William Shakespeare

 

 

 

EL REY LEAR

 

 

 

                                                   DRAMATIS PERSONAE

 

LEAR, rey de Britania

El REY DE FRANCIA

El DUQUE DE BORGOÑA

GONERIL, hija mayor de Lear

REGAN, hija segunda de Lear

CORDELIA, hija menor de Lear

El Duque de ALBANY, esposo de Goneril

El Duque de CORNWALL, esposo de Regan

El Conde de KENT

El Conde de GLOSTER

EDGAR, hijo de Gloster

EDMOND, hijo bastardo de Gloster

El BUFÓN

OSWALD, mayordomo de Goneril

CURAN, cortesano

Un ANCIANO, siervo de Gloster

Un CAPITÁN

Un HERALDO

 

Caballeros, criados, mensajeros, soldados, acompañamiento.

 

LA TRAGEDIA DEL REY LEAR

 

I.i Entran [los Condes de] KENT y [de] GLOSTER, y EDMOND.

 

KENT

Creí que el rey estimaba más al Duque de Albany que al de Comwall.

GLOSTER

Eso creíamos nosotros. Pero ahora que divide su reino, no está claro a cuál de los dos aprecia más, pues los méritos están tan igualados que ni la propia minuciosidad sabría escoger entre uno y otro.

KENT

Señor, este joven, ¿no es hijo vuestro?

GLOSTER

Su crianza ha estado a mi cargo. Reconocerle me ha dado siempre tal sonrojo que ahora ya estoy curtido.

KENT

No concibo...

GLOSTER

Pues su madre sí que concibió. Por eso echó vientre y se encontró con un hijo en la cuna antes de tener un marido en la cama. ¿Se huele a pecado?

KENT

No quisiera corregirlo, viendo el feliz resultado.

GLOSTER

También tengo otro hijo, señor, de legítimo origen, un año mayor que éste, pero no más querido. y aunque este mozo vino al mundo por la vía del vicio sin que nadie lo llamase, su madre era hermosa, gozamos al engendrarlo y el bastardo debe ser reconocido. ––Edmond, ¿conoces a este noble caballero?

EDMOND

No, señor.

GLOSTER

El Conde de Kent. Recuérdale siempre como mi honorable amigo.

EDMOND

A vuestro servicio, señor.

KENT

Os doy mi amistad y aspiro a conoceros mejor.

EDMOND

Señor, me afanaré por merecerlo.

GLOSTER

Lleva fuera nueve años y se marcha otra vez[L1] .

 

 

Clarines.

 

Llega el rey.

 

Entran el rey LEAR, [los Duques de] CORNWALL y de ALBANY, GONERIL, REGAN, CORDELIA y acompañamiento.

 

 

LEAR

Gloster, traed a los Señores de Francia y de Borgoña[L2] .

GLOSTER

Sí, majestad.

 

Sale.

 

LEAR

Mientras, voy a revelar mi propósito secreto

Dadme ese mapa. Sabed que he dividido

en tres mi reino y que es mi firme decisión

liberar mi vejez de tareas y cuidados,

asignándolos a sangre más joven, mientras yo,

descargado, camino hacia la muerte.

Mi yerno de Cornwall y tú, mi no menos querido

yerno de Albany, es mi voluntad en esta hora

hacer pública la dote de mis hijas

para evitar futuras disensiones. Los príncipes

de Francia y de Borgoña, rivales pretendientes

de mi hija menor, hacen amorosa permanencia

en esta corte y es forzoso responderles.

Decidme, hijas mías, puesto que renuncio

a poder, posesión de territorios

y cuidados de gobierno, cuál de vosotras

diré que me ama más, para que mi largeza

se prodigue con aquélla cuyo afecto

rivalice con sus méritos. Goneril,

mi primogénita, habla tú primero.

GONERIL

Señor, os amo más de lo que expresan las palabras,

más que a vista, espacio y libertad,

mucho más de lo que estimen único o valioso;

no menos que a una vida de dicha, salud,

belleza y honra; tanto como nunca

amara hijo o fuese amado padre;

con un amor que apaga la voz y ahoga el habla.

Mucho más que todo esto os amo yo.

CORDELIA [aparte]

¿Qué dirá Cordelia? Amará en silencio.

LEAR

De todas estas tierras, desde esta raya a ésta,

ricas en umbrosas florestas y campiñas,

ríos caudalosos y muy extensos prados,

te proclamo dueña. Sean de los descendientes

tuyos y de Albany a perpetuidad. –

¿Qué dice mi segunda hija,

mi muy querida Regan, esposa de Cornwall?

REGAN

Yo soy del mismo metal que mi hermana

y no me tengo en menos: en el fondo de mi alma

veo que ha expresado la medida de mi amor.

Pero se ha quedado corta, pues yo me declaro

enemiga de cualquier otro deleite

que alcancen los sentidos en su extrema

perfección y tan sólo me siento venturosa

en el amor de vuestra amada majestad.

CORDELIA [aparte]

Entonces, ¡pobre Cqrdelia!

Aunque no, pues sin duda mi cariño

pesará más que mi lengua.

LEAR

Quede para ti y los tuyos en herencia perpetua

este magno tercio de mi hermoso reino,

tan grande, rico y placentero

como el otorgado a Goneril. ––Y ahora, mi bien,

aunque última y menor, cuyo amor juvenil

las viñas de Francia y los pastos de Borgoña

pretenden a porfía, ¿qué dirás por un tercio

aún más opulento que el de tus hennanas[L3] ?. Habla.

CORDELIA

Nada, señor.

LEAR

¿Nada?

CORDELIA

Nada.

LEAR

De nada no sale nada. Habla otra vez.

CORDELIA

Triste de mí, que no sé poner

el corazón en los labios. Amo a Vuestra Majestad

según mi obligación, ni más ni menos.

LEAR

Vamos, vamos, Cordelia. Corrige tus palabras,

no sea que malogres tu suerte.

CORDELIA

Mi buen señor, me habéis dado vida,

crianza y cariño. Yo os correspondo como debo:

obedezco, os quiero y os honro de verdad.

¿Por qué tienen marido mis hennanas,

si os aman sólo a vos? Cuando me case,

el hombre que reciba mi promesa

tendrá la mitad de mi cariño, la mitad

de mi obediencia y mis desvelos. Seguro

que no me casaré como mis hermanas *[L4] .

LEAR

Pero, ¿hablas con el corazón?

CORDELIA

Sí, mi señor.

LEAR

¿Tan joven y tan áspera?

CORDELIA

Tan joven, señor, y tan franca.

LEAR

Muy bien. Tu franqueza sea tu dote,

pues, por el sacro resplandor del sol,

por los ritos de Hécate [L5] y la noche

y toda la influencia de los astros

que rigen nuestra vida y nuestra muerte,

reniego de cariño paternal,

parentesco y consanguinidad,

y desde ahora te juzgo una extraña

a mi ser y mi sentir. El bárbaro escita[L6] ,

o aquél que sacia el hambre devorando

a su progenie, hallará en mi corazón

tanta concordia, lástima y consuelo

como tú, hija mía que fuiste.

KENT

Majestad...

LEAR

¡Silencio, Kent!

No te pongas entre el dragón y su furia.

La quise de verdad y pensaba confiarme

a sus tiernos cuidados. ––¡Fuera de mi vista! –

Así como mi muerte será mi descanso,

así le niego ahora el corazón de un padre. –

¡Llamad al Rey de Francia! ¡De prisa!

¡Y al Duque de Borgoña! ––Cornwall y Albany,

añadid su tercio al de mis otras dos hijas.

Que la case su orgullo, que para ella es franqueza.

A los dos conjuntamente os invisto

con mi poder, supremacía y magnos atributos

que rodean a la realeza. Yo me reservaré

cien caballeros, que habréis de mantener,

y residiré con vosotros

por turno mensual. No conservaré

más que el título y los honores de un monarca;

el mando, rentas y ejercicio del poder,

queridos hijos, vuestros son. Para confirmarlo,

compartid entre los dos esta corona.

KENT

Regio Lear, a quien siempre

honré como mi rey, quise como a un padre,

seguí como señor, recordé como patrón

en mis plegarias...

LEAR

El arco está tenso; esquiva la flecha.

KENT

Pues que se dispare, aunque la punta

me traspase el corazón. Kent será irreverente

si Lear está loco. ¿Qué pretendes, anciano?

¿Tú crees que el respeto teme hablar

cuando el poder se pliega a la lisonja?

Si la realeza cae en la locura,

el honor ha de ser franco. Conserva tu poder

y, con mejor acuerdo, frena

tu odioso arrebato. Respondo con mi vida

de que tu hija menor no te ama menos

y de que no están vacíos aquéllos

cuya voz apagada no resuena en el vacío.

LEAR

¡Kent, por tu vida, basta!

KENT

Mi vida siempre tuve por apuesta

en las partidas contra tus enemigos

y no temo perderla por salvarte.

LEAR

¡Fuera de mi vista!

KENT

Mira bien, Lear, déjame que sea

por siempre la guía de tus ojos.

LEAR

¡Por Apolo…!

KENT

Pues, por Apolo, rey,

que invocas a tus dioses en vano.

LEAR

¡Miserable, descreído!

ALBANY y CORNWALL

¡Deteneos, señor!

KENT

Mata a tu médico y da la paga

a la inmunda enfermedad. Anula tu regalo

o, mientras pueda gritar esta garganta,

te diré que eres injusto.

LEAR

¡Óyeme, traidor, por tu lealtad escúchame!

Por intentar que falte a mi promesa,

cual yo nunca osé, e interponerte

con soberbia entre mi decisión y mi poder,

que ni mi carácter ni mi condición

pueden consentir, en prueba de mi potestad

aquí tienes tu premio. Cinco días te concedo

para que te proveas contra los males

de este mundo y el sexto vuelvas tu odiada espalda

a mis dominios. Si el séptimo día

encuentran en mi reino tu cuerpo desterrado,

será tu muerte. ¡Fuera! ¡Por Júpiter,

que no habrá revocación!

KENT

Ya te dejo, rey, si ése es tu deseo;

fuera hay libertad y aquí está el destierro.

[A CORDELIA]

Los dioses, muchacha, te otorguen su amparo,

pues con tanto acierto piensas y has hablado.

[A GONERIL y REGAN]

Que vuestra elocuencia se pruebe en la acción,

y puedan dar fruto palabras de amor.––

Príncipes, adiós. En nuevo lugar

su viejo camino Kent proseguirá.

 

Sale.

 

¡Clarines. Entra [el Conde de] GLOSTER con [el REY DE] FRANCIA, [el DUQUE DE] BORGOÑA y acompañamiento.

CORNWALL

Majestad, los príncipes de Francia y de Borgoña.

LEAR

Mi señor de Borgoña, me dirijo

a vos primero, rival con este rey

en la mano de mi hija. ¿Qué mínimo

aceptáis en pago de su dote

para no renunciar a vuestra petición?

DUQUE DE BORGOÑA

Excelsa Majestad, no pido más

de lo que habéis ofrecido, ni vos

queréis dar menos.

LEAR

Muy noble duque, cuando ella

tenía mi cariño, cara fue su dote.

Mas ahora ha caído su precio. Ahí está:

si algo de este ser tan insignificante

o todo él, con mi disgusto añadido,

y nada más, satisface a Vuestra Alteza,

ahí la tenéis, es vuestra.

DUQUE DE BORGOÑA

No sé qué responder.

LEAR

Con todas sus flaquezas, sin amigos,

adoptada por mi odio, con la dote

de mi maldición y el rechazo de mi juramento,

¿la tomáis o la dejáis?

DUQUE DE BORGONA

Perdón, Majestad. En tales circunstancias

no es posible decidir.

LEAR

Entonces dejadla, pues por los dioses

que me hicieron, ésos son sus bienes. ––,

Gran rey, de vuestro afecto no osaría

desviarme para uniros con quien odio

y os ruego que pongáis vuestro cariño

en ser más digno que esta desgraciada

a quien la naturaleza se avergüenza

de reconocer por propia.

REY DE FRANCIA

Es extraodinario que quien sólo hace un momento

era vuestro bien, objeto de vuestro elogio,

bálsamo de vuestra vejez, la mejor y predilecta,

en un instante incurra en tal atrocidad

que quede despojada de toda vuestra gracia.

O ha cometido una ofensa tan atroz

o vuestro afecto declarado caerá en falta.

y creer eso de ella requiere tanta fe

que sin milagro no lo admite la razón.

CORDELIA [a LEAR]

Suplico a Vuestra Majestad

que, si es porque no tengo labia ni soltura

para decir lo que no siento, pues lo que pretendo

lo hago antes de hablar, hagáis saber

que no es ninguna mancha, crimen o vileza,

indecencia, ni acto ignominioso

lo que me priva de vuestra gracia y favor,

sino algo cuya falta me enriquece:

mirada obsequiosa y una lengua

que me alegra no tener, aun cuando no tenerla

me haya costado vuestro afecto.

LEAR

Más te valdría no haber nacido,

antes que haberme contrariado.

REY DE FRANCIA

¿Sólo es eso, un encogimiento

que a veces no pennite demostrar

lo que pretende? Mi señor de Borgoña,

¿tomáis a la dama? No es amor

lo que se mezcla con cuestiones

ajenas a su objeto. ¿La tomáis?

Ella misma es una dote.

DUQUE DE BORGOÑA

Majestad, dad la parte que vos mismo

propusisteis y tomo a Cordelia por esposa

y Duquesa de Borgoña.

LEAR

¡Nada! Lo he jurado y lo mantengo.

DUQUE DE BORGOÑA

Me apena que por perder a vuestro padre

también perdáis un marido.

CORDELIA

Quede en paz el Duque de Borgoña.

Si su amor es el rango y la fortuna,

yo no seré su esposa.

REY DE FRANCIA

Hermosa Cordelia, tan rica por ser pobre,

excelsa por rechazada, querida por desairada,

te acojo con todas tus virtudes.

Si es lícito, me llevo lo que otros desechan.

¡Oh, dioses! ¡Qué extraño que tal desamor

encienda en mi afecto tanta admiración!––

Tu hija sin dote, a mí abandonada,

es, rey, nuestra reina de la bella Francia.––

La tibia Borgoña no ha dado hombre egregio

que pueda comprarme esta joya sin precio.––

Por mal que te traten, di adiós, mi Cordelia.

Ganarás con creces todo lo que pierdas.

LEAR

Ya la tienes, rey, pues tuya ahora es

la que fue mi hija, y no volveré

a verle la cara. ––Vete sin que yo

te dé mi cariño ni mi bendición.

Venid, Duque de Borgoña.

 

Clarines. Salen [todos menos el REY DE FRANCIA y las hermanas].

 

REY DE FRANCIA

Despídete de tus hermanas.

CORDELIA

Alhajas de mi padre, Cordelia os deja

con ojos llorosos. Sé bien lo que sois, aunque,

como hermana, no puedo llamar a vuestras faltas

por su nombre. Quered a nuestro padre:

lo encomiendo a vuestro amor declarado.

Mas, ¡ay!, si gozase yo aún de su afecto,

le depararía otro alojamiento.

Así que adiós a las dos.

REGAN

No nos dictes nuestra obligación.

GONERIL

Tú pon todo tu empeño en complacer

a tu señor, que te acoge cual limosna

de Fortuna. Por falta de obediencia

mereces que te nieguen lo que niegas.

CORDELIA

El tiempo mostrará toda doblez:

si encubre, luego ríe con desdén.

¡Ventura tengáis!

REY DE FRANCIA

Vamos, mi bella Cordelia.

 

Salen [el REY DE] FRANCIA y CORDELIA.

GONERIL

Hermana, tengo cosas que decirte de lo que tanto nos concierne. Creo que nuestro padre se va esta noche.

 

 

REGAN

Desde luego, y contigo. El mes que viene, conmigo.

GONERIL

Ya ves qué veleidosa es la vejez. Y lo que hemos presenciado ha sido poco. Siempre quiso más a nuestra hermana y ahora está a la vista con qué insensatez la rechaza.

REGAN

Es lo malo de la edad. Aunque la verdad es que nunca supo dominarse.

GONERIL

Si en su época mejor fue siempre arrebatado, de su vejez ya podemos esperar no sólo los vicios de un carácter arraigado, sino también la tozudez que trae consigo la débil e iracunda ancianidad.

REGAN

Nos exponemos a arranques tan imprevistos como el destierro de Kent.

GONERll..

Ya sólo queda el acto de despedida al Rey de Francia. Pongámonos de acuerdo. Si nuestro padre conserva autoridad de la manera que ha mostrado, su renuncia nos dará disgustos.

REGAN

Lo pensaremos.

GONERIL

Hay que hacer algo, y ya.

 

Salen.

 

I.ii Entra [EDMOND, el] bastardo.

EDMOND

Naturaleza, tú eres mi diosa; a tu ley

ofrendo mis servicios. ¿Por qué he de someterme

a la tiranía de la costumbre y permitir

que me excluyan los distingos de las gentes

porque soy unos doce o catorce meses menor

que mi hermano? ¿Por qué «bastardo» o «indigno»,

cuando mi cuerpo está tan bien formado,

mi ánimo es tan noble y mi aspecto tan gentil

como en los hijos de una dama honrada?

¿Por qué nuestra marca de «indigno»,

de «indignidad, bastardía...indigno, indigno»,

cuando engendramos en furtivo deleite natural

nos da más ardor y energía

que la que en cama floja y desganada

emplean entre el sueño y la vigilia

para crear una tribu de memos?

Conque, legítimo Edgar, tus tierras serán mías.

El amor de nuestro padre se reparte

entre el bastardo Edmond y el legítimo.

¡Valiente palabra, «legítimo»! Pues bien,

mi «legítimo», si esta carta surte efecto

y se realiza mi plan, Edmond el indigno

será el legítimo. Medro. Prospero.

y ahora, dioses, ¡asistid a los bastardos!

 

Entra GLOSTER.

GLOSTER

¿Kent desterrado así? ¿Y el rey de Francia

marchó enfurecido? ¿Y el rey se fue anoche,

con su poder limitado y reducido a un subsidio?

¿Y todo de golpe? ¿Qué hay, Edmond? ¿Alguna noticia?

EDMOND

Con vuestro permiso, ninguna.

GLOSTER

¿Por qué te afanas tanto en guardar esa carta?

 

EDMOND

No tengo noticias, señor.

GLOSTER

¿Qué papel leías?

EDMOND

Nada, señor.

GLOSTER

¿No? Entonces, ¿a qué viene esa prisa por meterla el bolsillo? La nada es de tal índole que no le hace falta esconderse. A ver. ¡Vamos! Si no es nada, no tendré que leerla.

EDMOND

Perdón, señor, os lo ruego. Es una carta de mi hermano que no he terminado de ver y, por lo que dice, no creo conveniente que vos la leáis.

GLOSTER

Dame la carta.

EDMOND

Será tanto agravio retenerla como dárosla. Por lo q he leído, lo que dice es censurable.

GLOSTER

¡Vamos, dámela!

EDMOND

Espero que le justifique el haberla escrito para probar mi virtud.

GLOSTER [lee]

«Este hábito de venerar la vejez nos amarga los mejores años de nuestra vida y nos priva de nuestros bien hasta que la edad no nos deja gozarlos. Esta opresión de la tiránica vejez empiezo a sentirla como una servidumbre estúpida y vana, pues domina no por su poder sino porque la sufrimos. Ven a verme y hablaremos más de esto. Si nuestro padre se durmiera hasta que le despertase, tú disfrutarías de la mitad de sus rentas para siempre y vivirías en el afecto de tu hermano

 

Edgar.»

 

¡Mm...! ¡Conspiración! «Si se durmiera hasta que yo le despertase, tú disfrutarías de la mitad de sus rentas». ¡Mi hijo Edgar! ¿Tuvo mano para escribir esto? ¿Corazón y cerebro para concebirlo? ¿Cuándo te llegó? ¿Quién la trajo?

EDMOND

No me la trajeron, señor. Ahí está la astucia. La echaron por la ventana de mi cuarto.

GLOSTER

¿Reconoces la letra de tu hermano?

EDMOND

Señor, si se tratara de algo bueno, juraría que es la suya, pero siendo lo que es, yo diría que no.

GLOSTER

Es la suya.

EDMOND

Señor, es su letra; aunque espero que su corazón no esté en la carta.

GLOSTER

¿Nunca te ha sondeado en este asunto?

EDMOND

Nunca, señor. Pero a menudo le he oído decir que es justo que si el hijo está en su plenitud y el padre decae, el padre debe ser tutelado por el hijo y el hijo administrar las rentas.

GLOSTER

¡Ah, infame, infame! ¡La misma idea que en la carta! ¡Miserable! ¡Canalla desnaturalizado, odioso, brutal! ¡Peor que brutal! ¡Vamos, búscale! Voy a detenerle. ¡lnfame aborrecible! ¿Dónde está?

