Hernando Domínguez Camargo

 

Poesía, selección


A don Martín de Saavedra y Guzmán
Caballero de la Orden de Calatrava y presidente que fue en la Real
Audiencia del nuevo reino de Granada
Tu espada, con tu ingenio esclarecido,
tu sangre, con tu dicha, han fabricado
cuatro partes a un mundo, rebelado
al tiránico imperio del olvido.

Sólo podrás de ti ser excedido,
si rompiéndole el margen a tu hado,
a lo imposible investigares vado;
y habrás de humano dudas admitido.

Estrecho es a tu luz nuestro hemisferio,
al mundo del obrar le das columna,
contigo tus oficios acreditas.

El rey te sobra tu amoroso imperio,
mayor eres en ti, que tu fortuna,
cuando eres más que tú, mejor te imitas.

Poesía, selección
Hernando Domínguez Camargo

Copyright (c) Universidad de Alicante, Banco Santander
Central Hispano 1999-2000

Poesía, selección
Hernando Domínguez Camargo

A Guatavita

Una iglesia con talle de mezquita,
lagarto fabricado de terrones,
un linaje fecundo de Garzones,
que al mundo, al diablo y a la carne ahíta.

Un mentir a lo pulpo, sin pepita,
un médico que cura sabañones.
un capitán jurista y sin calzones,
una trapaza convertida en dita.

El ángel de ganados forasteros,
fustes lampiños, botas en verano;
de un ¿cómo estás?, menudos aguaceros

nuevas corriendo, embustes de Zambrano,
gente zurda de espuelas y de guantes,
aquesto es Guatavita, caminantes.

Poesía, selección
Hernando Domínguez Camargo

Copyright (c) Universidad de Alicante, Banco Santander
Central Hispano 1999-2000

Poesía, selección
Hernando Domínguez Camargo

A un salto por donde se despeña el arroyo de Chillo

Corre arrogante un arroyo
por entre peñas y riscos,
que enjaezado de perlas
es un potro cristalino.
Es el pelo de su cuerpo
de aljófar, tan claro y limpio,
que por cogerle los pelos
le almohazan verdes mirtos.
Cíñele el pecho un pretal
de cascabeles tan ricos,
que si no son cisnes de oro,
son ruiseñores de vidrio.
Bátenle el ijar sudante
los acicates de espinos,
y es él tan arrebatado,
que da a cada paso brincos.
Danle sofrenadas peñas
para mitigar sus bríos,
y es hacer que labre espumas
de mil esponjosos grifos.
Estrellas suda de aljófar
en que se suda a sí mismo,
y atropellando sus olas,
da cristalinos relinchos.
Bufando cogollos de agua
desbocado corre el río,
tan colérico, que arroja
a los jinetes alisos.
Hace calle entre el espeso
vulgo de árboles vecino,
que irritan más con sus varas
al caballo a precipicio.
Un corcovo dio soberbio
y a estrellarse ciego vino
en las crestas de un escollo,
gallo de montes altivos.
Dio con la frente en sus puntas,
y de ancas en un abismo,
vertiendo sesos de perlas
por entre adelfas y pinos.
Escarmiento es de arroyuelos,
que se alteran fugitivos,
porque así amansan las peñas
a los potros cristalinos.

Poesía, selección
Hernando Domínguez Camargo

Copyright (c) Universidad de Alicante, Banco Santander
Central Hispano 1999-2000

Poesía, selección
Hernando Domínguez Camargo

San Ignacio de Loyola fundador de la Compañía de Jesús
Libro segundo
Canto cuarto

CXLI
Las rodillas clavado a un risco rudo,
de sus cordeles al menor amago,
la espalda golpes le rebate, escudo
del que resulta sanguinoso estrago
en el pecho le rompe un canto crudo,
con alternas heridas ancho lago,
y en el Cristo a quien voces da devotas,
nuevas imprime llagas con sus gotas.

CXLII
¡Oh tú, que oprimes el mullido lecho,
cuyo cariño desplumó las aves,
y el prolijo artesón te dora el techo,
escoltando tu sueño muchas llaves;
cuando entre holanda y púrpura tu pecho
yertos de torpe amor arrastra graves,
Ignacio te despierta, a Ignacio atiende,
que en un risco su techo y cama tiende!

