La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

 

 


El psicoanalista y el historiador:
indicios, sueños,
lobizones e inquisidores
Fernando Gonzalez
Este artículo forma parte, como capítulo VI, de un libro del Dr.
Fernando Gonzalez.
Nos fue enviado muy gentilmente por el Lic. Felipe Flores-Morelos,
quien ha tenido también la amabilidad de difundir la revista Acheronta
en México.
El Dr. F. Gonzalez no dispone de e-mail, motivo por el cual en su
tarjeta personal encontrarán la dirección
electrónica del Lic. Felipe Flores-Morelos, quien se encargará de
acercarle los mensajes que le estén dirigidos.

1. El "paradigma indicial"

El llamado "paradigma indicial" fue puesto de relieve de manera
por demás brillante en un erudito texto, por el historiador Carlo
Ginzburg. En el citado escrito, describe tres de las disciplinas
que en su opinión sirvieron para configurarlo -hacia finales del
siglo XIX- "silenciosamente, en el ámbito de las ciencias
sociales, (como) modelo epistemológico". (1). Dichas disciplinas
que giran alrededor de análogos supuestos en ciertas maneras de
proceder serían:

el método desarrollado por Giovanni Morelli para la
atribución correcta de las pinturas de los viejos
maestros, en una serie de artículos aparecidos en la
revista Zeitschrift für Kunst, entre 1874 y 1876;

2. Método del que por cierto Sigmund Freud, creador de
otra de las disciplinas indiciales, tuvo conocimiento,
según lo hace constar en su texto de 1914, El Moisés de
Miguel Ángel; (2) y

3. La novela policiaca que, inventada por Edgar A. Poe,
alcanzó un desarrollo notable con Arthur Conan Doyle y
su célebre personaje Sherlock Holmes.

El historiador italiano dice que: "en los tres casos unos
detalles minúsculos proporcionan la clave para acceder a una
realidad más profunda, inaccesible por otros métodos: Para Freud,
estos detalles son síntomas, para Holmes, pistas e indicios, y
para Morelli, rasgos pictóricos" (0p. cit., p. 124). Y añade que
esa triple "analogía" metodológica se explica en parte, gracias a
la formación médica de los tres autores citados. Lo cual, le
concede a la medicina un papel privilegiado como conformadora de
una manera de "ver", pero al mismo tiempo parece quedar en una
posición subordinada frente a las tres disciplinas enunciadas,
sin que se nos explique claramente las razones para ello. En
resumen, gracias a que los tres citados manejaban el modelo de la
"semiología médica", podían diagnosticar una realidad no
observable, sobre la base de "unos síntomas superficiales, o
signos, a menudo sin ninguna relevancia para el ojo del lego"
(Ibid.). (2)

La selección y exorbitación de lo aparentemente minúsculo y
"menospreciado" (Freud), atenta contra un tipo de "observación"
marcada en primera instancia por un reflejo condicionado
"gestáltico", que en su visión de conjunto pierde esos humildes
indicios, que a la postre adquirirán paradójicamente una
importancia, que puede parecer en un primer momento desmesurada.
La suma y combinación de lo minúsculo a partir de ciertas reglas
-no siempre fáciles de formular-, conformarán una segunda
"gestalt", que se justificará, por ser el efecto concomitante de
una operación analítica en la cual, se ha desarticulado la
primera impresión globalizante y después se han escogido algunos
elementos aparentemente insignificantes, a los que se les concede
la posibilidad de volverse significativos. Un poco a la manera
del enamorado que sobrevalora "los minúsculos detalles
marginales, por los que una mujer o un hombre se distinguen de
los demás" (p. 153).

Otra particularidad de esta metodología indicial sería la de
oponerse al modelo galileano, en decir, que si en este último se
busca "descartar las características individuales (...) para
(tratar) de alcanzar un nivel más o menos riguroso, más o menos
matemático, de generalización" (op. cit., p. 137) -y por lo tanto
se trata básicamente de un conocimiento antiantropocéntrico-, en
el primero, se intentan rescatar las características individuales
y lo cualitativo y por lo tanto, la generalización con
pretensiones universalizantes y las matematización tienden a
brillar por su ausencia.

Al interrogarse acerca de las supuestas ventajas de intentar
adecuar el paradigma indicial al modelo galileano, Ginzburg se
responde que le

asalta la duda de que este segundo sea quizás
inalcanzable, e incluso indeseable, para las formas de
conocimiento más ligadas a nuestra experiencia
cotidiana, o para ser más precisos, más ligadas a todo
contexto donde el carácter único e irremplazable de los
datos sea decisivo para quienes están implicados (op.
cit., p. 153).

Asegura Ginzburg que el citado "paradigma" indicial ha venido
siendo utilizado sin que ni siquiera

se haya formulado su teoría de manera explícita (p.
116), ya que hasta ahora se ha tratado de formas de
saber que tienden a ser mudas, (y) cuyas reglas (...)
no se prestan con facilidad a ser articuladas
formalmente, ni aun a ser expresadas (P. 154).

Pero lo que si queda más o menos claro es que este tipo de
disciplinas están constreñidas a operar a partir de lo que Pierce
denominaba como abducciones, que a diferencia de las hipótesis
que según U Eco, consisten en aislar "una ley ya codificada, a la
que se correlaciona un caso por inferencia,...(la) abducción, es
la adopción, provisional de una inferencia explicativa, con el
objetivo de someterla a verificaciones ulteriores, y que se
propone hallar, conjuntamente con el caso, también la regla". (3)

Aunque Umberto Eco distingue entre tres tipos de abducción, la
hipercodificada -análoga a la hipótesis-, la hipocodificada, (4)
y la creativa. Es a esta última a la que se refiere en su
definición de abducción ofrecida. Y las disciplinas inferenciales
si bien tienden a utilizar con más o menos pertinencia las otras
dos, están más inclinadas a utilizar las creativas, dado el
"carácter único e irremplazable " de los datos en juego.

Pero, planteadas las cosas de esta manera ¿es acaso posible hacer
la teoría de disciplinas tan dispares en lo que se aplican
maneras de proceder que si bien parecen tener ciertas semejanzas,
ni buscan lo mismo, ni están configuradas a partir de los mismos
objetos de conocimiento, y teóricos? Creo que resulta bastante
problemático el tomar este camino. El propio historiador sólo
sugiere la posibilidad de intentar dicha teoría, pero no avanza
substancialmente por ese camino.

Por otra parte, no deja de ser significativo que en la
recapitulación de su propuesta, el historiador italiano explicite
la necesidad de "desarticular" el citado paradigma en la medida
en que hasta ese momento lo ha utilizado en un "sentido lato", es
decir, que "una cosa es analizar pisadas, estrellas, heces
(animales o humanas), catarros, corneas , pulsos, campos nevados
o ceniza de cigarrillos, (5) y otra diferente analizar la
escritura, la pintura, el discurso y los síntomas. La distinción
entre naturaleza (inanimada o viva) y cultura es fundamental" (p.
146). Fundamental, sin duda, pero ¿acaso esto basta para
diferenciar de manera clara y contundente el método, -o más bien
los métodos- como para llegar a poder decir que es hasta finales
del siglo XIX que surge el nuevo paradigma? (6)

Ginzburg define estas metodologías analógicas en términos de un
"paradigma indiciario" en el primer sentido que le dio Khun -en
1962-. Creo que es más correcto hablar de métodos o maneras de
proceder, que no encuentran por lo pronto su articulación en un
paradigma. Cuando menos, si nos atenemos a la definición de
Thomas S: Kuhn. La cual, por otra parte, no carece de
ambigüedades, pues lo considera tanto como: "un objeto para una
mayor articulación y especificación, en condiciones nuevas y más
rigurosas (y no tanto un modelo o patrón -en el sentido de la
gramática- que permitiría) ...la renovación de ejemplos cada uno
de los cuales podría servir para remplazarlo. Por otra parte, en
una ciencia un paradigma es raramente un objeto para renovación".
Pero en otro lugar Kuhn afirma que a los citados los considera:
"como realizaciones científicas universalmente reconocidas que
durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y
soluciones a una comunidad científica". (7)

1.1. El arte de "huellear": el comandante marcos intenta la
"ficha indicial" de Carlo Ginzburg.

Puede sorprender el título de éste apartado, pero el hecho
constatable es, que desde algún lugar de la selva Lacandona el
citado Comandante escribió un comentario a lo que vengo tratando.
En su lectura, el historiador de Turín queda reducido a un
pírrico idealista que desconoce los beneficios de la ciencia
materialista histórica. Cito al guerrillero: "el autor -Ginzburg-
busca salír `del pantano de la contraposición entre el
racionalismo e irracionalismo´, ¿Para qué gane quién? Quiero
decir, la supuesta pugna entre "racionalismo" e "irracionalismo"
es sólo una variante de una posibilidad idealista: el sujeto, el
individuo como base del conocimiento (...) En realidad, el
problema en las ciencias se da en la lucha entre materialismo e
idealismo (¡ah el ahora vituperado Lenin! ¡Ah el olvidado
"Materialismo y Empirocriticismo"! (...) ¡Ah necio Vladimir
Ilich!". (8)

La afirmación del guerrillero y escritor, pretende ser
contundente, y tiene los visos de un "ajusticiamiento"
intelectual. Como en todo "ajusticiamiento", la prisa y la
supuesta claridad de lo que ahí se juega dominan. Sin embargo, en
el comentario de Marcos se obvian varias cosas, entre otras, que
Ginzburg está buscando fundamentalmente diferenciar las
disciplinas indiciales -conjeturales- del paradigma Galileano. De
éste último ya cité que se buscan descartar las características
individuales, para tratar de alcanzar un nivel de generalización
que se pretende "más riguroso". De ahí que sea básicamente
antiantropocéntrico. A diferencia de las citadas disciplinas
indiciales, ligadas a "todo contexto donde el carácter único e
irremplazable de los datos" es decisivo. Si esto es idealismo,
entonces si tendremos que lamentar el prematuro borramiento de la
momia de Vladimir Ilich.

Pero el Subcomandante sostiene su afirmación en algo más que
cuestionar al "individuo como base del conocimiento". Afirmación
por demás ambigua, porque una cosa es decir que se busca dar
cuenta de lo que le pasa a los sujetos a partir de diferentes
lógicas que "articulan detalles minúsculos" que ayudarían a
conocer diversas acciones de los individuos tratando de buscar su
singularidad y otra, que el individuo está a "la base del
conocimiento", sin la mediación de objetos teóricos y de
conocimiento, y menos de contextos socio culturales, cosa que por
cierto jamás afirmaría Ginzburg, ¡al contrario!. Entre otros el
erudito texto titulado El Queso y el Gusano atestigua de ello.

Veamos que añade el Subcomandante. Por lo pronto, toma la última
parte del texto de Ginzburg en donde este habla de los usos
policiacos de ciertos índices como son las huellas digitales,
para sacar por conclusión que el Italiano "arrincona" ahí el
"referente histórico de ese paradigma". Como si lo dicho acerca
del psicoanálisis, el método de Morelli o la novela policiaca
encontraran su verdadero "referente histórico" en los efectivos
usos policiacos de las huellas digitales. Y concluyera: "en
realidad señores las disciplinas indiciales se crearon para que
los que detentan el poder sometan mejor a sus poblaciones".

