José Franciso Isla

 

Cartas de Juan de la Encina. Obra de...


Carta
De un amigo a otro.
Muy Señor mio: Pecador soy, y muy grande; pero no tanto (á mi
pobre juicio) que merezca la espantosa penitencia que Vmd. me
impone, enviandome el Librete del Licenciado Carmona. Recibíle con
tres Actos de Contricion, que apliqué por tres personas: el primero
por mí; el segundo por Vmd.; y el tercero, por el triste Licenciado.
Pesame de haberle pedido; pesame de que Vmd. me le hubiese enviado;
y me pesa mucho mas de que el Licenciado Carmona hubiese emporcado
los moldes y su buen nombre con esta rara Obrilla. Confieso (y digo
con reflexion, que lo confieso, porque lo tengo por gravisimo
pecado) que consentí en la maldita tentacion de leerla, luego que la
ví pregonada en la Gazeta: no soy Médico, ni Cirujano, ya Vmd. lo
sabe; mis letras son tan escasas, y tan abultadas como Vmd. no
ignora: con todo eso tengo un genero de inclinacion á todas las
facultades, muy parecida á aquel linage de devocion zonza que suelen
tener algunos casadazos de muchos hijos á todas las Religiones. En
fuerza de esta inclinacion, sea buena, ó sea mala, en teniendo
noticia de algun Librete nuevo, me alampo por leerle; pero las mas
de las veces me sucede lo que á los calenturientos de fiebre aguda y
ardiente: están rabiando por beber; y si alguno de los
circunstantes, con piadosa crueldad, se rinde á sus instancias, ó á
su porfia, al experimentar los perniciosos efectos de su antojo,
rabian mas por haber bebido, y dan al diablo la caridad de el que
condescendió con ellos.
Resistióse Vmd. á la primera, segunda, tercera y quarta
instancia que le hice, para que me comunicase el Método Racional,
porque sabía muy bien lo que yo pedia, y lo que Vmd. me negaba; pero
al fin rindióse á la quinta, y condescendiendo con mi perverso
gusto, hizo añicos el quinto mandamiento, matandome de medio á
medio. Dios se lo perdone, y yo se lo perdono, para que Dios nos
perdone nuestros pecados. Mandame Vmd. (esta es otra) que lea todo
el Libro, y que le lea despacio, pasando despues á su noticia los
reparos que sobre él se me ofrecieren. Señor mio, esto de brindarme
con una taza de bebida nociva sobre amarga, y precisarme á que la
beba toda á sorbos, es inhumanidad aforrada en tiranía; pero
haciendome cargo de que mas merece mi curiosidad mal escarmentada, y
de que la amistad de Vmd. constante, y de buena ley, merece tambien
mucho mas, acoto el precepto como orden, y como penitencia. Iré
leyendo, iré notando, y tambien iré escribiendo lo que leyere y
notáre. Buelvo á suponer que no soy de la profesion, y con todo eso
(mire Vmd. qué rara osadía) me atrevo á poner en pie algunos
reparillos que no parezcan mal á los mismos Profesores. Verdad es
(porque todo se ha de decir) que no es animosidad todo lo que
reluce; y es el caso, que son tan garrafales los descuidos del
Licenciado Carmona, dentro y fuera de los terminos facultativos, que
el tropezar en ellos, ni prueba ingenio, ni arguye inteligencia, ni
convence atrevimiento ó descaro; lo que convence, ó lo que prueba,
Vmd. lo dirá mientras yo doy un refregon á las manos, y buelvo á
enristrar la pluma para escupir mis reparos.
Y sea el primero: ¿A qué fin, ó por qué motivo sale al teatro
del mundo, y no menos que de molde, el Licenciado Carmona, con tufos
de Escritor, y con sus polvillos de hombre de letras? El dice, que
por bolver por su honor, que supone ajado; y trahe luego aquel
textecillo del Eclesiástico, mas ajado que su honor: Habe curam de
bono nomine. Lo cierto es, que esta es la primera cura que todos
deberiamos emprehender; y para hacerla con acierto, todos tenemos en
nuestra mano el remedio. No se puede negar, que tambien acertó con
ella el Licenciado Carmona, y con grandisima felicidad; porque si su
nombre era bueno antes de dár á luz esta Obrilla, despues que la
parió, no solo convienen todos en dar por bueno á su nombre, sino en
confesarle á él por hombre bonisimo, y santisimo de aquellos que en
nuestra expresion vulgar se caen á pedazos. Pero no nos dirá el
Licenciado Carmona,, ¿quién fue el malsín, y descomulgado follon,
que tubo avilantéz para alterar la salud, ó la sanidad de su nombre?
El echa la culpa al Doctor Don Alfonso Ruiz, y á Manuel de Medina,
Médico; aquel Titular de la Ciudad de Segovia, y éste Cirujano de
primera letura en la misma Ciudad; conozcolos á entrambos, aun mas
por las señas del alma, que por las facciones del semblante.
Constame, por buenos informes, y noticias muy seguras, que ambos son
Maestrazos en sus facultades respectivas; y que entrambos pudieran
graduarse en la facultad de atentos, modestos, cortesanos y
templados, si se dieran Borlan á los que sobresalen en este genero
de ciencias: desde luego apuesto una peluca blonda (para que en caso
de perder tenga siquiera el Licenciado Carmona una muda de peluca) á
que ninguno de los dos, fuera del ardor natural de la controversia,
en el egercito actual de las consultas, se descompuso en la menor
expresion, que fuese ligeramente denigrativa del buen nombre, y
honor del Licenciado Carmona? Pero finjamos (ya que el Señor
Licenciado nos abre el campo para fingir) que alguno de ellos ó
entrambos, en alguna conversacion particular se descuidasen en decir
( y no sería grandisimo pecadazo) que no veneraban los dictámenes de
Carmona, como los Aforismos de Hipócrates, por esta razon, por la
otra, y por aquella; este tizne venial se quedaba arrinconado en un
corrillo, y olvidado en la noticia, ó en el desprecio de quatro.
Ninguno lo supiera si el Señor Licenciado no nos lo revelára; con
que en suma, él mismo nos descubrió su caca por ocultarla, y se
repitió el casico curioso de aquella Dama púdica, que sorprendida de
repente por su galán, en la postura de cierta natural evacuacion,
queriendo afectar que estaba sentada, se sentó de veras, y muy de
plano sobre la mala cosa: el mozuelo, que era bellaco, y algo
arriscado de narices, conoció al punto la maula, y asiendola
blandamente del brazo, la levantó, diciendola con ternura picaresca:
¿Para qué es encubrir la cosi-cosa,
si asi te ensucias mas, querida Rosa?

Valga la verdad: el Licenciado Carmona tenia fieros pujos de
Escritor; reventaba por verse de molde, y hacer patentes los
terribles dictados de Cirujano Latino de la Real de Obras y Bosques,
titular de Segovia, con su bocado de Don y el saborete de
Licenciado. Parecióle que en un siglo tan fecundo de Escritores, en
que es desdichada la madre que no tiene un hijo que imprima, él
tambien podia meterse entre la bulla, y hacer ruido con su poco de
folleto; pues sin mas, ni mas finge agravios, sueña desprecios,
enarbola la pluma, borraguéa dislates, dalos á la Prensa y catate
que ya me soy el Autor Carmona, quieran, ó no quieran: pues vaya un
cuentecito. Cierto Francés de buen humor quiso hacer burla de muchos
mentecatos, que imprimian quanto se les antojaba, y dió á luz un
Librete cargado de bagatelas: sintieronlo mucho sus amigos, y uno de
ellos le preguntó ¿á qué fin habia publicado una Obra que tanto le
desacreditaba? Para que mis nietos (respondió el Monsiur con mucha
flema) puedan decir quando me citen: Monsiur mi abuelo el Autor.
¿Pues no vé Vmd. replicó el amigo, que para merecer ese decoroso
titulo no basta qualquiera Obra? Señor mio, (le respondió con gran
frescura el Monsiur ) en unos tiempos en que se estilan Obispos sin
Obispado, Marqueses sin Marquesado, y Condes sin Condado, tambíen se
pueden estilar Autores sin Libros.
Llama el Licenciado Carmona á su Librete Método Racional;
supongo que éste es mote, y que le puso este nombre por antifrasis,
asi como llamamos pelones á los que no tienen pelo,
Y llamamos rabones á los Mulos
Quando no tienen rabos en los cu...

Todo lo malo se halla en el tal Librete, excepto lo racional, y
lo metódico, que de ello nada tiene, ni malo ni bueno; el método es
puramente práctico, sin mezcla de especulativo; prescribe reglas
para curar, sin pararse en definir: No se detiene en averiguar qué
es sabañon, qué es morbo, qué es flemon, qué es úlcera; supone
sabidas estas difiniciones, y enseña el modo de curar los accidentes
de ésta, ú de aquella manera. En todos los doce Capitulos de que se
compone el Librete Carmoniano, excepto el ultimo, ninguno tiene ni
aun el arranque de práctico, ú de metódico. El primero dice, que se
ha de entender por el morbo mas cruel. El segundo trata del sabañon,
y de sus diferencias. El tercero explica el flemon, y otras
zarandajas. El quarto habla de algunas cosas, que se han de
considerar en la transmutacion. El quinto refiere lo que pasó en la
Consulta con el Doctor Ruiz. El sexto y septimo exâminan si el
aceyte de Nieve, y el comun son repercusivos. El octavo, no
nono y decimo cuentan lo que pasó en la Consulta con el Cirujano
acompañado. El undecimo busca la causa de las calenturas que
acometieron à la niña enferma. Ahora bien, (preguntaria yo al Señor
Licenciado Carmona, si le tubiera presente) diganos Vmd. en puridad,
¿en todos estos once Capitulos se descubre siquiera alguna cosa que
huela á método, práctica y gobierno con que se ha de curar, no digo
yo un sabañon complicado con el morbo mas cruel; pero ni aun la
picadura de una mosca, complicada con el beso taymado de algun
piojo? Cierto, que sin querer, se me viene á la memoria la manía de
aquel Loco, que andaba pregonando por las calles de Sevilla:
Qualquiera persona que quisiere saber cómo se cata un melon, acuda
al Tio Anton. Llegaban los muchachos, y le preguntaban: Tio Anton,
¿cómo se cata el melon? ¿Cómo? (respondía el Loco en tono muy
magistral) sabiendo el Credo, y los Articulos de la Fé.
Pero arrimemonos ya (si á Vmd. le place) á espulgar mas de
cerca las inmundicias de este Libro. Dedicale á la Ciudad de
Segovia, á quien llama madre á boca llena, y la pierde el respeto
tratandola de Vos, como hijo mal criado, y á usanza de la Serranía.
Llama á su Dedicatoria Sacrificio y Ofrenda; pero en el Ayuntamiento
se la dió otro nombre de peor significado, porque unos la trataron
de atrevimiento, otros de descaro, algunos la llamaron picardía;
pero los mas templados, y menos maliciosos, se contentaron con darla
el nombre de sandéz y bobería; y á mi vér estos ultimos se arrimaron
mucho á la razon, aunque los primeros tampoco se alejaron de ella.
En toda la tal Dedicatoria, á fuer de Cirujano Latino, está
regoldando latinidad, hasta en las mismas clausulas Castellanas: Al
agua del Bautismo la llama labacro, y por poco no la llamó unda
Bautismal, frigida, sacra; Labatorio mundificante: A la vil canalla
de la Morisma, la trata de ingente peste de los Moros; y al noble
Ayuntamiento de Segovia le califica de alto Emporeo, figurandose sin
duda un Ayuntamiento de cal y canto, y chapiteles, muy parecido al
otro simple Labrador, que aseguraba haber visto al Concilio de
Trento en un caballo blanco, y que iba en su compañia el Parlamento
de París con una capa de lamparilla. Acia el fin de la Dedicatoria
le tentó el diablo de trasladar unos versos que trahe Colmenares en
su Historia de Segovia; y como es Cirujano Latino en Romance, y
Romancista en Latin, en renglon y medio encaja dos barbarismos, y un
solecismo espantoso; defectos irremisibles, en quien á todo trance
rabia porque lo luzca lo Latino. Escribe asi, copiando unos
exâmetros de Guillermo Petit:
Dicitur, [...] celebri sublima Segovia
cultu
Splendicat á longis laribus, pinacula
scandum.

Donde el sublima, y el splendicat son dos terminillos flamantes,
nunca vistos, ni oídos en todo el País de la Latinidad; pero
recientemente fundidos por el Señor Cirujano Latino, con licencia,
que para ello le dió el Rey en el Titulo que presentó á la Ciudad,
en que su Magestad le confirió el grado de Licenciado: y aquel
Scandum, es un tremendo socismote, que vá trepando por los pináculos
de Segovia, aunque le cueste algo el subir por su mucha pesadéz; y
de camino observe Vmd. una erudicion recondita negada hasta aqui á
la noticia de todos, y solo concedida á la del sagacisimo Carmona.
Sepa Vmd. que el Rey no solo hace Corregidores, Alcaldes y Oídores;
sino tambien Bachilleres, Licenciados y Doctores; y si á Carmona se
le pone en la cabeza, tambien le ha de dár autoridad para ordenar
Presbyteros, Diáconos, Subdiaconos, Acólitos y Exôrcistas, y no ha
de parar hasta hacer á Felipe Quinto tan Papa como el Rey Jorge;
pero de esto, y de otras mil pobrezas de la Dedicatoria yo no echo
toda la culpa al Licenciado Carmona; quiere Vmd. saber ¿por qué? Por
lo que dixo un Poéta moderno en este emistiquio bribonesco de una
Decima zumbona.
Si el Papel de una Tragedia
Es malo, (segun Heredia)
No tiene la culpa aquel
Que representa el Papel,
Sino el que hizo la Comedia.

