Wen Hsu

 

Triángulo



¿Será que el recorrer camino es lo que tiñe de tristeza la mirada? Lo que me hace buscar intencionalmente la soledad,
dejarse envolver en el sutil y dulce velo que es melancolía. Curioso darse cuenta que los recuerdos no son en gris, sino
tonalidades más translúcidas que la realidad, quizás más pesadas aún dentro de ser etéreas, seguramente idealizadas,
de esto último no hay duda.

Estoy sentada en medio de la multitud, conocidos de siempre, siempre extraños. Y la conversación tan interesante
se va convirtiendo en bullicio sin darme cuenta. Los veo a todos pero a nadie en particular, a nada realmente. La tarde
me había gastado las ganas de sentirme bien, había entrado en un capullo que bautizé universo por un par de horas;
cazando experiencias otra vez, el sentimiento de plenitud por medio de burbujas. Tan bellas, tan fantasiosas dentro de
sus capas de azúcar, ellas. Livianas, deliciosamente tentadoras como confites para querubín. Pero ni las envolturas
logran dejar, sus fantasmas planos y sin el ancla de un corazón, brillos sutiles y fríos de pulido metal.

Ahora me encuentro afuera, con una columna como contrapeso de mi propio cuerpo. Lejanía tal para no involucrarme
más en interacciones que ya me sabían absurdas, pero lo suficientemente cerca que todavía escucho las miles de
palabras que surcarán esta noche para perderse sin reconocerlas, un murmullo de sueños si acaso. Así no me pierdo en
el inmenso mundo de frío y oscuros, erguido bajo una luna que hoy es muda; así cancelo dudar de mi propia existencia.

Inevitablemente encuentro, como siempre he de hacerlo, la belleza nocturna: su sinuosa interpretación de la
realidad y los infinitos alardes dentro de sombras. Tonto sería no contemplar; por un instante dejar pasar por la mente
las referencias que fue recogiendo a lo largo de su trayectoria. Cascabeles o lágrimas, hoy no estoy segura.
Tintineantes campanas de agua, quizás, gotas de metal. Me río, que estas son conjeturas que se creen revestidas de
satín azul cuando no son más que juego de palabras. La verdad es que no logro definir algo en esta maraña de hilos, me
recuerda a un boceto sin carácter todavía. Talvez el rencor sea el trazo más fácil y seguro en este momento, pero por
alguna razón no me tienta.

Vuelvo a la noche, alguien había ido al auto a hacer no se qué y de vuelta me miró con aquella costumbre tan
humana de escudriñar a sus iguales
Yo respondí como siempre cuando busco defensa, restándole la gentileza que se le debe a cualquiera. Sin darse
cuenta había hecho turbio el estanque de mi pequeño y perfecto escape. Mi contestación en silencio y desafío, aunque
su falta no había sido más que el de no saber.

Y el no saberme las cosas bien, el no creerlas completamente quizás fue mi mayor falta. Y siento a ratos que toda
esperanza es vana, que es engaño, maestra en maquillarse con los polvos de los deseos propios, el terrible hábito de
construir solo lo que mentalmente es posible y hacerlo parecer real. Parece ser que al final de cuentas terminó siendo
calamidad. ¡Ay de mí por pensar que pudo haber sido de otra manera!
Ridículo pesar lo que fue con lo que puede ser... disculpas, con lo que pudo haber sido. Porque todo valor es relativo,
es cuestión de cual es la plata que cuenta en este justo instante.