William
Shakespeare
EL
REY LEAR
DRAMATIS
PERSONAE
LEAR,
rey de Britania
El
REY DE FRANCIA
El
DUQUE DE BORGOÑA
GONERIL,
hija mayor de Lear
REGAN,
hija segunda de Lear
CORDELIA,
hija menor de Lear
El
Duque de ALBANY, esposo de Goneril
El
Duque de CORNWALL, esposo de Regan
El
Conde de KENT
El
Conde de GLOSTER
EDGAR,
hijo de Gloster
EDMOND,
hijo bastardo de Gloster
El
BUFÓN
OSWALD,
mayordomo de Goneril
CURAN,
cortesano
Un
ANCIANO, siervo de Gloster
Un
CAPITÁN
Un
HERALDO
Caballeros,
criados, mensajeros, soldados, acompañamiento.
LA
TRAGEDIA DEL REY LEAR
I.i
Entran [los Condes de] KENT y [de] GLOSTER, y
EDMOND.
KENT
Creí
que el rey estimaba más al Duque de Albany que al de Comwall.
GLOSTER
Eso
creíamos nosotros. Pero ahora que divide su reino, no está claro a cuál de los
dos aprecia más, pues los méritos están tan igualados que ni la propia
minuciosidad sabría escoger entre uno y otro.
KENT
Señor,
este joven, ¿no es hijo vuestro?
GLOSTER
Su
crianza ha estado a mi cargo. Reconocerle me ha dado siempre tal sonrojo que
ahora ya estoy curtido.
KENT
No
concibo...
GLOSTER
Pues su madre sí que
concibió. Por eso echó vientre y se encontró con un hijo en la cuna antes de
tener un marido en la cama. ¿Se huele a pecado?
KENT
No
quisiera corregirlo, viendo el feliz resultado.
GLOSTER
También
tengo otro hijo, señor, de legítimo origen, un año mayor que éste, pero no más
querido. y aunque este mozo vino al mundo por la vía del vicio sin que nadie lo
llamase, su madre era hermosa, gozamos al engendrarlo y el bastardo debe ser
reconocido. ––Edmond, ¿conoces a este noble caballero?
EDMOND
No,
señor.
GLOSTER
El
Conde de Kent. Recuérdale siempre como mi honorable amigo.
EDMOND
A
vuestro servicio, señor.
KENT
Os
doy mi amistad y aspiro a conoceros mejor.
EDMOND
Señor,
me afanaré por merecerlo.
GLOSTER
Lleva
fuera nueve años y se marcha otra vez[L1] .
Clarines.
Llega
el rey.
Entran
el rey LEAR,
[los Duques de] CORNWALL y de ALBANY, GONERIL, REGAN, CORDELIA
y acompañamiento.
LEAR
Gloster,
traed a los Señores de Francia y de Borgoña[L2] .
GLOSTER
Sí,
majestad.
Sale.
LEAR
Mientras,
voy a revelar mi propósito secreto
Dadme
ese mapa. Sabed que he dividido
en
tres mi reino y que es mi firme decisión
liberar
mi vejez de tareas y cuidados,
asignándolos
a sangre más joven, mientras yo,
descargado,
camino hacia la muerte.
Mi
yerno de Cornwall y tú, mi no menos querido
yerno
de Albany, es mi voluntad en esta hora
hacer
pública la dote de mis hijas
para
evitar futuras disensiones. Los príncipes
de
Francia y de Borgoña, rivales pretendientes
de
mi hija menor, hacen amorosa permanencia
en
esta corte y es forzoso responderles.
Decidme,
hijas mías, puesto que renuncio
a
poder, posesión de territorios
y
cuidados de gobierno, cuál de vosotras
diré
que me ama más, para que mi largeza
se
prodigue con aquélla cuyo afecto
rivalice
con sus méritos. Goneril,
mi
primogénita, habla tú primero.
GONERIL
Señor,
os amo más de lo que expresan las palabras,
más
que a vista, espacio y libertad,
mucho
más de lo que estimen único o valioso;
no
menos que a una vida de dicha, salud,
belleza
y honra; tanto como nunca
amara
hijo o fuese amado padre;
con
un amor que apaga la voz y ahoga el habla.
Mucho
más que todo esto os amo yo.
CORDELIA
[aparte]
¿Qué
dirá Cordelia? Amará en silencio.
LEAR
De
todas estas tierras, desde esta raya a ésta,
ricas
en umbrosas florestas y campiñas,
ríos
caudalosos y muy extensos prados,
te
proclamo dueña. Sean de los descendientes
tuyos
y de Albany a perpetuidad. –
¿Qué
dice mi segunda hija,
mi
muy querida Regan, esposa de Cornwall?
REGAN
Yo
soy del mismo metal que mi hermana
y
no me tengo en menos: en el fondo de mi alma
veo
que ha expresado la medida de mi amor.
Pero
se ha quedado corta, pues yo me declaro
enemiga
de cualquier otro deleite
que
alcancen los sentidos en su extrema
perfección
y tan sólo me siento venturosa
en
el amor de vuestra amada majestad.
CORDELIA
[aparte]
Entonces,
¡pobre Cqrdelia!
Aunque
no, pues sin duda mi cariño
pesará
más que mi lengua.
LEAR
Quede
para ti y los tuyos en herencia perpetua
este
magno tercio de mi hermoso reino,
tan
grande, rico y placentero
como
el otorgado a Goneril. ––Y ahora, mi bien,
aunque
última y menor, cuyo amor juvenil
las
viñas de Francia y los pastos de Borgoña
pretenden
a porfía, ¿qué dirás por un tercio
aún
más opulento que el de tus hennanas[L3] ?.
Habla.
CORDELIA
Nada,
señor.
LEAR
¿Nada?
CORDELIA
Nada.
LEAR
De
nada no sale nada. Habla otra vez.
CORDELIA
Triste
de mí, que no sé poner
el
corazón en los labios. Amo a Vuestra Majestad
según
mi obligación, ni más ni menos.
LEAR
Vamos,
vamos, Cordelia. Corrige tus palabras,
no
sea que malogres tu suerte.
CORDELIA
Mi
buen señor, me habéis dado vida,
crianza
y cariño. Yo os correspondo como debo:
obedezco,
os quiero y os honro de verdad.
¿Por
qué tienen marido mis hennanas,
si
os aman sólo a vos? Cuando me case,
el
hombre que reciba mi promesa
tendrá
la mitad de mi cariño, la mitad
de
mi obediencia y mis desvelos. Seguro
que
no me casaré como mis hermanas *[L4] .
LEAR
Pero,
¿hablas con el corazón?
CORDELIA
Sí,
mi señor.
LEAR
¿Tan
joven y tan áspera?
CORDELIA
Tan
joven, señor, y tan franca.
LEAR
Muy
bien. Tu franqueza sea tu dote,
pues,
por el sacro resplandor del sol,
por
los ritos de Hécate [L5] y
la noche
y
toda la influencia de los astros
que
rigen nuestra vida y nuestra muerte,
reniego
de cariño paternal,
parentesco
y consanguinidad,
y
desde ahora te juzgo una extraña
a
mi ser y mi sentir. El bárbaro escita[L6] ,
o
aquél que sacia el hambre devorando
a
su progenie, hallará en mi corazón
tanta
concordia, lástima y consuelo
como
tú, hija mía que fuiste.
KENT
Majestad...
LEAR
¡Silencio,
Kent!
No
te pongas entre el dragón y su furia.
La
quise de verdad y pensaba confiarme
a
sus tiernos cuidados. ––¡Fuera de mi vista! –
Así
como mi muerte será mi descanso,
así
le niego ahora el corazón de un padre. –
¡Llamad
al Rey de Francia! ¡De prisa!
¡Y
al Duque de Borgoña! ––Cornwall y Albany,
añadid
su tercio al de mis otras dos hijas.
Que
la case su orgullo, que para ella es franqueza.
A
los dos conjuntamente os invisto
con
mi poder, supremacía y magnos atributos
que
rodean a la realeza. Yo me reservaré
cien
caballeros, que habréis de mantener,
y
residiré con vosotros
por
turno mensual. No conservaré
más
que el título y los honores de un monarca;
el
mando, rentas y ejercicio del poder,
queridos
hijos, vuestros son. Para confirmarlo,
compartid
entre los dos esta corona.
KENT
Regio
Lear, a quien siempre
honré
como mi rey, quise como a un padre,
seguí
como señor, recordé como patrón
en
mis plegarias...
LEAR
El
arco está tenso; esquiva la flecha.
KENT
Pues
que se dispare, aunque la punta
me
traspase el corazón. Kent será irreverente
si
Lear está loco. ¿Qué pretendes, anciano?
¿Tú
crees que el respeto teme hablar
cuando
el poder se pliega a la lisonja?
Si
la realeza cae en la locura,
el
honor ha de ser franco. Conserva tu poder
y,
con mejor acuerdo, frena
tu
odioso arrebato. Respondo con mi vida
de
que tu hija menor no te ama menos
y
de que no están vacíos aquéllos
cuya
voz apagada no resuena en el vacío.
LEAR
¡Kent,
por tu vida, basta!
KENT
Mi
vida siempre tuve por apuesta
en
las partidas contra tus enemigos
y
no temo perderla por salvarte.
LEAR
¡Fuera
de mi vista!
KENT
Mira
bien, Lear, déjame que sea
por
siempre la guía de tus ojos.
LEAR
¡Por
Apolo…!
KENT
Pues,
por Apolo, rey,
que
invocas a tus dioses en vano.
LEAR
¡Miserable,
descreído!
ALBANY
y CORNWALL
¡Deteneos,
señor!
KENT
Mata
a tu médico y da la paga
a
la inmunda enfermedad. Anula tu regalo
o,
mientras pueda gritar esta garganta,
te
diré que eres injusto.
LEAR
¡Óyeme,
traidor, por tu lealtad escúchame!
Por
intentar que falte a mi promesa,
cual
yo nunca osé, e interponerte
con
soberbia entre mi decisión y mi poder,
que
ni mi carácter ni mi condición
pueden
consentir, en prueba de mi potestad
aquí
tienes tu premio. Cinco días te concedo
para
que te proveas contra los males
de
este mundo y el sexto vuelvas tu odiada espalda
a
mis dominios. Si el séptimo día
encuentran
en mi reino tu cuerpo desterrado,
será
tu muerte. ¡Fuera! ¡Por Júpiter,
que
no habrá revocación!
KENT
Ya
te dejo, rey, si ése es tu deseo;
fuera
hay libertad y aquí está el destierro.
[A
CORDELIA]
Los
dioses, muchacha, te otorguen su amparo,
pues
con tanto acierto piensas y has hablado.
[A
GONERIL y REGAN]
Que
vuestra elocuencia se pruebe en la acción,
y
puedan dar fruto palabras de amor.––
Príncipes,
adiós. En nuevo lugar
su
viejo camino Kent proseguirá.
Sale.
¡Clarines.
Entra
[el Conde de] GLOSTER con [el REY DE] FRANCIA,
[el DUQUE DE] BORGOÑA y acompañamiento.
CORNWALL
Majestad,
los príncipes de Francia y de Borgoña.
LEAR
Mi
señor de Borgoña, me dirijo
a
vos primero, rival con este rey
en
la mano de mi hija. ¿Qué mínimo
aceptáis
en pago de su dote
para
no renunciar a vuestra petición?
DUQUE
DE BORGOÑA
Excelsa
Majestad, no pido más
de
lo que habéis ofrecido, ni vos
queréis
dar menos.
LEAR
Muy
noble duque, cuando ella
tenía
mi cariño, cara fue su dote.
Mas
ahora ha caído su precio. Ahí está:
si
algo de este ser tan insignificante
o
todo él, con mi disgusto añadido,
y
nada más, satisface a Vuestra Alteza,
ahí
la tenéis, es vuestra.
DUQUE
DE BORGOÑA
No
sé qué responder.
LEAR
Con
todas sus flaquezas, sin amigos,
adoptada
por mi odio, con la dote
de
mi maldición y el rechazo de mi juramento,
¿la
tomáis o la dejáis?
DUQUE
DE BORGONA
Perdón,
Majestad. En tales circunstancias
no
es posible decidir.
LEAR
Entonces
dejadla, pues por los dioses
que
me hicieron, ésos son sus bienes. ––,
Gran
rey, de vuestro afecto no osaría
desviarme
para uniros con quien odio
y
os ruego que pongáis vuestro cariño
en
ser más digno que esta desgraciada
a
quien la naturaleza se avergüenza
de
reconocer por propia.
REY
DE FRANCIA
Es
extraodinario que quien sólo hace un momento
era
vuestro bien, objeto de vuestro elogio,
bálsamo
de vuestra vejez, la mejor y predilecta,
en
un instante incurra en tal atrocidad
que
quede despojada de toda vuestra gracia.
O
ha cometido una ofensa tan atroz
o
vuestro afecto declarado caerá en falta.
y
creer eso de ella requiere tanta fe
que
sin milagro no lo admite la razón.
CORDELIA
[a LEAR]
Suplico
a Vuestra Majestad
que,
si es porque no tengo labia ni soltura
para
decir lo que no siento, pues lo que pretendo
lo
hago antes de hablar, hagáis saber
que
no es ninguna mancha, crimen o vileza,
indecencia,
ni acto ignominioso
lo
que me priva de vuestra gracia y favor,
sino
algo cuya falta me enriquece:
mirada
obsequiosa y una lengua
que
me alegra no tener, aun cuando no tenerla
me
haya costado vuestro afecto.
LEAR
Más
te valdría no haber nacido,
antes
que haberme contrariado.
REY
DE FRANCIA
¿Sólo
es eso, un encogimiento
que
a veces no pennite demostrar
lo
que pretende? Mi señor de Borgoña,
¿tomáis
a la dama? No es amor
lo
que se mezcla con cuestiones
ajenas
a su objeto. ¿La tomáis?
Ella
misma es una dote.
DUQUE
DE BORGOÑA
Majestad,
dad la parte que vos mismo
propusisteis
y tomo a Cordelia por esposa
y
Duquesa de Borgoña.
LEAR
¡Nada!
Lo he jurado y lo mantengo.
DUQUE
DE BORGOÑA
Me
apena que por perder a vuestro padre
también
perdáis un marido.
CORDELIA
Quede
en paz el Duque de Borgoña.
Si
su amor es el rango y la fortuna,
yo
no seré su esposa.
REY
DE FRANCIA
Hermosa
Cordelia, tan rica por ser pobre,
excelsa
por rechazada, querida por desairada,
te
acojo con todas tus virtudes.
Si
es lícito, me llevo lo que otros desechan.
¡Oh,
dioses! ¡Qué extraño que tal desamor
encienda
en mi afecto tanta admiración!––
Tu
hija sin dote, a mí abandonada,
es,
rey, nuestra reina de la bella Francia.––
La
tibia Borgoña no ha dado hombre egregio
que
pueda comprarme esta joya sin precio.––
Por
mal que te traten, di adiós, mi Cordelia.
Ganarás
con creces todo lo que pierdas.
LEAR
Ya
la tienes, rey, pues tuya ahora es
la
que fue mi hija, y no volveré
a
verle la cara. ––Vete sin que yo
te
dé mi cariño ni mi bendición.
Venid,
Duque de Borgoña.
Clarines.
Salen
[todos menos el REY DE FRANCIA y las hermanas].
REY
DE FRANCIA
Despídete
de tus hermanas.
CORDELIA
Alhajas
de mi padre, Cordelia os deja
con
ojos llorosos. Sé bien lo que sois, aunque,
como
hermana, no puedo llamar a vuestras faltas
por
su nombre. Quered a nuestro padre:
lo
encomiendo a vuestro amor declarado.
Mas,
¡ay!, si gozase yo aún de su afecto,
le
depararía otro alojamiento.
Así
que adiós a las dos.
REGAN
No
nos dictes nuestra obligación.
GONERIL
Tú
pon todo tu empeño en complacer
a
tu señor, que te acoge cual limosna
de
Fortuna. Por falta de obediencia
mereces
que te nieguen lo que niegas.
CORDELIA
El
tiempo mostrará toda doblez:
si
encubre, luego ríe con desdén.
¡Ventura
tengáis!
REY
DE FRANCIA
Vamos,
mi bella Cordelia.
Salen
[el REY DE] FRANCIA y CORDELIA.
GONERIL
Hermana,
tengo cosas que decirte de lo que tanto nos concierne. Creo que nuestro padre se
va esta noche.
REGAN
Desde
luego, y contigo. El mes que viene, conmigo.
GONERIL
Ya
ves qué veleidosa es la vejez. Y lo que hemos presenciado ha sido poco. Siempre
quiso más a nuestra hermana y ahora está a la vista con qué insensatez la
rechaza.
REGAN
Es
lo malo de la edad. Aunque la verdad es que nunca supo dominarse.
GONERIL
Si
en su época mejor fue siempre arrebatado, de su vejez ya podemos esperar no sólo
los vicios de un carácter arraigado, sino también la tozudez que trae consigo la
débil e iracunda ancianidad.
REGAN
Nos
exponemos a arranques tan imprevistos como el destierro de Kent.
GONERll..
Ya
sólo queda el acto de despedida al Rey de Francia. Pongámonos de acuerdo. Si
nuestro padre conserva autoridad de la manera que ha mostrado, su renuncia nos
dará disgustos.
REGAN
Lo
pensaremos.
GONERIL
Hay
que hacer algo, y ya.
Salen.
I.ii
Entra [EDMOND, el] bastardo.
EDMOND
Naturaleza,
tú eres mi diosa; a tu ley
ofrendo
mis servicios. ¿Por qué he de someterme
a
la tiranía de la costumbre y permitir
que
me excluyan los distingos de las gentes
porque
soy unos doce o catorce meses menor
que
mi hermano? ¿Por qué «bastardo» o «indigno»,
cuando
mi cuerpo está tan bien formado,
mi
ánimo es tan noble y mi aspecto tan gentil
como
en los hijos de una dama honrada?
¿Por
qué nuestra marca de «indigno»,
de
«indignidad, bastardía...indigno, indigno»,
cuando
engendramos en furtivo deleite natural
nos
da más ardor y energía
que
la que en cama floja y desganada
emplean
entre el sueño y la vigilia
para
crear una tribu de memos?
Conque,
legítimo Edgar, tus tierras serán mías.
El
amor de nuestro padre se reparte
entre
el bastardo Edmond y el legítimo.
¡Valiente
palabra, «legítimo»! Pues bien,
mi
«legítimo», si esta carta surte efecto
y
se realiza mi plan, Edmond el indigno
será
el legítimo. Medro. Prospero.
y
ahora, dioses, ¡asistid a los bastardos!
Entra
GLOSTER.
GLOSTER
¿Kent
desterrado así? ¿Y el rey de Francia
marchó
enfurecido? ¿Y el rey se fue anoche,
con
su poder limitado y reducido a un subsidio?
¿Y
todo de golpe? ¿Qué hay, Edmond? ¿Alguna noticia?
EDMOND
Con
vuestro permiso, ninguna.
GLOSTER
¿Por
qué te afanas tanto en guardar esa carta?
EDMOND
No
tengo noticias, señor.
GLOSTER
¿Qué
papel leías?
EDMOND
Nada,
señor.
GLOSTER
¿No?
Entonces, ¿a qué viene esa prisa por meterla el bolsillo? La nada es de tal
índole que no le hace falta esconderse. A ver. ¡Vamos! Si no es nada, no tendré
que leerla.
EDMOND
Perdón,
señor, os lo ruego. Es una carta de mi hermano que no he terminado de ver y, por
lo que dice, no creo conveniente que vos la leáis.
GLOSTER
Dame
la carta.
EDMOND
Será
tanto agravio retenerla como dárosla. Por lo q he leído, lo que dice es
censurable.
GLOSTER
¡Vamos,
dámela!
EDMOND
Espero
que le justifique el haberla escrito para probar mi virtud.
GLOSTER
[lee]
«Este
hábito de venerar la vejez nos amarga los mejores años de nuestra vida y nos
priva de nuestros bien hasta que la edad no nos deja gozarlos. Esta opresión de
la tiránica vejez empiezo a sentirla como una servidumbre estúpida y vana, pues
domina no por su poder sino porque la sufrimos. Ven a verme y hablaremos más de
esto. Si nuestro padre se durmiera hasta que le despertase, tú disfrutarías de
la mitad de sus rentas para siempre y vivirías en el afecto de tu hermano
Edgar.»
¡Mm...!
¡Conspiración! «Si se durmiera hasta que yo le despertase, tú disfrutarías de la
mitad de sus rentas». ¡Mi hijo Edgar! ¿Tuvo mano para escribir esto? ¿Corazón y
cerebro para concebirlo? ¿Cuándo te llegó? ¿Quién la trajo?
EDMOND
No
me la trajeron, señor. Ahí está la astucia. La echaron por la ventana de mi
cuarto.
GLOSTER
¿Reconoces
la letra de tu hermano?
EDMOND
Señor,
si se tratara de algo bueno, juraría que es la suya, pero siendo lo que es, yo
diría que no.
GLOSTER
Es
la suya.
EDMOND
Señor,
es su letra; aunque espero que su corazón no esté en la carta.
GLOSTER
¿Nunca
te ha sondeado en este asunto?
