios y mató a

Holofernes. En España tenemos el exemplo de Juliana de Cibo, que sirvió

como soldado en la guerra de Granada contra los Moros; de María de

Estrada, que militó en las tropas de Hernán Cortés; de María Zontano, que

asistió en el exército destinado para la conquista de Argel, en tiempo de

Carlos V.; y de María Pita, que tanto se señaló en el sitio que pusieron

los Ingleses a la Coruña, omitiendo otras muchas, por no ser posible

mencionarlas todas en tan corto volumen. En el día no son desconocidas

estas hazañas, pues ya se ha dicho, que la Princesa de Askoff, que preside

ahora la Academia Real de Petersburgo, ha mandado antes las tropas Rusas.

Actualmente hay en Francia una Señora Escritora que habiendo disfrazado su

sexo, y corrido el mundo con el nombre del Caballero Eon, ha obtenido los

títulos de Censor Real, Doctor en ambos detechos, Abogado del Parlamento,

Capitán de Dragones y Voluntarios del exército, Ayudante del Mariscal

Duque de Broglio, Caballero de la Real y Militar Orden de San Luis,

Secretario de Embaxada en las Cortes de Rusia y de Inglaterra, y después

Ministro Plenipotenciario en esta última, en cuyos empleos tan opuestos, y

tan delicados se ha sabido manejar con una constancia, prudencia y

discreción, que honraría al hombre más versado en negocios políticos y

militares.

16° De todos estos antecedentes, se infiere necesariamente, que si las

mugeres tubieran la misma educación que los hombres, harían tanto, o más

que éstos. ¡Pero qué diferente es una de otra! A las primeras no se les

enseña desde niñas sino a leer y a escribir, y a ciertas habilidades de

manos. Se pone mucho cuidado en adornarlas, con lo qual, llegan a adquirir

un cierto hábito de pensar siempre en la compostura exterior. De talento,

si se les habla, como cosa por demás, de suerte que no sería mucho, que

fuesen perdiendo la idea de ser capaces de otra cosa. Al contrario, a los

niños, desde luego se les aplica, y se les hace aprender, antes que sepan

lo que es estudio ni ciencia; oyen decir que hay Universidades, que hay

Colegios y que hay empleos, para los que cursan éstos y aquéllas. De este

modo crece con ellos y se les hace natural la aplicación y el estudio, y

no tardan mucho en coger el fruto de sus tareas, en tantos premios, como

hay repartidos. Si alguna muger se dedica al estudio, es preciso, que lo

haga por la ventaja y conveniencia, que le resulta a ella misma, pues sabe

que no puede aspirar a ninguna recompensa. Mucha magnanimidad de espíritu

se requiere, para emprender, y seguir la penosa carrera de las letras, por

sola la complacencia de ilustrar el entendimiento. Sin embargo, vemos, que

algunas mugeres tienen este heroísmo, y como sino se conociera aún todo el

mérito, que consiguen las pocas, que esto hacen, se reconviene, y se

reprende el sexo en general por su ignorancia; como si esto fuera defecto

suyo, y no más presto defecto de la educación y circunstancia en que se

halla.

17° Es menester confesar, que ninguna cosa conocemos en sí misma, sino por

comparación con otra. Sirva esta regla para medir la aptitud en ambos

sexos, pero hágase un cotejo justo, esto es, entre un hombre y una muger

enteramente ignorantes. En este caso, pues, que es bastante frequente, aun

se hallará, que la segunda hace ventaja al primero en la viveza de

imaginación, en la mayor prontitud para imponerse, y en la propiedad de

las voces. Por el otro extremo, si se compara una muger capaz e instruida,

con un hombre sabio, el trato de aquélla, no será menos agradable que el

de éste, y puede ser que le exceda en cierta finura, que los hombres casi

nunca adquieren. Por lo demás, si se hace el cotejo entre los que han

estudiado mucho, y las que nada saben, no habrá que admirar la

desigualdad, pero siempre que el caso fuere conforme, la consequencia no

será contraria a las mugeres, y éste es un testimonio concluyente de que

la disposición intelectual es la misma.