Si en efecto, la articulación de ciertos indicios derivó -y puede
derivar- en instrumento para ubicar y dominar a los seres
humanos, como fue el caso que cita Ginzburg del saber
clasificatorio de los bengalíes refuncionalizado por los
colonizadores británicos, tiene razón Adolfo Gilly en su
respuesta a Marcos cuando señala "que el método indiciario, como
cualquier otro, puede ser utilizado para diversos y opuestos
fines o intereses de clase". (9)

Como el Subcomandante vive inmerso en la lógica y los términos
militares, y por lo tanto en la consideración estratégica de
quien gana y quien pierde, avanza las siguientes consideraciones:

"era necesaria una contraofensiva: Despojar a la clases
sociales del protagonismo que la irreverente teoría de
ese, igualmente irreverente, judío alemán, les
otorgaba, y devolverlo al garante del sistema: el
individuo y la idea que lo movía (racional o
irracionalmente) (...) La búsqueda de detalles tiene
como fin el recomponer al individuo que los creó. (...y
el "Sup" continúa avanzando sin temor...) Las
similitudes con los métodos delictivos (busquemos al
criminal, individualicémoslo, saquémoslo del contexto
social que lo hace posible, pero sobre todo ocultemos,
en su brillante crimen, el "otro" crimen: el de la
explotación) lleva al mismo resultado: la búsqueda y el
encuentro del individuo "especial", el que hace una
obra de arte o un acto criminal. (y remata) Ese
continuo brinco de conocimientos de "sentido común" a
conocimientos científicos a productos estéticos, es una
forma en que la ideología dominante domina en las
ciencias (...) El autor (Ginzburg) "olvida" el problema
central: ¿cómo se "leen" los indicios? ¿desde qué
posición de clase? ¿Cuáles son las "lecturas
históricas" de los indicios recabados". (10)

Vayamos por partes. De entrada como pertinentemente afirma Gilly,
el historiador de Turín no está atrapado por la disyuntiva ¿las
clases o el individuo?. "sencillamente se niega a hacer
desaparecer, subsumiéndolos en las estructuras a los seres
humanos concretos, de los cuales se componen las clases, los
grupos sociales, las etnias". (11). Tampoco puede ser reducida su
reflexión -que por entendibles razones desconoce el
Subcomandante-, a ser uno de los frutos maduros de esa noción
magma cúbrelo todo que se denomina como "ideología dominante". Y
menos, que por buscar pacientemente lo singular y lo cualitativo
pero sin descuidar el contexto que condiciona los actos y
pensamientos de los hombres, intente supuestamente "despojar a
las clases sociales de su protagonismo".

La lógica militar amparada en nociones globalizadoras que
tendrían la última palabra no ayuda al debate de las ideas. Pues
este no se guía por el criterio de vencedor vencido. Criterio que
por otra parte, se vuelve preponderante cuando efectivamente la
sobrevivencia si está en juego. Habrá sin embargo que reconocerle
a la lectura de Marcos la pertinencia de la pregunta que le
dirige al texto de Ginzburg con respecto a cuales serían las
"lecturas históricas de clase de los signos" en su multicitado
"paradigma indicial" y que éste último no desarrolla, entre otras
cosas por el extenso periodo comprendido en su análisis que
vuelve los contextos de emergencia de los métodos indiciales
prácticamente inexistentes.

Además, Marcos tiene razón en elevar una crítica a los continuos
"brincos" que da él historiador de Turín entre el sentido común,
los conocimientos científicos y los productos estéticos. En esto
último, sus objeciones se acompañan de las de Perry Anderson
cuando señala "lo que es aún más sorprendente es que, al discutir
el "paradigma" (indicial), Ginzburg no distingue entre las
ilustraciones que de ello presenta. Nigromancia y ciencia,
ciencia empírica y fantasía especulativa, se codean entre sí en
su catálogo de las artes del desciframiento" (12)

2. Urszene y sueño

& sueño del Hombre de los Lobos. "pág. 29, tomo
XVII.................."

Si "el saber del historiador -como el médico- es indirecto,
basado en signos y vestigios de indicios, (en suma) conjetural"
(Ginzburg, op. cit., p. 131), que mejor para calibrar las
diferencias y posibles convergencias entre dos disciplinas
conjeturales -el psicoanálisis y la historia-, que aprehenderlas
operando en un punto de intersección "común" como es un sueño
tomado como objeto de conocimiento. Y más aun si se toma como
campo de experimentación aquél que analiza Freud en su famoso
caso del "Hombre de los lobos", que el mismo Ginzburg utiliza
para abundar en su novedosa investigación acerca de los
Benandanti.. (13)

El breve pero substancioso texto del italiano, mantiene una
saludable crítica frente a las posiciones asumidas por Freud, lo
cual le permite dejar constatadas claramente sus diferencias de
enfoque. No existe sin embargo, una actitud que lleve a tener que
escoger entre dos interpretaciones, que se sitúan en escalas
diferentes, y se basan en supuestos que remiten a objetos
teóricos no coincidentes, aunque el objeto de conocimiento común,
el sueño, las haga confluir.

A Ginzburg le interesa responder a una interrogación en la que
están implicadas las llamadas Urszenen (escenas primordiales),
noción que había hecho su aparición en una carta de Freud a
Fliess, del 2 de mayo de 1897, y que se refería a los actos de
seducción efectivamente realizados a los niños por parte de los
adultos. (14) Escenas sucedidas productoras de efectos
traumáticos. Pero que después de la famosa crisis manifestada en
la carta núm. 69 del 2 de septiembre de mismo año, en la cual
Freud exclamaba consternado "ya no creo más en mi ‘neurótica’
(pues) ... la perversión tendría que ser inconmensurablemente más
frecuente que la histeria" (15) lo llevaba por otras vías no
realistas que le permitieron poner en primer plano la noción de
fantasía, sin abandonar totalmente la vertiente realista, que
"reaparece" en el caso del "Hombre de los lobos" (16) 17 años más
tarde.

En dicha carta 69, daba como segundo argumento de peso para
"abandonar" la concepción realista de las escenas traumáticas,
que en el inconsciente "no existe un signo de realidad, de suerte
que no se puede distinguir la verdad de la ficción investida con
afecto". (17) Este argumento, radicalizado, le va a impedir a la
reflexión psicoanalítica -como ya lo dije en el cuarto capítulo-,
enfrentar en su especificidad el espinoso asunto de lo
efectivamente sucedido, dado que va a tender a desrealizarlo a la
menor provocación, ya que "si no existe un signo de realidad",
para qué complicarse la vida en los sinuosos -pero creo que
necesarios- caminos transitados por Monique Schneider (18) cuando
abordando el trauma nos habla de los difíciles y no siempre
asegurados pasajes entre lo que los sujetos consideran como
inverosímil, probable o efectivamente existente.

Pues bien, Ginzburg se pregunta "¿cual es el significado a
diecisiete años de distancia, de la reaparición de las palabra
"escena primaria?" (p. 203). Reaparición que implica un cambio en
el número y el papel desempeñado por los actores del escenario,
pues esta vez se trata del coito entre los padres -o sucedáneos-,
contemplado por el infante. Dicho resurgimiento, trae de nueva
cuenta a colación la hipótesis de la seducción que acompañó a la
primera concepción de Urszene. Pero ésta tampoco tiene el mismo
sentido, pues la escena es sufrida visualmente y está enmarcada
entre otras cosas, por la discusión contra Jung y sus
zurückphantasieren (fantasías retroactivas), así como por la
introducción de las Urphantasien (fantasías originarias). %

Si la búsqueda de un acontecimiento efectivamente sucedido y
contemplado, es una de las preocupaciones centrales de Freud en
su famoso caso, con lo cual se asemeja a un detective que intenta
probar incansablemente la realidad de la escena primordial -de
ahí que se preste a la confrontación con el historiador-, (19) no
es ciertamente la única como veremos más adelante. Dicha escena u
acontecimiento lo diferencia de los que denomina como "recuerdos
espontáneos". De estos últimos dice, que durante la cura, el
paciente los comunica en buen número, lo cual, añade, no quiere
decir que sean "siempre verdaderos", ya que están sujetos al
proceso denominado como entstellung (transposición / distorsión),
e impregnados "de elementos fantaseados". (20)

En cambio, las escenas, sobre todo las muy tempranas como las del
"Hombre de los Lobos" -que supone ocurrida al año y medio-, y de

semejante contenido, que (...) luego reclaman una
significatividad tan extraordinaria para la historia
del caso , no son por lo general reproducidas como
recuerdos, sino que es preciso colegirlas,
-construirlas- paso a paso y laboriosamente a partir de
una suma de indicaciones (...) no soy de la opinión de
que estas escenas deban ser necesariamente fantasías
por el hecho de que no reaparezcan como recuerdos. hay
algo que a mi juicio tiene exactamente el mismo valor
que el recuerdo: el hecho de que -como en nuestro
caso-, se substituyan por sueños. (...) es que el soñar
es también un recordar. (21)

Se trata pues, de una suerte de "recuerdos oníricos" no
espontáneos laboriosamente reconstruidos, que al parecer estarían
hasta cierto punto purificados de elementos fantasiosos. Cuando
menos, si nos atenemos a la cuidadosa reconstitución que lleva a
cabo Freud de la supuesta escena en donde el pequeño ruso ha
contemplado un coitus a tergo entre sus padres. Pero en los
intentos de responder a su detractores acerca de la verosimilitud
de la tal escena, llega a construir una segunda posibilidad, como
es aquella de que el niño pudo haber contemplado un coito entre
animales, escena atribuida por desplazamiento a los padres (cf.,
p.55). Con lo cual estaríamos en la línea de los "recuerdos
espontáneos" ya aludidos, puesto que afirma que: "entonces, la
escena así fantaseada desplegó todos los efectos que le hemos
atribuido, los mismos que si hubiera sido enteramente real y no
se compusiera de dos ingredientes pegados entre sí". (22)

La operación conjetural freudiana al introducir esa segunda
posibilidad, no renuncia al supuesto de algo efectivamente visto,
pero resignificado por el trabajo psíquico que recrea por
semejanza una escena en la que estaría obviada la dimensión
fantasmática para el que la sufre. Como en el sugerente trabajo
de Natalie Zemon Davis (23) acerca del retorno de Martin Guerre,
la disyuntiva para Freud no parece situarse entre lo verdadero o
lo inventado sino entre realidades y posibilidades. Aunque en el
caso del Vienés, estas posibilidades implican la introducción de
las operaciones del "aparato psíquico", en donde la
fantasmatización no dejaría de inclinar la balanza hacia el
terreno de la ficción. Visto esto último desde la perspectiva de
un historiador clásico. Pero desde el punto de vista del creador
del psicoanálisis la fantasía que recrea lo visto no le va a la
saga a lo efectivamente ocurrido, como ya lo he señalado en
múltiples ocasiones. Freud, al considerar a las operaciones del
psiquismo como parte substancial de su contexto interpretativo,
marca sus distancias con Zemon Davis, porque dicha autora apenas
osaría servirse de éstas en lo que ella entiende por contexto.
Volveré en el apartado 5 a lo que se entiende por contexto en uno
y el otro campo.

Se comprenderá que el sueño al ser concebido no sólo como
"realización de deseos", sino también como receptor y reproductor
de recuerdos no espontáneos -aunque de manera un poco tortuosa-,
complica las cosas al extremo, pues entremezcla dos funciones
incompatibles, que indican toda la tensión en la que se
desenvuelve la problemática del texto del "Hombre de los Lobos".
Tensión que se dibuja de nueva cuenta en las dos versiones del
coitus a tergo. Si en la primera versión parecería existir la
promesa de un reconstrucción casi exenta de fantasía, una vez
restituidos los itinerarios de la formación del sueño, en la
segunda, la de los animales, las pistas se entremezclan a tal
grado, que ya no parece importar si se contempló o no a los
padres, con lo cual estaríamos en la concepción de la carta 69,
es decir, en la ausencia de "un signo de realidad en el
inconsciente". Mismo argumento que vale para el sueño como
reproductor de acontecimientos, pues ¿cuáles serían los criterios
para saber cuando actuaría en una función y cuando en la otra?.
Porque en la cita, todo el peso del argumento parece descansar en
el supuesto de que ese específico tipo de recuerdos aparezcan
como sueños. Con el agravante de que finalmente no importa si se
vio o no a los padres, porque una escena sucedánea "mezclada"
-aquí si con la fantasía-, sirve para producir los mismos
efectos.

