Charles
Sanders Peirce *
DEFINICIÓN
Y CLASIFICACIÓN DEL SIGNO
“UN
SIGNO, O REPRESENTAMEN, ES ALGO QUE, PARA ALGUIEN, REPRESENTA O SE REFIERE A
ALGO EN ALGÚN ASPECTO O CARÁCTER. SE DIRIGE A ALGUIEN, ESTO ES, CREA EN LA MENTE
DE ESA PERSONAS UN SIGNO EQUIVALENTE, O TAL VEZ, UN SIGNO AÚN MÁS DESARROLLADO.
ESTE SIGNO CREADO ES LO QUE YO LLAMO EL INTERPRETANTE DEL PRIMER SIGNO. EL SIGNO
ESTÁ EN LUGAR DE ALGO, SU OBJETO. ESTÁ EN LUGAR DE ESE OBJETO, NO EN TODOS LOS
ASPECTOS, SINO SOLO CON REFERENCIA A UNA SUERTE DE IDEA, QUE A VECES HE LLAMADO
EL FUNDAMENTO DEL REPRESENTAMEN”.
228
(The collected Papers)
Charles
S. Peirce
Un
Interpretante de la cátedra de esta definición:
1.-
Un signo significa algo porque está “en lugar de” ese algo. Supongamos que
buscamos en el diccionario la palabra “hombre”. Encontraremos una forma
equivalente: “ser humano”, por ejemplo. Estos segundos términos representan
“hombre” como representando la misma criatura bípeda, racional que la palabra
“hombre” representa. Por acumulación del ejemplos llegaremos a la conclusión de
que existe una representación que actúa por mediación. En otras palabras, los
signos hacen algo más que reemplazar o sustituir a las cosas, sino que
básicamente funcionan como factores en procesos de
mediación.
A
esta función MEDIADORA Peirce la llama INTERPRETANTE. El interpretante de un
signo es otro signo. Ese planteo implica la existencia de una cadena al infinito
de los interpretantes, es decir, una SEMIOSIS ILIMITADA. La semiosis, en cuanto
proceso significo, es un proceso de mediación.
El
interpretante es la modificación producida en el pensamiento por un signo. Pero
pensamiento no debe entenderse en principio como fenómeno psicológico
individual, sino que tiene que ver con el proceso discursivo que se da en el ámbito de la
comunidad humana.
Cada
interpretante es signo de su objeto, y, a su vez, requiere otro signo para su
interpretación. Así se abre una cadena de signos
interpretantes.
Esta
descripción subraya el aspecto formal del funcionamiento de los signos: un signo
sólo significa dentro de un sistema operante de signos; significa sólo en virtud
de que otros signos del mismo sistema significan algo. Esta cadena de
interpretantes puede ser de distintos tipos: signos, definiciones, funciones
proposicionales, signos de otro sistema, etc. Componen lo que Eco llamaría
“unidades culturales”.
La
unidad cultural “hombre, por ejemplo, en el marco de una sociedad determinada,
consistiría en el conjunto de
elementos que esa sociedad pone en relación con dicho término. El significado
global del término se da en relación con todos los elementos que una cultura
tiene en conexión con aquél (Eco elimina el correlato extralingüístico, en tanto
que para el pragmatismo de Peirce, la referencia al objeto es
básica).
2.-
Peirce afirma que el signo está en lugar del objeto, no en todos los aspectos
del éste. El signo no representa un objeto completo, sino desde una determinada
perspectiva, en referencia una especie de “idea”. Por ejemplo, en la relación
significa “viento/veleta” sólo es tenido en cuenta el aspecto significativo de
la dirección del viento y la orientación de la veleta, no otros aspectos de
ambos elementos.
El
concepto de “idea” debe ser entendido como una convención o acuerdo sobre la
manera de interpretar el signo. La
mediación (o interpretación) funciona mediante reglas convencionales de
interpretación. Todo signo es representacional en el sentido de que la
interpretación implica siempre la representación de una experiencia acumulada
(aprendida), que está codificada mediante signos.
En
cuanto al objeto, Peirce distingue dos clases de objetos:
a.-
OBJETO INMEDIATO: es el objeto tal como el signo lo representa, y cuyo ser
depende de su representación en el signo. Está “dentro” del signo, yu es el
aspecto del signo lo que lo hace apropiado para representar al objeto dinámico u
objeto “estra-semiótico”.
b.-
OBJETO DINÁMICO: es la realidad en sí misma, que por diversos medios logra
determinar al signo para que represente, para que cause un interpretante similar
a él mismo. Es el último (o el primero) eslabón del proceso sígnico en su
origen, el “significado externo” denotado por el signo.
Por
lo tanto, el objeto no es, como pretende cierta divulgación, un algo externo a
la operación sígnica. De hecho, el objeto inmediato existe solo en virtud de la
relación semiótica y se presenta como ley o regularidad, con lo que trasciende
la dimensión subjetiva hacia una pluralidad de individuos. O, como dice Eco, es
una unidad cultural.
El
objeto dinámico constituye el fundamento de la identidad. El objeto no puede ser
conocido en el signo, sino representado, referido, pues el símbolo pertenece a
la representación, a lo que se da en el pensamiento.
Peirce
afirma:
“El
objeto dinámico es el objeto exterior al signo. Pero el signo debe indicarlo
mediante algún indicio; y este indicio es el objeto
inmediato”.
Es
el reenvío de la semiosis a un presupuesto extrasemiótico, como producto de la
actividad compleja del conocer el hombre. Evita de esta manera un realismo
ingenuo, mecánico, pues el objeto que es elemento de la tríada semiótica se
inserta en la dimensión comunitaria, en una zona de saber objetivo, más que en
referencia a un espacio natural y objetual directo (aunque éste es recuperado en
el interior de la representación). Eco afirma: “... se debe asumir que, en
principio, una expresión no designa un objeto, sino que vehicula un contenido
cultural”.
Clasificación
de los Signos
Extractos
de La ciencia de la semiótica, de Charles S. Peirce (De. Nueva Visión,
Buenos Aires, 1974)
228.
Un signo, o REPRESENTAMEN, es algo que, para alguien, representa o se refiere a
algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente
de esa persona un signo equivalente, o tal vez, un signo aún más desarrollado.
Este signo creado es lo
que yo llamo el INTERPRETANTE del primer signo. El signo está en lugar de algo,
su OBJETO. Está en lugar de ese objeto, no en todos los aspectos, sino sólo con
referencia a una suerte de idea, que a veces he llamado el FUNDAMENTO del
representamen. [o ground].
Desde
el punto de vista de sus relaciones con sus objetos dinámicos, divido los signos
en Iconos, Indices y Símbolos (esta división la di en el año 1867). Defino a un
Icono como un signo que está determinado por su objeto dinámico en virtud de su
propia naturaleza interna, por ejemplo, una visión, o el sentimiento provocado
por una pieza de música considerada como representación de lo que el compositor
quiso expresar. También un Icono puede ser un diagrama; digamos, una curva de
distribución de errores. Defino a un Indice como un signo determinado por un
objeto dinámico en virtud de estar en relación real con él. Un nombre propio es un Indice; también
es un Indice la presencia del síntoma de una enfermedad. Defino a un Símbolo
como un signo que es determinado por su objeto dinámico solamente en el sentido
de que así será interpretado. Por lo tanto, depende de una convención, de un
hábito, o de una disposición natural de su interpretante, o del campo de su
interpretante (el campo del cual el interpretante es una determinación). Todo
Símbolo es necesariamente un legisigno; sería inexacto llamar Símbolo a la
réplica de un legisigno.
279.
Volviendo ahora al terreno de los hechos retóricos, la existencia de
representaciones tales como los Iconos es un hecho completamente conocido.
Cualquier pintura (por convencional que sea su método) es, esencialmente, una
representación de esa clase. Lo mismo es válido para todo diagrama, aún cuando
no hubiere parecido sensorial entre él y su objeto, y hubiera solamente una
analogía entre las respectivas relaciones de las partes de cada uno. Los Iconos
en los que el parecido es acentuado mediante reglas convencionales merecen
especial atención. Así, una fórmula algebraica es un Icono, en virtud de las
reglas de conmutatividad, distributividad y asociatividad de los
Símbolos.
282.
Hay muchos diagramas que no se parecen, en su aspecto visible, a sus respectivos
objetos: el parecido se produce únicamente entre las relaciones de sus
respectivas partes entre sí. Podemos mostrar las relaciones entre las diferentes
clases de signos mediante un cuadro sinóptico:
iconos
Signos
índices
símbolos
Este
cuadro sinóptico es un ícono. Pero en el único aspecto en que se parece a su
objeto es en que la llave muestra que las tres clases: íconos, índices, símbolos
están relacionadas con la clase general, los signos, tal como realmente ocurre,
de manera general. Cuando en álgebra escribimos las ecuaciones unas debajo de
otras, en una disposición reglar, y especialmente cuando usamos letras
semejantes para los coeficientes correspondientes, la disposición resultante es
un ícono.
He
aquí un ejemplo:
a1
x + b1 y = n1
a2
x + b2 y = n2
Este es un ícono en la medida en que hace
aparecer en forma semejante las cantidades que están en relaciones análogas con
el problemas. En realidad, toda ecuación algebraica es un ícono, en la medida en
que exhibe mediante los signos algebraicos (lo cuales, considerados en sí
mismos, no son íconos), las relaciones de las cantidades de que se
trata.