EDMOND

No lo sé de cierto, señor. Si tenéis a bien suspender vuestro furor contra mi hermano hasta poder cercioraros con él mismo de su intento, iríais sobre seguro; en cambio, si procedéis con vehemencia contra él, interpretándole mal, abriréis una gran brecha en vuestra honra y romperéis su obediencia hasta la entraña. Apostaría mi vida a que ha escrito eso para probar mi afecto por vos y no con un fin perverso.

GLOSTER

¿Eso crees?

EDMOND

Si Vuestra Señoría lo estima oportuno, os situaré donde nos oigáis hablar de ello y, tras la prueba auditiva, quedaréis convencido. Y todo esta misma tarde.

GLOSTER

No puede ser un monstruo así.* Edmond, búscale. Te lo ruego, insinúate con él. Dispón el asunto según tu criterio. Renunciaría a mi condición por estar seguro.

EDMOND

Señor, voy a buscarle. Llevaré el asunto con los medios a mi alcance y os informaré.

GLOSTER

Los recientes eclipses de sol y de luna no nos auguran nada bueno. Aunque la razón natural lo explique de uno u otro modo, el afecto sufre las consecuencias: el cariño se enfría, la amistad se quebranta, los hermanos se desunen; en las ciudades, revueltas; en las naciones, discordia; en los palacios, traición; y el vínculo entre el hijo y el padre se rompe. Este canalla de hijo encaja en el augurio: es el hijo contra el padre. El rey traiciona un instinto natural: es el padre contra el hijo. Atrás quedan ya nuestros años mejores. Intrigas, doblez, perfidia y desórdenes nos siguen inquietantes a la tumba. Edmond, sonsaca a ese infame; tú no expones nada. Hazlo con cuidado. ¡Y el noble y leal Kent, desterrado! ¡Su culpa, la honradez! Sorprendente.

 

Sale.

EDMOND

La estupidez del mundo es tan superlativa que, cuando nos aquejan las desgracias, normalmente producto de nuestros excesos, echamos la culpa al sol, la luna y las estrellas, como si fuésemos canallas por necesidad, tontos por coacción celeste; granujas, ladrones y traidores por influjo planetario; borrachos, embusteros y adúlteros por forzosa sumisión al imperio de los astros, y tuviésemos todos nuestros vicios por divina imposición. Prodigiosa escapatoria del putero, achacando su lujuria a las estrellas. Mi padre se entendió con mi madre bajo la cola del Dragón y la Osa Mayor presidió mi nacimiento, de donde resulta que soy duro y lascivo. ¡Bah! Habría salido el mismo si me bastardean mientras luce la estrella más virgen de todo el firmamento.

 

Entra EDGAR.

 

Aquí llega a punto, como en la catástrofe de las viejas comedias. Haré el papel del melancólico fatal, con suspiros de lunático. ––¡Ah, esos eclipses predicen estas discordancias! Fa, sol, la, mi[L7] .

EDGAR

¿Qué hay, Edmond? ¿En qué meditación estás sumido?

EDMON

Estoy pensando, hermano, en una predicción que leí el otro día sobre lo que traerían los eclipses.

EDGAR

¿Te ocupan esas cosas?

EDMOND

Te aseguro que esos vaticinios se cumplen fatalmente. ¿Cuándo viste a nuestro padre por última vez?

EDGAR

Anoche.

EDMOND

¿Hablaste con él?

EDGAR

Sí, dos horas seguidas.

EDMOND

¿Os despedisteis en paz? ¿No observaste malestar en sus palabras o en sus gestos?

EDGAR

En absoluto.

EDMOND

Intenta recordar en qué has podido faltarle y, te lo su­plico, evítale por algún tiempo hasta que se temple el ardor de su ira, pues ahora está tan furioso que no le detendrá ni el daño a tu persona.

EDGAR

Esto es obra de un infame.

EDMOND

Es lo que me temo. Te lo ruego, contente y evítale hasta que se frene su enojo; y, como digo, ven a mi aposento, desde donde yo te llevaré oportunamente para que le oigas. Vete, te lo ruego. Aquí tienes la llave. Y si sales, ve armado.

EDGAR

     ¿Armado?

EDMOND

Hermano, te aconsejo lo mejor. Si te miran con buenas intenciones yo soy un farsante. Y lo que has oído no es mas que un relato piadoso de todo, no su verdad y su horror. ¡Anda, vete!

EDGAR

¿Me darás noticias pronto?

EDMOND

Tú cuenta con mi apoyo en este asunto.

 

Sale [EDGAR].

 

Un padre crédulo y un hermano noble, tan incapaz de hacer daño por naturaleza que no sospecha ninguno; en cuya necia honradez cabalgan bien mis intrigas. Lo veo muy claro: si no cuna, astucia me depare tierras, que todo me sirve si a buen fin me lleva.

 

Sale.

 

I.iii Entran GONERIL y [OSWALD, su] mayordomo.

 

GONERIL

¿Que mi padre le pegó a mi gentilhombre por repren­der a su bufón?

OSWALD

Sí, señora.

GONERIL

Me agravia día y noche; no pasa hora

sin que cometa algún desmán

que a todos nos enfrenta. No voy a soportarlo.

Sus caballeros alborotan y él mismo

nos riñe por minucias. Cuando vuelva de cazar,

no pienso hablar con él. Di que no estoy bien.

Si le resultas menos servicial

que de costumbre, mejor. Yo respondo de tu falta.

OSWALD

Ya viene, señora; le oigo.

GONERIL

Afectad dejadez y negligencia,

tú y tus compañeros. Dad lugar al comentario.

Si no le gusta, que se vaya con mi hermana,

que sé bien que conmigo está de acuerdo.*

Recuerda lo que he dicho.

OSWALD

Sí, señora.

GONERIL

Y a sus hombres tratadlos con frialdad.

Lo que ocurra no importa. Díselo a tus compañeros.*

Ahora mismo le escribo a mi hermana

para que siga mi rumbo. Que preparen la comida.

 

Salen.

 

I.iv Entra KENT [disfrazado].

 

KENT

Si disfrazo también el acento

y desfiguro mi modo de hablar, podré

llevar adelante la buena intención

que me ha hecho cambiar de apariencia.

Bien, desterrado Kent, si consigues servir

al que te ha condenado, acaso consigas

que tu amo querido aprecie tu esfuerzo.

 

Trompas dentro. Entra LEAR y acompañamiento.

 

LEAR

Que no tenga que esperar la comida. ¡Corred a prepa­rarla!

 

[Sale un criado.]

 

     ¡Vaya! ¿Quién eres tú?

KENT

     Un hombre, señor.

LEAR

¿Qué oficio tienes? ¿Qué quieres de mí?

KENT

Mi oficio es no ser menos de lo que parezco, serviR fielmente a quien confía en mí, estimar al honrado, tra­tarme con el sabio y discreto, temer al que juzga, luchar cuando debo y no comer pescado[L8] .

LEAR

     ¿Quién eres?

KENT

Un hombre de buena fe y tan pobre como el rey.

LEAR

Si tú siendo súbdito eres tan pobre como él siendo rey, desde luego eres pobre. ¿Qué quieres?

KENT

     Servir.

LEAR

     ¿A quién quieres servir?

KENT

     A vos.

LEAR

¿Tú me conoces, amigo?

KENT

No, señor, pero hay algo en vuestro porte que me hace llamaros amo.

LEAR

¿Y qué es?

KENT

Autoridad.

LEAR

¿Qué sabes hacer?

KENT

Sé guardar un secreto honorable, cabalgar, correr, es­tropear un buen cuento contándolo y dar sin rodeos un recado sencillo. Sirvo para todo lo que haga un hombre corriente y mi virtud es la diligencia.

LEAR

¿Cuántos años tienes?

KENT

Señor, ni tan pocos como para enamorarme de una mujer por su canto, ni tantos como para encapricharme de ella por cualquier cosa. Van cuarenta y ocho a mis espaldas.

LEAR

Ven conmigo y ponte a mi servicio. Si después de co­mer me sigues gustando, te quedas para siempre. ¡Venga, la comida! ¡La comida! ¿Y mi muchacho? ¿Dónde está el bufón? Id a decirle al bufón que venga.

 

[Sale un criado.]

Entra [OSWALD, el] mayordomo.

 

     ¡Tú! ¡Eh, tú! ¿Dónde está mi hija?

OSWALD

Con permiso.

 

Sale.

 

LEAR

¿Qué dice ése? Decidle a ese idiota que vuelva.

 

[Sale un CABALLERO.]

 

¿Y mi bufón, eh? El mundo parece dormido.

 

[Entra el CABALLERO.]

 

Bueno, ¿dónde está ese chucho?

CABALLERO

Señor, dice que vuestra hija no está bien.

LEAR

¿Y por qué no ha venido el granuja cuando yo le he lla­mado?

CABALLERO

Señor, me ha dicho con toda claridad que porque no ha querido.

LEAR

¿Porque no ha querido?

CABALLERO

Señor, no sé lo que pasa, pero me parece que Vuestra Majestad no recibe el afecto y ceremonia acostumbra­dos. Se observa que ha decaído la cordialidad, tanto entre la servidumbre como en el propio duque y vues­tra hija.

LEAR

¡Mmm...! ¿Eso crees?

CABALLERO

Señor, os pido perdón si me equivoco, pero mi deber me impide callar cuando creo que se os agravia.

LEAR

Me estás recordando lo que yo mismo pienso. Última­mente he notado una fría dejadez, pero la he achacado más bien a mi celosa suspicacia que a un propósito consciente de ser descortés. Prestaré más atención. Pero, ¿y mi bufón? Hace dos días que no le veo.

CABALLERO

Señor, desde que mi joven señora marchó a Francia, el bufón está muy apenado.

LEAR

No sigas: ya me he fijado. –– Ve a decirle a mi hija que quiero hablar con ella.

 

[Sale un criado.]

 

Y tú llama a mi bufón.

 

[Sale otro criado.]

Entra [OSWALD, el] mayordomo.

 

¡Ah, sois vos! Venid, mi señor. ¿Quién soy yo, señor?

OSWALD

El padre de mi señora.

LEAR

¿El padre de mi señora? ¡Bribón de mi señor! ¡Perro bastardo! ¡Gusano! ¡Rastrero!

OSWALD

No soy nada de eso, señor, con vuestro permiso.

LEAR

¿Me plantas cara, granuja?

OSWALD

Señor, no consiento que me peguen.

KENT

Ni que te tumben, vil plebeyo.

 

[Le pone la zancadilla y le derriba.]

 

LEAR

Gracias, amigo. Tendré muy en cuenta tu servicio.

KENT

Vamos, tú; arriba y fuera. Yo te enseñaré a distinguir. ¡Vamos, fuera! Si quieres volver a medir tu zafio talle, quédate; si no, ¡fuera! ¿No tienes juicio? Eso es.

 

[Sale OSWALD.]

 

LEAR

Mi buen amigo, muchas gracias.

 

Entra el BUFÓN.

 

Aquí tienes algo a cuenta.

BUFÓN

Permitid que me sirva a mí también. Aquí está mi go­rro.

LEAR

¿Qué hay, mi listo amigo? ¿Cómo estás?

BUFÓN [a KENT]

Más te vale llevar mi gorro.

LEAR

¿Por qué, muchacho?

BUFÓN

Pues por estar de la parte del que pierde. –– No, como no te pongas por donde sopla el viento, pronto la senti­rás. Vamos, toma mi gorro. Mira, este hombre ha des­terrado a dos de sus hijas, y a la tercera le ha hecho un gran bien sin querer. Si le sirves, tendrás que llevar mi gorro. –– ¿Qué hay, abuelo? ¡Ojalá tuviera yo dos go­rros y dos hijas!

LEAR

¿Por qué, muchacho?

BUFÓN

Porque si les diera toda mi hacienda, me quedarían los gorros. Aquí está el mío. Pídele el otro a tus hijas.

LEAR

     Cuidado, tú, o el látigo.

BUFÓN

La verdad es el perro que se manda a la perrera. Se le    sacude en la calle, mientras que a la señora perra se la deja junto al fuego apestando.

LEAR

     ¡Mala peste para mí!

BUFÓN [a KENT]

     Oye, te voy a enseñar algo.

LEAR

     Venga.

BUFÓN

Fíjate, abuelo:

Guarda más de lo que enseñas,

di menos de lo que sepas,

presta menos lo que tengas,

más caballo y menos piernas,

si más dicen, menos creas,

sé más cauto en tus apuestas;

vino y putas deja ya

y no pases de tu puerta,

y verás que tienes más

de veinte en cada veintena.

KENT

     Eso no dice nada, bobo.

BUFÓN

Entonces es como defensa de abogado que no cobra: se hace por nada. –– ¿Tú puedes hacer algo de nada,

abuelo?

LEAR

No, muchacho: de nada no sacas nada.

BUFÓN [a KENT]

     Te lo ruego, dile que a eso es a lo que ascienden sus rentas. No cree a este bobo.

LEAR

     Un bobo amargo.

BUFÓN

     ¿Sabes qué diferencia hay, muchacho, entre un bobo amargo y un bobo dulce?

LEAR

     No, joven. Dímela.*

BUFÓN

Abuelo, dame un huevo y yo te daré dos coronas.

LEAR

     ¿Y qué coronas serán?

BUFÓN

Pues, después de partir el huevo por la mitad y ha­berlo sorbido, las dos coronas del huevo. Cuando par­tiste en dos tu corona y regalaste ambas partes, lle­vaste el burro a cuestas por el barro[L9] . Poco juicio había en tu calva corona cuando regalaste la de oro. Si lo que digo es propio de mí, que azoten al primero que lo piense.

     [Canta]  Al bobo no le va bien,

                   pues el listo se ha atontado,

                   y ya no encuentra quehacer

                   desde que ocupan su cargo.

LEAR

Oye, ¿desde cuándo estás tan cantarín?

 

 

 

 

BUFÓN

Abuelo, desde que convertiste a tus hijas en tus madres; pues, cuando les diste la vara y te bajaste el calzón,

[canta]   el gozo las hizo gemir

y a mí el dolor cantar

de ver al rey jugar así

y entre bobos andar.

Abuelo, tráete un maestro que le enseñe a mentir a tu bufón: me gustaría aprender a mentir.

LEAR

Si mientes, te mando azotar.

BUFÓN

Quisiera saber de qué especie sois tú y tus hijas: ellas me mandan azotar por decir la verdad y tú por mentir, y a veces me azotan por estar callado. Antes cualquier cosa que bufón. Y, sin embargo, contigo no me cam­biaría, abuelo: te mondas el seso por los dos lados y no dejas lo de enmedio.

 

Entra GONERIL.

 

     Aquí viene una de las mondas.

LEAR

     ¿Qué pasa, hija? ¿A qué viene ese ceño? Estás muy ce­ñuda últimamente.

BUFÓN

Eras muy afortunado cuando no te importaba su ceño. Pero ahora eres un cero pelado. Yo soy más que tú: soy un bufón; tú no eres nada. [A GONERIL] Sí, muy bien; me callaré. Aunque no me lo hayáis dicho, me lo manda vuestra cara.

Chitón, chitón:

quien ni una miga guardó,

aprenderá su valor.

Éste es una vaina sin guisantes.

 

GONERIL

Señor, no sólo este impune bufón,

sino otros de vuestro séquito insolente,

de continuo discuten y riñen, provocando

alborotos groseros e insufribles.

Señor, creí que haciéndooslo saber

me aseguraba el remedio, pero ya

estoy temiendo, a juzgar por lo que habéis

dicho y hecho ahora mismo, que disculpáis

su conducta y la alentáis al consentirla,

lo que, si así fuera, no quedaría sin censura,

ni, por el bien del Estado, tardaría el castigo,

que podría ofenderos y en otro caso

parecer humillante, si no fuese

porque la necesidad lo estimaría sensato.

BUFÓN

Pues, ya lo sabes, abuelo:

Tanto le alimentaba el gorrión

que el cuco la cabeza le arrancó.

Y la luz se apagó y nos quedamos a oscuras.

LEAR

¿Tú eres hija mía?

GONERIL

Quisiera que obrarais con prudencia,

de la que estáis bien dotado, y os libraseis

de los arranques que recientemente

os han hecho cambiar tanto.

BUFÓN

¿Ni un bobo ve cuándo el carro tira de la mula? ¡Arre, Juana, que te quiero!

LEAR

¿Alguno me conoce? Éste no es Lear.

¿Anda así Lear? ¿Habla así? ¿Dónde están sus ojos?

Le flaquea el entendimiento, o el juicio

se le ha embotado ...¡Cómo! ¿Despierto? No.

¿Hay alguien que pueda decirme quién soy?

BUFÓN

La sombra de Lear.*

LEAR

¿Cómo os llamáis, bella dama?

GONERIL

Señor, esa afectación es del mismo orden

que vuestras otras rarezas. Os ruego

que entendáis rectamente mi propósito.

Como anciano respetable, debíais ser juicioso.

Tenéis cien caballeros y escuderos,

gente tan escandalosa, disipada e insolente

que nuestra corte, contagiada de sus vicios,

parece un hostal de mala vida:

el placer y la lujuria la asemejan

más a una taberna o un prostíbulo

que a un palacio honorable. El propio sonrojo

exige remedio inmediato. Dejad que os suplique

la que, si no, tomará lo que pide:

reducid vuestra escolta. Y los que continúen

a vuestro servicio, que sean

hombres como corresponde a vuestra edad,

que saben contenerse y conteneros.

LEAR

¡Demonios y tinieblas! ¡Ensillad mis caballos!

¡Reunid mi séquito! –– ¡Bastarda degenerada!

No pienso molestarte: aún me queda otra hija.

GONERIL

Golpeáis a mis criados y vuestra chusma

insolente se impone a sus superiores.

 

Entra ALBANY.

 

LEAR

¡Ay del que tarde se arrepiente! –

¿Tú querías esto? ¡Vamos, dímelo! –

¡Preparad mis caballos! –– Ingratitud,

demonio con el corazón de mármol,

más horrible que un monstruo de mar

al mostrarte en una hija.

ALBANY

Calmaos, os lo ruego.

LEAR [a GONERIL]

¡Odioso buitre, mientes! Mi escolta

la forman caballeros eximios y escogidos

que conocen sus deberes a conciencia

y ponen su mayor esmero en mantenerse

a la altura de su nombre. ¡Ah, esa falta tan pequeña

parecía en Cordelia tan horrible!

Como el potro de tortura, dislocó

todo mi ser, me arrancó del corazón

todo cariño, llenándolo de hiel.

¡Ah, Lear, Lear, Lear! ¡Llama a esta puerta[L10] ,

que dejó entrar a tu demencia y salir

a tu cordura! –– Vamos, vamos, señores.

ALBANY

Señor, soy tan inocente como ignorante

de lo que os ha excitado.

LEAR

Tal vez, señor. ––

¡Óyeme, Naturaleza! ¡Escucha, diosa amada!

Si fue tu voluntad hacer fecundo

a este ser, renuncia a tu propósito.

Lleva a sus entrañas la esterilidad.

Sécale los órganos de la generación,

y de su cuerpo envilecido nunca nazca

criatura que la honre. Y, si ha de procrear,

que su hijo sea de hiel y sólo viva

para darle tormentos inhumanos.

Que le abra arrugas en su frente juvenil,

le agriete las mejillas con el llanto

y convierta las penas y alegrías de una madre

en burla y menosprecio, para que sienta

que tener un hijo ingrato duele más

que un colmillo de serpiente. ¡Vamos, vamos!

 

Sale [con su escolta].

 

ALBANY

¡Por todos los dioses! ¿A qué se debe esto?

GONERIL

No te inquietes por saberlo;

que su arrebato tenga todo el campo libre

que le da la chochez.

 

Entra LEAR.

 

LEAR

¡Cómo! ¿Cincuenta de mis hombres de una vez?

¿De aquí a dos semanas?

ALBANY

Pero, ¿qué pasa, señor?

LEAR

Ya te lo diré. ––

[A GONERIL] ¡Vida y muerte! Me avergüenza

que puedas sacudir mi hombría de este modo,

que seas digna de estas lágrimas ardientes

que me brotan. ¡Rayos y tormentas sobre ti!

¡Las llagas insondables de mi paterna maldición

corroan tus sentidos! Viejos ojos necios,

si seguís llorando, os arrancaré

y arrojaré con todo vuestro llanto

para que ablandéis la arcilla.

Muy bien. Me queda otra hija,

que sin duda me dará cariño y consuelo.

Cuando sepa lo que has hecho, con las uñas

te desollará esa cara de loba. Ya verás

si no recobro la figura a la que crees

que he renunciado para siempre.

