La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

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Comiença la cadira de honor

Juan Rodríguez del Padrón

Triunfo de las donas y cadira de onor
Juan Rodríguez del Padrón
Triunfo de las donas
Princesa la muy más digna et muy más fermosa del universo, en
grazia et virtudes singular, la muy enseñada et perfecta Señora Doña
María per la divina inspiración, hermana de las tres reales coronas,
e reina de la quarta, más soberana de los reinos de España.
Fería Apollo al ocçidental orizonte con el carro de la luz,
legado al punto que ya sus cavallos, cansados del celestial afán,
bañavan en las marinas ondas. Un día del qual Mercurio la primera
hora avía señoreado, yo me fallé, la cueva entrando del Basilisco,
onde por algund tienpo el entrar me fuera vedado, con nobles
mancebos bien enseñados amigos, a mí quanto yo mesmo caros, en
parlamiento de cosas asaz más altas que la humildat de mi ingenio
requería; e del honor, si fuesse el verdadero fruto de la virtud, et
la virtud, si prinçipio o raíz fuesse de la nobleza. Cada uno,
segund su entendimiento era, aviendo razonado, a mí, el qual,
siempre más ofendido de la fabla que del silençio me sintiendo,
callava, rogaron, por concordança de sus opiniones, que segund la
quantidat dellos eran seis en número diversas, quisiese dezir lo que
me parescía. E la escusa legítima de la ignorançia, el defecto de la
eloquencia e las otras por mí allegadas defensas, más indignaçión me
causando que defensión, entrando en aqueste laberinto con trabajo de
espíritu, pensé veer conmigo mesmo qual sería mayor ofensa: ofender
a ellos con mi simple callar, o a mí, fablando desconvenible. E
menos reprehensible me paresçiendo el offender a mí, por no
desplazer al amigo, la desproveída fabla çerca del propósito, con
temor solíçito, prinçipié. La qual aviendo, segund mi paresçer,
traído a punto convenible, fue plegaria mayor, por ellos rogado,
que, por concordança suya, como sea toda memoria fallesçedera, mi
razonamiento por escriptura perpetuase. Et si fuerte de complir el
ruego primero me fue, más grave sintiendo dever el mi rudo et
incompuesto fablar, de los oyentes, en número pocos, ya por ventura
olvidado, non solamente, escriviendo de nuevo les recordar, mas a
todos mi simpleza perpetuamente magnifestar, de amigable afectión,
non de la razón vençido, esforçéme de querer, forçado, a la fuerça
de sus ruegos satisfazer. E aver satisfecho más al poder que al
dever me paresçiendo, como los antiguos e modernos actores
acostumbren a personas dignas sus conplidas obras enderesçar, tracté
conmigo mesmo de la persona a quien la siguiente mía, si tal nombre
meresçe, devría intitular, e la razón amonestando, pues tractava de
la virtud, de la honor e de la nobleza, que a la persona más
virtuosa, más noble e más digna de honor se intitulase, si dona o
varón sería comigo questionando, entré la questión odiosa ¿qual sea,
la muger o el hombre, más noble e de más exçelencia? E por más
libremente poder en conosçimiento venir de la verdadera sentençia,
un día, el tiempo e la ora seyendo que Febo del çerco merediano ya
declinava e las aves, estadas callando en la estaçión lagrimosa, con
dulçes verbes fería[n] el aire, yo me secresté a un logar solitario,
de plantas salvajes çercado en medio del qual, por çierto diámetro,
una fuente biva de muy frescas e claras auguas se manifestava e poco
más avant, un aliso todo solo prendía, que por venida del sol en la
oriental casa del carnero friseo, se començava revestir de
esperança. E como yo en el lugar convenible a la mi contemplaçión,
las razones e auctoridades más ofensivas del honor de las donas,
commo aquel, que de ninguno ser oído (me) pensase, en voz clara
notase, con entençión de non callar, después las cosas que se
podrían con verdat en sus loores notar, e de los hombres por modo
semejable, a fin que, vistas las razones contrarias de todas dos
partes, et pensados los deméritos con los meresçimientos, se
podiesse más ligeramente la verdat comprehender, obra fue
maravillosa que yo, sin propósito de querer fablando alguno ofender,
aquellas cosas por donde el valor de las donas más se ofendía
pronunçiando, surtió en alto, fuera del usado modo, la vezina
fuente, en figura de lágrimas esparziendo sus ondas. E bien quanto
duró la fuerça del mi fablar, que más del convenible por mí se
estudió, vi en tanto una sorda boz, que no paresçía la mía, sonar,
de las esparzidas aguas rompiendo; sin ser entendida por mí, se oía.
La qual, paresçiendo sentir yo aver dado fin a la fabla,
súbitamente, por un son lleno de pasible dolor, e formando la
siguiente exclamaçión, firió mis oídos:
«¡Adversarios fados! E aún non contentos de la insensible pena
mía vos demostrades, que personas del honor de las donas en tanto
grado ofensivas, por mayor tormento mío, en aqueste lugar miserable
vos plaze desesperar! Si vivese Aliso en la razonable esençia de que
fortuna y la mi constante virtud, con la poca fe que yo dava al su
martirio, lo despojaron, verdaderamente la offensa dellas oy
resibiese por cabsa mía la devida venganga.»
E súbitamente la boz monstruosa las lagrimosas ondas en sí
recogiendo, yo de maravilla e nuevo deseo preso, por saber el
secreto que nuevamente me demostrava naturaleza, desque sobre mí un
poco me tove pensoso, formé con voz piadosa aquestas palabras:
«¡Sacra fuente, de mí sin propósito indignamente ofendida! Por
la divinidat que en ti se asconde te ruego que, pues por non
sabiduría et sin voluntad falleçí, ser merezca de ti perdonado, et
la verdat de la dubdosa questión que te me fizo indiscretamente
ofender, me sea, a fin que yo por ignorançia más non fallesca, por
ti declarada.»
Et la razón más adelante non estendiendo, conprehendió del mí
callare la triste fontana yo aver puesto silençio; e non tardó a la
ora enbiar de sí las recogidas aguas, del romper de las quales una
asaz más clara e menos airada voz, del cansado son de aquellas
formada, sonó por esta figura:
«El conosçer de la culpa e arrepentir de la ofenssa te fazen
digno de la perdonança e meresçedor que la verdat te sea de lo que
demandas manifestada; mas por que la grosedat del tu ingeño tan
altas cosas como el espíritu, suelto de la corporal cárçel, contigo
razonando non conprehendería, por las quales, si podieses,
ligeramente conosçerías quánta sea de las donas en bien aventurança,
gloria, honor et virtudes sobre los onbres la excelençia, converná
dexar el estilo perfecto, el alto e profundo entender con que se loa
e se conosçe aquel que todo puede en la eterna paz, e usar de
actoridades de la divina e humana, moral e natural çiencia; estilo e
razones a la flaqueza de la tu discreçión convenibles, que ovo el
estudio en mis verdes años a la fiable memoria encomendadas; las
quales, juntas con la mi beldat, la causa fueron de la conversión
del infortunado Aliso. Onde prinçipiando, facerte he clara la senda
que al tu çiego juizio poco ante escura se demostrava; demostrando
primeramente si, por defecto o por razón movido, dizías las tales
ofensivas palabras; el actor de las quales me paresçe, si largo
dolor o razonar, al que yo pienso semejable, non me engaña, ser del
maldiçiente et vituperoso Covarcho ofensor del valor de las donas,
non fundando sobre divina nin humana auctoridat, mas sola ficçión.
Et dignamente se intitula Covarchon, como el su componedor, por aver
parlado más del convenible, e aver en él fengido novelas torpes e
desonestas, aya perdido su fama loable, segund el cuervo, a quien es
en nombre e parlar semejable, que por aver la torpe e desonesta
novela recontado (h)a Febo, su blanca vestidura, segund dize Nasón,
en negra fue convertida. Et si movido por afecçión las dizías,
gravemente erravas, que por quatro naturales razones mayor afecçión
se deve a la muger que al varón traher. La primera, por ser toda
razonable criatura de la muger, es a saber, de la madre,
naturalmente más amada. La segunda, por ser más çierta del maternal
debdo. La terçera, por traher della más parte en la generaçión. La
quarta, por aver seido más trabajada en su criaçión. Et por
consiguiente, segund afectión (h)ordenada, como seas de la muger más
amado, e más benefiçios ayas della resçebido más la deves amar, e
más por su honor que de otra persona alguna deves trabajar. Si
movido por razón, sin ninguna dubda, muy alongado era el tu juiçio
de la verdat, que por çiertas, divinas, humanas e verdaderas, non
fengidas razones, de las quales sumariamente algunas diré, ninguna
de muger allegando, porque el mi fablar en todo carezca de
suspiçión, et la excelençia de las dones sobre los onbres manifiesta
ser te demostraré.
La primera es por aver seido después de todas las cosas criada;
commo las criaturas menos nobles ayan seido primeramente en el mundo
criadas, e las más nobles últimamente, por que las menos nobles
pudiesen por (h)orden a las más nobles servir, segund que la materia
sin forma primeramente criada servió a la criaçión de los sinples
quatro elementos, e los sinples quatro elementos al vapor, por
dellos conpuesto, e el conpuesto vapor a las vivas plantas, e las
vivas plantas a las sentibles bestias, e las sentibles bestias al
primero animal razonable, et el primero animal razonable a la muger,
después de la qual ninguna cosa a que servir deviese se falla
criada; e de la criatura razonable el humano cuerpo fue criado
primero que fuesse él ante, por ser menos noble, en servimiento
d[e]ella formado.
La segunda razón es por quanto dentro del paraíso, en conpañía
de los ángeles formada, e non el onbre, que fue con las bestias en
el canpo damasçeno fuera del paraíso, criado. Et aquesta es una de
las razones por que la muger en beldat e en virtud (h)a la figura
angélica más se pareçe.
La tercera, por aver seido formada de carne purificada, e non
del vapor de la tierra, de la qual el onbre e los otros animales
fueron criados. Et aquesta es la razón por que es el onbre en el
bestial apetito, en la aspereza del cuerpo e vellosa faz a las
bestias más semejable, como tenga más que la muger del terreno
vapor, menos noble de los elementos.
La quarta, por ser criada del medio, et non de los estremos del
onbre; commo en el medio sea la virtud, a la más noble morada del
ánima, que es el coraçón.
La quinta, por ser más fermosa, lo qual afirma el Filósofo en
el Libro de la naturaleza de los animales, diziendo el cuerpo de la
muger ser más liso, el color más blanco, la faz más alegre, más
clara e más plazible, el cuello más largo, los cabellos más blandos,
a filos de oro más pareçientes; la voz más suave, más clara e más
delgada; los pies e las manos e las otras estremidades más sotiles e
más delicadas. ¿Quién negará ser en la vista de las donas una
occulta divinidat que, por la divina mano en su criaçión le seyendo
infussa, las partes donde el su rayo alcança en un súbito plazer
ençiende, que non pareçe de humana, mas de divina luz descender? E
aquesta natural inclinaçión le faze amar al precioso vestir, el
componerse e desear sobre todas cosas bien paresçer.
La sexta razón es por ser más limpia; de lo qual da testimonio
el natural esperimento por los antiguos provado; es a saber, que
después que una mujer se oviere la faz o las manos con diligengia
lavado, quantas vezes después fuere vista lavarse, tantas quedará
sinple el augua, commo era de su prinçipio clara; e por el contrario
el onbre aviene, el qual, si vezes se lavare innumerables, siempre
jamás el augua deverná turvia, commo sea criado del non Eripio vapor
de la tierra, e la muger de carne lnipia purificada. E aqueste es el
natural principio que más faze: a las donas amar preçiosas unçiones,
e traher consigo especias olorosas, aborresçiendo el su contrario.
Nin contrasta a la su linpieza el manjar de la criatura que,
durantes los nueve meses, prende de la superfluidat de los
contrarios humores; como sea acto más linpio deverlo a cierto tienpo
enbiar por las secretas partes, sin deturpar el divino gesto, que
todas horas, como dize el Filósofo, en barvas se convertiendo, por
la faz enbiarlo, aquella deturpando, segund que a los onbres aviene,
en los quales, si alguna linpieza se falla, verdaderamente de las
mugeres, non dellos, procede.
Et la sétima razón es por aver en la muger fecho el nuestro
cabsador todas sus obras perfectas; onde non es de maravillar si por
tanto sea de más perfectión.
La VIII razón es por ser uno de los plazeres del paraíso. E que
fuese non de los menores, el primero onbre lo demostró quando por él
quiso a todos los otros perder, el ofreçido pomo con la liberal mano
non refusando.
Et la novena razón es, por que meresçió el primero onbre aver
por ella la bendiçión del su fazedor, la qual non se lee, fasta ser
la muger criada, aver resçibido.
La dézima razón es por que fue el pomo de la sçiençia al onbre
en persona vedado, e non a la muger, commo fuesse aún por criar.
La undéçima razón es por aver seido primeramente tentada; como
la sierpe, enbidiosa de la su gloria, segund dize Bernardo, vista su
maravillosa fermosura, la creyese ser aquella muger que viera en la
presençia divina sobre todos los ángeles se dever asentar, della
sola, por la su escellençia, e non del onbre, prendiendo enbidia.
La dozena razón es por quanto el onbre peccó de cierta
sabiduría, sin ser engañado, e la muger por engaño e por ignorançia.
La déçima terçia razón es, por quanto el peccado del primer
onbre, a quien fue fecho el mandamiento, nos causó la perpetua et
tenporal muerte, e non la culpa de la muger, la qual non fue del
Señor reprehendida por aver el pomo gustado, mas por lo aver al
onbre ofresçido, a quien fuera en persona vedado; el qual, si non
oviera peccado, la humana generagión non fuera, segund dize
Augustino, por el peccado de la muger condenpnada.
La déçima quarta razón es por ser más honesta; e como la
honestidat fuya las cosas torpes, e las partes vengonçosas encubra,
fallarás, si bien considerares, que naturaleza en estas dos cosas,
donde todas las otras partes de honestidat dependen, a la muger fizo
más honesta. Et primeramente, por non dever, al tienpo, que paga la
natural debda, a las partes menos honestas de nesçessario tocar,
segund conviene al onbre de fuerça tocarlas; onde el antiguo
Filósofo con airada boz de la naturaleza se querellava.
Segundamente, es más honesta en quanto sus cabellos naturalmente
pueden tanto cresçer, que las partes más vergonçosas podrían
honestamente cobrir, lo qual naturaleza non quiso a onbre otorgar,
vedando los suyos en tanto grado creser. Et aquesta es la natural
razón porque las mugeres a grand pena se dexan, como ideas, en las
partes occultas mirar, e los onbres por lo contrario, desnudos, sin
ningún vergongoso color, se manifiestan.
Es así mesmo naturalmente más honesta, por quanto en el acto de
engendrar, de todos menos honesto, es en son de forçada, el onbre:
en son e forçador, la muger tiende la vista a los sobre çelestes
cuerpos, segund la propiedat del animal razonable; el onbre a las
cosas baxas mira, siguiendo la qualidat de los brutos animales. A la
muger ninguna cosa se puede ver de las secretas partes, e al onbre
por el contrario. Nin contradize a la su honestidat, commo algunos,
en maldezir se gloriando, afirman el componer o acresçentar con
estudiosa mano la su fermosura; lo qual es ayudar a la naturaleza,
que se esforçó quanto pudo fazer la fermosura, e non es fazer contra
ella, segund que fazen los onbres las barbas se faziendo raher que
naturaleza por diferençia de la muger, e por reconosçimiento del
limo terrestre de que fue el primero onbre criado, le puso en la
faz, que es el lugar onde la criatura razonable se deve conoser, en
lo qual non solamente quebranta las leyes de la naturaleza, mas el
divino mandamiento que a ninguno otro manda, salvo a los sacerdotes,
raerlas. Et si desconvenible o deshonesto fuera a las donas el
componer, las virtuosas reina Hester e la viuda Judich non
delibraran, segund que ovieron al judaico pueblo por su fermosura
artificial delibrado. ¿Et qual soliçitud, qual estudio nin trabajo
de muger alguna en criar su beldat se puede a la cura, al deseo e al
afán de los onbres por bien pareser, egualar, commo sea dellos la
mayor occupaçión, non solamente en ver cada ora ropas de nueva
guissa, mas en las fallar, toda vez pensando estarles mejor? E les
aviene asaz vegadas por el contrario, vistiéndose corto o largo, por
el modo que otros diferentes dellos se visten. ¿Et quántos son
aquellos que sus faziendas, por tra(h)er ropas brocadas e de sotil
oro febrería, vendieron sinplemente, creyendo poderse dar aquello
que les denegó la naturaleza, la qual se llama a engaño, e todas
oras dellos reclama por diversos modos? Unos, de cuerpos non largos,
con altos patines en tienpo non pluvioso la engañando; otros,
aviendo las piernas sotiles, en traher dobles calgas, e aquellas en
grueso paño aforradas; algunos otros que por la sotileza de los
cuerpos después non onbres paresen, cuerpos de gigantes se saben,
todo el algodón e lana del mundo encaresçiendo artifiçialmente
fazer. Et otros que, por ser vistos delgados, con poco más de una
tela se visten. E son infinitos, et aqueste es el engaño de que más
ofendida naturaleza se siente, que seyendo llenos de años, al tienpo
que más devrían de gravedat que de liviandat ya demostrar los actos,
e los blancos cabellos por encobrir, o por furtar los naturales
derechos, de negro se fazen teñir, et almásticos dientes, más
blancos que fuertes, con engañosa mano enxerir. Nin resibe por
ventura menor ofenssa quando el estrecho cuerpo, por el angosto
jubón, tiradas calças e justo calçado, a grand pena, mayor mente
reposando, puede respirar, los tiernos cueros al desnudar le levando
consigo, mas non los clavos, que firmes en los dedos quedan, non
menos que si en las manos fuessen de un falcón sacre nasçidos. ¿Mas
non es cosa de maravillar que por sentir un tan suave olor como es
aquel que la grasa del calçado enbía de sí mayormente si por matina
se juzga del oler, un semejable dolor se deva contínuo sofrir? En
todo se quiere al divino olor paresçer que de sí enbían las aguas,
venidas por distillaçión en una quinta essençia, el arreo e afeites
de las donas, el qual non de las aromáticas espeçias de Arabia nin
de la mayor India, mas de aquel lugar onde fue la primera muger
formada parese que venga. ¿Qué se puede dezir, salvo que
naturalmente cada uno se deleita en las más conformes cosas al su
escuro o noble prinçipio? Aún podría más adelante el mi fablar
estender en cosas asaz más desplazibles a los sentidos, non menos
del oler que del ver e oir; mas por non ofenderte, que onbre eres,
et de la calidat de los otros por ventura non diferente, çeso
aquesta odiosa materia de proseguir.