285.
Examinemos algunos ejemplos de índices. Veo un hombre con un andar balanceado,
lo cual es probablemente una indicación de que se trata de un marinero. Veo un
hombre de piernas algo curvadas, con pantalones de pana, polainas y algo
parecido. Un reloj de sol, o un reloj cualquiera, indican qué hora es.
Los geómetras colocan letras sobre las diferentes partes de sus diagramas y
luego usan esas letras para indicar dichas partes. Las letras son usadas en
forma similar por los abogados y por muchos otros. Así, podemos decir: si A y B
están casados entre sí y C es hijo de ellos, mientras que D es hermano de A,
entonces D es tío de C. Acá A, B, C y D cumplen la función de pronombres, pero
son más convenientes porque no requieren ninguna colocación especial de las
palabras. Unos golpecitos en la puerta cerrada son un índice. Cualquier cosa que
nos sobresalte es un índice, en cuanto marca la articulación entre dos partes de
una experiencia. Así, un tremendo tronar indica que algo considerable ha
sucedido, aunque no sepamos exactamente de qué se trata, pero puede ser probable
que podamos conectarlo con otras experiencias.
286.-
Un termómetro con marcas bajas, conjuntamente con la humedad del aire, es un
índice de próxima lluvia; es decir, suponemos que las fuerzas de la naturaleza
establecen una conexión entre la marca baja del barómetro, el aire húmedo y la
lluvia inminente. Una veleta es índice de la dirección del viento: en primer
lugar, porque toma la misma dirección del viento, de modo que existe una real
conexión entre ambos; y en segundo lugar, estamos constituidos de manera tal que
el movimiento de la veleta en determinada dirección atrae nuestra atención hacia
esa dirección; y cuando vemos que gira siguiendo las variaciones del viento,
estamos forzados por las leyes de la mente a pensar que esa dirección está
conectada con el viento. La estrella polar es un índice que nos indica hacia
donde se orienta uno si busca el Norte. Una plomada o nivel de burbuja son
índices de la dirección vertical. Una vara de medir parecería, a primera vista, ser un
ícono del metro o de la yarda; y los sería, si estuviera simplemente destinada a
mostrar un metro o una yarda tan cerca como pueden ser vistos y se pueda estimar
que son un metro o una yarda. Pero el verdadero propósito de una vara de medir es mostrar un metro
o una yarda más fielmente de lo que pueden ser estimados por su apariencia. Esto
es posible mediante la exacta comparación mecánica con el metro-patrón
depositado en París, o con la yarda - patrón existente en Londres. De tal modo,
lo que da a la vara de medir su valor como representamen es una conexión real y,
en consecuencia, se trata de un índice y no de un mero
ícono.
287.-
Cuando un conductor grita “Cuidado!” a un peatón para llamar su atención y hacer
que se ponga a salvo, en la medida en que se trata de una palabra signficante
es, como veremos más adelante, algo más que un índice; pero en la medida en que
está destinada simplemente a actuar sobre el sistema nervioso del que la oye y
hacer que se aparte, es un índice, porque lo que se busca es ponerlo en real
conexión con el objeto, que es su propia situación en relación con el vehículo
que se aproxima. Imaginemos que dos
hombres se encuentran en un sendero en medio del campo, y que uno de ellos le
dice al otro: “La chimenea de aquella casa está incendiándose”. El otro mira en
derredor y percibe una casa con persianas verdes y una galería, cuya chimenea
humea. Sigue caminando algunos kilómetros y encuentra a otro peatón. Actuando
como un tonto le dice: “La chimenea de aquella casa está incendiándose”. “¿Qué
casa?”, pregunta el otro. “Oh, una casa con persianas verdes y una galería”,
contesta el tonto. Pregunta nuevamente el otro: “¿Dónde está?”. Está buscando
algún índice que le permita conectar su alarma con la casa en cuestión. Las
palabras por sí mismas son insuficientes para lograr est. Los pronombres
demostrativos “esta”, “aquella”, son índices, puesto que promueven que el
receptor utilice sus poderes de observación para poder establecer una conexión
real entre su mensaje y el objeto; y si el pronombre demostrativo logra eso -sin
lo cual su significado no es comprendido- es él quien establece dicha conexión;
por lo tanto, es un índice. Los pronombres relativos “quien” y “cual” provocan
actividad de observación de manera casi análoga, sólo que con ellos la atención
debe ser dirigida a las palabras que los han
precedido.
290.
Otras palabras indiciales son las preposiciones y los giros preposicionales como
“a la derecha de”. La derecha (o la izquierda no puede ser identificada mediante
ninguna descripción general. Otras preposiciones expresan relaciones que podrían
tal vez ser descritas; pero cuando se refieren, como lo hacen más a menudo de lo
que pudiera creerse, a una situación relativa a la colocación observada -o que
se supone que se conoce por medio de la experiencia- de quien habla en relación
con la de quien escucha, el elemento indicial pasa a ser
dominante.
304.
Un signo es o bien un ícono, o un índice o un símbolo. (1). Un ícono es un signo
que poseería el carácter que lo vuelve significativo aún cuando su objeto no
tuviera existencia; tal como un trazo de lápiz en un papel que representa una
línea geométrica 92). Un índice es un signo que perdería al instante el carácter
que hace de él un signo si su objeto fuera suprimido [...] Tal es por ejemplo,
un pedazo de tierra que muestra el agujero de una bala como signo de un disparo;
porque sin el disparo no habría habido agujero [...] Un símbolo es un signo que
perdería el carácter que lo convierte en un signo si no hubiera interpretante.
Es tal cualquier emisión de habla que significa lo que significa sólo en virtud
de poder ser entendida como poseedora de esa determinada
significación.
Una
aproximación a la teoría
de
Charles S. Peirce
Aplicación
de los conceptos peircianos
“Fenómeno”
es para Peirce todo aquellos que se hace presente al espíritu. La realidad es
una suma de fenómenos. Estos fenómenos se hacen presentes al espíritu mediante
las categorías: la primeridad, la segundidad, y la terceridad. Cuando hablamos
de categorías hablamos de una especie de cristales a través de los cuales
percibimos la realidad. Por ejemplo, para Kant, el espacio y el tiempo son dos
categorías: todo lo que percibimos, lo percibimos en el tiempo y en el
espacio.
La
primeridad es la categoría que comprende las cualidades de los fenómenos, tales
como rojo, amargo, tedioso, duro, desagarrador, noble, etc. Es la categoría del
ser, todo lo que es en su inmediatez, sin relación a nada. Es una cualidad
inherente a un cuerpo, sin relación a otra cosa. Es general, por ejemplo, la
“rojez”, sin relación a que un elemento sea rojo, “rojez’ como la cualidad; el
“dolor”, pero no este dolor de cabeza, sino el sentimiento de dolor. Los
fenómenos se nos aparecen en primera instancia mediante la existencia de sus
cualidades; tomamos conciencia de que existen cualidades.
El
color rojo, en sí mismo, antes de corporeizarse, ya es algo
positivo.
La
primeridad es autosuficiente. Lo primero predomina en la sensación, por ejemplo,
la sensación de los colores. Los olores, por ejemplo, son formas viscerales del
sentir: piénsese en un penetrante olor a podrido que invade nuestra percepción,
antes de relacionar ese olor con nada, de pensarlo, sólo como sentimiento de
asco, de desagrado (náusea).
La
segundidad es la categoría del hecho actual, aquí y ahora. Del hecho individual.
Implica la idea de fuerza, de reacción: por ejemplo, la dureza es una
primeridad, pero la percibimos cuando nos chocamos con una pared, es decir, con
una dureza encarnada, contingente. La segundidad consiste en una cosa que actúa
sobre otra, es una relación diádica. Solo se puede ejercer la fuerza si hay algo
que se resiste, es decir, observamos que se destaca una dualidad, una
existencia. La idea de segundidad predomina en las ideas de causa/efecto y de
fuerza. Pensemos en alguien que va caminando y es empujado al suelo porque choca
con otro: hay acción y reacción entre dos cuerpos; la resistencia le muestra que
algo independiente de él está allí. Cuando algo golpea los sentidos, el flujo de
pensamientos de la mente se interrumpe siempre: estamos en un globo flotando
sobre una campiña, todo es sensación de paz, primeridad pura; de golpe
atraviesa el cielo un avión a
chorro, y el ruido fortísimo de sus motores chocan nuestros sentidos, se
interrumpe el sentimiento de paz, experimentamos desagrado, (o nos tapamos los
oídos) allí está la reacción, la segundidad. Es una cualidad encarnada que pone
de manifiesto la existencia. La segundidad es un sentimiento de conmoción,
percibido como existente, y nada más. Peirce dice: “la acción recíproca de dos
cosas sin consideración de una tercera, de un pensamiento mediador entre la
sensación original (primeridad) y la acción y reacción (segundidad) entre
nuestra alma y el estímulo”.
Finalmente,
la tercer categoría, la terceridad. Es la categoría del pensamiento mediador, de
la ley. La terceridad al igual que la primeridad, tiene un grado de
generalización, pero son diferentes: la generalidad de la primeridad tiene la
posibilidad de encarnarse totalmente, la generalidad de la ley es la posibilidad
infinita de encarnarse en hábitos, se lanza hacia un futuro indefinido. La
terceridad lleva la información a la mente o determina la idea y la corporiza.