Pero, la contradictoria concepción freudiana del sueño es más
complicada, pues en ella no sólo intenta articular recuerdo,
deseo y fantasía, sino además teorías sexuales infantiles que
estarían mediatizando la percepción. En el caso del ruso se
integra además el folklore por interpósitos cuentos que permiten
contextualizar la aparición de los lobos. Cuentos rearticulados
en el laboratorio onírico del soñante que en la clave
interpretativa freudiana implica un desciframiento que no se
reduce al nivel "policiaco/criminalístico", sino que intenta dar
cuenta de la realización del deseo en juego y del tipo de
"comprensión" elaborativa que en él se hace patente.

Tenemos así que, que a los deseos diurnos "superficiales" de este
sueño navideño, "se asocia el deseo más profundo (...) de ser
satisfecho sexualmente por el padre, deseo que al comienzo (del
sueño) es substituido por el de volver a ver lo que aquella vez
(en la escena de coitus a tergo) resultó tan cautivante", (24)
pero que la continuación del sueño muestra en sus consecuencias
aterrorizantes, pues dicha satisfacción implicaría la amenaza de
castración, de ahí el angustioso despertar del soñante.

El realismo de la escena como acontecimiento "en bruto"
finalmente queda atenuado por estas otras dimensiones que
configuran los diferentes planos de la compleja escena onírica y
de la cual la Urszene es sólo uno de ellos, en rigor,
difícilmente desprendible de su configuración deseante, y de las
elaboraciones acerca de la diferencia sexual, y del enigma de la
satisfacción que en ella se juega. En esta satisfacción uno de
sus indicios "superficialmente" contradictorios se manifestaría
en la discordancia entre el rostro de la madre y la percepción
"formal" del coito como básicamente violento. (25) De ahí que
afirme Freud que "lo esencialmente nuevo que le aportó la
observación del comercio sexual entre los padres fue el
convencimiento de la efectiva realidad de la castración". (26)
Esta última afirmación sujeta a matices como se verá.

La Urszene estrictamente hablando no dice nada, es el contexto en
el cual se desarrolla y el lazo que se guarda con los actores
parentales a los que se mira el que compele al observador hacia
la actividad interpretante armado de sus "teorías sexuales
infantiles". (27) Pero para el psicoanálisis freudiano el
acontecimiento sólo puede ser aprehendido en su dimensión
nachträlich que se presta mínimo a dos lecturas posibles a saber:
la que la concebiría como "efecto retardado" como suceso que con
el tiempo terminará por revelar su sentido, o la nachträlich como
"posteridad", es decir cuando ocurre un segundo acontecimiento
que le da su sentido al primero. (28)

Sin embargo, en ambos casos la escena "inocua" o cargada de
sentido virtual, por algo se conserva. Su potencial fuerza
significativa sexual por decirlo así, la "constriñe" a entrar en
relación en un segundo momento con otros acontecimientos. Freud
en el texto analizado, parece inclinarse por la primera opción:
la nachträlich como "semilla". Pero aun en esta opción se da en
un complejo proceso elaborativo y así busca explicar que a lo
largo de su exposición no habría que perder de vista que el

analizado expresaba, a la edad de 25 años, unas
impresiones y mociones de su cuarto año de vida (el
sueño) con palabras que en esa época no habría hallado.
(...) Cuando tiene año y medio el niño recibe una
impresión frente a la cual no puede reaccionar
suficientemente; sólo la comprende y es capturado por
ella cuando es reanimada a los 4 años, y sólo dos
decenios después, en el análisis puede asir con una
actividad de pensamiento consciente lo que ocurrió
entonces dentro de él (29)

Y añade Freud que si la interpretación y la observación de lo
relatado son correctas, debería poderse desdeñar la distancia
entere la segunda y tercera fase temporal. Sin embargo, esto
último no parece ser tan fácil, porque la "comprensión" de la
segunda etapa, está sostenida sobre bases más bien del orden de
lo inconsciente aunque implique ya un avance elaborativo respecto
al acontecimiento en bruto, en la medida en que lo mediatiza un
sueño. De ahí que la tajante frase de Freud de que lo que le
aportó la contemplación del comercio sexual parental fue "el
convencimiento de la efectiva realidad de la castración" resulte
sujeta a caución. Pues baste recordar el famoso "suceso" de dedo
supuestamente cortado -ocurrido poco tiempo después del sueño-,
para que se vean los heterogéneos planos de lo que se entiende
por "comprender".

tenía cinco años; jugaba en el jardín junto a mi niñera
y tajaba con mi navaja la corteza de uno de aquellos
nogales que también desempeñaban un papel en mi sueño.
De pronto noté con indecible terror que me había
seccionado el dedos meñique (...) Al fin me
tranquilicé, miré el dedo, y entonces vi que estaba
completamente intacto. (30) &(cf. Lacan).

Freud constata como subsistieron en él tres corrientes de
"pensamiento" con respecto a la simbolización de la castración,
una que abominaba de esta, otra que la aceptaba, y una tercera
más antigua "que simplemente (la) había desestimado". (31) Sujeto
más que plural, escindido, entre diversas "comprensiones" y
repudios.

Para terminar este sucinto análisis de los planos implicados en
el objeto sueño, que trabaja Freud, y que Carlo Ginzburg se
ahorra en su exposición, dada la manera como inserta su crítica y
su aportación, quisiera introducir otro concepto que hará mucho
ruido en la noción de Urszene y por concomitancia en la
consideración de lo efectivamente sucedido y visto, me refiero a
la noción de Urphantasie o fantasía originaria. &(el sentido de
la palabra originario)

En las urphantasien, "viene a unirse lo que se puede llamar el
deseo de Freud de encontrar la roca del acontecimiento (y si en
la historia del individuo ésta llega a borrarse, a fuerza de ser
refractada y multiplicada, se remontará más atrás) y la exigencia
de fundar la estructura de la misma fantasía sobre algo distinto
al acontecimiento"...(Si cada vez, como afirma Freud, se pueden
recuperar entre el sinnúmero de las fabulaciones individuales las
mismas fantasías), "es porque la historia acontecimiental del
sujeto no es el primun movens y debe suponerse un esquema
anterior capaz de operar como organizador (...) Es pues un real
lo que se postula más acá de las elaboraciones de las fantasías,
pero un real del que Freud no deja de subrayar el estatus
estructural y la autonomía en relación con los sujetos que, por
su parte son absolutamente dependientes de él". (32)

Esta especie de lamarkismo "estructuralista" tan cuestionable,
plantea entre otras cosas que la "eficacia del acontecimiento"
-como dicen Laplanche y Pontalis- para Freud no se explica -como
lo dije anteriormente- por si mismo. Pues otro "Real" entre
formal y semántico, organizador de escenas, tendería a imponerse
sobre lo que no ocurrió, para que suceda fantasmáticamente,
corrigiéndole así la plana. Las urphantasien, se añaden al
arsenal que serviría a la operación que tiende a disolver la
realidad de lo efectivamente sucedido, o si se quiere para
tornarlo algo secundario y en el límite, sin pertinencia para la
reflexión psicoanalítica.

Si la historia acontecimiental del individuo no es el primun
movens, entonces para Freud no quedan sino dos opciones: o lo
remite todo a un supuesto proto acontecimiento como el que pone
en juego en Totem y Tabú con el mito del asesinato del padre
primordial, o se remite a las Urphantasien que organizan las
experiencias individuales y aun les añaden elementos que terminan
por "reclamar realidad".

Con la primera opción lo que hace -como bien lo señaló- Claude
Lévi Strauss, es seguir "un camino contrario al de la teoría,
(pues si en ésta...) se va de la experiencia a los mitos y de los
mitos a la estructura: en la otr(a) , se inventa un mito para
explicar los hechos: para decirlo todo, se procede como el
enfermo, en vez de interpretársele". (33) El acontecimiento
individual que no se bastaría a sí mismo, es remitido a un
acontecimiento colectivo en el que todo se explicaría no
importando las épocas ni las circunstancias. Proto historia
mítica que desrealiza y desingulariza al máximo la historia de
cada individuo, al mismo tiempo que pretende introducir una
dimensión colectiva que los atraviesa y constituye. Desde esta
perspectiva, entre el supuesto acontecimiento originario y las
historias singulares, no se puede pensar otro tipo de
historicidad para el Psicoanálisis como la que intenté analizar
en el capítulo IV, que si bien rescata la dimensión colectiva,
intenta no tornarla unívoca y valida para no importa que época y
circunstancia.

Con la segunda alternativa, la de las Urphantasien, el
pensamiento freudiano no deja de mostrar sus paradojas, ya que al
mismo tiempo que busca terca y afanosamente encontrar al suceso
traumático sufrido por el Hombre de los Lobos, purificado de toda
fantasía, y de la operación onírica que lo mostraría envuelto en
el trabajo del sueño, termina por volverlo intrascendente, ya que
las Urphantasien que introduce, implican la imposibilidad de
distinguir lo ocurrido. En última instancia, el intento de querer
eliminar toda mediación con respecto al acontecimiento, sólo
provoca la exaltación de aquello que lo "deshace". En este
segundo caso se trata de un "real" configurador de escenas que
banaliza y torna indiferente la singularidad posible de lo
efectivamente sucedido en la medida en que todos terminan
finalmente por fantasear y enredarse en "lo mismo". Porque tarde
o temprano todos se enfrentan a parecidas cosas.

En este punto puede ser interesante volver a un asunto que
habíamos trabajado en el capítulo anterior, con respecto al
acontecimiento y la narración. Guiándonos por el análisis de Paul
Ricoeur habíamos dicho que "las historias que nos ocurren (...)
son actuadas o sufridas antes de ser consignadas (y que) La
intriga narrativa aparece como una triple potencia de mediación"
(34) (acerca de un pasado, del que) decimos algo sensato (...) al
pensarlo sucesivamente bajo el signo de lo mismo, del otro y de
lo análogo". (35)

Pero el historiador David Carr cuestiona lo que considera una
posición discontinuista tanto de Ricoeur como de Hayden White
respecto a los hechos reales y su manera de retomarlos en una
forma narrativa. Se pregunta si es tan obvia la afirmación de que
los "hechos reales simplemente no se agrupan de una manera
narrativa, y si se les trata como si así fuera estamos falseando
la vida" (36) Carr apuesta por lo contrario, es decir, "la
narrativa no es sólo una forma posiblemente exitosa de describir
hechos; su estructura se inserta en los hechos mismos. Lejos de
ser una distorsión formal de los hechos que relata, una
explicación narrativa es prolongación de su rasgos fundamentales
(...) No sólo hay continuidad sino una comunidad formal" (37)

Si bien Carr reconoce que Ricoeur no llega a decir como White y
Mink que el mundo real es sólo secuencial y en lugar de esto
habla que posee una "estructura prenarrativa", conformada por
elementos que se "prestan a una configuración narrativa", (38)
hay que reconocer sin embargo, que para Ricoeur esa
"prefiguración" no es concebida como poseyendo una estructura
narrativa en sí misma. Si para Ricoeur "las ideas de principio
medio y final no están tomadas de la experiencia: no son rasgos
de la acción real sino efectos del orden poético", (39) entonces
inevitablemente la narración, dice Carr "le añade a los hechos
del mundo una forma que de otra manera no tienen". (40)

Y en efecto, ya señalé la triple potencia mediadora que para
Ricoeur implica la intriga narrativa historiográfica. cuando de
"una simple sucesión de acontecimientos (...) produce una
historia (o como...) al interior de ella pone en relación
factores heterogéneos (...y) finalmente, logra la síntesis de la
dimensión cronológica (episódica) del relato". Por lo tanto, a
diferencia de Carr no se trata para él, de la "prolongación de
(los) rasgos fundamentales" de los hechos mismos.