La déçima quinta razón es por ser más casta, lo qual afirma
Quintiliano en sus Declaraçiones diziendo: «de las mugeres, non de
los onbres es aquesta virtud» . ¿Et quales fueron o son aquellos
que, perdidas por muerte sus duennas, a fin de les mantener perfecta
lealtad, en el segundo matrimonio non consintieron jamás, segund que
mugeres innumerables ovieron fecho e fazen de cada un día, quedando
biudas en su juventud? ¿O quantos has seido los que, fallesçiendo
sus donas, bivos se fizieron con ellas sepultar, o en las flamas,
biviendo, con sus desentibles cuerpos inçinerar, segund que en
muerte de sus maridos por ellas se acostumbrava? Lo qual infinitas,
segund fazen las indianas oy día, acostumbrarían, si la fe nuestra
lo consintiese. Mas poco le contrasta al morir el non
consentimiento, como fallescan más donas por dolor de sus
fallesentes maridos, que por enfermedat, nin vejez prolongada. Las
quales manifiesta es ser las más vezes de los onbres con visçiosa
entençión amadas, por sotiles e engañosas vías las soliçitando; mas
tanta es la verdat de aquellas, que son vistas con virtuosa fuerça
les resistir. Et lo que más de maravillar es, aun que a alguno
plazible les sea, nunca tanto el vergonçoso freno se veen alargar,
que por acto nin por palabra muestren quererle su entençión secreta
manifestar. Et si algunas, que son en número pocas, se veen las
leyes del casto pecho alguna vez traspassar, aquesto aviene por el
engañoso amante, con falsa lengua e fengidas lágrimas, enbiando
fuera gemidos sentibles e muy piadosos sospiros, se jura vezino a la
muerte con fuerça de amor, el dormir se tirando con el manjar por
algunos días, a fin que ante la constante dama con muerta faz
paresçiendo, contra sí la pueda mover a piedat. Onde algunas, de
aquesta virtud vençidas, del su incorporable honor, cosa más que
ninguna otra de tener cara, se faziendo liberales, por le salvar la
vida, son vistas errar, si yerro se deve dezir. ¿Qual Academia, qual
escuela de Athenas, o qual moral philosofía oviera consentido jamás
que pudiese la virtud ser causa del viçio, nin el viçio causa de la
virtud? ¿Qué al se puede decir, salvo que amor de nuevas leyes
mantiene escuela de nueva filosofía? ¡O ligero yerro aquel del qual
es prinçipio virtud, e perdonable culpa la que se vee de sola
humanidat proceder! Mas poco han a este respecto algunos tristes
çelosos, en los quales ningund verdadero plazer, ninguna compassión,
ninguna virtud, mas todo viçio, tristeza e crueldat mora, que
vituperosa muerte les procurando, dizen la fe que por ellos non se
mantiene jamás, por ellas les ser quebrantada. ¡Maravillosa
justiçia! Que biva el que obrando viçiosamente rompió la fe por
vezes innumerables, e deva morir la que sola una vez la rompió, si
rota se deve dezir, de sinple virtud usando! Pues egual es la razón,
egual devría ser la justiçia. Que sea egual la razón, el Apóstol lo
afirma diziendo: «El varón non tiene poderío sobre el su propio
cuerpo, mas la muger; nin la muger sobre el suyo, mas el varón.» Nin
es esta sola la primera ley enemiga de las donas et de toda moral
natural razón, contra ellas fundada sobreteranía; que aun otros
afirman que la nobleza que es favorable deva seguir la condiçión del
padre; et si la servidumbre, porque es odiosa, la condiçión de la
madre. Devrían considerar que el divino juez, cuyas obras, segund
dize Gregorio en la Omelía, son a nos mandamientos, non quiso a la
muger conprehendida en adulterio comdempnar. Segund mandamiento del
qual, no segund la cruel ley de los infieles enperadores, se deve
juzgar; mas por el contrario se faze en odio de las mugeres por los
tiranos governadores, segund la dañada ley de los gentiles, non de
los cristianos, al cristiano juzgando. ¡O bien guardada e
perfectamente de los tuyos mantenida religión cristianal! La poca
reverençia al saludable misterio de la fe cristiana e los dos viçios
del rey Mida e de Sardanápalo, universales en el mundo, son al mundo
la causa de la pestilençia fanbre e guerra universales son.
La déçima sesta razón es por ser más misericordiosa. De la qual
el fijo de Sirac dize: «Onde non ay muger, comiença fuerte mente
gemir el enfermo; e donde non ay seto, la posessión se destruye.»
La déçima séptima razón es por quanto, segund dize el filósofo,
vençe al onbre en amar.
La déçima octava razón es por ser más piadosa; lo qual se
escrive por el filósofo en el ya nonbrado Libro de los animales,
diziendo que todas las criaturas sentibles de feminina naturaleza
son más piadosas, salvo la ossa y león parda. E aquesta es la virtud
que faze a la muger, más vezes que el enemigo viçio de la castidat
errar; la qual piadosamente de la plaga eternable curando de la
dorada flecha al su amador, resçibe desigual gualardón de su
meresçimiento, por quanto, avidos aquellos bienes que por el varón
se pueden en la muger desear, un instante le parese un año de lo
poder, non solamente al amigo, mas a qual quier otro manifestar;
poco después se curando que por su non callar la vida fenezca de
quien la suya le fizo salva, unos por ventura los dones de la
discreçión non ovieron perfectos, pordar se gloria, clara mente lo
manifestando: otros que, de una sinpleza presos, creyendo de ninguno
otro, salvo de sí mesmos, poder se contender, a todos, con
bordaduras de non muy sotiles nin escuras invençiones, convidan a lo
saber. Nin fallesçen otros que, aviendo más gragia de Minerva
resçebido, se visten de tales colores, que la verdat se puede por
ellos bien conprehender, ningund plazer nin gloria les paresçiendo
sentir, si los resçibidos bienes deviesen callar. E por el contrario
aviene que non se mueva contra ellos a piadat, a la ora convertiendo
la usada virtut en viçios; el honor de todas por diversos modos non
çesan ofender, unos, por palabra, aquellos que más tienen las
lenguas para mal dezir espedidas; otros, que más en la fuerga de sus
juizios confían, poetando en verso; e algunos otros que más
excelentes de ingenio se creen, entendiendo la prosa, segund fizo el
non menos lleno de viçios que de años Vocaçio, que a todas las
donas, porque una, de virtud usando, non quiso fazer su desonesto
querer, componiendo maliçias non pensadas jamás fingiendo con
viçiosa passión, ofendió.
La déçima nona razón es por ser más fuerte, non por corporal
fortaleza, como non sea virtud, mas por fortaleza del ánimo, que es
virtud cardinal, segund el Número da testimonio en la divina
Escriptura el justo Zorobabel. ¿Et qual mayor fortaleza que resçibir
voluntariosa muerte, segund resçbieron e resçiben de cada día donas
infinitas por non perder el honor, nin ofender la casta virtud? ¿Et
qué acto más fuerte que resistir, segund resisten con pura virtud, a
la influençia de los cuerpos celestiales, a las falsas lágrimas, e a
la fuerça del piadoso estilo del sotil e bien conpuesto fablar del
engañoso amante? ¿Et qué más fortaleza que poder con un solo
plazible senblante al más fuerte privar de todas sus fuerças e
enajenarlo de su libertad, ninguna cosa possible le mandando, que
asaz más que la vida caro non les sea de la poder conplir?
Et la viçéssima razón es por ser más prudente, por quanto,
segund dize el filósofo en los Retóricos, todo cuerpo más liso, más
sentible et más delicado, es más sotil e más enseñable, e por
consiguiente mejor dispuesto pora regir et saber governar, por
quanto lo que fallesçió en las corporales fuerças, naturaleza en las
del ánima, que son más exelentes, acresçentó. Lo qual paresçiendo
confirmar en la Inconómica, dize que los onbres deven las cosas
ganar, et las mugeres salvar por guardar, el acto de la prudencia,
que es el guardar, otorgando a la muger, al onbre el acto del ganar,
que es de fortuna. ¿Et quales Siete Sabios, o quales epicuros,
quales pitagóricos, quales platónicos, quales peripatéticos, o qual
otra secta de antiguos filósofos a la sciençia de las fijas de
Piéride, a las donzellas de Lesbo, o a las ninfas del monte Castalio
que a las musas de Parnaso vençieron en sabiduría, dignamente se
pudo comparar? ¿Quién falló las sciençias sinon Minerva, e quién la
lengua latina, salvo Nicostrata? Onde claro paresçe en las donas
esforçarse más la prudençia. E si algunas caresçen de las sciençias,
esto es por enbidia que los onbres ovieron de su grand sotileza; por
el su presto consejo et responder en proviso, non solamente el
estudio de las liberales artes, mas de todas las sciençias, les
defendiendo.
La viçessima prima razón es por ser más justa; de lo qual sean
testigos la esperiençia e la mesma justiçia; como de cada un día
veamos de los onbres, unos por homiçidas, por robadores, otros por
falsarios, por ladrones e por traidores, a muerte de fierro, de
aire, de agua e de fuego ser condenados; de sus desanimados cuerpos
los públicos lugares poblados se manifestando, et uno solo de muger
entre ellos non se paresgiendo. Et si por ventura alguna se paresçe,
non por robo, nin por traiçión, nin por homiçidio, mas por falsedat
que, a fin de le causar la muerte, e tomar otra que más le plega en
matrimonio, por el marido le fue levantada: et si non, por aver dado
yervas amigables a su desleal marido, a fin que sea d[e]él amada en
aquel mesmo grado que d[el]ella es amado. ¡O piadosa culpa! ¿e por
qué meresçes de tanta crueldat pena?
La viçésima segunda razón es por ser más temprada, así çerca de
prender el manjar, como del fablar e de las otras calidades humanas.
E quando bien considerares, muy pocos, o ningunos de los onbres
fallarás que, por sola virtud, del vino se priven, segund que dueñas
e donzellas innumerables fizieron en los tienpos pasados, e fazen oy
día infinitas de nuestra (h)edad; et que por vía semejable, las
(h)ordenadas vigilias perfectamente ayunen . ¿A qual muger oirás
palabras torpes nin desonestas, y renegar nin blasfemar, como a los
onbres oirás, el nombre del su Fazedor? Ante la su virtud es tanta,
que non solamente les defiende el proferir las tales palabras, mas
en presençia suya a ningund onbre consentir dezirlas.
La viçésima tercia razón es porque los mayores delitos que han
seido en el mundo, fueron por onbres, e non por mugeres cometidos.
El primero padre fue aquel que, por traspasar el divino mandamiento,
a perpetua e tenporal muerte nos obligando, como diga el Apóstol,
«todos peccaron en Adán», las puertas del paraíso nos çerró. El
primero fijo fue el que primeramente abriendo las puertas
infernales, con ley de non retomar jamás, entró. El segund onbre fue
el primero avaro. El mayor hermano de Abel fue el primer enbidioso.
El su matador fue el primer homiçida. El segundo muerto fue el
primer robador. El primer fundador de çibdat fue el primer tirano.
El primer ferido de frecha fue aquel que primeramente de la divina
misericordia desesperó. El primer adúltero fue aquel que lo firió.
Et los onbres en comienço del mundo fueron de los viçios inventores
et las mugeres, el filar, el texer et las otras innocentes artes, al
sostenimiento natural convenibles, fallaron. Por onbres fue en la
primera (h)edad cometido aquel sobre todos odioso viçio; e la pena e
purgaçión del qual, segund divina justiçia, al diluvio universal
requirió. Después del qual, el primero que en la segunda (h)edad,
preso del vino más del convenible, perdió el sentimiento, las partes
vergonçosas manifestando, onbre non muger fue. Fue varón aquel que,
non devidamente d[e]él escarnesçiendo, sin lo cobrir a sus hermanos
lo enseñó; mas fue muger la fundadora de Babilonia, que las partes
secretas primeramente cobrir demostró. Zoroastes, que nasçió riendo,
fue el primer nigromántico que, a los negros espíritus sacrificando,
su dañada sciençia enseñó primeramente; e Opis, rudo pueblo,
bestialmente biviendo, el primer grano sembrar demostró. Nenrot fue
el primero que por fuerça fizo adorar el fuego, e lo adoró, e que en
la segunda (h)edad, de teranía primeramente usó; e la donzella del
lago Tretonio las defensivas armas e (h)orden de batalla contra los
tiranos primeramente falló. Nino, fijo de Belo, falló el primer
ídolo, donde ovieron prinçipio quantos, en grand ofensa del Causador
fueron después adorados: et la fermosa Rachel, por que su padre
Labán non los adorase, secretamente aquellos le escondió. Los onbres
adoravan e fazían tenplos al vigioso Príapo, porque en el
instrumento e acto generativo fue más poderoso; et las donas a
Vesta, dea de las vírgenes, e a la casta Diana sacrificavan e sus
tenplos fazían. Los fijos de Israel con enbidia et desamor vendieron
a su hermano Joseph: e sus hermanas, con amor forçoso, el su
perdimiento agramente plañían. El rey Faraón mandava afogar los
nasçientes fijos de los hebreos; e su fija Termutis los salvava.
El rey Príamo e los varones troyanos demandavan la guerra, e
querían ençender el fuego en que Troya fue vista después arder: e la
sabia Casandra cridava amonestando la paz. Et los troyanos con
sobervia, e los griegos con avariçia, la guerra prinçipiaron: la
gloriosa reina de Tremedonçia, con sola virtud. La qual oyendo las
cavallerías famosas de Héctor, por los griegos cercado, votó venirle
en socorro, e por obras cavallerosas aquistar el amor del mejor
cavallero que en el mundo vivía, amándolo por sus virtudes, sin aver
lo visto jamás. Al qual, fallando en su venida aver sus días
conplido, después de fecho el sentible llanto, votó sobre el
sepulcro vengar la muerte o morir en la demanda: la qual vengando
con victoriosa mano, fecha su sepultura de Mirmidones, virgen
fenesció. ¡O fama de muger, fasta el cielo enpíreo digna de ser
ensalçada! ¡O enpresa sobre todas loable ¿Qual Héctor o qual
Achilles, qual Troylo o Diomedes, Polidamas, o cavallero otro alguno
prendió fecho de gloria semejable? Verdaderamente ninguno jamás. A
esta sola, sobre todos los cavalleros de la troyana conquista, es
devida la gloria.
Los prínçipes Marcunçiosos tovieron por largos tienpos en
captividad al judaico pueblo. Dé(e)vora, luego que fue por voluntad
divina resçebida al regimiento, con sabiduría e virtuosa fuerça lo
redimió.
Por donde manifiesto se prueva que las donas deven regir e
batallar quando conviene, segund que los onbres, los quales por
tiranía el regimiento tienen occupado. Et que bien demuestra el
viçioso mundo por ellas non ser governado.
Las çinco çibdades de Pentapolin, por el peccado más odioso por
onbres acometido, miraculosamente fueron sovertidas, en el Muerto
mar se convertiendo, que ninguna cosa biviente cría. E las griegas
hermanas en un pozo profundo, que era en el palaçio onde el
mandamiento desconvenible les fuera fecho, voluntariosarnente se
anegaron, por salvar el honor, e no ofender la honesta e constante
virtud.