CXLIII
¡Oh tú, que a los gusanos das cuidado,
y a las ruecas de holanda das fatiga,
por quien Milán el oro atenuado
a los tormentos del brocado obliga;
cáñamo mal tejido y bien dentado
el cuerpo viste, y la cintura liga
rudo esparto de Ignacio, que te enseña,
que cabe la grandeza en una peña!

CXLIV
¡Oh tú, que bebes (las tinajas rotas)
en tazas de cristal caduco el vino,
y la pluma, la piel, la escama agotas
de golosos melindres adivino,
por quien trasiegan mucho mar las flotas,
investigando el clima peregrino,
a la mesa de Ignacio te revoca,
pobre verás mendrugo y agua poca!

CXLV
¡Oh tú, que aun las holandas te lastiman,
y en tus cariños aun la holanda es dura,
a quien las plumas en el lecho liman,
y escarpia es de las martas la blandura;
o cuantos a tu vida se le intiman
estímulos, en cuanto se conjura
contra Ignacio, o sea cáñamo sonante,
o de hierro sea zarza penetrante!

CXLVI
Tal vez le llama los sangrientos ojos
el Cristo a Ignacio y ve que condolido
le acaricia el peñasco en los despojos,
que le ha de sus entrañas ofrecido:
depuestos en un risco los enojos
de tósigo fatal, se la ha torcido
sobre la frente, en quien sus roscas quiebra,
escamada un abril verde culebra.

CXLVII
Pensil desde el cenit baja la araña,
y en cuantas hebras en su vientre esmera,
uno y otro cabello le enmaraña,
y otra le sobrepone cabellera:
el que lo ciñe lino en hilos baña,
y en esconder la sangre persevera,
tan sutil, que en las manchas que le cela,
no se ve lo que va de tela a tela.

CXLVIII
El que el prado (o saliva de la estrella,
o carbunclo menor) de luces nota,
y si del sol molida no es centella,
es de la luna destilada gota,
sea gusano ya o lucerna bella,
los ojos muertos de la efigie dota,
y en pupila y pupila donde habita,
fulgones late cuando luz palpita.

CXLIX
Con los nortes de dos cuernos que mueve.
el tronco arriba trepa perezoso,
manchada de carmín su tersa nieve
un caracol, y otro tortuoso,
y en cada clavo cada cual se embebe,
cuando se ancora en ellos tan viscoso,
que arrancar quiere el clavo en quien se prende
porque quedar en su lugar pretende.

CL
Azogada purpúrea lagartija
por el sacro cadáver se dilata,
y la cabeza en el costado fija
en cuanta sangre corre, se desata;
la mariposa azul de guija en guija
vuela, y tenaz al cardenal se ata,
y lo esconde piadosa, cuando aquella
el costado con diente y diente sella.

CLI
Desátase una hormiga y otra hormiga,
y en la llaga, desgarro, o breve gota,
aquello en que tenaz una fe liga,
se vincula a cubrir otra devota,
a cerrarle la llaga ésta se obliga,
la sangre aquella le enjugó, que agota,
que en los brutos ha hallado, y en las peñas
su Criador caricias halagüeñas.

CLII
De una escuadra que al campo el jugo tala,
ésta y aquélla se perdió abejuela,
y hasta la lengua cariñosa cala,
la que aljófar cargado al labio vuela,
la trompa alivia y aligera el ala,
y en borrarle la hiel tan dulce vela,
que venciendo amargores sus porfías,
nadan los labios dulces ambrosías.

CLIII
Las piedades del risco Ignacio admira,
cuando impiedades de los hombres llora:
cada cual a su puesto se retira,
y en paz del otro, aun el serpiente, mora;
blando del cielo rayo a Ignacio inspira,
cuando piadoso más a su Dios ora,
que en este escriba Patmos Juan segundo
en breve libro Apocalipsi al mundo.

CLIV
La mano con la pluma descansaba
de la sangrienta cruda disciplina,
y en poca plana mucha luz araba,
dictado siempre de la luz divina;
su tinta el sol la pluma le bañaba,
y en cuantos ésta rumbos determina,
eclípticas rubrica de centellas,
epiciclos de luz líneas de estrellas.

CLV
Breve selló volumen, que intitula
o Ejercicios, o Vías en que el alma,
o descompuestos sus afectos pula,
o tormentosos los imponga calma
sacra después los ha laureado bula,
diploma augusto les paró la palma,
cuando el tercer Paulo a luz los saca,
y los gradúa celestial triaca.
[...]