Vamos á los Aprobantes, que son seis no menos, y todos seis,
por vida de Júpiter tonante, bellísimas criaturas, y cortesanazos
hasta dexarlo de sobra; pero quisiera saber ¿quién fue el que dio
comision á tantos hombres honrados para la censura? Don Francisco de
Murga, que es el primero, y debe de ser hombre de veras, confiesa
con ingenuidad, que la ocasion fue quien le permitió leer el Librete
del Señor Latino, y á la ocasion la trata de Señoría, quando al fin
de la Aprobacion dice: es mi parecer que V. S. &c. ¡Ira de Dios, y
de qué alto coturno deben de ser las ocasiones próximas de Don
Francisco de Murga! Pero todo se le perdona por la caritativa
admocion fraterna con que previene al Licenciado Latino la maduréz,
y respeto que los Cirujanos han de tener á los Señores Médicos.
El segundo Aprobante Don Josef de Nieva hace una Censura con
arranques de Sermon; introducese á ella con su bocado de texto,
plantandola por becoquin dos versecitos latinos, y comienza
diciendo: que es la razon la que rige la Obrilla del Licenciado
Latino: lo cierto es, que si el Aprobante no la buscaba alguna
ayuda, ella andaba muy mal regida, particularmente estando tan
amostazada con los digestivos, que tanto contribuyen al buen
régimen. Asegura que el buen Cirujano ha de ser buen Médico,
trayendo un textecillo de Ibonis que asi lo dixo en su Práctica
Chirúrgica, que soltó (como si fuera cuesco) por el mundo, y vé
aqui, que el amigo Nieva graniza pullas en su Aprobacion contra el
Licenciado Carmona; porque si ha de ser buen Médico, el que quiere
ser buen Cirujano, el que no es ni Cirujano, ni Médico, ¿qué será?
Al Reverendísimo Robles, cándido Premostratense, se le pueden
perdonar sus descuidos, porque escribió mandado; y al cabo es
Religioso agradecido. Verdad es, que su Reverendísima no vio ni aun
el zaguan de la Obra Carmoniana, porque si le hubiera visto, ¿cómo
podia afirmar con tanta serenidad de conciencia, que el Autor no
ofende en ella aun al mayor Antagonista, sino que aquel la mire con
ojos nebulosos? Por cierto que si el Reverendo Padre Maestro,
ingerto en Canonigo, se hubiera dignado poner sus ojos (aqui venía
de perlas el adgetivillo nebulosos) en el Prólogo del Licenciado, á
los primeros renglones hallaria su merced Reverendísima, que trata
al Doctor Ruiz de falso calumniador, hombre de intencion dañada, con
un si es no es de ofuscado, embutido en tenebricoso. Y toda esta
carga cerrada de favorazos cortesanos se la encaja en quatro
rengloncitos, que apuesto yo á que no hay en toda España ingenio tan
superior, que en tan escasas lineas se atreva á zurcir tantas, y tan
agudas desvergüenzas. Oyga Vmd. para su mayor consuelo, y
edificacion, las donosuras de la clausulilla Cortesana. «Animoso con
la luz de estas palabras, quise desterrar las tinieblas en que
ofuscado vive aquel, que falsamente me calumnió, ó con intencion
dañada censuró la curacion racional:» y luego nos dice el tal P. Fr.
Canónigo, que en toda la Obra Carmoniana no hay cosa que ofenda aun
al mayor Antagonista. Cierto que su Paternidad tiene cosas atroces:
pues oyga, por Dios, un cuento. Habia en Rozas un Labrador taymado,
de una lengua viperina, ó lo que todo es uno, si acaso no es algo
mas) de una lengua Carmoniana; dió querella contra él un vecino suyo
llamado el Tio Bodega, quejandose de que le habia maltratado
gravemente de palabra. Llamó el Alcalde al Labrador; y estando
presente el Tio Bodega, le preguntó si era asi, que habia injuriado
á aquel hombre con palabras ofensivas: á que respondió el Labrador,
hecho un Energúmeno, y dado todo á Carmona, en lugar de á todos los
diablos: Señor Alcalde, juro á Dios, y á esta Cruz, y á estos Santos
Evangelios, (esto dijo poniendo las manos en un Libro de Don
Quijote, que por casualidad estaba sobre una mesa) que todo es una
grandisima mentira, y que ahora, y siempre he tratado con muchisimo
respeto á este grandisimo Cabron, Judio, Cornudo y Ladronazo del Tio
Bodega, y si no, su merced seame testigo. Sea el Alcalde el Padre
Maestro; sea el Labrador el Licenciado Carmona, y mas que apliquen
el papel de Anton Bodega al Señor Doctor Ruiz.
Quien me dá mas lástima entre todos los Aprobantes, es el
Licenciado Don Josef Pradillo. A este pobre es cargo de conciencia
hacerle mal; porque una de dos, ó el Señor Don Josef degüella su
propia doctrina con esta Aprobacion, ó su merced no leyó un Librito
curioso, intitulado Cirugía Triunfante, que se publicó el año de
1728, compuesto, segun dice la frente, por el mismo Don Josef
Pradillo. En varias partes de este Libro, que por vida de Apolo está
bien escrito, enseña el Señor Pradillo(como observaré en mejor
ocasion) el uso de los lechinos, y de los digestivos en los casos de
la curacion, que dió motivo á la controversia, y con todo eso el
Licenciado Carmona en la curacion, y en la Obra se emperró contra
los digestivos, y los lechinos, desterrandoles todos al remoto País
de la posibilidad, sin permitirlos casi domicilio seguro en los
terminos de la existencia; pues si el Licenciado Pradillo hubiera
leído esto en Pradillo, y en Carmona, ¡cómo era posible que
desperdiciase tantos elogios en la doctrina de Carmona, opuesta,
punto menos que diametralmente á la doctrina de Pradillo! Cierto,
que con estas cosas dá motivo el Señor Don Josef á que se remachen
en su oponion aquellos picarones, que con poco temor de Dios
aseguraban, quando salió la Cirugía Triunfante, que el Licenciado
Pradillo en esta Obra no era mas que cabeza de fierro; agravio atróz
contra la cabeza del Señor Don Josef, á quien tengo yo por cabeza
sana, y tan de carne y hueso como todas las demás, sin hacer caso de
hablillas de maliciosos, metidos á urones racionales, y munitores de
la fama de los hombres de bien.
El Doctor Don Antonio Fernandez de Lozoya, dice su sentir con
juicio, y no se mete en onduras; por eso merece que se le trate con
atencion; y no lo merece menos el Doctor Don Josef Ximenez, siquiera
porque nos repite aquel adagio comun: Nulla fatuitas sine Authore
que quiere decir, (para que lo entienda el Licenciado Carmona,) que
no hay necedad que no tenga quien la apadrine. La verdad de este
aforismo politico, ya logró nuevo experimento en la Obra Carmoniana,
cuyas boberías por lo menos están bien pertrechadas en el escudo de
su Autor; lo que no se pudiera tolerar si por otra parte no se
supiera que no lo hizo con mala intencion, es, que á los que no
siguieron el dictamen de Carmona los llame Zoylos á boca llena; pero
sabese ya que no lo hizo á mal hacer, y que solo fue por encajar
unos versecicos de Marcial, que tenia á la vista, donde leyó esta
palabra Zoylo, sin pararse mucho en hacerla las pruebas de su
origen, ni en averiguar lo que significaba: semejante al otro loco,
que llamaba Ditirambos á los zapatos, por haber oído en una ocasion
la palabra Ditirambos. Llegóse una vez á un Zapatero, y le dixo que
si le queria calzar unos Ditirambos. El Maestro, que debia de estár
mal humorado, y aprehendió que hacía burla de él, metió al loco en
la Oficina, y desembaynando el tirapie, descargó sobre sus costillas
una espesa lluvia de latigazos, repitiendole á cada golpe, ¿quieres
Titirambos? Pues toma Titiritambos.
Gracias á Dios que acabamos de zarandear, aunque muy por mayor,
los granzones de la Dedicatoria, y Censuras del Método Racional.
Detubeme en esto mas de lo que pensé, y de lo que quisiera, y con
todo eso todavia se me quedan entre los dedos otros muchos
reparillos no menos curiosos, que omito en gracia de la brevedad, y
por la gana que tengo de ir, como dicen, á las inmediatas al Señor
Licenciadillo.
Dos gorras planta al figurón de su Librete; á una la llama
Prologo, y á la otra Proemio: mucho fue que no hubiese añadido otra
tercera con el titulo de Introduccion; y otra quarta con el nombre
de Advertencia; y otra quinta con el dictado de Preludio; y otra
sexta con el sobre-escrito pomposo de Prolegomenon, que aunque este
terminillo no venia al caso, era sin embargo muy á proposito para
acreditarse de Cirujano Griego Latino entre los Parroquianos del
Arrabal. El primer Prólogo maldita la cosa dice, salvo aquellas
lindezas cortesanas, con que trata al Doctor Ruiz de embustero,
calumniador, nebuloso, hombre de intencion dañada.
Verdad es, que esto lo escribe sin faltar á la veneracion que debe
tener al Doctor Ruiz, y al compañero Cirujano, porque no es de su
genio herir á ningun Profesor, aun con la ocasion que permite la
Apología. (Carmon. pag. 7.) Ira de Dios, y si como es atento,
modesto y cortesano el genio de Carmona, fuera esgrimidor, y algo
atufado, ¡qué tal quedaría de esta vez el pellejo del Doctor, y el
cutis del Cirujano! Apuesto yo á que de la piel de entrambos se
pudieran hacer catorce mil salvaderas para enjugar los borrones del
Método Racional.
Y le parecerá á Vmd. que se me escapó sin notar aquella
donosísima proposicion del Licenciado Carmona en el mismo Prólogo,
en que asegura que la desconcertada furia es efecto de la voráz
melancolía asada. Mas vá, que ni el Doctor Ruiz, ni el Cirujano
Medicina, ni todo el Proto-Medicato junto, aunque se asocie la Regia
Sociedad Médico Chimica, sabian hasta ahora tan importante noticia.
Hasta aqui todo el genero humano miraba con ceño á la melancolía, ya
fuera frita, ó ya asada, por sus perniciosos efectos; pero este ha
sido un vano espantajo, cuyo desengaño debemos al Licenciado
Carmona. Sepa Vmd. y sepa el mundo todo, que no es nociva la
guisada, ni la cocida, ni la estrellada, ni mucho menos la
melancolía en escaveche. La melancolía, que unicamente hace
muchísimo daño á la salud, es la asada, (ita Carmon. Mét. Rac.
Prolog. I. §. 3 lin. mihi 17) y asi, por tan alto señor, ruego
encarecidamente á Vmd. que quando se haya de melancolizar, prevenga
en la cocina de los hipocondrios, que no le asen la melancolía, sino
que se la den pasada por agua, ó estofada en una cazuelita. Tampoco
hay inconveniente en que los Viernes y Témporas del año tome Vmd. la
melancolía con aceyte y vinagre. Pero dejando chanzonetas, digame
Vmd. en puridad, ¿ha oído, por ventura, ó leído jamás en toda su
vida, sandéz de este tamaño? ¿Semejante expresion de cazuelas y
asadores cabia, no digo yo en la propiedad de un Cirujano Latino,
Licenciado por el Rey; pero ni en la bazofia natural del Cocinero de
los Minimos? Es imposible que el pobre diablo de Carmona no ande
cargado con todo el ajuar de una espetera para sazonar el cocimiento
de sus humores; para cocer el bilioso traherá prevencion de cazos;
para asar el melancólico, abundancia de asadores; para freir el
colérico, copia de sartenes; y para escavechar el flemático, ó
flemoso, no le faltará recado. Y vé aqui Vmd. que ahora entiendo yo
una Coplilla que basta ahora no entendia, y la leí años há en un
Papelete alegre.
En el Faro de Mecina,
Se hallaron en un rincon
Los trastos de la Cocina,
Que trahía Salomon
Colgados de la pretina.

Porque ya se vé que un Rey tan sábio, y tan poderoso como
Salomon no habia de traher colgados los cachivaches de una Cocina,
si no fueran necesarios para asar la melancolía, ó para cocer la
flema, ó para espumar la cólera, de que suelen abundar aun los Reyes
mas templados.
En el segundo Prólogo, á quien puso el apellido de Proemio,
hace á su modo la relacion de la enfermedad, y cura de la Niña. Dice
que la salieron en los pies unos tumorcillos, que vulgarmente
denominan Sabañones, con una úlcera en el Carpo de cada uno. Asi
leía yo; y pareciendome á los principios que sería equivocacion mia,
por la prisa que me daba en engullir quanto antes la Obra de
Carmona, aunque fuese con riesgo de atragantarme, por el principio
general. el mal trago pasarle luego: me reparé un tantíco, tomé un
polvo, y volví á repasar la leccion con mayor sosiego; segunda vez
leí Carpo, y aun todavia no me resolví á echar la culpa de este
crasísimo error al Licenciado. Parecióme que podia ser descuido del
Impresor, poniendo Carpo, en lugar de Tarso. Exâminé la Fé de
erratas, y como ni aun alli encontré el arrepentimiento de este
enorme pecado anatómico, confieso á Vmd. ingenuamente, que se me
escapó todo genero de duda; y que consentí en que el Licenciado
Carmona le habia cometido. Es verdad, que (como soy un tantíco
escrupuloso) no me persuadí á que el Cirujano Latino le habia
cometido por malicia, sino por pura ignorancia. ¿Carpo en los pies?
decia yo á mi jubon, ( porque capote no le tengo) es imposible, que
si á Carmona se le pone en la cabeza no coloque otro dia el cranio
en la panza, los hipocondrios en las orejas, y la pupila en medio
del embés. Si Vmd. viera, ¡qué carcajadas tan sueltas daba al oir
esto un muchachuelo muy chulo que mantengo yo en mi casa, y es
pretendiente de Albeytar! Cierto que era de ver la gresca, y la gira
que trahía el picaro del rapáz. Dixome, empujando la risa como pudo:
Señor, ¿sabe su merced lo que yo pienso? Pues tengo para mí que á
ese Cirujano Carmona se le debe de haber hecho una grande úlcera en
el Carpo de la Calva, y que por alli evaporó todo el meollo.
Prosigue el buen Carmona en su Relacion y curioso Romance, y
dice: que habiendose aplicado á la Niña el aceyte de Nieve, se
experimentó una total transmutacion del humor de los sabañones y
úlceras al vientre. Note Vmd. esto para juntarlo con lo que despues
niega, y reniega: es á saber, que fuese accidental la calentura que
resultó á la enferma. Supone primero la transmutacion de los humores
á la parte del vientre; confiesa que hasta que se hizo esta
transmutacion, no se suscitó la fiebre; y con todo eso erre que erre
en que la calentura era esencial á las úlceras, y á los sabañones.
Hermano Carmona, le diria yo, todo aquello que es, ó sigue á la
esencia de las cosas, vá inseparablemente tras de ellas, como la
sombra tras del cuerpo, la luz junto al sol, y Carmona compañero
perenne de su mula. Luego si la calentura era esencial á los
sabañones, y á las úlceras, en habiendo úlceras, y en habiendo
sabañones habria indefectiblemente calentura. Vmd. confiesa que hubo
úlceras, y hubo sabañones, y que con todo eso no hubo calentura
hasta la transmutacion del humor contenido al vientre: luego la
calentura que resultó no fue esencial, sino muy accidental, como
efecto, no de las úlceras, ni de los sabañones, sino de la perversa
retirada, y maligna transmutacion. Consulte el Licenciado Carmona
este argumentillo con el Padre Lector, su acompañado, y á fé de
hombre de bien, que su Paternidad muy Reverenda le desengañe, y le
haga conocer su eficacia concluyente.
Mientras tanto quiero yo cerrar mi armería hasta otra Carta, en
que espulgaré los seis primeros capítulos del Método Racional, y
diré á Vmd. mis ofrecimientos. Vmd. no dexe de acudir á la Estafeta,
porque estaré fijamente á mi palabra; y si ocurriere por allá algo
de nuevo, con el motivo de esta mi primera Carta, espero aviso
pronto, para hacerme cargo de ello en la segunda. No mas por ahora,
sino que Vmd. añada por ataharre en el froncis del Método Racional
esa Decimilla que fabricó el Barbero de este Pueblo.
El Método racional,
Y lo que en él se contiene,
De racional solo tiene,
Lo que tiene de animal.
De la Familia Real
De Obras, Bosques y sus Frutos,
Son del Autor atributos;
Con que el Señor Bachiller
Cirujano viene á sér
De Piedras, Troncos y Brutos.

Guarde Dios á Vmd. y le prospere, como le ruego cada dia.
Fresnal del Palo, á 6. de julio de 1732.
B. L. M. de Vmd. su Adherido
Juan de la Encina.
Cartas de Juan de la Encina. Obra de...
José Franciso Isla

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Cartas de Juan de la Encina. Obra de...
José Franciso Isla

Segunda carta
De un amigo a otro.
Muy Señor mio: ¿Con que mi primera Carta hizo tanta riza, y
anda en las manos de todos? Alegrome en quanto hombre; que á la
verdad, yo no la escribí para que Vmd. la archivase, ni para que la
metiese Monja en las Madres Descalzas. Diceme Vmd. que todo el mundo
se aporréa para acertar con el Autor; que unos me hacen Frayle,
otros Teatino, y ninguno presume que yo sea Don Alfonso Ruiz, ó el
Cirujano Medina. Los primeros mienten, los segundos deliran, y solo
aciertan los terceros; porque ni Don Alfonso, ni Medina tienen tanta
enemistad con su credito, y su honor, que se hayan de humillar á
medir sus sábias fuerzas con los pinicos del Licenciado Carmona. Si
esto hicieran, merecerian que el Real Proto-Medicato los desnudase
de los titulos de hábiles, y que puestos en cueros de toda buena
razon, los expusiesen á los silvos truanescos, y al desprecio de los
hombres de juicio. Ahora bien; yo soy hombre honrado, y no quiero
que por mí padezcan famas agenas, ni gusto de que se desperdicien
juicios temerarios, con dispendio del tiempo, y opresion de las
conciencias timoratas. Mascarilla fuera, y salga á lucirlo mi caraza
en su figura original. Sepan todos, como lo sabe Vmd., que cinco
años há entré á servir á mi amo el Señor Doctor Don Alfonso Ruiz,
por Page de Caballeriza, y por Platicante de la mula, antes que su
merced se echase la gala del Caballo, cuya espalda, dicen, que ahora
oprime con estraña gallardía. En las conversaciones largas, y
tiradas, que tubo la mula de mi amo á las puertas de las casas, y de
los Conventos, con otras Caballerías mayores Médicas, y Cirujanas,
que tambien solian concurrir á las mismas puertas, aprendí algunos
principios Médicos, y Chirúrgicos, y á mi parecer los que bastaban
para entender á fondo ( en caso que le tubiera) todo lo que escribe
el Cirujano Latino. Porque ha de saber Vmd. que yo lógro la singular
habilidad de entender perfectamente el lenguaje de las bestias, y
aun por eso penetro sin mucha dificultad todo lo que dice el
Licenciado Carmona. A pocos meses de cursar en esta Escuela, me
hallé (gracias á mi ingenio pronto y vivo) con bastante provision de
doctrina, para pretender la plaza de Albeytar titular de la Villa de
Fresnal del Palo, la que conseguí con mi buena maña, sin mas brazos
que mis creditos. Aqui me llegó la noticia del Libro de Carmona; y
al oir que el tal Librete se habia compuesto, ó se habia desvaratado
contra mi Amo y Señor, entre curioso y mohino, porque me amostazó
infinito la osadía, se le pedí á Vmd.; enviómele, leíle, al
principio con enfado, al medio con desprecio, y al cabo con
carcajada suelta, y repiqueteo universal de quijadas, y de encías.
Asì, pues, Señor mio, Vmd. desengañe á todo el genero humano, que no
hay inconveniente diga mi nombre; especifique mis señas, y como no
me haga Cirujano de Obras y Bosques, (porque ésta puede ser pulla)
ni quiera llamarme Carmona, apellido que me ofende por la alusion á
Cara de Mona, mas que me llame Perico el de los Palotes, ó Juan de
la Encina. En todo caso, sepa todo el mundo que soy criado de buena
ley, y que ya que mi Señor no puede salir con decencia á reñir esta
lid, por la notoria desigualdad de fuerzas, y de personas; estoy yo
aqui, que me acuerdo del pan que comí en su casa, y todavia tienen
vigor los colmillos para algunas tarascadas. Esto supuesto, vamos
tras del Capítulo primero.
Reducese todo él á querer persuadir, que la Calentura es el
morbo mas cruel. Mire Vmd. por vida suya, qué noticia ésta tan
necesaria para observarla un Método Racional, y Gobierno Chirúrgico
en la cura de los Sabañones, como si no hubiera inmensa diferencia
entre saber, qué es calentura, y saber despues curarla, segun lo que
cantó, ó lo que gimió aquel desterrado Plañidor:
Non eaden ratio est scire [...]
demere morbos,
Sensus inest cundis, tollitur
arte malum.

