La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

 

 


Contratransferencia y
respuesta del paciente
Margaret Little

I

Comenzaré contando parte de un caso clínico:

Un paciente, cuya madre acaba de morir, debe dar una conferencia
en la radio sobre un tema que sabe que es del interés de su
analista. Le ha dado el texto de la conferencia para que lo lea y
el psicoanalista tiene la posibilidad de escuchar la emisión.
Debido a la reciente muerte de su madre, la verdad es que el
paciente se siente poco dispuesto en ese momento para pronunciar
esa conferencia;sin embargo, no puede anular su colaboración. El
día siguiente a la emisión, llega a la sesión en un estado de
angustia y confusión extremos. El analista (que es un analista
con experiencia) interpreta este sufrimiento como el temor del
paciente de que él, el analista, tenga envidia de su indudable
éxito y de las consecuencias del mismo y quiera arrebatárselo. La
interpretación es aceptada, el sufrimiento cede rápidamente y el
análisis continúa.

Dos años más tarde (el análisis ya había terminado), el paciente
acude a una velada en la que no se divierte nada y se da cuenta
de que ese día se sitúa justamente una semana después del día del
aniversario de la muerte de su madre. Recuerda en ese momento la
angustia que había sentido en el momento de la emisión
radiofónica dandose al final cuenta de algo que era simple y
evidente: su tristeza se debía a que su madre ya no estaba ahí
para alegrarse de su éxito (ni podía siquiera enterarse) y la
culpabilidad, por que había muerto, había estropeado el placer
que hubiera podido tener por su éxito.

En lugar de procurarse los medios para poder hacer el duelo por
su madre (anulando la emisión),se sintió conducido a negar esta
muerte de manera casi "maníaca".

Vemos,que la interpretación de entonces, que sustancialmente
habría podido ser correcta, lo había sido sobre todo en principio
para el analista que estaba en efecto envidioso de él y su propia
culpabilidad inconsciente había suscitado una interpretación
inexacta. El paciente la había aceptado porque había reconocido
inconscientemente que era correcta para su analista y debido a su
identificación con él. También actualmente podía aceptarla como
verdadera para él mismo, pero de forma totalmente distinta y en
un nivel diferente:el de su propia envidia hacia el éxito de su
padre en la relación con su madre, y la culpabilidad sentida al
obtener él mismo un éxito cerca de su madre: su padre, en efecto,
podría haberse sentido celoso y desear privarle de el exito. El
comportamiento del analista al hacer aquella interpretación debe
ser imputado a la contratransferencia.

II

Es sorprendente que la contratransferencia haya suscitado tan
pocos escritos, aparte de algunos libros y artículos que tratan
principalmente de la técnica y destinados a los candidatos en
formación y cuyos autores destacan todos ellos los mismos dos
puntos: la importancia y el peligro potencial de la
contratransferencia y la necesidad de un análisis en profundidad
para los analistas.

Los escritos sobre la transferencia, al contrario, abundan, y lo
que se encuentra en ellos podría, a menudo, aplicarse también a
la contratransferencia.Me pregunto por qué. Y porqué analistas
tan distintos unos de otros utilizan este mismo término de
contratransferencia, cuando el significado que le dan difiere
tanto.

Este término es utilizado esencialmente para significar todo o
parte de lo siguiente:

a. La actitud inconsciente del analista hacia su
paciente.

b. Los elementos reprimidos no analizados del propio
analista que coloca sobre el paciente de forma idéntica
a la forma en que el paciente "transfiere" sobre su
analista los afectos sentidos hacia sus padres o los
objetos de su infancia: el analista considera a su
paciente (momentáneamente y de manera variable) como
consideraba a sus propios padres.

c. Cualquier actitud o mecanismo específico mediante el
cual el analista llega a conocer la transferencia de su
paciente.

d. La totalidad de las actitudes y comportamientos del
analista hacia su paciente, conllevando esto todas las
actitudes conscientes e incoscientes.

La cuestión es:¿Por qué la contratransferencia está tan mal
definida? ¿Es indefinible? ¿Es imposible aislarla verdaderamente
en la medida de que una idea general de la contratransferencia es
incómoda y poco manejable?

He encontrado a este respecto cuatro razones:

1) Yo diría que la contratransferencia inconsciente es
algo que no se observa como tal,sino unicamente en sus
efectos.

Esta dificultad es comparable a la que encuentran los
físicos cuando intentan definir u observar una fuerza
como la de la gravedad o la onda luminosa que no puede
ser observada ni analizada directamente.

2) Pienso que una parte de la dificultad (considerando
a la transferencia metapsicológicamente) viene del
hecho de que la actitud total del analista compromete
todo su psiquismo: compromete a su ello y a fragmentos
de su superyó y de su yo ( a estos los ecos del
paciente también les conciernen), y ninguna frontera
claramente delimitada los separa.

3)Todo análisis -autoanálisis incluído- supone un
analizando y un analista; y en cierto modo, son
inseparables. Del mismo modo, transferencia y
contratransferencia son inseparables - de donde se
deduce el hecho de que lo que se escribe de una puede
muy bien aplicarse a la otra.

4) La más importante de estas reflexiones;pienso que el
analista tiene una actitud hacia la
contratransferencia, es decir, hacia hacia sus propios
sentimientos y sus propias ideas,bien paranoide o
fóbica, y especialmente cuando sus sentimientos tengan
el peligro de ser subjetivos.