Es un pensamiento informante o cognición. En la terceridad advertimos el
funcionamiento del signo.
Ahora
bien, cuando conocemos los
fenómenos, los conocemos, como ya dijimos, mediante las tres categorías. Este
desglose que hemos hecho sólo tiene una finalidad pedagógica. En realidad,
cuando percibimos un fenómeno, intervienen las tres categorías. El sentimiento,
la encarnación en un objeto de ese sentimiento, la idea acerca de esta relación.
El pensamiento (como terceridad) es mediador entre lo primero y lo segundo. Y
aquí, con el concepto de mediación, introduce Peirce la noción de signo. En
Peirce, las categorías son el fundamento filosófico de la noción de
signo.
Como
ya hemos visto, el signo es mediación: el signo está en lugar del algo, su
objeto, pero no en todos sus aspectos, sino con referencia a una idea llamada
fundamento o “ground”. Ese fundamento es el fundamento del representamen. Un
signo representa la idea que produce o modifica, es un vehículo que transmite a
la mente algo desde afuera: aquello que representa se llama su objeto; aquello
que transmite, su significado; y la idea que origina, su interpretante. Cada vez
que percibimos un fenómeno, percibimos una primeridad, encarnada (segundidad) y
mediada, conceptualizada, (terceridad). Es decir, lo percibimos mediante un
signo. Un signo está compuesto por un representamen que determina a otra cosa,
su interpretante, para que se refiera a un objeto al cual él mismo (el
representamen) se refiere, que el interpretante se convierte a su vez en otro
representamen, y así al infinito.
El
representamen no hace ni conocer ni reconocer un objeto. El signo no hace más
que representar al objeto y decir algo de él; es decir, que se presupone el
conocimiento del objeto para poder adjuntarle información suplementaria. No
partimos de la nada. Si no conocemos
algo del objeto, no existe ese objeto para nosotros (lo cual no quiere
decir que en la realidad no existe, pero si no sabemos nada de su existencia,
para nosotros no forma parte de la realidad). La realidad la conocemos siempre a
través de signos, y los signos presuponen el conocimiento de por lo menos un
aspecto del objeto (aún cuando ese objeto sea una ficción, como por ejemplo, el
minotauro).
En
consecuencia de que todo signo determina un interpretante que es también un
signo, tenemos un signo que se apoya en un signo. La consecuencia es que un
signo puede, en su inmediato exterior, es decir, en su representamen,
representar una primeridad, una segundidad o una terceridad. El signo en sí
mismo, como triada, conlleva las tres categorías, porque siempre implica una
terceridad, es decir, una mediación. Pero puede representar una primeridad, o
una segundidad, o una terceridad.
Los
signos pueden dividirse según tres tricotomías: 1) según que el signo en sí
mismo sea una mera cualidad; un existente real o una ley general; 2) según que
la relación del signo con su objeto consista en que el signo tenga algún
carácter en sí mismo o una relación existencial con el objeto, o en su relación
con un interpretante; 3) según que su representante lo represente como un signo
de posibilidad, un signo de hecho o un signo de razón. Veamos algunos
ejemplos:
1ra.
tricotomía:
signo en sí mismo como mera cualidad: la blancura
(cualisigno)
signo como existente real: la blancura del traje del novia
(sinsigno)
signo como ley general: la blancura representa pureza
(legisigno).
2da.
tricotomía:
fotografía
huella (índice)
bandera (símbolo) (ver apunte)
3ra.
tricotomía: término
rhema
proposición dicisigno
argumento argumento
El
Interpretante
El
interpretante, que establece una relación entre un primero (el representamen) y
un segundo (el objeto), en los hechos puede ser de tres
clases:.
1)
Interpretante afectivo, primero.
2)
Interpretante energético, segundo.
3)
Interpretante lógico, o tercero.
El
interpretante es el primer efecto significado que tenemos después de reconocer
un signo, y puede ser de tres clases: un sentimiento, una reacción o un
pensamiento lógico. El tema del interpretante se relaciona pues, con el del
sentido.
Ni
la primeridad, el lenguaje en sí mismo como representamen; ni la segundidad, las
cosas en sí mismas, otorgan el sentido a las palabras, sino la terceridad, es
decir, el pensamiento que es el objeto propio de la
pragmática.
Los
sistemas de interpretación pueden ser lógicos (análisis de las relaciones entre
los signos en relación a ellos mismos), contextuales (análisis en relación con
los objetos) o pragmáticos (en relación a sus interpretantes). Peirce considera
que el significado pragmático de un término consiste en la idea de los efectos
prácticos que pensamos que pueden ser producidos por el objeto de nuestra
concepción. Si una palabra, una proposición, una frase conducen a actuar de dos
maneras diferentes, tendrán diferentes significaciones. Si dan lugar a sólo un
tipo de acción, es porque tienen una sola significación.
La
atribución de un sentido a un signo lingüístico se hace mediante otro signo.
Pero sentido o significación y signo no son sinónimos. El signo interpretante da
el sentido o el significado, no es el sentido o el significado. No es más que el
medio de atribución de sentido a un objeto que el signo representa. El sentido,
el significado viene con el signo por el uso que hacemos de ellos en la
práctica, en el mundo de los objetos. Lo que le da vida al signo es su
uso.
Peirce
distingue dos clases de objetos: el inmediato, tal como es representado en el
signo; y el mediato, que el signo no puede más que indicar, y que el hombre no
descubre más que por una experiencia colateral.
Supongamos
que un hombre despierta por la mañana, y su mujer desde la cama le pregunta
“¿qué tiempo hace?”. Esta pregunta es un signo, cuyo objeto inmediato, tal como
lo manifiesta él mismo es el tiempo en ese momento, en un aspecto, por ejemplo,
en el aspecto del tiempo que tiene que ver por ejemplo con la vestimenta que se
va a poner; y su objeto dinámico es el tiempo que el hombre ve al correr la
cortina de la ventana. El interpretante primero o afectivo es la cualidad del
tiempo, el aspecto del tiempo. El interpretante dinámico o segundo es la
respuesta (acción y reacción, pregunta-respuesta). El interpretante tercero o
lógico es la suma de las lecciones de la respuesta, morales, científicas,
etc.
Las
tres clases de interpretantes:
Podemos
hablar de tres clases de interpretantes:
a)
Interpretante inmediato; b) Interpretante dinámico; c) Interpretante
final.
Y
desde el punto de vista del receptor o intérprete, los
denominamos:
a)
Interpretante afectivo; b) Interpretante energético; c) Interpretante
lógico.
a)
Interpretante Inmediato:
Es
el representado o significado en el signo. Es un I perceptivo. Toma en cuenta
sólo el objeto inmediato (OI). Consiste en distinguir algo como distinto, es la
existencia de la primeridad, de la emoción, de la sensación (cinco sentidos). Es
el efecto que nos produce una imagen traumática (Barthes) o un ícono
gastronómico (Eco), dirigido a nuestras sensaciones, nuestros sentimientos,
antes de todo tipo de verbalización. Es la conciencia que se da en un instante
de tiempo, la conciencia de la pasiva cualidad, sin reconocimiento o análisis.
Por ejemplo, el asco ante una sustancia blanda que tocamos en un
pasamanos.
La
sensación es una multiplicidad de impresiones que preceden y siguen, no todas
del mismo tipo. Genera un movimiento corporal de un ganglio o del cerebro. No
hay conmoción corporal y no ejerce mucha influencia en la corriente de
pensamiento.
La
emoción se produce cuando algo llama nuestra atención. Por ejemplo, la
melancolía que colorea los objetos del pensamiento (sensación intelectual). Ya
incorpora en cierta medida un pensamiento inconcluso, o mejor aún un “matiz” del
pensamiento: puede pensar en la pérdida de un ser amado con desgarrador dolor o
con melancolía. Otro ejemplo. La ansiedad, es la emoción que acompaña el
desconocimiento de un hecho futuro: estamos rindiendo nuestra última materia; es
el último llamado regular, el profesor es sumamente exigente y detallista,
estamos hablando y él sólo nos mira inexpresivamente: surge en nosotros una
emoción: ¿vamos bien? ¿estamos diciendo un disparate?. Todo nuestro pensamiento
se tiñe de incertidumbre y ansiedad.
Se
genera un movimiento corporal del cerebro que afecta la corriente de
pensamiento. Nos sonrojamos, sonreímos tímidamente, lo desafiamos mirándolo
fijamente, temblamos, vacilamos, tenemos palpitaciones.
En
estos casos la cualidad material predomina: es un pensamiento incompleto, con un
componente racional en germen. Es la sensación de un
pensamiento.
b)
Interpretante dinámico:
Es
un interpretante factual. Es un efecto que tiene distintos grados de vivacidad y
esta vivacidad implica una conmoción, una acción y reacción entre nuestra alma y
el estímulo. Tenemos la conciencia de una interrupción de la conciencia, la
sensación de resistencia de un hecho exterior. Estamos en el nivel de la
segundidad.
Es
el efecto real producido en el espíritu por un signo.
Habíamos
visto que hay dos clases de objetos, y que el interpretante media entre el
representamen y el objeto. Cuando la relación es con el OI, este I no aportará
más que la información que surge del signo tal como él lo representa, la
denotación de signo.