Para Carr, este discontinuidad sólo puede postularse gracias a
una serie de supuestos acerca de la acción humana, entre otros,
que el mundo real "debe ser casual y azaroso" y la acción humana
"un caos de asuntos inconexos". (41) Pero en realidad, según él
no es así. Basándose en Husserl, postula que "no podemos (...)
experimentar nada como suceso, como presente, si no es sólo sobre
el fondo de aquello que sucede y lo que nosotros anticipamos que
sucederá (...) ¿No hay un parentesco entre la estructura de
medios y fines de la acción y la estructura de principio medio y
fin de la narrrativa? En la acción siempre estamos a la mitad de
algo, atrapados en el suspenso de la contingencia (...) La
estructura medios -y- fines de la acción despliega algunos de los
rasgos de la estructura principio - medio - fin que la idea de la
discontinuidad dice que está ausente de la vida real". (42)

Si no hay acción sin retención ni protensión incluidas, entonces
lo "prenarrativo" de Ricoeur se tornaría una especie de
"narrativo" de primer grado. Reconociendo su diferencia con la
intriga narrativa historiográfica, no bastaría esta constatación
para postular una discontinuidad entre ambas. La cuestión dice
Carr, no es pues optar por la narración vs el caos sino caer en
la cuenta que en la vida falta "ese punto de vista que transforma
a los eventos en un relato al contarlos. (Porque) narrar no es
sólo una (...) relación de hechos sino una relación informada por
una especie de conocimiento superior". (43)

La posición y función del narrador que se supone maneja la
secuencia completa y ya no sufre de las incertidumbres de la
acción a las que si está sujeto el actor, no supondría un corte
radical con este último porque para Carr los actores pretenden
con más o menos éxito ocupar permanentemente la posición del
narrador. En todo caso "la visión retrospectiva del narrrador
(es) un refinamiento de un punto de vista inherente (a) la acción
misma". (44)

Pero la tesis de Carr en realidad implica no dos sino tres
niveles a ser considerados para acción y narración que a mi
entender no quedan claramente diferenciados en éste autor, a
saber: la acción como retrospectiva y prospectiva, nivel mínimo
"narrativo" aunque sea sólo en las cabezas de los actores; un
"proceso narrativo práctico" que constituyen personas o grupos y
que Carr denomina como de "primer orden" y finalmente, uno de
"segundo orden" cuyo "interés se encuentra de manera fundamental
en lo cognitivo o en lo estético (...pero cuyo cambio de interés)
también puede acarrrear un cambio en el contenido (que no
coincida con el del grupo) La forma, sin embargo, no cambia. (Y
remata así...) no estoy afirmando que las narrrativas de segundo
orden (...) reflejen simplemente o reproduzcan las narrraciones
de primer orden (incluso...) Pueden afectar la realidad que
describen (...) Pero no estoy de acuerdo en que la forma
narrrativa sea lo que se produce en estos géneros literarios para
imponerse en una realidad no narrativa". (45)

Podríamos calificar la tesis de Carr como postulando una
continuidad discontinuidad entre la acción y la narración en
"primero y segundo grados". Continuidad en el sentido de que no
habría diferencia formal en las tres, discontinuidad -o cuando
menos entre la 2 y 3-, en cuanto se acepta que no se trata de
simples reflejos o reproducción entre unas y otras, sino que
incluso las de segundo grado "pueden cambiar o mejorar lo que
describen". Como veíamos que en Freud y su texto de "pegan a un
niño" tampoco coincidían la fantasía consciente la inconsciente y
el acontecimiento. (Cf, capítulo III). Segundo grado narrativo
que se "impone" y trastoca una narración que le precede.

Volvamos por un momento a la manera como Freud piensa la
aprehensión del supuesto acontecimiento que vivió el "hombre de
los lobos". En el hecho desnudo del año y medio parece no existir
la más mínima narración sólo fijación "traumatizante" de lo visto
y escuchado algo del orden de "lo vivido sin vivir" que postula
F. Davoine. Escena que "lo captura" dice Freud. Es solamente
cuando aparece el sueño a los 4 años que una esbozo narrativo
hace sus aparición configurado y mediatizado por las teorías
sexuales infantiles. "Narración" sin duda extraña que no es
relatada propiamente sino hasta los 25 años del soñante a "la
oreja más dotada del siglo" como le llamó irónicamente a Freud,
Michel Foucault. Narración sujeta al trabajo del sueño -y a sus
operaciones que descoyuntan cualquier relación directa con no
importa que acontecimiento que se les ponga por el frente-, que
por leves indicios como el mirar fijamente hace pensar en otra
escena en donde se fue espectador. Los sueños parafraseando a
Jacques Alain Miller a propósito del fantasma, son relatos
imaginarizados que "implican una satisfacción". (!982)

A los 25 años por fin se despliega en una narración eso que
permaneció plegado por dos decenios. Pero contarlo no es
necesariamente entenderlo en sus determinaciones, todavía hay que
intentar elucidarlo trabajosamente en el trabajo asociativo. Lo
dicho a los 25 años, puede ser equiparado a los relatos de
"primer grado" de Carr. Pero estos relatos para el psicoanálisis
deben llevar la marca de la relación transferencial, de la huella
que deja el contar en quien escucha y en el tipo de interlocución
que se establece. Porque no se trata de unos decires
desimplicados para la pura satisfacción del que relata y del
oyente.

Creo que ahora si es posible pasar al planteamiento de Carlo
Ginzburg, y a su específica manera de abordar el objeto sueño

3. El historiador y su interpretación alternativa

Para el historiador italiano el sueño del ruso es sin lugar a
dudas

de carácter iniciático, inducido por el ambiente
cultural que lo circundaba o, más concretamente, por
una parte del ambiente (...) Sometido a presiones
culturales contradictorias (ñiañia [rusa], la
institutriz inglesa, sus padres sus maestros) (...) en
lugar de convertirse en lobizón, se volvió un neurótico
al borde de la psicosis (46)

Ginzburg como Freud, también considera al sueño como un
receptor/reproductor, pero no de Urszenen sexuales sino que
piensa que en el sueño "prorrumpe un contenido mítico mucho más
antiguo, rastreable también en los sueños (en los éxtasis, en los
trances, en las visiones) de los benandanti, de los taltos de los
lobizones, de las brujas" (47)

El sujeto que considera el historiador, está configurado por una
polifonía de voces y tradiciones muchas veces incompatibles que
lo parcializan y lo habitan de una manera tal, que no se presta a
realizar arreglos cómodos. Por otra parte, si uno se queda con la
pura lectura del sueño que hace Ginzburg, podría concluir muy
rápidamente que en su caso, a diferencia de la concepción onírica
freudiana constituida por las diferentes lógicas de sistemas
heterogéneos, que generan un producto mestizo, el sueño se reduce
a ser una pura pantalla que le permite aflorar a un "antiguo
contenido mítico", y que como tal superficie reproductora puede
ser intercambiable con los éxtasis y trances.

La aparente claridad con la que según él, se muestra lo
iniciático del sueño, está fuera de cuestión. Y en la medida en
que no pone en relación la concepción del sujeto polifónico
contradictorio descrita arriba, con la del sueño, queda la
impresión que dichas voces "incompatibles" llegan a un arreglo
civilizado, lo cual les permite manifestarse una a una en la
pantalla onírica, expurgadas de las molestas adherencias y
posibles discordancias de las otras. A dicha pantalla onírica al
parecer, ninguna "entstellung" la turba.

Este efecto de "transparencia", Ginzburg parece encontrarlo a su
vez en los testimonios de los benandanti que estudió en Friuli,
pues nos dice que tuvo acceso a un material que por así decir, no
estaba todavía contaminado por las categorías de los
inquisidores. En esa investigación, el método indicial se basa en
el análisis de las discordancias entre las preguntas del
inquisidor y las respuestas de los inquiridos. No se queda ahí,
sino que a su vez, intenta dar cuenta del lento pero seguro
proceso contaminatorio en un periodo que abarca de finales del
XVI a mediados del XVII. Proceso que termina por "deformar y
después por borrar", (48) por la imposición del esquema de los
inquisidores, el material primigenio.

Pero, incluso en el análisis de las discordancias producidas en
ese dispositivo de interlocución -obviamente disimétrico-, la
aparente transparencia de las creencias relatadas, está
fuertemente marcada por la relación de poder. De ahí, que el
historiador tenga que "calcular" cuando el interrogado cede a las
astucias de su obligado interlocutor y cuando lo que en un
testimonio segundo entra en contradicción con la primera
respuesta, es en realidad un intento de adecuación a la lógica
del inquisidor.

No es un accidente que precisamente el historiador italiano se
haya interesado en el sueño del paciente de Freud, pues los
benandanti son oníricos por excelencia. Por medio de los sueños
son llamados por su "capitán" para combatir contra los brujos,
cuatro veces al año por los frutos de la tierra "si nosotros
somos los vencedores será un año de abundancia, pero si somos
vencidos, será un año de escasez". (49) También en sueños y por
medio del "espíritu" se trasladan a dichas batallas. De la misma
manera asisten a las asambleas para realizar sus ritos agrarios
parte de los cuales pasa por las citadas "batallas nocturnas".
Por cierto, Ginzburg constata que estos individuos grupalizados
oníricamente, jamás dudan de la realidad de aquello en lo que se
ven implicados.

Pero ¿quiénes son llamados? Los que nacen envueltos en el amnios
-membrana que normalmente cubre al feto-. A dicho elemento se
ligaban diversas creencias, por ejemplo: "ella protegía a los
soldados de las heridas, alejaba a los enemigos y ayudaba a los
abogados a ganar las causas". (50)

Veamos ahora en que se sostiene la hipótesis del sueño iniciático
en el Hombre de los Lobos. Por lo pronto, al relacionar que había
visto la luz el día de Navidad, que era ruso, que había nacido
envuelto en el amnios -nacer con la "camisa" puesta- con la
representación central del sueño los lobos y su número,
articulada al cuento que el abuelo le había relatado del "sastre
y los lobos" -que también forma parte del folklore ruso-, llega a
la conclusión de que se trata de un evidente caso de
"homogeneidad cultural". Homogeneidad, que va más allá de la
cultura eslava, pues resulta que otras figuras del folklore
europeo: "lobizones eslavos y bálticos, táltos de Hungría,
kersniki dálmatas, mazzeri de la isla de Córcega y otros" (51) la
comparten.

En dicha horizonte cultural compartido, los sueños iniciáticos en
la infancia y adolescencia están a la orden del día. Los que
nacen con la "camisa puesta" están en posibilidad de convertirse
en lobizones. Incluso el número de lobos tendría según Ginzburg,
una respuesta no tortuosa, pues le hubiera bastado a Freud darse
cuenta que existía la fábula del "lobo imbécil" en la
recopilación de Afanásiev para haber "podido encontrar la
respuesta".