18° Por fin, el tiempo, y la necesidad las había acostumbrado, a la

esclavitud que sufren en una parte del mundo, y a la dependencia a que se

sujetan en la otra restante. Las primeras parecen conformes, con que se

las despoje del uso de su razón, y las segundas con gozar de ella, aunque

desterradas del premio y de la recompensa. La magestad del Cetro, la

gravedad de la Toga, y los trofeos Militares, se han ido haciendo unos

obgetos, que se presentaban a la vista de las mugeres, como para

admirarlos, mas no para pretenderlos, porque el curso de los siglos, había

quitado la novedad, que las causaría al principio ver cerradas todas las

puertas al honor, y al premio. Pero no por eso se han de mostrar

insensibles a todos los desaires que quieran hacerlas. Ninguno mayor, que

el nuevo santuario o muro de división que se intenta formar en el día; más

que santuario o muro de división es del que hablamos. Este es la Sociedad

económica de Madrid la qual duda admitir mugeres en su ilustre Asamblea.

¿Por ventura los que se llaman amigos del país, podrán alexarlas? ¿Son

acaso algunas espías esparcidas por el Reyno, que puedan dar noticia a los

estraños de quanto se trabaje por su bien? ¿0 son tan misteriosos, e

intrincados los asuntos que se tratan en las Sociedades económicas que no

puedan entenderlos sino los hombres? Nada de esto hay, pero la importancia

del asunto, es igual, pues no se trata de menos, que de igualar a las

mugeres con los hombres, de darlas asiento en sus Juntas, y de conferir

con ellas materias de gravedad, cosa que parece fuera de orden y aun

disparatada.

19° Si éste es el motivo de la oposición, también debe serlo suficiente

para que las mugeres defiendan su causa, porque el silencio en esta

ocasión, confirmaría el concepto que de ellas se tiene, de que no se

cuidan, ni se interesan en negocios serios. A esta razón, que comprende a

todas en general, se agrega la particular para la que escribe este papel,

de que ha mucho tiempo tuvo la honra de ser admitida en una de las

principales Sociedades económicas de este Reyno, cuya distinción, por el

grande aprecio que hace de ella, quisiera ver extenderse a otras muchas de

su sexo, para que fuera igual en ambos el empeño de desvelarse en bien de

la Patria.

20° La questión, que se trata en la Sociedad económica de Madrid, sobre

conceder o negar la entrada en ella al bello sexo, ha exercitado las

plumas de dos Socios tan recomendables por su eloquencia, como por su

talento, y aunque los dictámenes son contrarios, no se puede negar que

ambos fundan el suyo en razones ingeniosas y bien probadas, pero como cada

uno tiene derecho a su defensa, no podrán sentir estos Señores, que haya

una, o más mugeres que tomen partido en una causa de tanta importancia

para todas. La ventaja que llevan los hombres en este particular, no es

menor que la que va de ser Juez a Abogado: nuestra sentencia está en sus

manos, si se decide, que seamos admitidas a sus conferencias, dirán

siempre que nos hicieron esta gracia, si nos niegan la entrada, ya se ve

quanta superioridad encierra este procedimiento, pero no por eso hemos de

desmayar, mientras no esté concluido el pleito.

21° E1 recomendable Socio, que se opone a la admisión de las mugeres,

funda su dictamen, en que admitidas unas, se extenderá la gracia a todas,

lo qual será al principio, en mucho perjuicio de la Sociedad, y al fin

podrá causar su ruina. No niega que puede haber alguna, capaz de grandes

convinaciones, de una constante meditación, de la constancia y sigilo

necesario, pero hace comunes, y propias al sexo la petulancia, los

caprichos, la frivolidad, y las pequeñeces. No halla edad, en que puedan

ser las mugeres convenientes, porque en la niñez, y juventud serían

inútiles, y perniciosas, en la vejez, molestas y pesadas. Dice más, que

sólo irían a aumentar el tumulto, y desorden de las Juntas, y no a

ilustrarlas, porque carecen de principios elementales, como necesita este

cuerpo. Aún su contribución pecuniaria es despreciada, si supone primero

la admisión de esta clase.

