La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

 

 


Algunas consideraciones a
propósito de la clonación humana
Marisa Rau

I-

El tema de la clonación se encontró en auge en los medios
informativos hace algunos meses. Luego, paulatinamente, dejo de
ser la estrella del espectáculo científico. Pero... si la
clonación humana fuese posible (en cualquiera de sus
connotaciones) la primer pregunta probable sería ¿para que
hacerlo? Las únicas respuestas imaginables se relacionan con
cuestiones mercantilistas (económicas o no), es decir ¿en busca
de qué beneficio? ¿en interés de quiénes? Lo cual despierta
ciertos fantasmas, de los cuales el no menos importante tendría
que ver con su utilidad para la manipulación social. Una fantasía
de este orden se llevó a la literatura en el libro "Un mundo
feliz" de Aldous Huxley, ficción concerniente a la manipulación
genética y social.

No obstante, pensar en tal orden de intereses ocultos, de
conspiración, nos situaría en una perspectiva paranoica que
supondría la preexistencia de un Otro (nación, asociación,
organización, etc.) con dicha iniciativa y voluntad, proyecto y
forma de implementación, lo cual descentraría la cuestión.

Es cierto, por otra parte, que las ciencias se desarrollan de
forma no desconectada de momentos e intereses sociales. Algunos
proyectos de investigación reciben apoyo estatal o privado,
mientras que otros no, en tanto su implementación o desarrollo no
prometen aplicaciones deseables o buscadas. La ciencia entonces
se encuentra influida por cuestiones políticas y económicas.
Concebirla con total independencia de estos factores sería una
ingenuidad. Esto implica que su desarrollo no es lineal, ni está
desvinculado de las formas de pensamiento imperantes en un
determinado momento histórico (cánones de interpretación de la
realidad, modelos teóricos en auge, etc.) Aunque esto no
significa que sus actores sean concientes de tal transversalidad
que los afecta. Sin embargo no resulta vano mantener este aspecto
presente en las reflexiones concernientes a los avances de la
ciencia y el desarrollo tecnológico que implican. Si se
insistiese en basar sus intereses y progresos únicamente en la
razón (como sistema interno del pensamiento científico) y en su
búsqueda de saber, haciendo a un lado otras variables que inciden
en dicho proceso, se incurriría en hacer de la ciencia un dogma y
por lo tanto adjudicarle un valor incuestionable. De este modo
¿no se le otorgaría el lugar de una religión moderna?

En "El porvenir de una ilusión" Freud se ocupó del tema de la
religión y su relación con el desvalimiento subjetivo. Le otorga
el lugar de consuelo y socorro, tomando su fuerza de deseos y de
la búsqueda de protección que el individuo infantil antaño anheló
en un padre, convertido en Dios Padre para los creyentes. De tal
manera le adjudica el adjetivo de ilusión. El ideal freudiano es
un ideal científico, de la ciencia y sus logros esperaba el
socorro, el instrumento de ayuda para que la vida se vuelva
"soportable para todos " ("y la cultura no sofoque a nadie más")
. Y respecto de aquello imposible de evitar como fuente de
sufrimiento cabía esperar del hombre que aprenda a soportarlo con
resignación (educación para la realidad ). Concluye dicho trabaja
afirmando que la ciencia no es una ilusión, una ilusión sería
creer que fuese posible "obtener de otra parte lo que ella no
puede darnos". Pero ¿no esperaba acaso Freud demasiado de la
ciencia, aún dentro de los parámetros que él menciona? Quizá
esperaba obtener de ella, lo que ella no puede darnos. Su valor
es incuestionable, pero asimismo convertirla en una nueva ilusión
es un riesgo que solo puede menguarse aplicándole a ella misma la
rigurosidad del pensamiento crítico que rige la labor científica.

Por otro lado cabría pensar, cambiando el enfoque de la
interrogación, qué estatuto jurídico tendría una persona que es
un clon. A la jurisprudencia podríamos aplicarle la siguiente
dualidad: o bien tiene que introducir un orden allí donde no lo
había, pues los hechos se venían sucediendo sin que éstos
estuviesen contemplados en la ley (donde por ejemplo actos
considerados condenables no encuadraban dentro de una
tipificación de delito), o para anticipar temporalmente efectos
indeseables y prevenirlos. Otra dualidad posible sería: sancionar
legalmente algo ya efectivizado en la práctica o introducir una
diferenciación respecto de lo ya dado buscando conseguir un
cambio en el comportamiento social.

Ahora bien, la clonación humana abre interrogantes jurídicos
nuevos, por ser una situación por el momento considerada sólo
como probable (¿una cuestión únicamente de tiempo?) y novedosa.
Es decir que muchas de sus consecuencias no pueden ser
calculables. Tales baches jurídicos no carecen de efectos.
Algunos de éstos se han registrado en relación a la paternidad y
las responsabilidades que les corresponden en casos –por ejemplo
de fertilización artificial- donde el padre o madre biológicos no
coinciden con quienes invocaron tal título en relación a la
función simbólica que estaban prestos a asumir, para luego de
efectuada la concepción o nacimiento del niño cambiar de parecer.
O viceversa, cuando por ejemplo la madre biológica rompe el
contrato previo, generándose en ocasiones disputas interminables.
Han habido casos en que ninguno de los actores del proceso se
reconocían como padres. Cuestiones todas que afectan el derecho
del niño. ¿Quiénes son responsables de tal nuevo sujeto, aunque
más no sea a nivel jurídico? Decimos aunque más no sea, pues el
orden jurídico se basa en derechos y obligaciones, pero las
relaciones humanas poseen matices más vastos que éstos,
ordenamientos y legalidades que no se ven incluídos en esos dos
conceptos. Esto introduce, como mínimo, la cuestión del deseo. El
cual posee el más profundo de los efectos en todo sujeto.