De ahí que le reproche que el haber ignorado este universo
cultural "revestía consecuencias graves (y) sólo quedaba la
experiencia individual, reconstruida a través de la red de
asociaciones reconstruida por el analista". (52) En cambio la
interpretación del italiano restituiría el sueño al universo del
que fue desgajado, Con la evidente desingularización de lo
producido por el soñante. Finalmente, dicho sueño supuestamente
transparente, sería un ejemplo de una "ley" (53) ya constituida.
Aunque habría que rendirle justicia a nuestro historiador y
atenuar este juicio pues también afirma que:

En general, es fácil objetar que la diferencia entre
variantes individuales del mito, y sobre todo entre
contextos individuales, en el interior de cada uno de
los cuales el mito surge y acciona, es grande. Más
grande aun es la diferencia entre vivir pasivamente un
contenido mítico y tratar de dar de él una
interpretación crítica lo más amplia y abarcador
posible (54)

¿Qué piensa Ginzburg del "Hombre de los lobos" y de su
psicoanalista de cabecera que lo interpretó "individualmente"?,
¿acaso los considera pasivos frente al "mito", que uno repitió
sin saberlo y otro desconoció sin proponérselo?

Pero si ignorar el universo cultural aludido, revestía
"consecuencias graves" ¿Qué tanto? ¿quiere esto decir, que con su
interpretación "individualizante" Freud había errado el tiro? Eso
es lo que uno esperaría si tomara las palabras a la letra, pero
Ginzburg es más cauto de lo que se podría esperar después de lo
que afirmó.

Las implicaciones culturales (...) completan pero no
suprimen, las implicaciones psicológicas que el mismo
hecho había asumido en la psiquis del paciente.
Análogamente, completan pero no refutan la
interpretación propuesta por Freud. [Y todavía
añade...] La propia interpretación de conjunto del
sueño del "Hombre de los lobos" en cuanto se la
entiende como reelaboración de la ‘escena primaria’, no
parece a primera vista ni siquiera empañada por las
consideraciones hasta aquí vertidas. (55)

Y si lo supuestamente grave no resultó tanto, entonces, ¿qué
significa "completar"?. No queda contestado claramente por el
historiador, sólo sabemos que dicho complemento no "empaña" la
interpretación freudiana. Y que Carlo Ginzburg acepta que la
mediación ejercida por el aparato psíquico no deja pasar
directamente a lo que el denomina como "implicaciones
culturales".

Sin embargo, si nos volvemos a la interpretación que hizo Freud
del amnios, podemos ver como al sentimiento del ruso de sentirse
afortunado porque nació cubierto, lo remitió el vienés a una
fantasía de "regreso al vientre materno", lo menos individual
posible. En cambio, si hubiera explotado las posibilidades del
folklore en relación con la suerte y la protección que daba la
"camisa", habría podido explorar por ejemplo, las posibles
fantasías de invulnerabilidad. Pero habrá entonces que reconocer
que ambas intepretaciones no son "individualizantes".

Pero, tampoco Freud descuida del todo el folklore por intermedio
de los cuentos y busca relacionar tanto el relatado por el
abuelo, en relación con el sastre, con los de la "caperucita" y
el de "los 7 cabritos y el lobo".

4. El retorno de los brujos: el inquisidor, el psicoanalista y el
historiador

Pero, no sólo por intermedio de los sueños se pueden encontrar
posibles cruces para las dos disciplinas en cuestión, de ahí que
Ginzburg traiga a colación el hecho de que Freud, muy
tempranamente, se había topado en los relatos de sus analizantes
con el asunto de las brujas y la inquisición. Lo cual había
llevado al Vienés a hacer una curiosa equiparación entre el
inquisidor y el psicoanalista, así como entre las brujas y sus
pacientes. Todo esto a partir del supuesto de que en la Edad
Media la cuestión de la histeria ya se conocía. "La teoría de la
Edad Media y de los tribunales eclesiásticos sobre la posesión
era idéntica a nuestra teoría del cuerpo extraño y la escisión de
la conciencia. (Y añadía) ¿Por qué el diablo, tras posesionarse
de esas pobres, comete con ellas unas lascivias de las más
asquerosas? ¿Por qué las confesiones en el potro son tan
semejantes a las comunicaciones que mis pacientes en el
tratamiento psíquico?". (56) Remataba con la hipótesis que los
inquisidores al punzar con agujas a sus víctimas para hallar los
stigma diaboli, terminaban por recordar junto con aquellas "su
primera infancia".

Recuerdos de escenas de seducción, que la histeria como el sueño
hacen aflorar, para beneficio del "sentimiento de realidad". Con
la ventaja para el psicoanalista sobre el inquisidor, que no
tendría que torturar para que vean la luz. Pero con la similitud
de que en ambos dispositivos la seducción se hace presente. Sin
embargo, esta similitud se ve limitada a partir del supuesto de
que por alguna razón en los tiempos de Freud se hubiera ganado en
transparencia, lo cual es contrario a la opacidad que el vienés
le confiere al paso de la historia en asuntos tan comprometidos
con la sexualidad. (57)

Estas escenas de las brujas tendrían que ver con el sabat, al que
a su vez quedaron injustamente ligados los benandanti. Culto al
diablo, profanación de los sacramentos, etc. Sin embargo,
Ginzburg no está de acuerdo con el "lamarckismo" freudiano de la
herencia de los caracteres culturales adquiridos, y se inclina
más por la posición jungiana que en principio aunque no en sus
resultados, le parece más prometedora, cuando a diferencia de
Freud, invertía la relación entre la neurosis y el mito haciendo
de este último algo fundamental para comprender la neurosis.

Todo esto lo lleva a una conclusión no desprovista de una cierta
humildad, a saber:

el caso del "hombre de los lobos" replantea con
ejemplar claridad el entrelazamiento entre mitos y
neurosis (...) no vamos a tratar de explicar la
neurosis del "hombre de los lobos" mediante el mito de
los lobizones, pero tampoco podemos ignorar que, en
sueño de (éste) prorrumpe un contenido mítico mucho más
antiguo.. (58)

El problema es que el "entrelazamiento" no se trabaja como tal, y
queda la impresión de que se trata más bien de dos
interpretaciones paralelas, posiblemente complementarias, las
cuales entran en paralelo en el común territorio del sueño. Con
lo cual estaríamos rozando el sugerente pero problemático
territorio del etnopsicoanálisis.

Así como en el material que rescata el historiador de los
benandanti no existe un verdadero intercambio entre las partes
sujetas a una relación de poder, sino que durante un periodo -de
unos 50 años- se detecta una fisura, una separación entre las
concepciones que se ponen en juego -antes de terminar colonizadas
las creencias de los Benandanti por las de los inquisidores-,
así, abusando de una "analogía" limitada, podríamos mantener la
diferencia que se vuelve evidente después del breve pero intenso
encuentro no jerárquico entre el historiador y el psicoanalista.
Encuentro en el que Carlo Ginzburg no intenta buscar formaciones
de compromiso ni entre las dos interpretaciones alternativas, las
concepciones del sueño, o en el tipo sujeto que está a la base de
este aterciopelado debate. (59)

Sin embargo, los psicoanalistas no dejarán de agradecerle al
historiador la ayuda inapreciable de los conocimientos que le
pueden permitir ampliar su arsenal interpretativo, abriéndole su
abanico de posibilidades a otras dimensiones más allá del
familiarismo. Probablemente, el historiador apreciará a su vez,
que en el no diálogo del sueño se puedan contener tanta
operaciones productoras y transformadoras de múltiples
representaciones, relaciones y acentos, que vuelven cuestionables
a las interpretaciones que perciben al contenido manifiesto del
producto onírico como dotado de una cierta transparencia.

En este último punto, no debo pasar por alto que para el fino
historiador de Turín no parece existir una especial dificultad
que el material obtenido por él de los siglos XVI y XVII, pueda
presentarse en el siglo XX y significar aparentemente lo mismo.
En este punto, parece compartir un cierto parentesco con la
operación interpretativa freudiana que ya analicé respecto a una
neurosis demoniaca del siglo XVII. Dicho material alude a un
sustrato que apunta "a una capa folklórica permeada por un nudo
de representaciones religiosas y míticas que se remontan a un
pasado más antiguo que la fecha en que aparecen en la
documentación (crónicas penitenciales, crónicas procesos,
etcétera)". (60)

El parentesco en la operación interpretativa quizás se deba a que
los dos autores parecen compartir la posición de Céline que
afirma que "todo lo interesante sucede en la sombra". Anderson
señala que si existiera un supuesto dominante que "unificara el
versátil trabajo de Ginzburg (este) sería que "mientras más
profunda es una cosa, esta es más importante". (61) Pero esto
mismo resulta un arma de dos filos pues Anderson añade que esas
"profundidades" en las cuales se buscan "secretas continuidades
culturales" termina por producir su "propio antídoto", porque si
"el vocabulario de la profundidad y de lo diuturno es invariable
(...) sus objetos son tan diversos que se invalidan unos a otros
(...) Cada uno de (los) programas de investigación (de Ginzburg)
ha dado fascinantes frutos empíricos. (Pero) padecen (...) de una
predisposición metafísica a proyectar repetidamente sus
resultados hacia abajo o hacia arriba". (62)

Me imagino que si el niño ruso no podía tomar el camino que
tenían abierto sus antepasados que habían nacido con la "camisa
puesta", es porque este sustrato de creencias y representaciones
estaban en buena medida dislocadas de su universo cultural, o se
habían relativizado y perdido eficacia. Y sobre todo,
pertinencia. Como bien señala Anderson "la persistencia no es en
sí misma garantía de significancia. Lo que falta en la historia
de Ginzburg es el desgaste del significado, siempre presente en
toda historia cultural; ese proceso familiar por el cual las
costumbres o creencias plenamente vigentes en una época se
alteran en condiciones esporádicas o marginales y finalmente
pierden enteramente su sentido (...) En la sociedad, lo que es
más viejo, y en ese sentido más profundo, es a menudo más
superficial, ha sobrevivido justamente porque ha sido reducido a
una insignificancia". (63)

Pero en los términos de Ginzburg, se explica su neurosis no tanto
gracias a un "núcleo sexual traumático" sino al hecho de que
estaba sometido a "presiones culturales contradictorias" (una
nana rusa, una institutriz inglesa, a la de sus padres y además a
la de sus maestros vieneses). El Historiador parece sugerir que
si el universo cultural del ruso hubiera sido más unívoco, no
hubiera caído víctima de la neurosis. Pues la fuente principal de
ésta, parece residir en lo inmanejable que le resultan estas
diferentes tradiciones culturales a las que se ve sometido.

5. El psicoanalista y el historiador: el contexto, la prueba y la
conjetura.

A) CONTEXTOS.

Como ya lo señalé, Carlo Ginzburg se permite interpretar el sueño
a partir de un material que para él revela de una "homogeneidad
cultural". El Individuo que sueña en los albores del siglo XX
parece ligarse directamente a ésta con las dificultades que ya
señalé. Pero el historiador de Turín es mucho más matizado si no
atenemos por ejemplo a su inteligente lectura que hace del texto
de Natalie Zemon Davis acerca del retorno de Martín Guerre, en la
cual da cuenta de algunas de las maneras como la historiadora
maneja el contexto.

Ginzburg define el contexto como el "dominio de las posibilidades
históricamente determinadas". (64) En otro texto lo completa así:
"el historiador establece vínculos, relaciones y paralelismos no
siempre documentados en forma directa, es decir, que sólo lo
están en la medida que se refieren a fenómenos surgidos en un
contexto común de índole económica, social, política, cultural,
mental, etcétera; y este contexto funciona, por así decirlo, como
término medio de la relación". (65) Contexto "común"
problematizado por él mismo, puesto que lo compartido no
necesariamente es homogéneo, sino que está constituido por clases
y relaciones disimétricas y además por "contextos individuales".
Contexto que ayuda a pensar lo que los documentos directamente no
dicen, pero lo que de ahí se infiere "son posibilidades, no
consecuencias necesarias: conjeturas, no hechos verificables"
(p.11 el juez y el historiador).