En uno de sus escritos técnicos, Freud indica que los progresos
del psicoanálisis se han visto entorpecidos durante más de diez
años por el temor de interpretar la transferencia. La actitud de
los terapeutas de otras escuelas, por otra parte, ha consistido
hasta hoy en considerarla como muy peligrosa y en evitarla. La
postura de la mayoría de los psicoanalistas en relación a la
contratransferencia es precisamente la misma, es decir, la
consideran como un fenómeno conocido y reconocido pero piensan
que no es necesario interpretarla e incluso que puede ser
peligroso. Sea lo que sea, es difícil tener conocimiento (si es
que se puede) de lo que es inconsciente; y tratar de observar e
interpretar algo inconsciente en sí mismo puede compararse con el
intento de observar tu propia nuca - es mucho más cómodo ver la
de otro-. El hecho mismo de la transferencia del paciente lleva
al analista más facilmente a la evitación por proyeccción y
racionalización, siendo estos dos mecanismos característicos de
la paranoia.El mito del analista impersonal, casi inhumano, no
manifestando ningún sentimiento, es compatible con esa actitud.
Me pregunto, en tanto que el progreso del psicoanálisis está en
juego, si el fracaso para utilizar correctamente la
contratransferencia no ha podido tener precisamente el mismo
efecto que aquel que resulta de la ignorancia o negligencia de la
transferencia. Si hacemos un uso apropiado de la
contratransferencia, ¿no tendremos un utensilio muy valioso, mas
bien indispensable?

Mientras redactaba este artículo, me ha sido difícil discernir
que sentido de la contratransferencia utilizaba y he comprobado
que me deslizaba de uno a otro,cuando en principio quería
limitarlo a sentimientos reprimidos, infantiles, subjetivos,
irracionales, agradables o penosos,que pertenecen a mi segunda
definición (la cual lleva generalmente a considerar la
contratransferencia como fuente de dificultades y peligros).

Pero los elementos inconscientes pueden ser a la vez normales y
patológicos. Todo lo reprimido no es siempre patológico de la
misma forma que todo elemento consciente no es siempre "normal".
La relación global paciente-analista incluye a la vez lo "normal"
y lo patológico, lo consciente y lo inconsciente, la
transferencia y la contratransferencia,en proporciones variables;
abarcara siempre algo de específico a la vez para el individuo
paciente y para el individuo analista. Es decir,cada
contratransferencia,la que sea, difiere de otra, como es
diferente cada transferencia, cambia de día en día con
variaciones que se operan a la vez en el analista, en el paciente
y en el mundo exterior.

La contratransferencia reprimida es un fruto de la parte
incosciente del yo del analista,la que le es mas próxima,la que
le pertenece mas intimamente y la menos en contacto con la
realidad.A ello se suma el que la compulsión a la repetición va a
insistir en este sentido.Pero además de la represión otras
actividades juegan un papel importante en la contratransferencia,
siendo la más importante la actividad de síntesis y de
integración. En mi opinión,la contratransferencia es una de las
formas más importantes de compromiso que el yo muestra más
habilidad en fabricar. Es bajo este aspecto, del mismo orden que
un síntoma neurótico, una perversión o una sublimación.

En ella, la satisfacción libidinal está parcialmente prohibida y
parcialmente aceptada; un elemento de agresión es movilizado a la
vez por la satisfacción y la prohibición, y la distribución de la
agresión determina la proporción relativa de cada una de ellas.
En la medida que la transferencia, como la contratransferencia,
se vuelca en otra persona, los mecanismos de proyección e
introyección son de particular importancia.

Si paranoia y contratransferencia están anudadas, entramos en un
extenso tema de debate, y hablar de la respuesta del paciente
ante la contratrasferencia, no será mas que un sinsentido
mientras que no hayamos encontrado una vía de aproximación más
sencilla. La mayor parte de nuestras dificultades,
desgraciadamente, me parecen provenir de una simplificación
excesiva y de una tendencia casi compulsiva a separar lo
consciente de lo inconsciente y lo inconsciente reprimido de lo
que es inconsciente pero no reprimido, a menudo por ignorancia
del aspecto dinámico del que se trata. Una vez más querría decir
aquí que si hable esencialmente de elementos reprimidos de la
contratransferencia no me limito estrictamente a ellos, les dejo
flotar entre otros elementos de la relación global.Y aun a riesgo
de parecer contradictorio , yo diría que esta "aproximación
ingenua" es sobre todo un pretexto para debatir algunos puntos
para a continuación intentar relacionarlos de nuevo con el tema
principal.

Hablar de aspectos dinámicos nos lleva a la cuestión:

¿ Cual es la fuerza conductora de un análisis? ¿Qué es lo que
empuja al paciente irresistiblemente a mejorar? La respuesta es
ciertamente que son las necesidades combinadas del paciente y del
analista. Necesidades que en el caso del analista han sido
modificadas e integradas como resultado de su propio análisis de
forma que son más dirigidas (¿controladas?) y más eficaces. La
combinación acertada de estas necesidades me parece que depende
de un tipo peculiar de identificación del analista con su
paciente.