No deja de ser interesante pensar por qué se buscaría el
nacimiento de sujetos sin intervención de relaciones sexuales. Y
esto no abarca únicamente la exclusión del coito (con sus
aspectos físicos y psíquicos) sino también el hacer a un lado la
participación de un otro en la génesis de un individuo. Un otro,
cuyo mínimo lugar posible de intervención sería de intercambio
biológico. Aún mujeres que en la actualidad establecieron
contratos privados, por los cuales tras el nacimiento de sus
hijos se erigieron en únicas poseedoras de la patria potestad,
requirieron la intervención de un tercero, la participación de un
padre. (Lo introduzco a modo de ejemplo de la ejecución de un
plan premeditado) Y aquellos que ocuparon dicha función, tuvieron
en contrapartida un lugar en el deseo materno. ¿Qué tipo de
deseo? Bien, eso es más difícil de definir y requeriría del
análisis de los casos en forma particular.

Si la gestación de un niño por clonación fuese combinada con el
uso de probetas, ello dejaría enteramente fuera del proceso la
cuestión del cuerpo. De haber esfuerzo para que tal cosa fuese
llevada a cabo, merecería por si sola una reflexión aparte.

¿Le cabe a la clonación llamarse reproducción? Reproducción
asexuada es la denominación utilizada, pero ¿es factible la
aplicación del término reproducción cuando dicho acto no
involucra la sexualidad? ¿Se trataría de reproducción o de
duplicación? Duplicación por otra parte desliza hacia
significaciones des-subjetivantes.

Es frecuente que las personas deseen tener hijos, frecuentemente
también, creen saber por que lo desean. Lo que sabemos, es cómo
se estructuran o no, las relaciones una vez que él o los hijos
entran en escena. Se reparten ciertos lugares y ciertas funciones
(aunque no necesariamente coinciden los lugares con las
funciones) que estructuran dichas relaciones.

II-

Para cuando un niño nace, la historia ya ha comenzado tiempo
atrás. Posee un lugar simbólico que lo espera y en donde puede
alojarse. Espacio en el deseo del Otro, que lo libidiniza, lo
erotiza y lo carga de significación. (Como no solo de pan vive el
hombre, conocemos las experiencias de hospitalismo o marasmo
infantil, es decir la muerte de niños a los cuales no obstante se
mantenía en instituciones con sus "necesidades satisfechas") La
subjetividad no es algo dado desde el inicio, sino el resultante
de un intrincado proceso. Es por ésto que la influencia de la
familia es tan importante, pues conlleva el poder de las primeras
formas de relación, las primeras marcas sobre un sujeto.

En psicoanálisis nos referimos al Complejo de Edipo, como aquello
que estructura dichas relaciones primeras, y aún ejerce su
influencia sobre todo tipo de vínculos surgidos posteriormente.
Este no se reduce al "cuentito" de que el niño busca satisfacción
sexual en su madre, para lo cual debería matar a su rival
paterno. Para desdicha de muchos, es algo más complejo (lo cual
no deja de estar indicado ya en su denominación). Se lo encuentra
en funcionamiento con independencia de la existencia real de la
madre o el padre de un sujeto. Por otro lado, no es necesario que
un padre falte, para que falte (1). Pues lo que se designa en el
concepto del Edipo son lugares simbólicos, los cuales por ese
motivo son intercambiables, pueden ser transferidos de un
individuo a otro. Estos lugares imprimen un funcionamiento que no
se halla por fuera de tal dispositivo inconsciente. Un cuarto
término se desliza entre aquellos: el falo. En él se representa
el objeto del deseo. Se encuentra referido a aquello que falta y
que proveería la satisfacción de colmar dicha falta. Asi éste
término se torna central en la estructuración de la sexualidad y
la subjetividad. Pero dado que tal falta es estructural, el falo
demuestra ser móvil en alto grado.

El Complejo de Edipo organiza las relaciones, establece
prohibiciones, limita el goce, introduce la ley y la liga al
deseo. Clausura y habilita simultáneamente. Esta ley resulta
internalizada, erigida en el interior del sujeto operando como su
superyo, quien subroga el conjunto de los mandatos y
prohibiciones parentales, a la vez que propone ciertos ideales,
por cuyo cumplimiento el sujeto recuperaría la satisfacción,
perdida a nivel pulsional.

Respecto del ideal del yo, Freud nos dice que es la herencia del
Complejo de Edipo, a la vez que es la herencia del narcisismo
primario. Es decir entonces que Edipo y narcisismo se hallan
relacionados.

Freud se refiere al narcisismo como al complemento libidinoso del
egoísmo, que aporta una satisfacción erótica. El narcisismo
primario hace referencia a un primer momento lógico donde el yo
es investido libidinalmente como objeto de amor. Posteriormente
la libido busca satisfacción en objetos externos,
constituyéndolos en eróticos o desasiéndose de éstos para volver
a almacenarse en el yo (narcisismo secundario) En los objetos
investidos libidinalmente el narcisismo se satisface o recibe
afrentas, según que el objeto amoroso reporte satisfacciones o
frustraciones.

Los primeros objetos libidinosos de un sujeto, por fuerza han de
ser sus padres. El narcisismo del niño depende en gran medida de
la satisfacción aportada por éstos. A la vez que el narcisismo de
los padres se satisface en el hijo, éste concentra sobre sí el
peso de sus esperanzas y deseos insatisfechos.

Lo antedicho corresponde a la faceta erótica del narcisismo y a
la economía amorosa que conlleva. Es decir, lo que se cede por un
lado, se recupera por el otro. Pero su contrapartida es la
agresión. El narcisismo es unilateral, lo cual supone un "tu o
yo", es decir que si la completud está de un lado, del otro está
la fragmentación. La imagen del semejante representa la imagen
del propio cuerpo, pero sin los inconvenientes de éste último, ya
que los datos propioceptivos no se hallan presentes, el semejante
entonces es análogo a un espejo moviéndose en la realidad, ya que
refleja mi propia imagen. Un yo, puesto en el lugar del tu. En
dicho prójimo se constituye ahora un rival, puesto que en él, el
sujeto aprehende una completud ajena a la fragmentación y
turbulencia que lo habitan. Este rival imaginario desencadena en
el sujeto una agresión que busca invertir los términos dejando la
fragmentación del lado del "tu". De no intervenir el componente
erótico para ligar la destrucción, ésta encontraría su
satisfacción en el semejante de modo más directo y evidente. (En
la vía de tal satisfacción también hay resarcimiento narcisista
por cumplimientos de deseos de omnipotencia).