Ginzburg tiene buen cuidado en distinguir entre "lo
estadísticamente representativo (supuesto o verdadero), y lo
históricamente verdadero". (66) Es precisamente el dominio que
posee de las posibilidades del contexto, el que le permite a
Natan Davis intentar suplir las lagunas informativas de los
documentos "directos" con lo estadísticamente representativo.
Pero no de cualquier manera: "cuando no pude encontrar a mi
hombre o mujer individual en Hendaya, Artigat, Sajas o Burgos,
hice lo posible, por medio de otras fuentes de ese periodo y
lugar, por descubrir el mundo tal como deben ellos haberlo visto
y las reacciones que deben haber tenido. Lo que os ofrezco aquí
es en parte invención mía, pero estrechamente controlada por la
voz del pasado". (67)

El historiador italiano acota que el término "invención" es más
bien provocativo pero que "en conjunto resulta engañoso. (Ya que)
la investigación de Davis y su relato, no dependen de la
oposición entre ´verdadero´ e `ínventado´, sino de la integración
-la cual siempre se indica punto por punto- de `realidades´ y
`posibilidades´. De esto se deriva la multitud de expresiones
como "quizás", "forzozamente", "se puede suponer". (68)

Estas expresiones que marcan la escritura de Davis son parte
substancial de lo que conforma la escritura de la historia -y
deberían serlo de la psicoanalítica-. Una escritura en la cual
"pruebas" y "posibilidades" se entretejen en la narración pero
sin dejar de ser rigurosamente diferenciadas en ella (Ginzburg).

El apasionante texto de Davis que trata acerca de la novedad
nunca antes conocida del "marido falso", aproxima oblicua y
fugazmente al juez y al historiador, en el sentido de que los dos
tienen que vérselas con la cuestión de las pruebas pero no de la
misma manera, pues "para el juez el margen de incertidumbre tiene
un significado puramente negativo (que puede) derivar a un
veredicto de non liquet" . (69) En cambio, para el historiador,
puede ser la oportunidad de percibirlo como un problema a
investigar.

En un trabajo de Ginzburg dedicado explícitamente a mostrar las
diferencias entre el juez y el historiador el italiano nos habla
de la distinta posición asumida por unos y otros ante el contexto
-o contextos-. "para los jueces los contextos aparecen (si
prescindimos de la prueba lógica) como circunstancias atenuantes,
de orden biológico o histórico (...) pero ambos -historiadores y
jueces- están equivocados cuando pretenden demostrar tomando como
punto de partida las circunstancias contextuales y faltando
cualquier confirmación exterior, que determinados comportamientos
individuales se hayan realmente llevado a cabo (...sería) un
abuso de la (...) llamada "prueba lógica" que sería más justo
llamar prueba contextual" (El Juez y el Historiador, p.12).

Volvamos ahora la vista hacia el psicoanalista y preguntémonos
cómo se sitúa ante sus contextos y ante sus pruebas. Por lo
pronto, trabaja con distintos contextos y a diferentes escalas y
aún con la pretensión de trascender los primeros en el sentido de
superar toda limitación espacio temporal. Como ejemplo de esto
último tenemos las nociones de lo "simbólico" que nos hablaría de
la inserción del sujeto en el mundo de la cultura a partir del
eje de las diferencias generacionales y el de la diferencia
sexual, así como aquellas de la "falta" o del Edipo y sus
tiempos. (70) Nociones que por lo tanto aspiran a la
universalidad lógica en sentido estricto. Es decir, que
mantendrían un sentido fuera de todo contexto socio - histórico.

Nociones psicoanalíticas que parecen diferenciarse netamente de
las proposiciones de la sociología y de la historia, ya que éstas
últimas son del orden de "la universalidad numérica", en razón de
que "el sentido de las abstracciones o de las tipologías
históricas no puede jamás ser desprendido de los `contextos´ que
(...) son tomados en cuenta por designación, es decir, referidos
enumerativamente en su singularidad global, como configuraciones
no susceptibles de ser agotadas por el análisis y construcción de
propiedades puras". (71) O si se quiere en la descripción de tipo
socio histórica sin duda existen nominaciones de objetos y
propiedades que pretenden ser trans -o extra- históricas, pero
que su "inmovilidad formal está en función inversa de su
capacidad descriptiva (...) Ellas no aportan una contribución a
la descripción histórica sino en la medida en que se cargan
progresiva y subrepticiamente de vínculos con los casos
históricos". (72)

La elasticidad que torna operativos los conceptos propios a las
ciencias del hombre, implica que jamás se puede cerrar el sentido
de una definición que pretende ser genérica. Así por ejemplo, la
noción de Feudalismo en su intento de abarcar una estructura
formal encierra una "serie de casos singulares enfocados en su
(especificidad) de índividualidades históricas¨. (73)

En síntesis, lo que desconcierta de ciertas nociones
psicoanalíticas, es esa dudosa capacidad de pasearse alegremente
por no importa que época y circunstancia en razón de que con
dicha disciplina se cree poseer la clave de una "naturaleza
humana Psy" universal y no condicionada por ningún
constreñimiento espacio temporal -aunque su concepción de
"naturaleza" varíe según las corrientes-. Estas nociones,
apoyadas en el supuesto básico de la citada "naturaleza",
adquieren así una insostenible ligereza migrante, cuyos
"contenidos" o estructura "ontológica" -como el "sujeto
agujereado"- se desplazan a lo largo y ancho de los siglos sin
que aquellas sufran ningún condicionamiento ni transformación
ocasionado por los contextos en los que se debaten historiadores,
antropólogos y sociólogos.

Un caso de transmigración de "contenidos universales" nos lo
ofrece Freud en el análisis de la obra de Hamlet de Shakespeare.
Harold Bloom en un interesante texto dedicado a lo que él
considera ser la lectura shakespeareana de Freud señala que su
conjetura es "que Freud estaba desesperado por leer las grandes
tragedias como revelaciones autobiográficas". (74) Recuérdese que
-entre otros lugares- "la Interpretación de los sueños", Freud le
dedicó un largo párrafo a esta tragedia y en el cual decía:

Otra de las grandes creaciones de la poesía trágica, el Hamlet de
Shakespeare, tiene sus raíces en el mismo suelo que Edipo Rey.
Pero el distinto tratamiento del mismo material revela toda la
diferencia en la vida anímica de estas dos épocas de la cultura
tan ampliamente separadas; el avance secular de la represión en
la vida espiritual de la humanidad: En el Edipo, la fantasía del
deseo infantil sale a la luz y se realiza, como en un sueño. En
Hamlet permanece reprimida -y lo mismo que en una neurosis- sólo
sabemos de sus existencia por sus consecuencias inhibitorias
(...) Ya que, por supuesto, no puede ser sino la mente del propio
poeta la que nos sale al frente en Hamlet (...) observo el dato
de que Hamlet fue escrito inmediatamente después de la muerte del
padre de Shakespeare (en 1601) es decir, bajo el impacto
inmediato de su desamparo y, como bien podemos asumir, estaban
frescamente revividos sus sentimientos infantiles hacia el padre.
(&)

El modelo es de sobra conocido, Hamlet, sería el representante
casi -por aquello de la mediación del texto- directo del
atribulado Shakespeare. Ya que en realidad, el psiquismo que
"descubre" Freud en dicho personaje sería en realidad el del
Ingles, el cual, por medio de esta obra intentaría enfrentar y
eventualmente elaborar sus revividos sentimientos infantiles.
Confusión entre personaje y autor que si se le aplicara tal cual
a Freud, reduciría su genial obra de "la Interpretación de los
sueños" a un puro asunto personal. Si Freud logra sacar a la luz
lo que para toda las generaciones ha "permanecido en total
oscuridad respecto al carácter del héroe" (Hamlet), es porque el
mismo considera que había logrado enfrentar dichos sentimientos y
hacérselos presentes sin cortapisas ante la muerte de su propio
padre. (carta a Fliess del 15 octubre de 1897). Sólo él
soportaría lo que la humanidad y sus grandes literatos no pueden
decirse sino de manera indirecta.

Freud es consciente de que una parte importante de la materia de
su obra fue escrita sobre el análisis de su propio psiquismo, el
cual pretende universalizarlo. Esto es una característica parcial
pero significativa de la escritura psicoanalítica. La cual, a su
vez , está integrada a la imagen del héroe solitario y
revolucionario que lleva sobre sus espaldas las verdades que
otros rechazan espantados. Imagen que Jacques Lacan cultivó con
creces.

Sorprende, como bien lo señala Bloom, que Freud se refiera a dos
épocas tan distantes de la humanidad tomando a estos dos grandes
poetas como paradigmáticos de ellas, y reduciendo las enormes
diferencias contextuales históricas que las caracterizan a un
puro asunto de una supuesta "represión secular", que avanzaría de
manera inexorable cubriendo cada vez más bajo su manto un
contenido invulnerable e incambiado. Proceso exitoso, que visto
desde la época actual, sólo con el tirabuzón del psicoanálisis
puede ser entrevisto, pues el material absolutamente reprimido
produce ya no tanto a personajes de tragedia "neuróticos" como
Hamlet, sino a neuróticos de verdad. A Freud tampoco parecen
interesarle mucho las diferencias entre las obras y las tramas en
las que evolucionan los personajes citados, porque lo importante
es el "contenido" migrante que se manifiesta por debajo o en la
superficie del "ropaje" que constituye para él la estructura
narrativa, el genero y la retórica de la obra. "Ropaje" que para
él parece resultar aleatorio. En esta perspectiva, no hay
historicidad posible (Cf, capítulo II), o si se quiere, habría
una posibilidad que resta inexplicada, aquella que daría cuenta
de las causas del supuesto avance de la citada represión.

Ya hice alusión en el capítulo precedente a las novellen
freudianas y como la semiología fundada sobre las estructuras
psicopatológicas -también con pretensiones de universalidad- se
las tiene que ver con "la historia del sufrimiento" entendida
como "la serie de acontecimientos relacionales que sorprenden y
alteran el modelo estructural". Historia, que no puede ser
reducida a una pura ejemplificación de dichas estructuras, sino
que las desborda y disloca.

"Acontecimientos relacionales" que remiten a diferentes contextos
posibles que pueden ir desde la historia familiar y sus
específicas vicisitudes tejidas en las relaciones
intersubjetivas, a los socio políticos -como los trabajados en el
IV capítulo- y los culturales como el de caso del "hombre de los
lobos", rematando en el plano intra psíquico -contexto de llamado
"sujeto escindido"-. Ya he señalado que no siempre estos diversos
contextos se hacen presentes con la misma importancia y
pertinencia en cada caso.

Hablar de contextos, implica referirse a:

* escalas;
* contextos que no están empotrados necesariamente unas en
otros, y que por lo tanto no reflejan la totalidad de un
contexto más amplio omniabarcativo;
* con diversos alcances en cada escala considerada;
* que imponen límites a los actores pero no tienen efectos
deterministas absolutos
* contextos que funcionan a partir de diversos subsistemas no
necesariamente armónicos; y
* que entre las diferentes escalas contextuales los pasajes no
se dan sin pérdidas ni transformaciones, porque no están
estructuradas a partir de las mismas lógicas y por lo tanto
no pueden ser reducidas a un "determinante en última
instancia" que las englobaría "hegelianamente".

Lo cual conlleva el respeto a su autonomía relativa y
especificidad. Sin embargo, no basta tratar de dar cuenta de la
coherencia propia de cada escala contextual sino que un segundo
paso consiste en poner sobre el tapete su posibles relaciones.
(75)

B) PRUEBAS.