III

Conscientemente -y en gran parte también inconscientemente -
deseamos que nuestros pacientes vayan a mejorando y podemos
identificarnos facilmente con su deseo de mejorar,de estar mejor
con su yo ; pero inconscientemente tendemos también a
identificarnos con el superyó y el ello del paciente haciendolo
también cuando se prohibe ir mejor, y desee quedarse enfermo y
dependiente, al hacer esto, podemos enlentecer el proceso de
curación. Inconscientemente, podríamos también explotar la
enfermedad del paciente para nuestros propios fines libidinales y
agresivos: explotación a la que el paciente nos responderá
deprisa...

Un paciente que ha sido analizado durante un tiempo considerable,
generalmente se convierte en objeto de amor de su psicoanalista.
Es a él a quien se dirigen los deseos reparadores del
analista,pero estas tendencias reparadoras, incluso las
conscientes, pueden, sin embargo,bajo el aspecto de una represión
parcial, dejarse dominar por la compulsión a la repetición, de
forma que se haga necesario hacer que el paciente vaya de mejor
en mejor, lo que, de hecho, puede significar volverle mas y mas
enfermo con el fin de poderle curar contínuamente. Sin embargo
correctamente utilizado, este proceso repetitivo puede ser un
factor de progreso, y "el ponerse malo" toma la forma necesaria y
efectiva de liberar las angustias; que pueden ser entonces
interpretadas y trabajadas; pero esto implica por parte del
analista un grado de consentimiento inconsciente de que su
paciente vaya bien y por lo tanto que se vuelva independiente y
le deje. En general, podemos admitir que todo esto es aceptable
para cualquier analista,pero los fallos en el momento de la
interpretación como se describía en la Hª clínica, los fallos en
la comprensión o cualquier otra traba en el proceso de
perlaboración jugarán sobre el miedo que tenga el paciente a ir
mejor,porque todo lo que sea "ir mejor" comporta el riesgo de
perder a su analista.Y tales fallos no pueden ser corregidos en
tanto que el paciente no dé la oportunidad para ello. La
compulsión de repetición del paciente es aliada de la del
analista, ademas, si éste está dispuesto a no repetir su error
inicial,intensificará las resistencias de su paciente.

Este rechazo inconsciente del analista a dejar que su paciente se
vaya, puede tomar a veces formas muy sutiles, en las cuales el
análisis mismo es utilizado como una racionalización. Pedir a un
paciente que no actúe en las situaciones exteriores al analisis
puede poner trabas a la formación de relaciones extra analíticas
que forman parte de la curación y muestran la evidencia del
progreso y desarrollo de su yo.La transferencia sobre personas
externas,no estorba necesariamente el trabajo analítico, si el
analista quiere utilizarla. Pero el analista puede actuar
contrariamente, como los padres que "por el bien de su hijo",
ponen trabas a su desarrollo y no lo autorizan a querer a
"otros". Está claro que el paciente tiene necesidad de estas
transferencias, exactamente igual que un niño tiene necesidad de
identificarse con otras personas además de sus padres y de su
propia familia.

Este tipo de cosas son tan insidiosas que solo las percibimos mas
que muy lentamente y con resistencias, haciendonos aliados del
superyó del paciente a través de nuestro propio superyó. Con
esto, no hacemos mas que demostrar nuestra propia incapacidad
para tolerar que alguna otra cosa opere sobre el paciente, o
sobre el proceso terapeútico en sí mismo, asi nos podremos decir
que somos la única causa de su mejoría.

Es posible que un paciente, cuyo análisis es "interminable", sea
víctima del narcisismo (primario) de su analista así como del
suyo propio y que una aparente reacción terapeútica negativa
puede muy bien proceder de una contrarresistencia del tipo de la
que he comentado en la Hº clinica.

Todos sabemos que, de todas las posibles, raras son las
interpretaciones importantes y dinámicas en el curso de un
análisis; pero como en la Hª clínica,la interpretación que para
el paciente es la justa, puede ser precisamente aquella que por
razones de contratransferencia y contrarresistencia, es la menos
válida para el analista en ese momento; y si la interpretación es
aquella que es justa para el analista,el paciente puede aceptarla
por temor, sumisión, etc., exactamente de la misma manera que
hubiera hecho si fuera la correcta con efecto positivo inmediato.
Solamente más tarde se apercibirá de que el efecto requerido no
es el obtenido,que la resistencia del paciente ha sido reforzada
y el analisis prolongado.

IV

Se puede decir que es fatal para el analista identificarse con el
paciente y que la empatía - que es distinta de la simpatía- y el
distanciamiento son esenciales para el proceso de la cura. Pero
mientras que el fundamento de la empatía, tanto como el de la
simpatía, es la identificación,el distanciamiento constituye la
diferencia. El distanciamiento es producido, al menos
parcialmente, utilizando la función del yo de probar la realidad
introduciendo factores de tiempo y distancia. El analista se
identifica necesariamente con el paciente pero hay para él un
intervalo de tiempo entre él mismo y lo que para el paciente
tiene una cualidad de inmediatez;el analista sabe que se trata
del pasado, mientras que para el paciente aparece como presente,
y es de hecho, en ese instante,la experiencia propia del paciente
y no la suya la que tenemos delante; y si lo ha elaborado como
como algo del presente, el analista va a poner trabas al
desarrollo del paciente. Cuando el paciente produce (¿vive?) una
experiencia que es suya y no la del analista, un intervalo de
distancia se introduce también automáticamente. Una utilización
con éxito de la contratransferencia depende de la preservación de
estos intervalos de tiempo y distancia. La identificación del
analista con las necesidades del paciente debe ser introyectiva y
no proyectiva.