El padre de Penélope solliçitava su fija que prendiese, sin más
esperar a Ulixes, segundo marido; aquella le demandava término,
quoanto feneser podiese la conmençada tela; et quanto de día obrava,
tanto en la noche, por alongar el término, desconponía; en guisa que
por diez años que duró la troyana conquista, e diez que tardó en
venir, por las mares errando el camino, contra voluntad del padre,
casta sienpre biviendo, lo esperó.
María, hermana de Moisén e de Aarón, el cántico divino que,
pasando la mar roxa ovo conpuesto, cantó con las otras donas en
devidos loores del su fazedor; e aquellos, las barbas de los quales,
aliviada la sed, devinieron roxas, una bestial figura de metal
adorando, desconoçieron al su criador. La muger de Joseph, e la
madre del fuerte Sansón, fueron alunbradas del çelestial resplandor,
con el ángel razonando; e Core con sus partesanos, de fuego
celestial, pos sus deméritos, fueron todos quemados.
La madre de Samuel, muerta biviendo sin generaçión, meresçió
resçíbir nascimíento del sancto fijo; et Datán e Abirón, por sus
culpas, sorvió la tierra bivientes, fueron biviendo en el infierno
sepultos. El rey Saúl tratava la muerte a David; e su muger Nichol
lo desenartava. Aminadab, por su avariçia e por saber, incurrió la
peligrosa indignagión de David; Abigil, su muger, con prudencia e
liberalidat amansó la ira e revocó la sentençia. El rey Manases mató
los sanctos proffetas, por bevir en los viçios de que por ellos era
reprehendido; e la biuda de Sareda quiso resçbir la muerte de penosa
fanbre, por la vida salvar del propheta. Todos los reyes, salvo uno
solo, que Judea governaron e Israel, en el govierno sólo ofendieron
a su mayor rey; et non más de una sola reina la su majestad,
governando, ofendió. El rey Asuero condempnó a muerte el
isrrahelítico pueblo que era en su señorío; e la reyna Ester,
ofresçiéndose al mortal peligro, lo delibró. El prínçipe de
Babilonia desçindió de la plaga setentrional en robo e destructión
de la sancta çibdat; e la reyna Nicaula fue vista de la plaga
austral en visitación del tenplo venir; al qual, después de ofertas
cosas inestimables, la raíz del bálsamo que solamente en Egipto es
oy visto prender, ofresçió. Al poderoso Oloferne, blasfemador del
divino nonbre, e destruidor de todos los que mantenían la musaica
ley, el çercado pueblo se quería dar; la sabia Judich, sola non
consintiendo, en sus mesmas tiendas animosa mente lo descabesçó. Los
infieles tiranos trabajavan con fieros tormentos fazer quebrantar la
ley a los Macabeos: e la constante madre, non vençida de piedat, nin
de la crueza dellos, con voz consolable, a ser en la fe e muerte
constantes los esforçava . Onde visto los yerros e viçios
innumerables por los onbres acometidos, et consideradas las virtudes
e los méritos de las mugeres, non de varón, mas de muger, aquel que
por nuestra salud quiso padesçer, tomó la humanidat. Et aquesta sea
la vegésima quarta razón que prueva con las otras cosas asaz
manifiesta mente su esçelençia.
La viçéssima quinta razón es por quanto, segund razón natural,
todo fijo es menor de sus progenitores, e así es quel formador
nuestro quiso de muger, e non de onbre, ser fijo; por consiguiente,
de la muger e non del onbre, quanto a la humanitat, quiso ser menor.
Et la viçéssima sexta razón es por non aver nuestro redenptor
figura de muger, mas de onbre tornado; que si figura de muger
tomara, paresçiera venir la culpa de la muger redemir, e aquella a
perpetua pena nos aver obligado; mas por el contrario, figura
prendiendo de onbre, segund que ovo preso, demostró aver nos el
onbre por su culpa, e non la muger, condenpnado. Et como sea que El
viniese a redemir el peccado de la sobervia por su contrario, es a
saber, humildat, convenía así mesmo que la más humilde e más baxa
figura, e non la más exelente, prendiesse. Et por consiguiente, en
deshonor de los onbres, e en loor de las mugeres, faze que nuestro
señor aya figura de onbre, e non de muger tomado, como la mesma
figura sea acusaçión de la culpa e testimonio de la exelencia. Et de
aquesta depende una de las razones por que el sacerdoçio es al
onbre, e non a la muger, encomendado, es a saber por qu[e]el
Salvador nuestro, eterno sacerdote, segund la orden de Melchisedech,
non de Aarón, en la humanidat representó al primero onbre, segund
nuestra Señora representó a la primera muger; et así es que todo
saçerdote representa en el sacrificio al nuestro Salvador; por
consiguiente, todo saçerdote de neccessario conviene que sea onbre.
Que el nuestro Redemptor al primero onbre representase, el misterio
lo demuestra de su Encarnaçión, por quanto, segund que Adán fuera
del paraíso ovo seido criado, bien así nuestro Señor fuera de
Jherusalém, en Bethlem fue nasçido. Et Si como Eva fue dentro del
paraíso formada, bien así la engendradora de nuestra salud fue
dentro de Jherusalém nasçida. Et segund que Adán fue del campo
demasçeno, onde fue criado, traído al paraíso, bien así el nuestro
fazedor fue traído del huerto a Jherusalém, onde fue acusado. E
segund que el primero onbre, ora de sesta, en el sesto día, el
divino mandamiento traspasado, bien así el primer onbre, que Dios e
onbre fuesse, ora de sesta, en el sesto día, fue cruçificado. Et
segund quel primero padre partió a ora de nona del paraíso, donde
por el cherubín flamente fue con ira lançado, bien así el primero
padre de la naturaleza, ora de nona, partiendo de aquesta vida, ovo
con grand dolor espirado en aquel mesmo lugar onde el primer onbre
estava sepultado. Ansí que manifiesto paresçe, non por defecto de
dignidat, mas por convinençia del misterio, el sacerdoçio a los
apóstoles, non a nuestra Señora, más digna de todos ellos, aver
seido encomendado.
La viçéssima séptima razón es por quanto el reparador de
nuestra salud fue de la señora de Magdalo, e non de algún onbre, en
quanto al mundo venía de todas las cosas proveído, al sostenimiento
de la humanidat convenibles.
La viçéssima octava razón es por aver la muger, çerca del
primero e segundo avenimiento del Restaurador nuestro, avido más
cierto e más excelente d[e]espíritu de profeçia; como sibilda
Erethea, segund Augustino, aya non como profeta mas como
evangelista, la Concepción e la Encarnaçión, la Passión, la
Resurrectión e último advenimiento profetado. Et sibilda Tiburtina,
non solamente lo profetó, mas con la propia vista a Otaviano el
Salvador nuestro en braços de la Virgen ovo demostrado; el qual
misterio a ninguno de los profetas tan perfecta mente fue revelado.
La viçéssima nona razón es por aver estado por onbres, e non
por mugeres, el tractado de su muerte fenescido et prinçipiado; et
por aver por onbres estado traído, vendido, conprado, preso, ligado,
ofendido, atormentado, acusado, sentenciado, cruçificado, llagado, e
por onbres vituperosamente sofrido. ¡O culpa sin fin mayor de las
culpas; ofenssa sobre todas incomparables! ¡A la qual afinamiento de
la humana generaçión, universal muerte de toda cosa viva et
desatamiento de la humana redondeza satisfazer non podría; que la
humanidat ofenda a la divinidat, e la criatura mate al su criador!
Et la voluntad fuye de lo pensar e la trasformada boca de lo dezir.
¿Qual piedad, qual misericordia fue tan piadosa que de tanta ofensa
la divina justiçia non prendiese vengança? ¿Mas qual vengança, como
la desfaçión de todas las cosas criadas non pueda, a respecto de la
ofensa que es infinita, un solo ato fazer de satisfaçión? Et si por
la ofendida majestad del tenporal prínçipe muere la persona muerte
sobre todas más cruel e más vituperosa, et se pierde la dignidat, el
honor e la nobleza fasta la quinta generación, et aun que la persona
sea perdonada, ¿quién negará por la ofendida magestad del celestial
príncipe, pues que la ofensa ha seido infinita, que la nobleza del
onbre in infinito non sea perdida, aun que la eterna pena le sea
perdonada? Onde manifiesto parese los onbres e non las mugeres aver
en aquesta deliçión por sienpre perdido toda dignidat, honor e
nobleza.
La triçesima razón es por quanto non fue injuriado de las
donas, mas con piadosas lágrimas llorado e plorado e plañido.
La tricésima prima razón es por aver en los onbres fallesçido
la fe al tienpo de su biva muerte, e en la muger se aver conservado.
La tricésima segunda razón es por quanto a la muger, porque lo
más. amó -segund Ambrosio lo dize en la Omelía- e como tovo firme
esperança, Primeramente, por excelençia,que a ningund onbre,
resusçitando, apparesçió.
La triçésima tercia razón es por que la primera persecuçión en
la cristiandat fue por onbre, es a saber, por Nero, e non por muger
fecha; cuyos viçios, por la su fea e dehonesta multitud, çeso
relatar; et non menos la persecuçión de Diocleçiano, de Teodosio e
de los otros enperadores. Mas non dubdo contigo dirás mayor número
de mártires aver seido el de los onbres, e menor el de las mugeres
durantes las tales persecugiones; como algunos en desloor de las
donas fagan aquesta razón. Et pues de número et de multitud es la
fabla, en tal espeçia que non puede aver universalmente una calidat,
necesario es que de la mayor multitud e del mayor número la
nombradía se deva llamar; e así es que fue mayor el número de los
atormentadores, et sin ninguna comparaçión, como deviesen en matirio
de uno a lo menos concurrir aquestas personas: acusador, testigos,
pronunçiador o sentençiador, mayor executor et menores, claramente
se concluye aver seido mayor el número de los malos que de los
buenos onbres; e por consiguiente, del mayor número, que priva al
menor, la nonbradía se deve tomar. Mas por el contrario en el
martirio de las donas se deve dezir, como el número de las
atormentadas non se pueda privar de los números de los que
atormentavan, por quanto los varones solos, así de las mugeres como
de los onbres, eran los atormentadores. Onde paresçe claro aver
seido mayor número el de los malos onbres, et mayor el de las buenas
mugeres. Et aquesta es la tricésima quarta razón porque meresçen
sobre ellos aver la honor e la exçellençia.
La tricésima quinta razón es por aver seido la heregía de
Arrio, la de Ciro e de Paulo e todas las otras por onbres e non por
mugeres, en la cathólica fe, levantadas; e aun aquella de Sergio,
que fue la causa por donde tanta multitud de ánimas, manteniendo la
seta del bestial Alcorán, sobre ella fundado, se deviese perder; e
non menos el departimiento de la eglesia oriental. Los príncipes
orientales causaron la división prolongada con los ocçidentales, en
grand estrago de la humana generaçión; et la inpiratriz Hirena,
sabia e virtuosa mente los pacificó. Et Lodoneo primero rey
cristiano de los françeses, perseguía la religión cristiana; et la
reina Dotilde lo convertió. Et Felice de España los cristianos que
pasavan a la casa del Zebedeo de martirio coronava e la fija de
Juliano ovo seido la causa de su conversión. Et el rey pecador, el
renegado pastor, e conde traidor, perdieron la tierra; e la sabia
dueña con las escondidas armas la recobró. El pródigo e avaro
Emperador fue por el sobervio turco vençido dos vezes; e su muger la
Inperatriz, dos batallas en venganga del marido e de le fe le ganó.
El duque del Condado, que ovo seido renegado, a su natural señor
tiró la corona; e la sinple pastora, en defeto de los onbres, fuerte
batallando, lo coronó. ¿Qué conviene más exenplificar, pues que la
mayor parte de las donas e de los onbres, del prinçipio del mundo
fasta la ora presente en tal (h)orden pasó?
La treçésima sesta razón es por que ha de ser onbre e non muger
el fijo de perdiçión, poetado Antecristo; el qual piadosamente se
cree que, seyendo la eglesia por el primero griego pastor trasladada
en Jherusalém, non tardadora, en grand ofensa del sacro misterio, e
destrución del cristiano nombre, por martirio de los buenos e
perdiçión de los malos, manifestarse.
La treçésima séptima razón es por aver seido muger la criatura
más virtuosa, e más digna e más perfecta de todas las criaturas que
fueron en el mundo de humano padre engendradas; et aver estado onbre
la criatura más viçiosa, más profunda en maliçia e más demérito de
quantas fueron criadas. La una fue aquella que, después de madre,
donzella quedó. La otra fue aquel que su fruto saludable por preçio
vendió. Et por vía semejable, es de feminina naturaleza la más noble
de las bestias, que es el águila prima; et de la masculina la bestia
más enemiga de la salud humana, e peor de todas las bestias,
conviene a saber, el basilisco, que de feminina naturaleza non fue
visto jamás. La una es en la devina Escritura al poco ante nombrado
Antecristo, e la otra a la muy alta contenplaçión de la divinidat
comparada. En lo qual naturaleza quiso demostrar las cosas femininas
ser más exelentes.
La treçésima octava razón es por que las bestias más fieras
ofenden al onbre, e a la muger catan reverençia . Esperimentado es
que el león al onbre, e non a la muger, ofende. Et vulgar cosa es,
segund dize el maestro de las propiedades, que la fiera bestia que
de las venenosas aguas a las otras faze credençia, al varón ofende,
e a la muger se humilla; en el seno de la qual su cabeça reclinando,
prende el dulçe sueño que de los caçadores engañosos le faze: el
amargoso trago sentir de la muerte. Onde claro parese quántos son
ciegos, e si ciegos non, quánto son de dura çerviz los onbres en non
querer con la razón conosçer aquellos que las brutas animalias con
solo estincto conosçen.
La treçésima nona razón es porque non solamente las bestias,
mas aun las cosas non vivas nin sentibles, dan a la muger la
excelençia. Et sea el primer enxenplo de la espera del aire.
Manifiesto es, segund natural esperimento, que un onbre, si muy alto
sube, desmaya et pierde la fuerça del sentimiento; et la muger non
siente ninguna alteraçión. La razón natural es porque la muger fue
en aquel alto lugar formada que, segund dize Ambrosio en el
Examerón, es vezino al çerco lunar, onde non pudo el diluvio nin
alguna çelestial impresión[alcanzar jamás]: Et por el contrario del
onbre aviene, por quanto, segund dicho he, fue criado en la más baxa
e menor espera; e aquesta es la causa porque la çibdat de Lirio la
fiesta notable de aquel (h)ordenado que primeramente la penitençia
predicó en el desierto, manda los más altos juegos ocupar a las
infantes pequeñas. El segundo enxenplo es de la espera del agua, la
qual, segund vulgar esperençia, menos ofende en tienpp, de fortuna
al celebro de la muger que al del onbre, aviendo el navegar todos
dos egualmente acostunbrado; et si peligro viene tal que forçado
ayan de peresçer, ninguno del arte del nadar se aprovechando, el
onbre demandaría el centro de la tierra primera mente, e las aguas
sosternán la muger por más luengo tienpo o espacio.
La quadragésima razón es por ser folgança del onbre, lo qual
testifica el fijo de Sidrach; et como sea, segund dize el Filósofo,
que ninguna cosa es sin folgança durable, onde el cielo que es más
movible, segund natural inclinación se mueve por aver folgança; et
por vía semejable el sol et la luna e los otros cuerpos sobre
celestes, así mesmo el fuego, el aire, el agua e todas las otras
cosas, segund naturaleza movibles, con aquella ley se mueven. Et así
es, segund el Filósofo, que el fin es más noble e más digno que son
las cosas al fin (h)ordenadas; e la folganga es el fin de todas las
cosas movibles; por consiguiente, la muger, que es folgança del
varón, es más noble e más digna d[e]él.
La quadragésima prima razón es por ser la muger, segund el
Ecclegiástico, al sol conparada; e como la luz sea mejor e más
excelente de todas las cosas, por consiguiente la muger, a ella
conparada, es mejor de todas las cosas e más excelente.
La quadragésima segunda razón es por aver seido la muger de una
terçera esençia criada, e de la primera el onbre; como sea más noble
la terçera, segund se puede en el oro, en el suffre roxo o en
argento bivo, de que es formado el más noble de los metales,
exenplificar. Et aquesta es la razón natural por que es el onbre más
robusto e menos noble porque deve a la muger, por ser más delicada e
más noble, servir.
La quadragésima terçia razón es, por que las partes del mundo,
Asia, Africa e Europa, de donas por excelençia, trahen nonbradía .
