ABUCHÁFAR ABENTOFÁIL
El
filósofo autodidacto
(
Extracto)
«Contaron nuestros piadosos antepasados, séales Dios propicio, que entre
las islas de la India existe una colocada bajo la línea ecuatorial, en la cual
nace el hombre sin padre y sin madre, y que en ella hay un árbol que en vez de
fruto produce mujeres [...]» [p. 3]
«[En cuanto al origen primigenio de la vida] dicen que en el interior de
la tierra de esta isla había fermentado una especie de barro, [que formó al ser
viviente, uniéndose] al punto el espíritu, lo cual se hizo por mandato del sumo
Dios; y fue tal tan íntima la unión de este espíritu con aquella materia, que es
difícil separación, tanto sensible como intelectualmente; [...]» [p.
53]
«Dicen, pues, que había frente a esta isla otra isla grande, [...]
poblada de gente, y gobernada a la sazón por uno de sus moradores, [...] que
tenía una hermana [...] a quien disuadía del matrimonio e impedía el casamiento,
por no encontrar hombre de prendas suficientes para ella. Tenía también un deudo
o allegado, [...] que se casó con ella en secreto, [y quedó ella] luego
embarazada de él y dio a luz un niño. Mas como temiera [...], colocó al niño en
una caja de madera y, después que le hubo amamantado, la ajustó y ató con
firmeza y habilidad y saliendo con ella al anochecer y acompañada de algunos
criados y personas de su confianza hacia la orilla del mar, [a pesar de su
dolor, la soltó luego] en el mar, y alcanzándola casualmente la corriente de las
aguas agitadas por la marea, la transportó aquella misma noche a la playa de la
otra isla antes citada. [...]»[pp.51-52]
«[Llegando a la orilla] lloraba y se estremecía pidiendo socorro,
llegando su voz a oídos de una gacela que había perdido a su hijuelo por haber
salido de su custodia y haber sido arrebatado por el águila; y cuando la gacela
oyó esta voz, creyendo fuese la de su hijo, anduvo en seguimiento hasta que
llegó a la caja; [...] compadecióse
de aquél ser viviente, concibió por él un afecto tiernísimo, ofreciéndole
sus pechos y le sació de leche fácilmente digerible, sin que en adelante cesara
ya de prodigarle sus cuidados, de alimentarle y de apartar, de él cualquier
daño. [...]» [p. 53]
«[El niño fue creciendo y] acostumbrándose a andar con las bestias y
éstas con él, y ni ellas le molestaban ni él a ellas. [Empezaron a fijarse] en
su mente las imágenes de las cosas después de apartarlas de su vista, [también
descubrió en su persona] las partes vergonzosas.» [pp.
58-59]
«[El niño] veía que las bestias vivas evitaban el contacto de las muertas
de su especie y huían de ellas, razón por la cual no hallaba expedito el camino
para esta obra, hasta que, habiendo encontrado cierto día un águila muerta,
dirigióse resueltamente al cumplimiento de su deseo. Aprovechóse de la ocasión,
pues no viendo que ninguna de las bestias huyera de dicha águila, se acercó a
ella y cortó sus dos alas y su cola íntegramente, tal como ellas eran; [...]
esto le proporcionó medio con que cubrir su desnudez, calentar su cuerpo e
infundir temor en los ánimos de todas las demás bestias; de tal modo que ya no
le disputaron las cosas ni se le opusieron, y ni aún siquiera se le aproximaba
alguna de ellas a excepción de la gacela que le había amamantado y criado. Esta,
pues, no le abandonó jamás, ni tampoco él la dejó nunca, [...]» [pp.
59-60]
«[Llegó el día en que el cuerpo de la gacela se debilitó y murió.] Cuando
la vio el niño en semejante estado se afligió con extremado dolor, [llamábala]
con aquella voz a la cual ella solía contestar apenas oía, y la invocaba con el
mayor esfuerzo posible; pero no por esto observaba en ella movimiento ni
alteración alguna. Procedió a observar los oídos y ojos de aquella, y no vio en
ellos lesión y daño perceptible; fue asimismo examinado todos los demás miembros
de su cuerpo, sin notar en ninguno de ellos menoscabo alguno. Deseaba
ardientemente encontrar el lugar donde radicaba aquella lesión para removerla de
ella, con la cual retornara su madre adoptiva al prístino estado de vida y
vigor. Nada de esto le saltó a la vista, y no pudo, por tanto, realizar su
deseo.» [p. 60]
«[Por otra parte] había notado que cuando cerraba sus ojos o los cubría
con cualquier objeto, no veía cosa alguna hasta que desapareciese aquél
obstáculo; asimismo había observado que cuando introducía los dedos en sus
oídos, obturándolos, no oía cosa alguna hasta que los apartaba, y del propio
modo había observado que cuando comprimía su nariz con la mano, no percibía olor
alguno, en tanto que no dejara expedita su nariz; en virtud de esto infería o
creía firmemente que todos sus sentidos y sus funciones todas estaban sujetos a
obstáculos que los impedían, y que cuando desaparecían tales obstáculos se
reanudaban aquellas funciones. Habiendo, pues, observado todos los miembros
exteriores de aquella sin ver en ellos ningún vicio manifiesto, [...] asaltó su
mente la idea de que aquél vicio o defecto que en ella se había presentado
hallábase tan sólo en un miembro oculto a la vista, alojado en las entrañas del
cuerpo; y que este miembro era de tal condición, que ninguno de los demás
miembros exteriores podía prescindir de su funcionalismo; [...]» [p.