22° No se puede alabar bastantemente la rigidez de un Socio, que en medio

de la corrupción de que se quexa en el siglo presente, conserva libre su

corazón para juzgar a los dos sexos, sentenciando abiertamente contra el

que llama alhagueño. ¡Exemplo digno de imitación por cierto! Pero si los

hombres empiezan a santificarse de esta manera, ¿por qué no los seguiremos

en quanto nos sea posible?

23° Es seguro que todas las mugeres no deben ser admitidas a la Sociedad,

como tampoco son del caso para ella todos los hombres. Pero supuesto que

nuestro impugnador no niega que hay algunas capaces de grandes

convinaciones, de una constante meditación, de la constancia y sigilo

necesario, sería declarada injusticia confundir a éstas en una misma

sentencia con las petulantes, caprichosas y frívolas. E1 elegir y

distinguir aquéllas de éstas, toca a los que goviernan el cuerpo. Señalen

leyes estrechas, y precisas, y no se aparten nunca de su observancia.

Confundir al reo con el inocente, al sabio con el ignorante; es el colmo

de la tiranía, y los Amigos del País no deben ser nunca sus tiranos.

Dígase por exemplo, que si una muger tuviere las prendas arriba indicadas,

o fuere más aplicada que las otras, si presenta a la Sociedad una memoria

digna, sobre qualquiera de los puntos que ésta abraza, o si hace algún

descubrimiento en beneficio del país; en una palabra, dígase, que la que

lo merezca, será admitida Socia, y podrá concurrir siempre que quiera. De

este modo, ni los Señores que componen la Junta, tendrán facultad de

admitir sino a las mugeres que lo merezcan, ni éstas solicitarán esta

distinción como hermosas, ni como petimetras, sino como aplicadas, y

útiles a la Patria. Si lo que ahora las aparta, es su continua

distracción, y puerilidad, los Amigos del País, deben trabajar en corregir

estos defectos, y se remediará el daño. Señalen premios, y estímulos a las

mugeres aplicadas y laboriosas: sea uno admitirlas a la Sociedad, y

entonces es natural que procuren merecerlo. Mientras no se haga así, y se

las considere como un miembro podrido, o separado del cuerpo Social, ¿qué

progresos pueden hacer? Ya sabemos quanto influxo tiene en todo la

opinión; y así la mala, en que los hombres tienen ahora a las mugeres, es

suficiente para mantenerlas siempre en la ignorancia.

24° La que sea digna del título de Socia, por las razones que acabamos de

decir, también sabrá guardar el sigilo que le corresponda, porque el

creer, que todas las mugeres son habladoras indiscretas, tiene muchas, y

muy justas excepciones. Baste reflexionar de paso, que sin entrar a las

deliberaciones de los Tribunales, de los Consejos, de las Academias, ni

Sociedades, no hay conferencia en todos estos cuerpos por secreta que sea,

que no llegue a divulgarse, citando muchas veces hasta los sugetos, que

fueron de este dictamen o del otro. No son seguramente aquellas, las que

revelan estos misterios de Estado, o de Gobierno, o de Política, en que no

intervienen. Siendo pues, los hombres los que los publican, no digamos,

que el sigilo es un carácter distintivo de su sexo. Por el contrario, se

pudieran citar tantos, o más exemplos de la sabiduría, prudencia y valor

de las mugeres, como de su constancia en guardar secreto, pero son tan

obvios, que qualquiera lo sabe. Yo diría, que siendo este un efecto

regular de la discreción, la persona en que ésta se halle, sea hombre o

muger, sabrá guardarle. Con que si la Sociedad atiende a las calidades,

que se han dicho para admitir mugeres, no debe dudar, que añadirá a ellas

la de la prudente reserva quizá mejor, que los hombres, quienes, o por la

emulación de los empleos, o de los talentos, refieren lo ocurrido a sus

Juntas.