A fin de probar su estraño asunto, planta por montera al
Capítulo, este texto de Hipócrates en sus Prenociones: Ulcus autem,
sive prius fadum fuerit, sive in morbo accesserit, considirare
oportet. Y no nos dirá el Licenciado Carmona ¿á qué viene este
texto, para convencer aquel aserto?
Quién sino Carmona de este antecedente, que contiene formalmente las
palabras de Hipócrates: Conviene considerar la úlcera, ya proceda, ó
ya siga á la calentura, ha inferido esta consequencia. Luego la
calentura es el morbo mas cruel. Ciertamente, si esta Lógica zorrera
comienza á tener valimiento, qualquiera podrá sacar ilaciones de
capricho, figurandose á su antojo qualquier inconexô antecedente.
Vayan un par de ellas por verbi gracia: Conviene saber latin, ya sea
antes ó ya sea despues de manifestar el hipo de Cirujano Latino:
Luego el hipo de Latino es el morbo mas cruel, que abrasa las
entrañas del Licenciado Carmona. Conviene entender practicamente,
qué cosa es ser racional, antes de sacar á la verguenza un triste
Libro, con el titulo de Método Racional: Luego la poca verguenza, el
descaro y la osadía son el morbo mas cruel, que inflama los hijares
del Cirujano Latino. La verdad sea dicha, que el Licenciado Carmona
solo trajo el texto de Hipócrates porque estaba en latin, mas no
porque viniese á proposito; como aquel otro Predicador ignorante,
que ponderaba el sumo desconsuelo de Maria al pie de la Cruz; y
bolviendose de repente á un auditorio de Patanes que le escuchaban,
exclamó diciendo: Oid en este asunto una vivisima expresion de San
Juan Chrisostomo, y sin mas, ni mas los encajó aquel manoseado verso
de Virgilio:
Titire tu patule, recubans sub
tegmine fagi,

con lo qual lloraban aquellos salvages, que era una bendicion.
No es de mejor calibre otro texto que cita de Pedro Foresto,
para dar á la calentura la primacía de la crueldad entre todos los
morbos. Dice este Autor, lo primero, que la calentura es enfermedad:
Quod febris ipsa morbus sit; lo segundo, que es enfermedad muy
freqüente, y muchas veces muy aguda (excepto las calenturas de
Carmona, que siempre las concibe romas y embotadas) [...]
frequentissimus, [...] sepe acutus. Dice lo tercero, que si no es
aguda, por lo menos tiene grande conexion con casi todos los morbos
agudos; á la manera que Carmona, por natural simpatía estrecha
amistad con casi todos los entendimientos zopencos: Vel acuti prope
omnibus conexus. Dice, en fin, lo quarto, que la calentura no pocas
veces nos pone en gravisimo peligro de la vida: A quo maximum vitæ
periculum non raro impendet; y catate aqui, segun la Anti-Lógica del
Licenciado, que la calentura es el morbo mas cruel. Pues venga acá,
Señor Latino, el síncope, la aplopegía, la epilépsia ¿no son
enfermedades? ¿No son muy freqüentes? ¿No son agudas, no solo sæpe,
sino semper? ¿No están complicadas con otros mil accidentes
fatalísimos? ¿No entran siempre con espada en mano, sin dar quartél
casi nunca á ninguna vida que acometen? ¿Pues por qué no las pondrá
por lo menos en igual grado de crueldad con la calentura? y mas
quando ésta por el contrario muchas veces está tan lejos de ser
cruel, que antes es benigna; tan distante de ser nociva, que antes
es provechosa, conviniendo todos los Autores Médicos, que no lee
Carmona (que son los buenos), en que en tales, y tales casos se debe
acariciar, entretener y fomentar la calentura. Y con todo eso, por
sentencia difinítiva del Licenciado Carmona, se falla que toda
fiebre in discriminatim, á red barredera, y sin excepcion, es el
morbo mas cruel. Sentencia injusta, si la hubo jamás, para lo qual
no quiero creer que le diese su voto el Señor Abogado, que dicen
tubo Carmona por Asesor en la composicion de su Libro. Pero si el
Abogado apadrinó esta notable sentencia, desde luego digo, que tiene
dictamenes zaynos, con su puntica de vizcos. En todo caso debo
prevenir, que si alguno tubiere alguna rabieta contra el Licenciado
Carmona, nunca le desee calentura, ni fiebre, por ligera que sea;
porque esto sería desearle el Morbo mas cruel, y pecaria gravemente
contra la caridad. Para desahogar con algun tiento christiano el
amostazamiento, bastará desearle alguna síncope, ó alguna apoplegía,
morbos veniales, en sentir del Licenciado, que se curan con un poco
de agua bendita.
Tambien es muy despreciable la razon que alega para esforzar su
proposicion. Dice, que es la calentura el morbo mas feróz, porque
daña sensiblemente todas las acciones; y haciendo reseña de todas,
cuenta solamente la Animal, Vital, y Natural, sin hacer caso de la
Racional. Si Carmona hablára precisamente de sus acciones proprias,
ninguno estrañaria que entre ellas no hiciese algun lugar á las
racionales, porque se tiene por cierto, que hasta ahora ningun morbo
se las ha dañado, ni se las puede dañar, si es verdad lo que dijo un
Poetón del siglo pasado:
Que no hay fuerza, ó poder, en lo
visible,
Para herir á lo que es puro
posible.

Pero hablando de las acciones de los demás hombres, no se le
puede perdonar, que hubiese omitido las Racionales, á las quales
tambien dañan, alteran, suspenden y aun destruyen otros accidentes
que no son calenturas; v. gr. los apopleticos, los epilepticos, y
los insultos, ó movimientos repentinos de la sangre ácia la parte
superior de la cabeza. Estos morbos, y otros innumerables, dañan
tanto, ó mas que la calentura, todas las acciones del hombre,
inclusas las racionales: Luego por esta razon han de ser dichos
morbos, por lo menos tan crueles, y tan feroces como las señoras
fiebres, las quales estarán justamente resentidas de la injuria que
las hace el Licenciado Latino, tratandolas á boca llena de mas
crueles, que todos los demás morbos, y levantándolas á vista de todo
el mundo este cruel testimonio.
El Epígrafe del Capitulo segundo tiene su harto de numen, y
algunos arranques de Area; dice asi: Del Sabañon: de su Diferencia,
y Curacion; como si digeramos: De Carmona, de su Peluca, y de su
Cara de Mona; concurrencia de consonantes molesta, importuna, y
digna de evitarse en toda prosa bien nacida, siendo muy reparable,
que al Corrector de la Obra Carmoniana se le hubiese escapado esta
falta de lenguage, salvo, que al sábio Corrector le pareciese, que
era mucha obra eso de enmendar todos los descuidos del Librete,
acordandose quizá de lo que escribió cierto Corrector belláco:
Sepe piget ¿quid enim dubitem
tibi vera fateri?
Corrigere,[...] longi ferre laboris
onus.

Dicenos el Señor Licenciado, que el sabañon se llamó en Latin
Pernio, à pernicie membri; si nos hubiera dicho, que à pernicie
perne, por el estrago que hace en la pierna, ya se alejaria menos de
la verdad, aunque ni por eso se acercaria mucho á ella; pero à
pernicie membri, ó está fuera de sí, ó el diablo cojuelo se lo dijo.
Señor Latino, ¿Vmd. no vé, que si esa etymología es verdadera, se
infiere necesariamente que la apostéma externa es sabañon, que el
divieso es sabañon, que el lobanillo es sabañon, que los flemones
son especie de sabañon, y que en fin es sabañon toda úlcera, llaga ó
tumor, que se levante en qualquiera parte del cuerpo, porque siempre
se verificará que es à pernicie membri, opresion, daño, ó pernicie
del miembro que le padece? ¿Y qué mas se inferirá de aquí?
Inferiráse, que el Licenciado Carmona tiene sabañones en las
piernas, sabañones en las costillas, sabañones en la calva, y solo
no los tiene en el cacohetes, porquè cacohetes no le tiene.
Inferiráse en fin, que todo él es un sabañon hinchado, ulcerado, y
pruriginoso, que causa pernicie á todos los miembros de la Medicina,
y Cirugía, fluyendo por la lengua y por la pluma un sanies
hicoroso, acre, y rodente, con visible prurito, y comezón de hombre
Latino.
Lo que en conciencia tampoco se le puede disimular es, que
señalando las causas mediatas del sabañon, y colocando en primer
lugar al frio externo, diga con grandisima satisfaccion, que éste
irrita las partes, y por el dolor causa disposicion inflamatoria.
¡Ahí es decir que es un grano de anís la explicacioncilla! Pobre
hombre, si todo dolor de las partes irritadas causan disposicion
inflamatoria, como sea verdad que todo se ocasiona de la irritacion
de las partes, necesariamente se ha de inferir, que todo dolor
dispone para la inflamacion; con que el dolor de cabeza será Prologo
á la hinchazon de los cascos; y el dolor de tripas será Proemio á la
inflamacion de el vientre; y lo que es mas, el mismo dolor, que
muchas veces ocasiona la supuracion de la parte inflamada, será
preludio para otra nueva inflamacion. ¿No vé el triste Licenciado
los absurdos tan abultados, que se siguen de su exquisita filosofía?
Mas degemosle pasar esta venialidad, que no es razon detenernos en
todas las menudencias. Lo que no quiero consentirle es, que levante
al frio externo el falsisimo testimonio de que irrita las partes. Si
el frio de el ambiente fuera de la misma especie que el frio, ó la
frialdad del Licenciado Carmona, bien creyera yo, que irritaria, no
solo á las partes, sino á todos los todos. Pero el frio exterior,
señor Latino, no irrita; lo que hace es, condensar la sangre en la
parte, y embarazarla que circúle por su viscosidad, opresion, y
pesadéz: con que detenida en aquel parage, levanta el tumor que
llamamos sabañon; y de esta detencion estraña resulta la
fermentacion violenta, que ocasiona el dolor. Dice su merced, pág.
19. que aunque algunos menosprecian el sabañon, él le tiene mucho
respeto. Gracias á Dios. que dimos con una cosa á quien tenga
respeto el Licenciado Carmona. Yo sé, que si Doctor Ruiz, y el
Cirujano Medina se hubieran convertido en sabañon de otra manera muy
diferente les hubiera tratado el Señor Latino. Pe dejando
chanzonetas, es bien cierto que le sobran á Carmona muchos motivos
para tener mucho respeto, y fiero miedo á los sabañones, si se
obstina en curarlos, como pretendió curar el sabañon de la niña:
esto intentando cerrar la úlcera con la suavidad de un parche.
Siguiendo este Método Racional, y Gobierno Chirúrgico, desde luego
apuesto á que los sabañones en manos de Carmona hacen mas estrago en
los pacientes, que la Artillería en los Moros de Orán; y se podrá
decir del Licenciado, lo que muchos años há se dijo de un famoso
Cirujano llamado Cabrejas, insigne matador de sanos.
Murió Juana de un dolor
Tan venial, como de muelas:
¿Te admiras? Pues no te admires,
Porque la curó Cabrejas.

Si el Cirujano Latino se quiere desahogar de una gran porcion
de miedo á los sabañones, dexese de parchecitos, y aplique á las
úlceras licores minerales, y algunas veces corrosivos, que
destruyen, y absorven todos los áccidos fermentativos y sales
acrimoniales; y en caso de que el daño haya tocado en los artejos de
los dedos, produciendo caries, inmediatamente separen la parte
infecta, haciendo amputacion. De esta manera podrá tratar con alguna
mayor llaneza, y confianza á los Chimetlones, y no ponerse en el
estrecho de publicar su miseria, siendolo sin duda grande, que un
Cirujano Latino, de la Familia Real de Obras, y Bosques con su Don
por delante y Licenciado por el Rey, confiese sin rubor que tiene
gran respeto y mucho miedo á un sabañon. Vaya Vmd. viendo, para que
se atrevan á fiar de la pericia del Señor Latino, la cura de una
gangrena, ó el desempeño feliz de una corrupcion de hueso, quando él
mismo asegura, que un sabañon le hace estremecer. Por cierto que se
me viene á la memoria la extravagante fanfarronada del otro Soldado,
que solia decir freqüentemente, que mas temia á una pulga, que á una
bala. Y preguntandole ¿por qué? Respondia con gran sorna: Señor mío,
mi miedo es alhaja mia y no de Vmd. con que yo puedo hacer de él lo
que quisiere, y aplicarle á donde se me antojáre. Vamos al tercer
Capítulo, porque en este ya no hay mas que forrage de Recetas
inutiles, follage, y engañifa de bobos.
Habla del flemon, absceso propio y úlcera; pero habla por boca
de ganso, porque casi todo lo que escribe en este Capítulo, lo
trasladó del sábio Doctor Suarez de Rivera en su Cirugía Metódica,
lib. 2. trad. I cap. I. como lo verá el que tubiere paciencia y
flema para hacer el cotejo. Verdad es, que el Cirujano Carmona halló
modo de hacer suya propia la doctrina de este docto Médico,
echandola á perder por mal entendida, y peor practicada; y
verificando lo que dijo el picarón de Marcial del otro ladronzuelo
Plagiario, que le habia hurtado unas Coplas, y despues las vendia
por suyas, con alguna variacion:
Hoc opus est nostrum, [...]
Sed male cum recitas, incipit esse
tuum.

Quiere decir, porque sería gran lástima que no lo entendiese bien el
Licenciado Latino:
De Dorila, y de Marcial
Es esta famosa Obrilla,
Bien escrita de Marcial,
Mal copiada de Doríla.