 

Sale.

 

GONERIL

¿Te has fijado?

ALBANY

Goneril, el gran amor que te tengo

no me impide...

GONERIL

Basta, te lo ruego. –– ¡Eh, Oswald! ––

[Al BUFóN] Tú, más farsante que bufón,

¡corre con tu amo!

BUFÓN

¡Eh, Lear, abuelo Lear!

¡Espera, que va el bufón!

La zorra, si la has pillado,

y una hija como ésta

acabarán mal, si el gorro

me lo cambian por la cuerda;

conque el bufón no se queda.

 

Sale.

 

GONERIL

¡Qué bien le aconsejaron! ¡Cien caballeros!

¡Demuestra gran prudencia mantenerle

con cien caballeros armados! Sí,

para que al menor capricho, rumor, antojo,

queja o desagrado proteja su chochez

por la violencia y ponga nuestras vidas en peligro. ––

¡Eh, Oswald!

ALBANY

Creo que recelas demasiado.

GONERIL

Es mejor que fiarse demasiado.

Antes suprimir el daño que recelo

que vivir temiendo el daño. Le conozco bien.

He escrito a mi hermana y se lo he contado todo.

Si le acoge con sus cien caballeros,

cuando le hago ver la improcedencia...

 

Entra [OSWALD, el] mayordomo.

 

Oswald, ¿has escrito esa carta a mi hermana?

OSWALD

Sí, señora.

GONERIL

Que alguien te acompañe, y al caballo.

Infórmala bien de mis recelos

y añádele cuantas razones los confirmen.

Vete ya y regresa a toda prisa.

 

[Sale OSWALD.]

 

No, no, mi señor: no condeno tu conducta

blanda y generosa, aunque, permíteme decirte

que es más censurada tu falta de prudencia

que elogiada tu dañosa mansedumbre.

ALBANY

Por dónde ven tus ojos no puedo adivinarlo;

     lo bueno se malogra queriendo mejorarlo.

GONERIL

     Entonces...

ALBANY

Muy bien. Lo veremos.

 

Salen.

 

L.v Entran LEAR, KENT, un CABALLERO y el BUFÓN.

 

LEAR [a KENT]

Adelántate con esta carta. A mi hija le respondes sola­mente lo que pueda preguntarte de la carta. Demuestra diligencia o llegaré antes que tú.

KENT

Señor, no dormiré hasta haber entregado la carta.

 

Sale.

 

BUFÓN

Si tuviéramos el cerebro en los talones, ¿no podrían sa­lirnos sabañones?

LEAR

Sí, muchacho.

BUFÓN

Entonces, alégrate. Tu seso no tendrá que llevar zapati­llas.

LEAR

¡Ja, ja, ja!

BUFÓN

Ya verás lo bien que te trata la otra hija, pues, aunque se parece a ésta como un pero a una manzana, yo sé lo que sé.

LEAR

¿Y qué sabes, muchacho?

BUFÓN

Pues que la otra sabrá igual, como un pero y otro pero.

¿Sabes por qué tenemos la nariz en medio de la cara?

LEAR

No.

BUFÓN

     Para tener un ojo a cada lado. Así se ve lo que no se puede oler.

LEAR

Fui injusto con ella.

BUFÓN

¿Sabes cómo hace su concha la ostra?

LEAR

No.

BUFÓN

Yo tampoco. Pero sé por qué el caracol tiene casa.

LEAR

¿Por qué?

BUFÓN

     Pues para meter la cabeza dentro, en vez de dársela a sus hijas y dejar los cuernos al aire.

LEAR

     Prescindiré de mi afecto. ¡Un padre tan bueno! –– ¿Están listos mis caballos?

BUFÓN

     Los están preparando tus burros. Si las siete estrellas [L11] no son más que siete es por una buena razón.

LEAR

Porque no son ocho.

BUFÓN

     Pues, claro. Tú serías un buen bufón.

LEAR

     Recobrarlo por la fuerza... ¡Monstruosa ingratitud!

BUFÓN

     Abuelo, si fueses mi bufón, te mandaría azotar por ser viejo antes de tiempo.

LEAR

     ¿Qué quieres decir?

B UFÓN

     Que no debías haberte hecho viejo hasta haber sido sensato.

LEAR

¡Cielos clementes, que no me vuelva loco, no!

¡Conservadme la razón, no quiero enloquecer! ––

     Bueno, ¿están listos los caballos?

CABALLERO

     Listos, señor.

LEAR

     Vamos, muchacho.

BUFÓN

     La que siendo ahora virgen se ríe de mi marcha

dejará de ser virgen si la cosa se alarga.

 

Salen.

 

II.i      Entran [EDMOND, el] bastardo y CURAN por lados opuestos.

 

EDMOND

     Dios os guarde, Curan.

CURAN

Y a vos, señor. Vengo de ver a vuestro padre y le he informado de que el Duque de Cornwall y la Duquesa Regan llegarán esta noche.

EDMOND

¿Cómo es eso?

CURAN

No lo sé. ¿Habéis oído las últimas noticias o, mejor di­cho, los rumores, ya que por ahora no pasan de susurros?

EDMOND

No. ¿Qué dicen?

CURAN

¿No os han dicho nada de una guerra inminente entre los Duques de Cornwall y de Albany?

EDMOND

Ni una palabra.

CURAN

Entonces lo sabréis a su tiempo. Adiós, señor.

 

Sale.

 

EDMOND

¡El duque aquí esta noche! ¡Bien! ¡Magnífico!

Por fuerza esto encaja con mi plan.

Mi padre ha mandado apresar a mi hermano;

y yo tengo un asunto bastante delicado

que debo acometer. ¡Presteza y fortuna, actuad! ––

¡Oye, hermano! ¡Baja! ¡Eh, hermano!

 

Entra EDGAR.

 

Nuestro padre vigila. ¡Huye de aquí!

Han averiguado dónde te escondes.

Aprovecha la ventaja de la noche.

¿Qué has dicho contra el Duque de Cornwall?

Se acerca aquí, ahora, esta noche, a toda prisa,

y Regan le acompama. ¿O qué has dicho

en su favor y contra el Duque de Albany?

Haz memoria.

EDGAR

Ni una palabra, seguro.

EDMOND

Oigo acercarse a nuestro padre. Perdona,

pero he de simular que desenvaino contra ti.

Tú también: finge defenderte. Y pelea bien. ––

¡Ríndete! ¡Ven ante mi padre! ¡Aquí, luces! ––

Huye, hermano. –– ¡Antorchas, antorchas! ––Adiós.

 

Sale EDGAR.

 

Un poco de sangre les hará pensar

que la lucha ha sido cruel. He visto a borrachos

hacerse mucho más por diversión.

 

[Se hiere el brazo.]

 

¡Padre, padre! –– ¡Detente, detente! ––

¿Quién me ayuda?

 

Entra GLOSTER y criados con antorchsa.

 

GLOSTER

Bueno, Edmond, ¿dónde está el infame?

EDMOND

Estaba aquí, en la oscuridad, espada en mano,

musitando maleficios, invocando

el valimiento de la luna.

GLOSTER

Pero, ¿dónde está?

EDMOND

     Mirad, señor, estoy sangrando.

GLOSTER

     ¿Dónde está el infame, Edmond?

EDMOND

     Huyó por ahí, señor, al ver que no podía...

GLOSTER

     ¡Perseguidle! ¡Corred tras él!

 

[Salen los criados.]

 

«Al ver que no podía», ¿qué?

 

EDMOND

Convencerme de que os asesinara.

Le dije que los dioses vengadores

lanzan rayos contra todo parricida;

le hablé de los vínculos múltiples y fuertes

que ligan al hijo con el padre; en suma,

al ver que me oponía con aversión

a propósito tan antinatural, él,

con feroz estocada, arremetió

contra mi cuerpo indefenso, hiriéndome el brazo.

Mas, al verme con el ánimo alertado,

reaccionando en defensa de lo justo,

o tal vez espantado por el ruido que yo hacía,

de pronto salió huyendo.

GLOSTER

Que huya bien lejos. En esta tierra

no tiene donde seguir en libertad;

y si le hallan, morirá. El noble duque,

mi señor y gran patrón, llega esta noche.

Con su autoridad anunciaré

que será recompensado quien encuentre

y entregue a la horca al cobarde asesino;

y a quien le encubra, muerte.

EDMOND

Intentaba apartarle de su plan, mas al verle

dispuesto a ejecutarlo, con ásperas palabras

le amenacé con delatarle. Me contestó:

«¡Bastardo pordiosero! ¿Te imaginas

que, si yo afirmase lo contrario,

tu crédito, mérito o valer bastarían

para dar fe de tus palabras? No: cuanto niegue

(y esto he de negarlo aunque lo muestres

escrito con mi letra), lo achacaré

a tu intriga, instigación, y maniobra.

Muy boba tendría que ser la gente

para no ver que el beneficio de mi muerte

es un incentivo claro y poderoso

para que quieras matarme.»

GLOSTER

¡Ah, infame cruel y empedernido!

¿Y dijo que negaría su propia carta?

 

Clarines dentro.

 

¡Escuchad, es el duque! No sé por qué viene.

Cerraré toda salida; el infame

no escapará. El duque no podrá negármelo.

Además, enviaré su retrato a todas partes,

para que le identifique todo el reino.

Y buscaré la manera, hijo digno y leal,

de hacerte heredero de mi hacienda.

 

Entran CORNWALL, REGAN y acompaña­miento.

 

CORNWALL

¿Qué hay, noble amigo? Apenas llegado,

me cuentan noticias sorprendentes.

REGAN

Si son ciertas, no habrá venganza capaz

de castigar al culpable. ¿Cómo estáis, señor?

GLOSTER

Con mi viejo corazón destrozado, señora.

REGAN

¿Iba a daros muerte el ahijado de mi padre?

¿Aquél a quien mi padre puso nombre? ¿Vuestro Edgar?

GLOSTER

¡Ah, señora! La vergüenza querría ocultarlo.

REGAN

¿No andaba con esos libertinos

que servían a mi padre?

GLOSTER

No lo sé, señora. ¡Es horrible, horrible!

EDMOND

Sí, señora. Se juntaba con ellos.

REGAN

Con razón era tan pérfido.

Le incitan a matar a su padre

para que pueda gastar y derrochar sus rentas.

Esta misma noche he sido informada

de ellos por mi hermana, y con tales advertencias

que, si vienen a alojarse en nuestra casa,

yo no estaré.

CORNWALL

Ni yo, te lo aseguro, Regan.

Edmond, me dicen que has prestado

un gran servicio filial a tu padre.

EDMOND

Era mi deber, señor.

GLOSTER

Le descubrió la intriga y recibió

esa herida tratando de prenderle.

CORNWALL

¿Están persiguiéndole?

GLOSTER

Sí, señor.

CORNWALL

Si le detienen, no habrá que temer

más traiciones. Tomad vuestras medidas

y disponed de mis medios. Tú, Edmond,

cuya obediencia y valer han hablado

por sí mismos, serás de los nuestros.

Hombres de tanta confianza van a serme

necesarios. Pasas a mi servicio.

EDMOND

Os serviré cuanto pueda

y siempre con lealtad.

GLOSTER

Os lo agradezco en su nombre.

CORNWALL

No sabéis por qué venimos a veros.

REGAN

Tan a destiempo, adentrándonos por las sendas

de la noche. Noble Gloster, son cuestiones

de importancia que exigen vuestro consejo.

Nuestro padre, así como nuestra hermana,

me informan de discordias, y he estimado

conveniente responder lejos de nuestra casa.

Los mensajeros aguardan la orden de partir.

Nuestro viejo gran amigo, alegraos

y dispensad vuestro valioso consejo

en un asunto que requiere acción inmediata.

 

Salen. Clarines.

 

II.ii Entran KENT y [OSWALD, el] mayordomo, por la­dos opuestos.

 

OSWALD

Buenas noches, amigo. ¿Eres de la casa?

KENT

Sí.

OSWALD

¿Dónde podemos atar los caballos?

KENT

En el barro.

OSWALD

Vamos, dímelo, si lo tienes a bien.

KENT

Lo tengo a mal.

OSWALD

Bueno, y tú no me caes bien.

KENT

Como te agarre, verás qué bien te caigo.

OSWALD

¿Por qué me tratas así? ¡Si no te conozco!

KENT

Pero yo a ti sí.

OSWALD 

¿Quién soy yo?

KENT

Un bergante, un bribón, un lameplatos, un granuja rastrero, altanero, vacío; un lacayo ambicioso y pela­gatos con calzas de estopa; un pícaro miedica, pleitea­dor, hijo de puta, miraespejos, servil y relamido; un esclavo pobretón, que haría de alcahuete por dar buen servicio y que no es más que una mezcla de granuja, pordiosero, cobarde, rufián e hijo y heredero de perra mestiza; un tipo al que voy a sacudir hasta arrancarle chillidos si me niega una sílaba de cuanto le he lla­mado.

OSWALD

Eres un tipo espantoso, maldiciendo a quien no te co­noce ni conoces.

KENT

Y tú un bellaco insolente, negando que me conoces. ¿No hace dos días que te puse la zancadilla y te pegué ante el rey? ¡Desenvaina, granuja, que, aunque sea de noche, hay luna! ¡Te voy a hacer picadillo lunar, barbi­lindo rastrero hijo de puta! ¡Desenvaina!

OSWALD

¡Fuera! Contigo no tengo que ver.

KENT

¡Desenvaina, bergante! Vienes con una carta contra el rey y te pones de parte de doña Vanidad y contra su re­gio padre. ¡Desenvaina, bellaco, o te dejo en carne viva esas zancas! ¡Desenvaina, granuja! ¡Vamos!

OSWALD

¡Socorro, auxilio! ¡Que me matan!

KENT

¡Ataca, cobarde! ¡Alto, granuja! ¡Detente, lindo co­barde, y ataca!

OSWALD

¡Socorro! ¡Que me matan, que me matan!

 

Entran [EDMOND, el] bastardo, espada en mano, CORNWALL, REGAN, GLOSTER y criados.

 

EDMOND

¡Eh! ¿Qué ocurre? ¡Separaos!

KENT

Con vos, señorito. Si gustáis, dejad que os instruya. Vamos, mi joven maese.

GLOSTER

¿Armas? ¿Pelea? ¿Qué pasa aquí?

CORNWALL

¡Silencio, por vuestra vida! ¡El que ataque, morirá! ¿Qué ocurre?

REGAN

Los mensajeros de mi hermana y el rey.

CORNWALL

¿A qué se debe esta lucha? Hablad.

OSWALD

Estoy sin aliento, señor.

KENT

No es de extrañar, con el valor que derrochas, cobarde granuja. De ti reniega la naturaleza: a ti te hizo un sas­tre.

CORNWALL

Eres un tipo singular. ¿Un sastre hacer a un hombre?

KENT

Un sastre, señor: un picapedrero o un pintor no le ha­brían hecho tan mal, ni aun llevando sólo dos años en el oficio.

CORNWALL

Vamos, habla. ¿Cómo empezó la pelea?

OSWALD

     Señor, este viejo energúmeno, cuya vida he perdonado por respeto a sus canas...

KENT

¡Tú, cero de puta, signo vacío! –– Señor, si me dais li­cencia, patearé a este burdo infame hasta hacerle arga­masa y enlucir las paredes de un retrete. ¿Por mis ca­nas, colipavo?

CORNWALL

¡Silencio!

Zafio salvaje, ¿no tienes respeto?

KENT

Sí, señor, pero el enfado tiene preferencia.

CORNWALL

¿Qué es lo que tanto te enfada?

KENT

El que un bribón como éste vaya con espada

y sin honor. Granujas tan sonrientes

roen y rompen como ratas vínculos sagrados

que son indisolubles; dan gusto a los impulsos

que se desatan en el pecho de sus amos,

echando leña a su fuego y nieve a su desánimo;

niegan, afirman, giran su pico de alción [L12] 

según cambia el viento de sus dueños

y, como perros, no saben más que seguirlos. ––

¡Maldita sea tu cara epiléptica!

¿Te ríes de mí como si fuese un bufón?

So ganso, si te agarro en la llanura de Sarum,

te llevo graznando a Camelot[L13] .

CORNWALL

Pero, ¿estás loco, viejo?

GLOSTER

¿Cómo empezó todo? Dilo.

KENT

No hay contrarios más inconciliables que este granuja y yo.

CORNWALL

¿Por qué granuja? ¿Qué ha hecho de malo?

KENT

No me gusta su semblante.

CORNWALL

     Ni tal vez el mío, el suyo o el de ella.

KENT

     Señor, mi oficio es ser claro:

     he visto mejores caras en mi vida

     que la que lleva encima de sus hombros

     cualquiera de los que tengo delante.

CORNWALL

     Éste es uno de ésos que, elogiado por sincero,

     adopta una insolente tosquedad

     y se impone una conducta opuesta a su carácter.

     El no sabe adular, no; él es claro y franco

     y siempre dice verdades: si las toman, bien;

     si no, es que es sincero. Conozco a estos granujas:    

     en su franqueza ocultan más astucia

     y corrupción que veinte lacayos que no cesan

     de inclinarse y se extreman por cumplir.

KENT

     Señor, de buena fe, con franca veracidad,

     con la venia de vuestra egregia figura,

     cuyo poder, igual que la ardiente aureola

     que flamea en la frente de Febo...

CORNWALL

     ¿Qué te propones?

KENT

Salirme de mi estilo, que tanto os disgusta. Señor, sé que no soy adulador. El que os ha engañado hablando claro es claramente un granuja, y yo nunca lo seré, aun­que me gane vuestro enojo al obligaros a rogármelo.

CORNWALL

     ¿En qué le ofendiste?

OSWALD

     En nada. Hace poco, interpretándome mal,

su amo el rey tuvo a bien pegarme.

     Entonces él, secundándole y halagando

     su disgusto, me derribó por detrás.

     Estando yo en el suelo, se creció,

     me insultó y tanto se hizo el héroe

     que logró distinguirse, y el rey le alabó

     por rendir a quien no se resistía;

     y ahora, excitado por su hazaña,

     arremete de nuevo contra mí.

KENT

     Estos granujas y cobardes son capaces

     de engañar al mismo Áyax.

CORNWALL

     ¡Traed el cepo! Viejo incorregible,

     maduro bravucón, yo te enseñaré.

KENT

     Señor, a mi edad ya no se aprende.

     No me queráis en el cepo. Sirvo al rey,

     y por su encargo vine a veros.

     Demostraríais poco respeto y gran violencia

     a la persona y majestad de mi señor

     castigando a su emisario.

CORNWALL

     ¡Traed el cepo! Por mi vida y mi honra,

     que aquí se quedará hasta el mediodía.

REGAN

     ¿El mediodía? Hasta la noche, mi señor,

     y toda ella.

KENT

     Señora, si yo fuese el perro de vuestro padre

     no me trataríais así.

REGAN

     Mas, como eres su esclavo, lo haré.

CORNWALL

     Este es uno de la especie de que habla

     nuestra hermana. –– ¡Vamos, el cepo!

 

Sacan el cepo.

 

GLOSTER

Permitidme suplicaros: no lo hagáis.*

El rey se ofenderá si se ve menospreciado

en su propio mensajero y se lo encuentra

apresado de este modo.

CORNWALL

De eso respondo yo.

REGAN

Mi hermana se ofenderá mucho más

si insultan y atacan a su mayordomo.*

CORNWALL

Y ahora vamos, señor.

 

Salen [todos menos GLOSTER y KENT.]

 

GLOSTER

Me das pena, amigo. Pero es deseo del duque,

cuyo carácter, como todo el mundo sabe,

no se deja refrenar. Yo te defenderé.

KENT

No, mi señor. He viajado sin reposo.

Pasaré un rato durmiendo y el resto, silbando.

Al honrado la suerte se le acaba por los pies.

Buen día tengáis.

GLOSTER

El duque ha hecho mal: esto dará que sentir.

 

Sale.

 

KENT

Buen rey, verás que se cumple el dicho:

cuando el cielo te abandona,

te quedas expuesto al sol.

Acércate, faro de nuestro mundo,

que pueda, con tus socorridos rayos,

leer esta carta. Casi nadie ve milagros

mas que en la desgracia. Sé que es de Cordelia,

que por suerte ha tenido noticias

de mi simulación y hallará el momento

de proveer remedio y cura a tan extraordinaria

situación. Ojos soñolientos y cansados

de velar, aprovechad la ocasión y no veáis

mi humillante alojamiento.

Fortuna, buenas noches, vuelve a sonreír

y que gire tu rueda.

 

Se duerme. Entra EDGAR.