25° Pensar, que la concurrencia de las mugeres, sería perniciosa por los

vicios que introducirían en las costumbres de las costumbres de los

Socios, es una suposición harto fatal a entrambros sexos. Es digno de

alabanza el zelo del que quiere desterrar al vicio, y precaver su general

comunicación, pero no pretendamos imposibles. ¿Acaso la modestia, y retiro

de las antiguas, que tanto se encarece, las libró de los asaltos de los

hombres? Buen exemplo tenemos en las historias sagradas, y profanas, y en

las costumbres de nuestros mayores. ¿Quándo han sido más frequentes los

homicidios, los asesinatos, las violencias, y los raptos, que quando las

mugeres estaban encerradas y guardadas con candados? A otros tiempos han

sucedido otras costumbres no podemos decir mejores, pero no será difícil

probar en buena filosofía, que si las dificultades aumentan los deseos, la

facilidad los amortigua. Es constante, que a hombres, y a mugeres

convendría vivir enteramente separados, pero debiera ser esta separación

total, y para siempre mientras esto no se consiga, y queden como ahora

sucede, mil motivos de juntarse, no digamos, que el añadir uno tan digno,

sea la destrucción del género humano. Las Juntas de la Sociedad

necesariamente se han de componer de muchos, y entre muchos no hay peligro

de disolución. El recato no se ha extinguido, como se extinguen otras

virtudes: todos quieren parecer buenos aunque no lo sean, y esto conserva

la debida decencia en las concurrencias. Con que si en otras no hay abuso,

¿por qué lo habría en ésta? ¿Es posible que los hombres que allí asisten a

tratar del bien común, se habían de trocar en un instante en libertinos?

¿No hay freno, ni respeto en tales Asambleas? Mas siendo cierto que lo

hay, no debe temerse más peligro, que el que se advierte en todas las

ocasiones que tienen de verse los hombres, y las mugeres; cuyo peligro no

las prohibe absolutamente porque es necesario juntarse algunas veces, y

porque el vicio de un particular no debe, ni puede destruir el bien

general. Luego si las mugeres pueden ser útiles de alguna manera a la

Sociedad, no hay razón para separar las de ella por un inconveniente

remoto que no impide otras Juntas semejantes.

26° Ni tampoco lo será el pretender, que carecen de conocimientos

elementales, en las materias de que tratan las Sociedades. Yo quisiera

saber, quántos de los hombres que a ellas concurren, tienen estos

conocimientos elementales, y con todo asisten, y dan su voto. Los puntos

que abraza la Sociedad son casi todos de hecho, por que cotejar entre las

obras del extrangero, y nuestras, para ver lo que se puede adelantar, y

decidir sobre las manufacturas que se presentan, son cosas que qualquiera

que tenga ojos, y una mediana razón, sabrá entenderlas; hacer nuevos

inventos en las artes, perfeccionar los conocidos, estimular a los

fabricantes, labradores, y artesanos, a que trabajen con ventaja, y con

perfección, calcular lo que falta en un país, y traerlo de otro en cambio

de su sobrante por medio de un sabio comercio, aunque son cosas que piden

meditación, y noticias, no son materias tan abstractas, que no las pueda

comprender la muger que tenga talento regular. Basta que haya en la Junta

quien sepa proponer estas especies con orden, claridad y distinción, para

que las entiendan los demás.