EDMOND
Nunca,
señor. Pero a menudo le he oído decir que es justo que si el hijo está en su
plenitud y el padre decae, el padre debe ser tutelado por el hijo y el hijo
administrar las rentas.
GLOSTER
¡Ah,
infame, infame! ¡La
misma idea que en la carta! ¡Miserable! ¡Canalla desnaturalizado, odioso,
brutal! ¡Peor que brutal! ¡Vamos, búscale! Voy a detenerle. ¡lnfame aborrecible!
¿Dónde está?
EDMOND
No
lo sé de cierto, señor. Si tenéis a bien suspender vuestro furor contra mi
hermano hasta poder cercioraros con él mismo de su intento, iríais sobre seguro;
en cambio, si procedéis con vehemencia contra él, interpretándole mal, abriréis
una gran brecha en vuestra honra y romperéis su obediencia hasta la entraña.
Apostaría mi vida a que ha escrito eso para probar mi afecto por vos y no con un
fin perverso.
GLOSTER
¿Eso
crees?
EDMOND
Si
Vuestra Señoría lo estima oportuno, os situaré donde nos oigáis hablar de ello
y, tras la prueba auditiva, quedaréis convencido. Y todo esta misma tarde.
GLOSTER
No
puede ser un monstruo así.* Edmond, búscale. Te lo ruego, insinúate con él.
Dispón el asunto según tu criterio. Renunciaría a mi condición por estar seguro.
EDMOND
Señor,
voy a buscarle. Llevaré el asunto con los medios a mi alcance y os informaré.
GLOSTER
Los
recientes eclipses de sol y de luna no nos auguran nada bueno. Aunque la razón
natural lo explique de uno u otro modo, el afecto sufre las consecuencias: el
cariño se enfría, la amistad se quebranta, los hermanos se desunen; en las
ciudades, revueltas; en las naciones, discordia; en los palacios, traición; y el
vínculo entre el hijo y el padre se rompe. Este canalla de hijo encaja en el
augurio: es el hijo contra el padre. El rey traiciona un instinto natural: es el
padre contra el hijo. Atrás quedan ya nuestros años mejores. Intrigas, doblez,
perfidia y desórdenes nos siguen inquietantes a la tumba. Edmond, sonsaca a ese
infame; tú no expones nada. Hazlo con cuidado. ¡Y el noble y leal Kent,
desterrado! ¡Su culpa, la honradez! Sorprendente.
Sale.
EDMOND
La
estupidez del mundo es tan superlativa que, cuando nos aquejan las desgracias,
normalmente producto de nuestros excesos, echamos la culpa al sol, la luna y las
estrellas, como si fuésemos canallas por necesidad, tontos por coacción celeste;
granujas, ladrones y traidores por influjo planetario; borrachos, embusteros y
adúlteros por forzosa sumisión al imperio de los astros, y tuviésemos todos
nuestros vicios por divina imposición. Prodigiosa escapatoria del putero,
achacando su lujuria a las estrellas. Mi padre se entendió con mi madre bajo la
cola del Dragón y la Osa Mayor presidió mi nacimiento, de donde resulta que soy
duro y lascivo. ¡Bah! Habría salido el mismo si me bastardean mientras luce la
estrella más virgen de todo el firmamento.
Entra
EDGAR.
Aquí
llega a punto, como en la catástrofe de las viejas comedias. Haré el papel del
melancólico fatal, con suspiros de lunático. ––¡Ah, esos eclipses predicen estas
discordancias! Fa, sol, la, mi[L7] .
EDGAR
¿Qué
hay, Edmond? ¿En qué meditación estás sumido?
EDMON
Estoy
pensando, hermano, en una predicción que leí el otro día sobre lo que traerían
los eclipses.
EDGAR
¿Te
ocupan esas cosas?
EDMOND
Te
aseguro que esos vaticinios se cumplen fatalmente. ¿Cuándo viste a nuestro padre
por última vez?
EDGAR
Anoche.
EDMOND
¿Hablaste
con él?
EDGAR
Sí,
dos horas seguidas.
EDMOND
¿Os
despedisteis en paz? ¿No observaste malestar en sus palabras o en sus
gestos?
EDGAR
En
absoluto.
EDMOND
Intenta
recordar en qué has podido faltarle y, te lo suplico, evítale por algún
tiempo hasta que se temple el ardor de su ira, pues ahora está tan furioso que
no le detendrá ni el daño a tu persona.
EDGAR
Esto
es obra de un infame.
EDMOND
Es
lo que me temo. Te lo ruego, contente y evítale hasta que se frene su enojo; y,
como digo, ven a mi aposento, desde donde yo te llevaré oportunamente para que
le oigas. Vete, te lo ruego. Aquí tienes la llave. Y si sales, ve
armado.
EDGAR
¿Armado?
EDMOND
Hermano,
te aconsejo lo mejor. Si te miran con buenas intenciones yo soy un farsante. Y
lo que has oído no es mas que un relato piadoso de todo, no su verdad y su
horror. ¡Anda, vete!
EDGAR
¿Me
darás noticias pronto?
EDMOND
Tú
cuenta con mi apoyo en este asunto.
Sale
[EDGAR].
Un
padre crédulo y un hermano noble, tan incapaz de hacer daño por naturaleza que
no sospecha ninguno; en cuya necia honradez cabalgan bien mis intrigas. Lo veo
muy claro: si no cuna, astucia me depare tierras, que todo me sirve si a buen
fin me lleva.
Sale.
I.iii
Entran GONERIL y [OSWALD, su]
mayordomo.
GONERIL
¿Que
mi padre le pegó a mi gentilhombre por reprender a su bufón?
OSWALD
Sí,
señora.
GONERIL
Me
agravia día y noche; no pasa hora
sin
que cometa algún desmán
que
a todos nos enfrenta. No voy a soportarlo.
Sus
caballeros alborotan y él mismo
nos
riñe por minucias. Cuando vuelva de cazar,
no
pienso hablar con él. Di que no estoy bien.
Si
le resultas menos servicial
que
de costumbre, mejor. Yo respondo de tu falta.
OSWALD
Ya
viene, señora; le oigo.
GONERIL
Afectad
dejadez y negligencia,
tú
y tus compañeros. Dad lugar al comentario.
Si
no le gusta, que se vaya con mi hermana,
que
sé bien que conmigo está de acuerdo.*
Recuerda
lo que he dicho.
OSWALD
Sí,
señora.
GONERIL
Y
a sus hombres tratadlos con frialdad.
Lo
que ocurra no importa. Díselo a tus compañeros.*
Ahora
mismo le escribo a mi hermana
para
que siga mi rumbo. Que preparen la comida.
Salen.
I.iv
Entra KENT [disfrazado].
KENT
Si
disfrazo también el acento
y
desfiguro mi modo de hablar, podré
llevar
adelante la buena intención
que
me ha hecho cambiar de apariencia.
Bien,
desterrado Kent, si consigues servir
al
que te ha condenado, acaso consigas
que
tu amo querido aprecie tu esfuerzo.
Trompas
dentro. Entra LEAR
y acompañamiento.
LEAR
Que
no tenga que esperar la comida. ¡Corred a prepararla!
[Sale
un criado.]
¡Vaya! ¿Quién eres
tú?
KENT
Un hombre,
señor.
LEAR
¿Qué
oficio tienes? ¿Qué quieres de mí?
KENT
Mi
oficio es no ser menos de lo que parezco, serviR fielmente a quien confía en mí,
estimar al honrado, tratarme con el sabio y discreto, temer al que juzga,
luchar cuando debo y no comer pescado[L8] .
LEAR
¿Quién
eres?
KENT
Un
hombre de buena fe y tan pobre como el rey.
LEAR
Si
tú siendo súbdito eres tan pobre como él siendo rey, desde luego eres pobre.
¿Qué quieres?
KENT
Servir.
LEAR
¿A quién quieres
servir?
KENT
A
vos.
LEAR
¿Tú
me conoces, amigo?
KENT
No,
señor, pero hay algo en vuestro porte que me hace llamaros
amo.
LEAR
¿Y
qué es?
KENT
Autoridad.
LEAR
¿Qué
sabes hacer?
KENT
Sé
guardar un secreto honorable, cabalgar, correr, estropear un buen cuento
contándolo y dar sin rodeos un recado sencillo. Sirvo para todo lo que haga un
hombre corriente y mi virtud es la diligencia.
LEAR
¿Cuántos
años tienes?
KENT
Señor,
ni tan pocos como para enamorarme de una mujer por su canto, ni tantos como para
encapricharme de ella por cualquier cosa. Van cuarenta y ocho a mis espaldas.
LEAR
Ven
conmigo y ponte a mi servicio. Si después de comer me sigues gustando, te
quedas para siempre. ¡Venga, la comida! ¡La comida! ¿Y mi muchacho? ¿Dónde está
el bufón? Id a decirle al bufón que venga.
[Sale
un criado.]
Entra
[OSWALD,
el] mayordomo.
¡Tú! ¡Eh, tú! ¿Dónde
está mi hija?
OSWALD
Con
permiso.
Sale.
LEAR
¿Qué
dice ése? Decidle a ese idiota que vuelva.
[Sale
un CABALLERO.]
¿Y
mi bufón, eh? El mundo parece dormido.
[Entra
el CABALLERO.]
Bueno,
¿dónde está ese chucho?
CABALLERO
Señor,
dice que vuestra hija no está bien.
LEAR
¿Y
por qué no ha venido el granuja cuando yo le he
llamado?
CABALLERO
Señor,
me ha dicho con toda claridad que porque no ha querido.
LEAR
¿Porque
no ha querido?
CABALLERO
Señor,
no sé lo que pasa, pero me parece que Vuestra Majestad no recibe el afecto y
ceremonia acostumbrados. Se observa que ha decaído la cordialidad, tanto
entre la servidumbre como en el propio duque y vuestra
hija.
LEAR
¡Mmm...!
¿Eso crees?
CABALLERO
Señor,
os pido perdón si me equivoco, pero mi deber me impide callar cuando creo que se
os agravia.
LEAR
Me
estás recordando lo que yo mismo pienso. Últimamente he notado una fría
dejadez, pero la he achacado más bien a mi celosa suspicacia que a un propósito
consciente de ser descortés. Prestaré más atención. Pero, ¿y mi bufón? Hace dos
días que no le veo.
CABALLERO
Señor,
desde que mi joven señora marchó a Francia, el bufón está muy apenado.
LEAR
No
sigas: ya me he fijado. –– Ve a decirle a mi hija que quiero hablar con
ella.
[Sale
un criado.]
Y
tú llama a mi bufón.
[Sale
otro criado.]
Entra
[OSWALD, el] mayordomo.
¡Ah,
sois vos! Venid,
mi señor. ¿Quién soy yo, señor?
OSWALD
El
padre de mi señora.
LEAR
¿El
padre de mi señora? ¡Bribón de mi señor! ¡Perro bastardo! ¡Gusano!
¡Rastrero!
OSWALD
No
soy nada de eso, señor, con vuestro permiso.
LEAR
¿Me
plantas cara, granuja?
OSWALD
Señor,
no consiento que me peguen.
KENT
Ni
que te tumben, vil plebeyo.
[Le
pone la zancadilla y le derriba.]
LEAR
Gracias,
amigo. Tendré muy en cuenta tu servicio.
KENT
Vamos,
tú; arriba y fuera. Yo te enseñaré a distinguir. ¡Vamos, fuera! Si quieres
volver a medir tu zafio talle, quédate; si no, ¡fuera! ¿No tienes juicio? Eso
es.
[Sale
OSWALD.]
LEAR
Mi
buen amigo, muchas gracias.
Entra
el
BUFÓN.
Aquí
tienes algo a cuenta.
BUFÓN
Permitid
que me sirva a mí también. Aquí está mi gorro.
LEAR
¿Qué
hay, mi listo amigo? ¿Cómo estás?
BUFÓN
[a KENT]
Más
te vale llevar mi gorro.
LEAR
¿Por
qué, muchacho?
BUFÓN
Pues
por estar de la parte del que pierde. –– No, como no te pongas por donde sopla
el viento, pronto la sentirás. Vamos, toma mi gorro. Mira, este hombre ha
desterrado a dos de sus hijas, y a la tercera le ha hecho un gran bien sin
querer. Si le sirves, tendrás que llevar mi gorro. –– ¿Qué hay, abuelo? ¡Ojalá
tuviera yo dos gorros y dos hijas!
LEAR
¿Por
qué, muchacho?
BUFÓN
Porque
si les diera toda mi hacienda, me quedarían los gorros. Aquí está el mío. Pídele
el otro a tus hijas.
LEAR
Cuidado, tú, o el
látigo.
BUFÓN
La
verdad es el perro que se manda a la perrera. Se le sacude en la calle, mientras
que a la señora perra se la deja junto al fuego apestando.
LEAR
¡Mala peste para
mí!
BUFÓN
[a KENT]
Oye, te voy a enseñar
algo.
LEAR
Venga.
BUFÓN
Fíjate,
abuelo:
Guarda
más de lo que enseñas,
di
menos de lo que sepas,
presta
menos lo que tengas,
más
caballo y menos piernas,
si
más dicen, menos creas,
sé
más cauto en tus apuestas;
vino
y putas deja ya
y
no pases de tu puerta,
y
verás que tienes más
de
veinte en cada veintena.
KENT
Eso no dice nada,
bobo.
BUFÓN
Entonces
es como defensa de abogado que no cobra: se hace por nada. –– ¿Tú puedes hacer
algo de nada,
abuelo?
LEAR
No,
muchacho: de nada no sacas nada.
BUFÓN
[a KENT]
Te lo ruego, dile que a
eso es a lo que ascienden sus rentas. No cree a este bobo.
LEAR
Un bobo
amargo.
BUFÓN
¿Sabes qué diferencia
hay, muchacho, entre un bobo amargo y un bobo dulce?
LEAR
No, joven.
Dímela.*
BUFÓN
Abuelo,
dame un huevo y yo te daré dos coronas.
LEAR
¿Y qué coronas
serán?
BUFÓN
Pues,
después de partir el huevo por la mitad y haberlo sorbido, las dos coronas
del huevo. Cuando partiste en dos tu corona y regalaste ambas partes,
llevaste el burro a cuestas por el barro[L9] .
Poco juicio había en tu calva corona cuando regalaste la de oro. Si lo que digo
es propio de mí, que azoten al primero que lo piense.
[Canta] Al bobo no le va
bien,
pues el listo se ha atontado,
y ya no encuentra quehacer
desde que ocupan su cargo.
LEAR
Oye,
¿desde cuándo estás tan cantarín?
BUFÓN
Abuelo,
desde que convertiste a tus hijas en tus madres; pues, cuando les diste la vara
y te bajaste el calzón,
[canta] el gozo las hizo gemir
y
a mí el dolor cantar
de
ver al rey jugar así
y
entre bobos andar.
Abuelo,
tráete un maestro que le enseñe a mentir a tu bufón: me gustaría aprender a
mentir.
LEAR
Si
mientes, te mando azotar.
BUFÓN
Quisiera
saber de qué especie sois tú y tus hijas: ellas me mandan azotar por decir la
verdad y tú por mentir, y a veces me azotan por estar callado. Antes cualquier
cosa que bufón. Y, sin embargo, contigo no me cambiaría, abuelo: te mondas
el seso por los dos lados y no dejas lo de enmedio.
Entra
GONERIL.
Aquí viene una de las
mondas.
LEAR
¿Qué pasa, hija? ¿A qué
viene ese ceño? Estás muy ceñuda últimamente.
BUFÓN
Eras
muy afortunado cuando no te importaba su ceño. Pero ahora eres un cero pelado.
Yo soy más que tú: soy un bufón; tú no eres nada. [A GONERIL] Sí, muy
bien; me callaré. Aunque no me lo hayáis dicho, me lo manda vuestra cara.
Chitón,
chitón:
quien
ni una miga guardó,
aprenderá
su valor.
Éste
es una vaina sin guisantes.
GONERIL
Señor,
no sólo este impune bufón,
sino
otros de vuestro séquito insolente,
de
continuo discuten y riñen, provocando
alborotos
groseros e insufribles.
Señor,
creí que haciéndooslo saber
me
aseguraba el remedio, pero ya
estoy
temiendo, a juzgar por lo que habéis
dicho
y hecho ahora mismo, que disculpáis
su
conducta y la alentáis al consentirla,
lo
que, si así fuera, no quedaría sin censura,
ni,
por el bien del Estado, tardaría el castigo,
que
podría ofenderos y en otro caso
parecer
humillante, si no fuese
porque
la necesidad lo estimaría sensato.
BUFÓN
Pues,
ya lo sabes, abuelo:
Tanto
le alimentaba el gorrión
que
el cuco la cabeza le arrancó.
Y
la luz se apagó y nos quedamos a oscuras.
LEAR
¿Tú
eres hija mía?
GONERIL
Quisiera
que obrarais con prudencia,
de
la que estáis bien dotado, y os libraseis
de
los arranques que recientemente
os
han hecho cambiar tanto.
BUFÓN
¿Ni
un bobo ve cuándo el carro tira de la mula? ¡Arre, Juana, que te quiero!
LEAR
¿Alguno
me conoce? Éste no es Lear.
¿Anda
así Lear? ¿Habla así? ¿Dónde están sus ojos?
Le
flaquea el entendimiento, o el juicio
se
le ha embotado ...¡Cómo! ¿Despierto? No.
¿Hay
alguien que pueda decirme quién soy?
BUFÓN
La
sombra de Lear.*
LEAR
¿Cómo
os llamáis, bella dama?
GONERIL
Señor,
esa afectación es del mismo orden
que
vuestras otras rarezas. Os ruego
que
entendáis rectamente mi propósito.
Como
anciano respetable, debíais ser juicioso.
Tenéis
cien caballeros y escuderos,
gente
tan escandalosa, disipada e insolente
que
nuestra corte, contagiada de sus vicios,
parece
un hostal de mala vida:
el
placer y la lujuria la asemejan
más
a una taberna o un prostíbulo
que
a un palacio honorable. El propio sonrojo
exige
remedio inmediato. Dejad que os suplique
la
que, si no, tomará lo que pide:
reducid
vuestra escolta. Y los que continúen
a
vuestro servicio, que sean
hombres
como corresponde a vuestra edad,
que
saben contenerse y conteneros.
LEAR
¡Demonios
y tinieblas! ¡Ensillad mis caballos!
¡Reunid
mi séquito! –– ¡Bastarda degenerada!
No
pienso molestarte: aún me queda otra hija.
GONERIL
Golpeáis
a mis criados y vuestra chusma
insolente
se impone a sus superiores.
Entra
ALBANY.
LEAR
¡Ay
del que tarde se arrepiente! –
¿Tú
querías esto? ¡Vamos, dímelo! –
¡Preparad
mis caballos! –– Ingratitud,
demonio
con el corazón de mármol,
más
horrible que un monstruo de mar
al
mostrarte en una hija.
ALBANY
Calmaos,
os lo ruego.
LEAR
[a GONERIL]
¡Odioso
buitre, mientes! Mi escolta
la
forman caballeros eximios y escogidos
que
conocen sus deberes a conciencia
y
ponen su mayor esmero en mantenerse
a
la altura de su nombre. ¡Ah, esa falta tan pequeña
parecía
en Cordelia tan horrible!
Como
el potro de tortura, dislocó
todo
mi ser, me arrancó del corazón
todo
cariño, llenándolo de hiel.
¡Ah,
Lear, Lear, Lear! ¡Llama
a esta puerta[L10] ,
que
dejó entrar a tu demencia y salir
a
tu cordura! –– Vamos, vamos, señores.
ALBANY
Señor,
soy tan inocente como ignorante
de
lo que os ha excitado.
LEAR
Tal
vez, señor. ––
¡Óyeme,
Naturaleza! ¡Escucha, diosa amada!
Si
fue tu voluntad hacer fecundo
a
este ser, renuncia a tu propósito.
Lleva
a sus entrañas la esterilidad.
Sécale
los órganos de la generación,
y
de su cuerpo envilecido nunca nazca
criatura
que la honre. Y, si ha de procrear,
que
su hijo sea de hiel y sólo viva
para
darle tormentos inhumanos.
Que
le abra arrugas en su frente juvenil,
le
agriete las mejillas con el llanto
y
convierta las penas y alegrías de una madre
en
burla y menosprecio, para que sienta
que
tener un hijo ingrato duele más
que
un colmillo de serpiente. ¡Vamos, vamos!
Sale
[con su escolta].
ALBANY
¡Por
todos los dioses! ¿A qué se debe esto?
GONERIL
No
te inquietes por saberlo;
que
su arrebato tenga todo el campo libre
que
le da la chochez.
Entra
LEAR.
LEAR
¡Cómo!
¿Cincuenta de mis hombres de una vez?
¿De
aquí a dos semanas?
ALBANY
Pero,
¿qué pasa, señor?
LEAR
Ya
te lo diré. ––
[A
GONERIL] ¡Vida y muerte! Me avergüenza
que
puedas sacudir mi hombría de este modo,
que
seas digna de estas lágrimas ardientes
que
me brotan. ¡Rayos y tormentas sobre ti!
¡Las
llagas insondables de mi paterna maldición
corroan
tus sentidos! Viejos ojos necios,
si
seguís llorando, os arrancaré
y
arrojaré con todo vuestro llanto
para
que ablandéis la arcilla.