Cuando
la relación es con el O. Dinámico, este I dinámico aportará informaciones del
contexto del objeto. Se tratará de informaciones factuales que dirán si el signo
es ícono, índice o símbolo de su objeto.
Estas
informaciones del ID pueden haberse generado sin experiencia colateral del
objeto, o con experiencias colaterales. Dicho en otras palabras: este
interpretante relaciona el representamen con el objeto gracias a los
conocimientos presentes en esa circunstancia del intérprete, mediante abducción
(hábito colectivo); o bien es una lectura en el contexto social o histórico
(conocimiento inductivo). Por ejemplo, un inglés que ve el signo de Shell
(“concha” en inglés) verá inmediatamente la relación. En cambio, un español
deberá recurrir a un conocimiento colateral: su conocimiento de otro idioma,
para establecer la misma relación. El inglés no necesita traducir: el ícono
significa para él, inmediatamente, la marca, es la marca. El español debe pasar
del ícono al símbolo verbal inglés (Shell) y luego a la traducción (concha),
para relacionar la imagen con la marca.
c)
Interpretante final:
Se
lo llama también sistemático.
Es
un interpretante sistemático. Implica un desarrollo del pensamiento. Puede
revestir tres formas, según sea la manera en que se produjo: por abducción, por
inducción o por deducción.
1.-
En el primer caso, por abducción, se genera por una experiencia colectiva, en un
momento y por un grupo. Es un hábito general no crítico, a-científico. Por
ejemplo, todo el mundo reconoce en el tigre que salta de una manguera la nafta
de marca Esso. Hay un pensamiento que no es científico, interviniendo en la
constitución del I; es sólo un hábito cotidiano. Este I puede ser correcto, pero
cuando así ocurre no es por contraverificación. I de este tipo son los que
generan los prejuicios raciales, religiosos, intelectuales y todas las
ideologías.
2.-
En el segundo caso, por inducción, se genera el I por un hábito especializado,
controlado, sujeto a verificación. Es el caso de la interpretación de un
experimento científico, en donde se repite una situación varias veces y se llega
a un resultado a partir de la observación. Por ejemplo, el razonamiento
siguiente: “Si sirve para 1, si sirve para 2, y sirve para n; por lo tanto,
sirve para (n + 1)n; o “si todas las plantas de climas secos son
carnosas, esta planta de hojas carnosas que tengo delante pertenece a un clima
seco”.
3.-
En el tercer caso, por deducción, surge el I sistemático por excelencia. No
necesita de ninguna experiencia para existir. Es deductivo, como lo son los
sistemas formales o formalmente sistematizados, como las grandes hipótesis
físicas o las teorías estructuralistas y psicoanalíticas.
Un
ejemplo de este interpretante es la descripción de un universo curvado, tal como
la elaboró Einstein. A posteriori, se puede comprobar (en parte hasta hoy)
experiencialmente si esa descripción corresponde o no a nuestro universo, pero
en su origen es razonamiento puro.
EN
SÍNTESIS, observamos en el primer caso un Interpretante de la primeridad
(interpretante afectivo); en el segundo caso, encontramos dos clases de
Interpretantes, uno de la primeridad y otro de la segundidad (Interpretante
dinámico que tomaba en cuenta el OI o el OD); en tercer lugar, tenemos los tres
interpretantes, de la primeridad (experiencia colectiva, ésta, ahora, aquí); de
la segundidad (experiencia verificada, relación de un hecho con otro hecho, y
otro...) y de la terceridad (experiencia sintética).
ANÁLISIS
DE LA GIOCONDA
El
retrato de La Gioconda, como todo signo de este tipo, es en realidad una
agrupación de cualidades (cualisignos) materializados, encarnados (sinsigno).
Los cualisignos son todas las cualidades (colores, superficies e impresiones)
encarnadas en el cuadro que estoy mirando en El Louvre, y cuya unidad hacen de
él un sinsigno.
El
objeto del cuadro y sus interpretantes:
De
su objeto, no puedo decir nada sin un signo interpretante. Todo análisis de
signo comienza por un signo interpretante que reenvía el representamen al objeto
que este último re-presenta.
El
objeto inmediato:
De
su objeto inmediato, de la modelo y del paisaje, el interpretante inmediato no
puede decir nada más. Es una afección simple. Desde el análisis peirciano,
podemos decir algo, sin embargo: sustraigámonos al interpretante inmediato y
digamos que el representamen está hecho de cualisignos cuyo objeto es icónico,
ya que los cualisignos representan algo, una propiedad, un color,
etc.
Del
objeto inmediato del cuadro como sinsigno, el interpretante dinámico puede decir
indirectamente cierto número de cosas: la naturaleza del soporte (óleo sobre
madera), la pose, el vestido, el peinado de la modelo, el paisaje en segundo
plano; todo esto actúa como un índice que permite ir aproximándose a un I
dinámico, pero todavía no se lo puede designar. Hay aquí todo un juego de
interpretación dinámico de dos clases: interpretantes dinámicos abductivos e
interpretantes dinámicos inductivos; los índices requieren en su mayoría de una
cierta especialización del receptor para ser interpretados correctamente
técnica, social e históricamente.
La
única indicación que el cuadro dará directamente será mediante el interpretante
final afectiva. Diremos que el objeto de ese cuadro es una joven mujer (hábito
de juzgar el sexo y la edad, adquirido por experiencia en su forma abductiva), y
que ella es bella (siguiendo los criterios occidentales de la belleza femenina,
formados abductivamente).
Un
historiador del arte o un crítico verá además allí la mano de Leonardo Da Vinci,
incluso si ese cuadro fuera desconocido: reconocería su estilo (hábito
especializado, forma inductiva del interpretante final: si un cuadro de Da Vinci
tiene x características de estilo; y otro cuadro del mismo autor, la misma
característica x, entonces, si La Gioconda posee la característica x pertenecerá
a Da Vinci).
Este
interpretante inductivo será hipotético, ya que estamos dentro del dominio del
OI, del cuadro en sí mismo. Estamos analizando un cuadro que no tiene fecha ni
firma.
En
conclusión, del OI del cuadro, los interpretantes de los representámenes no
pueden más que decir que es el icono de una mujer joven y bella, a falta de
índices intrínsecamente suficientes para determinarla con más precisión mediante
una proposición.
El
objeto dinámico:
Si
colocamos ahora el cuadro en su contexto, tomando en cuenta el OD, el
interpretante inmediato nos servirá para percibir algún elemento constitutivo
del contexto. En cambio, el interpretante dinámico y el interpretante final
aportarán innumerables informaciones.
El
interpretante dinámico inductivo dará cuenta de los escritos de Da Vinci, de los
testimonios de sus contemporáneos, de los documentos relativos a los traslados
del cuadro, etc. Nos dirá que ése es el cuadro de una dama florentina de nombre
Mona Lisa, esposa de un tal Francesco Giocondo, y que fue pintada por Leonardo
entre 1503 y 1505.
Aquí
el contexto sirve de índice del cuadro. Y viceversa: el cuadro puede ser un índice de un cambio en la manera de
pintar de Da Vinci, cambio que se puede leer como gestándose en el retrato de
Ginevra Benci, en la virgen de La Adoración de los Reyes Magos, y en la Virgen
de las Rocas, y que se constatará en las obras posteriores a La Gioconda: su
Santa Ana y su San Juan Bautista.
En
un contexto más vasto es igualmente un índice de un cambio de mentalidad: el
pasaje del mundo hierático de las esencias al mundo viviente de las
experiencias.
Cuando
el objeto dinámico entra en el campo del interpretante final, podemos decir que
puede recibir interpretaciones abductivas, inductivas y/o deductivas. En el caso
de las últimas, el interpretante entra en un sistema. En este tercer nivel,
siempre en relación a su objeto dinámico, el retrato de La Gioconda no aparece
como ícono ni como índice, sino como símbolo, como “el emblema de lo indecible”,
como “un hieroglifo viviente”. En otro sistema , aquél de Freud, la Gioconda es
también un símbolo: el tipo o el arquetipo de la madre de Leonardo de quien él
reproduce su sonrisa, tanto como en la Santa Ana y el San Juan Bautista. Freud
dice expresamente que “las mujeres sonrientes de Leonardo no son otra cosa que
réplicas de Catalina, su madre” (Freud, en “Un recuerdo de la infancia de
Leonardo Da Vinci”).
EJEMPLOS
DE APLICACIÓN DE LOS CONCEPTOS DE PEIRCE:
Un
compositor interpreta sus sentimientos mediante una obra
dodecafónica.
¿Qué
ocurre con un receptor poco avezado que escucha por primera vez esa música?. Al
escucharla se genera en él un sentimiento de extrañeza, e incluso de rechazo. Se
produce en este receptor un esfuerzo originado en la novedad de la
interpretación que motiva la reacción de irse del concierto. Una vez en la calle
conceptualiza el desagrado y el rechazo y lo comenta a un
amigo.
Analicemos
esta situación con los conceptos de Peirce. La música es un signo que comunica
los sentimientos del autor (función emotiva de Jakobson). Esa música es un
fenómeno percibido por el receptor como un signo que genera en él un
interpretante afectivo o primero, en primer lugar: experimenta una sensación de
rechazo. Cuando decide retirarse del auditorio genera un interpretante
energético o segundo, ya que se produce un esfuerzo mental en su mundo interior,
es acción y reacción, causa y efecto. Cuando conceptualiza ese desagrado y su
consiguiente respuesta genera un interpretante lógico o tercero. Estos tres
pasos que planteamos en forma sucesiva y separados en el tiempo se pueden dar, y
de hecho se dan generalmente, en forma casi simultánea, de diferentes
maneras.
