JOSÉ
MARTÍ
MENTE
LATINA
Entre
los muchos libros que han venido a favorecer en lo que va de mes La
América,
uno hay que regocija, y no es más que el catálogo de un
colegio.
No
nos place el catálogo porque nos dé asunto para huecas y fáciles
celebraciones
a las conquistas nuevas, que con trabajos arduos se celebran
mejor
que con palabras sin meollo, que de puro repetidas van quitando ya
prestigio
y energía a las ideas que envuelven; sino porque en las páginas
del
pequeño libro resalta gloriosa, en una prueba humilde y elocuente, la
inteligencia
latina.
No
nos dio la Naturaleza en vano las palmas para nuestros bosques, y
Amazonas
y Orinocos para regar nuestras comarcas; de estos ríos la
abundancia,
y de aquellos palmares la eminencia, tiene la mente
hispanoamericana,
por lo que conserva el indio, cuerda; por lo que le
viene
de la tierra, fastuosa y volcánica; por lo que de árabe le trajo el
español,
perezosa y artística. ¡Oh! El día en que empiece a brillar,
brillará
cerca del Sol; el día en que demos por finada nuestra actual
existencia
de aldea. Academias de indios; expediciones de cultivadores a
los
países agrícolas; viajes periódicos y constantes con propósitos serios
a
las tierras más adelantadas; ímpetu y ciencia en las siembras; oportuna
presentación
de nuestros frutos a los pueblos extranjeros; copiosa red de
vías
de conducción dentro de cada país, y de cada país a otros; absoluta e
indispensable
consagración del respeto al pensamiento ajeno; he ahí lo que
ya
viene, aunque en algunas tierras sólo se ve de lejos; he ahí puesto ya
en
forma el espíritu nuevo.
Bríos
no nos faltan. Véase el catálogo del colegio. Es un colegio
norteamericano,
donde apenas una sexta parte de los educandos es de raza
española.
Pero en premios no: allí la parte crece, y si por cada alumno
hispanoparlante
hay seis que hablan inglés, por cada seis americanos del
Norte
premiados hay otros seis americanos del Sud.
En
esa mera lista de clases y nombres, por la que el ojo vulgar pasa con
descuido,
La América dilata sus miradas. En esta inmensa suma de analogías
que
componen el sistema universal, en cada hecho pequeño está un resumen,
ya
futuro o pasado; un hecho grande.
¿No
ha de ponernos alegres ver que donde entra a lidiar un niño de
nuestras
tierras, pobre de carnes y de sangre acuosa, contra carnudos y
sanguíneos
rivales, vence?
En
este colegio de que hablamos, apenas van los alumnos de raza española a
más
clases que a las de las elementales y a las de comercio. Pues en el
elenco
de las clases de comercio, de cada tres alumnos favorecidos dos son
de
nuestras tierras. El mejor tenedor de libros es un Vicente de la Hoz.
El
que más supo de leyes comerciales es un Esteban Viña. El que acaparó
todos
los premios de su clase, sin dejar migaja para los formidables
yanquizuelos,
es un Luciano Malabet; ¡y los tres premios de composición en
inglés
no son para un Smith, un O'Brien y un Sullivan, sino para un
Guzmán,
un Arellano y un Villa!
¡Oh!
¡si a estas inteligencias nuestras se las pusiese a nivel de su
tiempo;
si no se las educase para golillas y doctos de birrete de los
tiempos
de audiencias y gobernadores; si no se les dejase, en su anhelo de
saber,
nutrirse de vaga y galvánica literatura de pueblos extranjeros
medio
muertos; si se hiciese el consorcio venturoso de la inteligencia que
ha
de aplicarse a un país y el país a que ha de aplicarse; si se preparase
a
los sudamericanos, no para vivir en Francia, cuando no son franceses, ni
en
los Estados Unidos, que es la más fecunda de estas modas malas, cuando
no
son norteamericanos, ni en los tiempos coloniales, cuando están
viviendo
ya fuera de la colonia, en competencia con pueblos activos,
creadores,
vivos, libres, sino para vivir en la América del Sur! . . .
Mata
a su hijo en la América del Sur el que le da mera educación
universitaria.
Se
abren campañas por la libertad política; debieran abrirse con mayor
vigor
por la libertad espiritual; por la acomodación del hombre a la
tierra
en que ha de vivir.