 

EDGAR

Oí pregonar que me buscan

y, gracias al hueco de un árbol, logré

evadir la persecución. No hay salida abierta,

ni puesto que no extreme la guardia

en espera de apresarme. Mientras pueda escapar,

me protegeré; tengo la intención

de ofrecer el aspecto más pobre e indigno

con el que la miseria, desdeñosa del hombre,

le redujo casi a bestia. Me ensuciaré la cara,

me ceñiré una manta, haré de mi pelo greñas

y, expuesta mi desnudez, lucharé

contra el viento y el acoso de los cielos.

El campo ofrece casos y ejemplos

de mendigos lunáticos que, vociferando,

se clavan en el brazo desnudo y entumecido

alfileres, pinchos de madera, clavos, puntas

de romero; con tan horrible espectáculo

van por míseras granjas, aldehuelas,

majadas y molinos, y, con locas maldiciones

o con súplicas, mueven a caridad:

«¡Socorred a Turlygod! ¡Limosna para Tom!»

Es lo que me queda, pues Edgar no existe.

 

Sale.

Entran LEAR, el BUFÓN y un CABALLERO.

 

LEAR

Es raro que salieran de ese modo sin dar respuesta a mi emisario.

CABALLERO

Oí decir que anteanoche no tenían pensamiento de ausentarse.

KENT

¡Salud, noble amo!

LEAR

¡Vaya! ¿Te diviertes con ese castigo?

KENT

No, señor.

BUFÓN

¡Ja, ja! ¡Qué ligas más duras lleva! Los caballos se atan por la cabeza, los perros y los osos por el cuello, los monos por la cintura y los hombres por las piernas. Quien mueve mucho las piernas, lleva medias de ma­dera.

LEAR

¿Quién es el que confundió tu puesto

al punto de meterte ahí?

KENT

«El que» y «la que»: vuestro yerno e hija.

LEAR

No.

KENT

Sí.

LEAR

Que no.

KENT

     Que sí.

LEAR

¡Por Júpiter, juro que no!

KENT

¡Por Juno, juro que sí!

LEAR

No se atreverían, no podrían,

no querrían. Atentar contra el respeto

con tales desafueros es peor que un crimen.

Cuéntame rápido y preciso de qué modo

mereciste o ellos te impusieron este trato,

siendo mi emisario.

KENT

Señor, cuando les di vuestra carta

en su residencia, estando aún de rodillas

presentando mis respetos, llegó un mensajero

a toda prisa y sudoroso, transmitiendo

entre jadeos saludos de su ama Goneril.

Sin importarle interrumpir, les entregó una carta

que leyeron sin demora y, al ver el mensaje,

llamaron a sus criados, montaron a caballo,

me mandaron seguirles y esperar respuesta,

mirándome con frialdad. Luego, aquí,

al encontrarme al otro mensajero,

cuya acogida fue veneno de la mía,

y viendo que era el mismo que hace poco

se mostró tan insolente con Vuestra Majestad,

con más valor que prudencia, desenvainé.

El despertó a la servidumbre con sus gritos

y alaridos de cobarde. Vuestro yerno e hija

juzgaron que mi ofensa merecía

la vergüenza que ahora sufro.

BUFÓN

Si vuela el ganso bravo, aún estamos en invierno.

Suele tener hijo ingrato

el padre que va harapiento,

pero el hombre adinerado

será padre de hijo tierno.

La fortuna, puta innoble,

le cierra la puerta al pobre.

Pero tú cogerás tantas perras por tus hijas que estarás

un año contándolas.

LEAR

¡Ah, la sofocación se me sube al pecho!

¡Hysterica passio, quieta! Angustia trepadora[L14] ,

tu elemento está abajo. –– ¿Dónde está esa hija?

KENT

Está ahí dentro, señor, con el conde.

LEAR

No me sigáis. Esperad aquí.

 

Sale.

 

CABALLERO

¿No cometisteis más falta que la que habéis dicho?

KENT

     Ninguna.

¿Cómo es que el rey viene con tan pocos?

BUFÓN

Si te hubieran metido en el cepo por hacer esa pre­gunta, lo tendrías bien merecido.

KENT

¿Por qué, bufón?

BUFÓN

Te mandaremos a la escuela de la hormiga para que aprendas que en invierno no se trabaja. Salvo los cie­gos, los que siguen su nariz se guían por los ojos, y no hay una sola nariz entre veinte que no huela al que apesta, Suelta la gran rueda que corre cuesta abajo, no sea que te mates por seguirla; pero, si va cuesta arriba, deja que tire de ti. Cuando un listo te dé mejor consejo, devúelveme el mío. Como lo da un bobo, que lo sigan los bribones.

Quien trabaja por la paga

y sirve por conveniencia,

en cuanto llueve se larga

y te deja en la tormenta.

Queda el bobo, marcha el listo,

y ahora me quedo yo.

Bobo el bribón que se ha ido,

que el bobo no es un bribón.

 

KENT

¿Dónde aprendiste eso, bobo?

BUFÓN

En el cepo no, bobo.

 

Entran LEAR y GLOSTER.

 

LEAR

¿Se niegan a verme? ¿Están indispuestos, cansados,

viajaron de noche? Simples evasivas,

signos de rebeldía y deserción.

Traedme otra respuesta.

GLOSTER

Querido señor, ya conocéis

el carácter irascible del duque

y sabéis lo constante e inflexible

que es en sus decisiones.

LEAR

¡Venganza! ¡Peste! ¡Muerte! ¡Destrucción!

«¿Carácter?» «¿Irascible?» Gloster, Gloster,

quiero ver al Duque de Cornwall y a su esposa.

GLOSTER

Pero, señor, ya les he informado.

LEAR

«¡Informado!» Pero, ¿es que no me entiendes?

GLOSTER

Sí, señor.

LEAR

El rey quiere ver al duque; el padre

quiere ver a su hija, le ordena obediencia...

¿Les has « informado»? ¡Por mi vida y mi sangre!

¿Conque «irascible»? Pues dile al colérico duque...

Bueno, no: quizá no esté bien.

La dolencia descuida las obligaciones

que debe cumplir la salud; no somos los mismos

cuando, aquejada, la naturaleza

obliga al espíritu a sufrir con el cuerpo.

Seré paciente; y reniego de la irreflexión

que me ha hecho tomar el acto de un enfermo

por el de un sano. –– ¡Muerte a mi realeza!

¿Por qué está él ahí? Esta acción me convence

de que el viaje del duque y de mú hija

es pura farsa. Quiero que liberéis a mi criado.

Id a decirles al duque y a su esposa

que quiero verlos. ¡Ahora mismo, ya!

Decidles que salgan y me oigan

o tocaré el tambor a la puerta de su cuarto

hasta matar el sueño para siempre.

GLOSTER

Deseo que haya paz entre vosotros.

 

Sale.

 

LEAR

¡Ah, el corazón, se me sube el corazón! ¡Abajo!.

BUFÓN

Tú grítale, abuelo, como aquella cocinera que metía las anguilas vivas en la masa; les zurraba en la cresta con un palo, gritándoles: «¡Abajo, rebeldes, abajo!» Su hermano fue aquél que, de pura bondad con su caballo, le puso mantequilla al pienso.

 

Entran CORNWALL, REGAN, GLOSTER y criados.

 

LEAR

Buenos días a los dos.

CORNWALL

Salud a vos, mi señor.

 

KENT es puesto en libertad.

 

REGAN

Me alegro de veros, señor.

LEAR

Te creo, Regan, y sé por qué razón

te creo: si no te alegrases,

maldeciría la sepultura de tu madre

por ser la tumba de una adúltera. ––

[A KENT] ¡Ah! ¿Estás libre? Hablaremos de esto. ––

Querida Regan, tu hermana es perversa.

¡Ah, Regan! Cual buitre, me ha clavado en el pecho

el pico punzante de la ingratitud.

Apenas puedo hablarte; no creerías

de qué modo tan malvado ...¡Ah, Regan!

REGAN

Os lo ruego, señor, conteneos.

Quiero creer que no la estimáis en lo que vale,

no que ella falte a su deber.

LEAR

¿Cómo? ¿Qué dices?

REGAN

No puedo creer que mi hermana sea capaz

de eludir su obligación. Señor, si acaso

refrenó los desmanes de vuestros seguidores,

lo hizo por motivos y fines tan sensatos

que la eximen de toda culpa.

LEAR

¡Pues yo la maldigo!

REGAN

Señor, sois anciano. En vos la naturaleza

está al borde de su término. Dejad

que os guíe y conduzca el prudente

que aprecia vuestra condición mejor que vos.

Por tanto, os suplico que volváis

con mi hermana. Decid que la agraviasteis.

LEAR

¿Pedirle perdón? ¡Muy propio de la paternidad!

«Querida hija, reconozco que soy viejo.

La vejez es una inútil. Te pido de rodillas

que te dignes darme ropa, cama y alimento.»

REGAN

Basta, señor. Esos gestos son indecorosos.

Volved con mi hermana.

LEAR

Jamás, Regan. Me ha quitado la mitad

de mi séquito; estuvo ceñuda conmigo;

cual serpiente, me hirió el corazón con su lengua.

¡Que todas las venganzas que atesoran los cielos

caigan sobre su ingrata cabezal

¡Aires malsanos, dejadle baldados

sus jóvenes miembros!

CORNWALL

¡Vamos, vamos, señor!

LEAR

¡Raudos relámpagos, lanzad contra sus ojos

desdeñosos vuestras llamas cegadoras!

¡Miasmas que emanáis de las ciénagas

con el fuego del sol, corromped su belleza

y llenadla de llagas!

REGAN

¡Dioses benditos! También me lo desearéis

a mí en momentos de arrebato.

LEAR

No, Regan, yo nunca te maldeciré.

Tu condición apacible no puede

volverte tan cruel. Sus ojos asustan; los tuyos

confortan y no queman. No es propio de ti

escatimarme deseos, reducirme la escolta,

contestarme con dureza, regatearme el subsidio

y, en suma, recibirme echando el cerrojo.

Tú conoces los deberes naturales,

tu obligación filial, los actos de cortesía,

las deudas de gratitud. Tú no has olvidado

la mitad del reino que te di por dote.

REGAN

Señor, al asunto.

LEAR

¿Quién puso a mi hombre en el cepo?

 

Toque de trompeta dentro.

 

CORNWALL

¿Qué señal es ésa?

REGAN

La conozco: es la de mi hermana; esto confirma

su aviso de que llegaría pronto.

 

Entra [OSWALD, el] mayordomo.

 

¿Ha llegado tu señora?

LEAR

Éste es un granuja que se crece de prestado

a cuenta del favor inconstante de su ama.

¡Fuera de mi vista, lacayo!

CORNWALL

Señor, ¿qué os proponéis?

 

Entra GONERIL.

 

LEAR

¿Quién castigó a mi emisario? Regan,

confío en que tú no sabías nada. ––

¿Quién llega? ¡Ah, dioses! Si amáis a los ancianos,

si vuestro benigno poder reconoce

la obediencia, si también sois ancianos,

¡haced vuestra mi causa! ¡Asistidme y defendedme!

[A GONERILI ¿No te avergüenza mirar estas canas?

¡Ah, Regan! ¡La coges de la mano!

GONERIL

¿Por qué no iba a hacerlo? ¿Qué he hecho yo de malo?

Malo no es todo lo que cree la necedad

y juzga la chochez.

LEAR

¡Ah, pecho, cómo resistes! ¿Aún puedes

soportarlo? –– ¿Quién puso a mi hombre en el cepo?

CORNWALL

Fui yo, señor. Pero sus excesos

no merecían ese honor.

LEAR

¿Tú? ¿Fuiste tú?

REGAN

Os lo ruego, padre: reconoced que sois débil.

Si, hasta el fin de vuestro mes,

queréis volver y residir con mi hermana,

despidiendo a la mitad de vuestro séquito,

venid después conmigo. Estando ausente de casa,

no dispongo de los medios necesarios

para recibiros.

LEAR

¿Volver con ella y despedir cincuenta hombres?

No, antes renuncio a todo techo;

me asociaré con lobos y con búhos

y bajo la furia de los cielos me expondré

al mordisco de la privación. ¿Volver con ella?

Ahí está el fogoso Rey de Francia, que a mi hija

menor tomó sin dote: también podría arrodillarme

ante su trono y pedirle un subsidio de escudero

para seguir en esta vida miserable.

¿Volver con ella? Antes pídeme que sea

esclavo y siervo de este odioso mayordomo.

GONERIL

Como os plazca, señor.

LEAR

Te lo ruego, hija mía, no me vuelvas loco.

No pienso molestarte, hija. Adiós.

Ya nunca nos veremos, ni nos encontraremos.

Pero eres mi carne, mi sangre, mi hija,

o más bien infección de mi carne

que forzosamente es mía. Eres un tumor,

una llaga que supura, una úlcera inflamada

en mi sangre corrompida. Mas no pienso reprenderte.

Venga el oprobio cuando quiera: yo no lo invoco.

No le pido al dios del trueno que fulmine,

ni te acuso ante Júpiter, el juez supremo.

Enmiéndate cuando puedas y a tu conveniencia.

Yo soy paciente; puedo vivir con Regan,

yo y mis cien caballeros.

REGAN

No exactamente. Yo no os esperaba,

ni estoy preparada para una digna acogida.

Señor, atended a mi hermana: quienes vean

vuestros arranques fríamente, por fuerza

convendrán en que sois viejo, así que...

Ella sabe lo que hace.

LEAR

¿Es cierto lo que oigo?

REGAN

Muy cierto, señor. ¡Cincuenta caballeros!

¿No os bastan? ¿Para qué más,

o para qué tantos, cuando el gasto y el peligro

rechazan tan alto número? En una casa,

¿cómo puede vivir en armonía

tanta gente con dos amos?

Es difícil, casi imposible.

GONERIL

¿Por qué, mi señor, no pueden serviros

los que son sus criados o los míos?

REGAN

¿Por qué no, señor? Si os desatienden,

podemos reprenderlos. Como ahora veo el riesgo,

si venís conmigo, os ruego que traigáis

nada más que veinticinco; a ninguno más

daré posada ni admisión.

LEAR

Yo os lo di todo.

REGAN

Y en buena hora.

LEAR

Os hice mis delegadas, mis depositarias,

reservándome el derecho a cierto número

de seguidores. ¿He de ir a tu casa

con veinticinco? Regan, ¿es eso lo que has dicho?

REGAN

Y lo repito, señor: conmigo ni uno más.

LEAR

Los seres perversos parecen hermosos

al lado de otros más perversos: no ser lo peor

también tiene mérito. –– [A GONERIL] Voy contigo:

tus cincuenta son dos veces veinticinco

y tu amor dobla al suyo.

GONERIL

Oídme, señor. ¿Qué necesidad tenéis

de veinticinco, diez o cinco en una casa

en que el doble está a vuestro servicio?

REGAN

¿Qué necesidad de uno?

LEAR

¡No discutáis la «necesidad»! El mendigo

más pobre posee algo superfluo.

Si no dais a la naturaleza

más de lo necesario, la vida humana vale

menos que la de la bestia. Tú eres una dama:

si abrigarse fuera ir engalanado,

no te harían falta esas galas que llevas,

pues apenas te abrigan. En cuanto a necesidad,

¡dadme, cielos, la paciencia necesaria!

Aquí me veis, dioses: un pobre anciano,

cargado de años y penas, mísero en ambos.

Si sois vosotros los que indisponéis

a estas hijas con su padre, no hagáis de mí

el necio que todo lo soporta mansamente;

infundidme noble cólera y no dejéis

que esas armas de mujer, las lágrimas,

deshonren mi hombría. No, brujas desalmadas;

tomaré tal venganza de vosotras

que el mundo entero... Lo haré... No sé aún

qué va a ser, mas será el terror de la tierra.

Creéis que lloraré. No, no voy a llorar.

Me sobran motivos;

 

Fragor de tormenta.

 

pero este corazón saltará en mil pedazos

antes de que llore. –– ¡Ah, bufón, voy a enloquecer! ––

 

Salen LEAR, GLoSTER, el BUFÓN [y el CABALLERO].

 

CORNWALL

Entremos; se acerca una tormenta.

REGAN

La casa es pequeña; no puede alojar bien

al viejo y su gente.

GONERIL

Es culpa suya. Si renuncia al reposo,

que pruebe su locura.

REGAN

Le recibiré gustosamente a él solo,

pero a ninguno de su escolta.

GONERIL

Ésa es mi intención. ¿Dónde está el Conde de Gloster?

CORNWALL

Salió con el viejo. Aquí vuelve.

 

Entra GLOSTER.

 

GLOSTER

     El rey está furiosísimo.

CORNWALL

     ¿Adónde va?

GLOSTER

     Ha ordenado montar, mas no sé adónde va.

CORNWALL

     Más vale dejarle: es su propia guía.

GONERIL

     Señor, de ningún modo le pidáis que se quede.

GLOSTER

     Pero se acerca la noche y braman

     feroces los vientos. Apenas hay un arbusto

     en millas a la redonda.

REGAN

     Ah, señor, al testarudo

el daño que se hace a sí mismo

debe servirle de lección. Cerrad las puertas.

Le siguen unos temerarios, y la prudencia

aconseja guardarse de las provocaciones

a que pueda dejarse llevar.

CORNWALL

Cerrad las puertas, señor. La noche es temible.

Regan dice bien. Protejámonos de la tormenta.

 

Salen.

 

III.i    Sigue la tormenta. Entran KENT y un CABALLERO por lados opuestos.

 

KENT

¿Quién va, además del tiempo infame?

CABALLERO

Alguien tan turbado como el tiempo.

KENT

Yo os conozco. ¿Dónde está el rey?

CABALLERO

Luchando con los fieros elementos;

al viento le dice que hunda la tierra

en las aguas o levante el mar encrespado

sobre los continentes y que todo

se altere o destruya.*

KENT

Pero, ¿quién va con él?

CABALLERO

Sólo el bufón, que se esfuerza en aliviarle

las penas con sus bromas.

KENT

Señor, os conozco lo bastante

como para confiaros un asunto de importancia,

Aunque por ahora guardan apariencias

con parejo disimulo, hay enfrentamiento

entre Albany y Cornwall, que tienen criados

(¿y quién tan encumbrado de Fortuna

no los tiene?), que, aunque lo parecen,

son espías que informan a Francia

sobre nuestro Estado: lo que han visto

de las riñas e intrigas de los duques

o la dureza con que ambos han tratado

al anciano rey; o algo más profundo,

de lo cual todo esto es sólo síntoma.*

CABALLERO

Habrá que hablar más de esto.

KENT

No. Para confirmar que soy mucho más

que mi apariencia, abrid esta bolsa

y sacad el contenido. Si véis a Cordelia,

y sin duda la veréis, mostradle este anillo,

y ella os dirá quién es ese hombre

que no conocéis. ¡Maldita tormenta!

Voy en busca del rey.

CABALLERO

Dadme la mano. ¿Queréis decir algo más?

KENT

Poco, aunque de gran trascendencia.

Cuando encontremos al rey (id vos

por ese lado, yo por éste), quien primero

dé con él, que grite al otro.

 

Salen.

 

III.ii Sigue la tormenta. Entran LEAR y el BUFÓN.

 

LEAR

¡Soplad, vientos, y rajaos las mejillas!

¡Rugid, bramad! ¡Romped, turbiones y diluvios,

hasta anegar las torres y hundir las veletas!

¡Fuegos sulfúreos, raudos como el pensamiento,

heraldos del rayo que parte los robles,

quemadme las canas! Y tú, trueno estremecedor,

¡aplasta la espesa redondez de la tierra,

rompe los moldes de la naturaleza y mata

la semilla que produce al hombre ingrato!

BUFÓN

Ah, abuelo: más vale dar jabón en seco que renegar bajo esta lluvia. Entra, abuelo, y pídeles la bendición a tus hijas. La noche no perdona ni a bobo ni a listo.

LEAR

¡Retumbe tu vientre! ¡Escupe, fuego; revienta, nube!

Ni lluvia, viento, trueno, ni rayo son mis hijas.

De ingratitud no os acuso, elementos:

yo nunca os di un reino, jamás os llamé hijos.

No me debéis obediencia, así que arrojad

vuestro horrendo placer. Aquí está vuestro esclavo,

un pobre anciano, mísero, débil, despreciado.

Y, sin embargo, os llamo aliados serviles

que, unidos a mis dos hijas perversas,

desde el cielo lanzáis vuestras legiones

sobre cabeza tan blanca, tan vieja. ¡Ah, infamia!

BUFÓN

Quien tiene una casa donde meter la cabeza, tiene una buena sesera.

Braguetero busca un hoyo

y va con cabeza al aire,

que se llenará de piojos

cuando tenga que casarse.

El que atiende al dedo gordo

mucho más que al corazón

por un callo andará loco

y despierto del dolor.