Es
decir, interpretante como 1) mero sentimiento; 2) esfuerzo; 3) efecto de tipo
intelectual.
Ahora
bien, la música es un signo. ¿Qué clase de signo o qué clases de signos? En
primer lugar, puede considerarse que es un ícono, una primeridad, en tanto
mantiene una relación de analogía con los sentimientos que representa.
Representa una primeridad, una cualidad, un sentimiento, en este caso. Es un
sentimiento vehiculizado por sonidos organizados.
Es
también un índice, segundidad, si consideramos que existe en tanto existen los
sentimientos que la originaron. Tiene una relación existencial con su objeto. Es
una segundidad: el efecto de una causa, la intención del autor. Además, en el
orden audible, es una encarnación de cualidades del sonido: ritmo, intensidad,
etc.
Y
finalmente, es un símbolo, porque remite a una significación, es decir, a una
serie de relaciones dentro de un sistema.
Veamos
otro ejemplo, esta vez a través de imágenes de películas.
Tomemos
el tema del vampirismo. Existen innumerables películas que ofrecen diferentes
versiones sobre este tema.
En
una de ellas, el Nosferatu de Werner Herzog, Klaus Kinski es el actor que
encarna a Drácula. Su aspecto es repulsivo y a la vez subyugante. Es casi
totalmente calvo, con unas hebras de pelo que le cuelgan ralas. Tiene uñas
extremadamente largas. Expresión cadavérica y hambrienta... Desborda ambigüedad.
Sus ropas son oscuras y flotantes.
La
escena que nos interesa es la siguiente:
Sabemos
que Drácula llega a Inglaterra en barco, aparentemente dentro de un ataúd con
tierra de Transilvania. Todos los tripulantes del barco han muerto
misteriosamente, y la nave se aproxima a la deriva a
tierra.
En
esas circunstancias, la cámara comienza a enfocar las cuerdas que cuelgan de los
costados del barco y por ellas comienzan a deslizarse, enloquecidas miles de
ratas. La gente del puerto que se había acercado a la orilla corre despavorida
al ver estos roedores que los invaden. Es entonces cuando la cámara capta desde
un punto elevado la figura de Drácula que se aleja del muelle hacia la ciudad:
sus movimientos y la ondulación de la capa, captados desde atrás y arriba, con
tonos oscuros, semejan un reptar, un deslizarse subterráneo que lo identifica
con el mundo subterráneo de las ratas, las cloacas, todo lo bajo y sucio, el
mal, la peste.
En
otra versión, de Tony Scott, denominada El Ansia, la figura del vampiro está
encarnada en una mujer, que es representada por Catherine
Deneuve.
En
esta película, la sutileza y la belleza de Deneuve se despliegan para presentar
una versión diferente del vampiro: hay dos clases de víctimas, aquellas a las
que les quita la vida para alimentarse, y aquellas a las que absorbe
afectivamente para sobrellevar su eternidad. A las segundas les promete la
eternidad. Y en el fondo, espera desesperadamente que alguna de ellas consiga
sobrevivir. El ansia, o el hambre, es no sólo de sangre, sino y
fundamentalmente, de amor. La acosa no tanto el mal, sino la soledad metafísica,
eterna.
Una
de sus víctimas, encarnada por Susan Sarandon, sobrevive, pero al precio de la
muerte de Deneuve. Por lo tanto, la soledad se transfiere a
ella.
En
la escena final aparece Sarandon en un balcón. La cámara la enfoca y comienza a
alejarse, por el aire, al mismo nivel del balcón muy elevado sobre el nivel del
resto de la ciudad. La imagen final es un contraluz del edificio, alejado, donde
se adivina la presencia de una figura en sombras en el balcón, los tules de las
cortinas volando hacia afuera, el sol poniente en el horizonte, todo en un color
indefinido, amarillento anaranjado que vira hacia el final de la toma hacia un
morado oscuro.
¿Cómo
aplicamos los conceptos de Peirce a estas imágenes?
En
primer lugar, circunscribamos nuestro objeto de análisis: veamos
fundamentalmente la figura del vampiro, y cómo es tratada en ambas
películas.
El
vampiro es un objeto real, en el sentido peirciano, en el sentido que le otorga
Eco a las unidades culturales. Es un objeto creado por la cultura tanto como un
árbol o una computadora.
En
ambas películas se intenta, además de narrar una historia, describir, pintar,
resaltar, representar este objeto. Pero el vampiro, tanto como una persona de
carne y hueso, no puede ser conocida en su totalidad. Siempre conocemos
aspectos, escorzos, del objeto. Ese objeto, en su condición de signo, genera
interpretantes parciales, en constante evolución, dependientes de la época que
los genera, de los conocimientos y las técnicas que se manejan. Asimismo en
estos casos, como en toda obra artística, los interpretantes dependen en parte
de la intencionalidad del autor, porque son índices de esa intencionalidad,
tanto como íconos.
¿Qué
rasgos caracterizan al vampiro? Dicho de otra manera, ¿qué rasgos pertinentes le
otorga nuestra cultura a este personaje?
En
primer lugar, los rasgos que arrastra desde las primeras películas del cine
mudo: un andar sinuoso, un juego de sombras y luces, el terror, lo desconocido,
el Mal, la capacidad de metamorfosearse, la identificación con animales
tradicionalmente relacionados con el demonio o el mal como el lobo, las ratas,
la serpiente. Asimismo, su pertenencia a la oscuridad, al mundo subterráneo, la
sangre, la muerte. Y como legado de nuestra época, la tristeza infinita, la
soledad, la angustia, la ambigüedad.
Cada
una de las películas presenta al vampiro como un signo. El representamen difiere en cada caso, y está determinado
por el objeto inmediato al que refleja. Concretamente, veamos el ground del
signo en cada uno de los casos.
Kinski,
como representamen, está determinado por lo que de oscuro, repugnante, ambiguo y
subterráneo tiene aquel OD que es el vampiro. Estas características son los
aspectos del OD que toma el OI para determinar el representamen de este signo en
particular. Formalmente, estos aspectos se hacen manifiestos mediante el color,
la pose, la selección de objetos, la iluminación, la fotogenia, morfología y
sintaxis de la imagen. El representamen construido mediante todos estos recursos
y determinado por el OI genera varios interpretantes posibles: uno afectivo, que
puede consistir en el sentimiento de repulsión; uno energético, levantarse e
irse del cine, o voltear la vista; y finalmente, uno lógico, que consiste en la
elaboración de una serie de proposiciones o razonamientos, como por ejemplo, en
su forma más desarrollada, una crítica cinematográfica donde se plantee la
relación entre el mal, lo oscuro, lo subterráneo, la fealdad, o en un comentario
al respecto.
En
cambio, la imagen final de El Ansia es un evidente signo de soledad. El
representamen golpea nuestros sentidos por el alto grado de esteticismo de la
imagen resuelto mediante el tratamiento del color, el juego de los diferentes
planos horizontales y verticales, el contraluz, la pose. El interpretante es,
como en el caso anterior, fundamental y primeramente, afectivo, pero de un signo
opuesto. Genera en el receptor una primeridad: una aguda sensación de soledad y
tristeza. Un segundo interpretante es posiblemente, la conciencia de compartir
esa soledad. Una sensación de conmoción, una acción y reacción entre el estímulo
y nuestro interior. Un tercer interpretante sería un juicio, una serie de
pensamientos sobre el tema.
Segunda
aproximación a la Teoría
de
Charles S. Peirce
Consideración
preliminar
El
presente artículo se presenta como una reformulación de algunos ítems planteados
en nuestro primero interpretante “Una aproximación a la Teoría de Charles S.
Peirce”, e introduce nuevos conocimientos, por lo tanto es una idea más
desarrollada en relación a nuestro tema de estudio.
Lógica
de las relaciones como teoría de los signos
La
lógica de Peirce consiste esencialmente en un análisis de los procesos del pensamiento, dicha lógica está
construida sobre la lógica categorial y por lo tanto se basa en el estudio de la
presencia de las categorías en el pensamiento, en la naturaleza y en la
experiencia. Superando la posición kanteana de reconocer tres fundamentales
concepciones o categorías de todos los objetos y materias, pero donde estas
categorías del conocimiento eran esencialmente psicológicas, Peirce supera esta
posición respetando el número pero considerándolas como categorías
objetivas.
La
búsqueda de una visión amplia de la naturaleza, una visión inteligible de la
realidad pone de manifiesto que cualquier experiencia o cualquier condición
imaginable manifiesta de alguna forma cada una de las tres categorías. ¿Pero qué
es la realidad?. Es “aquello cuyos caracteres son independientes de lo que
alguien pueda pensar que son” (5.405). “La realidad, como cualquier otra
cualidad, consiste en los peculiares efectos sensibles que producen las cosas
que participan en ella. El único efecto que ejercen las cosas reales es causar
una creencia, porque todas las sensaciones que provocan aparecen en la
conciencia en forma de creencias” (5.406). Para conocer la realidad Peirce parte
del análisis del fenómeno en sí mismo, en reducir la multiplicidad de las
impresiones sensibles a una unidad, lo que da la idea de una gradación de
concepciones entre las que hay unas que son universales (1.546). Parte del
fenómeno, tal como se presenta a la mente, sin mediaciones, tratando de
establecer lo que es universal y elemental, lo que constituye toda experiencia.