El odio es la contracara del narcisismo, el opuesto del amor,
aunque originariamente fue el resultante de la perturbación del
yo-placer purificado. Es decir que el odio posee un origen
diverso, previo a su constitución como opuesto del amor. Se halla
al servicio de la pulsión de muerte. Por tanto parte de la
agresividad es el reverso del amor, en tanto que en otra dosis
posee fuentes independientes, siendo una disposición pulsional
autónoma.

Este último aspecto del narcisismo y su tensión agresiva, también
se ejerce dentro de la trama edípica. A cada coartación de la
satisfacción provocada por los progenitores, le corresponde una
cuota de agresión vengativa por parte del niño. Esta rivalidad
imaginaria resulta atemperada con el recurso a la identificación,
por ella el sujeto trasciende la agresividad.

La identificación es el primer modo de ligazón con el objeto,
previa a toda elección de objeto posterior. También es el
mecanismo por el cual se relevan las investiduras del ello
resignadas, un rasgo del objeto es erigido entonces en el
interior del yo, modificándolo. Asimismo, una situación deseada
es motor para que se ponga en juego la identificación.

Ahora bien, la identificación edípica conlleva la unificación de
las dos identificaciones parentales, reforzado de este modo la
identificación primaria (directa e inmediata, previa a la
elección objetal) con la consecuente modificación del yo del
sujeto, enfrentado al restante contenido yoico como superyo o
ideal del yo . Si bien la identificación posee por su
ambivalencia una tonalidad hostil en tanto que tiende a la
eliminación del objeto por ocupar su lugar y en éste sentido es
un resto de las primeras elecciones objetales, simultáneamente
significa un fuerte rechazo a éstas investiduras pulsionales. Ya
que si la identificación opera, ésto se debe a que el objeto se
ha resignado. Ahora ha dado lugar al Ideal del yo. Pero es que
habiéndose entonces introyectado el objeto, lo mismo sucede con
la agresión, vía por la cual ésta se vuelve contra el yo. La
autoridad antes externa se ha transformado ahora en interna y el
yo es objeto de la agresión anteriormente destinada a los
progenitores. El superyo es también un excelente aliado del ello,
del cual toma su energía y al cual subroga contraponiéndose y
dominando al yo. Por éste rodeo también se satisfacen entonces
las exigencias de la pulsión de muerte.

Freud señala que la cultura requiere de una renuncia pulsional y
de una lucha contra la hostilidad (para lo cual se ve precisada a
basar el poder no en la violencia de individuos aislados sino en
el derecho que implica el establecimiento de un orden jurídico).
Uno de los reclamos ideales se encuentra representado en el
mandamiento que reza "amarás a tu prójimo como a ti mismo". Pero
ocurre que irónicamente, la agresividad se desata por la
identificación narcisista, que ve en el otro justamente a un
semejante. No resulta superfluo recordar que toda prohibición
encubre un deseo, y que esta sentencia es una prohibición
positivizada, donde se puede leer asimismo "no odiarás ni
maltratarás..." (También contamos con el "no matarás") Claro que
el "amarás a tu prójimo..." resulta paradójico, pues ¿cómo amarlo
si es un extraño? ¿qué satisfacción podría aportar? Y aun más, el
"...como a ti mismo" también resulta poco recomendable a la luz
de nuestras últimas consideraciones, donde vimos el maltrato que
el sujeto procura para si. (2) Freud reflexiona que se lo podrá
amar si "se me parece tanto que puedo amarme a mi mismo en él; lo
merece si sus perfecciones son tanto mayores que las mías que
puedo amarlo como al ideal de mi propia persona (...) Pero si es
un extraño para mi, y no puede atraerme por algún valor suyo o
alguna significación que haya adquirido para mi vida afectiva, me
será difícil amarlo".(3) Es decir que para amarlo será necesario
el intercambio libidinal que balancee el monto narcisista.

Tal puesta en juego de el deseo, la rivalidad, el superyo, los
ideales, la identificación, es decir algunas –puesto que existen
más- de las cuestiones claves en el proceso de la subjetivación
que se organizan en el interior del Complejo de Edipo (que como
ya hemos dicho hace referencia a lugares simbólicos) y que
también se relacionan con la castración ( la falta central a la
que se halla relacionado el falo según anteriormente hemos
indicado) se dan de forma particular para cada sujeto humano. Es
decir que para ésta trama general existen anudamientos
diferentes.

Esto implica que por otra parte, en cualquier punto estructural o
normativizante algo puede configurarse fallidamente. Puede haber
un tropiezo, un escollo. Escollo que se hará notar en cada
oportunidad en que dicho camino sea transitado. En torno al
mal-logro algo aparece como síntoma, como intento de taponamiento
a la vez que válvula de escape de lo que no anda.

Respecto de un sujeto, en lo que hace a su constitución, nada
está asegurado. Hay de la norma y lo normativo ¿pero no es acaso
más incierto referirse a lo normal? Que existe norma implica que
hay ordenamiento, legalidad. Que la ley sea obedecida o esté allí
a propósito de la transgresión, incluso que esté allí justamente
para ser transgredida, no invalida el hecho de que opera, que no
carece de efectos.

¿Qué buscaría la ciencia o, para ser más precisos, los
científicos con la clonación humana? O mejor aún ¿qué buscarían
aquellos que hiciesen uso de tal posibilidad? ¿Por qué querer un
clon de "uno-mismo" o de "otro-mismo" - específico o
inespecífico-? ¿Qué significación se le supondría?

No es seguro que haya investimiento libidinal hacia un individuo
clon, no es lo mismo tomar a un niño por hijo que como objeto
anhelado de curiosidad científica. Es claro que el lugar a ocupar
es absolutamente diferente. Niño o conejito de indias.

Y de haber alojamiento en el deseo del Otro ¿de qué orden sería
éste y cuales sus consecuencias?