Asia, mayor que todas las otras, por largos tienpos de donas
señoreada, de la primera reina que la señoreó, llamada Asia, segund
Isidoro lo dize, e escrive en las Ethimologías; e de aquella todas
las otras asianas reinas toman nonbradía. Europa trahe nonbre de la
fermosa fija del rey Agenor, que fue en aquella sazón la mayor e más
poderosa reina que ovo seido en la parte de Europa, Africa,
antiguamente llamada Libia, se nombrava de la fija del tebano
Hércules que la señoreava. Nin es de maravillar que fuessen por
donas señoreadas; que si fue un Alixandre que, más por los juizios
astrónomos del su maestro Aristóteles que por fortaleza, a los
indianos monstruos conquistando llegó, fue la muger de Nino que,
fasta el indiano Ganges de las doradas arenas señoreando, pasó. Et
si fue un Çiro que las partes orientales con gran tiranía e poder
subyugó, fue la reina Thamaris que, menor quantidat de gente, -la
setena parte- aviendo, le ganó la batalla onde fenesçió la grand
multitud, e por vengança de su muerto fijo, lo descabeçó. Si fue el
capitán griego que el mayor número de gente se lee, durantes las
guerras thebanas, aver allegado, fue Artimedora la que menos conpaña
en grado muy diferente aviendo, lo desbarató. Si fue un Hércules,
fue Isicatea; si fue un Archiles, fue la Pantasilea; si fue
Escipión, fue la virgen Camilla; si fue un Ponpeo, fue la reina
Oritia; et si fue un César, más por los çiertos juizios de su
astrónomo Viterris, que por su valentía victorioso, fue la non menos
cavallerosa que virtuosa, la reina Artemisa.
¿Quién dubda, si las mugeres quisieran, segund que los onbres,
movidos de vana gloria, su fama por escriptura perpetuar, que fechos
cavallerosos aun más non se leyesen de donas que de onbres se leen
mayormente si fuessen de todos derechamente las obras examinadas;
cornmo las unas sean, más por fictión que por verdat escuras, e las
otras devenidades claras? ¿Quién no sabe el fengido carnero del
velloçino de oro aver seido el grand thesoro del rey Etes, que
tiranamente Hércules e Jasón le robaron, et por encobrir el viçioso
ato, e darse fama perpetua, los bravos toros, el flamante dragón e
los batallantes hermanos fingieron venger? ¿Et quién ha por saber el
Minotauro, fingidamente nombrado fijo del blanco toro et de la reina
Pasife, aver seido fijo de Minos e de la mesma reina, sinple,
indiscreto, de la sabia calidat del padre asaz diferente? Onde los
actores, por loar la prudençia del padre, e vituperar la
indiscreçión del fijo, por estilo poético bestial le llamando,
ofendieron la mantenida castidad de la madre, de la qual algunos con
osada fruente . la verdat non sabiendo, retractan; que si deviesen
las mandrágoras nombrar sus plantadores, e las bestias de feminina
naturaleza sus amadores, enmudecerían.
¿Quién no leyó la fengida sierpe Idra, de las siete cabeças, a
todo el mundo espantable, aver seido una enferma laguna, por
industria de Hércules devenida seca; aunque otros dizen aver seido
un grand sophista por él concluido? ¿Et quién tiene por leer que la
reina Elisa Dido fengida, por el matrimonio aver quebrantado la ley
de castidat, e non ovo jamás visto al troyano Eneas, ante por espada
quiso en su juventud casta feneser que de rey de Mauritania
consentirse forgar? ¿Quién non entiende la desçendida de Hércules e
de Theseo a los infiernos, et prisión del Can çerbero de las tres
cabegas, non aver seido la entrada por fuerça en el escuro palaçio
del rey de los Molosos, al qual robaron su grand thesoro e can
pavoroso que lo guardava? ¿Et quién ha por entender Cirçe que,
segund poética fictión, las gentes del navegante Ulixes convertió en
bestias, non averlo en su palaçio e a los suyos con grande honor
resçebido? et usando, como acostumbrava contra los que vinían de
fanbre e de sed trabajados, de su libertad virtud, aquellos
prendiendo de los bienes de Bacho más del convenible, perdieron el
razonable sentido; onde los fingentes poetas, convertidos en bestias
los escrivieron por esta figura. Losonbres sus pequeños fechos por
fiçión ensalçaron; los actos viçiosos poetando encubrieron; et las
obras de las mugeres, por virtud e meresçimiento claras, con
fiçiones falsas escureçieron. Por esta vía quando Jove usava de
robo, el poético fablar en águila lo convertía, et quando engañava
con dulçes palabras, en çisne lo transformava; et quando por ventura
con oro vençía, en dorado roçío lo transmudava, convertiendo sus
viçios en actos divinos . Por este modo la reina de perpetua memoria
digna, Semíramis, perdió su gloriosa fama; la qual, seyendo de su
único fijo, deseoso de reinar, engañosamente rogada, pues quería
tomar segundo marido, le restituyese el reino que de su padre Nino
le avía quedado, con amor entrañable que a los fijos trahen las
madres, le respondió no querer otro esposo aver, ni otro marido
jamás, salvo a él, su caro e amado fijo. El qual, encendido de la
sed raviosa de querer señorear, bolvió aquella palabra en contrario
entendimiento; e con falsa religión e fengido color de virtud,
deziendo querer la divina e natural ley ofender, la vida et la fama,
el honor e la señoría le robó con viçiosa mano, dando a los atores
occasión de poetar el non pensado viçio, e fengir más adelante. Por
vía semejable fue de su fama robada la infante Scila; la qual,
veyendo muy poderoso al enemigo del rey su padre venir, por le
salvar el honor e la vida, non dubdó consentir en el matrimonio, et
la fortaleza, cabeça del reino, ofreserle, que su fallesçida madre
con la señoría le avía dexado. Onde los versificadores fingieron la
cabeça del padre, con la vedija de la fortaleza, aver al rey
contrario consigo ofreçido. Por esta vía los actos loables de las
otras infamadas donas fueron por fengidos viçios escureçidos. ¡O
digna memoria, que resiba el viçio gualardón del viçio! Si
convenible [fuesse] con voz llena de aire, contra el mi fazedor,
blasfemándole, me bolvería. ¿Por qué la muger, sobre todas las
creaturas noble e virtuosa, quiso acompañar de una así contraria,
como es el onbre, a la su virtud? Por esta vía, segund dicho he, ovo
la mayor parte de las donas e de los onbres de la primera (h)edat
fasta la última obrado; e por ser el cuentos dellos innumerable,
çeso de traher más exenplos, como por estos, aunque fenitos sean, se
pueda considerar qual aya seido el número de los infinitos. Et
aquesta es la causa por que yo del valor de las donas contigo
razonando, por número de varones et non de mugeres famosas, como
algunas, errando en sus fablas, proçeden (creyendo loarse, menos se
loan), el número de las buenas e de los malos, que es infinito,
faziendo finito. Et yo por modo semejable, queriendo fazer finito el
loor de las donas que, segund sus virtudes e graçias, devría ser
infinito, vengo a çiertas calidades que fazen a una persona sobre
otra más exçelente; conviene a saber: graçia, dignidat, corona,
honor, exçelençia, gloria, bien aventurança. Et por quanto estas
siete nombradas cosas sobre quel onbre o la muger contienden, son el
fructo que dan de sí las virtudes, devense los términos de nuestra
questión entender de onbre e de muger virtuosos. E puesto el caso
que sean virtuosos en egual grado, aunque la muger, segund
demostrado he, sea más virtuosa, pruévase por razones más claras de
filósofos, et por otras más fuertes auctoridades, que la muger es,
segund todas estas siete qualidades, más exçelente.
Et sea la primera, que será la quadragésima quarta razón,
aquella auctoridat del Ecclesiástico que dice: «La virtuosa muger es
graçia sobre toda graçia.» Onde claro se prueva que sea más
graçiosa.
La segunda, que será la quadragésima quinta, sea la auctoridat
del Números, [e] de los Juezes, que mandó los varones, fasta los
pequeños infantes, pasar por espada, e las donas salvar, e aquel
dicho del libro de Sidrach que dize: «Ninguno de los onbres al que
es digno de aver virtuosa muger se puede en dignidat conparar.» Onde
manifiesto paresçe que sea más digna.
La tercera que será la quadragésima sesta, el dicho del Sabio
en los Proverbios, que dize: «La virtuosa muger es corona del
varón.» Onde claramente se nota que tenga la corona.
La quarta, que será la quadragésima séptima, sea el dicho del
Filósofo en la Iconómica, que dize: «El mayor de los honores es el
honor de la virtuosa muger.» Onde se demuestra manifiestamente que
tiene el mayor honor.
La quinta, que será la quadragésima octava, sea un vulgar dicho
de Séneca, que dize: que ninguna cosa non es tan alta en dignidat
quanto es la virtuosa muger. Onde claro se prueva que tiene la
exçelençia.
La sexta, que será la quadragésima nona, sea el dicho del
Apóstol «la muger es gloria del varón». Onde manifiesto paresçe que
tiene la gloria.
Et la séptima, que será la quincuagésima sea el dicho del
Ecclesiástico que dice: «Bien aventurado es aquel que de virtuosa
muger es por matrimonio acompañado.» Onde manifiestamente se
concluye que poseen la bien aventurança, et como el honor, la gloria
e la bienaventurança, segund dize: el Filósofo en el primero de las
Eticas, sean el fin al qual trabaja el onbre virtuoso, e ansí ya es,
como dicho he en la quadragésima razón, quel fin es más digno e más
exçelente que son las cosas al fin (h)ordenadas; por consiguiente la
muger, que es el honor e la gloria, e la bien aventurança del onbre,
es más digna e más exelente.
Las quales auctoridades, e todas las otras divinas, naturales e
humanas razones por mí allegadas, no solamente concluyen ser la
muger más noble, más virtuosa e más exelente, determinando la
nuestra questión, mas aun adellante pruevan claramente que sea más
graçiosa e más digna, más gloriosa e mas bien aventurada; porque tú,
si del número de aquellos no eres, a los quales, otra figura
paresçiendo mejor, el honor de las donas, por dar color honesto al
su dañado viçio, non poco offenden, deves la razón e la verdat
siguiendo, a la persona más noble, más virtuosa e más exelente de
las mugeres, e non de los onbres, tu obra, de virtud, honor e
nobleza tractante, segund dizes intitular. E porque en tal multitud
como de las buenas en el mundo es, poco menos impossible te sería
poder una sola perfectamente escoger, yo, pues de la mi conversión
en aquesta forma, si la tu boz non me engaña, te muestras piadoso,
quiero la más digna, la más virtuosa e la más noble de las mugeres,
porque en demanda della andando non penes, nombrar en tu
consolaçión. Et segund aquello que yo, por razonamiento de muchos
que, çercado el universo, del último venieron del ocidente, aquí so
las ramas de Aliso, en par de las mis ondas reposando, he
conprehendido, aquesta es la hermana de las tres reales coronas, e
reina de la quarta, mas soberana de los reinos de España, que más
verdadera mente inperatriz llamar devría. Nin te sea enojoso, por la
devisa que tra(h)es del águila, si a la Reina de los Romanos por
tres razones pase en exgelençia. La primera, por ser más antigua la
corona real de España que la romana, como al tiempo que Hispano en
Hiberia, después llamada España, reinase, non era Roma, nin fue
dende a grandes tienpos, (h)edificada. La segunda, por aver seido en
conosçimiento de la fe cathólica, segund dize Veçençio historial,
primeramente venida. La terçera, por quanto seyendo inperial corona,
segund dizen los verdaderos testigos del tienpo, a ella se viene por
legítima e noble sucesión, e non por fortuna nin por electión,
segund que algunos de obscuro linaje vinieron a la corona romana.
Nin te maravilles porque así mesmo pase a la corona de Francia
por dos razones en exgelençia. La primera, por ser más antigua la
corona de España que la de Francia; como antes de la primera
destruiçión troyana, en la qual fue Hércoles, reinase Jerión en
España; e Príamo, nieto de Antenor, después de la segunda troyana
destruiçión, aya seido el primer rey de Francia; aunque otros
escriven aver seido Franconio, fijo de Héctor; del qual Franconio,
por memoria, se llaman franceses. La segunda razón es por ser más
antigua la corona de España que la de Francia en la fe cathólica;
como el primero rey cathólico de los franceses, que fue Clodoveo,
sea estado, trescientos años e más pasados de la divina Encarnaçión,
por su muger convertido; e solos quarenta serían quando el rey de
España resçibió primera mente las aguas saludables por los
disçípulos de aquel que en medio fenesçió de la tierra, e fue en el
fin sepultado.
Onde, si la claridat del entendimiento te es venida, puedes
conprehender que la que por mí nonbrada soberana princepsa, a todas
las señoras del universo pasa en excelençia, pues vençe aquestas dos
que de todas son vençedoras. Et cornmo sea que a todas en virtudes e
graçias, segund que al mundo es manifiesto e a tí non se esconde,
así mesmo vençer, por que sería dezirlo perder palabras, çeso ya el
su valor e mi estendido fablar más del razonable levar adelante.
Et aviendo la boz piadosa dado fin al su razonamiento, yo, con
turbada lengua e los ojos llenos de agua movidos de la su piedat,
tres cosas, desque ove a la enseñança maravillosa de su nueva
doctrina regraciado, le demandé qual fuesse la causa que, muger
seyendo, en fuente, perdida la humana forma, convertida fuesse; e
qual su propio nonbre, a fin que yo por digna e loable memoria lo
perpetuase; e qual la vía por la qual yo, voluntarioso cursando, la
humana essencia restituir le pudiesse. Et poco espacio siguiendo al
mi callar, las baxas ondas con la muerta boz surtiendo, en tal son
començaron ronper.
«Nueva pena la fuerça de tus ruegos me faze sentir, recontando
en el mi infortunio la perdida bien aventurança. La qual, pues con
tanta affectión, por mi salud recobrar deseas, e non porque yo
espere ya poderme cosa alguna ser saludable, mas porque entiendo ser
a tí plazible oir la informada conversión mía, sea; te manifiesto
que yo soy aquella ninfa Cardiana por la qual el mundo conosçe
quánto se puede amar, e por quien Aliso, más leal que bien
aventurado, preso de la muy firme e casta virtud de la vía de
desesperaçión en aquesta soledat, dando con su espada mesma fin a la
penosa vida, en aqueste árbol de su mismo nonbre: súbitamente fue
convertido: los pies se tornaron en raíz, el cuerpo en tronco, los
braços en ramas, los cabellos en fojas et su espada en la verde
planta de la flor desesperada, es a saber, aquella espadaña que
prende a la su parte siniestra. Lo qual a mí con secreto dolor se
manifestando, non fue a la hora de tanta fuerça la mi virtud que yo
pudiese a la voluntad de querer ir ver la planta, llena de piedat,
resistir; e preso por mi ardimiento, aviso e tienpo, convenibles, yo
fui levada por la fortuna, que en la rueda aquestas cosas boltava, a
este solitario lugar, onde el infortunado Aliso fizo su último día;
el qual, non primera mente transformado en otra filosomía se mostró
a mis ojos, que del profundo dolor lágrimas tan piadosas le fueron
con tanta fuerça e multitud enbiadas que yo a la ora en aquesta
fortuna ante que al su tronco Pudiese abraçar, fui convertida. Et
las tiradas frechas del fijo de Citerea que yo traí , biviente
Aliso, en mi pecho secretas, se transformaron en aquestos juncos
marinos, cuyas entrañables partes más que de alguna otro planta
arden, e más luengamente en sí el fuego sostienen; los quales
prendiendo al mi lado siniestro el intrínseco fuego del perpetuo e
leal amor que yo le traía, guardando mi honestad en tal modo secreto
que, non solamente a él, mas a la mi virtud se escondía, fazen al
mundo ser manifiesto ninguna esperança de poder la perdida forma
recobrar jamás; como yo non pueda ya, quanto quier que todavía me
esfuerçe con las mis lágrimas que naturalmente piden las profundas
partes, alas raizes en alto prendientes prestar piadoso humor; nin
espere sus vezinas ramas que piden lo alto, segund nueva naturaleza,
ya poderse inclinar a mí. Onde por aquella piadosa virtud que de mí
en el tu pecho mora, te ruego quieras, en son doloroso diziendo
aquestas palabras: «Si Cardiana en la vida amó Aliso, perfectamente
el llorar sin fin su infortunado caso lo manifiesta», refrescar sus
raizes con las mis lágrimas, porque los fados, más que fueron a mí,
te sean favorables. Los quales te guarden non sientas jamás aquello
de que eres devenido con razón piadoso.»
Et non fue a la ora por mí enteramente oida su última palabra,
quando yo, lleno de compassión, prendí de las sus ondas, que se
mostravan más fuerte llorando, surtir muy altas, profiriendo
aquellas palabras que por ella me fueron encomendadas, non tardé el
tronco e las estremidades refrescar de Aliso. El qual, por la
estança de Titán en el décimo sesto grado de Ariete, començando de
reverdeçer, súbita mente que ovo la compassión del fablar et la
piedat de las esparzidas aguas sentido, bien como si fuera el fijo
de Latona en la casa de Cástor et Polus entrado, de sus verdes fojas
perfectamente se revistió; e cada una de sí enbiando lagrimosa
pluvia, formavan feridas del aire, en un son acordadas aquestas
palabras: «Causada en tiempo non convenible, piadosa virtud non
puede mudar la causada del su contrario mal aventurança, en el
transformado cuerpo que murió muriendo la esperança.» E non se
oyendo la boz miserable sonar más adelante, devida conpassión del su
estremo dolor nuevas lágrimas enbió en mis ojos, manifestando la
angustia congoxosa que por sus males dentro sostenía el coraçón. Et
después que algund tanto ove la passión que el ánima sostenía, de la
de piedat por ellas enbiado, levé la vista contra los dos informados
amantes, e diziendo por salva en boz dolorosa: «Aquel que todo mira,
el vuestro martirio abreviando, conduga en graçiosa paz.»