Muy
bien. Me queda otra hija,
que
sin duda me dará cariño y consuelo.
Cuando
sepa lo que has hecho, con las uñas
te
desollará esa cara de loba. Ya verás
si
no recobro la figura a la que crees
que
he renunciado para siempre.
Sale.
GONERIL
¿Te
has fijado?
ALBANY
Goneril,
el gran amor que te tengo
no
me impide...
GONERIL
Basta,
te lo ruego. –– ¡Eh, Oswald! ––
[Al
BUFóN] Tú, más farsante que bufón,
¡corre
con tu amo!
BUFÓN
¡Eh,
Lear, abuelo Lear!
¡Espera,
que va el bufón!
La
zorra, si la has pillado,
y
una hija como ésta
acabarán
mal, si el gorro
me
lo cambian por la cuerda;
conque
el bufón no se queda.
Sale.
GONERIL
¡Qué
bien le aconsejaron! ¡Cien caballeros!
¡Demuestra
gran prudencia mantenerle
con
cien caballeros armados! Sí,
para
que al menor capricho, rumor, antojo,
queja
o desagrado proteja su chochez
por
la violencia y ponga nuestras vidas en peligro. ––
¡Eh,
Oswald!
ALBANY
Creo
que recelas demasiado.
GONERIL
Es
mejor que fiarse demasiado.
Antes
suprimir el daño que recelo
que
vivir temiendo el daño. Le conozco bien.
He
escrito a mi hermana y se lo he contado todo.
Si
le acoge con sus cien caballeros,
cuando
le hago ver la improcedencia...
Entra
[OSWALD, el] mayordomo.
Oswald,
¿has escrito esa carta a mi hermana?
OSWALD
Sí,
señora.
GONERIL
Que
alguien te acompañe, y al caballo.
Infórmala
bien de mis recelos
y
añádele cuantas razones los confirmen.
Vete
ya y regresa a toda prisa.
[Sale
OSWALD.]
No,
no, mi señor: no condeno tu conducta
blanda
y generosa, aunque, permíteme decirte
que
es más censurada tu falta de prudencia
que
elogiada tu dañosa mansedumbre.
ALBANY
Por
dónde ven tus ojos no puedo adivinarlo;
lo bueno se malogra
queriendo mejorarlo.
GONERIL
Entonces...
ALBANY
Muy
bien. Lo veremos.
Salen.
L.v
Entran LEAR, KENT, un CABALLERO y el
BUFÓN.
LEAR
[a KENT]
Adelántate
con esta carta. A mi hija le respondes solamente lo que pueda preguntarte
de la carta. Demuestra diligencia o llegaré antes que tú.
KENT
Señor,
no dormiré hasta haber entregado la carta.
Sale.
BUFÓN
Si
tuviéramos el cerebro en los talones, ¿no podrían salirnos sabañones?
LEAR
Sí,
muchacho.
BUFÓN
Entonces,
alégrate. Tu seso no tendrá que llevar zapatillas.
LEAR
¡Ja,
ja, ja!
BUFÓN
Ya
verás lo bien que te trata la otra hija, pues, aunque se parece a ésta como un
pero a una manzana, yo sé lo que sé.
LEAR
¿Y qué
sabes, muchacho?
BUFÓN
Pues que la
otra sabrá igual, como un pero y otro pero.
¿Sabes por
qué tenemos la nariz en medio de la cara?
LEAR
No.
BUFÓN
Para tener un ojo a
cada lado. Así se ve lo que no se puede oler.
LEAR
Fui injusto
con ella.
BUFÓN
¿Sabes cómo
hace su concha la ostra?
LEAR
No.
BUFÓN
Yo tampoco.
Pero sé por qué el caracol tiene casa.
LEAR
¿Por
qué?
BUFÓN
Pues para meter la
cabeza dentro, en vez de dársela a sus hijas y dejar los cuernos al
aire.
LEAR
Prescindiré de mi
afecto. ¡Un padre tan bueno! –– ¿Están listos mis
caballos?
BUFÓN
Los están preparando
tus burros. Si las siete estrellas
[L11] no son más
que siete es por una buena razón.
LEAR
Porque no
son ocho.
BUFÓN
Pues, claro. Tú serías
un buen bufón.
LEAR
Recobrarlo por la
fuerza... ¡Monstruosa ingratitud!
BUFÓN
Abuelo, si fueses mi
bufón, te mandaría azotar por ser viejo antes de tiempo.
LEAR
¿Qué quieres
decir?
B
UFÓN
Que no debías haberte
hecho viejo hasta haber sido sensato.
LEAR
¡Cielos
clementes, que no me vuelva loco, no!
¡Conservadme la razón,
no quiero enloquecer! ––
Bueno, ¿están listos
los caballos?
CABALLERO
Listos,
señor.
LEAR
Vamos,
muchacho.
BUFÓN
La que siendo ahora
virgen se ríe de mi marcha
dejará de
ser virgen si la cosa se alarga.
Salen.
II.i Entran [EDMOND, el] bastardo y CURAN por lados
opuestos.
EDMOND
Dios os guarde,
Curan.
CURAN
Y a vos,
señor. Vengo de ver a vuestro padre y le he informado de que el Duque de
Cornwall y la Duquesa Regan llegarán esta noche.
EDMOND
¿Cómo es
eso?
CURAN
No lo sé.
¿Habéis oído las últimas noticias o, mejor dicho, los rumores, ya que por
ahora no pasan de susurros?
EDMOND
No. ¿Qué
dicen?
CURAN
¿No os han
dicho nada de una guerra inminente entre los Duques de Cornwall y de
Albany?
EDMOND
Ni una
palabra.
CURAN
Entonces lo
sabréis a su tiempo. Adiós, señor.
Sale.
EDMOND
¡El duque
aquí esta noche! ¡Bien! ¡Magnífico!
Por fuerza
esto encaja con mi plan.
Mi padre ha
mandado apresar a mi hermano;
y yo tengo
un asunto bastante delicado
que debo
acometer. ¡Presteza y fortuna, actuad! ––
¡Oye,
hermano! ¡Baja! ¡Eh, hermano!
Entra EDGAR.
Nuestro
padre vigila. ¡Huye de aquí!
Han
averiguado dónde te escondes.
Aprovecha
la ventaja de la noche.
¿Qué has
dicho contra el Duque de Cornwall?
Se acerca
aquí, ahora, esta noche, a toda prisa,
y Regan le
acompama. ¿O qué has dicho
en su favor
y contra el Duque de Albany?
Haz
memoria.
EDGAR
Ni una
palabra, seguro.
EDMOND
Oigo
acercarse a nuestro padre. Perdona,
pero he de
simular que desenvaino contra ti.
Tú también:
finge defenderte. Y pelea bien. ––
¡Ríndete!
¡Ven ante mi padre! ¡Aquí, luces! ––
Huye,
hermano. –– ¡Antorchas, antorchas! ––Adiós.
Sale EDGAR.
Un poco de
sangre les hará pensar
que la
lucha ha sido cruel. He visto a borrachos
hacerse
mucho más por diversión.
[Se hiere el
brazo.]
¡Padre,
padre! –– ¡Detente, detente! ––
¿Quién me
ayuda?
Entra GLOSTER y criados con
antorchsa.
GLOSTER
Bueno,
Edmond, ¿dónde está el infame?
EDMOND
Estaba
aquí, en la oscuridad, espada en mano,
musitando
maleficios, invocando
el
valimiento de la luna.
GLOSTER
Pero,
¿dónde está?
EDMOND
Mirad, señor, estoy
sangrando.
GLOSTER
¿Dónde está el infame,
Edmond?
EDMOND
Huyó por ahí, señor, al
ver que no podía...
GLOSTER
¡Perseguidle! ¡Corred
tras él!
[Salen los
criados.]
«Al ver que
no podía», ¿qué?
EDMOND
Convencerme
de que os asesinara.
Le dije que
los dioses vengadores
lanzan
rayos contra todo parricida;
le hablé de
los vínculos múltiples y fuertes
que ligan
al hijo con el padre; en suma,
al ver que
me oponía con aversión
a propósito
tan antinatural, él,
con feroz
estocada, arremetió
contra mi
cuerpo indefenso, hiriéndome el brazo.
Mas, al
verme con el ánimo alertado,
reaccionando en defensa
de lo justo,
o tal vez
espantado por el ruido que yo hacía,
de pronto
salió huyendo.
GLOSTER
Que huya
bien lejos. En esta tierra
no tiene
donde seguir en libertad;
y si le
hallan, morirá. El noble duque,
mi señor y
gran patrón, llega esta noche.
Con su
autoridad anunciaré
que será
recompensado quien encuentre
y entregue
a la horca al cobarde asesino;
y a quien
le encubra, muerte.
EDMOND
Intentaba
apartarle de su plan, mas al verle
dispuesto a
ejecutarlo, con ásperas palabras
le amenacé
con delatarle. Me contestó:
«¡Bastardo
pordiosero! ¿Te imaginas
que, si yo
afirmase lo contrario,
tu crédito,
mérito o valer bastarían
para dar fe
de tus palabras? No: cuanto niegue
(y esto he
de negarlo aunque lo muestres
escrito con
mi letra), lo achacaré
a tu
intriga, instigación, y maniobra.
Muy boba
tendría que ser la gente
para no ver
que el beneficio de mi muerte
es un
incentivo claro y poderoso
para que
quieras matarme.»
GLOSTER
¡Ah, infame
cruel y empedernido!
¿Y dijo que
negaría su propia carta?
Clarines
dentro.
¡Escuchad,
es el duque! No sé por qué viene.
Cerraré
toda salida; el infame
no
escapará. El duque no podrá negármelo.
Además,
enviaré su retrato a todas partes,
para que le
identifique todo el reino.
Y buscaré
la manera, hijo digno y leal,
de hacerte
heredero de mi hacienda.
Entran CORNWALL,
REGAN y
acompañamiento.
CORNWALL
¿Qué hay,
noble amigo? Apenas llegado,
me cuentan
noticias sorprendentes.
REGAN
Si son
ciertas, no habrá venganza capaz
de castigar
al culpable. ¿Cómo estáis, señor?
GLOSTER
Con mi
viejo corazón destrozado, señora.
REGAN
¿Iba a
daros muerte el ahijado de mi padre?
¿Aquél a
quien mi padre puso nombre? ¿Vuestro Edgar?
GLOSTER
¡Ah,
señora! La vergüenza querría ocultarlo.
REGAN
¿No andaba
con esos libertinos
que servían
a mi padre?
GLOSTER
No lo sé,
señora. ¡Es horrible, horrible!
EDMOND
Sí, señora.
Se juntaba con ellos.
REGAN
Con razón
era tan pérfido.
Le incitan
a matar a su padre
para que
pueda gastar y derrochar sus rentas.
Esta misma
noche he sido informada
de ellos
por mi hermana, y con tales advertencias
que, si
vienen a alojarse en nuestra casa,
yo no
estaré.
CORNWALL
Ni yo, te
lo aseguro, Regan.
Edmond, me
dicen que has prestado
un gran
servicio filial a tu padre.
EDMOND
Era mi
deber, señor.
GLOSTER
Le
descubrió la intriga y recibió
esa herida
tratando de prenderle.
CORNWALL
¿Están
persiguiéndole?
GLOSTER
Sí, señor.
CORNWALL
Si le
detienen, no habrá que temer
más
traiciones. Tomad vuestras medidas
y disponed
de mis medios. Tú, Edmond,
cuya
obediencia y valer han hablado
por sí
mismos, serás de los nuestros.
Hombres de
tanta confianza van a serme
necesarios.
Pasas a mi servicio.
EDMOND
Os serviré
cuanto pueda
y siempre
con lealtad.
GLOSTER
Os lo
agradezco en su nombre.
CORNWALL
No sabéis
por qué venimos a veros.
REGAN
Tan a
destiempo, adentrándonos por las sendas
de la
noche. Noble Gloster, son cuestiones
de
importancia que exigen vuestro consejo.
Nuestro
padre, así como nuestra hermana,
me informan
de discordias, y he estimado
conveniente
responder lejos de nuestra casa.
Los
mensajeros aguardan la orden de partir.
Nuestro
viejo gran amigo, alegraos
y dispensad
vuestro valioso consejo
en un
asunto que requiere acción inmediata.
Salen.
Clarines.
II.ii Entran KENT
y [OSWALD, el] mayordomo, por lados
opuestos.
OSWALD
Buenas
noches, amigo. ¿Eres de la casa?
KENT
Sí.
OSWALD
¿Dónde
podemos atar los caballos?
KENT
En el
barro.
OSWALD
Vamos,
dímelo, si lo tienes a bien.
KENT
Lo tengo a
mal.
OSWALD
Bueno, y tú
no me caes bien.
KENT
Como te
agarre, verás qué bien te caigo.
OSWALD
¿Por qué me
tratas así? ¡Si no te conozco!
KENT
Pero yo a
ti sí.
OSWALD
¿Quién soy
yo?
KENT
Un
bergante, un bribón, un lameplatos, un granuja rastrero, altanero, vacío; un
lacayo ambicioso y pelagatos con calzas de estopa; un pícaro miedica,
pleiteador, hijo de puta, miraespejos, servil y relamido; un esclavo
pobretón, que haría de alcahuete por dar buen servicio y que no es más que una
mezcla de granuja, pordiosero, cobarde, rufián e hijo y heredero de perra
mestiza; un tipo al que voy a sacudir hasta arrancarle chillidos si me niega una
sílaba de cuanto le he llamado.
OSWALD
Eres un
tipo espantoso, maldiciendo a quien no te conoce ni
conoces.
KENT
Y tú un
bellaco insolente, negando que me conoces. ¿No hace dos días que te puse la
zancadilla y te pegué ante el rey? ¡Desenvaina, granuja, que, aunque sea de
noche, hay luna! ¡Te voy a hacer picadillo lunar, barbilindo rastrero hijo
de puta! ¡Desenvaina!
OSWALD
¡Fuera!
Contigo no tengo que ver.
KENT
¡Desenvaina, bergante!
Vienes con una carta contra el rey y te pones de parte de doña Vanidad y contra
su regio padre. ¡Desenvaina, bellaco, o te dejo en carne viva esas zancas!
¡Desenvaina, granuja! ¡Vamos!
OSWALD
¡Socorro,
auxilio! ¡Que me matan!
KENT
¡Ataca,
cobarde! ¡Alto, granuja! ¡Detente, lindo cobarde, y
ataca!
OSWALD
¡Socorro!
¡Que me matan, que me matan!
Entran [EDMOND, el] bastardo, espada en mano, CORNWALL,
REGAN, GLOSTER y criados.
EDMOND
¡Eh! ¿Qué
ocurre? ¡Separaos!
KENT
Con vos,
señorito. Si gustáis, dejad que os instruya. Vamos, mi joven
maese.
GLOSTER
¿Armas?
¿Pelea? ¿Qué pasa aquí?
CORNWALL
¡Silencio,
por vuestra vida! ¡El que ataque, morirá! ¿Qué ocurre?
REGAN
Los
mensajeros de mi hermana y el rey.
CORNWALL
¿A qué se
debe esta lucha? Hablad.
OSWALD
Estoy sin
aliento, señor.
KENT
No es de
extrañar, con el valor que derrochas, cobarde granuja. De ti reniega la
naturaleza: a ti te hizo un sastre.
CORNWALL
Eres un
tipo singular. ¿Un sastre hacer a un hombre?
KENT
Un sastre,
señor: un picapedrero o un pintor no le habrían hecho tan mal, ni aun
llevando sólo dos años en el oficio.
CORNWALL
Vamos,
habla. ¿Cómo empezó la pelea?
OSWALD
Señor, este viejo
energúmeno, cuya vida he perdonado por respeto a sus
canas...
KENT
¡Tú, cero
de puta, signo vacío! –– Señor, si me dais licencia, patearé a este burdo
infame hasta hacerle argamasa y enlucir las paredes de un retrete. ¿Por mis
canas, colipavo?
CORNWALL
¡Silencio!
Zafio
salvaje, ¿no tienes respeto?
KENT
Sí, señor,
pero el enfado tiene preferencia.
CORNWALL
¿Qué es lo
que tanto te enfada?
KENT
El que un
bribón como éste vaya con espada
y sin
honor. Granujas tan sonrientes
roen y
rompen como ratas vínculos sagrados
que son
indisolubles; dan gusto a los impulsos
que se
desatan en el pecho de sus amos,
echando
leña a su fuego y nieve a su desánimo;
niegan,
afirman, giran su pico de alción
[L12]
según
cambia el viento de sus dueños
y, como
perros, no saben más que seguirlos. ––
¡Maldita
sea tu cara epiléptica!
¿Te ríes de
mí como si fuese un bufón?
So ganso,
si te agarro en la llanura de Sarum,
te llevo
graznando a Camelot[L13] .
CORNWALL
Pero,
¿estás loco, viejo?
GLOSTER
¿Cómo
empezó todo? Dilo.
KENT
No hay
contrarios más inconciliables que este granuja y yo.
CORNWALL
¿Por qué
granuja? ¿Qué ha hecho de malo?
KENT
No me gusta
su semblante.
CORNWALL
Ni tal vez el mío, el
suyo o el de ella.
KENT
Señor, mi oficio es ser
claro:
he visto mejores caras
en mi vida
que la que lleva encima
de sus hombros
cualquiera de los que
tengo delante.
CORNWALL
Éste es uno de ésos
que, elogiado por sincero,
adopta una insolente
tosquedad
y se impone una
conducta opuesta a su carácter.
El no sabe adular, no;
él es claro y franco
y siempre dice
verdades: si las toman, bien;
si no, es que es
sincero. Conozco a estos granujas:
en su franqueza ocultan
más astucia
y corrupción que veinte
lacayos que no cesan
de inclinarse y se
extreman por cumplir.
KENT
Señor, de buena fe, con
franca veracidad,
con la venia de vuestra
egregia figura,
cuyo poder, igual que
la ardiente aureola
que flamea en la frente
de Febo...
CORNWALL
¿Qué te
propones?
KENT
Salirme de
mi estilo, que tanto os disgusta. Señor, sé que no soy adulador. El que os ha
engañado hablando claro es claramente un granuja, y yo nunca lo seré,
aunque me gane vuestro enojo al obligaros a
rogármelo.
CORNWALL
¿En qué le
ofendiste?
OSWALD
En nada. Hace poco,
interpretándome mal,
su amo el
rey tuvo a bien pegarme.
Entonces él,
secundándole y halagando
su disgusto, me derribó
por detrás.
Estando yo en el suelo,
se creció,
me insultó y tanto se
hizo el héroe
que logró distinguirse,
y el rey le alabó
por rendir a quien no
se resistía;
y ahora, excitado por
su hazaña,
arremete de nuevo
contra mí.
KENT
Estos granujas y
cobardes son capaces
de engañar al mismo
Áyax.
CORNWALL
¡Traed el cepo! Viejo
incorregible,
maduro bravucón, yo te
enseñaré.
KENT
Señor, a mi edad ya no
se aprende.
No me queráis en el
cepo. Sirvo al rey,
y por su encargo vine a
veros.
Demostraríais poco
respeto y gran violencia
a la persona y majestad
de mi señor
castigando a su
emisario.
CORNWALL
¡Traed el cepo! Por mi
vida y mi honra,
que aquí se quedará
hasta el mediodía.
REGAN
¿El mediodía? Hasta la
noche, mi señor,
y toda
ella.
KENT
Señora, si yo fuese el
perro de vuestro padre
no me trataríais
así.
REGAN
Mas, como eres su
esclavo, lo haré.
CORNWALL
Este es uno de la
especie de que habla
nuestra hermana. ––
¡Vamos, el cepo!
Sacan el
cepo.
GLOSTER
Permitidme
suplicaros: no lo hagáis.*
El rey se
ofenderá si se ve menospreciado
en su
propio mensajero y se lo encuentra
apresado de
este modo.
CORNWALL
De eso
respondo yo.
REGAN
Mi hermana
se ofenderá mucho más
si insultan
y atacan a su mayordomo.*
CORNWALL
Y ahora
vamos, señor.
Salen [todos menos
GLOSTER y
KENT.]
GLOSTER
Me das
pena, amigo. Pero es deseo del duque,
cuyo
carácter, como todo el mundo sabe,
no se deja
refrenar. Yo te defenderé.
KENT
No, mi
señor. He viajado sin reposo.
Pasaré un
rato durmiendo y el resto, silbando.
Al honrado
la suerte se le acaba por los pies.
Buen día
tengáis.
GLOSTER
El duque ha
hecho mal: esto dará que sentir.
Sale.
KENT
Buen rey,
verás que se cumple el dicho:
cuando el
cielo te abandona,
te quedas
expuesto al sol.
Acércate,
faro de nuestro mundo,
que pueda,
con tus socorridos rayos,
leer esta
carta. Casi nadie ve milagros
mas que en
la desgracia. Sé que es de Cordelia,
que por
suerte ha tenido noticias
de mi
simulación y hallará el momento
de proveer
remedio y cura a tan extraordinaria
situación.
Ojos soñolientos y cansados
de velar,
aprovechad la ocasión y no veáis
mi
humillante alojamiento.
Fortuna,
buenas noches, vuelve a sonreír
y que gire
tu rueda.
Se duerme. Entra
EDGAR.