Cuando se introduce tal intervalo de tiempo, el paciente puede
volver a apreciar lo que ha probado en su inmediatez y libre de
toda traba dejar venir al pasado por el mismo, tal cual; de esta
forma puede operarse una nueva identificación con el analista.
Cuando el intervalo de distancia es introducido, el paciente
experimenta que le pertenece como propio y que puede separarse
psiquicamente del analista. El progreso depende de un ritmo
alternado de identificación y separación que se establece con con
lo que el paciente prueba de sentimientos y emociones sabiendo
que son propios, y todo esto en un marco (¿encuadre,ambiente?)
adecuado.

Volviendo a la Hª clínica del comienzo, he aquí lo que ocurrió:
el analista experimentó la envidia incosciente reprimida de su
paciente como su propio sentimiento inmediato, y no como pasado,
como rememorado. En lo inmediato, el interés del paciente se
centraba en la muerte de su madre, y experimentaba la necesidad
de realizar esta emisión radiofónica como una interferencia para
su proceso de duelo; el placer que esto le proporcionaba se
transformaba entonces en placer maniaco, como si él negara la
muerte de su madre. Es solamente más tarde, bastante después de
la interpretación, cuando el duelo fue transferido al analista,
por consiguiente se volvió pasado, el pudo experimentar la
situación de celos como inmediata, y de ahí reconocerlo como algo
del pasado y rememorar la reacción contratransferencial de su
analista. Su reacción inmediata a los celos del analista había
sido fóbica;desplazamiento por identificación proyectiva y
re-represion.

De tales fallos en la elección del momento, o en el
reconocimiento de referencias en la transferencia, surgen los
fracasos de la función del yo para reconocer el tiempo y la
distancia. El inconsciente no conoce ni tiempo ni distancia. "Lo
que es tuyo es mío, lo que es mío es mío sólo." -"Lo que es tuyo,
la mitad es mío, ¡Y la mitad de la mitad es mío porque todo es
mío!", son modos de pensar infantiles que atañen tanto a los
sentimientos y experiencias como a las cosas, y así la
contratransferencia puede convertirse en un obstáculo para el
progreso del paciente cuando el analista hace uso de ella.

El analista viene a ser entonces, un ciego que conduce a otro
ciego, pues no dispone del uso de ninguna de las dos dimensiones
necesarias para saber donde está en un momento dado. Pero cuando
el analista es capaz de mantener estos dos intervalos en su
identificación con el paciente, se hace posible para este último
dar el paso siguiente y anularlos de nuevo para continuar con la
experiencia siguiente,sino el proceso de establecimiento de estos
intervalos deberá ser repetido.

Esta es una de las mayores dificultades del candidato en
formación o del analista que continúa su análisis:que puede
engancharse con las cosas del análisis de su paciente que tienen
para él carácter de presente o de inmediato, en lugar de aquellas
del pasado, que son tan importantes.En estas circustancias, puede
ser imposible para él mantener siempre este intervalo de tiempo;y
será necesario, entonces, aplazar el análisis en profundidad,que
podía eventualmente hacer con su paciente, hasta que a él mismo
le lleve mas lejos su análisis y entonces esperar a que se
produzca una repetición del material.

V

Los recientes debates que ha habido aqui alrededor del trabajo
del Dr. Rosen, han hecho surgir el tema de la
contratransferencia, poniéndonos en el desafío de saber y
comprender más claramente lo que hacemos. Hemos oido decir cómo
en el espacio de algunos días o algunas semanas, pacientes que
durante años habían permanecido inaccesibles, presentaron cambios
notables, que al menos en determinados aspectos,deben ser
considerados como mejorías. Sin embargo, lo que no estaba
previsto en el contrato, es que los pacientes parecen seguir
dependiendo del terapeuta en cuestión y pegados a él. La
descripción de la manera en que fueron tratados estos pacientes y
los resultados obtenidos han herido y confundido profun_ damente
a la mayoría de nosotros, y ha suscitado entre nosotros de forma
visible, una buena dosis de culpabilidad, pues varios miembros,
en su contribución al debate se han golpeado el pecho para
entonar un "mea culpa"

He intentado comprender de donde venía tal culpabilidad, y me
parece que se explicaba por el rechazo inconsciente a dejar
marchar al paciente. Muchos pacientes seriamente enfermos, en
particular los psicóticos, son incapaces, ya sea por razones
internas (psicológicas) o por razones externas, financieras o de
otra clase, de hacer un análisis completo y llevarlo a lo que
consideramos como un final satisfactorio. Es decir lograr un
desarrollo del yo suficiente para permitirles tener exito en su
vida con una autonomía real respecto del analista. En los casos
que nos han sido expuestos, una relación superficial de
dependencia se continúa (y de hecho es correcta) indefinidamente
por el camino de sesiones ocasionales de "mantenimiento", siendo
el contacto deliberadamente preservado por el analista. Podemos
mantener tales pacientes en esta situación, sin sentir
culpabilidad y parece que una buena parte del éxito obtenido en
su tratamiento depende precisamente de esta ausencia de
culpabilidad.