Del lugar lleno de piedat e de maravilla me departí, et tornado
al lugar de la primera contemplaçión, desque ove comigo mesmo
repetidas por (h)orden las cidas cosas, fablé, siguiendo la razón,
de ver a ninguna otra persona que a vuestra real magestad el
seguiente conpendio intitular. El qual, muy gloriosa señora, non a
fin de querer vuestra singular discreçión enseñar le enbío, por
quanto sería presunptuoso pensar querer enseñar a Minerva, mas
porque el real resplandor la escuridat esclarezca del mi çiego
ingenio, et aquesta segund que las otras sinples escripçiones mías,
de los reprehensores, por su acostunbrada benignidat, defienda; cuyo
prinçipio a los mançebos, ya por mí nombrados, mi razonamiento
enderesçando, en tal (h)orden se sigue.
Triunfo de las donas y cadira de onor
Juan Rodríguez del Padrón

Copyright (c) Universidad de Alicante, Banco Santander
Central Hispano 1999-2000

Triunfo de las donas y cadira de onor
Juan Rodríguez del Padrón

Comiença la cadira de honor
Ordenada por Juan Rodríguez del Padrón criado del Cardenal de San
Pedro, don Juan de
Çervantes, fecha a ruego de algunos señores mançebos de la corte del
Rey Don juan el Segundo
Juventud, de buenos deseos, benigna e amigable a los amigos,
fiera, incomportable a los enemigos, valerosa en los fechos de
virtud e cavallería. Commo de tanto no me crea ser digno que al
vuestro contentamiento yo pueda, segund mi querer sería, devidamente
sastifazer, forgado de la dulçor de vuestros ruegos, que mayores
méritos de lo que piden mereçen, diré, pues plazer vuestro es,
aunque fuerte asaz me sea de dezir en proviso, lo que en mis tiernos
años por escriptura e alguna plática gerca del propósito recogí; a
la prudencia vuestra e de toda persona discreta la determinación e
la enmienda de quanto por mí se dirá dexando; e non menos el
responder e la defensa contra los que, del mi fablar mal diziendo,
querrán ofender a mí ausente, e a las cosas mías ofenderán; aunque
la tal ofensa, quando por los que deve bien fuere considerada, non
dubdo, segund espero, me será gloria.
E primera mente que por mí, en concordia de tantas e tan
diversas opiniones, adelante se proçeda, es de aver por principio
que en la montaña de buenos deseos es la selva del afán, en fin de
la qual es el vergel de meresçimiento, onde aquestas dos plantas
frutuosas, virtud e nobleza, en nombre diversas, en frutos
semejables, prenden; de las quales con perfecta mano es obrada la
muy alta Cadira del onor que ansí pocos en nuestra (h)edad ocupan,
que seyendo con derecha vista mirados, por ventura no pasan el
número de las puertas tebanas aun que sean vistos con falso viso
innumerables en ella asentarse que más verdadera mente la silla del
falso honor ocupan de aquellas dos salvajes plantas, ficçión e
fortuna, que en el valle de viçios prenden, e su obra. E commo
vuestro fablar de aquestas no aya, por ser enemigas de la virtud,
considerado a la más noble, aunque sea la última sobre la qual se
formó la questión más dubdosa, bolviendo, segund Isidro en el nono
libro de las Ethimologías, (que) digo que desta planta nobleza, por
ethimología, la verdadera raíz es «non vileza»; e noble, por
síncopa,segund el Catholicón, viene de «notable»; e «notable»es
aquel cuya generaçión o nombre esclaresçen por fama loable. Es ansí
mesmo de considerar que fidalguía, gentileza, nobleza, e
generosidad, en poco defieren; aunque dize el insigne Dotor çevil en
el título de Conviçión que generosidad, commo sea nobleza con
virtud, es más que sola nobleza; al qual parese los maestros de los
vocablos contradezir, en quanto afirman que noble e generoso es
aquel cuyo nombre e linage es noble, ninguna diferençia asignando.
Mas segund dize la antigua costumbre, en algunas partes la nobleza
se tiene en más que la fidalguía ni la gentileza, mayormente en
España, onde los menores nobles son llamados fidalgos e gentiles
onbres, e los mayores en nuestros días son llamados nobles; aunque
antigua mente, segund dize el Santo Dotor en el tergero libro del
Regimiento de los prínçipes, eran llamados infançones, es a saber,
menores infantes, respecto de los mayores, que son los fijos del
rey, llamados así a comparaçión del niño e pequeño infante, que a
ninguno sabe enpesçer, e al padre sienpre obedese. E aquestos
infançones que a los Infantes servían, avían castillos e tierras, e
no los menores nobles, es a saber, los fidalgos, ni los menores
caballeros; e después del rey e de los infantes, los mayores del
reino eran llamados ricos omnes, porque sus riquezas no eran en
larga señoría, mas en el dinero que avían del prínçipe, onde el
finaje de los Manriques se cree, como esta palabra en alemán suene
«rico omne», en España quedar. Çiçerón, e los modernos de más
abtoridad, en sus epístolas e oraçiones dizen nobles a todo aquel
que la política nobleza posee; estrenuo, glorioso, a cavallero por
su estrenuidad meresçedor de la cavallería; generoso, magnífico, a
varón de varonía antigua; e a conde, marqués e duque que, nobles
seyendo, fueron nueva mente criados, poderoso, exelente, illustre; a
conde, marqués e duque de antiguas dignidades, a los menos por
quarta generaçión, muy poderoso, sobre illustre, sobre exelente; a
los infantes e prínçipes sin corona, e a los coronados a la imperial
corona subjetos, illustrísimos; serenísimo, gloriosísimo, al
emperador, e en absençia suya, a los coronados prínçipes a él no
subjectos, de los quales sólo el rey de Francia es cristianísimo
llamado. E como sea la política nobleza, de la qual prinçipal mente
entiendo de tractar, destas dignidades el primer grado, porque mejor
en conosçimiento della se puede venir, quantas essençias se fallen
de nobleza es primera mente declarar, e reduziéndome a un breve
número que todas razonable mente se puedan comprehender, quatro me
paresçe que sean, conviene a saber: theológica, moral, política,
vulgar.
E de la última prinçipiando, digo que vulgar nobleza es
industriosa e natural calidad que faze a las criaturas ser más
valerosas en comparaçión de otras, e más agradables, segund que
vulgar mente a una muger e a un bien compuesto omne gentil suelen
dezir.
E de aquesta nobleza escrive el Philósopho, vulgar mente
fablando en el libro de Formis, que toda forma es más noble de su
materia e en el libro de Sensu et sensato, que el sentido del ver es
más noble de los otros sentidos; en el libro de Mineralibus, que el
oro es más noble de los otros metales. E de aquesta, commo no sea
propia nobleza, mas un modo común de fabla, non conviene más
adelante la razón estender.
Theológica nobleza es divina grazia que toda criatura razonable
(h)a la perpetua bien aventurança predestinada faze: ser agradable
al su fazedor. De aquesta se lee en el primero libro de los Reyes:
«Quien me onrare, yo le onraré e los que me despreçiaren, no serán
nobles.» Onde así mesmo el profeta es llamado noble que a los dos
coronados prínçipes por divina ordenança ungió primera mente. Et
desta dize el Apóstol a los de Corintio: «Nos somos nobles, no
vosotros.» De aquesta escrive el maestro de las sçiençias, e más
claro Buenaventura, en la viçésima segunda distinción; e así mesmo
el santo doctor» en la primera de la segunda; Nasón en el libro de
Nuce, diziendo que nobleza sea voluntad e imagen de la divina
bondad. Aquesta essençia, de nobleza, aun que de todas sea más
exçelente, puede, sin perder su dignidad, del más pobre e menor de
los onbres, que ningund virtuoso acto obrado aya, ser poseída. La
qual çeso de llevar más adelante, porque de ningund otro, salvo de
aquel que conosçedor es de las voluntades, el su poseedor verdadera
mente se puede conosçer, commo dize el Eclesiástico: «El omne non
sabe si es digno de odio o de amor.»
Moral nobleza es una calidad de bien e onesto, por luenga
usança en la voluntad causado, de la qual Tulio en la invictiva
contra Salustio dize: «Mayor gloria es por mis buenos fechos
floresçer que por las obras de mis predesçesores; en tal guisa
biviendo, que a los de mí desçendientes exemplo e prinçipio ser
çierto de nobleza e virtud.» E Ovidio, de Methamorfoseos: «Aquel
linaje no llamemos nuestro que las virtudes agenas, no las nuestras,
han ennoblesçido.» Juvenal en la segunda Sátira del primero libro:
«Espeçia es de miseria siempre de agenos méritos quererse
ennoblesçer. Mejor es ser virtuoso e aver por padre el más obscuro
en linage e mas viçioso de los omnes, que ser viçioso e al más
virtuoso e más noble aver por padre.» Valerio Máximo aquesto mesmo
dize por todo el título de los que por sus virtudes, de obscuro
lugar desçendiendo, devinieron claros. E Boecio, de Consolaçión, en
el terçero libro: «Todos ovimos un nasçimiento, el qual no pudo ser
obscuro nin viçioso, salvo la clara virtud e nobleza inconparable
del su causador; e ninguno, salvo aquel que siguió los viçios e se
apartó de su noble prinçipio, perdió la nobleza, en la qual, si
algund bien es, yo creo ser que de neçesidad los nobles desviar no
puedan de la virtud de sus progenitores.» Aquesta opinión de los
antiguos en concordia poco menos siguieron todos los modernos poetas
e oradores, singular mente Gualtero de Castellón en el primero
libro; Matheo Vindecinensse, en la primera parte de su poesía;
Enrique Samariense, en el primero libro; Dante, en las Cançiones
morales; Françisco Petrarcha, en los Remedios de la próspera e
adversa fortuna; Juan Bocacio, en el Fin del Corvacho; Andrés
Capellán, en el primero libro; los quales más de sus virtudes que de
la nobleza de su linaje confiando, solos llamaron nobles los
virtuosos. E segund aquesta nobleza, que más con verdat moral virtud
se deve dezir, un siervo es noble si es virtuoso; e un fijo de un
prínçipe más poderoso, más noble e más virtuoso del universo, aunque
ningund viçioso auto obrado aya, si por sí no es virtuoso, no es
llamado noble. La qual conclusión, por quanto me paresçe no
solamente a los nobles muy odiosa, mas en todo a los humanos
derechos, e a sus autores contraria, por verdad de aquella es de
saber que la virtud sola por sí nunca es nobleza, aunque la nobleza
alguna vez es virtud. E aquesto aviene quando los nobles,
considerando que la nobleza es «non vileza», bien e justa mente,
segund deven, defienden e rigen los pueblos, del justo bien e onesto
sola mente usando; e aquestos son verdaderos nobles e la muy alta
Cadira de onor solos poseen. Mas por el contrario aviene quando la
virtud es sola por sí conviene saber, si rigen aquellos que nobles
no son; los quales, del justo bien e onesto sola mente usando aunque
tienen la virtud, no tienen la nobleza; lo cual afirma el Filósopho
en el primero de las Eticas diziendo que algunos son, aunque
virtuosos, privados de la nobleza; commo la virtud sola no sea
nobleza, ni la nobleza verdadera virtud, mas señal de virtud, segund
dize el doctor de Aquino en la segunda parte de la Segunda, por la
vía que el meresçimiento, no es la merçed; e bien corrimo la merçed
puede estar sin el meresçimiento, bien ansí la nobleza puede estar
sin la virtud. E los tales nobles, no virtuosos, el más baxo grado
de la famosa escala por do se viene a la muy alta Cadira de onor se
veen ocupar. Manifiesto es que un estrenuo o valiente mançebo que
por su fortaleza çien trançes aya combatido, e mill castillos
fuertes por fuerça aya entrado, e no menos batallas vençido, aunque
los fechos tenga de muy glorioso e estrenuo cavallero, e meresçedor
sea más que algund otro del onor de la cavallería, si no es
cavallero, no goza de los previllejos e libertades cavallerosas,
fasta que por algund otro que pueda la orden resçiba. E así de un
poeta, aunque a Omero e a Publio Maro pase en eloquençia, non traerá
la aureola fasta que por el prínçipe a quien pertenese dar laurel o
yedra, segund fueron los antiguos, e Petrarcha en nuestra (h)edad,
sea laureado. Onde no poco ofenden la magestad del prínçipe algunos
poetas vulgares, que de su propia abtoridad a otros coronan. E por
verdad dezir, solo temor de errar por modo semejable, retraer me
fizo de laurear, segund mi propósito era, al varón constante,
generoso, bien enseñado Magías, de loable e piadosa recordaçión;
ningund otro seyendo en nuestros días meresçer las frondas de Danne.
E no menos de un estudiante que las divinas e humanas leyes, las
mathemáticas e naturales çiençias tenga en la memoria, se pueda
exenplificar; el qual non es doctor fasta que devida mente de aquel
que puede el grado resçiba. Bien ansí es de los virtuosos, los
quales tienen el meresçimiento, mas no el benefiçio; onde claro
paresçe, aun que tengan las virtudes, que no tienen la nobleza,
fasta que por el prínçipe el privillejo d[e]ella otorgado les sea.
E de aquesta nobleza moral, que sola virtud es, me despidiendo,
a la política, de quien el vuestro razonamiento no menos considero,
m[e]es fuerça venir. El prinçipio e la raíz de la qual es onorable
benefiçio por méritos o graçiosa mente avido del prínçipe, o del
prinçipado, que faze al su poseedor del pueblo ser diferente, aunque
el famoso Doctor çevil, en el título de las Dinidades, paresçe a
este prinçipio contradezir. El qual, después de largas
disputaçiones, en efecto concluye que la abtoridad del prínçipe o
del prinçipado es aquella sola que faze o puede fazer nuevos nobles.
E con su paz fablando, a mí paresçe, aunque el prínçipe e el
prinçipado puedan proveer de algunas dignidades que traen consigo
los previllejos e prinçipio de nobleza e otorgar por ley o por
palabra los tales previlegios, que non puedan fazer verdaderos
nobles, porque la verdadera nobleza requiera quatro dignidades es a
saber, abtoridad del prínçipe odel prinçipado, claridad de linaje,
buenas costumbres e antigua riqueza; las quales no pueden concurrir
todas en aquel que nuevamente faze noble el prínçipe o el
prinçipado; por quanto, aunque tenga laabtoridad, por ventura no
poseerá las antiguas riquezas; e si las riquezas, no las buenas
costumbres; e si las buenas costumbres, es inposible, pues noble no
es, que tenga claridad del linaje; e por consiguiente, no será
verdadero noble, ni lo serán los que d[e]éldesçendieren, fasta la
quarta generaçión que sea purgada la oscuridad del linaje por
olvidança, e por luenga possessión de buenas costumbres e riqueza
antigua con el título del prínçipe o del prinçipado se perscriva la
nobleza. Que se requieran las buenas costumbres e antigua riqueza,
el Filósofo lo dize: en el quarto de las Políticas; e que de
neçesario la claridaddel linaje se requiera, Isidoro lo dize en las
Ethimologías e así mesmo el Catolicón, e Vegeçio, los quales
declarando aquesta palabra noble, concluyen que generoso e noble es
aquel que por sí es noble, e de noble linaje desçiende; onde
manifiesta mente parese la opinión del nombrado Doctor çevil se
destruye.
E avido este prinçipio, es de saber que en tres diversos modos
la política nobleza se suele prinçipiar. El primero es quando
proçede del prinçipado segund que a los primeros reyes de Egipto
pastores seyendo e a Tullio Hostilio, Vespasiano e Diocleçiano, la
inperial e real corona dio prinçipio de nobleza. Por virtud de lo
qual es de aver por fundamiento que a todo prinçipado por una de
quatro escalas se suele venir:
La primera es por tirana fuerça; e aquesta el segundo onbre,
(h)edificador de la primera çibdad, llamado Enoch, començó en el
mundo. La qual e los libres pueblos tirana mente señoreando, la ley
de libertad ronpió primera mente que ninguna otra criatura, salvo la
non razonable, sujudgó en su criaçión a los primeros padres. E por
esta vía aquel que primera mente adoró e fizo adorar el fuego,
segund Josepho dize en el libro de las Antigüedades, primero en el
mundo regnó; aunque Trogo Ponpeo escrive aver seido Nino, fijo de
Belo, el primero rey. E de aquesta primera escala fabló el Sabio,
diziendo en los Proverbios: «La mano fuerte sojudgará, e la feble
servirá en tributo.»