EDGAR
Oí pregonar
que me buscan
y, gracias
al hueco de un árbol, logré
evadir la
persecución. No hay salida abierta,
ni puesto
que no extreme la guardia
en espera
de apresarme. Mientras pueda escapar,
me
protegeré; tengo la intención
de ofrecer
el aspecto más pobre e indigno
con el que
la miseria, desdeñosa del hombre,
le redujo
casi a bestia. Me ensuciaré la cara,
me ceñiré
una manta, haré de mi pelo greñas
y, expuesta
mi desnudez, lucharé
contra el
viento y el acoso de los cielos.
El campo
ofrece casos y ejemplos
de mendigos
lunáticos que, vociferando,
se clavan
en el brazo desnudo y entumecido
alfileres,
pinchos de madera, clavos, puntas
de romero;
con tan horrible espectáculo
van por
míseras granjas, aldehuelas,
majadas y
molinos, y, con locas maldiciones
o con
súplicas, mueven a caridad:
«¡Socorred
a Turlygod! ¡Limosna para
Tom!»
Es lo que
me queda, pues Edgar no existe.
Sale.
Entran LEAR, el BUFÓN y un CABALLERO.
LEAR
Es raro que
salieran de ese modo sin dar respuesta a mi emisario.
CABALLERO
Oí decir
que anteanoche no tenían pensamiento de ausentarse.
KENT
¡Salud,
noble amo!
LEAR
¡Vaya! ¿Te
diviertes con ese castigo?
KENT
No, señor.
BUFÓN
¡Ja, ja!
¡Qué ligas más duras lleva! Los caballos se atan por la cabeza, los perros y los
osos por el cuello, los monos por la cintura y los hombres por las piernas.
Quien mueve mucho las piernas, lleva medias de madera.
LEAR
¿Quién es
el que confundió tu puesto
al punto de
meterte ahí?
KENT
«El que» y
«la que»: vuestro yerno e hija.
LEAR
No.
KENT
Sí.
LEAR
Que
no.
KENT
Que
sí.
LEAR
¡Por
Júpiter, juro que no!
KENT
¡Por Juno,
juro que sí!
LEAR
No se
atreverían, no podrían,
no
querrían. Atentar contra el respeto
con tales
desafueros es peor que un crimen.
Cuéntame
rápido y preciso de qué modo
mereciste o
ellos te impusieron este trato,
siendo mi
emisario.
KENT
Señor,
cuando les di vuestra carta
en su
residencia, estando aún de rodillas
presentando
mis respetos, llegó un mensajero
a toda
prisa y sudoroso, transmitiendo
entre
jadeos saludos de su ama Goneril.
Sin
importarle interrumpir, les entregó una carta
que leyeron
sin demora y, al ver el mensaje,
llamaron a
sus criados, montaron a caballo,
me mandaron
seguirles y esperar respuesta,
mirándome
con frialdad. Luego, aquí,
al
encontrarme al otro mensajero,
cuya
acogida fue veneno de la mía,
y viendo
que era el mismo que hace poco
se mostró
tan insolente con Vuestra Majestad,
con más
valor que prudencia, desenvainé.
El despertó
a la servidumbre con sus gritos
y alaridos
de cobarde. Vuestro yerno e hija
juzgaron
que mi ofensa merecía
la
vergüenza que ahora sufro.
BUFÓN
Si vuela el
ganso bravo, aún estamos en invierno.
Suele tener
hijo ingrato
el padre
que va harapiento,
pero el
hombre adinerado
será padre
de hijo tierno.
La fortuna,
puta innoble,
le cierra
la puerta al pobre.
Pero tú
cogerás tantas perras por tus hijas que estarás
un año
contándolas.
LEAR
¡Ah, la
sofocación se me sube al pecho!
¡Hysterica passio,
quieta! Angustia trepadora[L14] ,
tu elemento
está abajo. –– ¿Dónde está esa hija?
KENT
Está ahí
dentro, señor, con el conde.
LEAR
No me
sigáis. Esperad aquí.
Sale.
CABALLERO
¿No
cometisteis más falta que la que habéis dicho?
KENT
Ninguna.
¿Cómo es
que el rey viene con tan pocos?
BUFÓN
Si te
hubieran metido en el cepo por hacer esa pregunta, lo tendrías bien
merecido.
KENT
¿Por qué,
bufón?
BUFÓN
Te
mandaremos a la escuela de la hormiga para que aprendas que en invierno no se
trabaja. Salvo los ciegos, los que siguen su nariz se guían por los ojos, y
no hay una sola nariz entre veinte que no huela al que apesta, Suelta la gran
rueda que corre cuesta abajo, no sea que te mates por seguirla; pero, si va
cuesta arriba, deja que tire de ti. Cuando un listo te dé mejor consejo,
devúelveme el mío. Como lo da un bobo, que lo sigan los
bribones.
Quien
trabaja por la paga
y sirve por
conveniencia,
en cuanto
llueve se larga
y te deja
en la tormenta.
Queda el
bobo, marcha el listo,
y ahora me
quedo yo.
Bobo el
bribón que se ha ido,
que el bobo
no es un bribón.
KENT
¿Dónde
aprendiste eso, bobo?
BUFÓN
En el cepo
no, bobo.
Entran LEAR y
GLOSTER.
LEAR
¿Se niegan
a verme? ¿Están indispuestos, cansados,
viajaron de
noche? Simples evasivas,
signos de
rebeldía y deserción.
Traedme
otra respuesta.
GLOSTER
Querido
señor, ya conocéis
el carácter
irascible del duque
y sabéis lo
constante e inflexible
que es en
sus decisiones.
LEAR
¡Venganza!
¡Peste! ¡Muerte! ¡Destrucción!
«¿Carácter?»
«¿Irascible?» Gloster, Gloster,
quiero ver
al Duque de Cornwall y a su esposa.
GLOSTER
Pero,
señor, ya les he informado.
LEAR
«¡Informado!» Pero, ¿es
que no me entiendes?
GLOSTER
Sí, señor.
LEAR
El rey
quiere ver al duque; el padre
quiere ver
a su hija, le ordena obediencia...
¿Les has «
informado»? ¡Por mi vida y mi sangre!
¿Conque
«irascible»? Pues dile al colérico duque...
Bueno, no:
quizá no esté bien.
La dolencia
descuida las obligaciones
que debe
cumplir la salud; no somos los mismos
cuando,
aquejada, la naturaleza
obliga al
espíritu a sufrir con el cuerpo.
Seré
paciente; y reniego de la irreflexión
que me ha
hecho tomar el acto de un enfermo
por el de
un sano. –– ¡Muerte a mi realeza!
¿Por qué
está él ahí? Esta acción me convence
de que el
viaje del duque y de mú hija
es pura
farsa. Quiero que liberéis a mi criado.
Id a
decirles al duque y a su esposa
que quiero
verlos. ¡Ahora mismo, ya!
Decidles
que salgan y me oigan
o tocaré el
tambor a la puerta de su cuarto
hasta matar
el sueño para siempre.
GLOSTER
Deseo que
haya paz entre vosotros.
Sale.
LEAR
¡Ah, el
corazón, se me sube el corazón! ¡Abajo!.
BUFÓN
Tú grítale,
abuelo, como aquella cocinera que metía las anguilas vivas en la masa; les
zurraba en la cresta con un palo, gritándoles: «¡Abajo, rebeldes, abajo!» Su
hermano fue aquél que, de pura bondad con su caballo, le puso mantequilla al
pienso.
Entran CORNWALL,
REGAN, GLOSTER y criados.
LEAR
Buenos días
a los dos.
CORNWALL
Salud a
vos, mi señor.
KENT es puesto en
libertad.
REGAN
Me alegro
de veros, señor.
LEAR
Te creo,
Regan, y sé por qué razón
te creo: si
no te alegrases,
maldeciría
la sepultura de tu madre
por ser la
tumba de una adúltera. ––
[A
KENT] ¡Ah! ¿Estás libre? Hablaremos
de esto. ––
Querida
Regan, tu hermana es perversa.
¡Ah, Regan!
Cual buitre, me ha clavado en el pecho
el pico
punzante de la ingratitud.
Apenas
puedo hablarte; no creerías
de qué modo
tan malvado ...¡Ah, Regan!
REGAN
Os lo
ruego, señor, conteneos.
Quiero
creer que no la estimáis en lo que vale,
no que ella
falte a su deber.
LEAR
¿Cómo? ¿Qué
dices?
REGAN
No puedo
creer que mi hermana sea capaz
de eludir
su obligación. Señor, si acaso
refrenó los
desmanes de vuestros seguidores,
lo hizo por
motivos y fines tan sensatos
que la
eximen de toda culpa.
LEAR
¡Pues yo la
maldigo!
REGAN
Señor, sois
anciano. En vos la naturaleza
está al
borde de su término. Dejad
que os guíe
y conduzca el prudente
que aprecia
vuestra condición mejor que vos.
Por tanto,
os suplico que volváis
con mi
hermana. Decid que la agraviasteis.
LEAR
¿Pedirle
perdón? ¡Muy propio de la paternidad!
«Querida
hija, reconozco que soy viejo.
La vejez es
una inútil. Te pido de rodillas
que te
dignes darme ropa, cama y alimento.»
REGAN
Basta,
señor. Esos gestos son indecorosos.
Volved con
mi hermana.
LEAR
Jamás,
Regan. Me ha quitado la mitad
de mi
séquito; estuvo ceñuda conmigo;
cual
serpiente, me hirió el corazón con su lengua.
¡Que todas
las venganzas que atesoran los cielos
caigan
sobre su ingrata cabezal
¡Aires
malsanos, dejadle baldados
sus jóvenes
miembros!
CORNWALL
¡Vamos,
vamos, señor!
LEAR
¡Raudos
relámpagos, lanzad contra sus ojos
desdeñosos
vuestras llamas cegadoras!
¡Miasmas
que emanáis de las ciénagas
con el
fuego del sol, corromped su belleza
y llenadla
de llagas!
REGAN
¡Dioses
benditos! También me lo desearéis
a mí en
momentos de arrebato.
LEAR
No, Regan,
yo nunca te maldeciré.
Tu
condición apacible no puede
volverte
tan cruel. Sus ojos asustan; los tuyos
confortan y
no queman. No es propio de ti
escatimarme
deseos, reducirme la escolta,
contestarme
con dureza, regatearme el subsidio
y, en suma,
recibirme echando el cerrojo.
Tú conoces
los deberes naturales,
tu
obligación filial, los actos de cortesía,
las deudas
de gratitud. Tú no has olvidado
la mitad
del reino que te di por dote.
REGAN
Señor, al
asunto.
LEAR
¿Quién puso
a mi hombre en el cepo?
Toque de trompeta
dentro.
CORNWALL
¿Qué señal
es ésa?
REGAN
La conozco:
es la de mi hermana; esto confirma
su aviso de
que llegaría pronto.
Entra [OSWALD, el] mayordomo.
¿Ha llegado tu
señora?
LEAR
Éste es un
granuja que se crece de prestado
a cuenta
del favor inconstante de su ama.
¡Fuera de
mi vista, lacayo!
CORNWALL
Señor, ¿qué
os proponéis?
Entra GONERIL.
LEAR
¿Quién
castigó a mi emisario? Regan,
confío en
que tú no sabías nada. ––
¿Quién
llega? ¡Ah, dioses! Si amáis a los ancianos,
si vuestro
benigno poder reconoce
la
obediencia, si también sois ancianos,
¡haced
vuestra mi causa! ¡Asistidme y defendedme!
[A GONERILI
¿No te avergüenza mirar estas canas?
¡Ah, Regan!
¡La coges de la mano!
GONERIL
¿Por qué no
iba a hacerlo? ¿Qué he hecho yo de malo?
Malo no es
todo lo que cree la necedad
y juzga la
chochez.
LEAR
¡Ah, pecho,
cómo resistes! ¿Aún puedes
soportarlo?
–– ¿Quién puso a mi hombre en el cepo?
CORNWALL
Fui yo,
señor. Pero sus excesos
no merecían
ese honor.
LEAR
¿Tú?
¿Fuiste tú?
REGAN
Os lo
ruego, padre: reconoced que sois débil.
Si, hasta
el fin de vuestro mes,
queréis
volver y residir con mi hermana,
despidiendo
a la mitad de vuestro séquito,
venid
después conmigo. Estando ausente de casa,
no dispongo
de los medios necesarios
para
recibiros.
LEAR
¿Volver con
ella y despedir cincuenta hombres?
No, antes
renuncio a todo techo;
me asociaré
con lobos y con búhos
y bajo la
furia de los cielos me expondré
al mordisco
de la privación. ¿Volver con ella?
Ahí está el
fogoso Rey de Francia, que a mi hija
menor tomó
sin dote: también podría arrodillarme
ante su
trono y pedirle un subsidio de escudero
para seguir
en esta vida miserable.
¿Volver con
ella? Antes pídeme que sea
esclavo y
siervo de este odioso mayordomo.
GONERIL
Como os
plazca, señor.
LEAR
Te lo
ruego, hija mía, no me vuelvas loco.
No pienso
molestarte, hija. Adiós.
Ya nunca
nos veremos, ni nos encontraremos.
Pero eres
mi carne, mi sangre, mi hija,
o más bien
infección de mi carne
que
forzosamente es mía. Eres un tumor,
una llaga
que supura, una úlcera inflamada
en mi
sangre corrompida. Mas no pienso reprenderte.
Venga el
oprobio cuando quiera: yo no lo invoco.
No le pido
al dios del trueno que fulmine,
ni te acuso
ante Júpiter, el juez supremo.
Enmiéndate
cuando puedas y a tu conveniencia.
Yo soy
paciente; puedo vivir con Regan,
yo y mis
cien caballeros.
REGAN
No
exactamente. Yo no os esperaba,
ni estoy
preparada para una digna acogida.
Señor,
atended a mi hermana: quienes vean
vuestros
arranques fríamente, por fuerza
convendrán
en que sois viejo, así que...
Ella sabe
lo que hace.
LEAR
¿Es cierto
lo que oigo?
REGAN
Muy cierto,
señor. ¡Cincuenta caballeros!
¿No os
bastan? ¿Para qué más,
o para qué
tantos, cuando el gasto y el peligro
rechazan
tan alto número? En una casa,
¿cómo puede
vivir en armonía
tanta gente
con dos amos?
Es difícil,
casi imposible.
GONERIL
¿Por qué,
mi señor, no pueden serviros
los que son
sus criados o los míos?
REGAN
¿Por qué
no, señor? Si os desatienden,
podemos
reprenderlos. Como ahora veo el riesgo,
si venís
conmigo, os ruego que traigáis
nada más
que veinticinco; a ninguno más
daré posada
ni admisión.
LEAR
Yo os lo di
todo.
REGAN
Y en buena
hora.
LEAR
Os hice mis
delegadas, mis depositarias,
reservándome el derecho
a cierto número
de
seguidores. ¿He de ir a tu casa
con
veinticinco? Regan, ¿es eso lo que has dicho?
REGAN
Y lo
repito, señor: conmigo ni uno más.
LEAR
Los seres
perversos parecen hermosos
al lado de
otros más perversos: no ser lo peor
también
tiene mérito. –– [A GONERIL] Voy contigo:
tus
cincuenta son dos veces veinticinco
y tu amor
dobla al suyo.
GONERIL
Oídme,
señor. ¿Qué necesidad tenéis
de
veinticinco, diez o cinco en una casa
en que el
doble está a vuestro servicio?
REGAN
¿Qué
necesidad de uno?
LEAR
¡No
discutáis la «necesidad»! El mendigo
más pobre
posee algo superfluo.
Si no dais
a la naturaleza
más de lo
necesario, la vida humana vale
menos que
la de la bestia. Tú eres una dama:
si
abrigarse fuera ir engalanado,
no te
harían falta esas galas que llevas,
pues apenas
te abrigan. En cuanto a necesidad,
¡dadme,
cielos, la paciencia necesaria!
Aquí me
veis, dioses: un pobre anciano,
cargado de
años y penas, mísero en ambos.
Si sois
vosotros los que indisponéis
a estas
hijas con su padre, no hagáis de mí
el necio
que todo lo soporta mansamente;
infundidme
noble cólera y no dejéis
que esas
armas de mujer, las lágrimas,
deshonren
mi hombría. No, brujas desalmadas;
tomaré tal
venganza de vosotras
que el
mundo entero... Lo haré... No sé aún
qué va a
ser, mas será el terror de la tierra.
Creéis que
lloraré. No, no voy a llorar.
Me sobran
motivos;
Fragor de
tormenta.
pero este
corazón saltará en mil pedazos
antes de
que llore. –– ¡Ah, bufón, voy a enloquecer! ––
Salen LEAR,
GLoSTER, el BUFÓN [y el CABALLERO].
CORNWALL
Entremos;
se acerca una tormenta.
REGAN
La casa es
pequeña; no puede alojar bien
al viejo y
su gente.
GONERIL
Es culpa
suya. Si renuncia al reposo,
que pruebe
su locura.
REGAN
Le recibiré
gustosamente a él solo,
pero a
ninguno de su escolta.
GONERIL
Ésa es mi
intención. ¿Dónde está el Conde de Gloster?
CORNWALL
Salió con
el viejo. Aquí vuelve.
Entra GLOSTER.
GLOSTER
El rey está
furiosísimo.
CORNWALL
¿Adónde
va?
GLOSTER
Ha ordenado montar, mas
no sé adónde va.
CORNWALL
Más vale dejarle: es su
propia guía.
GONERIL
Señor, de ningún modo
le pidáis que se quede.
GLOSTER
Pero se acerca la noche
y braman
feroces los vientos.
Apenas hay un arbusto
en millas a la
redonda.
REGAN
Ah, señor, al
testarudo
el daño que
se hace a sí mismo
debe
servirle de lección. Cerrad las puertas.
Le siguen
unos temerarios, y la prudencia
aconseja
guardarse de las provocaciones
a que pueda
dejarse llevar.
CORNWALL
Cerrad las
puertas, señor. La noche es temible.
Regan dice
bien. Protejámonos de la tormenta.
Salen.
III.i Sigue la tormenta. Entran
KENT y un
CABALLERO por lados
opuestos.
KENT
¿Quién va,
además del tiempo infame?
CABALLERO
Alguien tan
turbado como el tiempo.
KENT
Yo os
conozco. ¿Dónde está el rey?
CABALLERO
Luchando
con los fieros elementos;
al viento
le dice que hunda la tierra
en las
aguas o levante el mar encrespado
sobre los
continentes y que todo
se altere o
destruya.*
KENT
Pero,
¿quién va con él?
CABALLERO
Sólo el
bufón, que se esfuerza en aliviarle
las penas
con sus bromas.
KENT
Señor, os
conozco lo bastante
como para
confiaros un asunto de importancia,
Aunque por
ahora guardan apariencias
con parejo
disimulo, hay enfrentamiento
entre
Albany y Cornwall, que tienen criados
(¿y quién
tan encumbrado de Fortuna
no los
tiene?), que, aunque lo parecen,
son espías
que informan a Francia
sobre
nuestro Estado: lo que han visto
de las
riñas e intrigas de los duques
o la dureza
con que ambos han tratado
al anciano
rey; o algo más profundo,
de lo cual
todo esto es sólo síntoma.*
CABALLERO
Habrá que
hablar más de esto.
KENT
No. Para
confirmar que soy mucho más
que mi
apariencia, abrid esta bolsa
y sacad el
contenido. Si véis a Cordelia,
y sin duda
la veréis, mostradle este anillo,
y ella os
dirá quién es ese hombre
que no
conocéis. ¡Maldita tormenta!
Voy en
busca del rey.
CABALLERO
Dadme la
mano. ¿Queréis decir algo más?
KENT
Poco,
aunque de gran trascendencia.
Cuando
encontremos al rey (id vos
por ese
lado, yo por éste), quien primero
dé con él,
que grite al otro.
Salen.
III.ii Sigue la tormenta. Entran LEAR y
el BUFÓN.
LEAR
¡Soplad,
vientos, y rajaos las mejillas!
¡Rugid,
bramad! ¡Romped, turbiones y diluvios,
hasta
anegar las torres y hundir las veletas!
¡Fuegos
sulfúreos, raudos como el pensamiento,
heraldos
del rayo que parte los robles,
quemadme
las canas! Y tú, trueno estremecedor,
¡aplasta la
espesa redondez de la tierra,
rompe los
moldes de la naturaleza y mata
la semilla
que produce al hombre ingrato!
BUFÓN
Ah, abuelo:
más vale dar jabón en seco que renegar bajo esta lluvia. Entra, abuelo, y
pídeles la bendición a tus hijas. La noche no perdona ni a bobo ni a listo.
LEAR
¡Retumbe
tu vientre! ¡Escupe, fuego;
revienta, nube!
Ni lluvia,
viento, trueno, ni rayo son mis hijas.
De
ingratitud no os acuso, elementos:
yo nunca os
di un reino, jamás os llamé hijos.
No me
debéis obediencia, así que arrojad
vuestro
horrendo placer. Aquí está vuestro esclavo,
un pobre
anciano, mísero, débil, despreciado.
Y, sin
embargo, os llamo aliados serviles
que, unidos
a mis dos hijas perversas,
desde el
cielo lanzáis vuestras legiones
sobre
cabeza tan blanca, tan vieja. ¡Ah, infamia!