Y al psicoanálisis ¿le interesa probar?. Estrictamente hablando
no. Pero no es una pregunta que se pueda responder así tan
someramente. Ya he señalado que andar buscando las prueba "de lo
sucedido" en las solas palabras del sujeto -que son las que tiene
bajo el reflector de su dispositivo- puede llevarle a callejones
sin salida y desviar la escucha e interpretación psicoanalíticas
hacia la criminología o la historia. Sin embargo, la turbación
que causa escuchar en la cápsula que conforma seeting analítico
la narración de ciertos acontecimientos que parecen envueltos en
un intenso "sentimiento de realidad", (76) deja la impresión de
que en esos casos no es posible prescindir de su "verdad
material", para basarse sólo en sus efectos sintomáticos. O en el
límite de la desrealización del acontecimiento, concibiéndolos
únicamente como productos de las fantasías.

El "sentimiento de realidad" al que hacía alusión Freud cuando
hablaba que "dentro del material latente del sueño hay algo que
reclama realidad efectiva en el recuerdo, vale decir, que el
sueño se refiere aun episodio ocurrido de hecho y no meramente
fantaseado". (77) no sólo se da ahí. Si bien para Freud el sueño
sería al parecer un camino privilegiado para que se haga presente
lo que "reclama realidad", no es ciertamente el único. (78) Esto
nos remite a las ya aludidas "impresiones recortadas" de F.
Davoine a través de las cuales "algunos tienen el recuerdo de
haber sido pasajeros clandestinos en un territorio cuya lengua se
les escapa y, con ella, pedazos de vida, vividos sin haber sido
vividos". O como decía una mujer a la que la cruzaba un
acontecimiento en el que se había roto brutalmente el lazo con su
madre, -suceso que había quedado envuelto en el silencio-: "eso
que viví y no me acuerdo, se me quedó". Acontecimientos en los
que algo queda escamoteado y no simbolizado, pero que implican
una relación fracturada con alguien -o álguienes- que tiene en su
poder una información substancial.

Lo más difícil de aprehender siguen siendo los acontecimientos
individuales que bajo las reglas que se juegan en el dispositivo
analítico no tienen posibilidad de ser contrastados con otros
testimonios. Reglas que mimetizan sin proponérselo, lo que pasa
en muchas familias en donde ciertos hechos nunca se confrontan.
Esto se asemeja a lo que le ocurre algunas veces a los
historiadores. Aunque no por las mismas razones. Porque en el
psicoanálisis se trata de una opción asumida de entrada con todas
las consecuencias del caso, mientras que para los historiadores
se trata más bien de una limitación producida por pérdida de
documentos o de testigos. Carlo Ginzburg se ha abocado al tema en
un artículo titulado "Just One Witness".

En cambio, cuando en un psicoanálisis, los acontecimientos
trascienden lo individual o familiar -o lo vincular con uno de su
miembros- y pasan al terreno de lo más colectivo, circulan de
otra manera, cruzados y conformados en parte -como ya dije en el
capítulo IV- en la guerra de las memorias. Con lo cual, si se
quiere obtener un mínimo de inteligibilidad, no queda sino
recurrir a la problemática intersección de tres escalas con sus
contextos específicos. Escalas con diferentes lógicas, que el
individuo aprende -o no- a combinar para darle sentido a lo que
le ocurre.

Ginzburg en "Just One Witness", pone en relación tres
acontecimientos separados por alrededor de 14 siglos, en cuya
narración se encuentran analogías que dan que pensar.
Primeramente se refiere a la Jewish War de Flavio Josefo, y más
específicamente a dos pasajes de esta obra. En el primero se
habla del "ocultamiento de 40 gentes en una gruta cerca de
Jotapata, en Galilea, en 67 a.C., seguido del suicido colectivo
de todos ellos, con sólo dos excepciones -el mismo Josefo y un
compañero soldado que aceptó su proposición de no matarlo (III,
8); y segundo, el sitio de Masada, la desesperada resistencia de
los judíos reunidos dentro de la fortaleza, seguida de un
suicidio colectivo con dos excepciones, ambas mujeres (VII, 8
-9)". (79) El tercero, lo extrae del relato de principios del
siglo catorce, de un monje anónimo de Saint Denis que se dice el
continuador de William de Nangis. En dicho texto habla de un
rumor que corrió en la semana santa de 1321 -en Francia y el
norte de España- acerca de una supuesta conspiración que los
judíos junto con los leprosos y los reyes musulmanes habrían
fraguado para envenenar a los cristianos sanos.

"Cerca de Vitry -le- François -dice el cronista- aproximadamente
cuarenta judíos fueron encarcelados en una torre. Con el fin de
evitar ser asesinados por los cristianos decidieron (...) matarse
entre sí: El acto fue llevado a cabo por un hombre viejo y
altamente respetado con la ayuda de un hombre joven (este último)
en lugar de cometer suicidio, robó a los cadáveres (...) trató
entonces de escapar (...) Pero la soga no era suficientemente
larga (y) cayó al piso rompiéndose un pierna y fue asesinado"
(80)

Ginzburg se pregunta cómo se deben interpretar las analogías si
"como una convergencia fáctica o (como) la presencia de un topos
historiográfico (incluyendo) en esta versión, un elemento
adicional -la alusión a la codicia judía". Nos recuerda el
historiador de Turín, que la segunda posibilidad ya había sido
propuesta para el relato de Josefo acerca del acontecimiento de
la Masada. Por lo pronto Si se tratara de lo segundo tendríamos
con el tal "topos", algo que cumpliría funciones homologas a las
fantasías originarias, ya que produciría acontecimientos que en
la realidad fueron inexistentes. (81) Sin embargo, concluye
provisoriamente el Historiador que "esto no implica(ría)
necesariamente (...) que el suicidio colectivo cerca de Vitry -le
- François nunca tuvo lugar. Se necesita más trabajo sobre esta
cuestión, aunque una conclusión tajante es quizá inasequible".
(82)

Al parecer, no sólo los psicoanalistas en ciertas situaciones se
quedan con la duda. Lo cual no es ningún consuelo para nadie.
(83) Un sólo testigo siguiendo el dictum medieval se convierte en
testigo nulo (tesis unus, testis nullus). Pero éste no obliga
necesariamente a historiadores y psicoanalistas, de lo contrario
se perderían la posibilidad de explorar zonas en donde la
opacidad se hace fuerte.

Permítaseme ahora hacer una breve consideración interrogativa
respecto a la relación entre lo sucedido y visto y a sus posibles
diferencias con lo sucedido y sólo aprehendido por un relato.
Esto último fue lo dominante en la mayoría de los casos de los
hijos de nazis, con la excepción de "la muñeca del campo" Hilda.
¿Se podrían detectar en la clínica efectos diversos de este
"sentimiento de realidad" por haber estado implicado de una u
otra forma?. Nada en las narraciones consideradas permite hablar
de diferencias substanciales. Es cierto que no conté con un
acceso a un tipo de material que no fuera el extraído de una
serie de entrevistas.

Además, estamos considerando algo que remite a la fuerza del
"sentimiento de realidad", noción sin duda difusa y subjetiva la
cual sin embargo, resulta ser clave para guiarnos por estos
vericuetos. ¿Cómo restituir este nivel de la experiencia?. No
puedo responder a esto. Sin embargo, en los casos donde el
individuo que duda si algo ocurrió o no, tiene la suerte -o la
desgracia- de poder corroborar por el testimonio de un tercero o
por su propia dilucidación si algo efectivamente pasó o no, ahí
si lo narrado y lo vivido adquieren una importancia substancial,
porque, verdad de perogrullo, la vida les puede cambiar
radicalmente.

En la cuestión de las pruebas, el historiador Carlo Ginzburg
recupera la tradición y reflexiones de Renato Serra cuando este
afirmaba contra los que creían que un documento podía expresar la
realidad, que "un documento puede expresarse solamente a si
mismo: Un documento es un hecho. (Una) batalla es otro hecho
(...) Esas dos entidades no pueden convertirse en una unidad: No
pueden ser idénticas, no pueden reflejarse entre sí (...) El
individuo que actúa es un hecho. El individuo que cuenta una
historia es otro hecho (...) Todo testimonio es testimonio sólo
de sí mismo; de su contexto inmediato, de su origen, de su
propósito, eso es todo". (84)

El historiador de Turín glosa así lo expresado por el crítico del
positivismo ingenuo en su lectura literal de las evidencias:
"Serra estaba profundamente convencido de que estos relatos, a
pesar de su carácter directo, siempre tienen una relación
altamente problemática con la realidad: Pero la realidad ("las
cosas en si mismas") existe". (85) Con esto Ginzburg parece
inclinarse más hacia una posición discontinuista entre acción y
narración.

Este postulado fundamental del historiador no idealista acerca de
la existencia de una realidad, más allá de las dificultades que
conlleva el aprehenderla, hemos visto que no hace confluir
suavemente al Juez, al historiador y al psicoanalista. Es así que
para el juez se da la posibilidad del "non liquet" (no lugar a
evidencias suficientes). Además, de que como bien lo recordaba el
historiador francés Henri Rousso a propósito del juicio de Paul
Touvier -primer ciudadano francés juzgado por crimen contra la
humanidad-, "este proceso quedará gracias a los testimonios (ahí
vertidos), como una inagotable materia de reflexión sobre el rol
respectivo de la justicia y la disciplina histórica en el
establecimiento de la verdad: Menos por su contenido, que porque
el testimonio en justicia difiere grandemente del testimonio
histórico, siempre sometido a la confrontación de los archivos.
En una corte, la oralidad de los debates cuenta más que las
piezas del dossier: es sobre la palabra que se funda la
convicción del jurado. (...) No (quiere decir esto) que los
testigos hayan mentido. Pero algunos han "adaptado" sus
propósitos a las circunstancias, olvidando a veces que la corte
disponía de todas sus declaraciones anteriores. (En resumen), que
la verdad histórica y todavía más el testimonio, son cosas
frágiles y variables según las épocas y las circunstancias". (86)

Cosa esta última que según Rousso no deja de ser a estas alturas
sino una verdad de perogrullo. Uno de los problemas mayores entre
el historiador y el juez, estriba en como traducir en términos
jurídicos una evidencia histórica. Frente a testimonios
variables, y ante hechos que cuentan a veces con un sólo testigo
que no es necesariamente coherente, y la mayoría de las veces con
voces discordantes y la voluntad de trastocar las pistas, el juez
y el historiador se enfrentan con lógicas diferentes a lo
efectivamente ocurrido.

Por su parte, el psicoanalista, que a la menor provocación se ve
constreñido a aludir a la existencia de una realidad que se hace
presente más allá de sus convicciones panlinguísticas, en los
decires de los que hablan en su diván, pretende muchas veces
suprimir la fuerza de ésta reduciéndolo todo a un asunto de
fantasías, a un denominado "real" estructuralmente
"irrepresentable", o a una relación del "deseo a lo imposible".
Pero desde el momento que renunció a comprobar lo dicho por el
analizado más allá del dispositivo de la cura, y desde que supuso
que en el inconsciente "no existe índice de realidad", y que el
testimonio de los individuos sobre sus vidas se da a partir de
una situación estructural que los constituye como sujetos
escindidos, entonces, el testimoniar se vuelve más que
problemático... pero paradójicamente, más para los otros,
historiadores y jueces incluidos que para los propios
psicoanalistas. Pues estos últimos, pretenden poder expurgar
limpiamente esa molesta realidad y sus consecuencias sobre la
vida de los que escuchan, para dedicarse eso sí, a la caza de
fantasías, letras o significantes.

Pero cuando menos, en el creador del psicoanálisis la relación
entre realidad, fantasía y deseo quedó en contencioso que en el
caso del Hombre de los Lobos se manifestó a plena luz en la
nocturna escena del sueño.