La segunda escala es por divina ordenaçión, segund reinaron los
primeros ungidos reyes; de lo qual en su primero libro Deoteronomio
se lee: «Aquel solo avrás por rey quien eligiere del número de tus
hermanos el Señor Dios.» Aqueste solo es el verdadero e perfecto
señorear, commo diga Saulo a los romanos: «No es prinçipado ni
señorío aquel que de Dios no proçede.»
La terçera es por natural subçesión, segund ordenança de las
leyes humanas, e en los libros se escribe de Los Reyes.
La quarta e final es por elecçión; e aquesta en los dos mayores
prinçipados e ofiçios de más perfecçión se suelen hazer; de la qual
el Filósofo en el quarto Ebro Topicorum dize que todo prinçipado,
para ser mejor regido, se debe elegir; e más conplida mente en los
decretos se lee de los Santos Padres.
E por cualquier destas quatro vías purgado; en la primera, por
luenga posesión paçífica, el tirano vicio todo reino o prinçipado da
comienço de nobleza al su poseedor, segund que en el primero e
segundo libro se lee de los Macabeos, onde los prínçipes son
llamados nobles; e aquesta fue en el mundo la primera nobleza, de la
qual las otras ovieron nasçimiento.
El segundo modo es quando el prínçipe graçiosamente, o por sus
meresçimientos, alguno faze duque, marqués, conde o varón; commo
estas dignidades e las otras semejables, segund dizen las humanas
leyes, son prinçipio de nobleza. E aquesto mismo digo de la
cavallería, en aquellas provinçias onde los cavalleros son avidos
por nobles, e non en otras partes; commo la cavallería non sea
dignidad, segund común derecho, salvo en los cavalleros romanos e
por consiguiente a ninguno otro da el privillejo de la nobleza. Lo
qual entiendo ansí de los cavalleros armados por el prínçipe commo
de los armados en batalla o entrada de castillo fuerte, o en el
Santo Sepulcro. E por declaraçión desto es de saber que no sola
mente los coronados prínçipes pueden otorgar previllejos de nobleza
por ley o por palabra, proveyendo de las tales dignidades, o armas
cavalleros en su señoría commo fuera della, mas cualquier otro
prínçipe sin corona, duque, marqués o conde, que pueda fazer ley,
puede por la mesma vía, aunque no sea cavallero, ennoblesçer e
armar. E aqueste segundo modo, segund opinión de algunos, Ariópago
primer mente (h)usó en Athenas, coronando los más virtuosos de
verdes ramas de oliva, por diferençia de los plebeyos. Commo el
pueblo non conprehenda a los fidalgos, nin los fidalgos sean del
pueblo. E en aqueste caso la virtud es raíz e prinçipio de la
nobleza. Palefato en el libro de las cosas increibles, dize: los
çentauros aver seido los primeros nobles, los quales en número
çiento aviendo, el animal de Neptuno domado primera mente, e las
armas en aquel asayando por su valentía fueron del reino de Thesalia
elegidos por defensores; ninguno, salvo aquellos e los de su linaje
desçendientes, sin ser elegidos por el prínçipe, el nombrado animal
podiendo segund penosa ley cavalgar. E aquesta ordenança fue por
largos tiempos en todo el universo poco menos guardada; la qual en
Siria por el Soldán de Babilonia oy día se guarda; onde ningún otro,
salvo los nobles suyos, en cavallo so çiertas penas pueden cavalgar,
e por los católicos en el último reino de oçidente onde los fidalgos
solos a las obras de Mares son resçebidos. La contra de lo qual oy
fazen algunos prínçipes a las tales obras infinitos resibiendo que
en los ofiçios de Vulcán e de Saturno con los pastores se vieron
trabajar; e aquellos, en grand ofensa de la nobleza, paresen ser
escuderos llamados, commo non lo sean, fidalgos non seyendo. Allende
de aquesto, los ofigios e las dignidades que por virtud e
meresçimiento se devrían dar, oy se dan a personas no meresçedoras e
aquestos son los que pueblan la silla del falso honor, por desorden
de los mayores. Pero aviendo respecto a Libero, primero inventor de
la orden de la cavallería, segund dize Isidro en el octavo libro de
las Ethimologías, que a los más nobles e a los más virtuosos que
eran en su hueste dio primeramente la orden cavallerosa; e poco
siguiendo la ordenaçión de aquel que los primeros senadores de los
más nobles de aquella çibdad que dos hermanos en su prinçipio non
padesçió señores, solamente escogió. Commo diga el Philósofo en el
terçero de las Políticas, «los nobles son dignos de rescebir el
honor»; en el segundo de las Eticas: «Por el honor los nobles con
reverençia son acatados»; e en el primero: «El honor es aquel fin al
qual trabaja» poco menos toda la vida çevil.» E así mesmo en el
quarto: «Los buenos verdadera mente solos deven resçebirel honor.» E
en el octavo: «El honor es merçed e gualardón del benefigio e de la
virtud.» Por ende claro se prueva que el honor sea el verdadero
frutode la virtud. Concordando con el Isidro en el segundo libro de
los Soliloquios, «que segund fuere digna la persona, deve resçebir
el honor». E quantos son en las partes de Europa, ninguna provinçia
espeçificando, porque ninguno me sea odioso, los que ovieron en las
cámaras de los prínçipes sin pieças de armas aver sobre sí lançado
jamás, resçebido la cavallería, non consideran aquel dicho de Séneca
en los Proverbios: «A la persona indigna non ser honor, mas injuria,
la dignidad.» La qual dice Boeçio en el segundo libro de
Consolaçion; que [la dignidad] non faze: ser dignos los non
meresgedores, antes los manifiesta de sí misma indignos; e como la
dignidad, segund adelante dize en el terçero libro, non ha costumbre
esconder el viçio, mas esclaresçer, no podemos por el honor judgar
dignos de reverençia los que del honor juzgamos indignos. Dolor
entrañable a los nobles virtuosos del nuestro tiempo es ver los
prínçipes a personas indignas destribuir sus benefiçios; por lo
cual, segund Casiodoro dize en el sesto libro de sus Epístolas, las
virtudes e buenas costunbres de cada un día se veen peligrar. ¿E
qual será el noble que veyendo en persona de obscuro linaje
distribuidas las reales merçedes, en serviçio quiera trabajar del
prínçipe? Por esto dize Juvenal en la primera Sátira del quarto
libro: «Si quita el honor, ¿quién amará las virtudes?» «Ninguna
humildad es tanta, dize Valerio en el octavo libro, que al dulçor de
gloria no se dexe tocar.» E segund dize en el primero, «el honor e
gloria son causa de acresçentamiento de las virtudes. Por tanto dize
Quintiliano en la quinta de sus Declaraçiones: «Negligente es el
serviçio que no tiene esperança de gualardón.»
E la esperança, segund dize Vegecio, De re militari, en el
tercero Ebro, faze ser mejores los cavalleros. E por el contrario,
la poca merçed e menor esperança oy faze en nuestra (h)edad los
nobles a tanta nesesidad venir, que algunos, seyendo forçados por la
fortuna, cometen robos, furtos e varios delitos, por ende se fazen
infames, e pierden la nobleza; e otros se someten a ofiçios
desonestos, e se dan al uso de las mecánicas artes; por ende así
mesmo pierden la nobleza. De los quales Valerio, en el título de
aquellos que de la noble generaçión de los padres desviaron, escribe
asaz enxenplos. E lo que asaz de condoler es aun que pierden los
previlejos favorables e retienen los odiosos; en guisa que si uno,
el qual por sus deméritos privado sea de la nobleza, ofende a otro
sin primeramente lo desafiar, non menos comete aleve que si privado
non fuese; e por uno que fidalgo non sea, aleve non se cometería.
El terçero modo es por legítima subçesión el fijo del padre,
segund que en el primero e segundo libro se lee de los Macabeos.
Onde los fijos de los nobles, subçediendo en la nobleza de los
padres, son llamados nobles; de la qual entendió el Philósopho en el
segundo libro de los Retóricos; e de aquesta son llenos los libros
çeviles. De los quales, e de las otras autoridades traídas por mí, a
fin que la verdad de nuestra questión en pocas palabras conprehenda
de una tal conclusión, «que sólo aquel goza del previllejo de los
fidalgos, al qual dio prinçipio de nobleza el prínçipe o el
prinçipado; e sólo aquel se puede llamar noble, que noble es por sí,
e de noble linaje desçiende; e ninguno otro, aunque las virtudes
theológicas, cardinales e morales, políticas, intelectuales,
riquezas, fuerças corporales, dones e graçias de la naturaleza junta
mente posea, non se puede verdadera mente llamar noble, fidalgo, nin
gentil ombre». El poco ante nonbrado Doctor çevil, más que algund
otro de los passados, en el Tratado de la nobleza se queriendo
estender, en el título de las dignidades, la opinión reprueva del
Florentin, e las otras en sus Cançiones morales que por él
repetidas, e de ninguna otra façiendo mençión; onde non poco de la
fuerça de su ingenio me maravillo, de las tres conclusiones a los
fidalgos muy perjudicables, si así como suena general mente se devan
entender. La primera es que el linaje no da la nobleza; la segunda,
que la nobleza sin dignidat non se estiende a la quarta generaçión;
e de aquestas se sigue la terçera; que más noble es aquel el qual es
fecho nuevamente noble, que non es el que desçiende de nobles e
antigua generaçión.
Contra la primera es la opinión del Philósopho en el segundo
libro de los Retóricos, onde llama nobles aquellos que la nobleza
traen de sus progenitores. Es así mesmo contra él la opinión de
Boecio en el libro terçero que dize ser la nobleza loor del
meresçimiento de los padres deçendiente; por donde claro paresçe que
el linaje por el qual subçedieron en el honor de sus progenitores,
les dio la nobleza.
Contradizen a la segunda, e non menos a la primera, todas las
divinas e umanas autoridades, que manifiestan la engendradora de
nuestra salud ser noble, clara e ilustre, del linaje real de David
nasçida, segund canta la iglesia universal. Contradizen así mesmo
todos los istoriadores e autores poéticos, que afirman Jullio,
Çésar, primera mente que la inperial monarchía, nin alguna otra
dignidad oviesse, ser noble del generoso e claro linaje de Jullio,
por otro nonbre llamado Ascanio, fijo de Eneas, de la casa real
troyana desçendiente. Es non menos contraria la regla del humano
derecho que manda estender las cosas favorables e restrenir las
odiosas; e como el delicto de la ofendida magestat del prínçipe,
sobre todos más odioso, passe de la terçera generaçión, por
consiguiente la nobleza, cosa favorable, allende de la terçera se
deve estender. ¿Quién negará que de una lunbre sola otras infinitas
e de mayor resplandor no puedan desender, e que una ençendida vela
[della] non esclarezca a todos los estantes en una escura casa, non
sola mente fasta la terçera, mas fasta la última parte de aquella
enbiando su claridad? E commo la nobleza, el escuro linaje
clarificando, por dónde son llamados los prínçipes esclareçidos, a
la luz en efecto sea conparada, manifiesto paresçe que no sola mente
fasta la terçera e quarta, mas fasta la última generaçión se
estienda.
Contra la terçera conclusión es el Philósopho en el segundo
libro de los Retóricos, diziendo: Grande es la diferencia de los que
ayer començaron poseer la por ellos llamada nobleza, a los que
antigua mente la poseyeron. ¿Quién dirá que açerca del govierno o
defensión del pueblo, que son ofiçios de la nobleza, entienda en
tanto grado el que nueva mente prinçipió, commo aquel que antigua
mente la acostumbró? ¿Quién juzgará aquel que en el primero grado
posee las virtudes ser tan virtuoso commo es al que las veemos en el
terçero poseer?
En el quarto grado, segund dize Macrobio tratando del Sueño de
Scipión, se poseen las virtudes. En el primero las políticas, por
las quales bien e justamente se defienden e rigen los pueblos, e son
amados los padres, los fijos, los progenitores e ninguna cosa, salvo
justa e honesta, el que las possee dessea fazer.
E aquesta política virtud es más apropiada e más subjecta que
alguna de las otras virtudes a la nobleza, en la qual las opiniones
del Dante, que dize ser la virtud la nobleza, e la tal virtud poder
estar en persona no virtuosa, commo la fe en un pequeño infante, se
puede salvar.
En el segundo grado son las morales, que allende del buen deseo
de bien obrar la voluntad de los viçios comiença purgar.
En el terçero son las intelectuales, que por multitud de autos
virtuosos ya la tienen purgada.
En el quarto son las exemplares, que en la voluntad divina
están como ideas, de las quales por orden las obras desçienden. E
así commo en el terçero e quarto grado de las virtudes es mayor la
exelençia que en el primero, bien así la nobleza, que es virtud en
efecto, es mayor e más exelente en la terçera e quarta generaçión
que non es en la primera; e quanto más alongada fuere del su escuro
prinçipio, segund que las virtudes, tanto más clarificada e más
exçelente será; por la vía que lo blanco es más claro e más exelente
de las otras colores, por quanto es sobre todas de lo negro más
alongado. Aquesta es una de las naturales razones por donde quieren
provar las donas su onor, defensando que la muger en estado e en
linaje menor de las mugeres, es mas noble e de mayor exçelençia
qu[e]el más noble e mayor de los onbres. ¿Quién será aquel que podrá
con verdad dezir ser tan perfectas las cosas en su primera essençia
quanto en la terçera e quarta sean? Natural espirimento es aquel
anapelo e las otras yervas, en su primera essençia, mortífera, por
convenibles destilaçiones a la quarta e quinta venidas, son fechas
saludables. E cosa vulgar es del vapor se engendrar el colorado
sufre, e el azogue, quel maestro de la alquimia llama mercurio; e
del sufre e del mercurio se engendra el oro, el qual es más
presçioso, commo sea en la terçera essençía, que no es el vapor que
es en la primera, nin mercurio e el çufre, que son en la segunda. El
qual así mesmo quantas más vegadas después se funde, más purificado
deviene. E commo el arte se esfuerçe de querer paresçer a la
naturaleza, testigo el Philósopho en el segundo libro de los
Físicos, e todas las artes a la del bevir, que es el político
regimiento de que usa la nobleza, sean ordenadas, segund dize:
Tullio en las Tosculanas questiones, manifiesto se sigue el
contrario de los qu[e]el nonbrado Doctor çevil por sus conclusiones
parese dezir.
Fazen así mesmo contrarios contra él todos los doctores
alegados, conviene a saber, Isidro, Vejecio e el Catolicón,
Carlomagno enperador e otros; el terçero, commo él se conozca aver
de Carlo, emperador quarto romano resçebido la nobleza, por do no
carese de suspiçión de ser pebleo. Mas porque la autoridad de aquel
ofendida tanto non parezca, es de fablar algund caso onde se conozca
de su voluntad aver sin perjuizio de los fidalgos quererlas
restreñir; el qual me pareçe entre los (tales) términos poderse
formar. Un conde, marqués o duque, ovo de un fijo nietos, e de los
nietos, visnietos; e de los visnietos uno subçedió en el ducado. En
aqueste caso, todos juntamente, sin ofensa de los nobles, commo
luego diré, se pueden salvar, por quanto la nobleza de la dignidat,
es a saber, el nonbre e previllejo de conde, marqués o duque, a los
visnietos, segund dispusiçión de los humanos derechos non se puede
estender, salvo a aquel todo solo que subçedió en la dignidat. La
primera, quel linaje no da la nobleza, se salva en quanto el
visnieto non subçedió en la nobleza del padre, es a saber, en la
dignidat; e la segunda, que la nobleza non passa de la terçera
generaçión, non menos se salva en quanto a los visnietos que no
subçedieron en la dignidat, non se puede estender. Asi mesmo la
terçera, que es más noble el que nueva mente fue fecho por el
prínçipe, que no es aquel que de antiguo e noble linaje desçiende,
se salva en quanto el nuevo duque, marqués o conde, es más noble del
su visnieto que non subçedió en la dignidat. Las quales conclusiones
e la prescripta e razonable costunbre de los fidalgos, segund mi
feble juizio, salvas, a la concordia vengo de las opiniones,
aquellas por orden repartiendo.
La primera, que la nobleza sea buena costumbres e antigua
riqueza, es opinión del Philósopho en el quarto libro de las
Políticas.
La segunda, que sea ardimento a las cosas loables, es de
Séneca, en el quarto libro de sus Epístolas.
La terçera, que sea loor de meresçimiento de los padres
desçendientes es de Boeçio en el libro tergero de Consolaçión.
La quarta que sea ninguna otra cosa, salvo los viçios temer, es
de Nassón en el libro de Nuce.
La quinta que sea generaçión virtuosa e onor aquistado de los
progenitores, es de Aristótiles, en el segundo libro de los
Retóricos.
La sesta e última, que sea fruto de la virtud, es común opinión
de todos los philósophos.