BUFÓN
Quien tiene
una casa donde meter la cabeza, tiene una buena sesera.
Braguetero
busca un hoyo
y va con
cabeza al aire,
que se
llenará de piojos
cuando
tenga que casarse.
El que
atiende al dedo gordo
mucho más
que al corazón
por un
callo andará loco
y despierto
del dolor.
Pues no hay
mujer guapa que no haga visajes delante del espejo.
Entra KENT.
LEAR
No, seré un
modelo de paciencia.
No diré
nada.
KENT
¿Quién va?
BUFÓN
Pues la
majestad y el braguetero, es decir un sabio y un bobo.
KENT
Ah, señor,
¿estáis ahí? Ni los que aman la noche
aman noches
como ésta. Los coléricos cielos
espantan a
las fieras que vagan en las sombras
y las
retienen en sus cuevas. Desde que soy hombre
no recuerdo
haber visto estos chorros de fuego,
ni oído
este retumbar del hórrido trueno,
ni estos
gemidos de lluvia y viento rugiente.
El hombre
no soporta tal angustia ni temor.
LEAR
Que los
grandes dioses que engendraron
tan
terrible tumulto sobre nuestras cabezas
descubran
ahora a sus enemigos. Tiembla,
desgraciado, que callas
tus recónditos delitos
aun sin
castigar. Escóndete, asesino,
perjuro,
hipócrita incestuoso. Estremécete,
infame, y
salta en pedazos por haber
tramado
contra el hombre bajo capa
de bondad.
Crímenes ocultos, abrid
vuestros
antros y pedid perdón
a estos
terribles emisarios.
Víctima soy
del pecado más que pecador.
KENT
¡Cómo! ¿A
cabeza descubierta? ––
Majestad,
aquí cerca hay una choza:
os dará
cobijo en esta tempestad.
Descansad
dentro, mientras voy al duro palacio
(más duro
que la piedra de sus muros,
donde hace
poco me han negado acceso
al
preguntar por vos) a obligarles
a mostrar
siquiera cortesía.
LEAR
La cabeza
se me va. ––
Vamos,
muchacho. ¿Cómo estás? ¿Tienes frío?
Yo también.
–– ¿Dónde está esa choza, amigo?
El arte de
la necesidad es admirable:
vuelve
valioso lo mísero. Vamos, la cabaña. ––
Mi pobre y
pícaro bufón, en mi pecho
hay siempre
un hueco que se apena por ti.
BUFÓN [canta]
Quien tiene
poco juicio y sensatez,
do, re, mi,
do, hay viento y lloverá,
a su
destino se ha de someter,
pues un día
y otro día lloverá.
LEAR
Cierto,
muchacho. –– Vamos, llévanos a la choza.
Salen [LEAR
y KENT].
BUFÓN
Espléndida
noche hasta para enfriar a una golfa. Ante; de salir, haré una
profecía:
Cuando
sacerdotes no hagan y hablen
y los
cerveceros la cerveza agüen;
cuando el
noble enseñe al sastre su empleo
y, en lugar
de herejes, ardan los puteros,
será porque
el reino de Albión
ha entrado
en la gran confusión.
Cuando en
todo pleito se haga justicia,
y amo y
escudero sin penurias vivan;
cuando
nuestras lenguas no murmuren más
y nuestros
rateros dejen de robar;
cuando el
usurero saque sus reservas
y erijan
iglesias putas y alcahuetas,
un tiempo
habrá entonces, ¿y quién lo verá?,
en que
nuestros pies sirvan para andar.
Será
profecía del mago Merlín, que yo he nacido antes que él[L15] .
Sale.
III.iii Entran GLOSTER y
EDMOND.
GLOSTER
¡Ay,
Edmond! No me gusta este trato
despiadado. Cuando les pedí permiso para aliviarle, se adueñaron de mi casa y me
prohibieron, bajo pena de perpetuo disfavor, hablar de él, mediar por él o
auxiliarle en modo alguno.
EDMOND
Eso es cruel y
despiadado.
GLosTER
Bueno, tú
no digas nada. Hay enfrentamiento entre los duques. Y un asunto aún peor. Esta
noche he recibido una carta; es peligroso comentarla; la he guardado en mi
escritorio. Los agravios que ahora sufre el rey serán vengados por entero: ya ha
desembarcado parte de un ejército; debemos ponemos del lado del rey. Voy a
buscarle; le ayudaré en secreto. Tú entretén al duque conversando, no
vaya a descubrir mi auxilio. Si pregunta por mí, no estoy bien y me he acostado.
Aunque me cueste la vida, como me han amenazado, hay que socorrer al rey,
mi anciano señor. Se avecinan sucesos singulares, Edmond. Lleva
cuidado.
Sale.
EDMOND
Al duque he
de informar sin dilación de esa bondad prohibida y de la carta. Esto merece un
buen premio. Ganaré lo que pierda mi padre, que será su hacienda: cuando caen
los viejos, los jóvenes medran.
Sale.
III.iv Entran LEAR, KENT
y el BUFÓN.
KENT
Éste es el
lugar, señor; entrad, mi señor.
La tiranía
de esta noche no la soporta
nuestra
naturaleza.
Sigue la
tormenta.
LEAR
Déjame.
KENT
Mi buen
señor, entrad aquí.
LEAR
¿Quieres
partirme el corazón?
KENT
Antes me
partiría el mío. Entrad, mi señor.
LEAR
Tú das
importancia a que esta fiera tormenta
nos cale
hasta los huesos. Tú lo ves así;
mas donde
el mal es mayor, el menor
no se
siente. Tú huirías de un oso,
mas si la
huida te lleva a la mar brava,
tendrías
que afrontarlo cara a cara.
Si está
libre la mente, el cuerpo es sensible.
La tormenta
de mi mente no me deja
sentir
nada, salvo lo que brama dentro,
la
ingratitud filial. ¿No es como si la boca
arrancase
la mano que le da alimento?
Castigaré
sin piedad. ¡No, no voy a llorar más!
¡Dejarme
fuera en una noche así!
¡Venga
lluvia, que puedo soportarla!
¡En una
noche así! ¡Ah, Regan, Goneril!
¡Al padre
anciano y generoso que os lo dio todo!
¡Ah, esto
lleva a la locura! Que no caiga en ella.
Ya basta.
KENT
Mi buen
señor, entrad aquí.
LEAR
Anda, entra
tú y protégete. La tormenta
me impide
meditar sobre otras cosas
que me
harían más daño. Pero entraré. ––
Muchacho,
entra tú primero. –– ¡Pobreza sin techo! ––
Vamos,
entra. Rezaré y después me dormiré.
Sale [el
BUFÓN].
Pobres
míseros desnudos, dondequiera que estéis,
expuestos
al azote de esta cruel tormenta,
¿cómo os
protegerá de un tiempo como éste
vuestra
cabeza descubierta, vuestro cuerpo
sin carnes,
los harapos llenos de agujeros?
¡Ah, qué
poco me han preocupado! Cúrate, lujo;
despójate y
siente lo que siente el desvalido,
para que
pueda caerle lo superfluo
y se vea
que los dioses son más justos.
EDGAR [dentro]
¡Braza y
media! ¡Braza y media! ¡Pobre Tom!
Entra el
BUFÔN.
BUFÓN
No entres
ahí, abuelo: hay un espíritu. ¡Socorro, auxilio!
KENT
Dame la
mano. –– ¿Quién anda ahí?
BUFÓN
¡Un
espíritu, un espíritu! Dice que se llama Pobre Tom
KENT
¿Quién eres
tú, que te quejas en la choza?
Sal de
ahí.
Entra EDGAR [disfrazado de mendigo].
EDGAR
¡Fuera! Me
persigue el Maligno.
El viento
helado sopla entre el espino.
¡Huuum!
Acuéstate, que tienes frío.
LEAR
¿Les has
dado todo a tus dos hijas?
¿A esto has
llegado?
EDGAR
Dadle algo
al pobre Tom. El Maligno le ha llevado por fuego y por llama, por vado y
remolino, por ciénaga y pantano. Le ha puesto cuchillos debajo de la almohada,
sogas en la galería y veneno al lado de la sopa. Le ha vuelto soberbio de
hacerle trotar en caballo bayo sobre puentes de cuatro pulgadas persiguiendo a
su sombra cual si fuera una traidora. ¡Los dioses te lo pagarán! Tom tiene frío.
Titi,
titi, titi. ¡Y te bendecirán contra
los torbellinos, el mal de los astros y las pestes! Limosna para el pobre Tom,
víctima del Maligno. A ver si lo pillo aquí, y aquí, y
aquí.
Sigue la
tormenta.
LEAR
¿A eso le
han llevado sus hijas? ––
¿No pudiste
guardar nada? ¿Se lo diste todo?
BUFÓN
No: se
guardó una manta, que, si no, nos daría vergüenza.
LEAR
¡Caigan
sobre sus hijas todas las plagas del cielo
que penden
funestas sobre las culpas de los hombres!
KENT
Señor, no
tiene hijas.
LEAR
¡Así te
maten, traidor! Sólo unas hijas malvadas
podían
degradar tanto su naturaleza.
¿Es
costumbre que a los padres rechazados
les dé tan
poca lástima su carne?
¡Un castigo
justo! Su carne fue la que engendró
a estos
pelícanos de hijas[L16] .
EDGAR
Fue Pelicón
al Mont Pelicón...
¡Aú,
aú, du ––dú!
BUFÓN
Esta noche
helada nos va a volver a todos locos a idiotas.
EDGAR
Guárdate
del Maligno, obedece a tus padres, honra tu palabra, no jures, no peques con
esposa ajena, no vistas con ostentación. Tom
time frío.
LEAR
¿Tú qué has
sido?
EDGAR
Un galán,
soberbio de corazón y de ánimo. Me rizaba el pelo, llevaba guantes en el
sombrero, satisfacía el placer de mi amada y con ella realizaba el acto de
las sombras; mis palabras eran juramentos a los que faltaba ante los ojos
del cielo; mis sueños, fantasías amorosas que practicaba despierto. El vino, lo
adoraba; los dados me apasionaban; y en cuanto a mujeres, tenía más que un
sultán. Falso de alma, vivo de oído, presto de espada; cerdo en pereza, zorro en
sigilo, lobo en mi gula, perro en mi rabia, león con mi presa. No entregues tu
corazón a mujer por un crujir de zapatos o de sedan. No pongas el pie en un
prostíbulo, la mano entre unas faldas ni la firma en un pagaré y desafía al
Maligno.
Y el viento
aún sopla entre el espino
y dice «hu,
hu, ay, ay».
Muchacho,
el delfín. ¡Ea! Déjale trotar.
Sigue la
tormenta.
LEAR
Mejor
estarías en la tumba que aquí con tu cuerpo desnudo frente al cielo
inclemente. ¿El hombre es sólo esto? Miradle bien. Tú no le debes seda al
gusano, piel a la bestia, lana a la oveja o perfume a la civeta. Ah, aquí
estamos tres adulterados; tú eres el ser puro. El hombre desguarnecido no es más
que un pobre animal desnudo y de dos patas como tú. ¡Fuera, fuera con lo
prestado! Vamos, desabrochadme.
Entra GLOSTER con una antorcha.
BUFÓN
Te lo
ruego, abuelo, cálmate. La noche está infame para nadar. Un fuego menudo en un
páramo es como el corazón de un viejo verde: una chispa pequeña, y el resto del
cuerpo, apagado. Mirad, aquí viene un fuego fatuo.
EDGAR
Éste es el
demonio Flibertigibet. Sale al toque de queda y deambula hasta la medianoche.
Produce cataratas, bizquera y labio leporino; ataca las mieses y mortifica a la
pobre criatura de la tierra.
Tres veces
al monte salió San Vidal
y al íncubo
vio con sun nueve allá;
le hizo
caer,
frenó su
poder
y ordenó:
«¡Atrás, demonio, atrás!»
KENT
¿Estáis
bien, Majestad?
LEAR
¿Quién
es?
KENT
¿Quién va?
¿Qué buscáis?
GLOSTER
¿Quiénes
sois vosotros? ¿Cómo os llamáis?
EDGAR
El pobre
Tom, que come ranas, sapos, renacuajos, salamandras y tritones; que, con la
furia de su pecho, cuando arrecia el Maligno, hace boca con boñigos, se come las
ratas y los perros muertos, y se traga el verdín del agua estancada; al que
azotan de aldea en aldea, meten en el cepo y en la cárcel; que tuvo tres trajes
y seis camisas,
y montó a
caballo, y lució su espada;
pero los
ratones, ratas y alimañas
llevan
siete años siendo su pitanza.
¡Cuidado
con mi diablo! ¡Calla, Smulkin! ¡Calla, demonio!
GLOSTER
¿Vuestra
Majestad no encuentra mejor compañía?
EDGAR
El príncipe
de las tinieblas es un caballero. Le llaman Modo y Mahu.
GLOSTER
Señor,
nuestros hijos degeneran tanto que odian a quien los engendra.
EDGAR
El pobre
Tom tiene frío.
GLOSTER
Entrad
conmigo. Mi lealtad no me permite
cumplir las
órdenes crueles de vuestras hijas.
Aunque me
han mandado atrancar las puertas
y dejar que
la noche se ensañe con vos,
he osado
salir a buscaros
y llevaros
donde hay fuego y alimento.
LEAR
Antes
dejadme que hable con este filósofo. ––
¿Cuál es la
causa del trueno?
KENT
Señor,
aceptad lo que ofrece, entrad en la casa
LEAR
Quiero
conversar con el sabio griego. ––
¿Cuál es
vuestra ciencia?
EDGAR
La de huir
del demonio y matar los bichos.
LEAR
Permitid
que hable a solas con vos.
KENT
Señor,
insistid en que se vaya.
Le flaquea
la razón.
GLOSTER
¿Y qué
culpa tiene?
Sigue la
tormenta.
Sus hijas
desean su muerte. ¡Ay, ya lo decía
el bueno de
Kent, pobre desterrado!
Dices que
el rey enloquece; que sepas, amigo,
que yo
estoy casi loco. Tengo un hijo
del que he
renegado. Atentó contra mí
hace poco,
muy poco. Amigo, yo le quería
como ningún
padre a su hijo. Para serte sincero
el dolor me
ha enajenado. ¡Qué noche ésta!
Ruego a
Vuestra Majestad...
LEAR
Disculpadme, señor.
––
Noble
filósofo, venid conmigo.
EDGAR
Tom tiene
frío.
GLOSTER
Venga,
entra en la choza y resguárdate.
LEAR
Vamos,
entremos todos.
KENT
Por aquí,
señor.
LEAR
Con él:
quiero quedarme con mi filósofo.
KENT
Señor,
dadle gusto. Dejad que se venga.
GLOSTER
Pues
encárgate de él.
KENT
Tú, vamos.
Vente con nosotros.
LEAR
Venid,
ateniense.
GLOSTER
No digáis
nada. Silencio.
EDGAR
A la torre
llegó don Roldán.
Su lema fue
siempre: «¡Pim, pom, pam!
A sangre
britana huelo ya.»
Salen.
III.v
Entran CORNWALL
y EDMOND.
CORNWALL
Me vengaré
antes de salir de su casa.
EDMoND
Señor, me
da miedo pensar qué dirán de mí por anteponer la lealtad a los lazos
naturales.
CORNWALL
Ahora
comprendo que no fue sólo la ruindad de tu hermano lo que le hizo atentar
contra él: la muerte que merecía tu padre la provocó su propia
maldad.
EDMOND
¡Qué triste
es mi suerte, que me hace lamentar mi lealtad! Aquí está la carta de que
habló, que demuestra que es espía en beneficio de Francia. ¡Dioses! ¡Ojalá no
existiera esta traición o yo no la hubiera
descubierto!
CORNWALL
Vamos a ver
a la duquesa.
EDMOND
Si lo que
dice la carta es verdad, os ha caído un asunto importante.
CORNWALL
Verdad o
mentira, te convierte en el Duque de Gloster. Averigua dónde está tu padre, que
le detengamos.
EDMOND
[aparte] Si
le encuentro auxiliando
al rey, le dará más motivos al duque. –– Proseguiré en mi lealtad para con vos,
aunque ello me enfrente con mis sentimientos.
CORNWALL
Tienes mi
plena confianza y en mi afecto hallarás un padre más
querido.
Salen.
III.vi Entran KENT y
GLOSTER.
GLOSTER
Aquí se
está mejor que a la intemperie; alegraos. Os lo haré más cómodo añadiendo lo que
pueda. No tardaré.
KENT
Su razón ha
cedido del todo a su arrebato. Los dioses os paguen vuestra
bondad.
Sale GLOSTER.
Entran LEAR, EDGAR
y el BUFÓN.
EDGAR
Me llama
Frateretto y me dice que Nerón pesca en el lago de las sombras. –– Bobo, tú reza
y guárdate del Maligno.
BUFÓN
Anda,
abuelo, dime si ún loco es un noble o un burgués.
LEAR
¡Un rey, un
rey!
BUFÓN
No: un
burgués que tiene un hijo noble, pues tiene que estar loco si deja que su hijo
se ennoblezca antes que él.
LEAR
¡Así
vinieran con mil asadores
al rojo
vivo aullando sobre ellas!*
EDGAR
¡Los dioses
te lo pagarán!
KENT
¡Ah,
dolor! Señor, ¿dónde está la
paciencia
de la que
tanto os preciabais?
EDGAR [aparte]
Mis
lágrimas se ponen tanto de su parte
que van a
estropearme el fingimiento.
LEAR
Hasta los
perrillos ––Trío, Blanca
y Reina ––,
¿veis?, todos me ladran.
EDGAR
Tom va a
tirarles su cabeza. ¡Fuera, chuchos!
Tengas boca
blanca o negra,
que
envenena como muerda,
galgo,
mastín o podenco,
braco,
mestizo o sabueso,
rabicorto o
rabilargo,
Tom te hará
salir aullando,
pues, al
tirarles mi crisma,
todos huyen
de estampía.
Titi,
titi, titi. ¡Ea! Vete a las fiestas,
ferias y mercados.
Pobre Tom,
tu cuerno está seco[L17] .
LEAR
Ahora, que
diseccionen a Regan, a ver qué le crece por el corazón. ¿Hay alguna causa
natural para tener tan duro el corazón? –– [A EDGAR] Vos, señor, seréis
uno de mis cien caballeros. Pero no me gusta vuestro modo de vestir. Diréis
que es un traje persa, pero que os lo cambien.
KENT
Mi señor,
acostaos aquí y descansad.
LEAR
No hagáis
ruido, no hagáis ruido; corred las cortinas.
Así. Ya
cenaremos por la mañana.
BUFÓN
Y yo me
acostaré a mediodía.
Entra GLOSTER.
GLOSTER
Ven aquí,
amigo. ¿Dónde está el rey, mi señor?
KENT
Aquí, pero
dejadle. Ha perdido la razón.
GLOSTER
Te lo
ruego, amigo, llévale en brazos.
He sabido
que piensan atentar contra su vida.
Hay lista
una litera; llévale a ella
y salid
para Dover[L18] , donde os
darán
acogimiento
y protección. Lleva a tu amo.
Si te
entretienes sólo media hora,
lo pagaréis
con la vida él, tú y todos
los que le
defiendan. Vamos, llévatelo
y sígueme,
que os procure provisiones.*
Vamos, en
marcha.
Salen.*
III.vii Entran CORNWALL,
REGAN, GONERIL, [EDMOND, el] bastardo y
criados.
CORNWALL
[a GONERIL]
Sal a toda prisa y enseña esta carta a tu esposo mi señor. El ejército francés
ha desembarcado. –– Vosotros buscad al traidor Gloster.
[Salen algunos
criados.]
REGAN
Ahórcalo
ahora mismo.
GONERIL
Sácale los
ojos.
CORNWALL
Confiadlo a
mi cólera. Edmond, acompaña a mi cuñada: la venganza que debo tomar del
traidor de tu padre no te conviene presenciarla. Avisa al duque, con quien
vas a reunirte, de que se prepare sin demora; yo haré lo mismo. Nuestros correos
serán rápidos y nos tendrán al corriente. ¡Adiós, querida cuñada! ¡Adiós, Conde
de Gloster!
Entra [OSWALD, el] mayordomo.
¿Qué hay? ¿Dónde está
el rey?
OSWALD
Se lo ha
llevado el Conde de Gloster.
Unos treinta y cinco de
sus hombres le buscaron
con ahínco y le
hallaron a las puertas.
Con algunos otros
vasallos del conde,
van con él a Dover,
donde afirman tener
amigos muy bien
armados.
CORNWALL
Prepara caballos para
tu señora.
[Sale OSWALD.]
GONERIL
Adiós, mi
señor, y hermana.
CORNWALL
Edmond,
adiós.
Salen GONERIL
y [EDMOND, el] bastardo.
Buscad al
traidor Gloster. Maniatadle
como a un
ladrón. Traedle ante mí.
Aunque no
pueda condenarle a muerte
sin que sea
juzgado, mi autoridad
se plegará
a mi furor, que, aunque lo censuren,
no lo
detendrán.
Entran GLOSTER y
CRIADOS.
¿Quién es? ¿El
traidor?
REGAN
El ingrato
zorro.
CORNWALL
Atadle bien esos brazos
secos.