61]
«[...] Había él observado anteriormente en los cuerpos muertos de las
bestias y demás animales, que todos los miembros eran macizos, sin que hubiera
cavidad en ellos, a excepción del cráneo, pecho y vientre; y vínole a la mente
la idea de que el miembro aquél que se hallaba de tal modo afectado, no debía
encontrarse sino en uno de estos tres lugares, [...] además, cuando reflexionó
sobre sí mismo, percibió en su pecho semejante miembro; y en tanto que, al
considerar sus demás miembros, como la mano, el pie, la oreja, la nariz, el ojo
y la cabeza, veía posible la separación de ellos, infiriendo de aquí que podía
prescindir de ellos; en cambio, cuando meditaba acerca de aquella cosa que había
entrado en su pecho, no le parecía pudiera prescindir de ella ni aún por un
momento. [...]» [pp. 61-62]
«[...] Pensó, pues, si entre las bestias y demás animales había visto
alguno que, hallándose en un estado semejante al de la gacela, volvióse luego al
primer estado; y como no encontrase nada en esto, comprendió, por tanto, que
habría que desesperar restituirla a su primer estado, [...] si él encontrase
dicho miembro y removiese de él la indisposición referida; decidióse, por tanto,
a abrir su pecho y a investigar lo que en él hubiese. [...]» [p.
62]
«[Abrió, por tanto, su pecho] lo que consiguió con no poca dificultad y
repugnancia, tras multiplicados y penosos esfuerzos, dejando ya el corazón al
descubierto; como le viera macizo por todas sus partes, observó si notaba en él
algún defecto aparente o manifiesto, y no encontró en él cosa alguna; pero
habiéndole comprimido con su mano, vino en conocimiento de que había en él
alguna cavidad, y dijo: «Tal vez el objeto último de mis investigaciones
precisamente esté en el interior de este miembro, y yo no he llegado a él
todavía». Rajó, pues, sobre él, y encontró allí dos cavidades, una del lado
derecho y otra del lado izquierdo; la del lado derecho llena de sangre coagulada
y la del lado izquierdo vacía, no había en ella cosa alguna, y dijo: «No hay la
menor duda que el asiento de la cosa que busco sea uno de estos dos
receptáculos». [Y se dijo:] «En cuanto a esta sangre, ¿cuántas veces al herirme
las bestias, peleando con ellas, fluyó de mi cuerpo con abundancia? Y, sin
embargo, ni esto me ha perjudicado, ni me ha impedido en lo más mínimo ninguna
de mis acciones. No es pues, este receptáculo donde se halla el objeto ansiado.
Por lo que respecta al receptáculo del lado izquierdo, veo que se halla vacío,
[y no] me avengo a pensar sino que el objeto por mí buscado estaba en él, y que,
al separarse de allí, lo dejó vacío; y que por esta causa sobrevino a este
cuerpo la paralización que se apoderó de él, privándole de los sentidos y
anulando sus movimientos». Y cuando vió que aquello que se alojaba en dicho
receptáculo se ausentó antes de la destrucción de éste, y que le abandonó cuando
aún se hallaba en buen estado, comprendió que con más razón no volvería a él
después de la destrucción y disección de que había sido objeto.» [pp.
62-64]
«Consagróse, pues, a la meditación acerca de aquella entidad, qué sería, cómo existiría, qué fuera lo que
la unió a aquella carne, adónde se había dirigido, por qué puerta saliera cuando
se ausentó del cuerpo, cuál la causa que la determinara al salir, si fué contra o
según su voluntad, y en este último supuesto, cuál fuera la causa por la cual se
le hiciera tan odioso el cuerpo, que se decidiera a abandonarle.» [p.
65]
trad.
por Francisco P. Boigues, 2a ed., Bs. As., Espasa-Calpe, 1954,
fragmento pp. 3-65.
Compendia:
Eugenio Tait