Además, puede existir, en el caso de una psicosis, una tendencia
del analista a identificarse particularmente con el ello del
paciente. De hecho, se encontraría, a veces, dificilmente con el
yo con el cual identificarse.Se tratará pues, de una
identificación narcisista a nivel de amor-odio primario, que
tiende, sin embargo, por sí misma a transformarse en amor de
objeto. El estímulo poderoso de una personalidad excesivamente
desintegrada toca dentro del analista en los puntos peligrosos,
más profundamente reprimidos y más cuidadosamente defendidos. Y
correlativamente, sus mecanismos de defensa mas primitivos (y
precisamente los menos eficaces) son activados.Pero al mismo
tiempo, un pequeño fragmento del yo escindido del paciente puede
identificarse con el yo del terapeuta; (ahí donde está la
comprensión que manifiesta el terapeuta ,con respecto a los
temores del paciente filtrados hasta el, y donde el puede
introyectar el yo del terapeuta como un objeto bueno); y es por
tanto capaz de tomar contacto con la realidad vía el contacto del
terapeuta con ella. Un contacto tal es obligado y puede ser
facilmente roto en un primer tiempo, pero es susceptible de ser
reforzado y ampliado por un proceso de introyección progresiva
del mundo exterior, seguido de la re-proyección de un
investimiento gradualmente progresivo de la líbido que en su
origen era del terapeuta.

Este contacto puede que no sea nunca suficiente para hacer que el
paciente sea capaz de mantenerse por sí mismo. En este caso, el
contacto contínuado con el terapeuta es esencial, y su frecuencia
deberá variar segun los cambios y condiciones del paciente. Yo
compararía la posición de este paciente con la de un hombre que
ha conseguido no ahogarse y al que se le agarra para auparle
dentro de un barco: él está aun en el agua y su mano está
agarrada desde el borde de la nave por su salvador hasta que sea
capaz de asegurarse él mismo.

A esto se puede añadir -es una verdad reconocida - que cuanto más
desintegrado está el paciente,mayor será la necesidad para el
analista de estar bien integrado.

En el caso de los psicóticos,que no responden de manera ordianria
a la situación psicoanalítica habitual pero desarrollan una
transferencia que pueda ser interpretada y resuelta,ocurre que la
contratransferencia debe hacer todo el trabajo. Con el fin de
encontrar en el paciente algún elemento para establecer un
contacto, el terapeuta debe entonces permitir a sus ideas y a las
satisfacciones libidinosas desarrolladas en su trabajo,regresar
hasta a un nivel extraordinariamente bajo ( podemos por ejemplo
interrogarnos sobre el placer que experimenta un analista cuando
sus pacientes se duermen durante la sesión). Se ha dicho que los
mejores resultados terapeúticos se obtienen cuando el paciente
está tan perturbado que el terapeuta experimenta sentimientos
intensos y un profundo malestar y que el mecanismo subyacente
podía ser una identificación con el ello del paciente.

Pero estos resultados excepcionales nos vienen del trabajo de dos
tipos de analistas:uno, los debutantes, que no tienen miedo de
permitir a sus movimientos inconscientes una libertad
considerable, pues por falta de experiencia, como los niños,
ignoran,no comprenden o no reconocen los peligros. En la mayor
parte de estos casos, el análisis funciona porque los
sentimientos positivos predominan. En caso contrario, los
resultados apenas son visibles o apenas revelados - incluso
podrían ser reprimidos. Cada uno de nosotros tiene su cementerio
privado,donde no todas las tumbas tienen su inscripcion.

La segunda categoría se compone de analistas experimentados que
han atravesado una fase de extrema prudencia, y que esperan el
punto en que ellos pueden fiarse,no solo directamente de sus
movimientos inconscientes como tales (debidos a cambios
resultantes de su propio análisis), sino también, de si son
capaces de conducir la contratransferencia a la conciencia
siempre, tal y como es en ese preciso momento ,o al menos,de
manera suficiente para ver si estan a punto de avanzar o retrasar
la curación del paciente.

En otros términos, si son capaces de vencer la resistencia de la
contratransferencia.

Habrá ocasiones en las que el paciente mismo ayudará, pues
transferencia y contratransferencia no son solamente síntesis
hechas por el analista y el paciente tratados separadamente, sino
el trabajo analítico en un todo, resultando un esfuerzo
conjunto.Hemos oído hablar a menudo, del espejo que el analista
tiende a su paciente, pero el paciente también tiende el suyo al
analista, y toda una serie de reflexiones, repetitivas y sujetas
a contínuas modificaciones,se operan en cada uno de ellos.El
espejo, para cada uno, debería aclararse más y más a medida que
progresara el análisis, pues paciente y analista se responden uno
al otro en una suerte de reverberación, y el esclarecimiento
progresivo de uno de los espejos implica necesariamente en el
otro el esclarecimiento correspondiente.

La ambivalencia del paciente le conduce a la vez a intentar
atacar las contrarresistencias del analista (lo que le puede
parecer terrorífico) y a identificarse y servirse de ellas como
suyas. Desde este punto de vista, la cuestión de hacer al
paciente una interpretación "correcta" es de una importancia
considerable.