GLOSTER
¿Qué os proponéis,
Altezas? Amigos míos, pensad
que
sois mis huéspedes. No me
ultrajéis.
CORNWALL
Vamos,
atadle.
REGAN
Fuerte, fuerte. ¡Ah,
miserable traidor!
GLOSTER
No lo soy, dama
despiadada.
CORNWALL
Atadle a esta silla.
Infame, vas a ver..
[REGAN
le lira de la barba.]
GLOSTER
Por los dioses
clementes, es una vileza
tirarme de la
barba.
REGAN
Tan blanca y tú tan
traidor.
GLOSTER
Perversa señora, el
pelo que me arrancas
de la barba
va a cobrar vida y acusarte.
Sois mis
huéspedes y no debéis violentar
mi rostro
hospitalario cual ladrones.
¿Qué vais a
hacer?
CORNWALL
Vamos, ¿qué carta has
recibido de Francia?
REGAN
La respuesta, clara,
que sabemos la verdad.
CORNWALL
¿Y qué conjura llevas
con esos traidores
que han desembarcado en
el reino...
REGAN
... y a
quienes has encomendado al loco del rey?
¡Habla!
GLOSTER
Es una carta que hace
suposiciones,
procedente de parte
neutral
y no de un
contrario.
CORNWALL
¡Qué
astucia!
REGAN
¡Y
falsedad!
CORNWALL
¿Dónde has mandado al
rey?
GLOSTER
A
Dover.
REGAN
¿Por qué a Dover? ¿No
se te prohibió bajo pena...?
CORNWALL
¿Por qué a Dover? Que
conteste.
GLOSTER
Me ataron al palo;
sufriré la embestida.
REGAN
¿Por qué a
Dover?
GLOSTER
Porque no
quería verte sacándole
los
ojos de anciano
con tus crueles uñas,
ni a tu
impía hermana hincándole colmillos
de fiera en
su carne ungida. El mar,
ante una
tormenta como la que sufrió
su cabeza
descubierta en la noche infernal,
se habría
encrespado para apagar las estrellas.
Mas él,
pobre anciano, a la lluvia unía el llanto.
Si los
lobos hubieran aullado a tu puerta
en noche
tan dura, habrías dicho: «Portero,
ábreles.»
El más cruel se aplaca. Mas yo he de ver
a la alada
Venganza caer sobre estas hijas.
CORNWALL
Nunca lo
verás. –– Vosotros, sujetad la silla. ––
Voy a
pisarte los ojos.
GLOSTER
¡Si queréis
llegar a viejos, socorredme! ––
¡Ah,
crueldad! ¡Ah, dioses!
REGAN
Un lado se
ríe del otro. ¡El otro también!
CORNWALL
Si ves la
venganza...
CRIADO
¡Alto,
señor! Os he servido desde niño,
pero nunca
os presté mejor servicio
que ahora
al decir que os detengáis.
REGAN
¿Cómo,
perro?
CRIADO
Si
tuvierais barba en la cara,
os la
arrancaría por esto. –– ¿Qué pretendéis?
CORNWALL
¡Villano!
CRIADO
Muy bien,
adelante; arriésgate a la furia.
Desenvainan y
luchan.
[CORNWALL
es herido.]
REGAN
Tú,
dame tu espada. ¡Atreverse un
villano!
Coge la espada y le
hiere por la espalda.
CRIADO
¡Ah, me ha matado!
Señor, aún os queda un ojo
para ver su
desgracia. ¡Ah!
Muere.
CORNWALL
No verá
más; yo lo impediré. ¡Fuera, gelatina!
¿Dónde está
tu brillo?
GLOSTER
¡Oscuridad
y desconsuelo! ¿Dónde está
mi hijo
Edmond? ¡Edmond, aviva
tu ardor
filial y venga este horror!
REGAN
¡Calla,
infame traidor! Invocas a quien te odia.
El fue
quien nos reveló tu traición:
es muy
honrado para compadecerte.
GLOSTER
¡Necio de
mí! Entonces Edgar es la víctima.
Dioses
clementes, perdonadme y socorredle.
REGAN
Echadle
fuera y que el olfato
le guíe
hasta Dover.
Sale [un CRIADO] con GLOSTER.
¿Qué hay,
señor? ¿Qué pasa?
CORNWALL
Estoy
herido. Sígueme, señora.
¡Fuera con
el vil ciego! Y a este villano
echadlo al
estercolero. Regan, sangro por momentos.
La herida
viene a deshora. Deja que me apoye.
Salen.
IV.i Entra EDGAR.
EDGAR
Mejor así y saber que
te desprecian
que despreciado y
halagado. Ser lo peor,
lo más bajo y humillado
de la suerte,
es tener una esperanza,
vivir sin miedo.
El cambio doloroso es
la caída;
de lo peor se va al
júbilo. Conque, bienvenido,
aire immaterial que
ahora abrazo.
El desdichado al que
empujaste a lo peor
no debe nada a tus
ráfagas.
Entra GLOSTER, guiado por un
ANCIANO
Pero,
¿quién llega aquí? Mi padre,
con los
ojos desgarrados. ¡Ah, mundo, mundo!
Si tus
extraños vaivenes no te hicieran tan odioso,
no
cederíamos a la muerte.
ANCIANO
¡Ah, señor,
si he vivido con vos
y vuestro
padre en estos ochenta años...!
GLOSTER
Vete,
márchate. Buen amigo, aléjate.
Tu ayuda no
puede servirme de nada
y a ti
podría dañarte.
ANCIANO
No veis el
camino.
GLOSTER
Estoy sin
camino y no necesito ojos.
Cuando
veía, tropecé. Nuestros bienes
nos vuelven
confiados y nuestras carencias
acaban
siendo ventajas. ¡Ah, querido Edgar,
pasto de la
ira de un padre engañado!
Si vivo
para verte por el tacto
diré que
vuelvo a tener ojos.
ANCIANO
¿Eh? ¿Quién
va?
EDGAR [aparte]
¡Dioses!
¿Quién dice que he llegado a lo peor?
Ahora estoy
peor que nunca.
ANCIANO
Es el pobre
loco Tom.
EDGAR [aparte]
Y podría
estar peor. No estamos en lo peor
mientras
podamos decir que algo es lo peor.
ANCIANO
Tú, ¿dónde
vas?
GLOsTER
¿Es un
mendigo?
ANCIANO
Un mendigo
loco.
GLOSTER
Pues le
queda juicio, o no podría pedir.
Anoche, en
la tormenta, uno como él
me hizo
pensar que el hombre es un gusano.
Entonces mi
hijo me vino al pensamiento,
pero mi
pensamiento le negaba. Ahora sé más
Somos para
los dioses como las moscas
para los
chiquillos: nos matan por diversión.
EDGAR [aparte]
¿Cómo ha
sucedido? Mala cosa es
tener que
hacer el loco con el afligido,
para enojo
propio y ajeno.
[Acercándose]
¡Los dioses te lo
pagarán!
GLOSTER
¿Es el que
va desnudo?
ANCIANo
Sí, señor.
GLOSTER
Entonces
márchate. Por mí y nuestro afecto,
alcánzanos
si quieres de aquí
a una o dos
millas por el camino de Dover,
y trae
alguna ropa para el pobre desnudo,
a quien le
pediré que me guíe.
ANCIANO
Pero,
señor, ¡si está loco!
GLOSTER
Es un mal
de este mundo que los locos
guíen a los
ciegos. Haz lo que te digo
o haz lo
que te plazca. Sobre todo, vete.
ANCIANO
Pase lo que
pase, le traeré
la mejor
ropa que tenga.
Sale.
GLOSTER
¡Eh, tú, el
que va desnudo!
EDGAR
El pobre
Tom tiene frío.
[Aparte]
No puedo
seguir fingiendo.
GLOSTER
Ven aquí,
amigo.
EDGAR
[aparte]
Pero he de seguir.
––
¡Benditos
tus ojos, te sangran!
GLOSTER
¿Conoces el
camino de Dover?
EDGAR
El de
herradura y la senda, con sus puertas y barreras.
Al pobre
Tom se le va la cabeza del miedo. ¡Los dioses
te
guardarán del Maligno, hijo de bien!*
GLOSTER
Aquí tienes
mi bolsa; tú, humillado
por los
golpes y males de los cielos.
Junto a mi
desgracia, tú quedas mejor. ––
¡Dioses,
obrad siempre así! ¡Que el hombre
atiborrado
y opulento, que avasalla
vuestras
leyes, que no ve porque no siente,
no tarde en
sentir vuestro poder!
Que la
distribución anule lo superfluo
y todos
tengan suficiente. –– ¿Conoces Dover?
EDGAR
Sí, amo.
GLOSTER
Hay allí un
acantilado, cuya cumbre
se inclina
intimidante sobre el mar encerrado[L19] .
Llévame
hasta el borde, que yo aliviaré
la miseria
que soportas con algo valioso.
Desde allí
no hará falta que me guíen.
EDGAR
Apóyate en
mí. El pobre Tom te llevará.
Salen.
IV.ii Entran GONERIL
y [EDMOND, el] bastardo.
GONERIL
Bienvenido,
señor. Me asombra que mi plácido esposo no salieera a nuestro
encuentro.
Entra [OSWALD, el] mayordomo.
¿Dónde está
tu señor?
OSWALD
Dentro,
señora; pero está desconocido.
Le hablé
del ejército que ha desembarcado
y sonrió.
Le dije que veníais.
Contestó:
«Tanto peor». Cuando le informé
de la
traición de Gloster y la lealtad de su hijo,
me llamó
idiota y me dijo que entendía
las cosas
al revés. Lo que debe disgustarle,
le agrada,
y lo que debe gustarle, le ofende.
GONERIL [a EDMOND)
Entonces no
sigas adelante.
Su espíritu
cobarde y apocado no le deja
emprender
ninguna acción: si ha de responder,
nunca se
ofende. Lo que planeábamos
por el
camino, puede realizarse. Edmond,
vuelve con
mi cuñado. Apresura la recluta
y manda sus
fuerzas. Yo tengo que hacer
un cambio
de armas y dejar la rueca
en manos de
mi esposo. Este fiel criado
será
nuestro correo. Si no temes hacerte
un favor a
ti mismo, pronto conocerás
el deseo de
una mujer. Lleva esto; no hables.
Baja la
cabeza. Este beso, si osara hablar,
pondría tus
sentidos en el cielo.
Piénsalo, y
buena suerte.
EDMOND
Vuestro
hasta el final.
Sale.
GONERIL
¡Queridísimo Gloster!
––
¡Qué
diferencia entre hombre y hombre!
Sea tuyo el
favor de una mujer:
mi cuerpo
te usurpa un bobo.
OSWALD
Señora,
aquí llega mi señor.
Sale.
Entra ALBANY.
GONERIL
Entonces
...merezco que me mires.
ALBANY
Ah,
Goneril, no mereces ni el polvo
que el
áspero viento te sopla a la cara.*
GONERIL
¡Hombre sin
hígados, cuya mejilla y cabeza
sólo están
para sufrir golpes y desmanes!
Sin ojos en
la cara que distingan
entre tu
honra y tu oprobio.*
ALBANY
¡Mírate,
demonio! La perversidad
no
horroriza tanto en el diablo
como en la
mujer.
GONERIL
¡Ah, pobre
imbécil!
Entra un
MENSAJERO.
MENSAJERO
Ah, señor,
el Duque de Cornwall ha muerto
a manos de
un criado, cuando iba
a sacarle
el otro ojo a Gloster.
ALBANY
¿Los ojos a Gloster?
MENSAJERO
Uno de sus
criados, movido a compasión,
se opuso a
ello y empuñó la espada
contra su
señor, que, enfurecido,
le atacó y
entre ellos le mataron,
mas no sin
recibir el golpe fatal
que después
segó su vida.
ALBANY
Esto
demuestra que existís,
jueces del
cielo, pues no tardáis en vengar
los
crímenes de la tierra. ¡Ah, pobre Gloster!
¿Y perdió
los dos ojos?
MENSAJERO
Los dos,
señor. –– Señora,
esta carta
precisa respuesta inmediata.
Es de
vuestra hermana.
GONERIL
[aparte]
Por un lado, esto me
gusta;
mas, siendo
ella viuda y estando allí Gloster,
los sueños
que me había forjado
podrían
caer sobre mi odiosa existencia.
Por el
otro, la noticia no es tan grave. ––
[Al
MENSAJERO] La leeré y contestaré.
Sale
ALBANY
¿Dónde
estaba su hijo cuando le sacaron los ojos?
MENSAJERO
Venía hacia
aquí con mi señora.
ALBANY
Aquí no
está.
MENSAJERO
No, mi
señor. Me crucé con él cuando volvía.
ALBANY
¿Sabe algo
de esta iniquidad?
MENSAJERO
Sí, señor.
El fue quien le delató,
y salió de
la casa para que el castigo
tuviera el
campo más libre.
ALBANY
Gloster,
vivo para agradecerte
el afecto
que has mostrado al rey
y para
vengar tus ojos. –– Vamos, amigo;
cuéntame
todo lo que sepas.
Salen*
IV.iii Entran, con tambores y
bandera, CORDELIA,
CABALLEROS y
soldados.
CORDELIA
¡Ah, es él!
Acaban de encontrarle,
más loco
que la mar enfurecida,
cantandoa
voz en grito, coronado de fumaria
y de grama;
bardana, cicuta, ortigas,
cardamina,
cizaña y toda mala hierba
que crece
con el trigo que nos nutre. ––
Enviad una
centuria; buscad
entre la
mies sin dejar un solo campo
y traedle
que le vea.
[Salen los
soldados.]
¿Qué puede
hacer la ciencia del hombre
para
devolverle la razón? Quien le cure,
tendrá toda
mi riqueza.
CABALLERO
Señora, hay
un medio.
Nuestra
nodriza natural es el reposo,
y él lo
necesita. Para provocarlo,
hay muchas
hierbas que tienen la virtud
de cerrarle
los ojos al dolor.
CORDELIA
Secretos
benditos, ignorados remedios
de la
tierra, ¡brotad con mi llanto!
¡Socorred y
sanad a un hombre bueno
en su
congoja! –– Buscad, buscadle, no sea
que su
indómito delirio malogre una vida
que ya no
puede regirse.
Entra un
MENSAJERO.
MENSAJERO
Señora,
noticias. Las tropas británicas
avanzan
hacia aquí.
CORDELIA
Ya se
sabía. Nuestro ejército
está a la
espera. –– ¡Ah, querido padre,
tu causa es
lo que me mueve!
Por eso el
Rey de Francia se ha compadecido
de mis
lágrimas de súplica y tristeza.
No me
incita a las armas la vana ambición;
sólo el
amor y el derecho de mi anciano padre.
¡Ojalá le
vea y oiga pronto!
Salen.
IV.iv Entran REGAN y
[OSWALD, el] mayordomo.
REGAN
Pero, ¿están en marcha
las tropas de mi cuñado?
OSWALD
Sí,
señora.
REGAN
¿Con él en
persona?
OSWALD
Señora,
tras muchos remilgos.
Vuestra hermana es
mejor soldado.
REGAN
¿No habló con tu señor
el Conde Edmond?
OSWALD
No,
señora.
REGAN
¿Qué le dirá mi hermana
en esa carta?
OSWALD
No sé,
señora.
REGAN
Pues salió
a toda prisa por algo importante.
Después de
sacarle los ojos a Gloster,
fue una
torpeza dejarle con vida.
Donde va,
indispone a todos con nosotros.
Creo que
Edmond, apenado por su suerte,
salió para
acabar con su negra existencia;
y también a
examinar las tropas enemigas.
OSWALD
Señora,
tengo que ir tras él con esta
carta.
REGAN
Nuestras
fuerzas salen mañana. Quédate.
Hay peligro
en los caminos.
OSWALD
Señora, no
puedo. Mi señora
me
encareció la importancia de este asunto.
REGAN
¿Por qué le
escribe a Edmond? ¿No podías
llevarle su
mensaje de palabra?
Tal vez... ciertas
cosas no sé. Te querré bien:
déjame que
abra la carta.
OSWALD
Señora,
preferiría...
REGAN
Sé que tu
ama no quiere a su marido;
estoy
segura. Y, cuando hace poco estuvo aquí,
dirigió al
noble Edmond elocuentes
miradas
amorosas. Sé que eres su confidente.
OSWALD
¿Yo,
señora?
REGAN
Yo sé lo
que me digo. Lo eres; lo sé.
Por eso te
aconsejo que prestes atención.
Mi esposo
ha muerto. Edmond y yo lo hemos hablado
y él
conviene más a mi mano
que a la de
tu señora. Lo demás ya lo imaginas.
Si le
encuentras, dale esto, te lo ruego.
Y cuando tu
señora sepa lo que te he dicho,
pídele que
se ponga en razón.
Y ahora,
adiós. Por si fueses
a
encontrarte con el ciego traidor,
habrá
recompensa para quien le mate.
OSWALD
¡Ojalá
diera con él, señora! Así
se vería de
qué lado estoy.
REGAN
Buena
suerte.
Salen.
IV.v Entran GLOSTER
y EDGAR [vestido de labriego].
GLOSTER
¿Cuándo llegaremos a lo
alto del monte?
EDGAR
Lo estamos subiendo.
Mirad lo que cuesta.
GLOSTER
El terreno me parece
llano.
EDGAR
Muy empinado. ¡Eh! ¿Oís
el mar?
GLOSTER
Francamente,
no.
EDGAR
Entonces vuestros otros
sentidos
se embotan del dolor de
vuestros ojos.
GLOSTER
Puede que sí. Me
parece
que tu voz ha cambiado
y que ahora
te expresas mejor y con
más sentido.
EDGAR
Os equivocáis. En nada
he cambiado,
salvo en la
ropa.
GLOSTER
Yo creo que
hablas mejor.
EDGAR
Venid. Éste
es el lugar. ¡Quieto! ¡Qué espanto
y qué
vértigo da mirar a lo hondo!
Los cuervos
y chovas que vuelan ahí a media altura
se ven como
escarabajos. Colgado en la roca
hay un
hombre cogiendo hinojo. ¡Temible labor!
No parece
mayor que su cabeza.
Los
pescadores que van por la playa
semejan
ratones, y ese regio navío
allá
fondeado se ha reducido a su bote,
y el bote,
a boya que apenas se ve.
Desde tanta
altura no se oye el bramar
de las olas
contra las innúmeras guijas.
No voy a
mirar más, no sea que la cabeza
me dé
vueltas y, al fallarme la vista,
me haga
caer.
GLOSTER
Llévame
donde estás.
EDGAR
Dadme la
mano. Ahora estáis a un pie
del borde.
Yo aquí no daría un bote
por nada
del mundo.
GLOSTER
Suéltame la
mano. Amigo, aquí tienes
otra bolsa;
dentro hay una joya
muy valiosa
para un pobre. ¡Que hadas y dioses
te la
multipliquen! Ahora, apártate.
Despídete
de mí y deja que te oiga alejarte.
EDGAR
Adiós, mi
buen señor.
GLOSTER
De todo
corazón.
EDGAR [aparte]
Si juego
así con su angustia,
es para
curarla.
GLOSTER
¡Dioses
omnipotentes!
Se
arrodilla.
Renuncio a
este mundo y, ante vuestros ojos,
calladamente me libro de
mi gran dolor.
Si pudiera
sufrirlo sin llegar a oponerme
a vuestra
voluntad irresistible,
la débil
llama de mi vida repugnante
se apagaría
por sí sola. Si aún vive Edgar,
bendecidle.
Ahora, amigo, adiós.
EDGAR
Me he ido,
señor. Adiós.
GLOSTER cae [al suelo boca abajo].
No sé si la
imaginación puede robar
el tesoro
de la vida, cuando la vida misma
accede al
robo. Si estuviera él donde pensaba,
ahora ya no
pensaría. ¿Vivo o muerto? ––
¡Eh, señor!
¡Amigo! ¿Me oís, señor? ¡Hablad!
Acaso haya
muerto. Pero revive. ––
¿Quién
sois, señor?
GLOSTER
Fuera,
dejadme morir.
EDGAR
Si no
fuerais gasa, plumas, aire,
al
despeñaros desde tal altura,
os habríais
estrellado como un huevo.
Pero
respiráis, tenéis consistencia,
no
sangráis, habláis, estáis ileso.
Diez
mástiles no alcanzan la cumbre
desde la
que habéis caído a plomo.
Que estéis
vivo es milagro. Decid algo más.
GLOSTER
Pero, ¿he
caído o no?
EDGAR
De lo alto
de esa tremenda muralla caliza.
Mirad hacia
arriba. Desde aquí no se ve ni se oye
la gárrula
alondra. Pero mirad arriba.
GLOSTER
¡Ay de mí,
no tengo ojos! ¿Acaso
se nos
niega el beneficio de poner fin
a la
desgracia con la muerte? Aún se consolaba
el
humillado burlando el furor del tirano
y
frustrando su altiva voluntad[L20] .
EDGAR
Dadme la
mano. Arriba, así. ¿Qué tal?
¿Sentís las
piernas? Estáis de pie.
GLOSTER
Demasiado
bien estoy.
EDGAR
Es más que
un prodigio. En la cima de la roca,
¿qué fue lo
que se apartó de vos?
GLOSTER
Un pobre y
mísero mendigo.