27° Quando se erigieron las Sociedades económicas, pocos eran los que

sabían, qué asuntos podían pertenecerles. Con todo muchos se alistaron a

ciegas, llevados más de la curiosidad que produce un establecimiento

nuevo, y de la gloria de ver alistados sus nombres, con otros que tenían

por ilustres, que de amor a la patria, ni deseo de su felicidad. Enterados

con el tiempo del obgeto de estos establecimientos, unos se aplicaron a

estudiar estas nuevas materias, y otros dexaron de concurrir,

desacreditando lo que no entendían, pareciéndoles esto más fácil, que

instruirse. Sin embargo, en todas las Sociedades ha quedado un número

competente de Individuos, que no tienen los principios elementales, que

desea el ilustre Socio que se opone a la admisión de las mugeres, por esta

ignorancia. Pero aún concedida ésta, comparada con la de algunos hombres,

pudieran pretender la preferencia las mugeres, por la mayor facilidad con

que se imponen en los asuntos, y por los primeros pensamientos oportunos

que suelen tener, para resolver con ventaja ciertas dificultades.

28° Si hubo vicio en los que se alistaron en las Sociedades sin la debida

instrucción para ser útiles en ellas, también le hubo en los cuerpos, que

admitieron a todos indistintamente, por acumular fondo de caudales, ya que

no de luces. Esta pobreza de los cuerpos patricios, clama por el remedio,

pero mientras no le haya por otros arbitrios, los obliga a aumentar el

número de contribuyentes, sin examinar su mérito por otras circunstancias.

Pero aun en esta clase, no le parece al Socio nuestro impugnador, que

pueden ser útiles las mugeres. Yo diría que si por otras razones es

conveniente su admisión, contribuyen también con sus caudales. Los

caudales que ahora se grita que disipan en el luxo, y en la vanidad,

procúrese, que los apliquen en utilidad común, lo qual podrá verificarse

siempre que se haga tomar interés por la patria, y por el Estado.

29° E1 luxo es excesivo, y las mugeres le ocasionan: esto no admite duda:

pero quánto mayor es un desorden, tanto más preciso hace el remedio. Vemos

que no bastan a ponerle las vehementes declamaciones de los Predicadores,

las sabias providencias del Gobierno, la pobreza de las familias, y la

dificultad de los matrimonios: ¿pues, quien sabe, si sería más eficaz que

todos estos, el interesar a las mugeres en el bien de la patria? Esto se

conseguía, llamándolas a la Sociedad de los Amigos del País. Allí verían,

cómo se desvelan unas gentes acomodadas, y empleadas en otros negocios,

por la prosperidad de sus compatriotas. Verían que si premian al

comerciante, al labrador, al fabricante, y al artesano, es para estimular

a todos, y para que florezca en España el comercio, la agricultura, las

fábricas, y las artes; con tales exemplos no podrían mirar después con

indiferencia la causa común.

30° El obgeto de las Sociedades, no puede ser más justo, pero para que

tengan el complemento que desean son menester dos cosas, la primera, que

los unos se apliquen a trabajar y perfeccionar sus labores, la segunda,

que estos trabajos, y labores tengan despacho, porque de otra suerte

ninguno quiere atarearse en hacer lo que después no ha de vender. Si se

pretende dar fomento a nuestras artes, y fábricas, es necesario, que nos

contentemos con lo que aquí se trabaja. Al principio se hará violento

tomar lo menos vistoso, y de peor gusto, dexando los géneros estrangeros,

que exceden en ambas calidades; pero si no empezamos por este sacrificio

del gusto ofrecido en las aras del amor patriótico, nunca florecerán

nuestras labores. ¿Y estas labores, que ha introducido, y a que da valor

el luxo, no son generalmente las que forman el adorno de las mugeres? Pues

a éstas conviene interesar, para que se adornen a menos costa , o sus

caudales no redunden a beneficio del estrangero, vistiéndose de géneros

del país. Su concurrencia a la Sociedad, podrá inspirarles estas máximas,

ventajosas al Estado: allí oirán los perjuicios que acarrea su extremado

luxo, y los medios de evitarlo. Pídaseles, que contribuyan a la patria con

sus luces, con sus manos, y con sus caudales. No duden los hombres, que

todo esto ofrecerán las mugeres, si ellos les dan parte en sus

resoluciones, y las estimulan a pensar en el bien general que tanto

muestran que apetecen.