VI

Cuando se produce algo como lo que he comentado en mi relato,
puede no ser suficiente neutralizar el efecto de obstrucción de
una interpretación inoportuna o mala dando una interpretación
"correcta" cuando la ocasión se presente. No solamente el error
debe ser admitido (el paciente tiene derecho a expresar su propia
cólera y a recibir expresiónes de arrepentimiento del analista,
igual que cuando ocurre un error en el montante de los honorarios
o sobre la hora de la cita), sino que su origen en la
contratransferencia deberá ser explicado al paciente,salvo que
haya una contraindicación precisa,en cuyo caso la explicación
será trasladada al momento conveniente que seguro llegará. Una
explicación como esta puede ser esencial para el progreso del
análisis y sólo podrá tener resultados beneficiosos,pues
reforzará la confianza del paciente en la honradez y buena
voluntad del analista, que sabe mostrarse humano admitiendo que
comete errores,todo esto mostrando la universalidad del fenómeno
de transferencia y como puede surgir en toda relación. Disimular
tal interpretación sólo podría causar daño.

Pero seamos claros: yo no quiero decir con ello que las
interpretaciones de contratransferencia deban ser soltadas de
forma poco juiciosa o sin consideración sobre el infortunado
paciente, o que las interpretaciones de transferencia deban ser
hechas sin reflexionar en el mismo día. Lo que yo quiero decir es
que ellas no deben ser voluntariamente evitadas ni limitadas a
sentimientos justificados u objetivos,tal como Winnicott explica
en su artículo sobre "El odio en la
contratransferencia"(evidentemente, no puede en ningún caso
hacerse sin que algo de la contratransferencia sea consciente).
Es necesario mostrar al paciente la subjetividad de los
sentimientos, igual que su origen efectivo no tiene
obligatoriamente que ser explicado, (no se trata de
"confesiones"); bastará la ocurrencia de hacer notar su propia
necesidad de analizarlos. Pero, sobre todo es importante que sean
reconocidos a la vez por el paciente y por el analista.

En mi opinión, hay un momento de desarrollo de cada cura en que
es esencial para el paciente reconocer en el analista no
solamente la existencia de sentimientos objetivos y fundados sino
también de sentimientos subjetivos. Es decir, que el analista
debe desarrollar,y de hecho lo hace, una contratransferencia
inconsciente que, sin embargo, sea capaz de ordenarse de forma
que no interfiera con los intereses del paciente y
particularmente, con el desarrollo de la cura.

El momento en que se produce tal reconocimiento, variará
evidentemente según los análisis, pero pertenecerá menos a los
primeros periodos del análisis que a los posteriores. Los errores
técnicos, o los que se puedan producir con relación a las
cuentas, por ejemplo, exigirán referirse a los procesos mentales
inconscientes del analista,(o sea, contratransferencia) antes del
momento que se habría escogido, pero esta referencia puede ser
suave, justo lo suficiente para aligerar la angustia inmediata.
Demasiada tensión sino podría elevar la angustia a un nivel
verdaderamente peligroso.

Se habla tanto de los fantasmas inconscientes de los pacientes
respecto a su analista que parece a menudo que ignoramos que
vienen para conocer sobre ellos mismos una buena parte de verdad,
a la vez efectiva y psíquica. Tal saber no podría ser nunca
evitado, incluso si fuera deseable hacerlo, pero los pacientes no
saben que lo tienen y una parte de la tarea del analista consiste
en llevarlos a la conciencia, a lo que puede que el paciente se
resista mas. A menudo, los psicoanalistas se comportan
inconscientemente exactamente como padres que levantan una
pantalla de humo, infligiendo a sus hijos el suplicio de Tántalo
que consiste en ponerlos en la tentación de ver lo que
precisamente les prohiben ver; y no referirse a la
contratransferencia equivale a negar su exixtencia, o a prohibir
al paciente tener conocimiento y hablar de ello.

El análisis en profundidad del analista -remedio siempre citado
al hablar sobre las dificultades de contratransferencia - puede,
en el mejor de los casos, ser incompleto, pues la tendencia a
desarrollar contratransferencias inconscientes infantiles nunca
falta. El analista no alcanza nunca la totalidad del ello
inconsciente; recordemos solamente, que la persona más
completamente analizada continúa, sin embargo,soñando. La
propuesta de Freud, "Donde estaba el ello, ha de estar el yo" es
un ideal, y como la mayor parte de los ideales, nunca es
plenamente realizable. Todo lo que podemos conseguir es llegar al
punto en que el analista no sea paranoide ante las exigencias del
ello, y en consecuencia que se encuentre desprendido del punto de
vista de su paciente; y recordar, además, que esto cambia en él
de día en día, según las tensiones y las necesidades a las que
está sometido.

En mi opinión, esta cuestión de una actitud paranoica o fóbica
del analista hacia sus propios sentimientos constituye el peligro
y la dificultad mayor de la contratransferencia.

El miedo verdaderamente real de ser invadido por algún
sentimiento, ya sea de rabia, angustia, amor, etc. respecto de su
paciente y de ser pasivo y estar a su merced, viene de una
evitación o de una denegación inconsciente. Reconocer
honradamente estos sentimientos es esencial en el proceso
analítico; el analizando es naturalmente sensible a la menor
falta de sinceridad de su analista, y responderá inevitablemente
de manera hostil. Se identificará con el analista (por
introyección) con el fin de negar sus propios sentimientos, y
explotará la situación de todas las formas posibles en detrimento
de su análisis.