Notas

(1) Carlo Ginzburg, "Morelli, Freud y Sherlock Holmes: indicios y
método científico", en El Signo de los Tres: Dupin, Holmes,
Pierce, Compilado por Umberto Eco y Thomas A, Sebeok, ediciones
Lumen, Barcelona, 1989, p. 116.c

(2) Afirma Freud que el método de Morelli consistía en prescindir
"de la impresión global y de los grandes rasgos de una pintura, y
destaca(ba) el valor característico de los detalles subordinados
(y añadía) ... Creo que su procedimiento está muy emparentado con
la técnica del psicoanálisis médico: También este suele colegir
lo secreto y escondido desde sus rasgos menospreciados o no
advertidos, desde la escoria -"refuse"- de la observación.
Sigmund Freud, Obras Completas, T. XIII. Amorrortu editores,
Buenos Aires, p, 227,

(3) Umberto Eco, "Cuernos, cascos, zapatos, algunas hipótesis
sobre tres tipo de abducción" en El Signo de los Tres, op, cit.
p. 275.

(4) La regla debe seleccionarse entre una serie de reglas
equiprobables puestas a nuestra disposición por el conocimiento
corriente del mundo (...) Dado que la regla se selecciona como la
más plausible entre muchas, pero no es seguro que sea o no la
"correcta", la explicación sólo se toma en consideración en
espera de ser puesta a prueba" (Umberto Eco, op. cit., p. 276).

(5) Carlo Ginzburg intenta a lo largo del texto, reconstruir
parte de la genealogía del método indicial, es así que detecta en
el saber cinegético, en el arte adivinatorio, en el relato de
"los tres hermanos", retomado por Voltaire en el personaje de
Zadig, el arte de "las predicciones retrospectivas". Pero por lo
mismo no se ve tan claro el por qué afirma que es hasta finales
del siglo XIX que se establece "silenciosamente" el tan citado
paradigma.

(6) Ya señalé el intento de reconstitución genealógica que
realiza el autor a partir del saber cinegético y el arte
adivinatorio. ¿Por qué estos métodos tendrían menos "dignidad"
que los tres producidos en el siglo XIX, y sólo sirven como
antecedentes?.

(7) Kuhn, Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones
científicas, breviarios del F.C:E. México, DF, 1971, pags, 51 y
13.

(8) Subcomandante Marcos, "Carta a Adolfo Gilly" , Revista
Vientos del Sur, nº 4, verano de 1995, México DF. p. 22.

(9) Adolfo Gilly, "Huellas, presagios, historias: carta al
Subcomandante", en revista Vientos del Sur, nº 4, verano de 1995,
México DF. p.40.

(10) Subcomandante Marcos, "Carta a Adolfo Gilly" , Revista
Vientos del Sur, nº 4, verano de 1995, México DF. p 22 - 23.

(11) Adolfo Gilly, "Huellas, presagios, historias: carta al
Subcomandante", en revista Vientos del Sur, nº 4, verano de 1995,
México DF, p. 40

(12) Perry Anderson, "Pesquisa nocturna", revista, Secuencia, nº,
29, Instituto Mora, México, D.F. mayo - agosto de 1994, p. 201.

(13) I Benandanti, Turín 1972. (1ª edición, 1966).

(14) Carta 61, del 2 de mayo de 1897, Sigmund Freud Obras
Completas, ed, Amorrortu, Buenos Aires, T. 1, 1982, p. 288.

(15) Sigmund Freud, carta 69, Sigmund Freud Obras Completas, ed,
Amorrortu, Buenos Aires, T. 1, 1982.. p. 301.

(16) Para un seguimiento pormenorizado y matizado de la vía
realista y la de la fantasía es muy recomendable el texto ya
clásico de Jean Laplanche y Jean B. Pontalís "Fantasía
originaria, fantasía de los orígenes, orígenes de la fantasía",
en El inconsciente freudiano y el psicoanálisis francés
contemporáneo, ed Nueva Visión, Buenos Aires, 1976.

(17) Sigmund Freud T. 1. p. 300.

(18) Ya citada en el capítulo V del libro al que corresponde este
artículo.

(19) Mas adelante, aludiré a la recuperación que hace Ginzburg de
asunto de la creencia como objeto para ser trabajado por el
historiador.

(20) Sigmund Freud, Obras Completas, Amorrortu Editores, T. 17,
1979, p. 49.

(21) Sigmund Freud, Obras Completas, Amorrortu Editores, T. 17.,
p. 49-50.

(22) Sigmund Freud, Obras Completas, Amorrortu Editores, T. 17.,
p. 56.

(23) Carlo Ginzburg "Proofs and Posibilities: In the Margins of
Natalie Zemon Davis´ The Return of Martin Guerre", Yearbook of
Comparative and General Literature, num 37, pp. 113 -127.

(24) Carlo Ginzburg "Proofs and Posibilities: In the Margins of
Natalie Zemon Davis´ The Return of Martin Guerre", Yearbook of
Comparative and General Literature., nota 17, p. 43.

(25) "Antes ha supuesto que el proceso observado era un acto
violento, sólo que no armonizaba con ello el rostro de contento
que vio poner a la madre". Op. cit., p. 43.

(26) Recuérdese lo que ya dije respecto a la actividad
interpretante en el cuarto capítulo, pues no siempre lo
"enigmático" lanza a los sujetos a buscar un sentido.

(27) Cf., en Luis Tamayo, La temporalidad del psicoanálisis, de,
Universidad de Guadalajara, 1989, p. 59 a 61.

(28) Op. cit., nota 19, p. 43/44.

(29) Op. cit., p. 79.

(30) Op. cit., 78.

(31) Jean Laplanche y Jean B. Pontalís, op. cit., p. 123, 124.c

(32) Claude Lévi Strauss, "Las estructuras elementales del
parentesco" , editorial Paidos, Buenos Aires, 19 p.569.

(33) "de una simple sucesión de acontecimientos, ella produce una
historia; al interior de ella pone en relación factores (...)
heterogéneos (...) Y finalmente, ella logra la síntesis de la
dimensión cronológica del relato y su dimensión configuradora" .
En Jean Greisch, op. cit.

(34) Paul Ricoeur, Temps et Recit, Vol.3, op.cit.

(35) David Carr, "La narrativa y el mundo real: un argumento en
favor de la continuidad", en revista Historias num, 14, Julio
-septiembre de 1986, México D.F., p. 15.

(36) David Carr, Ibid.

(37) Paul Ricoeur, Temps et Recit, vol. 1. Ediciones Seuil,
París, 1983, p. 113.

(38) Paul Ricoeur op. cit. p. 101.

(39) David Carr, op. cit. p 17.

(40) David Carr, Op, cit, pp. 17 y 19.

(41) David Carr Ibid.

(42) Op. cit, p. 21.

(43) Op. cit. p. 22.

(44) Op. cit. p.26.

(45) C. Ginzburg, "Freud y el Hombre de los Lobos", en Mitos
emblemas e indicios, Ed, Gedisa, España 1989. p.200.

(46) C. Ginzburg, op. cit., p. 205.

(47) Estoy citando a partir del versión francesa de I Benandanti,
que se titula Les Batailles Nocturnes, Ed, Flammarion París 1984,
p. 6.

(48) Op. cit., p. 23.

(49) Op. cit., p. 33.

(50) Ginzburg, Mitos, emblemas e indicios, op. cit. p. 199.

(51) Op. cit., p. 200-201.

(52) En el sentido de la abducción hipercodificada.

(53) Op. cit., p. 205.

(54) Op. cit., p. 201.

(55) Sigmund Freud, T 1, op. cit., Carta 56 a Fliess del 24 de
enero de 1897, p. 283.

(56) Cf., capítulo II, de este libro.

(57) Mitos, emblemas e indicios, p. 204.

(58) Sin olvidar que en Freud como ya lo señalé existen mínimo
dos. Es en aquella que habla del sueño como recuerdo, en la que
parcialmente se pueden establecer comparaciones con la del
historiador del Turín.

(59) Javier Villa Flores, "Carlo Ginzburg, el Historiador como
teórico", Cuadernos de difusión científica, num. 39 Universidad
de Guadalajara, 1994, p. 51.

(60) Perry Anderson, op, cit. p. 209.

(61) Perry Anderson, op, cit, pp 212 y 213.

(62) Perry Anderson, op, cit. pp. 210 y 211.

(63) Carlo Ginzburg "Proofs and Posibilities..." op, cit.
Traducción de Helena de la Peña.

(64) Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios. Morfología e
historia, op, cit., pp. 60 -61.

(65) Carlo Ginzburg, "Proofs and Posibilities.."

(66) Natalie Zemon Davies, versión inglesa, citada por Carlo
Ginzburg, op, cit.

(67) Carlo Ginzburg, op. cit.

(68) Op. cit. El non liquet, en lenguaje moderno quiere decir:
"no hay lugar por pruebas insuficientes".

(69) Cf, apéndice del capítulo IV.

(70) Jean Claude Passeron, Le Raisonnement sociologique: l´éspace
non -poppérien du raisonnement naturel. ediciones Nathan, France
1991, p.62.

(71) Jean Claude Passeron, Le Raisonnement sociologique: l´éspace
non -poppérien du raisonnement naturel. ediciones Nathan, France
1991, p.62

(72) Op, cit, p. 61.

(73) Harold Bloom, "Freud: una lectura shakespeareana", en
revista Nexos, Nº 213, septiembre de 1995, p. 43. Bloom nos
recuerda una carta de Freud a su amigo Arnold Zweig en la que le
dice "Para mí es totalmente inconcebible que Shakespeare lo
hubiera obtenido todo de segunda mano: la neurosis de Hamlet, la
locura de Lear, el desafío de Macbeth y la personalidad de Lady
Macbeth, los celos de Otelo etc. Casi me irrita que apoyes esta
noción". Carta del 2 de abril de 1937. op, cit. Para Freud , el
verdadero creador de estas tragedias era el Conde de Oxford y no
Shakespeare.

(74) Agradezco a mi maestro Gilberto Gimenez a su erudición y
generosidad, por ayudarme a pensar y sintetizar la noción de
contexto a partir de varios autores como R. Fossard, P. Bourdieu
y Robert Darntón.

(75) Ya se sabe que en términos freudianos no basta uno solo.
Pero...aún así.

(76) Op. cit., p. 33.

(77) En el capítulo IV(del libro al que pertenece este artículo)
veíamos la necesidad para algunos hijos de nazis de que los
padres corroboraran con su testimonio/confesión, lo que ellos
como hijos ya "sabían".

(78) Carlo Ginzburg, "Just One Witnees", en Saul Friedlander
(de). Probing the Limits of Representation. Nazim and the "Final
Solution. Massachusets: Harvad University Press, pp. 82 -96.
Traducción de Javier Villa Flores.

(79) Carlo Ginzburg, op, cit.

(80) Como buen historiador, Ginzburg investiga si el texto de
Josefo se encontraba en la Abadía de Saint Denis, y si le fue
posible disponer de él al monje en cuestión, etc.

(81) Carlo Ginzburg, op, cit.

(82) Carlo Ginzburg se enfrenta a un caso parecido con el famoso
aquelarre, cuando se pregunta si existió o no. Para él la
respuesta parece ser afirmativa aunque solamente de modo
conjetural.

(83) Renato Serra, Scritti Letterari, Morali e Politici,
ediciones, M. Isnenghi, Turín: Einaudi, 1974, p. 286, citado por
Carlo Ginzburg, en "Just One Witness", op. cit.

(84) Carlo Ginzburg, "Just One Witness".

(85) Henri Rousso, "ce que les historiens retiendront du dernier
procés de l´epuratión", periódico Liberatión, 20 de abril de 1994


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[Revista Acheronta]
Número 2 - Diciembre 1995

 

 

 

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