Si alguien deseara un clon de sí mismo ¿qué denominación familiar
(presuponiendo claro que ésta sea la idea) le correspondería? ¿La
de hijo, por avenirse a ese lugar? ¿o la de hermano, por
compartir la herencia genética parental del sujeto clonado? No
parece ser ésta una pregunta superficial.

Suponiendo que la función del Otro materno se halle asegurada,
establecida (para el presente desarrollo poco cambia la cuestión
de quién la encarne, podría tratarse incluso de un instituto de
investigaciones) quedaría aún por ser pensada la función paterna.
Si ésta tiene íntima relación con la legalidad, es porque
establece una interdicción sobre el deseo materno y sobre el del
niño simultáneamente. Si bien prohíbe al niño el goce incestuoso
de la madre, habilita el tránsito hacia las otra mujeres.
Prohibiendo tal incesto también a la madre, resguarda
paralelamente al niño, ofreciendo un salvoconducto, un elemento
mediador ante una situación mortífera respecto de la omnipotencia
materna. Esta ley del padre, de la que antes expusimos sus
aspectos vinculados al superyo, que opera sobre el niño y sobre
la madre, también lo hace sobre el padre. Es que el padre se
halla atravesado por la ley que debe transmitir, por la función
paterna él mismo está tomado. En muchos casos cuando ésta
desfallece se la hace sentir por ejemplo por la introducción del
dictamen de un juez. Con esto intentamos hacer notar que si de lo
simbólico se trata (y éste implica la existencia de la falta
real) no es cuestión de imaginarizar el Edipo, sino de hacer uso
de tales aspectos para comprender su alcance.

Parece entonces pertinente pensar cuánta incidencia tendría éste
elemento tercero en una relación que lo excluiría, al menos desde
lo fenomenológico, desde el inicio, por el procedimiento de
clonación.

El psicoanálisis no es predictivo, no hace las veces de oráculo,
ni promueve nada a título de cosmovisión. Antes bien, incluye en
su práctica misma, el nachträglich freudiano. Lo cual no excluye
el hecho de que en el caso por caso, pueda anticipar posibles
salidas a una situación determinada. Esto es que para la
subjetividad, la temporalidad no es lineal ni cronológica, razón
por la que los acontecimientos se inscriben y ordenan de manera
tal que se resignifican retroactivamente, produciendo un sentido
que también incide en lo por venir, en la medida en que lo dado
también conforma una dirección y una exclusión.

Entonces, como no se trata del destino oracular sino de
sobredeterminación inconsciente, no podríamos aventurar sobre la
subjetividad posible de un sujeto clon. Dado que la clonación
humana por el momento es solamente una probabilidad y no un
hecho, no podemos anticiparnos sin saber siquiera de sus fines en
lo concreto de una experiencia, su entorno, la trama en la cual
se insertaría. Y de hecho, en tal caso, nuevamente nos
encontraríamos con los niveles de la generalidad y de la
particularidad.

¿Y qué del efecto del enfrentamiento entre dos sujetos
perfectamente iguales? Salvo la posibilidad de diferencia
temporal (edad) ¿qué otra se percibiría a nivel especular? Claro,
el tema del tiempo y la atemporalidad es también una intrincada
cuestión subjetiva. Si la identificación reparte lugares y
organiza el espacio, si los pequeños detalles de los rasgos
identificatorios –en éste sentido no de "identificación con" sino
de "identificación de"- en los que se sostiene el narcisismo son
idénticos ¿qué consecuencias aparejaría para la tensión agresiva,
ya presente para cualquier relación con el semejante?

III-

Como Freud lo indica en su brillante artículo sobre lo siniestro,
lo unheimlich es una variedad de lo heimlich. Recomendamos la
relectura de tal escrito, para advertir lo atinente de su
desarrollo al tema que nos ocupa.

Si lo siniestro se halla en relación a lo íntimo, a lo familiar,
en suma, a aquello destinado a quedar oculto, velado, es por
desgarrar tal estado que aquel sentimiento se presentifica. Éste
también puede presentarse en relación a la repetición, en donde
hay algo del orden de la insistencia de lo in-sabido. Se
contraría un estado de cosas en tal compulsión, que vivida como
si de algo ajeno se tratase, se torna en destino indescifrable.

El recurso de la multiplicación o duplicación tal cual lo
encontramos por ejemplo a nivel onírico, expresaría la castración
al intentar atemperarla. Una réplica humana –cual si de
reproducción en el arte se tratara- lejos de colmar la falta ¿no
tendría por este mismo intento, el efecto inverso de señalarla y
redoblarla? Pues de haber colmamiento, algo vendría a suplir la
falta que no hay, y que es necesario que haya.

Freud señala que las representaciones del doble se originan
apuntalándose en el narcisismo primario, el amor irrestricto del
yo hacia sí mismo. Correlativo a éste período evolutivo, sería la
creencia animista en la omnipotencia del pensamiento (por
sobreestimación narcisista de los procesos anímicos) , razón del
carácter ominoso adherido al doble, en el cual confluye lo
proyectado fuera del yo. Lo que concentra sobre sí en tal
representación el sentimiento de lo siniestro y de amenasante
fatalidad que lo rodea, cumple con la condición de hacer vibrar
tales restos de actividad animista.

En razón de lo reprimido que retorna vía este rodeo de lo
extranjero que extraña, la angustia emerge. Angustia que se hace
presente en ocasión de que en el lugar de la falta, algo se
presentifique. Cuando la falta viene a faltar a la cita.

Hacia la investidura de objeto, no toda la libido se precipita.
En el yo propio, en carácter de objeto, se encuentra un
investimiento que hace de tope ante lo que puede trasvasarse
hacia un exterior. Existe un límite a lo que se inviste en el
nivel especular (sea éste el del sujeto frente a el espejo o
frente a un semejante)en el cual de lo que se trata es de una
imagen de totalidad, pues hay un resto irreductible que muerde en
el cuerpo propio, en relación al narcisismo primario y la
parcialidad constitutiva de los objetos de la pulsión. Es que el
cuerpo propio es tomado como un objeto otro. Siendo el yo una
esencia-cuerpo, la proyección de una superficie (4) ¿no sería
previsible la irrupción de la angustia cuando lo más propio se
presentifique como imagen real frente al sujeto? La
desorientación en que tal hecho sumiría a un sujeto y el
desconocimiento al cual daría lugar al señalar límites en la
función identificatoria ¿no acarrearía acaso breves fenómenos de
despersonalización?