He mostrado antes como la prolongación del análisis podía ser
imputada a la contratransferencia inconsciente (y no
interpretada). Esto puede ser la causa también de su fín
prematuro, y tengo la impresión de que es en las fases terminales
cuando es más importante poner cuidado para evitar que esto se
produzca. Los analistas que escriben sobre las fases finales del
análisis, no cesan de hablar sobre la forma en que los pacientes
llegan a un cierto punto donde, bien se escapan e interrumpen el
análisis justo en el momento que es vital continuar para lograr
terminarlo con éxito o bien se refugian de nuevo en una de sus
interminables repeticiones en lugar de analizar las situaciones
de angustia. En este punto, la contratransferencia es el factor
decisivo y la voluntad del analista de adaptarse a ello podría
ser lo más importante.

Quiero añadir que estoy segura de que las contratransferencias
inconscientes de calidad pueden ser también, a menudo, origen de
la terminación de los análisis que en un principio parecían ir a
un inevitable fracaso, como pueden producir un trabajo
postanalítico en los pacientes cuyo análisis se ha interrumpido
prematuramente.

Por lo tanto, en las fases últimas del análisis,cuando la
capacidad del paciente para ser objetivo ha alcanzado un grado
suficiente, es particularmente necesario que el analista esté
atento a las manifestaciones de la contratransferencia y a las
ocasiones que se presentan de interpretarla directa o
indirectamente, asi como,y cuando,el paciente se las revele. Sin
esto, el paciente no reconocerá la mayor parte de los
comportamientos parentales irracionales que han sido un factor
tan poderoso en el desarrollo de su neurosis, pues alli donde el
analista se comporta verdaderamente como los padres y disimula el
hecho, se encuetra este punto de represion contínuada de lo que
pudo haberse reconocido como inevitable. Es una gran ayuda para
el paciente descubrir que tal comportamiento irracional de sus
padres no era destinado personalmente a él, aunque le era legado
por ellos, y darse cuenta del hecho de que el analista pueda
parecerse en algunos momentos a esto, pero de forma más
benigna,le lleva a la convicción de que él ha comprendido y lo
pone en un proceso de volverse más tolerante.

Tendremos, evidentemente en cada análisis,los fantasmas de los
sentimientos del analista sobre su paciente -los conocemos de
siempre - y que deben ser interpretados como un fantasma
cualquiera. Además: un paciente puede llegar a conocer los
sentimientos reales de su analista antes de que él sea plenamente
consciente. Una áspera lucha empieza entonces contra la
aceptación de esta idea de que el analista puede experimentar de
los sentimientos inconscientes de contratransferencia, pero una
vez que el yo del paciente lo admite, ciertas ideas y ciertos
recuerdos que hasta entonces estaban inaccesibles, salen a la
conciencia;si no,hubieran quedado reprimidos.

He hablado del paciente y el analista revelando su
contratrasferencia, y de hecho,lo entiendo de manera literal,
aunque eso pueda evocar esa peligrosa cacería que consistiría en
"analizar al analista". La "regla analítica" tal y como es hoy
formulada nos es de una gran ayuda, más que en su formulación
original. No "exigimos" ya a nuestros pacientes que nos digan
todo lo que pasa por su cabeza. Por el contrario, les damos
nuestro permiso,para formar parte integrante de la
contratransferencia del analista. ¿Que no lo acepta?...entonces
se instalará la represión, con la mayor resistencia,conllevando a
la prolongación o interrupción del análisis. Esta formulación
diferente de la regla analítica va pareja con una forma diferente
de hacer interpretaciones o comentarios; antes, los analistas,
como los padres, decían lo que querían cuando querían, porque
tenian derecho a ello, y los pacientes tenian que aguantarse.
Hoy, con este permiso para hablar o de rehusar libremente a
hacerlo,pedimos a nuestros pacientes que nos permitan decir
cualquier cosa y a cambio que les permitimos aceptarla o
rehusarla. Esto nos da una mayor libertad para elegir el momento
de hacer una interpretación y la forma de darla, reduciendo la
actitud didáctica y autoritaria.

Incidentalmente, una buena parte de las interpretaciones de
transferencia que se hacen habitualmente pueden ser ampliadas
para demostrar la posibilidad de la contratransferencia. Por
ejemplo: "Usted tiene la sensación de que estoy colérico, como lo
estaba su madre cuando... " puede incluir: "Hasta donde yo sé, no
siento cólera, pero me hará falta saber que es lo que siento,y si
estoy colerico,saber porqué, porque no hay una verdadera razón
para que lo esté". Tales cosas se dicen pero no son consideradas
como interpretaciones de contratransferencia. Para mí,si lo son,y
pienso que haría falta desarrollar conscientemente su utilización
como modo de liberar las contratransferencias y volverlas más
directamente utilizables.

En su intervención en el congreso de Zurich (Int. Jour.
Psycho-Anal.,31,1950), la Dra. Heimann ha hecho notar la
aparición de un sentimiento de contratransferencia como una clase
de señal comparable al desarrollo de la angustia, en tanto que
pone en guardia ante la aproximación de una situación traumática.
Si lo he comprendido bien, la perturbación de la que habla, es
angustia, pero angustia secundaria, justificada y objetiva,
produciendo en el analista un retraímiento y un conocimiento
mayor de lo que está pasando. Ella ha especificado que en su
opinión, es preferible evitar las interpretaciones de
contratransferencia.