Pues no hay mujer guapa que no haga visajes delante del espejo.

 

Entra KENT.

 

LEAR

No, seré un modelo de paciencia.

No diré nada.

KENT

¿Quién va?

BUFÓN

Pues la majestad y el braguetero, es decir un sabio y un bobo.

KENT

Ah, señor, ¿estáis ahí? Ni los que aman la noche

aman noches como ésta. Los coléricos cielos

espantan a las fieras que vagan en las sombras

y las retienen en sus cuevas. Desde que soy hombre

no recuerdo haber visto estos chorros de fuego,

ni oído este retumbar del hórrido trueno,

ni estos gemidos de lluvia y viento rugiente.

El hombre no soporta tal angustia ni temor.

LEAR

Que los grandes dioses que engendraron

tan terrible tumulto sobre nuestras cabezas

descubran ahora a sus enemigos. Tiembla,

desgraciado, que callas tus recónditos delitos

aun sin castigar. Escóndete, asesino,

perjuro, hipócrita incestuoso. Estremécete,

infame, y salta en pedazos por haber

tramado contra el hombre bajo capa

de bondad. Crímenes ocultos, abrid

vuestros antros y pedid perdón

a estos terribles emisarios.

Víctima soy del pecado más que pecador.

KENT

¡Cómo! ¿A cabeza descubierta? ––

Majestad, aquí cerca hay una choza:

os dará cobijo en esta tempestad.

Descansad dentro, mientras voy al duro palacio

(más duro que la piedra de sus muros,

donde hace poco me han negado acceso

al preguntar por vos) a obligarles

a mostrar siquiera cortesía.

LEAR

La cabeza se me va. ––

Vamos, muchacho. ¿Cómo estás? ¿Tienes frío?

Yo también. –– ¿Dónde está esa choza, amigo?

El arte de la necesidad es admirable:

vuelve valioso lo mísero. Vamos, la cabaña. ––

Mi pobre y pícaro bufón, en mi pecho

hay siempre un hueco que se apena por ti.

BUFÓN [canta]

Quien tiene poco juicio y sensatez,

do, re, mi, do, hay viento y lloverá,

a su destino se ha de someter,

pues un día y otro día lloverá.

LEAR

Cierto, muchacho. –– Vamos, llévanos a la choza.

 

Salen [LEAR y KENT].

 

BUFÓN

Espléndida noche hasta para enfriar a una golfa. Ante; de salir, haré una profecía:

Cuando sacerdotes no hagan y hablen

y los cerveceros la cerveza agüen;

cuando el noble enseñe al sastre su empleo

y, en lugar de herejes, ardan los puteros,

será porque el reino de Albión

ha entrado en la gran confusión.

 

Cuando en todo pleito se haga justicia,

y amo y escudero sin penurias vivan;

cuando nuestras lenguas no murmuren más

y nuestros rateros dejen de robar;

cuando el usurero saque sus reservas

y erijan iglesias putas y alcahuetas,

un tiempo habrá entonces, ¿y quién lo verá?,

en que nuestros pies sirvan para andar.

Será profecía del mago Merlín, que yo he nacido antes que él[L15] .

 

Sale.

 

III.iii Entran GLOSTER y EDMOND.

 

GLOSTER

¡Ay, Edmond! No me gusta este trato despiadado. Cuando les pedí permiso para aliviarle, se adueñaron de mi casa y me prohibieron, bajo pena de perpetuo disfavor, hablar de él, mediar por él o auxiliarle en modo alguno.

EDMOND

     Eso es cruel y despiadado.

GLosTER

Bueno, tú no digas nada. Hay enfrentamiento entre los duques. Y un asunto aún peor. Esta noche he recibido una carta; es peligroso comentarla; la he guardado en mi escritorio. Los agravios que ahora sufre el rey serán vengados por entero: ya ha desembarcado parte de un ejército; debemos ponemos del lado del rey. Voy a bus­carle; le ayudaré en secreto. Tú entretén al duque con­versando, no vaya a descubrir mi auxilio. Si pregunta por mí, no estoy bien y me he acostado. Aunque me cueste la vida, como me han amenazado, hay que soco­rrer al rey, mi anciano señor. Se avecinan sucesos sin­gulares, Edmond. Lleva cuidado.

 

Sale.

 

EDMOND

Al duque he de informar sin dilación de esa bondad prohibida y de la carta. Esto merece un buen premio. Ganaré lo que pierda mi padre, que será su hacienda: cuando caen los viejos, los jóvenes medran.

 

Sale.

 

III.iv Entran LEAR, KENT y el BUFÓN.

 

KENT

Éste es el lugar, señor; entrad, mi señor.

La tiranía de esta noche no la soporta

nuestra naturaleza.

 

Sigue la tormenta.

 

LEAR

Déjame.

KENT

Mi buen señor, entrad aquí.

LEAR

¿Quieres partirme el corazón?

KENT

Antes me partiría el mío. Entrad, mi señor.

LEAR

Tú das importancia a que esta fiera tormenta

nos cale hasta los huesos. Tú lo ves así;

mas donde el mal es mayor, el menor

no se siente. Tú huirías de un oso,

mas si la huida te lleva a la mar brava,

tendrías que afrontarlo cara a cara.

Si está libre la mente, el cuerpo es sensible.

La tormenta de mi mente no me deja

sentir nada, salvo lo que brama dentro,

la ingratitud filial. ¿No es como si la boca

arrancase la mano que le da alimento?

Castigaré sin piedad. ¡No, no voy a llorar más!

¡Dejarme fuera en una noche así!

¡Venga lluvia, que puedo soportarla!

¡En una noche así! ¡Ah, Regan, Goneril!

¡Al padre anciano y generoso que os lo dio todo!

¡Ah, esto lleva a la locura! Que no caiga en ella.

Ya basta.

KENT

Mi buen señor, entrad aquí.

LEAR

Anda, entra tú y protégete. La tormenta

me impide meditar sobre otras cosas

que me harían más daño. Pero entraré. ––

Muchacho, entra tú primero. –– ¡Pobreza sin techo! ––

Vamos, entra. Rezaré y después me dormiré.

 

Sale [el BUFÓN].

 

Pobres míseros desnudos, dondequiera que estéis,

expuestos al azote de esta cruel tormenta,

¿cómo os protegerá de un tiempo como éste

vuestra cabeza descubierta, vuestro cuerpo

sin carnes, los harapos llenos de agujeros?

¡Ah, qué poco me han preocupado! Cúrate, lujo;

despójate y siente lo que siente el desvalido,

para que pueda caerle lo superfluo

y se vea que los dioses son más justos.

EDGAR [dentro]

¡Braza y media! ¡Braza y media! ¡Pobre Tom!

 

Entra el BUFÔN.

 

BUFÓN

No entres ahí, abuelo: hay un espíritu. ¡Socorro, auxilio!

KENT

Dame la mano. –– ¿Quién anda ahí?

BUFÓN

¡Un espíritu, un espíritu! Dice que se llama Pobre Tom

KENT

¿Quién eres tú, que te quejas en la choza?

Sal de ahí.

 

Entra EDGAR [disfrazado de mendigo].

 

EDGAR

¡Fuera! Me persigue el Maligno.

El viento helado sopla entre el espino.

¡Huuum! Acuéstate, que tienes frío.

 

LEAR

¿Les has dado todo a tus dos hijas?

¿A esto has llegado?

EDGAR

Dadle algo al pobre Tom. El Maligno le ha llevado por fuego y por llama, por vado y remolino, por ciénaga y pantano. Le ha puesto cuchillos debajo de la almohada, sogas en la galería y veneno al lado de la sopa. Le ha vuelto soberbio de hacerle trotar en caballo bayo sobre puentes de cuatro pulgadas persiguiendo a su sombra cual si fuera una traidora. ¡Los dioses te lo pagarán! Tom tiene frío. Titi, titi, titi. ¡Y te bendecirán contra los torbellinos, el mal de los astros y las pestes! Limosna para el pobre Tom, víctima del Maligno. A ver si lo pi­llo aquí, y aquí, y aquí.

 

Sigue la tormenta.

 

LEAR

¿A eso le han llevado sus hijas? ––

¿No pudiste guardar nada? ¿Se lo diste todo?

BUFÓN

No: se guardó una manta, que, si no, nos daría ver­güenza.

LEAR

¡Caigan sobre sus hijas todas las plagas del cielo

que penden funestas sobre las culpas de los hombres!

KENT

Señor, no tiene hijas.

LEAR

¡Así te maten, traidor! Sólo unas hijas malvadas

podían degradar tanto su naturaleza.

¿Es costumbre que a los padres rechazados

les dé tan poca lástima su carne?

¡Un castigo justo! Su carne fue la que engendró

a estos pelícanos de hijas[L16] .

EDGAR

Fue Pelicón al Mont Pelicón...

¡Aú, aú, du ––dú!

BUFÓN

Esta noche helada nos va a volver a todos locos a idiotas.

EDGAR

Guárdate del Maligno, obedece a tus padres, honra tu palabra, no jures, no peques con esposa ajena, no vis­tas con ostentación. Tom time frío.

LEAR

¿Tú qué has sido?

 

EDGAR

Un galán, soberbio de corazón y de ánimo. Me rizaba el pelo, llevaba guantes en el sombrero, satisfacía el pla­cer de mi amada y con ella realizaba el acto de las som­bras; mis palabras eran juramentos a los que faltaba ante los ojos del cielo; mis sueños, fantasías amorosas que practicaba despierto. El vino, lo adoraba; los dados me apasionaban; y en cuanto a mujeres, tenía más que un sultán. Falso de alma, vivo de oído, presto de espada; cerdo en pereza, zorro en sigilo, lobo en mi gula, perro en mi rabia, león con mi presa. No entregues tu corazón a mujer por un crujir de zapatos o de sedan. No pongas el pie en un prostíbulo, la mano entre unas faldas ni la firma en un pagaré y desafía al Maligno.

Y el viento aún sopla entre el espino

y dice «hu, hu, ay, ay».

Muchacho, el delfín. ¡Ea! Déjale trotar.

 

Sigue la tormenta.

 

LEAR

Mejor estarías en la tumba que aquí con tu cuerpo des­nudo frente al cielo inclemente. ¿El hombre es sólo esto? Miradle bien. Tú no le debes seda al gusano, piel a la bestia, lana a la oveja o perfume a la civeta. Ah, aquí estamos tres adulterados; tú eres el ser puro. El hombre desguarnecido no es más que un pobre animal desnudo y de dos patas como tú. ¡Fuera, fuera con lo prestado! Vamos, desabrochadme.

 

Entra GLOSTER con una antorcha.

 

BUFÓN

Te lo ruego, abuelo, cálmate. La noche está infame para nadar. Un fuego menudo en un páramo es como el corazón de un viejo verde: una chispa pequeña, y el resto del cuerpo, apagado. Mirad, aquí viene un fuego fatuo.

 

EDGAR

Éste es el demonio Flibertigibet. Sale al toque de queda y deambula hasta la medianoche. Produce cataratas, bizquera y labio leporino; ataca las mieses y mortifica a la pobre criatura de la tierra.

Tres veces al monte salió San Vidal

y al íncubo vio con sun nueve allá;

le hizo caer,

frenó su poder

y ordenó: «¡Atrás, demonio, atrás!»

 

KENT

¿Estáis bien, Majestad?

LEAR

¿Quién es?

KENT

¿Quién va? ¿Qué buscáis?

GLOSTER

¿Quiénes sois vosotros? ¿Cómo os llamáis?

EDGAR

El pobre Tom, que come ranas, sapos, renacuajos, sala­mandras y tritones; que, con la furia de su pecho, cuando arrecia el Maligno, hace boca con boñigos, se come las ratas y los perros muertos, y se traga el verdín del agua estancada; al que azotan de aldea en aldea, meten en el cepo y en la cárcel; que tuvo tres trajes y seis camisas,

y montó a caballo, y lució su espada;

pero los ratones, ratas y alimañas

llevan siete años siendo su pitanza.

¡Cuidado con mi diablo! ¡Calla, Smulkin! ¡Calla, de­monio!

GLOSTER

¿Vuestra Majestad no encuentra mejor compañía?

EDGAR

El príncipe de las tinieblas es un caballero. Le llaman Modo y Mahu.

GLOSTER

Señor, nuestros hijos degeneran tanto que odian a quien los engendra.

EDGAR

El pobre Tom tiene frío.

GLOSTER

Entrad conmigo. Mi lealtad no me permite

cumplir las órdenes crueles de vuestras hijas.

Aunque me han mandado atrancar las puertas

y dejar que la noche se ensañe con vos,

he osado salir a buscaros

y llevaros donde hay fuego y alimento.

LEAR

Antes dejadme que hable con este filósofo. ––

¿Cuál es la causa del trueno?

KENT

Señor, aceptad lo que ofrece, entrad en la casa

LEAR

Quiero conversar con el sabio griego. ––

¿Cuál es vuestra ciencia?

EDGAR

La de huir del demonio y matar los bichos.

LEAR

Permitid que hable a solas con vos.

KENT

Señor, insistid en que se vaya.

Le flaquea la razón.

GLOSTER

¿Y qué culpa tiene?

 

Sigue la tormenta.

 

Sus hijas desean su muerte. ¡Ay, ya lo decía

el bueno de Kent, pobre desterrado!

Dices que el rey enloquece; que sepas, amigo,

que yo estoy casi loco. Tengo un hijo

del que he renegado. Atentó contra mí

hace poco, muy poco. Amigo, yo le quería

como ningún padre a su hijo. Para serte sincero

el dolor me ha enajenado. ¡Qué noche ésta!

Ruego a Vuestra Majestad...

LEAR

Disculpadme, señor. ––

Noble filósofo, venid conmigo.

EDGAR

Tom tiene frío.

GLOSTER

Venga, entra en la choza y resguárdate.

LEAR

Vamos, entremos todos.

KENT

Por aquí, señor.

LEAR

Con él: quiero quedarme con mi filósofo.

KENT

Señor, dadle gusto. Dejad que se venga.

GLOSTER

Pues encárgate de él.

KENT

Tú, vamos. Vente con nosotros.

LEAR

Venid, ateniense.

GLOSTER

No digáis nada. Silencio.

EDGAR

A la torre llegó don Roldán.

Su lema fue siempre: «¡Pim, pom, pam!

A sangre britana huelo ya.»

 

Salen.

 

III.v Entran CORNWALL y EDMOND.

 

CORNWALL

Me vengaré antes de salir de su casa.

EDMoND

Señor, me da miedo pensar qué dirán de mí por antepo­ner la lealtad a los lazos naturales.

CORNWALL

Ahora comprendo que no fue sólo la ruindad de tu her­mano lo que le hizo atentar contra él: la muerte que merecía tu padre la provocó su propia maldad.

EDMOND

¡Qué triste es mi suerte, que me hace lamentar mi leal­tad! Aquí está la carta de que habló, que demuestra que es espía en beneficio de Francia. ¡Dioses! ¡Ojalá no existiera esta traición o yo no la hubiera descu­bierto!

CORNWALL

Vamos a ver a la duquesa.

EDMOND

Si lo que dice la carta es verdad, os ha caído un asunto importante.

CORNWALL

Verdad o mentira, te convierte en el Duque de Gloster. Averigua dónde está tu padre, que le detengamos.

EDMOND

[aparte] Si le encuentro auxiliando al rey, le dará más motivos al duque. –– Proseguiré en mi lealtad para con vos, aunque ello me enfrente con mis sentimientos.

CORNWALL

Tienes mi plena confianza y en mi afecto hallarás un padre más querido.

 

Salen.

 

III.vi Entran KENT y GLOSTER.

 

GLOSTER

Aquí se está mejor que a la intemperie; alegraos. Os lo haré más cómodo añadiendo lo que pueda. No tardaré.

KENT

Su razón ha cedido del todo a su arrebato. Los dioses os paguen vuestra bondad.

 

Sale GLOSTER.

Entran LEAR, EDGAR y el BUFÓN.

 

EDGAR

Me llama Frateretto y me dice que Nerón pesca en el lago de las sombras. –– Bobo, tú reza y guárdate del Ma­ligno.

BUFÓN

Anda, abuelo, dime si ún loco es un noble o un bur­gués.

LEAR

¡Un rey, un rey!

BUFÓN

No: un burgués que tiene un hijo noble, pues tiene que estar loco si deja que su hijo se ennoblezca antes que él.

LEAR

¡Así vinieran con mil asadores

al rojo vivo aullando sobre ellas!*

EDGAR

¡Los dioses te lo pagarán!

KENT

¡Ah, dolor! Señor, ¿dónde está la paciencia

de la que tanto os preciabais?

EDGAR [aparte]

Mis lágrimas se ponen tanto de su parte

que van a estropearme el fingimiento.

LEAR

Hasta los perrillos ––Trío, Blanca

y Reina ––, ¿veis?, todos me ladran.

EDGAR

Tom va a tirarles su cabeza. ¡Fuera, chuchos!

Tengas boca blanca o negra,

que envenena como muerda,

galgo, mastín o podenco,

braco, mestizo o sabueso,

rabicorto o rabilargo,

Tom te hará salir aullando,

pues, al tirarles mi crisma,

todos huyen de estampía.

Titi, titi, titi. ¡Ea! Vete a las fiestas, ferias y mercados.

Pobre Tom, tu cuerno está seco[L17] .

LEAR

Ahora, que diseccionen a Regan, a ver qué le crece por el corazón. ¿Hay alguna causa natural para tener tan duro el corazón? –– [A EDGAR] Vos, señor, seréis uno de mis cien caballeros. Pero no me gusta vuestro modo de vestir. Di­réis que es un traje persa, pero que os lo cambien.

KENT

Mi señor, acostaos aquí y descansad.

LEAR

No hagáis ruido, no hagáis ruido; corred las cortinas.

Así. Ya cenaremos por la mañana.

BUFÓN

Y yo me acostaré a mediodía.

 

Entra GLOSTER.

 

GLOSTER

Ven aquí, amigo. ¿Dónde está el rey, mi señor?

KENT

Aquí, pero dejadle. Ha perdido la razón.

GLOSTER

Te lo ruego, amigo, llévale en brazos.

He sabido que piensan atentar contra su vida.

Hay lista una litera; llévale a ella

y salid para Dover[L18] , donde os darán

acogimiento y protección. Lleva a tu amo.

Si te entretienes sólo media hora,

lo pagaréis con la vida él, tú y todos

los que le defiendan. Vamos, llévatelo

y sígueme, que os procure provisiones.*

Vamos, en marcha.

 

Salen.*

 

III.vii  Entran CORNWALL, REGAN, GONERIL, [EDMOND, el] bastardo y criados.

 

CORNWALL

[a GONERIL] Sal a toda prisa y enseña esta carta a tu esposo mi señor. El ejército francés ha desembarcado. –– Vosotros buscad al traidor Gloster.

 

[Salen algunos criados.]

 

REGAN

Ahórcalo ahora mismo.

GONERIL

Sácale los ojos.

CORNWALL

Confiadlo a mi cólera. Edmond, acompaña a mi cu­ñada: la venganza que debo tomar del traidor de tu pa­dre no te conviene presenciarla. Avisa al duque, con quien vas a reunirte, de que se prepare sin demora; yo haré lo mismo. Nuestros correos serán rápidos y nos tendrán al corriente. ¡Adiós, querida cuñada! ¡Adiós, Conde de Gloster!

 

Entra [OSWALD, el] mayordomo.

 

     ¿Qué hay? ¿Dónde está el rey?

OSWALD

Se lo ha llevado el Conde de Gloster.

     Unos treinta y cinco de sus hombres le buscaron

     con ahínco y le hallaron a las puertas.

     Con algunos otros vasallos del conde,

     van con él a Dover, donde afirman tener

     amigos muy bien armados.

CORNWALL

     Prepara caballos para tu señora.

 

[Sale OSWALD.]

 

GONERIL

Adiós, mi señor, y hermana.

CORNWALL

Edmond, adiós.

 

Salen GONERIL y [EDMOND, el] bastardo.

 

Buscad al traidor Gloster. Maniatadle

como a un ladrón. Traedle ante mí.

Aunque no pueda condenarle a muerte

sin que sea juzgado, mi autoridad

se plegará a mi furor, que, aunque lo censuren,

no lo detendrán.

 

Entran GLOSTER y CRIADOS.

 

     ¿Quién es? ¿El traidor?

REGAN

     El ingrato zorro.

CORNWALL

     Atadle bien esos brazos secos.

GLOSTER

     ¿Qué os proponéis, Altezas? Amigos míos, pensad

     que sois mis huéspedes. No me ultrajéis.

CORNWALL

     Vamos, atadle.

REGAN

     Fuerte, fuerte. ¡Ah, miserable traidor!