El Doctor Rivera, en su Cirugía Metódica, y en todas sus demás
Obras, muchas, y grandes, dice mil cosas admirables, que si caen en
manos de Carmona, ó del diablo cojuelo, que todo es uno (el Latino
ya me entiende) se las puede tener compasion porque no las ha de
conocer despues, ni aun el mismo Rivera que las parió Vaya un
egemplito. Dice el Doctor Rivera en el Capítulo, y Tratado, que
tiene tanto, y tan mal leído el Cirujano Carmona, que el tener el
flemon natural scirroso ó erisipelatoso, consiste en la mayor ó
menor coagulacion de la sangre. Pues sin mas, ni mas, y á Dios te la
depare buena, planta en su Libro el sapientísimo Latino, que las
tres diferencias de flemon edematoso, erisipelatoso, y scirroso....
consisten en la mayor ó menor obstruccion y coagulacion de la
sangre. Añade esta palabra, estancacion, haciendola una misma con la
obstruccion, y la coagulacion, siendo asi, que no vá en ellas menos
diferencia, que de la causa al efecto, de el calor al fuego, y de la
rudeza á Carmona, que se distinguen solamente penes producentem,
productum. Señor Licenciado, la sangre, y todos los demás líquidos
se estancan, porque se obstruyen, y se coagúlan, asi como en Vmd.
está esencialmente estancada la ignorancia, porque padece con
naturales obstrucciones el sindéresis, sin haber purgante capáz de
descoagularle para hacerle fluir siquiera una proposicion
científica. ¿Y quién le dijo al Licenciado lo que asegura en la
página 32. del mismo Cap. 3. que la inflamacion, que ocupa las
partes, asi membranosas, como glandulosas, en nuestro idioma, se
llama flemon? La que se apodera de las membranas glandulosas, pase;
pero la que llega á poner su maligno pie en la region de los
músculos, ni en Castellano, ni en Latin, ni en Griego, ni en Arabigo
ha tenido jamás el nombre de flemon, hasta que se le antojó
imponersele al nuevo Adan de la Cirugía Josef de Carmona. Quando la
inflamacion toca en los músculos, ya es enfermedad de mayor bulto,
porque tiene raices mas profundas, y merece ser tratada con tanto
miedo y respeto, como trata el Latino al sabañon. Asi lo dice, y
bien, el Doctor Rivera, donde tambien lo leyó el Licenciado; pero
debió de leerlo con ojos nebulosos y quando llegó á trasladarlo,
echólo todo á perder con una sola palabrita que se le antojó añadir
de su desatinado pegujar.
Algo le debió de remorder la conciencia en la pág. 39.
conociendo la extraordinaria virtud que tiene su bodoquera de
corromper quanto copia con toda fidelidad. Y asi se resolvió á no
poner nada de suyo en una Receta que trahe, para evacuar los humores
conjuntos al flemon. Trasladóla, aunque él lo calla como un perro,
del tomo 2. de la Cirugía Triunfante de Don Josef Pradillo, ó de su
Apoderatario, que yo no quiero quitar á nadie lo que fuere suyo. Mas
por no hacer nada bueno nuestro Licenciado, ¿qué le parece á Vmd.
que hizo? El Autor de la Cirugía Triunfante, qualquiera que sea, en
la pag. 99. y 100. del segundo Tomo, trahe dos Recetas para hacer
esta evacuacion. Leyólas ambas el Señor Latino; y por no trasladar
alguna de ellas al pie de la letra, hizo de las dos un reboltijo
diabólico, y plantóle por Receta propia á la buena dicha, ó á la
ventura; y no solo hizo esta mixtion Carmónica, sino que alteró de
camino la dosis, quitando, y añadiendo á buen ojo. Por egemplo:
donde Pradillo receta de azucar de Plomo ij. él no pone mas que j. y
media; y porque Pradillo señala de Vino alcanforado iiij. Carmona le
añade un par de onzas mas, recetando vj.; y para esta arbitrariedad
de adelantar números, segun su capricho, no puede tener mas razon el
Señor Latino, que la tubo el otro Licenciado, que estaba leyendo una
carta de su padre en presencia de sus compañeros de posada.
Escribiale el padre como le habian sacado una gruesa multa por no sé
qué cuentecillo, y que le hacia mucha falta este dinero, no teniendo
mas que doscientos ducados de renta, y esto se lo ponia por número.
El Licenciado, que se avergonzaba de confesar la pobreza de su casa,
en lugar de doscientos, leyó dos mil ducados. Otro bribon, compañero
suyo, le estaba leyendo la carta por las espaldas, y le dijo con
disimulo: Mire Vmd. Señor Don Juan, que ahí no dice mas que
doscientos. Vmd. tiene razon (le respondió el de la Carta); pero es
que á mi padre se le olvidó un cero. En la pag. 45. cap. 4. dá
por principio á un parrafo con esta ponderosa clausula: Padecia
nuestra enferma unos sabañones en los pies, pasion propria, no solo
á los adolescentes, sino tambien á los niños, que con frequencia los
padecen. ¿Ha visto Vmd. rethórica mas bien manejada, ni gradacion
mas oportuna? Hasta aqui todos teniamos entendido, que la gradacion
se hacia de lo mas freqüente á lo mas raro, y que asi salia la
ponderacion, ó la expresion, segun las formas; pero el nuevo Orador
(por poco no dije Orate) Don Josef Carmona, nos enseña la regla
contraria; de manera, que segun ella, en adelante todos hemos de
decir No solo hierran los Sábios, sino, lo que es mas, los
ignorantes. No solo dormita tal vez Homero; pero hasta el mismo
Carmona. Yen fin, segun esta notable expresion del Licenciado, ya no
tiene chiste aquella aplaudida Copla de Solís:
No ha visto Europa mayor
Tontarrona, que mi Anarda,
¿Dije Europa? Soy un necio:
¿Qué es Europa? ni aun España.

A la pag. 46. dice: Que por no tratarse los sabañones con
auxilios leves, que por serlo, se llaman remedios caseros, se
originan en los niños graves daños. Componga Vmd. esto con lo que
deja dicho en la pag. 4. es á saber, que por haber mantenido á la
niña enferma con la penosa afeccion de los sabañones, sin mas
auxilios medicinales que los que llaman caseros, se siguió una total
transmutacion de su contenido al vientre. ¿Ha visto Vmd.
contradiccion mas palmaria? En una parte se originan graves daños á
los niños, porque no se tratan los sabañones con remedios caseros y
en otra parte, porque se trató á la niña enferma con remedios
caseros, se la siguió la total transmutacion, que sin duda es grave
daño. No sé cómo se desembarazará el Licenciado de esta redonda, y
clarisima contradiccion, sino que acaso diga que en una parte
hablaba de niños, y en otra de niñas; en una de machos, y en otra de
hembras. Pues entonces catate que viene á pelo el gracioso
estrivillo del grande D. Martin Martinez en su Opúsculo nuevo Monita
Chimica secreta, donde repite á cada paso con gracia: ¿Y qué dirá á
esto el Doctor Carmona? Que si no fuere Simon será Simona. Lo demás
de este Capítulo 4. tambien es música, bulla y acompañamiento,
textos citados á Dios te la depare buena, proposiciones de N. y
clausulas al ayre, todo para llenar el Libro, aunque sea de aquello
que se llenan los calzones. Acia el fin del Capítulo se quiso
alegrar un poco, y para eso hace juguetona á la naturaleza,
asegurando que ésta practíca mil juguetes con las transmutaciones.
Luego que leí esta proposicion tambien yo me alegré ácia dentro, y
dige para conmigo: Vaya, que á lo menos hemos encontrado ya una
cosita que nos divierta, y á fé que tengo gana de que se me
descomponga un poco la seriedad, porque el enfado de leer tanto
dislate, me tiene grave y ceñudo. Con eso proseguí leyendo, y me
hallé con este chistoso juego de manos que refiere el saladisimo
Carmona, por estas mismas palabras: Acuerdome, que el grande Coo
refiere un caso, que prueba ha los juguetes dichos, y es de un varon
(sería algun bonus vir, como el Licenciado) que padecia un dolor
cólico, y siempre que la causa se transmutaba á las articulaciones,
cesaba, y en quitandose de las articulaciones, le bolvia á repetir
en el vientre. Y catate el cuento acabado, el juego de manos hecho,
y la sandéz del pobre Carmona abierta de par en par.
En el Capítulo cinco hace relacion de lo que sucedió en la
primera Consulta del Doctor Ruiz; y porque éste echó la culpa de la
transmutacion al aceyte de nieve, diciendo que era frigidisimo;
saltó al punto el encrespado Latino, y sin faltar á la veneracion
que debe tener al Señor Doctor Ruiz, ni meter su hoz en mies agena,
porque no es inclinado á eso, puramente por el amor de la verdad,
que siempre procura averiguar en las cosas naturales, disonandole
esta proposicion, como si fuera heregía filosófica, le replicó
diciendole con exquisita modestia. Señor Doctor Ruiz, por el mismo
caso de no haber yo ordenado el aceyte de nieve (repare Vmd. de
camino en la causal) no me hace fuerza el decir Vmd. que tal aceyte
sea frigidisimo en extremo. Y vé aqui Vmd. la grande genial modestia
del Cirujano Carmona, que no le hace fuerza lo que dice un Médico
tan sábio, y tan instruido como mi Amo el Señor Doctor Ruiz, solo
porque el Licenciado no recetó el aceyte de nieve. ¿Y ha de haber
paciencia para tolerar tamaño atrevimiento de un pobrete infelíz,
hombre por privilegio, Barbero por paranomásia, chola de cal y
canto, vizco de razon, calvo de entendimiento, cojo de juicio, y
zambo de sindéresis? ¡O tempora! ¡ó mores! Señor Licenciado, la
respuesta que Vmd. merecia á esa proposicion tan desahogada, en la
mano la tenia el Doctor Ruiz; y si yo me hubiera hallado en la
camisa del Doctor, no me hubiera contentado con tenerla en la mano,
y á fé que le habia de haber hecho á Vmd. sentir la fuerza de la
razon. Ahora bien, porque somos deudores á sábios, y á ignorantes, á
entendidos, y á Carmonas, quiero decir á Vmd. que el Doctor Ruiz
dijo muy bien en lo que dijo. Afirmó, que el aceyte de nieve es
frigidisimo, esto se entiende en linea de aceyte frígido artificial,
en cuya linea es bien cierto que no ha de encontrar el Licenciado,
aunque se busque con un candil de garabato, otro aceyte mas frio. No
quiso decir el Doctor Ruiz que la frialdad era propia en quarto, ó
en sumo grado de el aceyte, como lo es del agua, y de Carmona. Asi
como quando decimos el Licenciado Latino es criatura bobisima, es
hombre lerdisimo, no queremos significar que sea la mas boba de
todas las criaturas, ni el mas lerdo de todos los hombres, que eso
sería agraviarle, sino que en linea de Cirujano es dificultoso
hallar otro que le exceda, ni aun le iguale en lo bobo, y en lo
lerdo, en cuyo sentido no puede ser mas verdadera nuestra
proposicion.
El Capítulo sexto comienza de esta manera: Mal podrán los
Cirujanos, y los Médicos. ¿Han visto, y qué mala crianza? Otro
diria: Mal podrán los Médicos, y los Cirujanos; pero no señor, el
Licenciado tiene visible tentacion de precedencia, y desde el
vientre de su madre naciò con la vocacion de Adelantado. Vá de
cuento: Porfiaba un Sastre con un Harriero sobre quién sabía mas
caminos; y dijole el Sastre: Apostemos Yo, y Vmd. una azumbre de
vino á quien dá mejor razon de toda España. El Harriero que habia
sido tres veces Alcalde de su Lugar, y se preciaba de hombre
entendido, le respondió, entre zumbón y marrajo: Bien puede ser que
Vmd. sepa mejor que Yo los caminos; pero á lo menos Yo sé mejor que
Vmd. hablar en cortesía. Aqui satisfizo el Sastre con notable
prontitud, diciendole: Señor Roque, los Burros siempre ván delante
de los Harrieros.... Mientras Carmona aplica el cuento, voy yo á
exâminarle su Capítulo.
Pregunta en él, ¿si el aceyte de nieve es repercusivo? Y ante
todas cosas enseña la composicion de este aceyte, sacada al pie de
la letra de la que trahe el Doctor Ribera en su Cirugía Metódica,
lib. I. part. 3. pag. 91. Asi lo confiesa el mismo Carmona; pero
añade, muy pagado de su trabajo, que el Doctor Ribera no la trahe
con tanta especialidad y claridad. Cierto que no hay aguante para
sufrir la repetida arrogancia con que este mequetrefe trata á los
hombres de bien. No sé lo que dirá el Doctor Ribera si llega á leer
esta clausula, y sabe que todavia le anda tentando el diablo
cojuelo. Lo que yo le digo á Vmd. es, que habiendo cotejado la
composicion de Ribera, con la composicion de Carmona, hallé, que en
lo que es pura y rigorosamente composicion del aceyte, no hace
Carmona otra cosa mas que traducir con todo rigor á Ribera; es
verdad que en traducirle bien, no hizo poco. Porque Vmd. no imagine
que hablo al ayre, y de buena gracia, quiero plantar aqui las dos
composiciones, primero la del Médico, y despues la del Cirujano,
aunque este genero de colocacion no sea conforme al levítico,
policía y ceremonial de Carmona.
El Doctor Ribera.
[...] Nivis limpidissimæ, [...] spongiosæ,
[...], xij.
Olei Olivarum, non randici, [...] ij.
Oleum, [...] nix injiciantur in capacissima
fuscina æris: fortiter agitentur
cum magno cocleario ligni,
donec solum remaneat oleum, velut
quedam substantia alba, [...] serva
quodque, si volueris, distilla.

El Licenciado Latino.
[...] De nieve muy limpia, espongiosa y
reciente, [...]. xij.
De aceyte de olivas, que no sea rancio,
y muy transparente,[...]. ij.
El aceyte y la nieve se pongan en un
perol, y fuertemente se agiten con
una cuchara grande de palo hasta
que solamente quede el aceyte
quajado como manteca.