3l° Otro Socio igualmente que el primero por su mérito, y circunstancias,

ha escrito aprobando la admisión de las mugeres en la Sociedad. Dice que

el pensamiento no es nuevo, que se suscitó desde los principios, y que

tuvo patronos ilustres, pero que a pesar de esto, no tuvo efecto por

entonces, esto es, no se resolvió con la formalidad que pedía la materia.

Encarece el mérito de las dos Señoras que han sido ya admitidas. Indica

las reglas que se deben seguir para la admisión de otras, mediante las

quales, no parece que se puede temer ningún desorden en este punto. No

aprueba, que una vez admitidas, se les cierre la entrada a las Juntas, y

concluye con aprobar que su asistencia es conveniente a la Sociedad, y a

las mismas mugeres; a éstas, porque las anima a emplear bien sus talento,

y a aquélla; porque le suministra un aumento de luces, y de caudal, que se

invierta en sus loables fines.

32° A la verdad, es digno de perpetuo reconocimiento de parte de las

mugeres, el ilustre Socio, que se ha atrevido a tomar su defensa. Las

razones en que la funda, y la delicadeza de su estilo, todo tiene un

mérito muy particular. Las gracias más enérgicas que podemos darle, son

trabajar por ponernos en el caso que desea, para hacer justa nuestra

admisión, la qual nosotras mismas debemos anhelar que solamente se conceda

al mérito, a la aplicación, y a la virtud.

33° Después de un Apologista tan digno, debe parecer fría qualquiera otra

defensa en favor de las mugeres, pero este temor no me ha desanimado,

antes me confirma en la bondad de la causa, porque sola esta razón pudiera

arrastrar a protejerla al Socio nuestro partidario y a los sugetos que

fueron del mismo dictamen, quando se propuso a los principios. Grandes son

sin duda las calidades de las dos Señoras que ha admitido la Sociedad de

Madrid, por lo tanto merecen ser las primeras, y las que han obligado a

salvar la ley no promulgada todavía en favor de su sexo, pero extiéndase

también a otras, que tengan las calidades ya mencionadas. Para la Sociedad

deben serlo además de todo lo expuesto en este papel, la mayor

inteligencia, que tienen las mugeres respecto de los hombres, en varias

materias, que se le presentan cada día, y que deben promover, como

importantes al bien general. Tales son los hilados, los tegidos, los

encages y todas las labores propias del bello sexo. Todos estos ramos será

casualidad, que los entiendan algunos de los hombres, y deben saberlo

todas las mugeres. Unidos unos y otros en una Junta, al que preside toca

emplear a cada uno en los que entienda. No será menester más para

rectificar muchas cosas, porque felices fueran las artes, si sólo tratasen

de ellas los artífices.

34° Concluyamos, pues, de todo lo dicho que si las mugeres tienen la misma

aptitud que los hombres para instruirse; si en todos tiempos han mostrado

ser capaces de las ciencias, de la prudencia, y del sigilo, si han tenido

y tienen las virtudes Sociales; si su aplicación puede ser conveniente a

ellas mismas y al estado; si puede ser un remedio a los desórdenes que

tanto se gritan, el aplicarlas a los asuntos que comprehende la Sociedad;

si el peligro, que amenaza a ésta de su concurrencia es remoto; y aun éste

puede precaberse, no admitiendo sino a las que sean verdaderamente dignas

de ello; si no es nuevo en el mundo que intervengan a las deliberaciones;

si actualmente ocupa una muger la Presidencia de las ciencias en una Corte

de Europa, que es más que sentarse como individuo en un cuerpo, las

materias que trata nunca son tan abstractas; y si en fin se trata de

hacerlas amigas del país, lo qual sería en mucha utilidad éste, con tales

hipótesis, lejos de ser perjudicial la admisión las mugeres, puede y debe

ser conveniente.