También en el último artículo mencionado, Freud señala que la
existencia del superyo con sus funciones de auto-observación y
autocrítica (pudiendo tratar como objeto al restante contenido
yoico), "posibilita llenar la antigua representación del doble
con un nuevo contenido" (5) además de atribuirle lo relacionado
al narcisismo primario y "todas las posibilidades incumplidas de
plasmación del destino, a que la fantasía sigue aferrada, y todas
las aspiraciones del yo que no pudieron realizarse (...) así como
todas las decisiones voluntarias sofocadas..." (6). Es decir que
tal representación del doble atrae también sobre sí todo el poder
del superyo, incluyendo por lo tanto su aspecto punitivo y su
cuota de malignidad.

Por un lado entonces, podemos pensar en torno al tema que nos
ocupa, los aspectos ya desarrollados en relación con la
agresividad, como así también el temor a éste doble-clon sucitado
por proyección de aspiraciones pulsionales reprimidas, y la
angustia ante el superyo siguiendo la vía marcada por Freud según
lo hemos consignado en el párrafo anterior.

Incorporemos ahora algunas consideraciones en relación a la
mirada.

Freud se ocupa detenidamente del cuento "El hombre de la arena"
de Hoffman en su artículo sobre lo siniestro. El hombre de la
arena con que se amenaza a los niños que no quieren irse a
dormir, arrojaría arena a los ojos de los desobedientes.
Arrancados éstos de sus órbitas por éste procedimiento, se los
llevaría para dárselos de comer a sus hijos, quienes picotearían
y devorarían los ojos de los pequeños que se habían portado mal.
Se dedica Freud a demostrar la estructuración del relato en torno
a la angustia de castración substituida en el mismo a través de
la angustia por los ojos, a la representación de ser despojado de
ellos. Finalmente Natanael, protagonista del cuento, se suicida
arrojándose de una torre. Esto, tras ver a Coppelius, amigo y
huésped del padre en ocasiones, personaje con el que de niño
había asociado la figura del hombre de la arena.

Freud no deja de señalar que la imagen del padre había sido
escindida por el niño en dos opuestos, el padre bueno por un
lado, y el padre que amenaza con la castración al intentar
dejarlo ciego, en el lugar de Coppelius.

Podemos pensar entonces que Coppelius sería el doble del padre,
tanto como había sido su huésped. Generalmente aludimos con la
palabra huésped a aquel a quién se le brinda alojamiento, pero
también posee la significación opuesta de ser quien brinda tal
hospedaje. Tal significación no suele ser utilizada, más bien
recurrimos en éste caso al término anfitrión. De todos modos,
resulta interesante recordar tal conexión de opuestos, la misma
recordada a propósito de lo heimlich y lo unheimlich. Señalando
así que lo extraño y lo familiar son tanto cuestiones vinculadas
a lo interno como a lo externo.

Recuerda Freud el mito de Edipo y afirma: " Y en verdad, la
acción del criminal mítico, Edipo, de cegarse a sí mismo no es
más que una forma atemperada de la castración, el único castigo
que le habría correspondido según la ley del talión. " (7) Pero
intentemos aún dar otra vuelta en torno a éstas cuestiones. Si el
hombre de la arena haría aparición según señala la amenaza
popular, sería en relación a que éste niño fuese mal-visto. Esto
es, por haberse comportado de modo impertinente, desobediente. Y
por ser mal-visto a raíz de esto, atrae sobre sí la mirada del
hombre de la arena, por lo tanto es objeto de los deseos de este
hombre malvado.

Es decir que tal mirada posee la particularidad de no ser en nada
tranquilizadora.

Cuando la amenazante presencia del hombre de la arena se torna
para Natanael más contundente aún, es decir, una presencia del
orden de lo real que emerge, ésto se produce por vez primera en
las siguientes circunstancias: el niño engaña a sus padres
haciéndoles suponer que se halla dormido, cuando en realidad se
ha propuesto descubrir la identidad del hombre temido a la vez
que se trata aquí de atisbar en que tratos anda su padre, que
relaciones lo atan con tal "horrible monstruo espectral" (8). Tal
descubrimiento es entonces también referido a su padre. Natanael
dice: "(...) me quedé petrificado por temor a ser descubierto y
castigado con dureza" (9). Ocurre que por la misma razón, él
mismo se descubre al salir de su escondite luego de haber
observado las actividades de los dos hombres. Se hace sentir
entonces la posibilidad de ser privado de sus ojos, por los
cuales intercede su padre, salvándolos. Pero aún tras esto
Natanael relata de Coppelius " (...) me cogió con fuerza y,
haciendo crujir mis huesos, me descoyuntó pies y manos
colocándolos en sitios diversos" (10). Tras lo cual "todo a mi
alrededor se oscureció, y una fulgurante convulsión me sacudió
nervios y huesos (...)" (11). Entonces se desmaya y con fiebre
permanece enfermo por largo tiempo. Al relatar años después
aquellos sucesos a un amigo enlaza tales hechos con un
padecimiento que afecta su vista (todo carece de color, un
sombrío destino ha arrojado sobre su vida un oscuro velo de nubes
que piensa quizá solo podrá rasgar con la muerte).

Es por quedar en ésta posición de atraer ésta mirada, que supone
un goce siniestro, abrumador, ante el cual como sujeto se queda
indeterminado, que Natanael ha enfermado varias veces y que en la
oportunidad arriba mencionada desorganiza su campo perceptivo,
produciendo incluso una fragmentación, un despedazamiento sobre
la imagen corporal. Finalmente para escapar de tal mirada, por no
poder escapar de ella, se arroja de la torre.