Hasta aqui el Doctor Ribera, y hasta aqui el In Doctor Carmona,
en lo que es precisa y recta composicion del aceyte de nieve. Porque
lo que añade despues, que esta substancia quajada se llama asi, y
destilada se llama asado, es qüestion de nombre que para el negocio
de la composicion maldita la cosa sirve. Pues ahora diganos por su
vida el Licenciado, ¿en qué está el exceso de especialidad y
claridad que hace su composicion á la de Ribera? ¿Esto es mas que
prurito de hablar, y pujos ardientes de hacerse hombre?
Pero acerquemonos á lo inmediato de la qüestion, donde el
Licenciado Latino desplega, como en campo abierto de batalla, todas
las Vanderas de su ignorancia supina. Escandalizase poderosamente,
porque el Doctor Ruiz dijo, que el aceyte de nieve es frio y
repercusivo; y todo el fundamento de su escandalo (que es aquel
genero de escandalo contentible, á quien llaman los Teólogos:
Scandalum pusilorum) consiste en que la nieve consta de sales
nitrosas, las quales se embaynan en los poros del aceyte; el nitro
no puede ser mas ardiente, porque consta de partes volatiles,
sulfureas y fijas, que por eso se llaman Sal Salso. Fuego y
repercusion implicant in terminis: luego nieve y repercusiva,
tambien implica. A esto se reduce toda la bambolla, forrage y
faramalla del Capítulo sexto de Carmona, en que á guisa de perro
perdiguero, por camino llano de panes, entra, sale, busca, anda,
buelve, sigue, torna, desanda, y al cabo hace y deshace, y maldita
la cosa concluye.
Despues de haber plantado su argumento, como si hubiera puesto
una pica en Orán, y derrotado los mostachos de Vigotillos, muy á lo
de fanfarrón, y hombre que desafia sobre seguro, dice, hablando con
el Doctor Ruiz: Espero, que, como es muy docto, buscará la ocasion
para hacer obra de misericordia, enseñandome: Romance de que se
avergonzaria, y con razon un Vizcaíno bozal. Yo no sé lo que hará mi
Amo el Señor Doctor Ruiz; lo que yo haria si fuera que su merced,
era ver si entre las Obras de Misericordia hallaba alguna que
aconsejase dar buenos palos al que los ha de menester, y en tal caso
haria con Carmona esta Obra de Misericordia; pero la que manda,
Enseñar al que no sabe, no obliga en el caso presente; porque los
Asnos no saben, y con todo eso no hay obligacion de enseñar á los
jumentos. Mas al fin, porque yo tengo buena condicion, y no soy tan
escrupuloso como el Señor Doctor Ruiz, estoy resuelto á decir lo que
pregunta el Licenciado, no en tono de enseñanza, que ésta implica
quando no hay termino capáz, sino por diversion, y por gustazo.
Sepa Vmd. y sepan todos los demás que fueren capaces de saber
alguna cosa, que hay dos generos, ó dos especies de nitro; uno se
llama Sal-Nitro, y otro se nombra Nitro-Aëreo; el Sal-Nitro unos
quieren que no se componga de azufre, y establecen esta opinion en
la experiencia; pues por mas que se funda en el crisól, nunca él
solo se convierte en llama; y si echado sobre los carbones se
enciende, dicen que esto depende de que entonces disuelve con mas
eficacia los ollines, ó azufres del mismo carbon. Confirman esto con
la fijacion del mismo nitro; pues si la materia de él, fundida en el
crisól, constára de azufres, una vez encendidos por la primera
cucharada de carbon molido, se continuára su detonacion y
deflagracion, hasta que se consumieran todos ellos. Con todo eso
vemos, que haciendose una detonacion, y deflagracion correspondiente
á los azufres, que puede tributar dicha cantidad de carbon, cesa
aquella deflagracion, y estruendo fogoso, y que si repiten nueva
cucharada, buelven á encresparse, arder y detonar: luego porque el
sulfur está en el carbon, y no en el nítro, el qual no consta de
partes pingües, ó sulfúreas, como tambien lo acredita su misma
pureza y claridad. Añadese, que hasta ahora ningun Artifice ha
sabido, ni podido separar el azufre de el Sal-Nitro. ¿Pues de dónde
consta que el Sal-Nitro contenga partes sulfúreas? y mas quando para
averiguar los constitutivos de los cuerpos naturales no tenemos los
hombres camino mas seguro que el de su resolucion.
Convencese esto mismo por los usos á que aplica el nitro la
buena Medicina. Ella se vale de é1 contra las calenturas mas
ardientes, siendo uno de los mayores anti-febrilos que se conocen:
practícase para refrigerar universalmente todo el cuerpo, y es
decantadísimo remedio contra los peligrosos ardores de la lascivia.
Y luego se escandescerá el Señor Licenciado, porque le dicen que el
nitro tiene mas de garapiñado, que de fervoroso. Pero replica muy
fruncido, y muy satisfecho: Si el nitro es frio, ¿cómo se compone de
él la polvora? Yo se lo diré, aunque sea perder tiempo. El Sal-Nitro
consta del Nitro-Aëreo, como de alma que le vivifica; el ayre es el
disolvente universal de todos los azufres disolubles; y si quando el
ayre se ocupa en este empleo se le arrima el nitro Aëreo, que estaba
como aprisionado en el Sal-Nitro, crece la fuerza, duplica su
actividad, y consume muy en breve la disolucion, en que consiste la
detonacion estruendosa, ó el bufido atufado de los granos de la
polvora: y vé aqui Vmd. Señor Latino, como el Sal-Nitro, sin ser
cálido, es util para la composicion de este mixto.
No niego que otros muchos, y son los mas, son de sentir que el
Sal-Nitro se compone de azufres; pero aun asi, y todo descantilla al
Licenciado, y no hace baza, porque aun estos mismos sientan que su
composicion es en quanto á lo primero de aquel San central de la
tierra, que comunmente se llama Sal universal; el qual, siendo
embrión de los minerales, debajo de diferentes modificaciones, y la
vária convinacion, ó concentracion de diversos principios seminales,
pasa á constituir ya este mineral, y ya el otro.
Este Sal le suponen áccido todos los Autores que le apadrinan, y
para la generacion del nitro, echan mano de una materia Alkalina
pingüe, penetrada del Nitro-Aëreo, que se pone en estado de la
disolucion; la qual materia Alkali pingüe, disuelta y animada de
este nitro, luego que es visitada de el Sal central áccido de la
tierra, se concreta y coagúla en esto que llamamos Sal Nitro; con
que por forzosa conseqüencia, afirman estos Autores, que en tal
concreto de abundan dos áccidos, ó como ellos se explican, un áccido
duplicado natural, y en quanto á los azufres confiesan, que son en
corta cantidad respeto de los Sales. Preguntados ¿si el tal Sal
Nitro es frio, ó cálido? todos á una voz responden ser frigidísimo,
y aun por eso se valen de él para los efectos medicinales ya dichos.
Esto se vé aun mas poderosamente en lo que sucede con el
espiritu de nitro; pues sin embargo de que sus azufres se elevan
unidos con el espiritu, no le quitan el ser tan frígido coagulante,
que para usar de él sea necesario dulcificarle con los azufres del
espiritu de vino; y aun asi, y todo, queda remedio muy eficáz én las
calenturas ardientes. Pues ahora ¿no se podia hacer una
interrogacioncilla mas oportuna, y mejor fundada, que la del Señor
Latino? En vista de lo dicho ¿habrá quien diga que el nitro no es
frio?
Pero lo que causa mucha compasion, y como se explican los
zalameros Italianos, es cosa, che fá pietá, es la serenidad con que
afirma, que este Sal-Nitro se llama Sal Salso, porque consta de
fijos y volatiles. Cierto, Señor Carmona que Vmd. tiene cosas de
hombre mayor, como si el Libro de Vmd. no constára de disparates
fijos, y de pensamientos volatiles, y con todo eso ninguno
encontrará en él una sola pizca de Sal Salso, pasando, en dictamen
de todos, por el superlativo, ó por el hypérbole de lo insulso.
Habrá de saber Vmd. que por constar de fijos, y volatiles el
Sal-Nitro, se llama con propiedad, y en todo rigor facultativo, Sal
Androgino, ó Sal Hermafroditico; esto es, Sal que tiene diferentes
porciones de distintas especies; Sal, que participa de macho, y
hembra, no como Vmd. en quien todo lo que se halla (yá se vé, como
muy hombre) es de purisimo macho. Vmd. ¿para qué se mete en cosa de
Sales, quando no le caen en gracia? Cierto, que por su eminente
habilidad en los descubrimientos de la Sal, merecia el Señor
Licenciado tener por amigo al otro Zapatero de buen humor, que
quando iban á importunarle para que acabase de componer algunos
zapatos, gritaba con gran socarronería á una criada bufona que ya
tenia instruída: ¿Marica? Ella respondia: Señor. Replicaba el
bribonazo del Maestro: muchacha, ¿por qué no bajas Sal? Á que
respondia la bribonisima chula: Señor, porque ya hay allá bastante
Sal-bajada. Basta por ahora hasta la tercera Carta, que tendrá Vmd.
indefectiblemente, y entonces acabaré de repasar los Capítulos, y
las costillas al Señor Licenciado Latino. Pero antes de poner la
fecha quiero suplicar á Vmd. que si viere á mi Amo el Señor D.
Alfonso Ruiz, le diga de mi parte, que he celebrado mucho la
generosidad con que ha despreciado esta pueril provocacion de
Carmona; y que si yo fuera componedor de símbolos para explicar al
vivo el lance presente, no habia de hacer mas, que dibujar un juego,
que practican los niños de este Pueblo, y aun creo, que tambien los
de esa Ciudad, las noches de Verano. Vendan los ojos al uno de
ellos, al qual dán el nombre de Carmona, arrojan despues un zapato
por debajo de sus piernas, y hasta que encuentre el zapato, con los
ojos bien vendados, los otros muchachos se están burlando de él muy
á su satisfaccion, descargando sobre sus costillas honrados
latigazos; pero el chiste mejor está en la Coplita que dicen al
mismo tiempo de despedir el zapato, la qual, si no estoy equivocado,
es ni mas, ni menos de esta manera:
Tiro mi zapato,
Por debajo de Carmona
Si Carmona me le halláre,
Yo prometo ir á Roma,
Con doscientos zapatos,
La mitad en las costillas,
Y otros tantos á la cola.

Informese Vmd. de qualquiera muchacho medianamente versado en la
facultad del enredo, y á fé que alabe mi puntualidad, y buena
memoria. Guarde Dios á Vmd. y le prospere como le ruego cada
dia. Fresnal del Palo á 14. de Julio de 1732.
B. L. M. de Vmd. su Adherido
Juan le la Encina.
Perdone Vmd. la postdata, siquiera por la noticia curiosa, que
tengo que comunicarle, ya que Vmd. no me la comunica. Tenia cerrada
ésta quando recibí una Carta de cierto Amigo íntimo, paseante en esa
Ciudad, y grande urón de corrillos, en que me cuenta la risible, y
graciosa especie, de que el triste Cirujano Carmona, habiendo
llegado á entender no sé qué sordo rumor, de que andaba por Segovia
cierto papelón Anónimo, en el qual se decia, que su Libro estaba
lleno de falsedades, mentiras, y sandeces; juró por los Dioses
inmortales, que todo aquello era una grandisima bufonada, y que
habia de hacer, con Peticion en forma, que el Señor Alcalde Mayor
hiciese una informacion plena, y jurídica, tomando el dicho á mas de
quatrocientos testigos, y entre ellos á las criadas de Don Pablo
Melendez, para que jurasen, que todo lo contenido en el Método
Racional, era tan verdadero, como los quatro Evangelios; y que no
habia en el tal Libro clausula, proposicion, ápice, ó tilde, que no
fuese muy conforme á las purisimas reglas de la mas acendrada,
acrisolada, y destilada Filosofía Médica Chirúrgica, Theológica, y
Mathemática; y que esta informacion asi plenisima, autenticada, para
mayor abundamiento, con las firmas, y signos de tres Notarios, la
habia de poner en manos del Real Proto-Medicato, para que le
hiciesen justicia, y nunca le parase perjuicio la malignidad de sus
contrarios. Esto me escribe el Amigo, y me asegura con seriedad, que
efectivamente el Cirujano Latino está entendiendo con la mayor
aplicacion en esta diligencia; Vmd descomponga por un rato su
gravedad innata, dé libertad á las carcajadas, mientras yo recojo
las mias, que andan sueltas como Frayles, desde que leí esta notable
noticia. Lástima es en conciencia hacer mal al pobrecito Carmona.
El mismo de arriba.
Cartas de Juan de la Encina. Obra de...
José Franciso Isla

Copyright (c) Universidad de Alicante, Banco Santander
Central Hispano 1999-2000

Cartas de Juan de la Encina. Obra de...
José Franciso Isla

Carta tercera
De aquel mismo, para aquel propio.
Muy Señor mio: A las tres vá la vencida; pero segun Vmd. me avisa,
creo que antes de las tres se dio ya por vencido el Cirujano
Carmona. Pintamele Vmd. con unas señas dudosas, que pueden hacer á
zaynas, y á compungidas, porque me dice Vmd. que trahe la peluca
negligente, la calva humeda, el semblante abollado, con algunos
pliegues á trechos; la vista líquida y embozada con las cejas; la
voz confusa, y un si es no es intercadente; las piernas arrolladas,
y todo el cuerpo en tono de Gloria Patri; lo que se percibe mejor
quando se apéa, y quiere interrumpir por un poco la figura de
Sátiro, ó de Centauro. Añade Vmd. que ya no galléa tanto en las
tertulias nocturnas que se suelen convocar en el Atrio de la Mayor,
donde antes se hacía insufrible su orgullo, y la valiente cobardia
con que ajaba el honor de sus contrarios ausentes. Inclinase Vmd. á
creer que estas son señales de hombre reconcentrado; pero yo, que á
veces me descuido en ser piadoso, aunque ni entiendo, ni creo mucho
en fisonomías, todavia tengo para mí, que esas señas son de hombre
arrepentido. Porque mire Vmd., aunque yo nunca hice concepto de que
el Licenciado Carmona fuese el hombre mas capáz del mundo; pero
siempre le tube por tan capáz de serlo, como al que mas: y una vez
que no hubiese repugnancia metafísica, en que el Licenciado abriese
un tantíco los ojos de la razon no era dudable que los habia de
abrir á los golpes de luz que le dieron mis dos primeras Cartas. En
ellas le hice vér mas claro que el mediodia, la sinrazon con que se
habia recalentado; el atropellamiento con que habia escrito, la
ceguedad con que habia ultrajado á dos hombres tan de bien, como el
Doctor Ruiz, y el Cirujano Medina, uno y otro Maestrazos en su
esfera, Coriféos en sus facultades, y que sin agraviarle, ni
disminuirle al Latino, cada uno de ellos le hace tanto exceso,
Quantum lenta solent inter viburna
cupressi

Con estos desengaños, templado el primer ardor, sosegada la
cólera, y digerida ya la voráz melancolía asada, viendose objeto
risible de los corrillos alegres; tengo por cosa muy natural que
haya reconocido su yerro, llorado su culpa, y arrepentidose de su
pecado; y que esas señas atufadas, mas sean de dolor, que de
despique. Si esto es asi, desde luego alabo su cordura, tanto como
antes vituperé su atrevimiento. Pero con todo eso, no puedo tocar á
recoger como quisiera, y tengo por necesario recorrer, aunque sea
muy al trote, los Capitulos que restan, porque si dexára de hacerlo,
quizá juzgaria el diablo cojuelo que era carestía de materia la
abundancia de compasion. Pues alto, y vamos á ello.
Pregunta en el Cap. 7. ¿si el aceyte comun es repercusivo? Y dá
por razon de tan estraña pregunta, el haber dicho el Doctor Ruiz en
la Consulta, que era frio el aceyte comun. Constame de fijo que
miente sin temor de la Cruzada. Mi amo no dijo que el aceyte comun
era frio; solo aseguró, que cerraba los poros de la úlcera, y que
embarazando el curso á la fluxion, accidentalmente la hacia
retroceder. Esto no es decir que sea frio, ó repercusivo el aceyte
comun, sino impropia, ó indirectamente. Pero supongamos que se
hubiese dicho la proposicion que él finge.¿Tan grandisimo, y tan
falso testimonio le parece al Licenciado? Pues mire, todas quantas
pruebas amontona para despojar al aceyte de esta qualidad, todas
convencen que la tiene; y si no vamos al exâmen. Dice lo primero,
que no es frio el aceyte comun, porque no se congela como el agua,
sino que solamente se espesa; y para autorizar esta mentira enorme,
contraria á la experiencia de todos los que no son ciegos, cita á
Jacobo Schenkio; verdaderamente, que quando leí semejante
desproposito, me faltó poco para creer que á Carmona se le habia
congelado el meollo de la razon. Con que Señor Licenciado ¿el aceyte
no se hiela? Y esto lo dice Vmd. de serio? Y en Segovia? Y facha á
facha en los mismos hocicos de la Fuen-Fria? ¿No merecia Vmd. que
por Enero le saliesen á desmentir publicamente todos los candiles de
garabato, todas las alcuzas, y todas las tinajas de aceyte? Si como
Vmd. echó mano de Padres Maestros, Predicadores en infusion de
Abades, y Lectores, para que le ayudasen á remendar su Librete, le
hubiera fiado al exâmen de algun Padre Cocinero; á buen seguro, que
no le hubiera dexado pasar semejante proposicion. El le diria los
enfaduelos las rabietas, y los rectos degollados, que le tiene de
costa las frescas burlas que suele hacerle el aceyte en el corazon
del Invierno, quando vá de priesa á forjar una tortilla, reconviene
á la alcuza, llama al aceyte, y él tieso que tieso, sin querer
salir, y duro como un garrote: de manera, que muchas veces es
necesario el socorro de paños calientes, y el auxilio del fuego para
derretir su obstinacion. Y con todo eso nos querrá persuadir el
Licenciado, que el aceyte comun no se congela, creyendo mas á Jacobo
Schenkio, que á sus mismos ojos, manos y experiencia. Digase la
verdad, Carmona está energúmeno, y poseído del mal espiritu de
contradiccion. Cierto Licenciado porfiador eterno, y terco desde ab
initio, tenia particular complacencia en contradecir quanto
afirmaban sus Compañeros. Uno de ellos tenia un libro en la mano; y
el Licenciado porfiado, dió en la manía de que aquel no era libro:
sobre si era libro ó no lo era, estubieron altercando un grande
rato, hasta que cansado el Compañero, le dijo al porfiadisimo
porfiado: Hombre, si no lo quieres creer, tomale, mirale, tocale,
palpale; á que respondió el picarón con esdrujula prontitud: Tomole
mirole, tocole, palpole; pero niegole, niegole, niegole, niegole
niegole.
Lo mejor es la sanidad con que dice Carmona que el aceyte no se
congela, pero que se espesa. Bendito entre todos los Carmonas, en
los líquidos congelarse, espesarse, endurecerse, coagularse,
condensarse y obstruirse, todo es una misma cosa con nombres
diferentes, asi como decia el otro Cirujano Portugués, llamado
Ferreyras, que Ferreyras, é sua mula, eran duas bestas distintas, é
un soulo Ferreyras verdadeyro. Si el Licenciado quiere decirnos que
el aceyte, quando se hiela, no se endurece tanto como el Tamesis, ó
el Mar Caspio, por donde corren Postas y Patines; sea por amor de
Dios la extraordinaria noticia.
No es de mejor calibre la segunda razon que alega. Dice, que no
se congela el aceyte porque está lleno de espiritus aëreos y no de
aquosos: lo que prueba con demonstracion, (ahí es decir que se
contenta con poco) porque echado sobre el agua no se unde, antes
nada encima de ella. ¡Terrible demostracion! Como si el Latino no
estubiera lleno de ayre, y con todo eso es frio, y aun helado in
summo. Si el aceyte nada sobre el agua, esa habilidad es efecto de
su mayor ligereza; pero no de la oposicion que tenga con la misma
agua: antes en atencion á que participa tanto de su misma
naturaleza, podiamos decir que el agua no sorbe, traga, ó engulle al
aceyte, como lo hace con otros líquidos, sino que le acaricia, y le
trahe sobre sus ombros, ó en palmillas, Lea á Etmulero, si es que lo
entiende, y él le enseñará que el aceyte, dexado por mucho tiempo en
alguna vasija, se resuelve, ó se transforma en agua; pero ninguno ha
dicho hasta ahora, que este licor se desvanezca en ayre, que eso
sería idear al aceyte con calidades de flato, lo que fuera una
grandisima porquería. Que el aceyte cause ó no cause vómito que sea,
ó no sea contra veneno, ¿qué importará para probar que no es frio?
¿Y á qué proposito inquietará el Latino á Platon, y á Alberto Magno
para persuadir una insulséz tan agena del asunto? Esto no es mas que
gana de tiznar paginas, y de echar aceyte en el fuego de los
Impresores, de los quales, por esta y por otras Obrillas semejantes,
si es que ha tenido semejante la Obra de Carmona, dijo bien el que
dijo:
Impresores infelices
A quienes solos condenan,
Menos que pecados propios
Las malas Obras agenas.