EDGAR
Desde aquí
abajo parecía que sus ojos
eran dos
lunas llenas. Tenía mil narices,
cuernos
curvos y enroscados como el mar bravío.
Era algún
demonio. Así que, anciano afortunado,
pensad que
los dioses gloriosos, cuyos portentos
nos mueven
a reverencia, os han salvado.
GLOSTER
Ahora
recuerdo. En adelante soportaré
mi dolor
hasta que se canse y se muera.
Al ser de
que habláis lo tomé por un hombre.
Solía
decir: «El Maligno, el Maligno.»
Él me trajo
a este lugar.
EDGAR
Liberad y
calmad vuestro ánimo.
Entra LEAR,
loco.
Pero,
¿quién llega aquí? La cordura
no nos deja
vestirnos así.
LEAR
No, no me
detendrán por acuñar moneda. Yo soy el rey
EDGAR
¡Ah, escena
dolorosa!
LEAR
En esto la
naturaleza supera al arte. Toma tu prima de enganche. –– Ése maneja el arco como
un espantacuervos. Ténsamelo una vara. –– Mira, mira, un ratón. ¡Chsss...!
Servirá este trozo de queso tostado. ––Ahí va mi guante: lo demostraré con un
gigante. –– ¡Aquí los alabarderos! –– ¡Ah, así se vuela, pájaro! ¡Diana, diana!
¡Fíu! –– La contraseña.
EDGAR
Mejorana.
LEAR
Adelante.
GLOSTER
Esa voz la
conozco.
LEAR
¡Vaya!
¡Goneril con barba blanca! Me adularon como perros zalameros, diciendo que tenía
pelos blancos en la barba antes que me salieran los negros. Decir sí y no cada
vez que yo decía sí y no es mala teología. Cuando vino la lluvia y me mojó, y el
viento me hizo tiritar; cuando el trueno no callaba a pesar de mis órdenes, ahí
los pillé, ahí los calé. Claro, no son hombres de palabra. Me decían que yo
lo era todo. Mentira: no soy inmune a las fiebres.
GLOSTER
Ese tono de
voz lo recuerdo. ¿No es el rey?
LEAR
Sí, un rey
por entero.
Si miro
ceñudo, el súbdito tiembla.
A ése le
perdono la vida. ¿De qué se te acusa?
¿De
adulterio? No morirás. ¿Morir por adúltero?
No: goza el
gorrión y hasta la mosca dorada
se aparea
en mi presencia. Que cunda el fornicio,
pues el
hijo bastardo de Gloster ha sido
más bueno
con su padre que conmigo mis hijas,
engendradas
en legítimo lecho.
¡Vamos,
lujuria, a montón, que me faltan soldados!
Mirad esa
dama gazmoña, cuyo gesto
anuncia
hielo entre las piernas,
que afecta
virtud y menea la cabeza
si oye
hablar del placer.
Ni zorra,
ni semental bien nutrido
gozan con
más desenfreno.
De cintura
para abajo son centauros,
aunque sean
mujeres por arriba.
Hasta el
talle gobiernan los dioses;
hacia
abajo, los demonios.
Ahí está el
infierno, las tinieblas, el pozo sulfúreo, ardiendo, quemando; peste,
podredumbre. ¡Qué asco, qué asco! ¡Uf, uf! Boticario, dame una onza de algalia,
que me perfume la imaginación. Aquí tienes dinero.
GLOSTER
¡Ah, dejad
que os bese la mano!
LEAR
Antes deja
que la limpie; huele a mortalidad.
GLOSTER
¡Ah,
criatura destrozada! Así llegará
a su fin el
universo. –– ¿Me conocéis?
LEAR
Me acuerdo
muy bien de tus ojos. ¿Me los guiñas? No, haz lo imposible,
ciego Cupido, que no pienso amar. Lee este desafío; mira cómo está
escrito.
GLOSTER
Aunque las
letras fueran soles, no las vería.
EDGAR [aparte]
Si lo
contasen, no me lo creería. Pero es cierto,
y me parte
el corazón.
LEAR
Lee.
GLOSTER
¿Cómo? ¿Con
qué ojos?
LEAR
¡Ajá! ¿Es
eso? ¿Sin ojos en la cara, ni dinero en la bolsa? Lo
verás todo negro y andarás sin blanca; ya ves cómo va el
mundo.
GLOSTER
Lo veo
sintiéndolo.
LEAR
¿Estás
loco? Se puede ver cómo va el mundo sin tener ojos: mira con los oídos. Ve cómo ese juez
maldice a ese pobre ladrón. Un leve susurro, cambias los papeles y, china,
china, ¿quién es el juez y quién el ladrón? ¿Tú has visto a algún perro guardián
ladrar a un mendigo?
GLOSTER
Sí,
señor.
LEAR
Y el pobre
hombre huye del chucho. Ahí tienes la imagen perfecta de la autoridad: al perro
le obedecen su cargo. ––
Esbirro
canalla, detén tu mano sangrienta.
¿Por qué
azotas a esa puta? Desnuda tu espalda.
Tú ardes en
deseos de hacer con la moza
lo que la
condena. El usurero ahorca al ratero.
Los harapos
dejan ver grandes vicios;
togas y
pieles lo tapan todo. Acoraza de oro
el pecado,
y la sólida lanza de la ley
se parte
sin herir; cúbrelo de andrajos,
y lo
traspasa la pica de un pigmeo.
Nadie
infringe nada, nadie; yo respondo.
Tú hazme
caso, amigo, que yo puedo
silenciar
al acusador. Ponte ojos de cristal
y, como el
vil marrullero, aparenta
ver lo que
no ves. –– ¡Vamos, vamos, vamos!
Quítame las
botas. ¡Más fuerte, más fuerte! Así.
EDGAR
¡Qué mezcla
de razón e incoherencia!
¡Juicio en
la locura!
LEAR
Si quieres
llorar mi desgracia, toma mis ojos.
Te conozco
muy bien; te llamas Gloster.
Ten
paciencia: nacimos llorando.
La primera
vez que olemos el aire,
gemimos y
lloramos. Voy a predicarte. ¡Atención!
GLOSTER
¡Ah, qué
pena, qué pena!
LEAR
Al nacer,
lloramos por haber venido
a este gran
teatro de locos. –– ¡Buen sombrero!
Sería una
treta sutil herrar con fieltro
un
escuadrón de caballería. Haré la prueba
y, cuando
sigiloso me haya acercado a mis yernos,
¡muerte,
muerte, muerte, muerte, muerte!
Entra un
CABALLERO [con soldados].
CABALLERO
¡Ah, aquí
está! Prendedle. –– Señor,
vuestra
tierna hija...
LEAR
¿No hay
socorro? ¿Prisionero? Nací
juguete de
la suerte. Tratadme bien:
habrá
rescate. Quiero médicos.
Me he
partido la cabeza.
CABALLERO
Tendréis lo
que queráis.
LEAR
¿No me
defienden? ¿Yo solo?
Es para
derramar amargas lágrimas
y regar un
jardín con tanto llanto.*
Resistiré
hasta el final, como novio gallardo
en noche de
bodas. Me pondré jovial. Vamos, vamos,
soy rey.
¿No lo sabéis, señores?
CABALLERO
Sois todo
un rey y os obedecemos.
LEAR
Entonces
hay esperanza. Vamos; si lo queréis, tendréis que cazarlo. Sa,
sa, sa, sa.
Sale corriendo
[seguido por los
soldados].
CABALLERO
Una escena
dolorosa con el ser más mísero;
con un rey
no hay palabras. –– Tenéis una hija
que redime a la
humanidad de la maldición
que las otras dos le
acarrearon.
EDGAR
Salud, noble
señor.
CABALLERO
Los dioses os guarden.
¿Qué deseáis?
EDGAR
Señor, ¿sabéis algo de
una batalla inminente?
CABALLERO
Que es cierto y
notorio. Lo sabe cualquiera
que tenga
oídos.
EDGAR
Permitidme. ¿Está cerca
el otro ejército?
CABALLERO
Muy cerca y marcha de
prisa. El grueso
se podrá divisar en
cualquier momento.
EDGAR
Gracias, señor. Nada
más.
CABALLERO
La reina se queda por
motivos especiales,
pero sus tropas
avanzan.
EDGAR
Gracias,
señor.
Sale
[el CABALLERO].
GLOSTER
Dioses
piadosos, vuestra es mi vida.
No dejéis que mi mal
espíritu me tiente
a morir antes que
vosotros lo queráis.
EDGAR
Buena oración,
anciano.
GLOSTER
Señor,
¿quién sois vos?
EDGAR
Un triste
ser rendido a los golpes de la suerte,
que,
viviendo y pasando sufrimientos,
se inclinó
a la compasión. Dadme la mano;
os buscaré
algún refugio.
GLOSTER
Gracias de
corazón, y con ellas la merced
y bendición
de los cielos.
Entra [OSWALD, el] mayordomo.
OSWALD
¡Su cabeza
puesta a precio! ¡Qué suerte!
Esa cara
sin ojos se hizo carne
para darme
fortuna. –– Mísero y viejo traidor,
reza de
prisa: aquí está la espada
que ha de
matarte.
GLOSTER
Golpee con
fuerza tu benéfica mano.
OSWALD
¿Y tú cómo
te atreves, patán insolente,
a defender
a un traidor proscrito? Vete,
no sea que
la infección de su fortuna
te
contagie. ¡Suéltale el brazo!
EDGAR
No se lo
suelto, señor, si no veo motivo.
OSWALD
¡Suéltalo,
villano, o te mato!
EDGAR
Caballero,
seguid vuestra senda y dejadnos pasar a los pobres. Si pudieran matarme con
bravatas, hace semanas que estaría muerto. No, no os acerquéis al anciano.
Os lo aviso: apartaos o veremos cuál es más dura, mi tranca o vuestra crisma. He
hablado claro.
OSWALD
¡Fuera,
palurdo!
Luchan.
EDGAR
Yo os
mondaré los dientes. Vamos, las estocadas no mi asustan.
OSWALD
Plebeyo,
me has matado. Villano, coge mi bolsa.
Si quieres
mejorar, entierra mi cadáver
y entrega
la carta que llevo conmigo
a Edmond,
Conde de Gloster. Búscale
en el lado
británico. ¡Ah, muerte
inesperada,
muerte ...!
Muere.
EDGAR
Sé quién
eres: un canalla diligente,
tan
cumplidor con los vicios de tu ama
como quiere
la maldad.
GLOSTER
¿Ha muerto?
EDGAR
Sentaos,
anciano. Descansad. ––
A ver los
bolsillos. La carta que dice
puede serme
útil. Está muerto. Sólo siento
que no haya
tenido otro verdugo. A ver.
Con permiso
del lacre; cortesía, no me acuses.
Para saber
el plan del enemigo,
le abrimos
el pecho; abrir cartas es más lícito.
Lee la
carta.
«Recordemos
nuestras recíprocas promesas. Tienes muchas oportunidades de acabar con él[L21] ; si
voluntad no te falta, la hora y el lugar se te ofrecerán en abundancia. Si
regresa victorioso, no hay nada que hacer. Yo seré su prisionera, y nuestro
lecho, mi cárcel. Líbrame de su repugnante calor y que tu esfuerzo ocupe su
lugar.
Tu (esposa,
quisiera yo)
devota
amada,*
Goneril.»
¡Ah, deseo ilimitado de
mujer!
¡Tramar contra la vida
de su buen esposo,
y mi hermano, el
sustituto! –– Te enterraré
aquí, en la arena,
impío correo
de rijosos asesinos y,
en su momento,
pondré este vil mensaje
ante los ojos
del duque amenazado.
Para él es una suerte
que yo pueda informarle
de tu carta y de tu muerte.
GLOSTER
El rey está loco. ¡Qué
terco es mi sentido,
que sigo en
pie y con plena conciencia
de mi inmenso dolor!
Mejor ser un demente:
mis pensamientos
estarían separados
de mis penas, y en mi
delirio los pesares
dejarían de
conocerse.
Tambores a lo
lejos.
EDGAR
Dadme la
mano. Me parece que oigo
redoblar a
lo lejos el tambor.
Vamos,
anciano, os dejaré con un amigo.
Salen.
IV.vi Entran CORDELIA,
KENT y un
CABALLERO.
CORDELIA
¡Ah,
querido Kent! ¿Cómo podré pagar
tu bondad
mientras viva? Mi vida será muy corta
y mi medida
no alcanza.
KENT
Vuestra
aprobación me paga con creces.
Mi relato
responde a la verdad
tal como
es; ni más, ni menos.
CORDELIA
Vístete
mejor. Tu ropa es el recuerdo
de esas
malas horas. Te lo ruego, cámbiate.
KENT
Señora,
perdonad. Darme a conocer ahora
estorbaría
mi plan. Os lo pido por favor:
no me
conozcáis hasta que lo juzgue oportuno.
CORDELIA
Muy bien,
señor. –– ¿Cómo está el rey?
CABALLERO
Aún duerme,
señora.
CORDELIA
¡Dioses
clementes, curad la grave herida
de su
naturaleza lastimada!
¡Templad
los sentidos discordantes
de este
padre vuelto niño!
CABALLERO
¿Permite
Vuestra Majestad,
que
despertemos al rey? Ha dormido mucho.
CORDELIA
Obrad según
vuestro saber
y haced
vuestra voluntad. ¿Está vestido?
CABALLERO
Sí, señora.
En su sueño profundo
le pusimos
otra ropa.
Entra LEAR en un sillón, llevado por
criados.
Estad
cerca, señora, cuando le despertemos.
Seguro que
se habrá calmado.*
CORDELIA
¡Ah, padre
querido! Curación, en mis labios
pon tu
medicina, y que este beso
repare las
crueldades que mis dos hermanas
infligieron
a tu reverencia.
KENT
¡Tierna y
dulce princesa!
CORDELIA
Aunque no
fueras su padre, tu níveo cabello
reclamaba
compasión. ¿Podía afrontar
esta cara
los vientos hostiles?*
Aunque me
hubiese mordido,
el perro de
mi enemigo habría pasado
esa noche
en mi casa junto al fuego.
¿Y te
forzaron, pobre padre, a guarecerte
con cerdos
y vagabundos desechados,
sobre paja
menuda y enmohecida?
¡Ay de mí!
Asombra que no cesaran a la vez
tu vida y
tu cordura. –– Se despierta. Habladle.
CABALLERO
Hacedlo
vos, señora. Es lo mejor.
CORDELIA
¿Cómo está
mi rey y señor? ¿Cómo estáis, Majestad?
LEAR
Sois
injustos al sacarme de la tumba.
Tú eres un
alma en la gloria, pero yo
estoy atado
a una rueda de fuego y las lágrimas
me abrasan
como plomo fundido.
CORDELIA
¿Me
conocéis, señor?
LEAR
Eres un
espíritu, lo sé. ¿Dónde has muerto?
CORDELIA
Aún
desvaría.
CABALLERO
Está apenas
despierto. Dejadle un instante.
LEAR
¿Dónde he
estado? ¿Dónde estoy? ¿Es de día?
Estoy
aturdido. Me moriría de pena
de ver a
otro así. No sé qué decir.
No puedo
jurar que éstas sean mis manos.
A ver.
Siento el pinchazo. ¡Ojalá
pudiera
estar seguro de mi estado!
CORDELIA
Miradme,
señor, y extended
vuestra
mano para bendecirme.
¡No os
arrodilléis!
LEAR
No te
burles de mí, te lo ruego.
Sólo soy un
anciano que chochea,
los ochenta
ya pasados, ni un día menos,
y, hablando
con franqueza,
me temo que
no estoy en mi juicio.
Creo que te
conozco, a ti y a este hombre,
pero estoy
dudoso: ignoro del todo
qué lugar
es éste y, por más que lo intento,
no recuerdo
esta ropa; ni tampoco sé
dónde he
pasado la noche. No os riáis de mí,
pues, tan
verdad como que soy hombre, creo
que esta
dama es mi hija Cordelia.
CORDELIA
Soy yo, soy
yo.
LEAR
¿Mojan tus
lágrimas? Sí, cierto. No llores,
te
lo ruego. Si tienes veneno, me lo
beberé.
Sé que no
me quieres. Tus hermanas,
ahora lo
recuerdo, me han tratado mal.
Tú tienes motivo;
ellas, no.
CORDELIA
Motivo, ninguno;
ninguno.
LEAR
¿Estoy en
Francia?
KENT
En vuestro reino,
señor.
LEAR
No os
burléis.
CABALLERO
Alegraos, señora. Veis
que su furor
ya se ha
apagado.* Pedidle que entre;
no le molestéis hasta
que esté más sereno.
CORDELIA
¿Desea venir Vuestra
Majestad?
LEAR
Sé paciente conmigo.
Olvida y perdona,
te lo
ruego. Soy un viejo tonto.
Salen.*
V.i Entran, con tambores y
bandera, EDMOND, REGAN, caballeros y
soldados.
EDMOND
Preguntad
al duque si mantiene
su último
propósito a si desde entonces
algo le ha
hecho cambiar. –– Está muy vacilante
y
aprensivo. –– Traedme su firme decisión.
[Sale
un caballero.]
REGAN
Algo le ha ocurrido al
criado de mi hermana.
EDMOND
Eso me temo,
señora.
REGAN
Y ahora, mi señor, ya
sabes el bien
que pienso hacerte.
Dime la verdad,
por amarga que sea: ¿No
quieres a mi hermana?
EDMOND
De un modo
honorable.
REGAN
¿Y no has llegado nunca
por la vía
de mi cuñado al lugar
prohibido?*
EDMOND
No, señora, por mi
honor.
REGAN
No lo soportaría. Mi
querido señor,
no intimes con
ella.
EDMOND
Descuidad. Ella y su
esposo el duque...
Entran, con tambores y
bandera, ALBANY, GONERIL y soldados.*
ALBANY
Muy querida
hermana, mis saludos. ––
Señor, me
dicen que el rey está con su hija
y otros a
quienes el rigor de nuestro Estado
ha obligado
a sublevarse.*
REGAN
¿A qué
viene eso?
GONERIL
Uníos
contra el enemigo.
La disputa
familiar y personal
no es ahora
nuestro objeto.
ALBANY
Entonces decidamos la
estrategia
con los
soldados más expertos.*
REGAN
Hermana,
¿vienes conmigo?
GONERIL
No.
REGAN
Sería lo más propio.
Anda, acompáñame
GONERIL
[aparte] ¡Ah, ya sé
tu juego!
[A
REGAN] Voy contigo.
Salen los dos ejércitos,
Entra EDGAR.
EDGAR [a ALBANY]
Si Vuestra
Alteza ha conversado
con pobres
como yo, oídme un momento.
ALBANY
[a los
demás] Ahora os
alcanzo. –– Habla.
EDGAR
Antes de
entrar en combate, abrid esta carta.
Si salís
victorioso, que llame la trompeta
al que la
trajo. Aun pareciendo tan mísero,
presentaré
un paladín que probará
lo que en
ella se dice. Si perdéis,
concluirá
todo trato con el mundo
y cesará
toda intriga. La fortuna os sonría.
ALBANY
Espera a
que lea la carta.
EDGAR
Me lo han
prohibido. Cuando sea el momento
que el
heraldo lo proclame y yo acudiré.
ALBANY
Entonces,
adiós. Leeré tu carta.
Sale [EDGAR]. Entra EDMOND.
EDMOND
El enemigo
está a la vista. Presentad batalla.
Aquí tenéis
el cálculo de sus fuerzas
tras activo
reconocimiento. Mas ahora
se impone
la presteza.
ALBANY
No me haré
esperar.
Sale.
EDMOND
Mi amor he
jurado a estas dos hermanas,
cada una
recelosa de la otra,
igual que
de la víbora su víctima. ¿Con cuál
me quedaré?
¿Con ambas, una o ninguna?
A ninguna
gozaré si ambas siguen vivas.
Si me quedo
con la viuda, se enfurece
y enloquece
Goneril, y su parte no podré
ganarla
mientras viva su marido. Entonces,
que ejerza
autoridad en la batalla; concluida,
la que de
él quiera librarse, que planee
cómo le
elimina cuanto antes. Y la clemencia
que piensa
demostrar con Lear y Cordelia,
con ellos
apresados después de la batalla,
no se
concederá. Mi posición
exige
hechos, no cavilación.
Sale.
V.ii Fragor de batalla
dentro. Cruzan el escenario, con tambores y bandera, LEAR,
CORDELIA y soldados, y
salen. Entran EDGAR y GLOSTER.
EDGAR
Aquí,
anciano; cobijaos bajo la sombra
de este
árbol. Rezad por que venza el justo.
Si logro
volver con vos, os traeré consuelo.
GLOSTER
¡La gracia
divina sea con vos!
Sale [EDGAR].
Fragor de batalla y
toque de retreta dentro. Entra EDGAR.
EDGAR
¡Vámonos,
anciano! ¡Dadme la mano, vamos!
El rey Lear
ha perdido. Él y su hija están presos.
Dadme la
mano, vamos.
GLOSTER
No nos
vayamos, señor: para pudrirse, esto vale.
EDGAR
¿Otra vez
desanimado? El hombre ha de sufrir
el dejar
este mundo igual que el haber venido.
La madurez
lo es todo. Vamos.
GLOSTER
También eso
es cierto.
Salen.