¿ Acaso tal intento de escapar de ésta mirada, no poder soportar
ser el objeto de ella, no lo encontramos también en la tragedia
de Sófocles ? Dice ésta que cuando Edipo se encuentra con la
verdad de su crimen consumado, recorre el palacio pidiendo a
gritos que le den una espada y que arrastren a su presencia a su
esposa y madre. Gritando aún más, violó la entrada de la cámara
nupcial y encontró allí a la reina ahorcada. Tomado dos broches
de oro de las ropas de ésta, se los clava en los ojos exclamando
"¡Ojos, no veréis más ni el mal que sufro, ni el crimen que
cometo! ¡Dormid la muerte de la noche eterna y las tinieblas
podrán defenderos de ver lo que no quise ver jamás, y tampoco
aquello que tan anheloso ver ansiaba!" (12). Luego continúa con
un parlamento del que extraeremos lo siguiente: "¿Por qué habría
yo de ver, si para el que ve, nada dulce había que ver pudiera?
(...) ¿Qué había que oir que placer me diera, amigos míos? (13).
"No me digas que estuvo mal hecho lo que hice y ya no trates de
hacerme reflexionar. ¿Para qué eran mis ojos, si al bajar al
Hades, encontraba a mi padre y a la desdichada madre mía, podría
ver acaso, con esos ojos, su propio semblante?(...) ¿Eran acaso
esos ojos para ver a los hijos que nacieron de ésta forma
execrable? ¡No, éstos mis ojos ya no podrán ver nada de eso! ¡Yo
mismo he hecho imposible ésta vista, yo, que fui el más excelente
hombre de Tebas, cuando puse la ley de que todos echaran de sus
hogares al malvado, al que los dioses declaraban infame, al que
era hijo de Layo! ¿Podría ver a los ciudadanos con ojos
inmutables, yo que con mis crímenes arrojé la peor mancha sobre
ellos? ¡Nunca jamás! ¡Ojalá que de igual modo hubiera yo podido
tapiar mis oídos, fuente por donde fluyen los sonidos al alma!
¡De ésta manera, ni oyera voces, ni contemplara luz...! ¡Dulce es
para la mente vivir sin el contacto de los infortunios de
afuera!" (14)

Edipo, sin saberlo se había maldecido a sí mismo, ahora imploraba
el destierro. Cegándose había querido atemperar su falta, a la
vez que arrojar un velo sobre la verdad de una visión que lo
horroriza. Quería ocultarse de la mirada.

Ahora es mal-visto incluso por los dioses, pero aún ciego no
puede no verse ocupando un lugar imposible de soportar. La imagen
de sí mismo con la que se encuentra súbitamente, es angustiante.

Si lo que se ve en el espejo no resulta apto para el
reconocimiento demandado al Otro es porque lo que allí se refleja
es angustiante. Si lo que el sujeto encuentra es su propia mirada
(y no la visión de sí mismo que está allí justamente para
eludirla) la imagen especular se transforma en la del doble,
posibilitando así la irrupción de la angustia. Si la ausencia, la
carencia que nos constituye surge como presencia en otro lugar,
ella domina el juego apoderándose de la imagen en la que se
sostiene, éste doble desconocido frente al cual un sujeto se ve
aparecer como objeto.

En contrapartida, cuando la falta se halla oculta detrás del yo
ideal del narcisismo y la especularidad que encierra, la angustia
queda suficientemente rechazada por la aprobación del Otro ante
la imagen propuesta.

La cuestión de la mirada posee íntima relación con el objeto del
deseo, en tanto éste la provoca. Pero ella no se confunde con la
visión. Más bien es del orden de lo que se intenta situar por el
entorno, una expresión, la posición de los párpados, las cejas,
un silencio, un más alla de la visión, un más alla de los ojos.

En la mirada vemos articularse la función del señuelo, en tanto
que lo que a ella se ofrece como dándose a ver es algo diferente
a lo que se quiere ver. Es por esto que el campo escópico
funciona también a nivel del objeto a, a nivel fálico, - fi , es
decir lo que hace presencia por una ausencia. La temporalidad que
rige el juego se sitúa en relación a lo evanescente, el instante,
lo fugaz.

Cabe recordar por otra parte lo que popularmente se conoce como
ojeo o mal de ojo. Se lo relaciona con la envidia, envidia
despertada por algo que un sujeto posee, no tanto porque un
objeto que la despierte resulte por sí mismo apetecible, sino por
el valor conferido al mismo en la economía de quien lo detenta.
Es decir que se resulta afectado al ser "muy mirado" "mirado por
todos" o por ser objeto de "una mirada fuerte". En tal caso, lo
que tal concepción folklórica recorta, es una conexión entre la
mirada y lo maléfico.

El que un objeto se recorte como deseable sirve para velar el
hecho de que bajo ese deseable yace un deseante. Si tal deseante
deja de ocupar el lugar del semejante de la relación imaginaria
para encarnar al gran Otro, tomando así su estatuto, el deseo que
se le supone tiene su correlato en la angustia del sujeto por ser
una incógnita el lugar de objeto al que se encontraría reducido
de tal manera para el goce del A.

Cuando en el Seminario X , Lacan habla de los cinco pisos de la
constitución del objeto a en la relación del sujeto con el Otro (
ahorraremos al lector la conceptualización del objeto a en la
enseñanza de Lacan por suponerla de su conocimiento ) ubica a
nivel del objeto fálico, el –fi , la falta de tal objeto del lado
del sujeto, como correlativa del goce en el A (piso tercero). Y
en el cuarto piso, el piso escópico, es del lado del Otro donde
queda ubicado lo que se inscribe como del orden de la potencia.

El deseo en el Otro, del Otro en tanto ubicado de ese lado, el
cual despierta la angustia del sujeto al no encontrarse
suficientemente velado, se halla presente en todos los pisos. La
angustia de castración prevalece en relación a lo que se
manifiesta a nivel del tercer piso. Y en relación al objeto
mirada del nivel cuarto es como dijimos, la potencia lo que se
inscribe en el lugar del Otro.