GLOSTER

     No lo soy, dama despiadada.

CORNWALL

     Atadle a esta silla. Infame, vas a ver..

 

[REGAN le lira de la barba.]

 

GLOSTER

     Por los dioses clementes, es una vileza

     tirarme de la barba.

REGAN

     Tan blanca y tú tan traidor.

GLOSTER

     Perversa señora, el pelo que me arrancas

de la barba va a cobrar vida y acusarte.

Sois mis huéspedes y no debéis violentar

mi rostro hospitalario cual ladrones.

     ¿Qué vais a hacer?

CORNWALL

     Vamos, ¿qué carta has recibido de Francia?

REGAN

     La respuesta, clara, que sabemos la verdad.

CORNWALL

     ¿Y qué conjura llevas con esos traidores

     que han desembarcado en el reino...

REGAN

... y a quienes has encomendado al loco del rey?

     ¡Habla!

GLOSTER

     Es una carta que hace suposiciones,

     procedente de parte neutral

     y no de un contrario.

CORNWALL

     ¡Qué astucia!

REGAN

     ¡Y falsedad!

CORNWALL

     ¿Dónde has mandado al rey?

GLOSTER

     A Dover.

REGAN

     ¿Por qué a Dover? ¿No se te prohibió bajo pena...?

CORNWALL

     ¿Por qué a Dover? Que conteste.

GLOSTER

     Me ataron al palo; sufriré la embestida.

REGAN

¿Por qué a Dover?

GLOSTER

Porque no quería verte sacándole

los ojos de anciano con tus crueles uñas,

ni a tu impía hermana hincándole colmillos

de fiera en su carne ungida. El mar,

ante una tormenta como la que sufrió

su cabeza descubierta en la noche infernal,

se habría encrespado para apagar las estrellas.

Mas él, pobre anciano, a la lluvia unía el llanto.

Si los lobos hubieran aullado a tu puerta

en noche tan dura, habrías dicho: «Portero,

ábreles.» El más cruel se aplaca. Mas yo he de ver

a la alada Venganza caer sobre estas hijas.

CORNWALL

Nunca lo verás. –– Vosotros, sujetad la silla. ––

Voy a pisarte los ojos.

GLOSTER

¡Si queréis llegar a viejos, socorredme! ––

¡Ah, crueldad! ¡Ah, dioses!

REGAN

Un lado se ríe del otro. ¡El otro también!

CORNWALL

Si ves la venganza...

CRIADO

¡Alto, señor! Os he servido desde niño,

pero nunca os presté mejor servicio

que ahora al decir que os detengáis.

REGAN

¿Cómo, perro?

CRIADO

Si tuvierais barba en la cara,

os la arrancaría por esto. –– ¿Qué pretendéis?

CORNWALL

¡Villano!

CRIADO

Muy bien, adelante; arriésgate a la furia.

 

Desenvainan y luchan.

[CORNWALL es herido.]

 

REGAN

Tú, dame tu espada. ¡Atreverse un villano!

 

Coge la espada y le hiere por la espalda.

 

CRIADO

     ¡Ah, me ha matado! Señor, aún os queda un ojo

para ver su desgracia. ¡Ah!

 

Muere.

 

CORNWALL

No verá más; yo lo impediré. ¡Fuera, gelatina!

¿Dónde está tu brillo?

GLOSTER

¡Oscuridad y desconsuelo! ¿Dónde está

mi hijo Edmond? ¡Edmond, aviva

tu ardor filial y venga este horror!

REGAN

¡Calla, infame traidor! Invocas a quien te odia.

El fue quien nos reveló tu traición:

es muy honrado para compadecerte.

GLOSTER

¡Necio de mí! Entonces Edgar es la víctima.

Dioses clementes, perdonadme y socorredle.

REGAN

Echadle fuera y que el olfato

le guíe hasta Dover.

 

Sale [un CRIADO] con GLOSTER.

 

¿Qué hay, señor? ¿Qué pasa?

CORNWALL

Estoy herido. Sígueme, señora.

¡Fuera con el vil ciego! Y a este villano

echadlo al estercolero. Regan, sangro por momentos.

La herida viene a deshora. Deja que me apoye.

 

Salen.

 

IV.i Entra EDGAR.

 

EDGAR

     Mejor así y saber que te desprecian

     que despreciado y halagado. Ser lo peor,

     lo más bajo y humillado de la suerte,

     es tener una esperanza, vivir sin miedo.

     El cambio doloroso es la caída;

     de lo peor se va al júbilo. Conque, bienvenido,

     aire immaterial que ahora abrazo.

     El desdichado al que empujaste a lo peor

     no debe nada a tus ráfagas.

 

Entra GLOSTER, guiado por un ANCIANO

 

Pero, ¿quién llega aquí? Mi padre,

con los ojos desgarrados. ¡Ah, mundo, mundo!

Si tus extraños vaivenes no te hicieran tan odioso,

no cederíamos a la muerte.

ANCIANO

¡Ah, señor, si he vivido con vos

y vuestro padre en estos ochenta años...!

GLOSTER

Vete, márchate. Buen amigo, aléjate.

Tu ayuda no puede servirme de nada

y a ti podría dañarte.

ANCIANO

No veis el camino.

GLOSTER

Estoy sin camino y no necesito ojos.

Cuando veía, tropecé. Nuestros bienes

nos vuelven confiados y nuestras carencias

acaban siendo ventajas. ¡Ah, querido Edgar,

pasto de la ira de un padre engañado!

Si vivo para verte por el tacto

diré que vuelvo a tener ojos.

ANCIANO

¿Eh? ¿Quién va?

EDGAR [aparte]

¡Dioses! ¿Quién dice que he llegado a lo peor?

Ahora estoy peor que nunca.

ANCIANO

Es el pobre loco Tom.

EDGAR [aparte]

Y podría estar peor. No estamos en lo peor

mientras podamos decir que algo es lo peor.

ANCIANO

Tú, ¿dónde vas?

GLOsTER

¿Es un mendigo?

ANCIANO

Un mendigo loco.

GLOSTER

Pues le queda juicio, o no podría pedir.

Anoche, en la tormenta, uno como él

me hizo pensar que el hombre es un gusano.

Entonces mi hijo me vino al pensamiento,

pero mi pensamiento le negaba. Ahora sé más

Somos para los dioses como las moscas

para los chiquillos: nos matan por diversión.

EDGAR [aparte]

¿Cómo ha sucedido? Mala cosa es

tener que hacer el loco con el afligido,

para enojo propio y ajeno.

[Acercándose] ¡Los dioses te lo pagarán!

GLOSTER

¿Es el que va desnudo?

ANCIANo

Sí, señor.

GLOSTER

Entonces márchate. Por mí y nuestro afecto,

alcánzanos si quieres de aquí

a una o dos millas por el camino de Dover,

y trae alguna ropa para el pobre desnudo,

a quien le pediré que me guíe.

ANCIANO

Pero, señor, ¡si está loco!

GLOSTER

Es un mal de este mundo que los locos

guíen a los ciegos. Haz lo que te digo

o haz lo que te plazca. Sobre todo, vete.

ANCIANO

Pase lo que pase, le traeré

la mejor ropa que tenga.

 

Sale.

 

GLOSTER

¡Eh, tú, el que va desnudo!

EDGAR

El pobre Tom tiene frío.

[Aparte] No puedo seguir fingiendo.

GLOSTER

Ven aquí, amigo.

EDGAR

[aparte] Pero he de seguir. ––

¡Benditos tus ojos, te sangran!

GLOSTER

¿Conoces el camino de Dover?

EDGAR

El de herradura y la senda, con sus puertas y barreras.

Al pobre Tom se le va la cabeza del miedo. ¡Los dioses

te guardarán del Maligno, hijo de bien!*

GLOSTER

Aquí tienes mi bolsa; tú, humillado

por los golpes y males de los cielos.

Junto a mi desgracia, tú quedas mejor. ––

¡Dioses, obrad siempre así! ¡Que el hombre

atiborrado y opulento, que avasalla

vuestras leyes, que no ve porque no siente,

no tarde en sentir vuestro poder!

Que la distribución anule lo superfluo

y todos tengan suficiente. –– ¿Conoces Dover?

EDGAR

Sí, amo.

GLOSTER

Hay allí un acantilado, cuya cumbre

se inclina intimidante sobre el mar encerrado[L19] .

Llévame hasta el borde, que yo aliviaré

la miseria que soportas con algo valioso.

Desde allí no hará falta que me guíen.

EDGAR

Apóyate en mí. El pobre Tom te llevará.

 

Salen.

 

 

IV.ii Entran GONERIL y [EDMOND, el] bastardo.

 

GONERIL

Bienvenido, señor. Me asombra que mi plácido esposo no salieera a nuestro encuentro.

 

Entra [OSWALD, el] mayordomo.

 

¿Dónde está tu señor?

 

OSWALD

Dentro, señora; pero está desconocido.

Le hablé del ejército que ha desembarcado

y sonrió. Le dije que veníais.

Contestó: «Tanto peor». Cuando le informé

de la traición de Gloster y la lealtad de su hijo,

me llamó idiota y me dijo que entendía

las cosas al revés. Lo que debe disgustarle,

le agrada, y lo que debe gustarle, le ofende.

GONERIL [a EDMOND)

Entonces no sigas adelante.

Su espíritu cobarde y apocado no le deja

emprender ninguna acción: si ha de responder,

nunca se ofende. Lo que planeábamos

por el camino, puede realizarse. Edmond,

vuelve con mi cuñado. Apresura la recluta

y manda sus fuerzas. Yo tengo que hacer

un cambio de armas y dejar la rueca

en manos de mi esposo. Este fiel criado

será nuestro correo. Si no temes hacerte

un favor a ti mismo, pronto conocerás

el deseo de una mujer. Lleva esto; no hables.

Baja la cabeza. Este beso, si osara hablar,

pondría tus sentidos en el cielo.

Piénsalo, y buena suerte.

EDMOND

Vuestro hasta el final.

 

Sale.

 

GONERIL

¡Queridísimo Gloster! ––

¡Qué diferencia entre hombre y hombre!

Sea tuyo el favor de una mujer:

mi cuerpo te usurpa un bobo.

 

OSWALD

Señora, aquí llega mi señor.

 

Sale.

Entra ALBANY.

 

GONERIL

Entonces ...merezco que me mires.

ALBANY

Ah, Goneril, no mereces ni el polvo   

que el áspero viento te sopla a la cara.*

GONERIL

¡Hombre sin hígados, cuya mejilla y cabeza

sólo están para sufrir golpes y desmanes!

Sin ojos en la cara que distingan

entre tu honra y tu oprobio.*

ALBANY

¡Mírate, demonio! La perversidad

no horroriza tanto en el diablo

como en la mujer.

GONERIL

     ¡Ah, pobre imbécil!

 

Entra un MENSAJERO.

 

MENSAJERO

Ah, señor, el Duque de Cornwall ha muerto

a manos de un criado, cuando iba

a sacarle el otro ojo a Gloster.

ALBANY

¿Los ojos a Gloster?

MENSAJERO

Uno de sus criados, movido a compasión,

se opuso a ello y empuñó la espada

contra su señor, que, enfurecido,

le atacó y entre ellos le mataron,

mas no sin recibir el golpe fatal

que después segó su vida.

ALBANY

Esto demuestra que existís,

jueces del cielo, pues no tardáis en vengar

los crímenes de la tierra. ¡Ah, pobre Gloster!

¿Y perdió los dos ojos?

MENSAJERO

Los dos, señor. –– Señora,

esta carta precisa respuesta inmediata.

Es de vuestra hermana.

GONERIL

[aparte] Por un lado, esto me gusta;

mas, siendo ella viuda y estando allí Gloster,

los sueños que me había forjado

podrían caer sobre mi odiosa existencia.

Por el otro, la noticia no es tan grave. ––

[Al MENSAJERO] La leeré y contestaré.

 

                             Sale

ALBANY

¿Dónde estaba su hijo cuando le sacaron los ojos?

MENSAJERO

Venía hacia aquí con mi señora.

ALBANY

Aquí no está.

MENSAJERO

No, mi señor. Me crucé con él cuando volvía.

ALBANY

¿Sabe algo de esta iniquidad?

MENSAJERO

Sí, señor. El fue quien le delató,

y salió de la casa para que el castigo

tuviera el campo más libre.

ALBANY

Gloster, vivo para agradecerte

el afecto que has mostrado al rey

y para vengar tus ojos. –– Vamos, amigo;

cuéntame todo lo que sepas.

 

Salen*

 

IV.iii Entran, con tambores y bandera, CORDELIA, CA­BALLEROS y soldados.

 

CORDELIA

¡Ah, es él! Acaban de encontrarle,

más loco que la mar enfurecida,

cantandoa voz en grito, coronado de fumaria

y de grama; bardana, cicuta, ortigas,

cardamina, cizaña y toda mala hierba

que crece con el trigo que nos nutre. ––

Enviad una centuria; buscad

entre la mies sin dejar un solo campo

y traedle que le vea.

 

[Salen los soldados.]

 

¿Qué puede hacer la ciencia del hombre

para devolverle la razón? Quien le cure,

tendrá toda mi riqueza.

CABALLERO

Señora, hay un medio.

Nuestra nodriza natural es el reposo,

y él lo necesita. Para provocarlo,

hay muchas hierbas que tienen la virtud

de cerrarle los ojos al dolor.

CORDELIA

Secretos benditos, ignorados remedios

de la tierra, ¡brotad con mi llanto!

¡Socorred y sanad a un hombre bueno

en su congoja! –– Buscad, buscadle, no sea

que su indómito delirio malogre una vida

que ya no puede regirse.

 

Entra un MENSAJERO.

 

MENSAJERO     

Señora, noticias. Las tropas británicas

avanzan hacia aquí.   

CORDELIA

Ya se sabía. Nuestro ejército

está a la espera. –– ¡Ah, querido padre,

tu causa es lo que me mueve!

Por eso el Rey de Francia se ha compadecido

de mis lágrimas de súplica y tristeza.

No me incita a las armas la vana ambición;

sólo el amor y el derecho de mi anciano padre.

¡Ojalá le vea y oiga pronto!

 

Salen.

 

IV.iv Entran REGAN y [OSWALD, el] mayordomo.

 

REGAN

     Pero, ¿están en marcha las tropas de mi cuñado?

OSWALD

     Sí, señora.

REGAN

     ¿Con él en persona?

OSWALD

Señora, tras muchos remilgos.

     Vuestra hermana es mejor soldado.

REGAN

     ¿No habló con tu señor el Conde Edmond?

OSWALD

     No, señora.

REGAN

     ¿Qué le dirá mi hermana en esa carta?

OSWALD

     No sé, señora.

REGAN

Pues salió a toda prisa por algo importante.

Después de sacarle los ojos a Gloster,

fue una torpeza dejarle con vida.

Donde va, indispone a todos con nosotros.

Creo que Edmond, apenado por su suerte,

salió para acabar con su negra existencia;

y también a examinar las tropas enemigas.

OSWALD

Señora, tengo que ir tras él con esta carta.

REGAN

Nuestras fuerzas salen mañana. Quédate.

Hay peligro en los caminos.

OSWALD

Señora, no puedo. Mi señora

me encareció la importancia de este asunto.

REGAN

¿Por qué le escribe a Edmond? ¿No podías

llevarle su mensaje de palabra?

     Tal vez... ciertas cosas no sé. Te querré bien:

déjame que abra la carta.

OSWALD

Señora, preferiría...

REGAN

Sé que tu ama no quiere a su marido;

estoy segura. Y, cuando hace poco estuvo aquí,

dirigió al noble Edmond elocuentes

miradas amorosas. Sé que eres su confidente.

OSWALD

¿Yo, señora?

REGAN

Yo sé lo que me digo. Lo eres; lo sé.

Por eso te aconsejo que prestes atención.

Mi esposo ha muerto. Edmond y yo lo hemos hablado

y él conviene más a mi mano

que a la de tu señora. Lo demás ya lo imaginas.

Si le encuentras, dale esto, te lo ruego.

Y cuando tu señora sepa lo que te he dicho,

pídele que se ponga en razón.

Y ahora, adiós. Por si fueses

a encontrarte con el ciego traidor,

habrá recompensa para quien le mate.

OSWALD

¡Ojalá diera con él, señora! Así

se vería de qué lado estoy.

REGAN

Buena suerte.

 

Salen.

 

IV.v Entran GLOSTER y EDGAR [vestido de labriego].

 

GLOSTER

     ¿Cuándo llegaremos a lo alto del monte?

EDGAR

     Lo estamos subiendo. Mirad lo que cuesta.

GLOSTER

     El terreno me parece llano.

EDGAR

     Muy empinado. ¡Eh! ¿Oís el mar?

GLOSTER

     Francamente, no.

EDGAR

     Entonces vuestros otros sentidos

     se embotan del dolor de vuestros ojos.

GLOSTER

     Puede que sí. Me parece

     que tu voz ha cambiado y que ahora

     te expresas mejor y con más sentido.

EDGAR

     Os equivocáis. En nada he cambiado,

     salvo en la ropa.

GLOSTER

Yo creo que hablas mejor.

EDGAR

Venid. Éste es el lugar. ¡Quieto! ¡Qué espanto

y qué vértigo da mirar a lo hondo!

Los cuervos y chovas que vuelan ahí a media altura

se ven como escarabajos. Colgado en la roca

hay un hombre cogiendo hinojo. ¡Temible labor!

No parece mayor que su cabeza.

Los pescadores que van por la playa

semejan ratones, y ese regio navío

allá fondeado se ha reducido a su bote,

y el bote, a boya que apenas se ve.

Desde tanta altura no se oye el bramar

de las olas contra las innúmeras guijas.

No voy a mirar más, no sea que la cabeza

me dé vueltas y, al fallarme la vista,

me haga caer.

GLOSTER

Llévame donde estás.

EDGAR

Dadme la mano. Ahora estáis a un pie

del borde. Yo aquí no daría un bote

por nada del mundo.

GLOSTER

Suéltame la mano. Amigo, aquí tienes

otra bolsa; dentro hay una joya

muy valiosa para un pobre. ¡Que hadas y dioses

te la multipliquen! Ahora, apártate.

Despídete de mí y deja que te oiga alejarte.

EDGAR

Adiós, mi buen señor.

GLOSTER

De todo corazón.

EDGAR [aparte]

Si juego así con su angustia,

es para curarla.

GLOSTER

¡Dioses omnipotentes!

 

Se arrodilla.

 

Renuncio a este mundo y, ante vuestros ojos,

calladamente me libro de mi gran dolor.

Si pudiera sufrirlo sin llegar a oponerme

a vuestra voluntad irresistible,

la débil llama de mi vida repugnante

se apagaría por sí sola. Si aún vive Edgar,

bendecidle. Ahora, amigo, adiós.

EDGAR

Me he ido, señor. Adiós.

 

GLOSTER cae [al suelo boca abajo].

 

No sé si la imaginación puede robar

el tesoro de la vida, cuando la vida misma

accede al robo. Si estuviera él donde pensaba,

ahora ya no pensaría. ¿Vivo o muerto? ––

¡Eh, señor! ¡Amigo! ¿Me oís, señor? ¡Hablad!

Acaso haya muerto. Pero revive. ––

¿Quién sois, señor?

GLOSTER

Fuera, dejadme morir.

EDGAR

Si no fuerais gasa, plumas, aire,

al despeñaros desde tal altura,

os habríais estrellado como un huevo.

Pero respiráis, tenéis consistencia,

no sangráis, habláis, estáis ileso.

Diez mástiles no alcanzan la cumbre

desde la que habéis caído a plomo.

Que estéis vivo es milagro. Decid algo más.

GLOSTER

Pero, ¿he caído o no?

EDGAR

De lo alto de esa tremenda muralla caliza.

Mirad hacia arriba. Desde aquí no se ve ni se oye

la gárrula alondra. Pero mirad arriba.

GLOSTER

¡Ay de mí, no tengo ojos! ¿Acaso

se nos niega el beneficio de poner fin

a la desgracia con la muerte? Aún se consolaba

el humillado burlando el furor del tirano

y frustrando su altiva voluntad[L20] .

EDGAR

Dadme la mano. Arriba, así. ¿Qué tal?

¿Sentís las piernas? Estáis de pie.

GLOSTER

Demasiado bien estoy.

EDGAR

Es más que un prodigio. En la cima de la roca,

¿qué fue lo que se apartó de vos?

GLOSTER

Un pobre y mísero mendigo.

EDGAR

Desde aquí abajo parecía que sus ojos

eran dos lunas llenas. Tenía mil narices,

cuernos curvos y enroscados como el mar bravío.

Era algún demonio. Así que, anciano afortunado,

pensad que los dioses gloriosos, cuyos portentos

nos mueven a reverencia, os han salvado.