V.iii Entra victorioso
EDMOND, con tambores y bandera; LEAR
y CORDELIA, prisioneros; soldados; un
CAPITÁN.
EDMOND
Que varios oficiales se
los lleven.
Vigiladlos, hasta que
se conozcan los deseos
de quien tiene poder
para juzgarlos.
CORDELIA
No somos los primeros
que, procurando
lo bueno, sufrimos lo
peor. Por vos,
rey humillado, me veo
desconsolada,
pues yo rendiría el
ceño de la falsa Fortuna.
¿No vamos a ver a estas
hijas y hermanas?
LEAR
No, no, no, no. Ven,
vamos a la cárcel.
Cantaremos como pájaros
en jaula.
Si me pides la
bendición, me pondré de rodillas
pidiéndote perdón.
Viviremos así,
y rezando, cantando,
contando leyendas,
riéndonos de los lindos
palaciegos, oyendo
a pobrecillos hablar de
la corte;
y hablando con ellos de
quién pierde
y quién gana, quién
medra y quién cae;
fingiendo entender los
misterios de las cosas,
cual si fuésemos espías
de los dioses;
y, encerrados en la
cárcel, veremos pasar
bandos y partidos de
los poderosos
que suben y bajan con
la luna.
EDMOND
Lleváoslos.
LEAR
Sobre tales
sacrificios, mi Cordelia,
los propios dioses
echan incienso. ¿Ya te tengo?
Quien
quiera separamos, que traiga una antorcha
del cielo y
nos ahuyente como a zorras.
Sécate los
ojos. Antes que nos hagan llorar,
los
demonios las devorarán, con carne y piel.
Antes
morirán de hambre. Vamos.
Salen
[todos menos
EDMOND y el
CAPITÁN].
EDMOND
Ven aquí,
capitán. Escucha.
Toma esta
nota. Síguelos hasta la cárcel.
Te he
procurado un ascenso; si cumples
estas
instrucciones, harás tu entrada
en la
nobleza. Sabe que los hombres
son según
el mundo: la ternura
no cuadra a
un soldado. Este gran encargo
no admite
discusión: o lo haces
o tendrás
que medrar por otros medios.
CAPITÁN
Lo hago,
señor.
EDMOND
Pues a
ello, y piensa en tu fortuna
cuando esté
hecho. Fíjate: digo «en el acto»;
y dispónlo
todo como está escrito.*
Sale el CAPITÁN.
Clarines. Entran
ALBANY, GONERIL,
REGAN y
soldados.
ALBANY
Señor, hoy
habéis mostrado vuestro arrojo
y la
fortuna os ha guiado. Tenéis cautivos
a quienes
han sido nuestros adversarios.
Requiero su
entrega, para proceder
según
decidan con justicia
su valer y
nuestra seguridad.
EDMOND
Señor,
juzgué oportuno
poner al
rey anciano y desdichado
bajo cierta
custodia y vigilancia.
Su vejez y
más su título pudieran
seducir y
atraer a las gentes a su lado
y volver
las lanzas reclutadas
contra los
ojos que las mandan. Con él
envié a la
reina, por idéntica razón.
Desde
mañana podrán comparecer
donde
celebréis el proceso.*
ALBANY
Si me lo
permitís, señor,
os tengo
por vasallo en esta guerra,
no por
hermano.
REGAN
Será como
yo quiera situarle:
Creo que
antes de haber dicho todo eso,
había que
consultarme. Él mandó mis tropas,
representó
mi autoridad y mi persona.
Tal
proximidad bien podría reclamar
el título
de hermano.
GONERIL
Más
despacio. Él supera por sí mismo
todos tus
honores.
REGAN
Investido
con mis derechos,
él iguala
al mejor.
ALBANY
Sobre todo
si fuera tu marido.
REGAN
Muchas
bromas resultan profecías.
GONERIL
Vaya, vaya.
El ojo que te lo ha dicho
está bizco
de los celos.
REGAN
Señora, no
me siento bien. Si no, descargaría
mi furia en
la respuesta. –– General,
toma mis
soldados, mis cautivos y mi hacienda.
Dispón de
ellos y de mí. Tuya es la ciudad.
El mundo es
testigo de que te he nombrado
mi dueño y
señor.
GONERIL
¿Te
propones gozarlo?
ALBANY
Prohibirlo
no está en tu mano.
EDMOND
Ni en la
vuestra, señor.
ALBANY
Pues sí,
mozo bastardo.
REGAN
Redoblen
los tambores y demuestren
que mi
título es tuyo.
ALBANY
Esperad.
Escuchadme. Edmond, te detengo
por alta
traición y, contigo, acuso
a esta
falsa serpiente. –– En cuanto a tu propósito,
bella
hermana, lo impugno en benefcio de mi esposa.
Es ella la
que está prometida a este hombre,
y yo, su
esposo, me opongo a tu proclama.
Si quieres
casarte, cortéjame a mí;
mi esposa
está apalabrada.
GONERIL
¡Qué
comedia!
ALBANY
Estás
armado, Gloster. Suene la trompeta.
Si nadie
acude a probar contra ti
tus
infames, palmarias y múltiples traiciones,
ahí va mi
reto.
[Arroja el
guante.]
Nada he de
comer hasta que pruebe
sobre tu
corazón que en nada eres menos
de lo que
te he calificado.
REGAN
Estoy mal,
muy mal.
GONERIL [aparte]
Si no, ya
nunca confiaré en venenos.
EDMOND [arrojando su guante]
Ahí va mi
respuesta. Quienquiera que sea
el que me
llama traidor, miente con vileza.
Suene la
trompeta. Quien se atreva, que se acerque:
contra él,
contra vos, contra quien sea,
demostraré
mi honor y rectitud.
ALBANY
¡Aquí un
heraldo! ––
Confía en
tu valor personal, pues tus soldados,
reclutados
en mi nombre, en mi nombre
han sido
licenciados.
REGAN
La dolencia
me domina.
ALBANY
Está
enferma. Llevadla a mi tienda.
[Sale REGAN, apoyada en uno o dos.]
Entra un
HERALDO.
Ven aquí,
heraldo. Que suene la trompeta
y lee
esto.
Suena una
trompeta.
HERALDO [lee]
«Si algún
hombre de calidad o rango en el ejército quiere probar contra Edmond, presunto
Conde de Gloster, que es un perfecto traidor, que comparezca al tercer toque de
trompeta. Está dispuesto a defenderse.»
Primer
toque.
¡Otra
vez!
¡Otra
vez!
Segundo
toque.
Tercer toque. Responde
dentro una trompeta. Entra EDGAR, en armas.
ALBANY
Pregúntale
qué quiere y por qué
comparece
al toque de trompeta.
HERALDO
¿Quién
sois? Decid vuestro nombre y rango,
y la razón
de que acudáis a esta llamada.
EDGAR
Sabed que
mi nombre se perdió,
roído y
comido por dientes de traición.
Mas soy tan
noble como el adversario
con quien
vengo a combatir.
ALBANY
¿Quién es
ese adversario?
EDGAR
¿Quién
representa a Edmond, Conde de Gloster?
EDMOND
Él mismo.
¿Qué tienes que decide?
EDGAR
Desenvaina
y, si mi boca
ofende a tu
nobleza, que tu espada
te haga
justicia. Aquí está la mía:
privilegio
de mi honor, juramento
y fe de
caballero. Yo afirmo,
pese a tu
poder, posición, juventud y gloria,
no obstante
tus laureles y flamante fortuna,
tu valor y
tu denuedo, que eres un traidor,
falso con
tus dioses, tu hermano y tu padre,
conspirador
contra este ilustre y noble príncipe,
y que, del
extremo superior de tu cabeza
a tus
plantas y al polvo debajo de tus pies,
eres un
infecto sapo traidor. Niégalo,
y esta
espada, este brazo y mi ánimo mejor
están
prestos a probar contra tu pecho,
al que le
hablo, que has mentido.
EDMOND
Por
prudencia debiera preguntar tu nombre,
mas, como
tu presencia es tan gallarda y marcial
y tus
palabras arguyen crianza,
desdeño
toda dilación por miramientos
o por
formalidades de la caballería.
Te devuelvo
tus cargos a la cara; que,
con tu
odiosa mentira, te atormenten.
Y, aunque
ahora pasan a tu lado sin herirte,
esta espada
va a abrirles el camino
que les dé
descanso eterno. –– ¡Hablad, trompetas!
Toques de trompeta.
Luchan. [EDMOND es vencido.]
ALBANY
¡No le mates, no le
mates!
GONERIL
Esto es una
intriga, Gloster.
Según el
código de armas, no tenías
por qué
luchar con un desconocido.
No estás vencido, sino
burlado y engañado.
ALBANY
Cierra esa boca,
señora,
o te la
taparé con esta carta. –– ¡Alto, señor[L22] ! ––
Tú, peor
que todo insulto, lee tu maldad.
¡Sin romper, señora! Ya
veo que la conoces.
GONERIL
Aunque así
fuera: las leyes son mías, no tuyas.
¿Quién va a
procesarme?
ALBANY
¡Qué
monstruo! ––
¿Conoces esta
carta?
EDMOND
No me
preguntéis lo que sé.
Sale
[GONERIL].
ALBANY
Seguidla. Está fuera
de sí. Dominadla.
EDMOND
De lo que me acusáis
soy culpable,
y de más,
mucho más; el tiempo lo descubrirá.
Todo
terminó, y yo también. –– Mas, ¿quién eres tú,
que has
triunfado sobre mí? Si eres noble,
te perdono.
EDGAR
Sea
recíproco el perdón.
Tan noble
soy de sangre como tú, Edmond;
si más,
tanto más me has agraviado.
Soy Edgar,
hijo de tu padre.
Los dioses
son justos y el placer de nuestros vicios
lo vuelven
instrumento de castigo:
el lugar
sombrío y vicioso donde te engendró
le costó
los ojos.
EDMOND
Dices
bien. Es cierto.
La rueda ha
dado la vuelta, y aquí estoy.
ALBANY
Me pareció
que tu porte denotaba
nobleza
regia. Deja que te abrace.
Que la pena
me parta el corazón
si yo jamás
odié a ti o a tu padre.
EDGAR
Lo sé,
noble príncipe.
ALBANY
¿Dónde te
ocultabas? ¿Cómo has sabido
las
miserias de tu padre?
EDGAR
Cuidándolas, señon Oíd
mi breve historia
y que,
contada, me estalle el corazón.
El huir de
la proclama despiadada
que tan de
cerca me seguía (¡ah, seducción
de nuestra
vida, que nos hace preferir
el dolor de
la muerte de hora en hora
a la muerte
de una vez!) me dio la idea
de cubrirme
con harapos de lunático
y asumir
una apariencia que hasta un perro
despreciaba. Así
vestido, hallé a mi padre
con las
órbitas sangrando y vacías
de sus
gemas; fui su guía, le acompañé,
por él
mendigué, le salvé de la desesperanza,
y no me di
a conocer (¡ah, error!)
hasta hace
media hora, cuando, en armas,
y, aunque
esperanzado, incierto de mi éxito,
le pedí la
bendición y le conté
desde el
principio todo mi peregrinaje.
Mas su
herido corazón, incapaz
de sufrir
tanta tensión entre extremos
de dicha y
de dolor, estalló sonriente.
EDMOND
Tus
palabras me han emocionado
y tal vez
puedan hacer bien.
Mas
prosigue: parece que quisieras decir más.
ALBANY
Si es más
doloroso, guárdatelo,
que yo
estoy a punto de llorar
con lo que
he oído.*
Entra un
CABALLERO con un cuchillo
ensangrentado.
CABALLERO
¡Socorro,
socorro!
EDGAR
¿Qué
socorro?
ALBANY
Vamos,
habla.
EDGAR
¿Qué
significa este cuchillo ensangrentado?
CABALLERO
Está caliente, humea.
Estaba
en el pecho de... ¡Ah,
está muerta!
ALBANY
¿Muerta quién? ¡Vamos,
habla!
CABALLERO
Vuestra
esposa, señor, vuestra esposa.
Y envenenó a su
hermana. Lo ha confesado.
EDMOND
Estaba
prometido con las dos.
Los tres nos casaremos
en seguida.
EDGAR
Aquí llega
Kent.
Entra KENT.
ALBANY
Traed aquí los cuerpos,
aunque muertos. ––
Este juicio de los
cielos, aunque me hace temblar,
no me
conmueve. –– ¡Ah! ¿Es él?'
La ocasión no permite
ceremonias
que dicta la
cortesía.
KENT
Vengo a dar al rey mi
señor
un adiós eterno. ¿No
está aquí?
ALBANY
¡Ah, grave olvido! ––
Habla, Edmond.
¿Dónde está el rey? ¿Y
dónde Cordelia? ––
Traen los cadáveres de
GONERIL y
REGAN.
¿Veis qué
escena, Kent?
KENT
Angustiosa.
¿Por qué?
EDMOND
Pero Edmond
fue querido. La una
envenenó a
la otra por mi causa
y luego se
mató.
ALBANY
Cierto. ––
Cubridles la cara.
EDMOND
Estoy
agonizando. Quiero hacer el bien,
pese a mi
naturaleza. Mandad a alguien
al
castillo, de prisa. Di orden de matar
a Lear y a
Cordelia. ¡Llegad a tiempo!
ALBANY
¡Corred,
ah, corred!
EDGAR
¿A quién
diste la orden? ¿Quién la tiene?
Manda señal
de contraorden.
EDMOND
Bien
pensado. Toma mi espada. Al capitán,
dádsela al
capitán.
EDGAR
¡De prisa,
por tu vida!
[Sale el
CABALLERO.]
EDMOND
Tiene orden
de vuestra esposa y mía
de ahorcar
a Cordelia en la cárcel,
achacándolo
a su desesperanza
y diciendo
que se suicidó.
ALBANY
Los dioses
la protejan. –– Sacadle de aquí.
[Sacan a EDMOND.]
Entra LEAR llevando a CORDELIA en brazos [y el CABALLERO].
LEAR
¡Aullad,
aullad, aullad! ¡Ah, sois todos de
piedra!
Si tuviese
vuestra lengua y vuestros ojos,
estallaría
la bóveda del cielo. Nos ha dejado.
Sé cuándo
alguien está muerto y cuándo vive,
y ella está
más muerta que la tierra.
Dadme un
espejo. Si lo empaña
o lo mancha
con su aliento, es que vive.
KENT
¿Es éste el
fin anunciado?
EDGAR
¿O un
cuadro de ese horror?
ALBANY
¡Húndase y
acabe!
LEAR
Se mueve
esta pluma. ¡Vive! Si es verdad,
es una
suerte que redime todos los pesares
que jamás
haya sentido.
KENT
¡Mi buen
señor!
LEAR
Aparta.
EDGAR
Es el noble
Kent, vuestro amigo.
LEAR
¡La peste
os lleve a todos, asesinos, traidores!
La podía
haber salvado. Ahora se ha ido
para
siempre. –– Cordelia, Cordelia, quédate. ¿Eh?
¿Qué dices?
–– Tenía una voz suave,
dulce y
gentil: algo admirable en la mujer. ––
Yo maté al
infame que te ahorcaba.
CABALLERO
Es cierto, señor: lo
mató.
LEAR
¿Verdad, amigo? En mis
buenos tiempos
mi fiel sable le habría
hecho saltar. Ahora
la vejez y
los padecimientos me han mermado. ––
¿Quién sois? Me falla
la vista. Yo os lo diré.
KENT
Si la fortuna presume
de dos
a los que amó y odió,
aquí está uno de ellos.
LEAR
Lo veo todo borroso.
¿No
sois Kent?
KENT
Sí, vuestro vasallo
Kent. ¿Y vuestro siervo Cayo?
LEAR
¡Ah, buen
muchacho, vaya que sí!
Sabe pegar y rápido.
Está muerto y podrido.
KENT
No, mi señor. Soy yo
quien...
LEAR
Después me ocupo de
eso.
KENT
... os ha seguido en el
dolor
desde el decaer de
vuestra suerte.
LEAR
Sed
bienvenido.
KENT
Nadie lo
es. Todo es tristeza, sombras, muerte.
Vuestras hijas mayores
se han aniquilado
y han muerto en la
desesperanza.
LEAR
Sí, eso
creo.
ALBANY
No sabe lo que dice y
es inútil
dirigirse a
él.
EDGAR
Sería en
vano.
Entra un
MENSAJERO.
MENSAJERO
Señor,
Edmond ha muerto.
ALBANY
Poco
importa ahora. –– Señores
y nobles
amigos, conoced mi propósito.
Daré todo
el consuelo necesario
a esta gran
ruina. En cuanto a mí,
mientras
viva Su anciana Majestad,
le entrego
todos mis poderes.
[A
EDGAR y KENT] A vosotros dos, vuestros derechos,
con los
títulos a que vuestra nobleza
os ha hecho
acreedores. Los amigos probarán
el premio a
su virtud, y los enemigos,
el cáliz de
sus culpas. ¡Ah, mirad, mirad!
LEAR
Y mi pobrecilla,
ahorcada. ¿No, no, no tiene vida?
¿Por qué ha de vivir un
perro, un caballo, una rata
y en ti no hay aliento?
–– Tú ya no volverás;
nunca, nunca, nunca,
nunca, nunca. ––
Desabrochad este botón.
Gracias.
¿Veis esto? ¡Miradla!
¡Mirad, los labios!
¡Mirad,
mirad!
Muere.
EDGAR
Se ha desmayado.
¡Señor, señor!
KENT
Estalla,
corazón, estalla.
EDGAR
Animaos,
señor.
KENT
No le
turbéis el alma. Dejad que se vaya.
No
perdonará al que siga estirándole
en el potro
de un mundo tan cruel.
EDGAR
Ha muerto,
sí.
KENT
Asombra lo
que ha resistido.
Usurpó su
propia vida.
ALBANY
Lleváoslos.
Nuestro objeto es el luto general. ––
Gobernad
ambos, mis buenos amigos,
y sostened
el reino malherido.
KENT
Mi señor,
yo tengo que emprender un viaje:
me llama mi
amo, y no debo negarme.
EDGAR
Me toca
llevar este grave peso;
decir lo
que siento, y no lo que debo.
Los más
viejos fueron los que más penaron;
jamás podrá
el joven vivir ni ver tanto.
Salen con una marcha
fúnebre.
Donado por
LIBROdot.com
[L1]Si Gloster se avergüenza de su hijo bastardo, no es de extrañar que le mande lejos para que no viva con él.
[L2]En la antigüedad, Borgoña era un reino de Francia y después, un ducado semiindependiente.
[L3]Este tercio sería la mayor parte de la actual Inglaterra. El tercio de Goneril sería una parte del norte de Inglaterra y del sur de Escocia, que se uniría al ducado escocés de Albany. El de Regan podría ser el actual País de Gales y tal vez alguna región del suroeste de Inglaterra, que se unirían al de Cornwall, situado al extremo suroeste de la isla.
[L4]El Rey Lear se publicó primero en 1608 y después en 1623 en un texto que revisa el anterior, del que, entre prosa y verso, suprime unas 300 líneas, En esta traducción, que se atiene al original de 1623, se indica con * el lugar de las supresiones.
[L5]Diosa de la magia y los hechizos, así como de las almas de los muertos.
[L6]Los escitas habitaban una región situada en la actual Rusia, y desde la antigüedad tenían fama de bárbaros y salvajes.
[L7]Según la clasificación establecida en el siglo XIII, el intervalo formado por las notas primera y última de las entonadas por Edmond consti––tuye una dissonantia perfecta.
[L8]En la Inglaterra de Shakespeare, las familias católicas, que tenían por costumbre comer pescado los viernes, eran consideradas desleales al Estado protestante.
[L9]Referencia a una fábula de Esopo, en la que un hombre cruzó un lugar embarrado con sus dos hijos a cuestas y luego hizo lo mismo con su burro.
[L10]Probable referencia a su frente.
[L11]En el grupo de estrellas conocido como las Pléyades hay siete que se destacan con más claridad.
[L12]Nombre clásico del martín pescador. Se creía que, colgado, este pájaro movía el pico según la dirección del viento.
[L13]Sarum era el nombre antiguo de la ciudad de Salisbury, situada al sur de Inglaterra. En las leyendas artúricas, Camelot era la ciudad donde estaba situado el castillo y la corte del rey Arturo.
[L14]Se creía que la histeria (histerica passio) se originaba en el fondo del estómago y subía por el cuerpo afectando sucesivamente a las distintas partes.
[L15]El célebre mago de las leyendas del rey Arturo vivió, según Geoffrey of Monmouth, en el siglo VI, es decir unos catorce siglos después del rey Lear.
[L16]Se decía que las crías del pelícano se alimentaban de la sangre de su madre.
[L17]Los mendigos llevaban un cuerno colgado del cuello, que hacían sonar para anunciar su llegada y en el que la gente les echaba bebida.
[L18]Ciudad portuaria al sureste de Inglaterra, situada en el Paso de Calais (que los ingleses llaman «Estrecho de Dover»). Es el puerto más próximo desde Calais y el lugar del desembarco de Cordelia con el ejército francés.
[L19]«Encerrado» en el Estrecho de Dover o Paso de Calais.
[L20]Es decir, suicidándose antes que dejarse capturar por el vencedor.
[L21]Albany, el marido de Goneril.
[L22]Dirigido probablemente a Edgar para que no mate a Edmond.