La cuestión de la potencia queda claramente demarcada en lo
concerniente a los dioses, poco importa de que dios se trate. La
representación de la omnipotencia divina se extiende en la
concepción de su omnividencia.

Dicha omnividencia es la misma que volvemos a encontrar en
relación a la función autoobservadora del superyo.

Cabe recordar que tras el dios cristiano del Nuevo Testamento,
éste Dios que ha efectuado una nueva alianza con los hombres, se
encuentra un dios irascible y vengativo. Y si los dioses exigen
sacrificios para atemperar su encono, el dios cristiano no vaciló
en matar a su hijo, aquel creado a su imagen y semejanza. Pero si
en la Trinidad Divina se trata de un solo Dios en tres Personas,
los hombres han asesinado a su Padre. Y éste delito, se consuma
una y otra vez dentro de la trama edípica. En tanto que el padre
en cuestión es un padre muerto, que lega su nombre para que de él
se haga uso, cada vez que de ocupar su lugar se trata, el
parricidio se consuma simbólicamente. ¿No es ésta un falta que el
superyo siempre está presto a señalar transformándose su poder
punitivo y lo excesivo de sus ideales en un castigo que
provocaría alguna índole de satisfacción masoquista en el sujeto?
¿O no es acaso de ésto de lo que se trata cuando a un éxito se le
enlaza un fracaso?

¿No parece acaso el encuentro con el doble al que la clonación
humana haría posible, teniendo en cuenta todo lo que hemos
desarrollado, una circunstancia privilegiada para la irrupción de
la angustia?

IV-

Retomemos ahora lo concerniente a los avances científicos ( su
tecnología podría ser utilizada en forma legitimada o
clandestinamente ) y convengamos en que los avances de la
genética durante los últimos años deben caracterizarse como
revolucionarios. Que innumerables fracasos previos en materia de
clonación, hayan no obstante dado lugar al surgimiento de la hoy
famosa oveja Dolly ( para la opinión pública esto se dió a
conocer el 23-02-97), demostraron en lo concreto de una
experiencia lo que antes únicamente era factible en el plano
teórico. Esto es que cualquier célula de un organismo posee la
información genética total del mismo. Dado que el clon Dolly se
produce a partir de células ya diferenciadas ( y no de células
embrionarias ) ésto arroja por tierra las dudas acerca de si las
células diferenciadas habían perdido la capacidad de volver a
diferenciarse en otro tipo de células. Anteriormente ya se habían
clonado animales pero partiendo de células embrionarias y también
se había logrado seleccionar genes para obtener asi animales
genéticamente modificados. Recordemos sintéticamente en que
consistió el procedimiento de la clonación de la famosa oveja
escocesa. Se tomó una célula de la ubre de la cual se extrajo el
núcleo que contenía la totalidad de los cromosomas. También se
tomo un óvulo no fertilizado del cual se descartó su núcleo, pues
éste poseía solo la mitad de los cromosomas. Se combinaron luego
el citoplasma del núcleo ( que posee los nutrientes necesarios) y
el núcleo que contenía el total de los cromosomas, lo cual da
lugar a la transmisión del mismo ADN que el del individuo a
clonar. Luego, por estimulación eléctrica se indujo a la división
celular, lo cual en la reproducción sexuada se produce tras la
fecundación. Tras la multiplicación celular se implantó el
embrión en el útero de la oveja madre, donde continuó su
desarrollo hasta su nacimiento.

En medicina se vislumbra entonces la posibilidad de desarrollar
las técnicas adecuadas para obtener células precursoras de
distintos tejidos para utilizarse en autotransplantes. A la hora
de promesas, la lista es cuantiosa.

Pero la existencia de Dollys humanos parecería no la respuesta a
un interrogante sino el planteamiento de nuevas preguntas.

Parece pertinente transcribir aquí algunas ideas de André Pichot,
investigador en epistemología e historia de las ciencias del CNRS
(Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia), que
en su artículo "La biología y el circo" publicado en Clarín el
16-03-97 sostenia lo siguiente:

"Lejos de ser una manifestación de una ciencia
dominada, éste tipo de operaciones traduce el
desconcierto de una disciplina que exorciza sus
dificultades teóricas multiplicando las aplicaciones
espectaculares. (...) la opinión pública se cansa de la
repetición del mismo esquema: descubrimiento del gen de
una enfermedad, promesa de futura terapia, y después
nada (...) y así sucesivamente. (...) Mientras tanto
tenemos un número nuevo, Dolly (...). Más que nunca, la
ocurrencia de René Thom es de suma actualidad: ‘En
biología, tal vez sería necesario pensar’. Dos veces en
vez de una: elaborar los conceptos y reflexionar sobre
los conceptos de lo que se hace."

Creemos que no se trata aquí de detentar opiniones apocalípticas,
pero en cambio podríamos preguntarnos si ésto supondría algun
tipo de crisis. Podemos pensar que con crisis se hace referencia
a un proceso vertiginoso, cuyos resultados sobrepasan en
velocidad a los tiempos necesarios para su absorción o
metabolización en un sistema determinado, cualquiera sea éste, y
cualquiera sea la materia a la cual apliquemos la noción de
crisis. Además habría que diferenciar una crisis de una
catástrofe, pués ésta última alude a un desenlace imprevisto,
nefasto o inevitable. En cambio la noción de crisis incluye la de
proceso, en tanto se refiere a una agudización, a una tensión
aumentada, se enlaza entonces a la idea de momento o período
decisivo. Luego todo puede volver a encauzarse en el ordenamiento
previo o en cambio dar lugar a una estructuración diferente.

Si la clonación humana fuese un hecho corriente (¿?) afectaría
profundamente... ¿quién podría anticipar cuantas cosas y en que
medida? Indudablemente implicaría una reformulación de las
relaciones sociales y en tal caso la crisis se instalaría a
propósito de la norma.