Pero la angustia sirve en primer lugar para otro fin. De entrada
es un medio para adaptarse a un trauma actual, como puede ser la
incapacidad para realizar tal adaptación. Esta angustia
secundaria, con el saber y la vigilancia que implica, podría
enmascarar una angustia más primitiva. A nivel consciente, el
analista y el paciente son sensibles a sus propias paranoias
recíprocas y a sus mútuos sentimientos de persecución, y de ahí,
pueden acabar,por decirlo asi sincronizados (o "en fase"), de tal
modo, que el análisis mismo será utilizado por ambos como
defensa. En ese momento el analista se arriesga a hacer un giro,
pasando de una identificación proyectiva a una identificación
introyectiva con su paciente, que se acompaña de una pérdida de
aquellos intervalos de tiempo y distancia que mencionaba antes.
El paciente,de forma recíproca, se defenderá con una
identificación introyectiva del analista, incapaz de proyectar en
el contrario sus propios objetos persecutorios.

Tal situación no puede resolverse mas que por el reconocimiento
consciente de la contratransferencia, sea por el analista, sea
por el paciente. No reconocerlo conducirá a una interrupción
prematura o a una prolongación intempestiva; en un caso como en
el otro, tendremos una re-represión de lo que sino se habría
hecho consciente y un reforzamiento de las resistencias. La
interrupción prematura no es necesariamente fatal para el éxito
final del análisis,igual que no lo es su prolongación, pues una
comprensión suficiente y una contratransferencia de calidad hacen
posibles progresos ulteriores e incluso después que el análisis
esté terminado por la influencia de otras introyecciones ya
hechas.

Es evidente que el analista ideal no existe mas que en la
imaginación (del paciente o del analista) y no se da como
presente y vivo mas que en momentos enrarecidos. Pero si el
analista puede confiarse a las tendencias modificadas de su ello
y a sus propias represiones de valor como en alguna cosa positiva
de su paciente (probablemente alguna cosa que le haya ayudado al
comienzo emprender dicho análisis), estará en posición de
proporcionar al paciente bastante de lo que le ha faltado en su
primer entorno y que por consiguiente le es terriblemante
necesario: una persona que le permita progresar sin interponerse
ni estimularlo excesivamente. Entonces se forma en el análisis un
espacio, y el paciente puede servirse para desarrollar las
figuras rítmicas de fondo y construir los ritmos más complejos
que son necesarios para acomodarse al mundo de las realidades
exteriores y a su propio mundo interior en perpétuo crecimiento.

VII

He intentado mostrar como los pacientes responden a la
contratransferencia inconsciente de su analista; y en particular,
la importancia de una actitud paranoide del analista respecto a
su contratransferencia. La contratransferencia es un mecanismo de
defensa de tipo sintético que proviene del yo inconsciente del
analista, siendo sometida al imperio de la compulsión a la
repetición; pero trasferencia y contratransferencia son a pesar
de todo síntesis, son producto del trabajo inconsciente y
conjunto de paciente y analista, dependen de condiciones que son
en parte internas y en parte externas a la relación analítica, y
varían de semana en semana, de día en día, es decir, de instante
en instante con los rápidos cambios intra y extrapsíquicos.Las
dos son esenciales en el psicoanálisis, e igual que la
transferencia, la contratransferencia no debe ser temida o
evitada; de hecho, no puede ser evitada - sólo puede tenerse en
cuenta, controlar su extensión y procurar servirse de ella.

Igual que el análisis es para el analista una verdadera
sublimación, y no una perversión o una manía (como puede ocurrir
a veces); tambien es posible evitar una neurosis de
contratransferencia. Fragmentos de neurosis de
contratransferencia transitorios surgirán de tiempo en tiempo,
incluso en el analista más hábil, experto y mejor analizado, y
pueden servir positivamente para ayudar a los pacientes a
conseguir una mejoría por medio de su propia transferencia. Según
la actitud del analista hacia la contratransferencia (actitud que
es a fin de cuentas aquella que tiene hacia las exigencias de su
propio ello y de sus propios sentimientos), se conducirá por la
angustia paranoide, la denegación, la condenación o la aceptación
o utilizará la fuerza de su voluntad para permitir a la
contratransferencia hacerse consciente, para él y para su
paciente;así,el paciente se encontrará envalentonado para
responder;bien explotándola de manera repetitiva o bien haciendo
uso de ella progresivamente con buen fin.

La interpretación de la contratransferencia según las líneas que
he tratado de trazar aquí producirá en el paciente demandas hacia
el analista que pueden resultar duras; pero lo mismo ocurre con
la transferencia cuando se ha empezado a utilizar. Hoy día, la
transferencia se toma en consideración,se ha encontrado que tiene
sus compensaciones en cuanto a que las mociones libidinales y
deseos creadores y reparadores del analista, encuentran una
satisfacción efectiva y el poder y el éxito de su trabajo se ven
reforzados. Tales resultados, creo, se producirán si utilizamos
mas la contratransferencia y si descubrimos como servirnos de
ella.

Insisto, para terminar, en el aspecto experimental de cada una de
las ideas expuestas.


http://www.acheronta.org
[Revista Acheronta]
Número 8 - Diciembre 1998

 

 

 

Retornar a catalogo