La finalidad de la doctrina de las categorías consiste en describir lo
observable y estudiar las clases de elementos universalmente presentes en el
fenómeno (todo lo que se presente a la mente, experiencias verídicas y
equivocadas, sueños, deseos, memoria, etc.). La presencia de ese fenómeno no es
sólo a través de meras sensaciones, sino que abarca la experiencia, la
interpretación y la reacción a la misma. Pero no hay que considerar todo lo que
hay en el fenómeno, sino sólo los elementos
indescomponibles.
Según
este criterio, sólo tres categorías son necesarias para describir los elementos
básicos contenidos en el fenómeno, destacando que las tres categorías
universales pertenecen a cada fenómeno, aunque quizás en cada aspecto del
fenómeno una categoría predomina, pero todas están presentes (5.43). La verdad
debe llegar por vía de la experiencia, para lo cual es necesario examinar las
categorías más universales de los elementos de la
experiencia.
Las
categorías
1a.
categoría. Primeridad: percibimos
el fenómeno, y nuestra mente separa la cualidad o característica del objeto,
como único método para reducir la multiplicidad de impresiones a la unidad del
ser. Cualidad tomada en sí misma y no como aplicada a un objeto, es una especie
pura, es una abstracción; esa cualidad es percibida por los sentidos, y es de
naturaleza general y por lo tanto vaga y potencial. Peirce dice
que esta abstracción es indispensable para pensar. La cualidad es un elemento
indescomponible, que es lo que es sin relación a ninguna otra cosa. Es una
sensación, no materializada (por lo tanto no puede reaccionar). Es una relación
monádica.
Las
cualidades típicas de la Primeridad son cualidades del sentir (espontaneidad,
vida, libertad); son meras apariencias (azul, amargo, agudo, áspero)
(percepción); es un grado de perturbación de la conciencia (los sentimientos,
las sensaciones); es una posibilidad al margen de cualquier otra cosa. La idea
de dureza es una idea de Primeridad, como idea de una simple cualidad, como una
simple posibilidad positiva de aparición.
2a.
categoría. Seguridad:
es el modo de ser de algo con respecto a una segunda cosa, pero sin relación a
una tercera cosa. Abarca los hechos reales, que ocurren aquí y ahora, por lo
tanto le hecho es individual, no se puede repetir dos veces exactamente
igual; no podemos cruzar dos veces un río exactamente de la misma forma.
Sentimos que los hechos resisten nuestra voluntad, y por ello se los llama
brutales, la materia es la que resiste (las cualidades
no).
Comprende
también la lucha, la acción y reacción, la causa y el efecto, la fuerza bruta;
la fuerza sin ley o razón. Aún en la sensación real hay una reacción. Sólo
conocemos lo potencial (cualidades) a través de lo real, e inferimos las
cualidades sólo por una generalización a partir de lo que percibimos en la
materia. Es una relación diádica.
La
Segundidad pone de manifiesto dos cosas que entran en interacción. Al chocar
contra una pared tenemos en un primer momento la idea de dureza (primeridad),
después asociamos esa idea de dureza (como cualidad) encarnada en la pared
(primeridad de una segundidad), y por último tomamos conciencia del esfuerzo
(segundidad). No puede existir la experiencia del esfuerzo sin la experiencia de
la resistencia. El esfuerzo existe en tanto algo que se le oponga, (dos fuerzas
que interactúan, acción y reacción, causa-efecto).
Otro
ejemplo: estamos relajados, tenemos la impresión de calma (idea de primeridad,
una cualidad del sentir), suena un silbato penetrante (primeridad que golpea
nuestros sentidos), se ejerce sobre nosotros una fuerza bruta. En nuestra
inercia nos identificamos con el estado anterior de calma y el nuevo sentir
(silbato) nos lleva a una conciencia bilateral, a una nueva conciencia de acción
que destruye el sentir antiguo. Esa nueva conciencia es una experiencia y
actuamos. Compulsivamente nos tapamos los oídos
(reacción).
3a.
categoría. Terceridad:
es el modo de ser de aquello que es, al relacionar una segunda cosa con una
tercera entre sí. Es una relación triádica. Es el pensamiento, el conocimiento,
la regla, la ley. Es de carácter general, y es general en el sentido en que se
refiere a todas las cosas posibles y no sólo a las cosas existentes. La ley
determina de qué manera se caracterizan los hechos que pueden ser, ya que no
pueden haber ocurrido todos los hechos, nunca.
Una
ley es un hecho general, entendiendo que lo general tiene una mezcla de
potencialidad en sí mismo (primeridad), y que la suma de acciones (aquí y ahora)
(individuales) nunca puede producir un hecho general. Como general, la ley se
refiere al mundo potencial de la
cualidad (primeridad), en tanto que como hecho (segundidad) se refiere al mundo
real de la realidad.
El
concepto de mediación se da entre la primeridad (posibilidad) y la segundidad
(hechos), por lo tanto esta relación es triádica. La acción de la ley presupone
la existencia de ciertos hechos en una determinada relación, pues si ciertos
hechos se verifican, entonces probable o necesariamente se verifican ciertos
otros hechos. Pero esta categoría existe sólo en el universo de la
representación (1.430), circunscribiéndose al área de los signos. Es la única
categoría que se da en el pensamiento, y es la única categoría que es
análoga al pensamiento. Ya que éste puede producirse y desarrollarse, puede
comunicarse y es general, porque se mueve en el campo de la dualidad o
posibilidad, y en cuanto efectivo,
afecto al campo de los hechos individuales, del mundo real (1.420), realizando
así el criterio de mediación de la terceridad.
Con
el concepto de mediación Peirce introduce el concepto de signo ya que al
percibir un fenómeno, percibimos una primeridad en relación con una segundidad y
mediada por una terceridad, es decir percibimos un fenómeno a través de un
signo. Percibimos la realidad a través de signos.
Signo:
el signo está en lugar de algo, su objeto que existe en la realidad (Peirce
llama a este objeto: Objeto Dinámico), pero no en todos sus aspectos (sino
teniendo en cuenta algunos, los que se conozca, según un punto de vista), en
referencia a una idea vaga (llamada fundamento o ground u Objeto Inmediato). Ese
ground o fundamento determina al representamen, que dice algo (una información
suplementaria) y además origina una idea, su interpretante, que es una idea más
desarrollada que también se refiere al objeto. En tanto que se refiere al objeto
y es una idea, ese interpretante se convierte en representamen de un nuevo
signo, que tendrá como ground un nuevo aspecto conocido ahora, gracias al signo
anterior, y originará un nuevo interpretante aún más desarrollado. Y así al
infinito. En esto se basa la semiosis ilimitada.
Gráficamente
podemos sintetizar:
OD
(realidad)
Ô OI
(idea vaga)
Ô
R1 (dice algo)
Ô
I1 (idea más desarrollada)
OI 2(más
aspectos)
R2 Ô
I2
(idea aún más desarr.)
permite conocer otros aspectos del OD
se van ampliando esas ideas vagas del OI y se van
generando
así nuevos conocimientos (nuevos interpretantes)
El
objeto de la semiótica es pues la semiosis que, como proceso sígnico, es una
proceso de mediación. En el aspecto lógico, el método de la inferencia está
relacionado con la semiosis, ya que todo proceso semiótico implica inferencia y
que toda inferencia es un proceso semiótico.
Peirce
sostiene que el pensamiento es captado por inferencia de sus manifestaciones
externas, del signo. “Todo pensamiento de cualquier especie es un signo, y
particita esencialmente de la naturaleza del lenguaje” (5.421). Las palabras y
los signos que empleamos en nuestras descripciones son elementos que no están
limitados a la expresión de nuestros pensamientos “privados”, sino que aparte de
las diferencias peculiares de cada individuo, la interpretación de los signos
tiene una naturaleza pública.
Toda
situación cognoscitiva es una situación simbólica, capaz de ser manifestada
mediante signos, las cosas reales son de naturaleza cognitiva y por lo tanto
significativa (5.320).
Esa
relación del conocimiento hacia lo real que se establece “en progreso”, o mejor
“en proceso”, implica que cada signo, ya sea una palabra, una frase o una
fórmula científica, es sobre todo algo que exige “desarrollo”, algo que exige
ser desarrollado para satisfacer la función de expresar o comunicarse un
pensamiento inteligible: un signo si quiere ser inteligible y significante debe
ser interpretable, de modo que la interpretación de cualquier signo, usado para
los fines del pensamiento, quiere decir la interpretación de ese signo por medio
de otro signo, que puede ampliar o corregir el signo
originario.
Este
proceso sígnico es un continuum, y presupone un “acuerdo” de la entera comunidad
humana sobre un realismo lógico, y además que toda interpretación está en
relación con otras interpretaciones.
Oponiéndose
a Descartes, Peirce dice:
1-
no tenemos facultad de introspección, sino que el conocimiento del mundo interno
deriva de un razonamiento hipotético de nuestros conocimientos de los hechos
externos.
2-
no tenemos ninguna facultad de intuición, sino que toda cognición es determinada
por cogniciones anteriores.
3-
no tenemos ninguna facultad de pensamiento sin signos.