GLOSTER

Ahora recuerdo. En adelante soportaré

mi dolor hasta que se canse y se muera.

Al ser de que habláis lo tomé por un hombre.

Solía decir: «El Maligno, el Maligno.»

Él me trajo a este lugar.

EDGAR

Liberad y calmad vuestro ánimo.

 

Entra LEAR, loco.

 

Pero, ¿quién llega aquí? La cordura

no nos deja vestirnos así.

LEAR

No, no me detendrán por acuñar moneda. Yo soy el rey

EDGAR

¡Ah, escena dolorosa!

LEAR

En esto la naturaleza supera al arte. Toma tu prima de enganche. –– Ése maneja el arco como un espantacuer­vos. Ténsamelo una vara. –– Mira, mira, un ratón. ¡Chsss...! Servirá este trozo de queso tostado. ––Ahí va mi guante: lo demostraré con un gigante. –– ¡Aquí los alabarderos! –– ¡Ah, así se vuela, pájaro! ¡Diana, diana! ¡Fíu! –– La contraseña.

EDGAR

Mejorana.

LEAR

Adelante.

GLOSTER

Esa voz la conozco.

LEAR

¡Vaya! ¡Goneril con barba blanca! Me adularon como perros zalameros, diciendo que tenía pelos blancos en la barba antes que me salieran los negros. Decir sí y no cada vez que yo decía sí y no es mala teología. Cuando vino la lluvia y me mojó, y el viento me hizo tiritar; cuando el trueno no callaba a pesar de mis órdenes, ahí los pillé, ahí los calé. Claro, no son hombres de pala­bra. Me decían que yo lo era todo. Mentira: no soy in­mune a las fiebres.

GLOSTER

Ese tono de voz lo recuerdo. ¿No es el rey?

LEAR

Sí, un rey por entero.

Si miro ceñudo, el súbdito tiembla.

A ése le perdono la vida. ¿De qué se te acusa?

¿De adulterio? No morirás. ¿Morir por adúltero?

No: goza el gorrión y hasta la mosca dorada

se aparea en mi presencia. Que cunda el fornicio,

pues el hijo bastardo de Gloster ha sido

más bueno con su padre que conmigo mis hijas,

engendradas en legítimo lecho.

¡Vamos, lujuria, a montón, que me faltan soldados!

Mirad esa dama gazmoña, cuyo gesto

anuncia hielo entre las piernas,

que afecta virtud y menea la cabeza

si oye hablar del placer.

Ni zorra, ni semental bien nutrido

gozan con más desenfreno.

De cintura para abajo son centauros,

aunque sean mujeres por arriba.

Hasta el talle gobiernan los dioses;

hacia abajo, los demonios.

Ahí está el infierno, las tinieblas, el pozo sulfúreo, ar­diendo, quemando; peste, podredumbre. ¡Qué asco, qué asco! ¡Uf, uf! Boticario, dame una onza de algalia, que me perfume la imaginación. Aquí tienes dinero.

GLOSTER

¡Ah, dejad que os bese la mano!

LEAR

Antes deja que la limpie; huele a mortalidad.

GLOSTER

¡Ah, criatura destrozada! Así llegará

a su fin el universo. –– ¿Me conocéis?

LEAR

Me acuerdo muy bien de tus ojos. ¿Me los guiñas? No, haz lo imposible, ciego Cupido, que no pienso amar. Lee este desafío; mira cómo está escrito.

GLOSTER

Aunque las letras fueran soles, no las vería.

EDGAR [aparte]

Si lo contasen, no me lo creería. Pero es cierto,

y me parte el corazón.

LEAR

Lee.

GLOSTER

¿Cómo? ¿Con qué ojos?

LEAR

¡Ajá! ¿Es eso? ¿Sin ojos en la cara, ni dinero en la bolsa? Lo verás todo negro y andarás sin blanca; ya ves cómo va el mundo.

GLOSTER

Lo veo sintiéndolo.

LEAR

¿Estás loco? Se puede ver cómo va el mundo sin tener ojos: mira con los oídos. Ve cómo ese juez maldice a ese pobre ladrón. Un leve susurro, cambias los pape­les y, china, china, ¿quién es el juez y quién el ladrón? ¿Tú has visto a algún perro guardián ladrar a un men­digo?

GLOSTER

Sí, señor.

LEAR

Y el pobre hombre huye del chucho. Ahí tienes la imagen perfecta de la autoridad: al perro le obedecen su cargo. ––

Esbirro canalla, detén tu mano sangrienta.

¿Por qué azotas a esa puta? Desnuda tu espalda.

Tú ardes en deseos de hacer con la moza

lo que la condena. El usurero ahorca al ratero.

Los harapos dejan ver grandes vicios;

togas y pieles lo tapan todo. Acoraza de oro

el pecado, y la sólida lanza de la ley

se parte sin herir; cúbrelo de andrajos,

y lo traspasa la pica de un pigmeo.

Nadie infringe nada, nadie; yo respondo.

Tú hazme caso, amigo, que yo puedo

silenciar al acusador. Ponte ojos de cristal

y, como el vil marrullero, aparenta

ver lo que no ves. –– ¡Vamos, vamos, vamos!

Quítame las botas. ¡Más fuerte, más fuerte! Así.

EDGAR

¡Qué mezcla de razón e incoherencia!

¡Juicio en la locura!

LEAR

Si quieres llorar mi desgracia, toma mis ojos.

Te conozco muy bien; te llamas Gloster.

Ten paciencia: nacimos llorando.

La primera vez que olemos el aire,

gemimos y lloramos. Voy a predicarte. ¡Atención!

GLOSTER

¡Ah, qué pena, qué pena!

LEAR

Al nacer, lloramos por haber venido

a este gran teatro de locos. –– ¡Buen sombrero!

Sería una treta sutil herrar con fieltro

un escuadrón de caballería. Haré la prueba

y, cuando sigiloso me haya acercado a mis yernos,

¡muerte, muerte, muerte, muerte, muerte!

 

Entra un CABALLERO [con soldados].

 

CABALLERO

¡Ah, aquí está! Prendedle. –– Señor,

vuestra tierna hija...

LEAR

¿No hay socorro? ¿Prisionero? Nací

juguete de la suerte. Tratadme bien:

habrá rescate. Quiero médicos.

Me he partido la cabeza.

CABALLERO

Tendréis lo que queráis.

LEAR

¿No me defienden? ¿Yo solo?

Es para derramar amargas lágrimas

y regar un jardín con tanto llanto.*

Resistiré hasta el final, como novio gallardo

en noche de bodas. Me pondré jovial. Vamos, vamos,

soy rey. ¿No lo sabéis, señores?

CABALLERO

Sois todo un rey y os obedecemos.

LEAR

Entonces hay esperanza. Vamos; si lo queréis, tendréis que cazarlo. Sa, sa, sa, sa.

 

Sale corriendo [seguido por los soldados].

 

CABALLERO

Una escena dolorosa con el ser más mísero;

con un rey no hay palabras. –– Tenéis una hija

     que redime a la humanidad de la maldición

     que las otras dos le acarrearon.

EDGAR

     Salud, noble señor.

CABALLERO

     Los dioses os guarden. ¿Qué deseáis?

EDGAR

     Señor, ¿sabéis algo de una batalla inminente?

CABALLERO

     Que es cierto y notorio. Lo sabe cualquiera

     que tenga oídos.

EDGAR

     Permitidme. ¿Está cerca el otro ejército?

CABALLERO

     Muy cerca y marcha de prisa. El grueso

     se podrá divisar en cualquier momento.

EDGAR

     Gracias, señor. Nada más.

CABALLERO

     La reina se queda por motivos especiales,

     pero sus tropas avanzan.

EDGAR

Gracias, señor.

 

Sale [el CABALLERO].

 

GLOSTER

Dioses piadosos, vuestra es mi vida.

     No dejéis que mi mal espíritu me tiente

     a morir antes que vosotros lo queráis.

EDGAR

     Buena oración, anciano.

GLOSTER

Señor, ¿quién sois vos?

EDGAR

Un triste ser rendido a los golpes de la suerte,

que, viviendo y pasando sufrimientos,

se inclinó a la compasión. Dadme la mano;

os buscaré algún refugio.

GLOSTER

Gracias de corazón, y con ellas la merced

y bendición de los cielos.

 

Entra [OSWALD, el] mayordomo.

 

OSWALD

¡Su cabeza puesta a precio! ¡Qué suerte!

Esa cara sin ojos se hizo carne

para darme fortuna. –– Mísero y viejo traidor,

reza de prisa: aquí está la espada

que ha de matarte.    

GLOSTER

Golpee con fuerza tu benéfica mano.

OSWALD

¿Y tú cómo te atreves, patán insolente,

a defender a un traidor proscrito? Vete,

no sea que la infección de su fortuna

te contagie. ¡Suéltale el brazo!

EDGAR

No se lo suelto, señor, si no veo motivo.

OSWALD

¡Suéltalo, villano, o te mato!

EDGAR

Caballero, seguid vuestra senda y dejadnos pasar a los pobres. Si pudieran matarme con bravatas, hace sema­nas que estaría muerto. No, no os acerquéis al anciano. Os lo aviso: apartaos o veremos cuál es más dura, mi tranca o vuestra crisma. He hablado claro.

OSWALD

¡Fuera, palurdo!

 

Luchan.

 

EDGAR

Yo os mondaré los dientes. Vamos, las estocadas no mi asustan.

OSWALD

Plebeyo, me has matado. Villano, coge mi bolsa.

Si quieres mejorar, entierra mi cadáver

y entrega la carta que llevo conmigo

a Edmond, Conde de Gloster. Búscale

en el lado británico. ¡Ah, muerte

inesperada, muerte ...!

 

Muere.

 

EDGAR

Sé quién eres: un canalla diligente,

tan cumplidor con los vicios de tu ama

como quiere la maldad.

GLOSTER

¿Ha muerto?

EDGAR

Sentaos, anciano. Descansad. ––

A ver los bolsillos. La carta que dice

puede serme útil. Está muerto. Sólo siento

que no haya tenido otro verdugo. A ver.

Con permiso del lacre; cortesía, no me acuses.

Para saber el plan del enemigo,

le abrimos el pecho; abrir cartas es más lícito.

 

Lee la carta.

 

«Recordemos nuestras recíprocas promesas. Tienes mu­chas oportunidades de acabar con él[L21] ; si voluntad no te falta, la hora y el lugar se te ofrecerán en abundancia. Si regresa victorioso, no hay nada que hacer. Yo seré su pri­sionera, y nuestro lecho, mi cárcel. Líbrame de su re­pugnante calor y que tu esfuerzo ocupe su lugar.

Tu (esposa, quisiera yo)

devota amada,*

 

Goneril.»

     ¡Ah, deseo ilimitado de mujer!

     ¡Tramar contra la vida de su buen esposo,

     y mi hermano, el sustituto! –– Te enterraré

     aquí, en la arena, impío correo

     de rijosos asesinos y, en su momento,

     pondré este vil mensaje ante los ojos

     del duque amenazado. Para él es una suerte

     que yo pueda informarle de tu carta y de tu muerte.

GLOSTER

     El rey está loco. ¡Qué terco es mi sentido,

que sigo en pie y con plena conciencia

     de mi inmenso dolor! Mejor ser un demente:

     mis pensamientos estarían separados

     de mis penas, y en mi delirio los pesares

     dejarían de conocerse.

 

Tambores a lo lejos.

 

EDGAR

Dadme la mano. Me parece que oigo

redoblar a lo lejos el tambor.

Vamos, anciano, os dejaré con un amigo.

 

Salen.

 

IV.vi Entran CORDELIA, KENT y un CABALLERO.

 

CORDELIA

¡Ah, querido Kent! ¿Cómo podré pagar

tu bondad mientras viva? Mi vida será muy corta

y mi medida no alcanza.

KENT

Vuestra aprobación me paga con creces.

Mi relato responde a la verdad

tal como es; ni más, ni menos.

CORDELIA

Vístete mejor. Tu ropa es el recuerdo

de esas malas horas. Te lo ruego, cámbiate.

KENT

Señora, perdonad. Darme a conocer ahora

estorbaría mi plan. Os lo pido por favor:

no me conozcáis hasta que lo juzgue oportuno.

CORDELIA

Muy bien, señor. –– ¿Cómo está el rey?

CABALLERO

Aún duerme, señora.

CORDELIA

¡Dioses clementes, curad la grave herida

de su naturaleza lastimada!

¡Templad los sentidos discordantes

de este padre vuelto niño!

CABALLERO

¿Permite Vuestra Majestad,

que despertemos al rey? Ha dormido mucho.

CORDELIA

Obrad según vuestro saber

y haced vuestra voluntad. ¿Está vestido?

CABALLERO

Sí, señora. En su sueño profundo

le pusimos otra ropa.

 

Entra LEAR en un sillón, llevado por cria­dos.

 

Estad cerca, señora, cuando le despertemos.

Seguro que se habrá calmado.*

CORDELIA

¡Ah, padre querido! Curación, en mis labios

pon tu medicina, y que este beso

repare las crueldades que mis dos hermanas

infligieron a tu reverencia.

KENT

¡Tierna y dulce princesa!

CORDELIA

Aunque no fueras su padre, tu níveo cabello

reclamaba compasión. ¿Podía afrontar

esta cara los vientos hostiles?*

Aunque me hubiese mordido,

el perro de mi enemigo habría pasado

esa noche en mi casa junto al fuego.

¿Y te forzaron, pobre padre, a guarecerte

con cerdos y vagabundos desechados,

sobre paja menuda y enmohecida?

¡Ay de mí! Asombra que no cesaran a la vez

tu vida y tu cordura. –– Se despierta. Habladle.

CABALLERO

Hacedlo vos, señora. Es lo mejor.

CORDELIA

¿Cómo está mi rey y señor? ¿Cómo estáis, Majestad?

LEAR

Sois injustos al sacarme de la tumba.

Tú eres un alma en la gloria, pero yo

estoy atado a una rueda de fuego y las lágrimas

me abrasan como plomo fundido.

CORDELIA

¿Me conocéis, señor?

LEAR

Eres un espíritu, lo sé. ¿Dónde has muerto?

CORDELIA

Aún desvaría.

CABALLERO

Está apenas despierto. Dejadle un instante.

LEAR

¿Dónde he estado? ¿Dónde estoy? ¿Es de día?

Estoy aturdido. Me moriría de pena

de ver a otro así. No sé qué decir.

No puedo jurar que éstas sean mis manos.

A ver. Siento el pinchazo. ¡Ojalá

pudiera estar seguro de mi estado!

CORDELIA

Miradme, señor, y extended

vuestra mano para bendecirme.

¡No os arrodilléis!

LEAR

No te burles de mí, te lo ruego.

Sólo soy un anciano que chochea,

los ochenta ya pasados, ni un día menos,

y, hablando con franqueza,

me temo que no estoy en mi juicio.

Creo que te conozco, a ti y a este hombre,

pero estoy dudoso: ignoro del todo

qué lugar es éste y, por más que lo intento,

no recuerdo esta ropa; ni tampoco sé

dónde he pasado la noche. No os riáis de mí,

pues, tan verdad como que soy hombre, creo

que esta dama es mi hija Cordelia.

CORDELIA

Soy yo, soy yo.

LEAR

¿Mojan tus lágrimas? Sí, cierto. No llores,

te lo ruego. Si tienes veneno, me lo beberé.

Sé que no me quieres. Tus hermanas,

ahora lo recuerdo, me han tratado mal.

     Tú tienes motivo; ellas, no.

CORDELIA

     Motivo, ninguno; ninguno.

LEAR

     ¿Estoy en Francia?

KENT

     En vuestro reino, señor.

LEAR

     No os burléis.

CABALLERO

     Alegraos, señora. Veis que su furor

ya se ha apagado.* Pedidle que entre;

     no le molestéis hasta que esté más sereno.

CORDELIA

     ¿Desea venir Vuestra Majestad?

LEAR

     Sé paciente conmigo. Olvida y perdona,

te lo ruego. Soy un viejo tonto.

 

Salen.*

 

V.i Entran, con tambores y bandera, EDMOND, REGAN, caballeros y soldados.

 

EDMOND

Preguntad al duque si mantiene

su último propósito a si desde entonces

algo le ha hecho cambiar. –– Está muy vacilante

y aprensivo. –– Traedme su firme decisión.

 

[Sale un caballero.]

 

REGAN

     Algo le ha ocurrido al criado de mi hermana.

EDMOND

     Eso me temo, señora.

REGAN

     Y ahora, mi señor, ya sabes el bien

     que pienso hacerte. Dime la verdad,

     por amarga que sea: ¿No quieres a mi hermana?

EDMOND

     De un modo honorable.

REGAN

     ¿Y no has llegado nunca por la vía

     de mi cuñado al lugar prohibido?*

EDMOND

     No, señora, por mi honor.

REGAN

     No lo soportaría. Mi querido señor,

     no intimes con ella.

EDMOND

     Descuidad. Ella y su esposo el duque...

 

Entran, con tambores y bandera, ALBANY, GONERIL y soldados.*

 

ALBANY

Muy querida hermana, mis saludos. ––

Señor, me dicen que el rey está con su hija

y otros a quienes el rigor de nuestro Estado

ha obligado a sublevarse.*

REGAN

¿A qué viene eso?

GONERIL

Uníos contra el enemigo.

La disputa familiar y personal

no es ahora nuestro objeto.

ALBANY

     Entonces decidamos la estrategia

con los soldados más expertos.*

REGAN

Hermana, ¿vienes conmigo?

GONERIL

No.

REGAN

     Sería lo más propio. Anda, acompáñame

GONERIL

[aparte] ¡Ah, ya sé tu juego!

[A REGAN] Voy contigo.

 

Salen los dos ejércitos,

Entra EDGAR.

 

EDGAR [a ALBANY]

Si Vuestra Alteza ha conversado

con pobres como yo, oídme un momento.

ALBANY

[a los demás] Ahora os alcanzo. –– Habla.

EDGAR

Antes de entrar en combate, abrid esta carta.

Si salís victorioso, que llame la trompeta

al que la trajo. Aun pareciendo tan mísero,

presentaré un paladín que probará

lo que en ella se dice. Si perdéis,

concluirá todo trato con el mundo

y cesará toda intriga. La fortuna os sonría.

ALBANY

Espera a que lea la carta.

EDGAR

Me lo han prohibido. Cuando sea el momento

que el heraldo lo proclame y yo acudiré.

ALBANY

Entonces, adiós. Leeré tu carta.

 

Sale [EDGAR]. Entra EDMOND.

 

EDMOND

El enemigo está a la vista. Presentad batalla.

Aquí tenéis el cálculo de sus fuerzas

tras activo reconocimiento. Mas ahora

se impone la presteza.

ALBANY

No me haré esperar.

 

Sale.

 

EDMOND

Mi amor he jurado a estas dos hermanas,

cada una recelosa de la otra,

igual que de la víbora su víctima. ¿Con cuál

me quedaré? ¿Con ambas, una o ninguna?

A ninguna gozaré si ambas siguen vivas.

Si me quedo con la viuda, se enfurece

y enloquece Goneril, y su parte no podré

ganarla mientras viva su marido. Entonces,

que ejerza autoridad en la batalla; concluida,

la que de él quiera librarse, que planee

cómo le elimina cuanto antes. Y la clemencia

que piensa demostrar con Lear y Cordelia,

con ellos apresados después de la batalla,

no se concederá. Mi posición

exige hechos, no cavilación.

 

Sale.

 

V.ii Fragor de batalla dentro. Cruzan el escenario, con tambores y bandera, LEAR, CORDELIA y soldados, y salen. Entran EDGAR y GLOSTER.

 

EDGAR

Aquí, anciano; cobijaos bajo la sombra

de este árbol. Rezad por que venza el justo.

Si logro volver con vos, os traeré consuelo.

GLOSTER

¡La gracia divina sea con vos!

 

Sale [EDGAR].

 

Fragor de batalla y toque de retreta den­tro. Entra EDGAR.

 

EDGAR

¡Vámonos, anciano! ¡Dadme la mano, vamos!

El rey Lear ha perdido. Él y su hija están presos.

Dadme la mano, vamos.

GLOSTER

No nos vayamos, señor: para pudrirse, esto vale.

EDGAR

¿Otra vez desanimado? El hombre ha de sufrir

el dejar este mundo igual que el haber venido.

La madurez lo es todo. Vamos.

GLOSTER

También eso es cierto.

 

Salen.

 

V.iii Entra victorioso EDMOND, con tambores y ban­dera; LEAR y CORDELIA, prisioneros; soldados; un CAPITÁN.

 

EDMOND

     Que varios oficiales se los lleven.