De existir un clon humano ¿no habría acaso nacido de La Ciencia?
Aquí nos será de utilidad todo lo anteriormente expuesto a
propósito del Edipo. Si la ciencia lo da a luz, si tal sujeto es
antes que cualquier cosa hijo de la ciencia... queda claramente
planteado en que trama se insertaría. Lugar extraño a sostener
entre sujeto y objeto de observación y experimentación. En tal
caso una cuestión crucial sería la de reflexionar acerca de la
función paterna. Esto es, de qué forma podría limitarse el poder
abusivo de esta ciencia madre sobre tal sujeto. Sujeto del cual,
por ser un fenómeno, no se querría perder oportunidad para
estudiarlo, cuantificarlo, configurar estadísticas, verificar
hipótesis, etc. Cualquier libertad que se le otorgue o derecho
reconocido no dejaría de aparejar una nueva oportunidad para
registrar su comportamiento. No es necesario estar tras rejas
para encontrarse apresado. Preso de miradas de médicos,
psiquiatras, sociólogos, psicólogos, periodistas, etc. ¿Cuál será
el límite entre lo público y lo privado, lo íntimo y lo obsceno?
Entendamos como obsceno no una transgresión moral sino aquello
que rompe el pacto sobre el cual se constituye una escena. En tal
sentido ¿cómo podría tal sujeto sostenerse en una escena
diferente a la de ser el objeto del goce del Otro, en este caso
La Ciencia? Hemos visto que cuando la angustia se torna
insoportable, si no se puede abrir el tránsito hacia otra escena,
una salida posible es la caída de la escena por suicidio o
mutilación por ejemplo (pasaje al acto) Sin la puesta en acto de
la función del padre que introduce la castración en el Otro
(produciendo allí una fisura, descompletándolo) , un límite al
deseo y al goce de La Ciencia, éste sujeto clon se vería reducido
al lugar de ser gozado por La Ciencia, usufructuado por ésta en
pos de sus propios intereses. Este goce del Otro sería
subjetivamente amenazante porque instauraría una ley caprichosa,
una ley des-regulada, es decir encarnada, detentada por quién no
se halla tomada por ella misma.

La prohibición que instala la función paterna, instaura asimismo
el deseo, lo engendra en el mismo movimiento en que la
constituye. Metaforizando el deseo materno ante el cual se es una
incógnita, posibilita el desplazamiento. Por lo cual de no haber
límites al poder de La Ciencia sobre nuestro hipotético sujeto
engendrado por el procedimiento de clonación, ¿qué del deseo de
tal sujeto? ¿no sería aplastado, obturado?

En éste punto la pregunta sería acerca de los recursos
disponibles sobre los cuales cabría esperar que la ley del padre,
como tercero incluído, pudiese operar. ¿Existen acaso medios para
que ésta fuese vehiculizada, transmitida? No parece éste ser el
caso tal cual se encuentra planteada la situación en la
actualidad.

Acaso la alternativa subjetiva sería la del perverso, esto es
consagrarse a ser el instrumento del goce del Otro, adecuarse a
ser un buen discípulo, abogar por el reconocimiento siendo
garante del orden establecido, intentando una conciliación entre
el ser objeto de la mirada y la satisfacción del darse a ver,
provocando así un giro al instaurarse como sujeto que muestra. De
tal forma la mirada de La Ciencia, mirada en su costado
angustiante según antes lo hemos desarrollado, se eludiría por
identificación (posibilitando la homeostasis narcisística; de ser
objeto pasivo se restituye la actividad en un intento de
resguardo de la angustia que señala el límite de lo tramitable,
el punto de vacilación de la identidad fundada en la lógica
fálica ).

Por supuesto, la perversión posible de instaurarse en cuanto a
las relaciones sociales a la cual hacemos referencia, nada tiene
que ver con presunciones diagnósticas, pues ésta se refiere a la
lógica del caso singular y nuestras reflexiones versan sobre lo
general.

Si las cuestiones acerca de la legalidad, no de la ley escrita de
la jurisprudencia, sino de la que encontramos operando en el
Edipo ya sea en torno a su inclusión o a su exclusión ( y la
lógica del deseo que instaura ) , no son tenidas en cuenta por
las ciencias al hacer uso de su tecnología, se tratará entonces
de verificar una vez más que lo exluído de lo Simbólico, retorna
como -y desde lo- Real.

NOTAS

(1) Oscar Masotta "Edipo, Castración, Perversión" p.174. "¿ Qué
es un padre ? En primer lugar un padre es esa diferencia
introducida por un deseo de madre que no se agota en un deseo de
hijo. "

(2) Jacques Lacan. El seminario. Libro 7. La ética del
psicoanálisis. p 235 . "Retrocedo en amar a mi prójimo como a mi
mismo en la medida en que en ese horizonte hay algo que participa
de no se que intolerable crueldad. En esa dirección, amar a mi
prójimo puede ser la vía mas cruel."

(3) Sigmund Freud. El malestar en la cultura. p 106

(4) Sigmund Freud. El Yo y el Ello. p 27.

(5) Sigmund Freud. Lo ominoso. p 235.

(6) Sigmund Freud. Ibíd. p 236.

(7) Ibíd. p.231.

(8) E.T.A. Hoffmann. El hombre de la arena. p. 27

(9) Ibíd.

(10) Ibíd. p. 28

(11) Ibíd.

(12) Edipo Rey. p. 145-146.

(13) Ibíd.p 146.

(14) Ibíd. p.147.

BIBLIOGRAFIA

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1995.
* JACQUES LACAN, Seminario 10. La angustia. 1962-3 (inédito,
versión no corregida)
* JACQUES LACAN, El seminario. Libro 7. La ética del
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* JACQUES LACAN, El seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos
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* OSCAR MASOTTA, Lecturas de psicoanálisis, Freud, Lacan,
Editorial Paidós, Bs.As., 1995.
* OSCAR MASOTTA, Edipo, Castración, Perversión en Ensayos
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* Edipo Rey, en Sófocles, las siete tragedias. Editorial
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* ERNST T.A. HOFFMANN, El hombre de la arena en Nocturnos,
Ed.Anaya, Madrid, 1987.


http://www.acheronta.org
[Revista Acheronta]
Número 9 - Julio 1999

 

 

 

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