4-
no tenemos ninguna concepción de lo absolutamente
incognoscible.
Siempre
que pensamos tenemos presente en la conciencia algún sentimiento, imagen,
concepción u otra representación que sirve como signo. Ese pensamiento es
interpretado por un subsiguiente pensamiento propio, una corriente de ideas que
fluye libremente, siguiendo una ley de asociación mental. Todo pensamiento
anterior sugiere al pensamiento que lo sigue, es el signo de algo para este
último.
Peirce
distingue tres elementos del
pensamiento, aplicando las tres categorías antes
mencionadas:
1-
la cualidad material, o cómo se la siente, que da al pensamiento su
cualidad.
2-
la aplicación denotativa pura, o la conexión real que pone un pensamiento en
relación con otro.
3-
la función representativa que lo convierte en una
representación.
Toda
modificación de la conciencia (sensación, atención, comprensión) es una
inferencia. Cuando se habla de asociación de imágenes es en realidad una
asociación de juicios. La asociación de ideas se efectúa de acuerdo a:
semejanza, contigüidad y causalidad, por lo tanto la asociación de ideas
consiste en que un juicio ocasiona otro juicio, del cual es el signo. Esto es la
inferencia, que puede lograrse por deducción, por inducción o por
hipótesis (abducción para Peirce), o bien combina dos o más de estas
características.
Tricotomía
de los signos
Teniendo
en cuenta esos tres elementos del pensamiento, Peirce distingue tres tipos de
relaciones triádicas:
a-
relaciones triádicas de comparación
que
tienen la misma naturaleza que las cualidades o posibilidades lógicas
(primeridad). El signo (R/I) en relación a su R.
1-
cualisigno (el signo representa una mera cualidad (primeridad).
Blancura.
2-
sinsigno (el signo representa un existente real (segundidad), una
cualidad encarnada (primeridad de la segundidad). Blancura en un traje de
novia.
3-
lesisigno (el signo representa una ley, un hábito de tipo general
(terceridad). Blancura representando pureza.
b-
relaciones triádicas de ejecución o funcionamiento
que
tienen la misma naturaleza que los hechos reales (segundidad). El signo en
relación con el objeto dinámico.
1-
ícono (el signo tiene alguna cualidad del objeto, guarda cierta analogía
con el objeto, manifiesta algunos rasgos pertinentes del objeto
(primeridad).
2-
índice (el signo tiene alguna relación existencial con el objeto, existe
uno porque existe el otro, (segundidad).
3-
símbolo (el signo manifiesta una relación convencional con el objeto, es
una ley, un hábito, un acuerdo social (terceridad).
Ejemplo:
una cruz en un colgante, en el cuello de un hombre es un ícono, en tanto guarda
una analogía (cualidad, primeridad) con la cruz donde fue crucificado Cristo. Es
índice en tanto indica que el que la usa es cristiano (hecho, relación
existencial, segundidad). Es símbolo en cuanto a una convención social, ya que
representa a la Iglesia Cristiana (remite a una significación,
terceridad).
c-
relaciones triádicas de pensamiento
que
tienen la misma naturaleza que las leyes (terceridad). El signo en relación a I.
1-
rhema o término (el signo representa una información, pero información en
sí misma, sin estar en relación a ninguna otra cosa
(primeridad).
2-
proposición o signo dicente (el signo dice, aporta información de algo
(segundidad).
3-
argumento (el signo dice algo más, aporta información de algo en relación a
una tercera cosa (terceridad), es un razonamiento, una conclusión). Y puede
lograrse por razonamiento hipotético, por razonamiento inductivo (de lo
particular a lo general) o por razonamiento deductivo (de lo general a lo
particular).
El
interpretante
Para
comenzar a hablar de este tema debemos remitirnos a los tres elementos que
Peirce distingue en el pensamiento:
1-
la cualidad material o cómo se siente esa cualidad en el
pensamiento.
2-
la aplicación denotativa pura, o la conexión real que pone un pensamiento en
relación con otro.
3-
la función representativa que convierte al pensamiento es una
representación.
Teniendo
en cuenta estos tres elementos, Peirce distingue tres clases del interpretantes:
interpretante inmediato o afectivo, interpretante dinámico o energético e
interpretante final o lógico. Simplificando la terminología los llamaremos:
I-1o, I-2o,
I-3o.
Desarrollaremos cada uno de ellos en términos generales, y en particular los
aplicaremos al análisis de una imagen específica, para lo cual elegimos una
fotografía de un artista norteamericano, donde se ve un hombre negro desnudo de
espaldas, sentado con las piernas abiertas sobre una mesa.
a-
Interpretante afectivo:
Es perceptivo, es un estado de conciencia que se da en un instante de tiempo. Es
la conciencia de la pasiva cualidad, sin hacer ningún análisis, antes de
cualquier verbalización. Se genera una sensación, una emoción, un sentimiento
(primeridad). Se genera una sensación de un pensamiento inconcluso, es un germen
de pensamiento.
**
En el caso particular de la fotografía elegida, el I-1o sería un
sentimiento de “belleza” o de “esteticismo” que percibo, o sea una primeridad en
un primer momento; luego esa sensación o sentimiento me va a generar una
sensación (primeridad) de un pensamiento (interpretante), pero antes de
verbalizar ese pensamiento.
b-
Interpretante energético:
es el efecto real experimentado en el espíritu, en la conciencia, en cada acto
de interpretación, producido por un signo. Ese efecto es una conmoción, una
acción y reacción. Este interpretante es la conciencia, es el darse cuenta que
hay una interrupción de la conciencia producida por esa sensación de primeridad
que genera ese pensamiento inconcluso que es el I-1o; y se reacciona
ante el hecho exterior (OD) representado por el signo. Hay una acción y una
reacción, o sea que estamos en el plano de la segundidad, que generan una idea
(interpretante energético).
Peirce
destaca dos grandes clases de I-2o:
1-
si el interpretante está en relación al objeto inmediato indica que no se posee
experiencia colateral del objeto, por lo tanto ese interpretante no aportará más
información que la que surge del signo. Esa información sería la
denotación. Este interpretante es un I-2o de
primaridad.
2-
si el interpretante está en relación al objeto dinámico manifiesta que se posee
experiencia colateral del objeto, entonces ese interpretante aportará
información del contexto, informaciones para la interpretación del signo. Este
interpretante es un I-2o de segundidad. Relaciona al signo
(representamen) con el objeto por conocimientos previos que tenemos de esa
relación (R/OD), y dirá por lo tanto si es ícono, índice o
símbolo.
Como
estamos en el campo de la segundidad, Peirce, coherente con toda su teoría,
observa que este I-2o de segundidad puede surgir por: a) abducción
(hipótesis) o sea por hábitos colectivos no controlados (genero una hipótesis no
verificable), b) inducción, se da en un contexto social e histórico a partir del
hecho, de la existencia real y por competencias previas sociales. También dirá
si es ícono, índice o símbolo, pero no en relación a lo emotivo, como en el caso
anterior, sino en relación al hecho real.
**
En nuestro ejemplo de la fotografía, el I-2o de primeridad que
corresponde a la denotación, sería la descripción verbalizada de lo que veo en
el signo (foto): un hombre sentado sobre una mesa.
El
I-2o de segundidad abductivo genera hipótesis como que el signo
(foto) es un ícono en tanto guarda cierta analogía de cualidades con el OD
(hombre real), por ejemplo su negrura. Es índice en tanto indica la cualidad
(color negro) encarnada en un cuerpo real. Es símbolo de una generalidad en
cuanto cualidad (raza negra).
El
I-2o de segundidad inductivo que genera relaciones de ese signo
(foto) con otros signos que tienen similares relaciones con sus OD, conocidas
éstas a partir de conocimientos previos, y esas asociaciones múltiples generan
más información. Diremos entonces que es ícono de un hombre, ya que a pesar de
no estar representada la cabeza, por competencias anteriores puedo inferir su
existencia. Es índice en la medida que indica la existencia real del hombre
tomado como modelo para esa fotografía, ya que por conocimientos previos infiero
que toda fotografía no manipulada plasma en el papel un objeto real existente. Es símbolo de
masculinidad, de armonía, ya que por experiencias previas con otras
representaciones, en este caso renacentistas, el cuerpo humano era representado
y analizado en base a esa armonía y simetría que le es
propia.
3.
Interpretante lógico:
es el interpretante que alimenta los sistemas de interpretación, e implica un
desarrollo del pensamiento, elabora una serie de argumentos o conclusiones y
puede ser de tres grandes ti-pos, según el modo de desarrollo de ese
pensamiento:
a-
Interpretante 3o de primeridad, producido por abducción
(hipótesis):
Es
el que surge por experiencia colectiva, en un momento dado y en un grupo social.
Es un hábito general no crítico, es a-científico. No hay contraverificación a
esa hipótesis. Pertenecen a este tipo las ideologías, los prejuicios raciales,
los prejuicios en general, las creencias, las tradiciones, los dogmas. Son
pensamientos que surgen de lo emotivo (primeridad) subordinado al
I-2o de primeridad, denotado en relación a un interpretante abductivo
hipotético, colectivo y no crítico.