Las quales bien consideradas, aunque paresçen diversas, non son
contrarias. E por la vía que la piedra, el fierro, la madera e las
otras cosas diverssas, en perfecta edificaçión de una casa vienen
todas acordes, cada una por sí non podiendo la casa perfecta mente
edificar, bien así las seis opiniones diversas, que son seis
calidades verdadera mente de la nobleza, commo no sea cada una
dellas por sí bastante, vienen todas en su edificaçión acordes. Las
quales, si derecha mente son entendidas, (todas) concluyendo
acuerdan la opinión mía, commo sea más amigable al humano derecho, e
non contradiga a la moral philosophía, es a saber que la nobleza es
honrable benefiçio por méritos o graçiosa mente, de antiguos tiempos
avido del prínçipe o por subçesión, que faze a su poseedor del
pueblo ser diferente.
E asaz me paresçiendo, segund la flaqueza del mi ingenio, la
concordança de vuestras opiniones e la mía açerca del propósito aver
declarado, e por que en las señales que en la vanderas e en los
escudos de algunos que non deven, e de otros que en modo non
convenible se traen, fue por algunos tocado, aun en pocas palabras
algunas quistiones moviendo çerca desto, converná dezir. Si puede
tomar armas qualquier persona, sea la quistión primera. A la qual
paresçe el nombrado Doctor çevil en su tratado de señales y armas
responder de sí mesmo diziendo aver seido falladas las señales e
armas, segund que los nonbres, por conoscimiento de las personas; e
que commo qualquier persona puede tomar nombre a su plazer. E por
consiguiente puede tomar armas e las traer. E por su reverençia,
fablando lo contrario de sus mesmas razones queriendo provar, me
paresçe será manifiesto; por que çierto es, e por él se otorga, que
las señales e las armas de una dignidad ninguno puede traer, salvo
aquel solo que la mesma dignidad possea; e las armas son señales de
la nobleza, la qual él dize ser dignidad; por consiguiente ninguno
otro, salvo noble de aquel linaje, las puede traer, que las armas
sean divisa e señal de nobleza, su prinçipio lo muestra; las quales
el más noble e más poderoso de los primeros reyes, fallado primera
mente en el mundo, fue visto traerlas. El segundo, segund escriben
Zenón, Cleantes e Crisipo e algunos otros, fue el primero e mayor
Jove nonbrado Olinpio, fijo del antiguo Saturno; e segund dize
Colupnes, en el su libro con razón llamado Gran mar de estorias fue
en tiempo de Belo, que fue padre del primero rey reinante en los
días del mesmo Jove, a quien por exelencia todas las obras famosas
de los otros Joves, segund que al mayor al Ercoles, las de todos los
otros son apropiadas. Aqueste, segund por los nombrados actores se
dize, seyendo el primero que no contento de su señoría, las agenas
tierras con poderosa mano ocupase, estando por dar a los gigantes
fijos de Titán la famosa batalla que algunos dizen aver seido en el
mundo la primera, vio partir de su hueste contra los enemigos una
águila bolante; la qual, siguiendo con su gente ordenada, fuerte
batallando, quedó vençedor; onde fue visto dende adelante aquella
levar por señal vitoriosa, quando quier que avía en batalla de
entrar. Pruévase non menos que las armas sean devisa e señal de la
nobleza, por la prescripta e razonable costumbre que en todas las
cortes de los prínçipes se guarda; los quales, entendiendo algunos
fazer nobles, primera mente les dan el prinçipio de la nobleza,
dándoles las dignidades cavallerosas que les dan las armas en señal
e devisa d[e]ellas. Nin es firme del todo aqueste fundamento, que
son falladas las armas segund que los nonbres, por común
conosçimiento de las personas. Jove o Júpiter, que d[e]ellas se lee
aver seido el primero inventor, non por conosçimiento, mas por el
buen agüero que falló en la vista del águila, por señal la tomó. E
puesto que por conosçimiento sean de las personas falladas, no es
dezir que por conosçimiento de todas, mas de aquellas solas que en
sus propias filosomías por algund inpedimento non se podrían
conosçer. Cosa superflua e desconvenible sería que uno tuviese la
faz descubierta, en la qual verdadera mente se conosçe la persona e
deviese traer señales por conosçimiento d[e]ella.
E commo los mayores e los menores fidalgos, es a saber, los
cavalleros e los escuderos, en las batallas antiguamente se llevasen
yelmos, por causa de los quales yelmos de los suyos mismos no podían
ser conosçidos, e los frecheros, peones e vallesteros, levasen las
caras descubiertas, fue convenible cosa que los fidalgos solos, e
non los otros, deviesen en sus escudos traer señales e armas; por
donde en los tales fechos se pudiesen conosçer, e que ellos solos
acostunbrasen de las traer las mesmas cosas en las cuales se traen;
es a saber, vanderas, cotas de armas, escudos de cavallería, que
sola mente traían los fidalgos, lo manifiesta claro. Vulgar cosa es
que d[e]este nonbre varón se conpuso aquesta palabra «vandera», por
lo qual ninguno, salvo varón o mayor qu[e]él la puede traer. E cosa
no dubdosa es que alguno, salvo gentil onbre, pueda traer cota de
armas. E aquesta es una de las razones por que los ofiçiales de
armas todos deben ser gentiles onbres. E manifiesto es que ninguno,
salvo escudero, antigua mente podía traer escudo de cavallería; onde
aquesta palabra escudero, que en lengua latina quiere dezir
«trayente escudo» quedó por memoria. E commo este modo de batallar
fuese de más valentía, en quanto requiere destreza e ardimento e
fortaleza más de lo que pide el flechar nin algund otro modo de
conbatir a pie fue de los nobles antiguos por más noble escogido.
Onde aquestas justas que aún oy se fazen en arnés real con los tales
escudos en que los nobles antiguos traían sus armas, son por más
nobles avidas que las que se fazen en arnés de guerra. Por donde
claro paresçe que las armas son propias señales de los fidalgos e de
sus legítimos deçendientes. E por la vía que un ofiçial de artes
mecánicas, segund çevil derecho, non puede commo maestro usar del
tal ofiçio nin traer las señales d[e]él sin ser primeramente por el
maestro prinçipal aprovado, así ninguno non puede traer armas, que
son señales de la nobleza, sin primera mente aver el previllejo e
prinçipio d[e]lla por linaje, e ser aprovado por el prínçipe. E por
consiguiente, trayendo las armas de la dignidad que non posee,
falsedad comete, e commo falsario se debe pensar. Aquesta es la
causa por que los mecánicos ofiçiales por el maestro prinçipal
aprovados, que en Alemania, segund antigua costunbre por culpa de
los fidalgos prescripta, pueden sus propias señales de los ofiçios
traer en escudos, pero yendo en guerra non ponen escudos nin
armadura otra de cabeça, por diferencia de los fidalgos, o por fuir
la tal pena. Onde aquellos que sin yelmos se miran, por señales, non
por armas, son conosçidos; segund que por ministrales son conosçidos
los que a la parte siniestra, por diferençia de los ofiçiales de
armas, traen los escudos. Así es determinada, salvo mejor juizio, la
quistión primera: que ninguno otro pueda traer armas, salvo gentil
onbre.
La segunda, si las puede tomar de sí mesmo, o las deve reçebir
del prínçipe do ellas se levantan. E ninguna dubda es, pues tiene la
nobleza, que tiene las señales d[e]ella, e si non por obra, por
poderío, quando le pluguiere, las puede tomar. Por este modo fizo
aquel del qual desçendió Oete, padre de Medea, que de sí mesmo,
segund que Palefato, dize que el velleçino de oro por señal tomó. E
por esta vía el capitán de la nave de Creta, segund escrive
Fulgençio, tomó por señal el blanco toro que en su vandera se
devisava quando fue robada Europa, fija del rey Agenor. E por esta
figura, segund Dídimo afirma, tomó Perseo la cabeza de Gorgón, (a)
la qual batallando contra los de Persia en su escudo levava. Mas
aunque todo noble de su autoridat propia las pueda tomar, aquellas
son más onorables que por mano del prínçipe se toman.
E de aquesta segunda quistión depende la terçera, es a saber,
un gentil onbre si puede en una provinçia o reino las armas de otro
tomar sin su liçencia. A la qual el çevil Doctor responde que sí;
segund que puede uno el propio nombre tomar de otro, commo sea una
la razón. E aquesto dize ser verdad, si d[e]ellas traer desonor,
daño e peligro al señor d[e]ellas non se puede seguir, commo se
seguiría si un omne escandaloso que enemigos capitales tuviese,
tomasse las armas de un paçéfico, el qual, en las señales al
escandoloso se paresçiendo, por los contrarios del otro, desonor o
muerte podría resçebir. E su autoridad salva, a mí paresçe, aun que
desonor, daño e peligro dende non se siga, que non puede sus armas,
nin su devisa sin liçençia suya tomar. Manifiesto es, e por él se
conosçe, que en la devisa e armas de una casa o de una generaçión
los deçendientes legítima mente deven subçeder; e commo aquel que
las tomó non deçienda de aquella generaçión, por consiguiente non
las puede traer sin ligençia del señor de la casa, e si casa no ay,
de la mayor parte de aquella generaçión. Nin es perfecta razón que,
pues el propio nombre se puede tomar de otro, que las armas propias
se pueden tomar, porque tomando el nombre, aún queda el sobre nombre
e el apellido, por donde un onbre de otro se puede conosçer; lo qual
çessa en las propias armas, commo ninguna otra diferençia quede por
donde las unas de las otras se puedan devisar, e por consiguiente,
el que las trae non se podría conosçer. Lo qual es contra su
prinçipio, que las armas son falladas por conosçimiento de las
personas. Es así mesmo claro, segund derecho humano, que un
escribano, el qual de su propia autoridad aya tomado un signo que su
linaje no aya traído jamás, a qualquier otro puede defender que non
lo pueda tomar, e por esta vía semejable, un ofiçial a otro que de
su misma señal non deva usar; quanto más puede con razón qualquier
fidalgo que en las armas de su linaje commo en propia eredad
subçedió, a otro vedar que, sin plazer suyo, non las pueda traer. E
si por ventura se dize los casos ser diferentes, commo en el signo e
no en las armas se pueda falsedad cometer, respóndese que tanta e
más falsedad en las armas, comino en todas partes sea de costunbre
con ellas sellar, se podría cometer. E no menos se cometería si los
de una gran casa fallesçiesen todos, de la qual oviese antigua mente
un ome de poco estado tomado armas. ¿Quién dubda los de su linaje,
aquellas trayendo, non aver color de demandar la casa e la senoría;
e non [se] pudiendo provar el contrario, que non devan commo
desçendientes en ella subçeder? Segund que oy fazen algunos, los
quales aviendo las armas que traen por criança, con los prinçipales
del linaje contienden en subçesión e nobleza; en lo qual cometen
falsedad e de falsarios, commo el que el signo contrafalsa de otro,
devrían sentir la pena. Onde claro se sigue que ningund gentil onbre
puede tomar armas nin devisa de otro, sin aver su consentimiento. E
aquesta es la razón por que un (a)polonio puede tomar armas de uno
de España, sin su liçençia, e uno de España de un çipriano, e un
çipriano de un alemán, e así de las otras nasçiones; el señor de las
armas non lo podiendo vedar, por quanto las provinçias son tan
diversas unas de otras e tan alongadas,que la falsedad çerca de la
suçessión e de las otrascosas, non se puede causar ningund desonor,
daño o peligro, a cuyas son dende seguir. Por esta figuraCatulo,
segund Fanodes escrive, el águila tomóde Jove, que por señal levava
quando vençió al reyCroa, e prendió a Gamínedes. E por esta vía el
tío de Elena la mesma señal de águila tomó del frigio Tántalo, la
qual en su estandarte se devisa, quando de las flamas, onde esperava
la fija de Leda por aver seido causa de tantos males sacrificarse,
fue por él delibrada. E por este modo el prinçipado romano la mesma
águila, por quanto era señal del soberano Jove, tomó por exelençia;
la figura de la qual con su mesma devisa por los giegos pueblos en
el Capitolio se adorava. E por la mesma razón que estos prínçipes,
en diverssas edades o provinçias reinando, las armas pudieron, sin
perjuizio unos de otros tomar,por esta mesma razón un gentil onbre
puede en su mesma provinçia, sin poderle ser defendido, tomar armas
de un otro noble que, ninguna heredad nin pariente dexando, sus días
aya fenesçido; e unvasallo poner sobre las suyas, salvo ençima, las
del señor en reconosçimiento del señorío. E lo que ove dicho que uno
puede a otro defender que non tome sus armas, ha lugar contra el que
las toma de su propia autoridat, no contra el que las toma de mano
del prínçipe. E aquesta es una de las razones porque son más
honorables.
La segunda es que si dos gentiles onbres de igual dignidad unas
armas tomasen, e non pareçiese d[e]estos qual fuese el primero, el
que las tiene del prínçipe puede al que las tomó de sí mesmo fazer
el defendimiento, e en la batalla lo preçederá, aunque las oviese
tomado primeramente. E segund poco ante dezía de la nobleza, que
todos los del linaje o de la casa del que la resçibió deçendientes,
legítima mente en aquella subçeden, aquesto mesmo es de las devisas
e de las armas digo; las quales, agora por mano del prínçipe, agora
por propia autoridad sean resçebidas, en presençia sienpre de un Rey
de armas, o dos ofiçiales diestros, siguiendo su ordenança, se deven
tomar; lo qual non aviendo querido algunos guardar, oy traen falsas
sus armas por tal figura, que, seyendo en algund torneo onde las
leys de nobleza e del blasón se guardasen entrados, serían de aquel
lançados vituperosa mente en su gran confusión. E commo la divina o
humana sçiençia en aquesto non provea tan copiosa mente de
autoridades, yo, queriendo seguir la razón e la costunbre, que es
otra ley, e así mesmo la naturaleza de las cosas, a la qual el arte
en quanto puede, quiere paresçer, tomo por fundamento que un solo
color aunque sea metal, non puede fazer armas por sí. La razón es un
prinçipio de arismética que dize en unidad no aver división; e commo
las devisas de las armas sean falladas por conosçimiento e división
de las personas, se sigue que un solo color non podiendo fazer el
tal apartamiento e división, non puede fazer armas. Es otro
prinçipio que los colores, sin aver alguno de los dos metales, oro o
argento, non fazen armas. La razón es porque las armas se fazen de
los metales, e los más fuertes seyendo polidos, al oro e al argento
son en color semejables. E aquesta es la causa por que las villas e
lugares que non pueden tener armas, non seyendo çibdades, non pueden
traer en sus señas oro ni argento, mas solos colores. Lo qual avido
por fundamento, es de saber que todas armas se toman de solas quatro
figuras: la primera es animal sentible, non razonable, commo es el
escudo inperial e del reino de León; la segunda es cuerpo vivo, non
sentible, segund que es el escudo de Françia; la terçera, cuerpo non
vivo, por sí estantes, commo el escudo de la corona de Castilla; la
quarta, cosa non viva por sí non estante, commo las armas de los
condes de Cunenberg, es a saber, un escudo de argento e de sable,
partido en faxa. e commo es un escudo quartelado de oro e de Sinoble
e así mesmo un otro franjado de argento e de golas. E aquestas
figuras, agora se traigan en bandera o en escudo, agora en cota de
armas o en paramentos de cavallo, o en qualquier otra cosa, las
bivas sienpre se deven poner en su auto más noble e más viguroso; e
las non vivas en su más noble e propio ser, en las delanteras
partes; e las más nobles, quando en bandera se traen, a la parte
proçediente están mirando. Otra mente monstruoso sería si la faz,
que deve proçeder, de su propiedad retrosçediese; e quando en un
escudo o en cota de armas, o en qualquier otra cosa se traen, deven
sienpre a la diestra parte mirar, commo sea más noble, por ser
prinçipio del movimiento. E aquesto es verdad, salvo en dos casos:
el primero es quando dos bestias se están batallando; el segundo es
quando en paramentos se traen puesto en el cavallo, en los quales lo
más noble de las armas, así de la diestra parte como de la
siniestra, al rostro del cavallo se deve de enderesçar; bien como si
diversos de la una parte e de la otra en serviçio yendo del cavallo
a la cabeça del cavallo todos mirasen; por que cosa monstruosa
paresçería si unos al rostro e otros a la cola deviesen acatar. E la
avida consideraçión que las delanteras partes e las más nobles de
las figuras deven mirar al asta de la bandera, çesa en los
estandartes de los tronpetas, en los quales deven mirar a la parte
delantera del estandarte e non a la asta, que es la misma tronpeta.