     Vigiladlos, hasta que se conozcan los deseos

     de quien tiene poder para juzgarlos.  

CORDELIA

     No somos los primeros que, procurando

     lo bueno, sufrimos lo peor. Por vos,

     rey humillado, me veo desconsolada,

     pues yo rendiría el ceño de la falsa Fortuna.

     ¿No vamos a ver a estas hijas y hermanas?

LEAR

     No, no, no, no. Ven, vamos a la cárcel.

     Cantaremos como pájaros en jaula.

     Si me pides la bendición, me pondré de rodillas

     pidiéndote perdón. Viviremos así,

     y rezando, cantando, contando leyendas,

     riéndonos de los lindos palaciegos, oyendo

     a pobrecillos hablar de la corte;

     y hablando con ellos de quién pierde

     y quién gana, quién medra y quién cae;

     fingiendo entender los misterios de las cosas,

     cual si fuésemos espías de los dioses;

     y, encerrados en la cárcel, veremos pasar

     bandos y partidos de los poderosos

     que suben y bajan con la luna.

EDMOND

     Lleváoslos.

LEAR

     Sobre tales sacrificios, mi Cordelia,

     los propios dioses echan incienso. ¿Ya te tengo?

Quien quiera separamos, que traiga una antorcha

del cielo y nos ahuyente como a zorras.

Sécate los ojos. Antes que nos hagan llorar,

los demonios las devorarán, con carne y piel.

Antes morirán de hambre. Vamos.

 

Salen [todos menos EDMOND y el CAPI­TÁN].

 

EDMOND

Ven aquí, capitán. Escucha.

Toma esta nota. Síguelos hasta la cárcel.

Te he procurado un ascenso; si cumples

estas instrucciones, harás tu entrada

en la nobleza. Sabe que los hombres

son según el mundo: la ternura

no cuadra a un soldado. Este gran encargo

no admite discusión: o lo haces

o tendrás que medrar por otros medios.

CAPITÁN

Lo hago, señor.

EDMOND

Pues a ello, y piensa en tu fortuna

cuando esté hecho. Fíjate: digo «en el acto»;

y dispónlo todo como está escrito.*

 

Sale el CAPITÁN.

Clarines. Entran ALBANY, GONERIL, RE­GAN y soldados.

 

ALBANY

Señor, hoy habéis mostrado vuestro arrojo

y la fortuna os ha guiado. Tenéis cautivos

a quienes han sido nuestros adversarios.

Requiero su entrega, para proceder

según decidan con justicia

su valer y nuestra seguridad.

EDMOND

Señor, juzgué oportuno

poner al rey anciano y desdichado

bajo cierta custodia y vigilancia.

Su vejez y más su título pudieran

seducir y atraer a las gentes a su lado

y volver las lanzas reclutadas

contra los ojos que las mandan. Con él

envié a la reina, por idéntica razón.

Desde mañana podrán comparecer

donde celebréis el proceso.*

ALBANY

Si me lo permitís, señor,

os tengo por vasallo en esta guerra,

no por hermano.

REGAN

Será como yo quiera situarle:

Creo que antes de haber dicho todo eso,

había que consultarme. Él mandó mis tropas,

representó mi autoridad y mi persona.

Tal proximidad bien podría reclamar

el título de hermano.

GONERIL

Más despacio. Él supera por sí mismo

todos tus honores.

REGAN

Investido con mis derechos,

él iguala al mejor.

ALBANY

Sobre todo si fuera tu marido.

REGAN

Muchas bromas resultan profecías.

GONERIL

Vaya, vaya. El ojo que te lo ha dicho

está bizco de los celos.

REGAN

Señora, no me siento bien. Si no, descargaría

mi furia en la respuesta. –– General,

toma mis soldados, mis cautivos y mi hacienda.

Dispón de ellos y de mí. Tuya es la ciudad.

El mundo es testigo de que te he nombrado

mi dueño y señor.

GONERIL

¿Te propones gozarlo?

ALBANY

Prohibirlo no está en tu mano.

EDMOND

Ni en la vuestra, señor.

ALBANY

Pues sí, mozo bastardo.

REGAN

Redoblen los tambores y demuestren

que mi título es tuyo.

ALBANY

Esperad. Escuchadme. Edmond, te detengo

por alta traición y, contigo, acuso

a esta falsa serpiente. –– En cuanto a tu propósito,

bella hermana, lo impugno en benefcio de mi esposa.

Es ella la que está prometida a este hombre,

y yo, su esposo, me opongo a tu proclama.

Si quieres casarte, cortéjame a mí;

mi esposa está apalabrada.

GONERIL

¡Qué comedia!

ALBANY

Estás armado, Gloster. Suene la trompeta.

Si nadie acude a probar contra ti

tus infames, palmarias y múltiples traiciones,

ahí va mi reto.

 

[Arroja el guante.]

 

Nada he de comer hasta que pruebe

sobre tu corazón que en nada eres menos

de lo que te he calificado.

REGAN

Estoy mal, muy mal.

GONERIL [aparte]

Si no, ya nunca confiaré en venenos.

EDMOND [arrojando su guante]

Ahí va mi respuesta. Quienquiera que sea

el que me llama traidor, miente con vileza.

Suene la trompeta. Quien se atreva, que se acerque:

contra él, contra vos, contra quien sea,

demostraré mi honor y rectitud.

ALBANY

¡Aquí un heraldo! ––

Confía en tu valor personal, pues tus soldados,

reclutados en mi nombre, en mi nombre

han sido licenciados.

REGAN

La dolencia me domina.

ALBANY

Está enferma. Llevadla a mi tienda.

 

[Sale REGAN, apoyada en uno o dos.]

Entra un HERALDO.

 

Ven aquí, heraldo. Que suene la trompeta

y lee esto.

 

Suena una trompeta.

 

HERALDO [lee]

«Si algún hombre de calidad o rango en el ejército quiere probar contra Edmond, presunto Conde de Gloster, que es un perfecto traidor, que comparezca al tercer toque de trompeta. Está dispuesto a defenderse.»

 

Primer toque.

 

¡Otra vez!

 

¡Otra vez!

 

Segundo toque.

 

Tercer toque. Responde dentro una trompeta. Entra ED­GAR, en armas.

 

ALBANY

Pregúntale qué quiere y por qué

comparece al toque de trompeta.

HERALDO

¿Quién sois? Decid vuestro nombre y rango,

y la razón de que acudáis a esta llamada.

EDGAR

Sabed que mi nombre se perdió,

roído y comido por dientes de traición.

Mas soy tan noble como el adversario

con quien vengo a combatir.

ALBANY

¿Quién es ese adversario?

EDGAR

¿Quién representa a Edmond, Conde de Gloster?

EDMOND

Él mismo. ¿Qué tienes que decide?

EDGAR

Desenvaina y, si mi boca

ofende a tu nobleza, que tu espada

te haga justicia. Aquí está la mía:

privilegio de mi honor, juramento

y fe de caballero. Yo afirmo,

pese a tu poder, posición, juventud y gloria,

no obstante tus laureles y flamante fortuna,

tu valor y tu denuedo, que eres un traidor,

falso con tus dioses, tu hermano y tu padre,

conspirador contra este ilustre y noble príncipe,

y que, del extremo superior de tu cabeza

a tus plantas y al polvo debajo de tus pies,

eres un infecto sapo traidor. Niégalo,

y esta espada, este brazo y mi ánimo mejor

están prestos a probar contra tu pecho,

al que le hablo, que has mentido.

EDMOND

Por prudencia debiera preguntar tu nombre,

mas, como tu presencia es tan gallarda y marcial

y tus palabras arguyen crianza,

desdeño toda dilación por miramientos

o por formalidades de la caballería.

Te devuelvo tus cargos a la cara; que,

con tu odiosa mentira, te atormenten.

Y, aunque ahora pasan a tu lado sin herirte,

esta espada va a abrirles el camino

que les dé descanso eterno. –– ¡Hablad, trompetas!

 

Toques de trompeta. Luchan. [EDMOND es vencido.]

 

ALBANY

     ¡No le mates, no le mates!

GONERIL

Esto es una intriga, Gloster.

Según el código de armas, no tenías

por qué luchar con un desconocido.

     No estás vencido, sino burlado y engañado.

ALBANY

     Cierra esa boca, señora,

o te la taparé con esta carta. –– ¡Alto, señor[L22] ! ––

Tú, peor que todo insulto, lee tu maldad.

     ¡Sin romper, señora! Ya veo que la conoces.

GONERIL

Aunque así fuera: las leyes son mías, no tuyas.

     ¿Quién va a procesarme?

ALBANY

¡Qué monstruo! ––

     ¿Conoces esta carta?

EDMOND

No me preguntéis lo que sé.

 

Sale [GONERIL].

 

ALBANY

     Seguidla. Está fuera de sí. Dominadla.

EDMOND

     De lo que me acusáis soy culpable,

y de más, mucho más; el tiempo lo descubrirá.

Todo terminó, y yo también. –– Mas, ¿quién eres tú,

que has triunfado sobre mí? Si eres noble,

te perdono.

EDGAR

Sea recíproco el perdón.

Tan noble soy de sangre como tú, Edmond;

si más, tanto más me has agraviado.

Soy Edgar, hijo de tu padre.

Los dioses son justos y el placer de nuestros vicios

lo vuelven instrumento de castigo:

el lugar sombrío y vicioso donde te engendró

le costó los ojos.

EDMOND

Dices bien. Es cierto.

La rueda ha dado la vuelta, y aquí estoy.

ALBANY

Me pareció que tu porte denotaba

nobleza regia. Deja que te abrace.

Que la pena me parta el corazón

si yo jamás odié a ti o a tu padre.

EDGAR

Lo sé, noble príncipe.

ALBANY

¿Dónde te ocultabas? ¿Cómo has sabido

las miserias de tu padre?

EDGAR

Cuidándolas, señon Oíd mi breve historia

y que, contada, me estalle el corazón.

El huir de la proclama despiadada

que tan de cerca me seguía (¡ah, seducción

de nuestra vida, que nos hace preferir

el dolor de la muerte de hora en hora

a la muerte de una vez!) me dio la idea

de cubrirme con harapos de lunático

y asumir una apariencia que hasta un perro

despreciaba. Así vestido, hallé a mi padre

con las órbitas sangrando y vacías

de sus gemas; fui su guía, le acompañé,

por él mendigué, le salvé de la desesperanza,

y no me di a conocer (¡ah, error!)

hasta hace media hora, cuando, en armas,

y, aunque esperanzado, incierto de mi éxito,

le pedí la bendición y le conté

desde el principio todo mi peregrinaje.

Mas su herido corazón, incapaz

de sufrir tanta tensión entre extremos

de dicha y de dolor, estalló sonriente.

EDMOND

Tus palabras me han emocionado

y tal vez puedan hacer bien.

Mas prosigue: parece que quisieras decir más.

ALBANY

Si es más doloroso, guárdatelo,

que yo estoy a punto de llorar

con lo que he oído.*

 

Entra un CABALLERO con un cuchillo en­sangrentado.

 

CABALLERO

¡Socorro, socorro!

EDGAR

¿Qué socorro?

ALBANY

Vamos, habla.

EDGAR

¿Qué significa este cuchillo ensangrentado?

CABALLERO

     Está caliente, humea. Estaba

     en el pecho de... ¡Ah, está muerta!

ALBANY

     ¿Muerta quién? ¡Vamos, habla!

CABALLERO

Vuestra esposa, señor, vuestra esposa.

     Y envenenó a su hermana. Lo ha confesado.

EDMOND

Estaba prometido con las dos.

     Los tres nos casaremos en seguida.

EDGAR

Aquí llega Kent.

 

Entra KENT.

 

ALBANY

     Traed aquí los cuerpos, aunque muertos. ––

     Este juicio de los cielos, aunque me hace temblar,

no me conmueve. –– ¡Ah! ¿Es él?'

     La ocasión no permite ceremonias

     que dicta la cortesía.

KENT

     Vengo a dar al rey mi señor

     un adiós eterno. ¿No está aquí?

ALBANY

     ¡Ah, grave olvido! –– Habla, Edmond.

     ¿Dónde está el rey? ¿Y dónde Cordelia? ––

 

Traen los cadáveres de GONERIL y REGAN.

 

¿Veis qué escena, Kent?

KENT

Angustiosa. ¿Por qué?

EDMOND

Pero Edmond fue querido. La una

envenenó a la otra por mi causa

y luego se mató.

ALBANY

Cierto. –– Cubridles la cara.

EDMOND

Estoy agonizando. Quiero hacer el bien,

pese a mi naturaleza. Mandad a alguien

al castillo, de prisa. Di orden de matar

a Lear y a Cordelia. ¡Llegad a tiempo!

ALBANY

¡Corred, ah, corred!

EDGAR

¿A quién diste la orden? ¿Quién la tiene?

Manda señal de contraorden.

EDMOND

Bien pensado. Toma mi espada. Al capitán,

dádsela al capitán.

EDGAR

¡De prisa, por tu vida!

 

[Sale el CABALLERO.]

 

EDMOND

Tiene orden de vuestra esposa y mía

de ahorcar a Cordelia en la cárcel,

achacándolo a su desesperanza

y diciendo que se suicidó.

ALBANY

Los dioses la protejan. –– Sacadle de aquí.

 

[Sacan a EDMOND.]

Entra LEAR llevando a CORDELIA en brazos [y el CABALLERO].

 

LEAR

¡Aullad, aullad, aullad! ¡Ah, sois todos de piedra!

Si tuviese vuestra lengua y vuestros ojos,

estallaría la bóveda del cielo. Nos ha dejado.

Sé cuándo alguien está muerto y cuándo vive,

y ella está más muerta que la tierra.

Dadme un espejo. Si lo empaña

o lo mancha con su aliento, es que vive.

KENT

¿Es éste el fin anunciado?

EDGAR

¿O un cuadro de ese horror?

ALBANY

¡Húndase y acabe!

LEAR

Se mueve esta pluma. ¡Vive! Si es verdad,

es una suerte que redime todos los pesares

que jamás haya sentido.

KENT

¡Mi buen señor!

LEAR

Aparta.

EDGAR

Es el noble Kent, vuestro amigo.

LEAR

¡La peste os lleve a todos, asesinos, traidores!

La podía haber salvado. Ahora se ha ido

para siempre. –– Cordelia, Cordelia, quédate. ¿Eh?

¿Qué dices? –– Tenía una voz suave,

dulce y gentil: algo admirable en la mujer. ––

Yo maté al infame que te ahorcaba.

CABALLERO

     Es cierto, señor: lo mató.

LEAR

     ¿Verdad, amigo? En mis buenos tiempos

     mi fiel sable le habría hecho saltar. Ahora

la vejez y los padecimientos me han mermado. ––

     ¿Quién sois? Me falla la vista. Yo os lo diré.

KENT

     Si la fortuna presume de dos

     a los que amó y odió, aquí está uno de ellos.

LEAR

     Lo veo todo borroso. ¿No sois Kent?

KENT

     Sí, vuestro vasallo Kent. ¿Y vuestro siervo Cayo?

LEAR

¡Ah, buen muchacho, vaya que sí!

     Sabe pegar y rápido. Está muerto y podrido.

KENT

     No, mi señor. Soy yo quien...

LEAR

     Después me ocupo de eso.

KENT

     ... os ha seguido en el dolor

     desde el decaer de vuestra suerte.

LEAR

     Sed bienvenido.

KENT

Nadie lo es. Todo es tristeza, sombras, muerte.

     Vuestras hijas mayores se han aniquilado

     y han muerto en la desesperanza.

LEAR

     Sí, eso creo.

ALBANY

     No sabe lo que dice y es inútil

dirigirse a él.

EDGAR

Sería en vano.

 

Entra un MENSAJERO.

 

MENSAJERO

Señor, Edmond ha muerto.

ALBANY

Poco importa ahora. –– Señores

y nobles amigos, conoced mi propósito.

Daré todo el consuelo necesario

a esta gran ruina. En cuanto a mí,

mientras viva Su anciana Majestad,

le entrego todos mis poderes.

[A EDGAR y KENT] A vosotros dos, vuestros derechos,

con los títulos a que vuestra nobleza

os ha hecho acreedores. Los amigos probarán

el premio a su virtud, y los enemigos,

el cáliz de sus culpas. ¡Ah, mirad, mirad!

LEAR

     Y mi pobrecilla, ahorcada. ¿No, no, no tiene vida?

     ¿Por qué ha de vivir un perro, un caballo, una rata

     y en ti no hay aliento? –– Tú ya no volverás;

     nunca, nunca, nunca, nunca, nunca. ––

     Desabrochad este botón. Gracias.

     ¿Veis esto? ¡Miradla! ¡Mirad, los labios!

     ¡Mirad, mirad!

 

Muere.

 

EDGAR

     Se ha desmayado. ¡Señor, señor!

KENT

Estalla, corazón, estalla.

EDGAR

Animaos, señor.

KENT

No le turbéis el alma. Dejad que se vaya.

No perdonará al que siga estirándole

en el potro de un mundo tan cruel.

EDGAR

Ha muerto, sí.

KENT

Asombra lo que ha resistido.

Usurpó su propia vida.

ALBANY

Lleváoslos. Nuestro objeto es el luto general. ––

Gobernad ambos, mis buenos amigos,

y sostened el reino malherido.

KENT

Mi señor, yo tengo que emprender un viaje:

me llama mi amo, y no debo negarme.

EDGAR

Me toca llevar este grave peso;

decir lo que siento, y no lo que debo.

Los más viejos fueron los que más penaron;

jamás podrá el joven vivir ni ver tanto.

 

Salen con una marcha fúnebre.

 

 

 

Donado por LIBROdot.com

 


 [L1]Si Gloster se avergüenza de su hijo bastardo, no es de extrañar que le mande lejos para que no viva con él.

 [L2]En la antigüedad, Borgoña era un reino de Francia y después, un ducado semiindependiente.

 [L3]Este tercio sería la mayor parte de la actual Inglaterra. El tercio de Goneril sería una parte del norte de Inglaterra y del sur de Escocia, que se uniría al ducado escocés de Albany. El de Regan podría ser el actual País de Gales y tal vez alguna región del suroeste de Inglaterra, que se unirían al de Cornwall, situado al extremo suroeste de la isla.

 [L4]El Rey Lear se publicó primero en 1608 y después en 1623 en un texto que revisa el anterior, del que, entre prosa y verso, suprime unas 300 líneas, En esta traducción, que se atiene al original de 1623, se indica con * el lugar de las supresiones.

 [L5]Diosa de la magia y los hechizos, así como de las almas de los muertos.

 [L6]Los escitas habitaban una región situada en la actual Rusia, y desde la  antigüedad tenían fama de bárbaros y salvajes.

 [L7]Según la clasificación establecida en el siglo XIII, el intervalo formado por las notas primera y última de las entonadas por Edmond consti––tuye una dissonantia perfecta.

 [L8]En la Inglaterra de Shakespeare, las familias católicas, que tenían por costumbre comer pescado los viernes, eran consideradas desleales al Es­tado protestante.

 [L9]Referencia a una fábula de Esopo, en la que un hombre cruzó un lugar embarrado con sus dos hijos a cuestas y luego hizo lo mismo con su burro.

 [L10]Probable referencia a su frente.

 [L11]En el grupo de estrellas conocido como las Pléyades hay siete que se destacan con más claridad.

 [L12]Nombre clásico del martín pescador. Se creía que, colgado, este pá­jaro movía el pico según la dirección del viento.

 [L13]Sarum era el nombre antiguo de la ciudad de Salisbury, situada al sur de Inglaterra. En las leyendas artúricas, Camelot era la ciudad donde estaba situado el castillo y la corte del rey Arturo.

 [L14]Se creía que la histeria (histerica passio) se originaba en el fondo del estómago y subía por el cuerpo afectando sucesivamente a las distintas partes.

 [L15]El célebre mago de las leyendas del rey Arturo vivió, según Geoffrey of Monmouth, en el siglo VI, es decir unos catorce siglos después del rey Lear.

 [L16]Se decía que las crías del pelícano se alimentaban de la sangre de su madre.

 [L17]Los mendigos llevaban un cuerno colgado del cuello, que hacían so­nar para anunciar su llegada y en el que la gente les echaba bebida.

 [L18]Ciudad portuaria al sureste de Inglaterra, situada en el Paso de Calais (que los ingleses llaman «Estrecho de Dover»). Es el puerto más próximo desde Calais y el lugar del desembarco de Cordelia con el ejército francés.

 [L19]«Encerrado» en el Estrecho de Dover o Paso de Calais.

 [L20]Es decir, suicidándose antes que dejarse capturar por el vencedor.

 [L21]Albany, el marido de Goneril.

 [L22]Dirigido probablemente a Edgar para que no mate a Edmond.