**
Para nuestro ejemplo el interpretante sería: es un hombre desnudo (denotación
del signo), pero negro (lo emotivo). Poniéndolo en relación con un prejuicio
racial llego a producir por hipótesis (premisa no válida, en este caso), un
pensamiento de rechazo, por prejuicios. Donde ese negro tiene la piel
negra, asociada a un color, a una cualidad, a una primeridad. Donde ese
negro, por su piel tiene feo olor (esta hipótesis surge de creencias
colectivas). El olor está en relación a la percepción, a la cualidad, a la
primeridad. Donde ese negro por su calidad de piel, tiene textura áspera;
hipótesis en relación a una sensación, a la primeridad, y que surge de una
comparación entre mi piel blanca, traslúcida, tersa, suave, con su opuesta.
Justifico así mis pensamientos surgidos de hipótesis emotivas, no verificables.
Las tomo como ciertas y no las cuestiono.
b-
Interpretante 3o de segundidad, producido por
inducción:
Surge
por un hábito especializado, sujeto a verificación. Es la experiencia verificada
de un hecho en relación a otro hecho o hechos. Este interpretante está
subordinado por el I-2o de segundidad.
**
En el ejemplo, me apoyo en el I-2o de segundidad y completo más la
interpretación del signo. Es un hombre cuya negrura contrasta con lo blanco de la mesa. La
pose artificial me indica que es una foto artística; el juego de luces marcan la
musculatura dando la sensación de fuerza del cuerpo armónico, reforzado éste por
la construcción axial de la pose. Todos son razonamientos que surgen a partir de
asociaciones múltiples del signo en cuestión con otras imágenes que me vienen a
la mente por experiencias previas, por conocimientos, por competencias. Todos
esos razonamientos son producidos por inducción.
c-
Interpretante 3o de terceridad, producido por
deducción:
Es
el razonamiento puro, es una experiencia sintética, es una síntesis. Conforman
este campo los sistemas formales, las hipótesis físicas, las leyes generales;
que pueden, a posteriori, comprobarse por experimentación (de forma directa o
indirecta).
**
El I-3o de terceridad sería el siguiente razonamiento: el signo
representa una naturaleza muerta postmoderna.
¿Cómo
justifico esto?. La mesa y el cuerpo presentan una mesa-soporte de un
cuerpo-objeto. Cuerpo-objeto en tanto que está en una actitud pasiva, laxa, como
después de haberlo cortado de una planta; cuerpo-objeto sustituyen a una fruta.
Mesa-fruta conforman una naturaleza muerta convencional, donde la fruta se
presenta fresca. El cuerpo-objeto también conserva aún la lozanía, pero en
apariencia, ya que no tiene nutrientes, y por lo tanto la esencia está muerta.
Esa esencia está reflejada por la laxitud de la pose. Hoy el hombre inmerso en
la sociedad actual, se ha transformado en cuerpo-objeto, que guarda la
apariencia, la lozanía, pero sin nutrientes (por eso la cabeza no se ve en la
fotografía). El signo funciona como una metáfora del hombre
postmoderno.
El
vampiro. Nosferatu de Werner Herzog
Habiéndose
operado sobre nosotros la fuerza bruta del hecho, concreto, individual, del
nuevo campo que abren estos interpretantes, y conociendo nuevos aspectos del objeto en
cuestión, nuestro interpretante primero plasmado en “Una aproximación a la
Teoría de Charles S. Peirce” ha pasado a ser representamen de un nuevo signo, y
origina este nuevo interpretante más desarrollado que el
precedente.
Como
la cadena de interpretantes es ilimitada, o tiene un fin relativo en tanto se
vayan conociendo distintos aspectos del objeto antes desconocidos, este
artículo reformula ciertas
apreciaciones anteriores en referencia al signo determinado por el objeto
dinámico “vampiro”, representado en la película Nosferatu, pero no quiere decir
que en un futuro próximo este nuevo acercamiento a la teoría de Peirce no sea
reformulado a la luz de nuevos conocimientos; para este signo en particular y
para otros razonamientos expuestos en el presente.
El
OD vampiro determina al signo, que está representado y se pone de manifiesto en
la caracterización del actor Klaus Kinski, el ground es el aspecto del OD que se
ha tomado en cuenta para determinar ese representamen o sea es el OI, que toma
el aspecto de lo oscuro, lo repugnante, lo subterráneo del OD. Objeto que no
existe en la realidad concreta, pero que existe como objeto creado por una
cultura (Unidad cultural).
Ese
signo tal como se nos presenta genera distintos
interpretantes:
1-Interpretante
1o (primeridad):
Tenemos un sentimiento de repulsión, es una idea de ese sentimiento antes de ser
verbalizada.
2-
Interpretante 2o: a)
si nunca vimos una película de vampiros, o no tenemos conocimiento de su
existencia, no tenemos experiencia colateral y analizaremos al signo tal como se
nos presenta determinado por su OI. Tendremos esa sensación de repugnancia
anterior pero encarnada en el actor, y reaccionaremos volteando la vista por
ejemplo. Luego verbalizaremos esa idea, que se basa en cualidades, en
sentimientos, que denota sólo los rasgos pertinentes o características que se
observan, ya que no se conoce al objeto dinámico. Este es el interpretante
2o de primeridad.
b)
si tenemos experiencia colateral ya conocemos al OD y se puede emitir un
razonamiento de tipo abductivo o inductivo: 1-abductivo: a partir de lo emotivo
se genera una hipótesis no verificable y se reconoce al signo como un ícono de
algo repugnante (primeridad), como un índice del mal (primeridad), como símbolo
de lo desconocido (primeridad). Es el interpretante 2o de segundidad
degenerado.
2-
inductivo: a partir del hecho real observado y por competencias previas sociales
se genera una inferencia con hechos anteriores que se ponen en relación con él.
Y se puede decir que el signo es ícono porque guarda las mismas cualidades, o es
análogo a otras representaciones de vampiros conocidas. Es índice porque indica,
señala el aspecto animal del OD. Es símbolo porque en su carácter general,
representa una visión del vampiro ya convencionalizada de acuerdo a una época y
sociedad. Este es el interpretante 2o de segundidad
genuino.
3-
Interpretante 3o o lógico (terceridad):
puede ser de tres clases:
a-
abductivo. I-3o de primeridad: basándose en creencias se emite una
hipótesis emotiva: El vampiro representa, a través de su aspecto y conductas
repugnantes al Diablo.
b-
inductivo. I-3o de segundidad: (se apoya en el I-2o de
segundidad): Este signo es análogo a otros en términos generales, pero con un
plus de significado negativo, donde la iconicidad visual se ve reforzada por la
palabra. Puesto que esta representación es análoga visualmente a la visión de la
realidad-vampiro del cine mudo, mantiene el mismo tipo de maquillaje de los
personajes, las poses y las expresiones de los actores, exagerados en el cine
mudo por la necesidad de llenar el vacío verbal con gestos y sobreactuaciones.
Además los recursos técnicos actuales ayudan a plasmar visualmente esas
primeridades encarnadas. Este interpretante surge por asociaciones múltiples de
ideas que vienen de nuestras experiencias, de nuestro conocimiento previo de
otras imágenes, otras representaciones, otros contextos.
c-
deductivo. I-3o de terceridad: es una síntesis. El signo tal como se
nos presenta en la representación de Kinski, muestra el aspecto animal del
hombre, sus instintos incontrolables, su aspecto impredecible, desconocido,
oculto. Representa su ambigüedad, vida-muerte.
Verifiquemos
este razonamiento. Presente una asociación ambigua con hombre (por lo tanto
vida) y con animal asociado a movimientos reptales, ratas, lobo (por lo tanto
muerte). Por otra parte, muestra al aspecto concreto, real, en tanto existe, y
por otro lado el aspecto abstracto, irreal representado por una sombra gigante
que todo lo envuelve. Como sombra está relacionado con lo oscuro, y esto con lo
que no se ve, y lo que no se ve es lo desconocido. En otro aspecto la sombra se
relaciona con lo nocturno, y lo nocturno con los instintos, que nos remiten a lo
animal. Además presenta un exterior ambiguo en relación a su existencia también
ambigua, porque está vivo (vida eterna) pero tiene aspecto de muerto, porque da
vida pero también da muerte. Y ese aspecto de muerto asociado a muerte nos
remite nuevamente a lo desconocido, lo que nos es oculto. Y la vida, el dar vida
va asociada al deseo, el deseo en tanto instinto, instinto animal, instinto que
da muerte.
NOTAS
*Charles
Sanders Peirce
Nació
en Cambridge, Massachusetts (E.E.U.U.), en 1939. Su formación de base es
matemática. Enseñó en Harvard, por un corto lapso, Filosofía de la Ciencia y
Lógica. Su actividad filosófica se desarrolla fuera de las universidades, en
forma autónoma. Murió
en 1914.
Hay
que entender su obra en el marco de la segunda mitad del siglo XIX. Su teoría
semiótica está inmersa en sus
trabajos filosóficos generales (lógica, epistemología, fenomenología). En
realidad, su semiótica es una lógica del discurso científico y del conocimiento
en general. Constituye una teoría del conocimiento.
1)
En realidad, como Peirce afirma en otros párrafos, todo signo participa de las
tres categorías, con predominio, generalmente, de uno u otro
aspecto.
2)
O el dibujo de un centauro…
Se
agradece la donación de la presente obra a la Cátedra de Informática y
Relaciones Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales, de la Universidad de Buenos
Aires, Argentina.
http://www.hipersociologia.org.ar/base.html