E todavía el diestro pie de los animales, por quanto es más noble,
por ser prinçipio del movimiento, segund dicho he, al siniestro
preçeda. Nin es de curar si en las banderas o estandartes pareçe de
la otra parte retroçeder, nin las otras figuras estar al contrario,
commo esto por açidente o contra propósito venga. E çerca de los
actos, quales sean más nobles e mas vigurosos -la calidad de las
cosas lo demuestra- primeramente es de considerar, e la propia
naturaleza d[e]ellas siguiendo, digo que las bestias salvajes se
deven poner en al más viguroso auto de su feroçidad; e las
domésticas en el más noble auto de su propiedat; así commo el
águila, volante e reguardante; el león, ranpante, batallante; el
cavallo, saltante, passante; el can, buscante, firmante o tomante. E
por la mesma forma las cosas vivas, non sentibles, commo es el
fuego, las plantas e las otras cosas semejables. Del fuego es más
noble e más viguroso auto esclaresçer e sienpre lo alto seguir; de
las plantas, reverdeçer, floreçer. Las figuras non bivas, por sí
estantes, commo non tengan auto, salvo por açidente, en su más noble
e más propio ser se deven considerar. De una torre, que es cosa non
biva, por sí estante, el más noble es mostrarse fuerte, alta,
derecha e no acostada. E así de las figuras non vivas, por sí
estantes, los anges, xineros, senieras, e todas las otras se pueden
enxenplificar. De las non bivas, por sí non estantes, segund que es
un escudo franxado o quartelado de argento e de golas, e otras
semejantes, commo los metales e los colores en aqueste caso sólo
fagan las armas, el mas noble de los colores e de los metales deve
estar en el primero e más alto lugar, que son los más nobles. Por
entendimiento de lo quales de saber que los dos metales que se
acostunbran poner en las armas passan a los colores en dignidad. La
razón es por que los metales son colores, e los colores non son
metales. Onde aquellas armas que un solo metal ovieren, non serán
tan onorables quanto las que ovieren los dos metales. E aquesta es
una de las razones por que los cavalleros armados en batalla o en
fuerte conbate, por mas onor pueden traer oro e plata, e non
aquellos que son armados en las cámaras de los prínçipes. E qual de
los metales sea más noble, vulgar cosa es. De los colores qual sea
de más nobleza es bien de considerar, por quanto un color se puede
deçir más noble que otro en dos diversos modos.
El un modo es aviendo respecto a la cosa que representa; e
segund esta consideraçión, el color del oro dezir se puede más
noble, por quanto representa la luz, que segund la divina e humana
sçiençia después del ánima razonable, es la cosa más noble del
universo. E los rayos del sol, que es cuerpo más luminoso, d[e]él se
pueden más apropiadamente figurar. E después d[e]él lo colorado se
puede a este respecto dezir más exelente, en quanto representa el
fuego, cuerpo luçífero, el más digno de los elementos, ca por su
dignidad d[e]estos dos colores, a los prínçipes solos d[e]ellos
convernía vestir. Después d[e]éstos, el más onorable será el azul,
por el qual el aire, cuerpo diáfano amigable a la luz, después del
fuego el más noble de los elementos, se suele representar.
El otro modo es quando se dize un color más exçelente, segund
su propia dignidad, e non de aquella cosa que representa. E commo la
luz sea la más noble, e el su contrario sean las tinieblas, e por
consiguiente más viles, lo blanco, que es el color triás claro e más
çercano a la luz, segund su propia dignidad, será más noble e más
exelente; e lo negro, qu[e]es más cercano a las tinieblas, será más
baxo e de menos nobleza. Onde los medios colores, segund que más
menos a lo blanco o a lo negro se açercan, serán dichos nobles o
menos nobles. E por aqueste modo es de mayor nobleza, lo qual pareçe
en el libro De Senssu e Senssato dezir el Philósopho.
Por donde ha una vulgar quistión que suelen mover; quales sean
d[e]estas quatro figuras más nobles armas. A lo qual se puede
responder que o esta nobleza se considera aviendo respecto al auto e
a la calidad de la misma figura, o de aquella cosa que representa.
Si respecto se ha al auto e a la calidad de la misma figura, ninguna
dubda es que la primera es más noble que la segunda, e la segunda
más que la terçera; e la terçera más que la quarta. Si la nobleza se
considera aviendo respecto al auto e a la naturaleza de la cosa que
representa, en aqueste caso, segund la nobleza de la cosa
representada, será noble la representaçión. E una figura que, segund
su propia calidad, es menos noble que otra, será más noble segund la
calidad e naturaleza de la cosa que representa. Puedese
enxenplificar en dos escudos de dos prínçipes, iguales en tienpo, en
dignidad e honor, de los quales uno tenga una cruz suya por armas, e
el otro un león. Cierto es que el león, por ser animal sentible, es
más noble que una planta non sentible, considerada segund su propia
naturaleza; mas aviendo consideraçión al alto misterio de la passión
qu[e]el fazedor, en aquella nos salvando, quiso padeçer e resçebir,
manifiesto es que el escudo de la cruz, aunque sea planta o madero,
presçederá al león, e todo fiel católico se le inclinará e fará
reverençia, e non al león nin a ninguno otro animal, aun que
razonable sea, si non es por la igleja canonizado. E de aquí otra
quistión depende, es a saber, si el animal razonable por armas se
puede tomar; e segund natural razón, se responde que non, commo sea
el omne criado para usar de las formadas cosas, e non para ser commo
ellas usado. Lo qual se prueva por la ley çivil, fundada sobre
aqueste natural prinçipio que dize «todas las cosas poder venir en
uso fruto, e así mesmo en viso, salvo el animal razonable». Nin es
seguro de creer si pudiera el que luchó con el ángel, convenible
mente por armas traer umana figura, que al más digno de sus fijos
non diera la más digna figura de todas, que es la humana, quando en
fin de sus días por spíritu de profeçía le dio el león, segund
testifica en su acabamiento el Génesis, e Clemente en fin del
Interetario. E aquesta autoridad parese destruir la común opinión de
los que en las armas al águila dan sobre el león la exçelençia. E
commo las donas ensalçen la parte del águila fasta la última parte
de la espera en su favor, converná, la parte de los omnes
sosteniendo, el león algund tanto favoreçer, cuyos autos pareçen ser
más nobles e más çercanos a la humana naturaleza. Que sea más fuerte
el temor lo demuestra que natural mente de su vista prenden todas
las otras bestias; el qual de ninguna otra cosa, salvo de los
formados sones de los carros andantes, prende pavor. Que sea más
animoso, el ardimento contras las bestias mayores de sí lo
manifiesta. Que sea más noble, el conosçer de la sangre real, el
batallar, el non fuir, el continuo vençer dan esperimento claro. Que
sea más çercano al razonable sentido, el non ofender las dueñas,
dignas de onor e piedad, el non fazer mal al que se le umilla e
obedeçe, el reconosçer el bien reçebido, dan testimonio. [D]el león
se lee a quien tiró Gerónimo en el desierto la ofendiente espina,
que por reconosçimiento, después en serviçio suyo continua mente
vivió. E por verdad se afirma en nuestra (h)edad del león que
seyendo por el cavallero de Balboa, prior de San Juan, contra la
serpiente ayudado, sola la muerte de su conpañía averlo después
departido.
Non es auto al onbre convenible el volar, nin muy loable a los
menores de sí ofender; nin así mesmo es gran honor de salto vençer e
de un pequeño infante con temor fuir. El león es por la dignidad de
su naturaleza signo celestial llamado; en la casa del qual el
planeta más benigno, más templado e más verdadero, al quales subjeta
la sabiduría, la razón, el honor, las riquezas, significa la deseada
sobre todas cosas bien aventurança. Al león por exelençia fue de los
antiguos al tienpo presente, más noble de los tiempos, digna mente
conparado, por quanto está firme, segund el león, e non fuye commo
el tienpo passado, al lobo por el robar e fuir; apropiando el león,
segund dicho he, dio profetizando el marido de Rachel al quarto de
sus fijos, en cuyo linaje el çeptro real de Judá avía de feneçer por
la venida del esperado rey del universo que, legítima mente d[e]él
deçendiendo quanto a la humanidad, en las armas e linaje real
subçedió, segund da testimonio el Evangelísta diziendo: Venció el
león del tribu de Judá. Onde la parte suya más fuerte que la del
águila pareçiendo, por no ser notado de suspiçión, que por ventura
de algunos sería, dexando a los mançebos causa de quistionear e
abivar sus ingenios, aquella, segund la flaqueza mía, çesso de
determinar e levar más adelante; otra dubdosa quistión que por
algunos se suele mover prosiguiendo, conviene a saber, a qual figura
de las quatro nombradas se deven apropiar las bestias que non se
traen por armas enteramente, mas en algunas partes d[e]ellas. Çerca
desto, qual parte del cuerpo sea, primera mente es de conosçer, si
por ventura es la cabeça del animal, e demostrase biva en su
contenençia, commo sea del cuerpo más noble parte, retiene su propia
figura, segund tienen las cabeças d[e]algol e de la Idra que pone
Ptolomeo en la costelaçión de su mesma figura; sinon demuestra commo
sea cuerpo remoto e que aya perdido el sentimiento; pierde su
nobleza e su propia figura, e cae en la terçera. La razón es por
cuanto el contrario de las cosas más nobles, segund dize el
Philósopho, en estremo grado es menos noble, e así es que los
corruptos cuerpos, seyendo venidos en su contrario, es a saber, en
corrubçión, por consiguiente, en estremo grado, son menos nobles. E
aquesta es la natural razón por que los cuerpos humanos peor olor
que otro corrupto cuerpo enbían de sí desque son corronpidos. Si las
manos, si el costado e alguna parte de la bestia por armas se
manifiestan, e las otras se esconden, commo aviene quando se blasona
sin villanía saliente de una cueva, o entrante en otra, mostrando
las delanteras, e las últimas partes teniendo enboscadas, por vía
que razonable mente se crea venir e a la ora cae en su mesma figura,
sinon pareçe estar entrante, eboscado o saliente, o por alguna otra
continençia vivo non se puede juzgar; e a la ora cae, segund cuerpo
remoto, en la terçera figura. Más todavía en nobleza pasan las vivas
a las non bivas de la mesma naturaleza; las naturales a las
monstruosas; las propias a las contrafechas; las enteras a las
partidas; las más dignas partes a las menos dignas; la dignidad e la
nobleza juzgando, segund los autos e las calidades de los animales.
E por quanto me pareçe aver dicho general mente que la primera
figura de los cuerpos sentibles, no razonables, segund su propia
naturaleza considerados, es más noble que la terçera de los bivos,
pero non sentibles, e por consiguiente se puede concluir que las
bestias ser más nobles que los cuerpos sobre çelestes de la fija de
Latona, fasta la octava espera contando, que biven sin sentimiento;
aun que algunos philósophos ayan tenido el contrario, en deffensa
d[e]ellos argumentando, non determinando, por la asignada razón,
algund tanto converná decir.
E que sean después del ánima razonable, criada a la semejança
del su fazedor, más nobles e más exçelentes que ninguna otra
criatura, se prueba, commo sean de materia más perfecta criados, tal
que non resçiban, segud dize el Philósopho, pelegrinas impulsiones.
Aquestos non envejeçen, non se corrompen nin cansan de su movimiento
jamás; aquel mismo vigor retienen que resçibieron al punto de su
criaçión. Todas las criaturas viven por el onbre, e el onbre segunda
mente por éstas; todas son subjectas al onbre, y el onbre a éstas,
salvo la libertad del libre alvedrío.
¿Quién no afirmará, si Jove, planeta benigno e verdadero,
estando retrogrado, commo en los pasados años, resçibe contrario
acatamiento de la Luna, señora del tiempo, que segund verdadero
juizio de astronomía, el mayor saçerdote e todo el estado
eclesiástico, sacrificado espor Jove:, non sean divisos e odiosos a
los seglares, e vistos en grandes peligros? ¿E quién negará, si
Mercurio, señor de la casa de la religión, esse mismo Jove, estando
bien afortunados e igual mente poderosos, se acatan el uno al otro
con reçebimiento de la quadratura, segund que el año passado, que la
Igleja non se departa, e en la primera sé apostólica non sea un
perlado discreto, sabio, de buen coraçón, en sus fechos bien
afortunado; e contrario d[el]él. en la agena sea un varón de gran
ánimo, liberal, piadoso, onesto, de buena essençia spiritual e
famoso; por las quales virtudes los estantes trabajados daños e
peligros a la ora serán afinados? Ninguna cosa la naturaleza cría
que en la ochava espera non tenga su figura segund la qual natural
mente resçibe pesar o plazer, infortunio o bien aventurança, quando
quier que la prudençia a la çelestial inclinaçión non resiste.
¿Quién no sabe que los hermanos de Clitemnestra e las otras que se
veen estar en el çielo humanas figuras, resçibiendo sus amigables
planetas contrarios acatamientos, non causen trabajos, enfermedades,
muertes, a los cuerpos humanos en su costelaçión engendrados? ¿E
quién ha por saber qu[e]el león de la selva Nemea, el cavallo
Pegaso, el sacrificado toro por la muerte de Caco, el carnero
frigio, la bestia que ovo criado Jove, el cuervo de Febo, el delfín
de Orión e los otros animales del ochavo çielo, estando por
contrarias conjunçiones infortunados, que todas las bestias mudantes
non resçiban infortunio? E aun si la nave de Argos en el çielo es
infortunada, ¿quién dubda que las naves del clima donde cae su
influençia, non sean por fortuna e tenpestad trabajadas? E por el
contrario, quando todas las por mí nonbradas figuras en su espera
fueren prósperas e ensalgadas, todas las criaturas a su costelaçión
e influençia subjetas serán bien afortunadas. Onde claro parese la
dignidad e exelençia que tienen los cuerpos çelestiales sobre las
criaturas, salvo la razonable, que por virtud de la prudençia e
libre alvedrío los señorea.
E declarada de grado en grado la dignidad e nobleza de las
quatro figuras, por fin de mi razonamiento, a una conclusión sola,
que la fuerça de mi fablar en pocas palabras comprehende, me
reduziré. Digo que todo prínçipe deve dar figura convenible a la
virtud e condiçión de la persona que las armas resçibe, siguiendo la
divina autoridad que ove suso alegado en fin del Génesis, la qual
enseña commo el padre de los doze tribus, siguiendo la virtud e
condiçión de cada uno de sus fijos, e non segund el amor e afeçión
que les avía por espíritu profético las diez figuras de animales
dando o conparando, a cada uno d[e]ellos la suya, segund su
meresçimiento e calidad convenibles, al primero génito, non
virtuoso, que en el vedado lecho durmió del padre, dio el asno; e a
los menos dignos, non bivas figuras; e a los otros por el contrario:
el ciervo a Neftalím; el lobo a Benjamín; a Isacar la bestia que
fabló a Balán; la serpiente a Dan de cuya generaçión si nascido no
es el fijo de perdiçión, segund los doctores de la divina e santa
escriptura, ha de nasçer; el león al animoso Judá, de quien por
nuestra salud devía venir aquel que todo lo puede. El qual, por la
infinidad del su poderío, e por la su benina e piadosa virtud, nos
faga de aquellas armas e devisas dignos que en la caída del soberbio
Luçífero traían los vençedores en la su gloria. Amen.

Siguese una carta de Juan Rodríguez
No se sabe para quién la aya escripto que
paresçe averla hecho cuando se partió a ser fraile en el
Santo Sepulcro de Jerusalén, yendo desnaturado del
reino.
Estudiosa ocupaçión mía. Venida es al puerto, con
dulçe afán por tí remando la naveta del mi pobre
engenio, e su áncora prendiente en las deseadas riberas
ya tiene firmada. Mas ni por esto plaze a la fortuna,
por que el fin de un trabajo sea prinçipio de otro, nos
otorgar reposo; que por ordenança suya, commo yo pienso,
no mía, a tí conviene los últimos reinos del oçidente, e
a mí los postrimeros del oriente, a tí las regiones
esperias, a mí las indianas; tú vas en parte onde los
más virtuosos, los más nobles, los más diestros te farán
honor, e si non por el tu meresçimiento, por el nonbre
que llevas escripto en la frente, e yo vo en tierras
donde espero de las gentes paganas, bestiales,
mostruosas, resçebir ofensa. ¡O quánto más que yo te
puedes llamar bien aventurada! Estudia conplazer a las
entendientes donas de onor con la tu primera parte; e a
los omes generosos, poseedores de alguna virtud, con la
segunda. La reprehensión de los más sabios con paçiencia
sostén; e segund el derecho juizio d[e]ellos, te apareja
a la enmienda. Non des los oídos a las palabras de los
poco sabios, nin de los que fueres mal resçebida te
consientas mirar. Del falso loor, semejable al dulçe
canto engañoso de la serena, non te deves fiar, nin
desesperar de la canina ravia del mal dezir. En la furia
de los quales si por ventura cayeres, con virtuosa
fuerça resiste; e si la maliçia sobrare a la virtud,
reclama a la Magestad real; ante la qual, besando la
tierra, recomienda al tu fazedor, no olvidando la tu
menor hermana, asaz más graçiosa e menos conpuesta, el
Oriflama, que en la silla de Anthenor sentada en las
saladas ondas, plañiendo queda el nuestro departimiento
e la su edad non conplida, por se ver de mí apartar [e]
no te poder seguir. E Eolo comiença ya de sus cóncavos
reinos enbiar detenidos pueblos; e Zéfiro, muy furioso,
las naves cursantes esperonea; trayendo consigo las
marinas ondas del ocidente. Los omnes, las aguas, los
vientos, del nuestro largo despido enbidiosos, en la
boca me ronpen la palabra, non consintiendo
Triunfo de las donas y cadira de onor
Juan Rodríguez del Padrón

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