Dice en el Capitulo octavo, que por tocarle la relacion, como
Cirujano de Cabecera (si ha dicho Cirujano de Cabezal, dice una gran
cosa) votó el primero. ¡Miren qué causal, ó qué conseqüencia! Por
tocar la relacion, habia de relatar el primero; pero votar el
primero, porque fue el primero que echó la relacion, solo Carmona lo
ha dicho; porque en toda conferencia, ó consulta arreglada, el que
hace la planta de la proposicion, es el primero que habla, y el
ultimo que determina, es el mas antiguo. Añade que todos se
conformaron con su voto; y en la pagina siguiente, que es la 86.
confiesa: Que votó Medina la lechinacion, que él se apartó de ella,
y que los dos Señores Doctores se aplicaron al voto de Medina,
porque sus razones, y fundamentos los debieron de hacer mas fuerza.
Aqui de Dios, hermano Latino, si todos se conformaron con su voto de
Vmd. ¿cómo se aplicaron todos al voto de Medina, que fue contrario
al de Vmd.? Acaso dirá que eso fue en diferentes dias, y en diversas
Consultas; pero dirálo de gracia, porque él mismo confiesa en varias
partes, que siempre estubo inmoble su dictamen; con que siempre
queda en pie la contradiccion palmaria, de que todos se conformaron
con su voto, y todos se aplicaron al sentir contrario. Algo
olvidadizo me parece el Licenciado, y á fé que no venia aqui mal un
cuentecillo. Cierta Señora, que padecia la misma flaqueza de
memoria, se hallaba en una visita de recien ida á un Lugar; y
preguntó á otra que estaba junto á ella, ¿quántos hijos tenia? Esta
la respondió muy cortesana, que tenia tres Criados á su disposicion
para servirla: de alli á un quarto de hora la buena Señora recien
llegada, ó distrahída en otras especies, ó no acordandose de lo que
habia preguntado, volviendose ácia la misma, repitió la propia
pregunta, diciendola: Y Vmd. mi Señora Doña Maria, ¿quántos hijos
tiene? La Doña Maria que era taymada y socarrona, reprimiendo la
risa, que le andaba retozando, respondió con bellaca seriedad:
Señora, como no he buelto á parir desde que Vmd. me lo preguntó,
todavia no tengo mas que tres. A semejantes respuestas punzantes y
significativas se exponen los que son de memoria lerda, como nuestro
Licenciado.
Y no le parece à Vmd. que es admirable la sencillez del pobre
Carmona, quando en la misma pag. 86. dice con su poco de reconcomio,
y relamiendose en la noticia, que viendo los Padres de la niña
enferma la oposicion de dictamenes, eligieron el suyo. ¿Y qué
sucedió? ¿Qué habia de suceder? Abrirse el absceso; evacuóse la
mayor parte del pús; cesaron los dolores; huyó la calentura; bolvió
el sueño que andaba amontado. ¿Pues qué hacemos? A qué aguardamos?
En qué nos detenemos? ¡Victor Carmona! Victor el Licenciado! Viva el
Latino! Y vayanse los dos Médicos, con el amigo Medina, á pretender
plaza de Artilleros en el egército de Africa, que solo el Cirujano
Real de Obras, y Bosques, sin el socorro de sus Tropas auxiliares,
ha conseguido una completisima victoria, derrotando enteramente las
fuerzas de el Enemigo; pero sosieguese Vmd. un poco, recoja los
Victores, embayne la algazara, y tenga flema para acabar de oír la
relacion de el Latino. Prosigue así: Tres dias duró esta felicidad
(dure su merced por tres centenares de años ), y en la declinacion
de el tercero dia, le acometió una calentura tan grande, que la duró
su fuerza mas de veinte y quatro horas, 4 la, que no se vió libre en
diez y seis dias, teniendo en todo este tiempo diaria accesiones, de
que rarisima vez se hallaba limpia. No se paga con dinero la
candidéz del buen hombre. Señor Carmona, y ¿éste fue el fruto de su
voto? Este el efecto de su cura? En esto paró aquella evacuacion del
pús? Aquella suspension de los dolores? Aquella fuga de la fiebre? Y
aquel recóbro de el sueño, que habia hecho novillos? Y ésta es la
victoria decantada? Y éste es el triunfo aplaudido? Pues ha de saber
Vmd. que revolviendo unos mamotretos viejos, hallé pocos dias há un
papel impreso, con este titulo: Triunfos de Vasco Figueyra,
traducidos de el Portugués en Castellano. Picóme la curiosidad,
acudí al Indice, y ví que decia asi: Triunfo I. Desafia Vasco
Figueyra á Pedro Coello, y Pedro Coello azota á Vasco Figueyra.
Triunfo II. Asienta plaza de Soldado Vasco Figueyra; levantase una
pendencia entre los de su rancho, y dandole de palos. Triunfo III.
Sale Vasco Figueyra al campo encuentra á un Castellano, arranca la
espingarda, acomete al Castellano con brabura, y el Castellano quita
la espingarda á Vasco Figueyra, y fartale de coces. A este tono
proseguian los demás Triunfos, y todos los Triunfos de Carmona se me
figuran á este tono.
En el Cap. 9. reflexiona sobre lo que pasó con el Cirujano, y
por no dejar su buena costumbre, relaciona algunas mentiras;
suspresiona muchas verdades; exâgeraciona varias impertinencias;
masticaciona tal qual autoridad; pero ninguna digestiona. Lo primero
que relaciona es, no lo que dijo, sino lo que soñó Carmona que habia
dicho Medina, á quien trata siempre con fastidosisima llaneza,
nombrandole Manuel de Medina á secas, y esto quando á sí mismo se
adorna con las campanillas graciosas, y aun gratuitas de Don, y de
Licenciado, ¿Quién podrá sufrir hinchazón tan extravagante? ¿Dónde
hay paciencia para tolerar, que el Señor Don Licenciado, con
arrogancia de niño que tiene zapatos nuevos, desprecie tan á su
salvo al Cirujano Medina, aquel cuya estatura, midase por donde se
midiere, levanta tantos codos sobre la de Carmona que mirado Carmona
desde la cabeza de Medina, parece un escarabajo que anda por la
tierra formando pelotillas de estiercol? Digase la verdad. Vió, y
está viendo el Latino, que á pesar de su Latin, de su Licencia, y de
su Don, todo tan postizo como la peluca, el Cirujano Medina, sin
Don, sin Licencia, y sin Latin, por su notoria superioridad en lo
que sabe, en lo que discurre, en lo que practíca, y por aquellos sus
naturales terminos afables, cortesanos y modestos, se levanta con la
devocion de todos los enfermos, y con la estimacion de todos los
sanos: Véle dueño de las principales casas; introducido con
singularisimo aprecio en muchas Comunidades; aplaudido de los que le
conocen; deseado de los que no le tratan; y en fin, Juez de
apelacion en varios yerros, ó en varios desaciertos del mismo
Latinisimo Carmona. Esto le coció el atrabilis; esto le asó la voráz
melancolía, y de aqui nace la desconcertada furia con que le aja, le
desestima, le vilipendia, citandole tan desnudo de autoridad como lo
está el Licenciado de razon, de ciencia y de cortesía. Pues sepa el
Señor Latino, que á pesar de su furia desconcertada, efecto de su
voráz melancolía asada, Don Manuel de Medina nunca se ha visto tan
acariciado, tan favorecido, y tan abrigado, como despues que su
merced le sacó á luz, y le puso á la vergüenza tan en cueros en su
Método Irracional, y Gobierno Pollinico. Todos los hombres de bien
de Segovia, á quienes abochornó el descaro Carmoniano, han hecho
empeño de estimar mas á Medina, desde que se publicó el Librete
Metódico, y cada dia vá engrosando su partido con nuevas casas, que
se le entregan, y se le rinden á discrecion. Sepa todavia mas el
Licenciado; es á saber, que Medina, con no tener Don, ni Grado por
el Rey, ni ser Cirujano de la Real Familia de Obras y Bosques, ni
tener peluca, no ha cometido, ni ha de cometer jamás la desdichada
vileza que actualmente está cometiendo el Señor Don Latino; quien,
en medio de sus cascabeles y alharacas, tiene cachaza y flema para
sufrir ser subalterno del Cirujano de Zamarramala, el qual obtiene
en el Parral la plaza de Cirujano; y el Señor Licenciado Don Josef
de Carmona Martinez, Cirujano de la Real Familia de Obras y Bosques,
y Titular de la Ciudad de Segovia; en el mismo Monasterio, no logra
mas titulo, ni egerce mas empleo, que el de mero Sangrador. Y con
todo eso se nos viene con ventoleras; pues llevese esta repasata,
disimúle esta digresion; y bolvamos á la segunda Consulta.
En ella mantubo Medina el mismo parecer que en la primera;
salvo, que ahora se aferró mas en su dictamen, habiendo visto
cumplido todo el pronóstico que hizo, luego que se resolvió la
curacion Carmoniana. Siempre fue de sentir que el tumor era una
apostema con principio de supuracion; y quando llegó el lance de
abrirle, viendo la figura del tumor, que era plano, con dos
eminencias, y un intermedio, á manera de foso muy profundo, lleno de
material grueso, que se formó por via de crisis, y todo cerca de la
articulacion, sin genero de duda votó lechinos, digestivos, y
mundificativos, fundado en razon, en autoridad y en experiencia. Lo
mismo votó en la segunda Consulta, y lo mismo votaria en la
centesima, manteniendose constantes las mismas circunstancias; pero
su dictamen no le estableció, ni por sueño, en las razones, ó
sinrazones, que planta el Licenciado en figura silogística,
reventando de Eclesiástico, y dando á entender que es tan Lógico,
como Gramático; y tan Gramático, como Metódico; y tan Metódico, como
Político. Sería nunca acabar si hubiera de seguir á Carmona por toda
la inculta broza de este Capítulo, donde padece conocida diarréa de
textos, flujo de citas, y corrupcion de autoridades. No es mi ánimo
impugnarle todos los disparates que dice:
Porque ¿quién ha de tener
Paciencia para impugnar,
Al que se empeña en errar
Todo lo que ha de saber?
Entonces vendria á ser
La misma paciencia error,
Y la impugnacion mayor:
Pues ¿quién impugnó hasta aqui,
Ni el gruñir al Javalí,
Ni el rebuznar al Menor

Pero debo prevenir al Licenciado, que otra vez no se meta en
corregir la plana á Galeno alterandole las palabras, y substituyendo
otras, que aunque digan en substancia lo mismo, lo dicen de muy
diferente manera. En todo el Libro tercero del Método Galénico, que
es el que cita el Latino,
en la pag. 119. no se hallan las palabras que él refiere:
Studee oportet, ut eo modo componatur medicamentum, ut ad fundum
ulceris ejus vis penetrare volcat. Y aunque sé muy bien que el
Latino no levantó este falso testimonio de su cabeza, sino que le
halló ya levantado en cierta parte que yo sé; de donde trasladó, no
solo esta autoridad, sino casi toda la doctrina de este Capítulo
(que en el original está bien aplicada, pero en la copia está
perversamente trahída); con todo eso, es grave delito del Licenciado
el no acudir á la fuente, y creer á otros sobre su palabra, cuando
con tanta facilidad podia desengañarse. Y crece mas la culpa, por la
circunscunstancia de ser esta autoridad, supuesta aquella, en que
mas se rebuelca, y con la qual canta la victoria: no embargante de
ser una sentencia de N. y lugar de cajon, ó de encage, que hace á
todo, y maldita la cosa prueba. Ahora bien, tenga entendido el Señor
Don Licenciado, que Galeno nada dice de lo que él le hace decir, por
lo menos en el lugar para donde nos combida. Las palabras propias
enérgicas, y algo mas elegantes que las que gasta Carmona, son
éstas, y las hallará en el Cap. 4. del lib 3. del Mét. Considerandum
igitur est, non modo, an siccans adstringensque medice medicamentum
sit, verum etiam an pervenire ad imum valeat. Este es el unico lugar
que se halla en todo el Libro tercero, con alguna alusion ( aunque
tan larga como el pescuezo de su mula), á lo que pretende el
desdichado Latino; pero no las palabras, que él trahe, y las
trasladó de aquella cierta parte. Tambien le prevengo
caritativamente, y por via de admonicion fraterna, que dé dos
quartos á un Gramático, para que le construya la referida sentencia
y hallará, que por ella de medio á medio se condenan sus parches
superficiales, desterrandolos á los profundos, porque no llegan, ni
pueden llegar á lo profundo de las úlceras.
Dice, que el Capítulo 10. publíca como prosiguió en la
Consulta, y un amigo veráz que se halló presente á ella, y obsevó
con inteligencia quanto garló el Licenciado, me escribe, que nada
dijo en la Consulta de quanto escribió en el Capítulo. Sin dar
tormento á mis creederas, me persuado á que sería asi, porque en el
tal Capítulo cita á Santo Tomás, á Seneca, á Aristóteles, y á
Paracelso; es verdad que á todos cita inportunisimamente, por no
perder la mala costumbre: y me consta de cierto, que éstas, y todas
las demás autoridades de su libro (excepto las que trasladó de
Rivera, y de Pradillo, si es que Pradillo, y Rivera son dos) las
encargó á varios amigos, despues que ya tenia ideada su grande Obra;
y no era facil que las alegase el Latino en la Consulta, sino que
fuese en profecía. ¿Pues á qué son se nos quiere hacer erudíto de
repente; quando aun de pensado sabemos que es erudíto sin E? Pero si
es verdad, que en la Consulta gastó tanta prosa, aunque tan mala
como la que gasta en el Capítulo, para persuadir que la naturaleza
es el mejor Médico, la mejor Botica, y el mejor Bálsamo, proposicion
sabida de todo Albeytar, en que se rebuelca por mas de tres hojas,
desde luego admiro su extraña loquacidad; pero admiro mucho mas la
enorme paciencia de los tres acompañados que le oyeron. Y no puedo
dejar de decir á Vmd. que me ha caído muy en gracia el tremendo
disparate que pronuncia con bobisima satisfaccion en la pag. 128.
del mismo Capítulo 10. Dice su merced, en tono muy ponderado: Que no
habrá quien diga que la carne, la gordura, la sangre, [...]c la
engendre el hombre, ni la comida, sino que todo eso lo hace la
naturaleza. Pues yo digo, que no habrá quien diga lo contrario, sino
que Dios quiera criar otro Carmona, para ostentar su virtud
omnipotente, la qual no ha criado hasta ahora animal tan imperfecto,
ni ente tan ridículo, que no se quede con fuerzas reservadas para
producir otro mayor. Y si no, diganos el desdichado Balandrán: qué
podrá responderme, ¿que él por lo menos experimenta en sí mismo
diferencia muy esencial? Creoselo de muy buena gana, porque todos
estamos en que Carmona es especie distinta de los demás hombres;
pero es menester que tambien esté en esa inteligencia el Licenciado;
el qual, por este motivo, sin el menor escrupulo, podrá adoptar por
suyas las palabras del Fariséo: Non sum sicut cœteri homines; y no
haya miedo que se las atribuyan á arrogancia, sino á sinceridad, y
conocimiento proprio. Tambien ha de saber el eloqüentisimo Latino,
que la comida y la bebida engendran la gordura y la sangre, como
causa material; y esto lo mismo sucede en Carmona, que en los
hombres; porque en quanto á los efectos naturales de alimentos, y de
pastos, vamos iguales los hombres, y los brutos. Risa me causa la
sinceridad con que dice en la pag. 130. Que el buen efecto de sus
parches en semejantes curas, se le ha acreditado la experiencia de
diez y seis años que há que sigue la via particular. Es cierto que
há diez y seis años que sigue esta rara via; pero tambien há los
mismos que há que egecuta garrafalisimos desaciertos: Pudiera
referir á Vmd. un crecido catálogo de estos errores; pero no quiero
molestarle con una noticia que por comun y pública, no puede menos
de tener Vmd. muy presente. Contentome con decir á Vmd. que sin el
menor remordimiento, se puede aplicar á la via particular, y
metódica del Licenciado, aquellas manoseadas redondillas, que se
digeron la primera vez por el Doctor Carlino:
Con grande método mata
Nuestro Doctor quantos cura:
Los que no pulsa, esos viven;
Pero mueren los que pulsa.
El Cura, y Carlino juntos,
Siempre recetan á una;
Dice recipe, Carlino,
Requiescat in pace, el Cura.
Saben esto los Criados,
Y asi antes de ir por la purga,
Se pasan por la Parroquia,
Para prevenir la tumba.

