La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

 

 

La leyenda de Balder
Milagros Oya
(España)
http://www.encomix.es/~milaoya

Ha llegado el invierno. Estamos en Diciembre. ¡Balder ha
muerto! El frío se cierne sobre nosotros, lluvias perpetuas
amenazan con anegarnos, la oscuridad nos rodea de la noche al
día. El sol ha muerto y el mundo permanecerá en tinieblas para
siempre, si entre todos no conseguimos remediarlo.
¡Buscad entre las cajas viejas! ¡Revolved en el trastero!
¡Escudriñad rincones obscuros de vuestra casa! En algún lugar han
de estar ocultos los antiguos adornos navideños. ¡En algún lugar!
¡Rastread, sin descanso! ¡Husmead sin reposo! ¡Tenéis que
hallarlos! ¡Aún estamos a tiempo de devolverle la vida a Balder!

Vivía el dios Balder, hijo de Frigga y Odin, en su
esplendoroso castillo de Breidablik. Su belleza sin parangón, sus
ojos del sublime color de las aguas cristalinas, sus músculos
fuertes y hermosos, su rostro como esculpido en mármol,
alumbraban el mundo y a los hombres con la fuerza de los rayos
del sol. Reinaba Balder sobre el universo brillando como el
mismísimo astro rey y derramando sonrisas solares sobre todos los
humanos. El pueblo lo adoraba, amaba su calor, su brillo, su
alegría y bajo su dominio la tierra vivía feliz y en paz. Los
arroyuelos cantaban su nombre devolviéndole alegres su reflejo,
las aves le dedicaban suaves trinos acariciadas por su manos, los
labradores alababan la luz del Aesir bienhechor y con cada fruto
nacido de sus propios sudores y del brillante esplendor de
Balder, veneraban su nombre y daban gracias a Odín por haberles
otorgado la felicidad de manos de un hijo tan bello y benévolo.
Todo el universo se había rendido a su calor, todos y cada uno de
los elementos de la naturaleza habían hincando la rodilla en el
suelo ante el poder y la magnanimidad de su idolatrado dios.
Pero la maldad, como ayer, como hoy y como siempre, rondaba en
aquellas fechas por el edén.
No muy lejos de Breidablik, de la paz y de la harmonía del
castillo más espléndido de la creación, vivía un diminuto ser, un
malévolo personaje, un enano llamado Loki. Era Loki el malvado
hijo de un gigante, que aunque había heredado de este su belleza,
no así su tamaño. Para este dios nórdico y diminuto, observar
constantemente en el lago la imagen que las aguas le devolvían,
pequeña, gruesa, verdaderamente minúscula, constituía una
continua y dolorosa punzada en su orgullo. No podía asumir el
buen porte de los demás Aesir, gallardos y esbeltos. Él al lado
de estos se sentía inferior, mísero y sin importancia. En su
pequeño corazón, prendió, nació y se desarrolló un inmenso odio
de un tamaño tan exagerado como el que había lucido su propio
padre. Una gigantesca ira fue capaz de atesorar aquel escaso
corazón, abrigarla y alimentarla hasta que sus proporciones
fueron tales que el cuerpo del exiguo Loki estuvo a punto de
reventar.
Vivía en compañía de su mujer, Angerboda, mensajera de la
desgracia y de sus tres horribles hijos, el lobo Fenrir, la
serpiente Jormungand y la diosa de la muerte, Hela.
Con ellos compartía sus angustias y eran ellos los que lo
empujaban por la senda de la venganza. El mal moraba feliz en
aquella casa, la maldad habitaba entre aquellas cuatro paredes,
los acompañaba constantemente, tanto en la mesa como en el
lecho.
Una mañana Loki despertó más dolido que nunca. Sus sueños lo
habían martirizado con la esbelta presencia de Balder, el más
bello, gallardo y alto de todo el coro de los Aesir. Tan pronto
consiguió abrir los ojos el fuego del odio y de la ira lo
consumió en un instante
Su diminuta y malévola cabeza se infló de celos y en un
instante su cerebro perverso materializó sobre el lecho la imagen
de su venganza. ¡Balder! Sobre Balder descargaría su
resentimiento, sobre el gallardo y majestuoso dios vertería su
ira, él sufriría por todos los hermosos y altos Aesir, a él le
tocaría padecer la perfidia y el poder del diminuto enano Loki.
Con una inteligencia morbosa, pensó y pensó, recorrió el
mundo, preguntó a magos y brujos, buscó por todas partes la ayuda
precisa para llevar a cabo su traicionero plan. Su plan no era
otro que... ¡Matar a Balder!
No era tan sencillo. La naturaleza pertenecía al magnánimo
Aesir, nadie osaría volverse contra el radiante dios, nadie se
atrevería a llevar a cabo tamaña villanía. Loki necesitaba un
cómplice y un medio urgentemente.
Y al fin, después de vagar e indagar sin descanso, la
casualidad se puso de parte de la ruindad.
Dormía Loki cansado de su errar, a los pies de un árbol cuando
una extraña pareja de viajeros se detuvo en él a reposar. Como
era el enano tan menudo no se percataron de su presencia y
parlotearon de pócimas secretas y de conjuros maléficos sin
ninguna prevención.
Esto no importó en absoluto a Loki, maestro de infamias pero
un pequeño detalle de la charla si que despertó vivamente su
curiosidad. La conversación de los viajeros se fue desviando
hasta que llegó al tema de los elementos rendidos a Balder;
decían que la naturaleza era suya, toda, toda, con solo una
pequeña excepción.
Loki se incorporó y agudizó el oído. ¿Quién podría ser aquel
elemento natural que se había negado en el momento de su creación
a arrodillarse y a amar a Balder?
-El muérdago- dijo uno de los viajeros.
-¡El muérdago!- exclamó para sus adentros eufórico Loki.
Aquel arbusto de hojas negruzcas y duras, era lo que
necesitaba. No se detuvo el enano a escuchar el motivo de esta
rebeldía por parte el muérdago, no tenía mayor interés, ahora ya
conocía el medio, solo precisaba de un cómplice que le ayudase a
llevar a cabo su infame plan. Y ya tenía un nombre en mente
-Holder.
Y marchó el artero Loki saltando entre zarzas y arbustos en
busca de la recóndita y tenebrosa caverna donde sabía que
habitaba Holder
Era Holder un viejo ciego solitario, que nunca recibía
invitados, de ahí su profunda extrañeza al percatarse de la
irrupción de un enano en su húmeda y lóbrega morada.
Loki se presentó y aduló un rato al anciano dios pero no tardó en
encarar el motivo de su visita.
-Balder no cesa de burlarse de ti- le dijo en un susurro
malicioso.
El inicuo y ínfimo ser, desplegó toda su capacidad de
convicción para ganarse la confianza del pobre viejo, que aunque
en principio se mostró reacio a creer tales acusaciones contra el
famoso Aesir, no tardó en enfurecerse en contra del dios
luminoso.
-¿Cree Balder a caso que su brillante rostro, que el sol de
sus ojos es imprescindible para todos lo seres del universo?-
decía Holder - ¿Cómo se atreve a mofarse de un pobre viejo ciego?
Yo no veo su luz y no la necesito, ¡maldito engreído!
Loki reía por lo bajo. Su plan estaba en marcha. Todo había
salido como esperaba.
Y aprovechando la furia creciente del anciano Holder, el enano
ruin lo cogió de su fría y helada mano y lo condujo al exterior
de la cueva.
-Aquí tienes el medio para tu venganza- le dijo depositando en
sus manos un arco y una flecha.
-¡Muérdago!- exclamó el viejo palpando el objeto que le
entregaba.
-¡Muérdago, sí, el único elemento de la naturaleza que se ha
revelado contra Balder! ¡Todos los demás le rinden pleitesía
mientras a ti te ignoran y te rehuyen!
Estás pérfidas palabras fueron suficientes para que la ira de
Holder se encendiera por completo. Elevó su rostro hacia el
cielo, sintió el calor de los rayos que incidían en su enjuta y
parduzca piel y sin dudarlo un instante alzó el arco, apuntó y
... la saeta traidora de madera de muérdago, rasgó el aire cálido
de la tarde, precipitándose furibunda contra el astro rey.
Loki, reía saltaba y aplaudía.
-¡Venganza! ¡Venganza!- gritaba
Y el día se hizo noche, y el aire cálido se torno frío,
helado, y las nubes y la nieve cubrieron los campos. Los árboles
perdieron sus risas, los arroyos detuvieron su constante correr y
los humanos ateridos por el frío, se encerraron asustados en sus
casas arrebujados alrededor del hogar.
Y se hizo el invierno. Su tristeza reinó en el mundo y el sol
desapareció dejando desamparados a todos los elementos de la
naturaleza.
¡Balder había muerto! ¡Loki y Holder, dios del invierno,
habían vencido!

