ANTONIO
DE TRUEBA
POESIA
UNA Y NO MÁS
I
Me gustan mucho tus ojos,
me gusta mucho tu pelo,
me gusta mucho tu cara,
me gusta mucho tu cuerpo:
todo en ti
me gusta mucho
desde la planta al cabello;
pero no te quiero, niña,
y sabrás que no te quiero
«porque no puede una luz
alumbrar
dos aposentos».
II
Si no pongo en ti los ojos
es que en otra los he
puesto;
es que si me gustas mucho,
me gusta más la que quiero;
es
que yo el corazón pongo
donde pongo el pensamiento;
es
que para dos amores
tengo el corazón pequeño;
«es que no puedo adorar
dos corazones a
un tiempo».
PARADOJA
Es menester que compongas,
Señor, un poquito el mundo,
porque se ha deteriorado
de tal modo, con el uso,
que el enterrador de
Güeñes
anda vestido de luto,
porque hace más de dos años
que no se ha muerto ninguno.
LIBERTADES Y LLUVIAS
I
Tierra euskara, tierra euskara,
cuando el santo Jaungoicúa
sacó del caos tenebroso
los montes y las llanuras,
te
erizó de altas montañas
y de cavernas profundas
para que a España sirvieras
de fortaleza segura
que extranjeros ni tiranos
no
pudieran rendir nunca.
¡Y el providencial destino
aún cumples noble y augusta,
que aun en ti las libertades
seculares, se
refugian!
Estériles
son las rocas
y las ásperas alturas
si el riesgo y las libertades
no las honran y fecundan,
y Dios, sin duda queriendo
fecundar y honrar las
tuyas,
las libertades les guarda
y les envía las lluvias.
II
Madre
España, madre España,
yo he cruzado tus llanuras
de Portugal, de Castilla,
de Aragón, de Extremadura,
de
Toledo, de Valencia,
de
Andalucía y de Murcia,
y de las cuatro estaciones
que durante el año turnan,
en tres las he visto tristes
y
desoladas y mustias
porque
Dios que les ha dado
cielo azul, tierra fecunda
y anchurosos horizontes,
les ha negado las lluvias
y las
nobles libertades
que
dan perpetua hermosura
a los valles y montañas
que el Ebro y el mar arrullan.
III
Madre España, madre España,
tú que eres cristiana pura
y única nación del mundo
que en serlo su gloria funda;
tú
que por Dios valerosa
luchaste siete centurias
y la cruz de Dios pusiste
sobre la infiel media-luna,
tú a Dios tan propicio tienes
que
no te desoye nunca.
Si
en terrenal paraíso
quieres trocar tus llanuras
que he visto incultas y tristes
y desoladas y mustias,
levanta
corazón y ojos
al
que invocaste en la lucha,
diciéndole: ¡Señor, dame
la inestimable ventura
que diste a la tierra euskara:
su
libertad y sus lluvias!