Donde mas desbarra el Latino es en el Capítulo 11.; pero
también se ha de confesar, que aqui desbarra con mas razon, y con
menos disculpa. Metese á exâminar la causa de las calenturas, que
acometieron á la niña: dice mil pobrezas; pero eso ¿qué importa? si
no tiene obligacion á saber en esto lo que se dice. Ya significa él
mismo, que esta materia pertenece á los Médicos, y confiesa, que él
no lo es (si no nos lo digera con tanta seriedad, apenas lo
creyeramos): Perdonansele, pues, los diparates que aqui zurce,
aunque no se le perdona el arrojo voluntario de zurcirlos. Tampoco
se le puede disimular en conciencia, la crasisima ignorancia con que
asegura, pag. 140. Que los efluvios, vapores, y fuligines, se
introducen por las Arterias, por medio de la circulacion. Este es un
error descomunal, que no puede pasar sin castigo, porque son el
christos de la Cirujía el saber, que por las Arterias no puede
circular níngun efluvio, vapor ó fuligo: esa es funcion propia, y
privativa de las venas, que son los cauces, y canales por donde se
comunica el reflujo de los humores de todas las partes del cuerpo al
corazon. Tampoco le hemos de sufrir la osadía con que nos míente en
nuestras barbas, repitiendo varias veces, que oyó esto, aquello, y
lo otro en Alcalá, queriendo persuadir, que fue Profesor en aquella
Universidad. Si esto lo escribiera el Licenciado en Astracán, en
Londres, ó en Stokolmo, aún sería intolerable su embustera
presuncion; pero que se atreva á estampar esto en Madrid, y á
publícarlo en Segovia, donde todos le conocen desde tamañito, y
donde saben todos, que en la Gramática no pasó de Menores, y que
desde alli saltó inmediatamente á desterrar carrillos, y á fabricar
guedejas; es falsedad insufrible, y que ninguno se la creerá, aunque
haga dos mil Probanzas jurídicas, con citacion de todos los
Cementerios por testigos. Sin querer se me viene á la memoria la
sandéz de un Labrador infinitamente tonto; pero tan porfiado, como
simple; y tan presumido, como porfiado. Era de estos, que han pasado
dos veces el Caton Christiano, y saben de memoria los Doce Pares.
Cada dia estaba altercando con el Cura, sobre qualquiera materia que
se ofreciese, y si el Cura le preguntaba ¿dónde habia visto, ó
leído, aquellos disparates? Respondia el Labrador, ahuecando el
gaznate, hundiendo la barba, y abultando su poco de sobrecejo.
¿Dónde lo he visto? ¿Dónde lo he leído? Lo he leído en la
Universidad de Salamanca; y estoy mas harto de leer en ella, que su
merced en Breviario. ¿Pues qué señas tiene la Universidad de
Salamanca? Le preguntó el Cura entre zumbón y enfadado: ¿Qué señas
tiene? Respondió el Labrador: Es un libro muy grande aforrado en
pasta, á manera de un Misal, con tas hojas escribidas por detrás, y
por delante. El Cura se desternillaba, el Escribano del Lugar se
reía, y el Labrador, levantaba la voz, y los decia: Señores, no hay
que hacer burla; ese Libro de la Universidad de Salamanca le tengo
yo en mi casa, que le heredé de mi tio el Licenciado Arroyo, Cura de
Gumiel de Abajo: por mas señas, que por el rezaba mi tio el Cura los
Maytines.
Acia el fin del famoso §. donde el Latino se supone tan versado
en la Universidad de Alcalá, como nuestro Labrador en la de
Salamanca, hablando de las señales de la putrefaccion de la fiebre,
en la pagina 146. estampó este clausulote estupendo: Y porque el
Doctor Ruiz no diga, que ignora las señales, aqui se las pongo
presentes, que asi sabrá su merced la diferencia que hay de un
Cirujano Latino, á un Romancista. Al leer este admirable rasgo de la
profundidad Carmoniana, juzgué yo, y juzgaria tambien Vmd. que nos
iba á descubrir unas señales, sacadas inmediatamente de las entrañas
Latinas de Galeno, ó de los hijares Griegos de Hipócrates, por la
Llave Maestra de Willis, Sidenham, Etmulero, Lucas Tozzi, ó algun
otro de tantos elevados Interpretes como han explicado las
observaciones, y pensamientos de aquellos dos grandes hombres en
idioma Latino, culto, eloquente y elegante, escondido por eso este
tesoro á la pobreza de los tristes Romancistas, y franqueado
solamente á los que son de la llave dorada, y tienen puerta franca
en los mas reservados gavinetes de la Latinidad, como nuestro
Licenciado. Esto imaginaba yo, esto imaginaría Vmd. y esto
imaginaría qualquiera; pero qualquiera, Vmd. y yo, nos engañamos
poderosamente; porque las recónditas señales que cita Carmona,
colocando en la noticia de ellas la diferencia entre un Cirujano
Latino, y un Romancista, están trasladadas al pie de la letra, sin
quitar, ni poner, y con no acostumbrada legalidad de la Febrilogia
Chirúrgica del Doctor Ribera, cap. 3. pag. 16. y 17. Vmd. haga por
Dios el cotejo, y hallará, que toda la hoja y media que hay desde el
§. de Carmona, en la pag. 146., hasta la primera linea de la pag.
148. está fidelisimamente copiada del lugar que cito en la
Febrilogia Chirúrgica; salvo, que donde Ribera dice Fiebre, Carmona
lee Calentura; y donde escribe Calentura Ribera, traslada Fiebre
Carmona. Este Libro de Ribera está en Romance claro, liso, llano y
muy inteligible, porque se escribió para que te entendiese el Señor
Latino, con el motivo de otro disparate que hizo semejante al de la
cura de los sabañones. Por esta razon anda la tal Obra en las manos
de todos los Cirujanos, y Barberos de esa Ciudad: tienenla tambien
algunos sugetos que no son de la profesion; y me consta que pasan de
veinte las Febrilogias que hay en Segovia. Siendo todo esto asi,
como lo es, ¿no es una mala vergüenza, que el Licenciado Latino
tenga avilantez para escribir, que en la noticia de estas señales,
se conoce la diferencia de un Cirujano Latino, á un Romancista?
Quando las tales señales las trasladó de un Libro Castellano,
comunisimo, y que le puede leer y entender el Romancista mas zurdo?
¿Y no es osadía, aun mucho mas insufrible, que al acabar de
trasladar á Ribera, inmediatamente, y sin que haya siquiera enmedio
de él el débil tabique de un renglon, diga con grandisima seguridad,
cachaza y sorna el bendito Licenciado: En el Aula de Medicina de la
Universidad de Alcalá oí explicar dichos Signos, de la doctrina del
doctisimo Enriquez de Villa-Corta? Señor Latino, ¿qué Aula? qué
Universidad? ni qué Villa-Corta de mis pecados? Si Vmd. no ha visto
para saber tales signos mas Universidad que la Febrilogia; ni mas
Aula, que el Capitulo tercero; ni mas Villa-Corta, que el Doctor
Ribera; ¿no venia aqui de perlas aquel estrivillo que se repite en
cierta Comedia:
A la corta, ó á la larga,
Siempre miente el Doctor Parga?