La pena de los dioses fue profunda, sus llantos se escucharon
durante mucho tiempo y los humanos perdidos entre las tinieblas,
imploraron ayuda a los cielos. Fueron tan altas y sentidas sus
plegarias que la corte celestial no pudo dejar de escucharlas y
entre la nieve y la niebla que cubría la faz de la tierra, la voz
de Odín tronó con energía.
-¡Maldito muérdago, planta maldita! Yo te condeno a no tener
jamás un espacio en la tierra, de ahora en adelante tu lugar
estará lejos del suelo. Nunca jamás tus raíces rozaran los campos
y en el aire, y solo en el aire obtendrás tu sustento. ¡Llorad
mortales y elementos de la naturaleza, llorad con fervor la
muerte de Balder el bondadoso, el cálido, el brillante! Llorad
hasta que no tengáis lágrimas y rendid tributo a su nombre
besándoos cada vez que paséis bajo la planta maldita que vive
suspendida en las alturas. Sólo así ganareis el favor de los
dioses, solo así conseguiréis que Balder asome durante unos meses
su rostro, calentando el universo con su sonrisa. Mas cuando las
lagrimas falten y no existan ya más besos bajo el muérdago, la
faz brillante y amorosa se ocultará y volveréis a vivir en las
tinieblas hasta que Balder sonría de nuevo.

El cielo llora sin cesar, llevamos semanas soportando lluvias
torrenciales. El frío y las nieblas del viejo Holder han tomado
el mundo pero en un rincón del desván he encontrado los adornos
navideños de años pasados, he montado el belén y en el fondo de
un baúl he descubierto lo que buscaba. Un pequeño manojo de
muérdago de plástico esperaba por alguien que lo colgara sobre la
puerta. Ahora solo necesito hallar a una persona amada para
besarla y esperar arrebujada cerca del calor del hogar el regreso
de Balder. ¡Estoy segura que no tardará en asomar!

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¿Ángeles... o demonios?
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