Gana tenia de no ensuciarme mas en el lodazal inmenso de este
Capitulo; pero se me hace cargo de conciencia no detenerme un poco
en admirar la clausula con que acaba, y es de las mas asombrosas,
que hasta ahora se han escrito. Buelvese al Doctor Ruiz con un
gravisimo apostrofe; y haciendo primero almondeguillas las palabras,
á puro rebolverlas en la boca, le dice con hinchadisima, exquisita y
extravagante energía: Vmd. sabio Doctor, me enseñareis, dando
respuesta, que desde ahora me reemplazo á ser vuestro discipulo, por
los muchos deseos en que me ha puesto vuestra sabiduría, para
aprender algo de lo que ignoro. ¿Habrán visto los moldes en todos
sus largos dias paloteado de voces mas necio, ni mas estrafalario?
Aquel casar la tercera persona de singular con la segunda de plural,
no es un matrimonio elegante, invencion proprisima de la mollera
Carmoniana? Vmd. me enseñareis ¿no es un milagro de las
concordancias? ¿Y no será muchisima razon que todos demos las
gracias al Señor Latino, porque nos ha libertado de la pesadisima
corma en que nos habian constituido las reglas gramaticales,
precisandonos á concordar el verbo con el nombre en número, y en
persona? Esta era una tiranía de la locucion, una esclavitud de las
palabras, unos grillos injustos, sobre pesados, de las voces: Ya nos
hallamos libres de este manantial perenne de solecismos; y asi, sin
incurrir en la mas ligera culpa contra la buena Gramática, ni
exponernos á que nos silven los chulos, ó nos gruñan los Académicos,
teniendonos por Vizcaínos recien trasplantados del Vascuence,
podemos decir sin rubor, con grandisima entereza: Vmd. Señor Latino,
no sabes lo que te pescais; porque haces usted una mezcla de
lenguaje, que es para alabar á Dios; y vos nos causas risa, como
quiera que las simplezas de vos, muevan á desprecio de tí.
Con esto metamonos ya en el Capitulo 12. y ultimo del insigne
Método racional, y Gobierno Chirúrgirco; el qual Gobierno se me
figuraba al de el famoso Sancho Panza en la Insula Barataria, segun
se iba retardando; pero al fin llegamos á él despues de haber
vencido pielagos inmensos de disparates, montes incultos de
boberías, selvas asperisimas llenas de broza, y pobladas de
sabandijas, dilatados desiertos, páramos eternos de doctrina. Este
Gobierno, pues, donde egercita la jurisdiccion de Baston Chirúrgico
el Señor Gobernador Carmona, es el referido Capítulo 12. donde trata
de el Gobierno que ha de tener el Cirujano para curar los tumores, y
úlceras asociadas con el morbo mas cruel. Aqui le verá Vmd. expedir
decretos, dar ordenes, y prescribir leyes á los tristes Cirujanos
Romancistas, tratandólos como á unos pobres Soldados gregarios, de
la infinita plebe de la Milicia. Si el Cirujano es Romancista
(pronuncia en la pag. 157. con resolucion de Gobernador, ó con
humillos de Oraculo) luego que vea calentura en qualquier caso
Chirúrgico, porque no sabe si es esencial, ó accidental, para
cumplir con su conciencia, debe llamar al Médico. Dice su merced
estupendisimamente; pero respondame por su vida á esta preguntilla
escrupulosa. Y si el Cirujano es Latino, vé calentura, y no sabe si
es esencial, ó accidental, ¿cumplirá con su conciencia si no llama
al Señor Doctor? Acaso me negará el supuesto; y me dirá, que no
puede haber Cirujano Latino que no sepa si es esencial, ó accidental
la calentura. Pero si su merced dá esta respuesta, yo le mostraré un
Cirujano de nuestros tiempos, Latino hasta no mas, Escritor de
molde, y hombre que anda solicitando casa retirada para escribir
mas, y para obrar otras Obrillas que no sean partos de la razon,
sino cursos de un entendimiento achacoso, que por eso está de purga:
el qual Cirujano Latino, con todos estos pelendengues, no sabe, ni
conoce quando es esencial, ó quando es accidental la fiebre, como lo
hice manifiesto ácia el fin de mi primera Carta, con un argumentillo
que no tiene facil solucion. Con que este Cirujano por lo menos, no
obstante de ser Latinisimo, en este particular ya le igualarémos con
los puros Romancistas.
Prosigue el Señor Legislador Gobernante con sus leyes de
Gobierno, y en la misma pag. 157 y 158. manda lo siguiente: Si los
Cirujanos Romancistas estubieren en Partidos, en donde no hay
Médico, en quanto no pudieren consultar con el que estubiere mas
inmediato... gobiernense por la Practica de Guadadupe, ó por la
Febrilogia Chirúrgica del Doctor Ribera. Aqui supone una máquina de
cosas. Supone lo primero, que solamente tienen obligacion de
consultar á los Médicos los Cirujanos Romancistas. Supone lo
segundo, que tienen obligacion de consultar, no como quiera á
qualquiera Médico, sino es al mas inmediato. Supone lo tercero, que
el Cirujano Latino está dispensado de esta obligacion, porque en los
casos Chirúrgicos, en que se excita calentura, debe saber si es
esencial, ó accidental, como qualquiera Médico. De donde se infiere
esencial, y naturalisimamente, que si el Cirujano Latino estubiere
mas inmediato que el Médico, al Cirujano Romancista, como en un
punto de si es esencial, ó accidental la fiebre Chirúrgica, sabe
tanto el Latino, como el Médico, el pobre Romancista á quien
sucediese el lance, no tendrá obligacion de consultar al Médico,
sino al Latino, que es el mas inmediato. Pues etele, que vá ahora mi
casito de Moral Chirúrgico. Supongamos que el Licenciado Carmona se
halla en el Parral echando unas ventosas, en cumplimiento de su
oficio de puro Sangrador, que tiene en el Monasterio; y supongamos
que en Zamarramala un niño, llamado Simon (o si no fuere Simon, sea
Simona) de resulta de un tumorcillo en los pies, con una úlcera en
el Carpo; padece repentinamente una cruel calentura, que le lleva de
Carpos, como de calles. Llaman al Cirujano de Zamarramala, que es
Romancista; llega apresurado, observa la novedad de la fiebre, no
sabe si es esencial, ó accidental, encuentrase embarazado; á este
tiempo le dicen qué el Licenciado Carmona está ventoseando á la
falda de la cuesta; pues ahora se pregunta, ¿si el buen Cirujano de
Zamarramala tendrá obligacion de consultar al Señor Latino, que es
el mas inmediato, y en el punto que se duda, sabe tanto como el
Médico mas remoto? Si le dispensa de esta obligacion, arruina todo
el armatoste de la segunda ley de su Gobierno; si le precisa á ella,
fiera cosa es estrechar á un Cirujano de bien, como es el de
Zamarramala, á que acuda, por via de apelacion, al Tribunal del
Latino, que es subalterno suyo por lo respectivo al Parral, en
calidad de Sangrador puro y neto; imponiendole esta dura ley en el
mismo territorio en que egercita su jurisdiccion suprema. Bien puede
ser que sea justo este Decreto del Señor Gobernador Chirúrgico; pero
yo no quiero creer que le obedezca el Cirujano de Zamarramala, ni
aun el mayor zamarro de todos los Cirujanos.
Siento mucho ir ya pecando de prolijo, y que me resten todavia
algunos punticos necesarios que tocar, por no poder detenerme á
decir á Vmd. que el Latino no es de aquellos hombres especulativos,
que dán buenos consejos á otros, y ellos no los practícan. De esta
culpa, á buen seguro que está muy distante nuestro Licenciado,
porque egecuta con escrupuloso rigor lo que aconseja. No quiero
traher mas que un verbi gracia, porque Vmd. no se amostace con mi
morosidad. Aconseja á los Cirujanos Romancistas, que acudan á la
Febrilogia Chirúrgica del Doctor Ribera; y él, olvidandose por el
buen egemplo de lo Latino, y humillandose por un poco á ser Cirujano
en Romance, acude tanto á la Febrilogia, que, para la composicion de
su Método apenas tubo presente otro Libro. No solo doctrinas, sino
es hojas enteras de la Febrilogia trasladó al pie de la letra, como
ya llevo observado, sin hacer mas que traher fuera de propósito lo
que Ribera dice con oportunidad. En este ultimo Capitulo no olvidó
su buena maña, antes la pone por obra tanto como en el que mas. Todo
lo que dice en la pag. 161. y 162. asi de la calentura intermitente
como de la sindicacion de la causa material, es copiado de la
Febrilogia, cap. 3. pag. 19. Lo que escribe en este mismo Capitulo,
pag. 179. y 180. acerca de la calentura hectica, lo trasladó de la
propia Febrilogia, cap. 19. pag. 332. El grande remedio de la Quina,
que aconseja en la pag. 182. aunque él dice que lo leyó en Ricardo
Mortón, no lo leyó sino en la Febrilogia de Ribera, pag. 333. donde
le halló citado al margen y trasladó las palabras de Mortón, como
las de el mismo Ribera en varias partes.
En vista de esto, yá conocerá Vmd. con quánta razon, y con
quánta verdad confiesa el Latino, que nada de lo que contiene el
Método Racional es suyo: asi lo asegura en la pag. 183. por estas
mismas palabras: Todo lo que en este libro leyere el muy sábio
Doctor Ruiz, no se lo vendo por mio. Dice bellisimamente, y todos se
lo creemos á pies juntillos; pues ni es suyo lo que trahe en el tal
libro, ni el tal libro le vende por suyo, ni por ageno, porque no le
vende; verificandose aqui al pie de la letra el comunisimo
proverbio: Quien no te conoce te compre; pues ninguno de los que
conocen al Autor, ha comprado su Obra. Es verdad que ahora con el
motivo de mis Cartas, puede ser que tenga mayor despacho; y en tal
caso, estará obligado, en conciencia, á repartir conmigo la
ganancia; y si lo hiciere, desde luego le empeño mi palabra, de
escribir otras Carticas semejantes, siempre que él diere á luz otras
semejantes Obras, para facilitarle el producto de su venta; pero
volvamos al Latino. Duróle poco el espiritu de ingenuidad, porque yá
que no se quiso arrogar el título de habil para nuevas producciones,
por lo menos se aplicó el de erudíto, y de hombre que ha rebuelto
muchos Autores, y sabe poner en orden, con buena eleccion, sus
doctrinas. Esto quiere decir, quando despues de las palabras
citadas, añade inmeditamente: Todas son doctrinas sacadas, y
escogidas de diferentes Autores antiguos, y modernos. Y cita luego
un crecido Catálogo de Escritores Médicos, y no Médicos; entre los
quales coloca en primer lugar á Santo Thomás, á Alberto Magno, y
ácia la cola á Seneca. Al leer esto, pensará Vmd. (ya se vé) que
Carmona, en su Método, es un Santo Thomás desleído, ó un Aberto
Magno colado, y un Seneca pasado por alquitára; ó por lo menos hará
Vmd. juicio, que trahe grandes, oportunas, y muy freqüentes
sentencias, y doctrinas de estos Autores. Pues no señor, Vmd. no
desperdicie juicios benignos, recojalos, y reservelos para mejor
ocasion; porque sepa Vmd. que á Santo Thomás solo le cita una vez
para una grandisima frescura: á Alberto Magno le trahe otra para una
importunidad; y de Seneca se acuerda dos veces, y entrambas á qual
menos, á proposito. Lo mismo sucede con los mas de los otros
Autores, que reza su Letania; de los quales, ni aun hace ligera
mencion en el cuerpo de la Obra. Lo cierto es, que él no los ha
visto sino que sean en Ribera, ó por el pergamino; y con todo eso
quiere que le creamos. ¿que no los alega por vanidad? Pues mire; no
há muchos dias, que concurrió en un corrillo de bellacos cierto
sugeto, tan ingenuo, como glorioso: alababase de mil guapezas
increíbles, y hacía suyos todos los lances de valor posibles, ó
imaginables. Al acabar de referir algunas de sus pretendidas
hazañas, tenia la costumbre de decir: Aseguro á ustedes, que esto no
lo digo por vanidad. Tanto repetia este fastidioso estrivillo, que
uno de los Tertulios concurrentes, sin poderse ir á la mano, le dijo
con disimulo: En eso no se pare Vmd. Señor Don Juan, porque yá le
conocen estos Señores. Y asi, todos estamos en que Vmd. no cuenta
esas cosas por vanidad: lo mas que creemos es, que las cuenta por
bobería.
Pone glorioso fin el cultisimo Latino á su insigne Método
Racional, y Gobierno Chirúrgico, con el discreto cartel de desafio,
en que previene al Doctor Ruiz: Que siempre que te ponga en la
palestra, tomará la pluma, que deja cortada, y en remojo en tinta
muy cortés, y no de alacranes, como hacen otros. Victor el Autor
Carmona, y retirese á descansar, que habrá quedado rebentado.
Mientras tanto, déme licencia para acribar estas ultimas
preciosisimas palabras, que no dejan de tener algunas granzas. En
quanto á la tinta de los alacranes, dansele muchas gracias por el
nuevo descubrimiento, porque no sabiamos hasta ahora que los
alacranes quitaban el oficio á las agallas, y á la caparrosa.
Suplicasele al Señor Licenciado, que nos explique con alguna mayor
claridad tan recóndito secreto, y que nos comunique la receta para
disponer la confeccion. Aquello que dice, de que su pluma queda en
remojo en tinta muy cortés, si es tan cortés como la tinta del
Método Racional; atengome al cuento del Tio Anton Bodega. Con todo
eso pudo escusar el echar su pluma en remojo; porque ciertamente no
está tan salada que lo necesite; y á mi parecer, sería mas cuerdo
consejo el echarla en escaveche. Lo otro de la palestra, con su
puntíca de desafio, à fé de hombre de bien, que me cae muy en
gracia, y que quiera Carmona, que no quiera, le tengo de encajar un
cuentecico donoso. Erase un maldito Cojo, y tan Cojo, que para ser
tullido, no le faltaba mas de que Carmona le curase. No se podia
mover sin el socorro de dos robustas muletas; y con todo eso era tan
fanfarrón el Cojo endemoniado, que por quitame allá esas pajas,
desafiaba à todo el genero humano. Un dia tuvo no sé qué repiquete
con cierto alentado mocetón, hombre de gran pujanza en los brazos,
de mucha destreza en la espada; pero de humor muy solemne, y á dos
por tres le desafió el Señor Cojo. A los principios oyó con risa, y
desprecio el desafio, diciendo: que no le sería bien contado en el
Lugar, que midiese su espada, con un hombre de fuerzas, y de
miembros tan desiguales; pero el diablo del Cojo estubo tan
porfiado, tan befador, y tan perro, atribuyendo á cobardía del otro
su prudente resistencia; y asegurando, que como él estubiese
arrimado á la pared, sin mas muleta que la espada, no temeria á
Oliveros de Castilla, ni á todos los Doce Pares; que al cabo, el
picaronazo del mozo, hizo que admitia el desafio, resuelto á
burlarse muy á su salvo de la fanfarronada del contrahecho. Aplazóse
dia, señalóse sitio, determinóse hora, y concurrieron entrambos en
el dia, hora, y sitio señalado. El Cojo tomó su puesto, arrimandose
á una pared, como se habia convenido; despidió lejos de sí las
muletas con fuerza, y con gallardía; terció la capa, empuñó la
espada, y dijo á su contrario: que se acercase, si era hombre. El
guitón del contrario, que le vió en aquella postura, desamparado de
las muletas, destituido de los pies, é incapáz de dar un paso;
tornando sitio en lugar proporcionado, donde no podia llegar la
espada del derrengado, terció tambien la capa, y desembaynó con
denuedo. ¿Qué le parece á Vmd. que desembaynaria? Desembaynó un
costalillo, ó talego, bien provehído (con licencia de Vmd.) de
cagajones. Sacó uno de la talega; y diciendo á su contrario con
picarona algazara: Allá vá esa estocada, Señor Cojo se le disparó á
los hocicos. El Cojo no podia moverse, y se daba todo á los diablos.
Llamabale cobarde, gallina, picarón, infame. Deciale que se
acercase, que le habia de hacer gigote. Pero el otro, con grande
sorna, y risadas, le disparaba otro cagajón, repitiendo: Señor Cojo,
esa estocada á la tetilla. Bolvia el Cojo á emperrarse, y á rabiar
prorrumpiendo en retos, y porvidas; pero el bribón tieso que tieso
en su puesto, sacando cagajones y disparandoselos á los vigotes,
hasta que se le agotó la talega, y se concluyó el desafio. Diceme
Vmd. que el Licenciado Carmona es cojo: sientolo por lo demás, pero
alegrome por lo de ahora, para que hasta en esta circunstancia le
acomode con tanta propriedad el cuentezuelo.
Y vé aqui Vmd. que sin sentir hemos acabado yá con el famoso
Método Racional, sin que me reste mas que satisfacer á los
escrupulos, ó reparos que dice Vmd. han puesto á mis Cartas en esa
Ciudad algunos sugetos, que tienen obligacion á ser prudentes. No es
mi ánimo hacerme cargo de todo lo que se dice, segun Vmd. me avisa
en amigo verdadero; porque no estoy de humor de apreciar los
ofrecimientos, ó necios, ó malignos de algunas chollas de cal, y
canto, con cascos de argamasa, y la razon emparedada, racionales por
mal nombre, á quienes se les favorece siempre que se les impugna.
Por egemplo: ¿quién ha de tener flema para contestar con los que
digeron, que mi primera Carta era delatable, por mofadora de los
Santos Sacramentos, y por injuriosa á las Sagradas Religiones? Si yo
me detubiera á desvanecer este esparabán extravagante, y calumnioso,
¿no me tendrian por tan simple como los mismos que le publicaron? Y
una sencilléz tan estrafalaria, ¿merece por ventura otra
satisfaccion que una carcajada ruidosa, y de buen tamaño? Asi, pues,
Señor mio, no hay que pensar que yo estime estas miserables
criticas, ni otras semejantes á éstas con que solo me haré cargo de
tres, ó quatro reparos, que parecen substanciales, y hechos con
buena fé.
Es el primero ¿á qué fin ensangrentó la pluma contra el
Cirujano Carmona? Para responder á su Libro, podia hacerlo con
sosiego, impugnando con templanza sus doctrinas, sin ser necesario
echar mano de las pullas. Respondo con el caso tan sabido de aquel
Caminante, al qual le salió atraydoradamente un mastinazo de ganado,
y le dió una fiera tarascada en una pierna. El rebolvió prontamente,
y con tanta felicidad, que mató al mastin con el chuzo de un
varapalo que llevaba. Echaronse sobre él los Pastores, llevaronle
ante la justicia, acusaronle del perricidio; y el Alcalde,
acriminando la accion, le dijo: Mal mirado, si queriais espantar, ó
castigar al perro, ¿por qué no le disteis con el mango, y no con el
chuzo? Señor Alcalde (respondió muy sobre sí el Caminante ) porque
el perro no me mordió con la cola, sino con los dientes. Haganse
todos cargo, de que Carmona fue el primero que mordió, y mordió
atraydoradamente. Bien notorio fue en esa Ciudad el pasado lance que
sucedió con el Doctor Ruiz, y el Cirujano Latino en casa de la niña
enferma, á que dió motivo el mal reprimido ardor del Cirujano, dando
ocasion á que se atropellase el sagrado de tan respetable casa.
Despues que se le sosegó la desconcertada furia, y se le enfrió la
voráz melancolía asada, conoció el exceso á que se habia arrebatado;
y mediando la autorizada interposicion de un sugeto Religioso, pidió
perdon al Doctor Ruiz, con señales muy sincéras: Hicieronse las
amistades; borraronse al parecer todas las especies; y quando todo
estaba tranquílo, y todos olvidados, sale Carmona de repente con las
fieras tarascadas del Método Racional, en que muerde, aja, burla, y
mofa de mil modos al pobre Doctor Ruiz, desayrando tambien la
mediacion del Reverendisimo, que debiera darse por muy ofendido, de
que el Licenciado pasase con tanto desprecio por encima de su zelosa
garantía. ¿Y querrian despues de esto, que á Carmona se le tratase
con mucho comedimiento, cortesía y melindre? Aquello de vim, vi
repellere, á todos nos es licito; y el desarmar al enemigo para
siempre, ninguno deja de hacerlo, como pueda.
Segundo reparo. No impugno todos los puntos Médicos, y
Chirúrgicos, que toca Carmona; y los que impugno, los toco muy
superficialmente, con que parece que huyo de la dificultad. Respondo
con otro cuento. Espulgaba un Cura á su Sacristán, con quien
congeniaba mucho, porque ambos eran de humor solemne: matóle hasta
dos docenas de piojazos muy adultos, y dejóle mas de doscientos
piojos niños. Viólo el Sacristán, y le dijo: Señor Cura, pues, y
estos, ¿por qué no los mata? Porque quando voy al Monte (respondí el
bribón de el Cura) siempre dejo mucha caza para el dia siguiente.
Eso de matar todas las sabandijas de el Método Racional, es obra
larga, ni era facil conseguirse en una caza tan volante, como la de
mis Cartas. Mi fin no fue despoblar el Monte, sino coger algun
ganado mayor. Si el Latino me pusiere en parage de salir á otras
batidas, caza dejé para entretener muchos ojeos. Ni me empeñé jamás
en impugnarle todo lo que dice y mas quando no se puede negar que
trahe muchas cosas buenas, como son casi todas las que traslada,
pero es verdad, que ninguna trahe bien trahída. Detenerme á
contradecirle muy de proposito, rebolviendo Autores, y cargando el
papel de citas, sobre no venir al caso, sería llenarle de vanidad; y
no quiero, que por mí se lleve el Diablo á ninguno.
Tercer reparo. Ya que saco la cara, ¿para qué oculto mi
verdadero nombre? Nadie quiere creer, que yo me llamo Juan de la
Encina; y eso de tirar la piedra, y esconder la mano, se tiene
comunmente por cobardía. Si Carmona quiere replicar, razon es que
sepa con quién habla, que eso de tratar con Anónimos, es comerciar
con Duendes. Respondo: Yá sabe Vmd. y saben muchos, lo que dijo
aquella Tapada, que se estaba confesando. Preguntóla el Confesor,
¿cómo se llamaba? Y ella respondió muy fruncida, pero muy pronta:
Padre mio, mi nombre no es pecado. Dandole á entender, que el saber,
ó ignorar su nombre, no hacía al caso para la integridad de la
confesion. Que yo me llame Juan de la Encina, ó Perico el de los
Palotes, ni á Carmona, ni á nadie, ¿qué le importa? Si quieren dar
contra las Cartas de Juan de la Encina, dén en buen hora, que Juan
de la Encina sabrá bolver por el honor de sus Cartas. Lo demás es
curiosidad perniciosa, y es razon mortificar esas curiosidades.
Diceme Vmd. que entre los sugetos que mas se explicaron contra mi
nombre postizo, fue una personuela, atufada de gesto, podenquilla de
narices, arrogante en borron, y muy meticulosa. Añade Vmd. que anda
en mula, y que tiene el apellido Matón, no sin conformidad con el
oficio que egercita. No me especifíca Vmd. mas señas, ni yo quiero
saberlas, porque nada se me da ignorar los nombres, y las personas,
como tenga noticia de los dichos. Entre los de este notable
personage me refiere Vmd. uno, que pronunció en cierto concurso
numeroso, donde se hablaba de mi primera Carta. Dijo, con la cólera
en el gaznate, y la valentía en la punta de la lengua: que si
cogiera al tal Juan de la Encina, con la encina del apellido le
habia de matar á palos. ¡Ay tal! Y qué matador debe de ser ese
hombrete! Pues aunque Vmd. me riña, tengo de contar un cuento á
Diós, y á dicha, mas que digan que no viene al caso los que no dan
en la alusion. Vacó la plaza de Cirujano en el Lugar de Matilla, y
pretendióla Roque Mata, Cirujano de Caravanchél. Cumplia el tal
Roque Mata con su oficio, y con su apellido á diestro, y á
siniestro; pero tenia la flaqueza de temer estrañamente á los
difuntos, y él á cada paso aumentaba los motivos de su miedo.
Pidieron informe los de Matilla á los de Caravanchél, y estos
enviaron el informe que se les pedia, en las dos Quintillas
siguientes:
1De Matilla en el Lugar,
Mata ser Barbero quiere;
Mata es hombre singular,
El quando hay muertos se muere,
Y él es muerto por Matar.

2En admitirle Matilla,
Obrará con discrecion,
Porque tiene proporcion
Con el nombre de la Villa,
Matilla, Mata, y Matón.

Guarde Dios á Vmd. y le prospere, como le ruego cada dia.
Fresnal del Palo á 28. de Julio de 1732.
B. L. M. de Vmd. su Adherido
Juan de la Encina.