La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

 

 


Ante el tribunal del deseo:
una declaración testimonial
Gerardo Herreros - Horacio Massimino

La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero
quizá no diga más que fantasías, y la literatura parece
ocuparse sólo de fantasías pero quizá diga la verdad.

Antonio Tabucchi, Sostiene Pereira

Sostiene Pereira (3) es una obra que no podremos olvidar y que
dejará una huella en todo lector, reza la contratapa del libro. Y
sin dudas es así por la riqueza literaria, argumental,
estilística y también, por qué no, por el efecto de
identificación imaginaria que puede producirnos su personaje.

Intentaremos (4)en este escrito, dar cuenta del por qué hemos
dado en llamarla una novela "sobre el deseo". Seguramente, todos
los lectores se preguntan ante quién «sostiene Pereira» y nuestro
título, es una respuesta anticipada.

Apela, argumentalmente, al registro de la novela histórica para
ubicarnos en momentos de plena guerra civil española, previos a
la Segunda Guerra Mundial, en Portugal, donde el héroe es
periodista de un pequeño y modesto diario —el Lisboa—.

La obra comienza en un cronotopo:

Sostiene Pereira que le conoció un día de verano (7) (5).

Allí es donde Pereira —el protagonista— conoce a un personaje que
le cambiará la vida, o mejor dicho, le despertará un deseo que
siempre lo habitó, pero que hallándose postergado, transformó su
vida en gris y melancólica.

Bastan muy pocas páginas para que el narrador nos regale una
hipotiposis acabada sobre Pereira y sus pensamientos:

Y él, Pereira, reflexionaba sobre la muerte [...] él se
puso a pensar en la muerte. ¿Por qué? Eso, a Pereira,
le resulta imposible decirlo. (7)

Y es que justamente como sujeto, este es un punto crucial con
relación a su vínculo con la vida, más del lado de la muerte del
deseo o de la renuncia a éste. Le resulta imposible decirlo,
porque es efecto de su vida. Por otro lado, las marcas familiares
no dejan de estar presentes: El padre dueño de una funeraria
"Pereira La Dolorosa".

La acción ocurre en Lisboa en 1938, año clave para el mundo: los
fascismos están a pleno, la guerra civil española da un vuelco
definitivo, se prepara la Segunda Guerra Mundial —como dijéramos
arriba—, aunque las llamadas democracias no quieran verlo.

Portugal —fondo de la novela— es un país bajo la dictadura de un
personaje patibulario, Oliveira Salazar. España —telón de la
novela— es quien agita, con su guerra civil, la aparente paz de
Portugal, país tranquilo, satélite intelectual del mayor de la
península y se desprende del texto, pendiente de los sucesos
vecinos. En Italia y Alemania arriba el fascismo.

La conflictiva social cotidiana de la novela es metáfora de lo
que sucede en Europa. La pérdida de las garantías individuales,
la censura, la desinformación, el siniestro Director del Lisboa
como representante de las clases que flirtean con el poder, la
iglesia acomodándose a los vaivenes políticos, el nacionalismo a
ultranza y los grupos paramilitares represores, conforman un
conjunto de hitos fuertes que describen la situación reinante.

Sin dudas eso es obra de un escritor no ingénuo. Antonio Tabucchi
conoce muy bien Portugal, ha sido maestro de literatura
portuguesa en Génova, es director del Instituto Italiano de
Lisboa, ha traducido al italiano autores portugueses, en especial
Fernando Pessoa, e incluso ha escrito en portugués. Sabe,
entonces, de lo que habla.

La novela de Tabucchi es, sin duda, en su multivocalidad, un
homenaje a los pueblos portugués y español, a la vida, y los
ideales.

Decía Juan Filloy "El escritor es un notario público; debe
aprovechar los datos de la realidad circundante y aderezarlos
poniendo imaginación" (6). También quisiéramos agregar lo que
dijo Héctor Tizón: "Un escritor debe escribir sobre el lugar y la
gente que conoce, tratando en lo posible de que no se note y lo
pueda leer todo el mundo..." (7)

En el mismo orden, es dable destacar la polifonía que se
encuentra manifiesta en esta novela. La diversidad de voces que
se encuentran dentro del relato —y que son, a la vez, autónomas—
son inconfundibles. En palabras de Bajtim: "es dialógica, no se
estructura como la totalidad de una conciencia que objetivamente
abarque las otras, sino como una total interacción de varias". La
convergencia de estas voces dispares son las que le dan cohesión,
unidad narrativa, a todo el texto.

El texto predispone a su lector a la memoria, ya que ésta tiene
por oficio recuperar y transmitir, a través de cada uno de los
personajes (Monteiro Rossi, Marta, Manuel, el mismo Pereira,
etc.) la historia política y cultural de un país. De este modo,
leer será actualizar esa historia una y otra vez, para impedir su
disolución en el definitivo silencio del olvido, o como diría La
Nona en Santo oficio de la memoria (8): "la definitiva
desmemoria".

A la vez que polifónico, Sostiene Pereira es, asimismo, un texto
metaliterario y esto en un doble sentido. Por un lado, pone en
escena la memoria de la literatura francesa y portuguesa. En
segundo término, inscribe textualmente los vínculos entre
escritura e historia, su puesta en circulación, su transmisión,
su negación o su recuerdo.

Como un diorama, el texto se maneja sobre dos ejes manifiestos,
el histórico y el del personaje, articulándose sobre otro, el
menos visible, que es el de los antagonismos: los totalitarismos
y la república, la vida y la muerte, Eros y Tanathos, el deseo y
la depresión, el protagonismo y la renuncia, y el de dos
significantes que se articulan; por un lado, el sostiene que
marca toda la novela de una manera genial y el arrepentimiento
como contracara antagónico.

El protagonista es un viudo que habla y consulta todo con el
retrato de su esposa muerta. Sin hijos, obeso y católico, Pereira
vive en el pasado y cuando su pensamiento refiere al futuro lo
hace en el sentido de la muerte; forzándose a estar ajeno a los
hechos que sacuden al mundo, traduce o lee autores franceses
católicos del siglo XIX (tales los casos de Guy de Maupassant y
Honoré de Balzac, por citar dos).

Así, desde el inicio, Tabucchi nos interna en el núcleo de la
historia. Un personaje gris que, al parecer sin saberlo —pero con
las características del "saber no sabido"—, ha renunciado al
motor vital y cuyo goce se reduce al pulsional, comiendo y
muriendo con el pensamiento:

Y se le ocurrió la extravagante idea de que él, quizá,
no vivía, sino que era como si estuviese ya muerto...
él vivía como si estuviera muerto (14)

En cierto momento, Pereira lee un ensayo sobre la muerte y,
fascinado, contrata a su autor, Monteiro Rossi, un joven recién
salido de la facultad de filosofía. Buscando a un pendolario, le
pide hacerse cargo de la sección necrológicas de la página del
Lisboa. Monteiro Rossi acepta por la necesidad del dinero, pero
antes le deja en claro:

[...] a mí me gusta la vida, pero si usted quiere que
hable de la muerte y me paga... (23)

Tanto Monteiro Rossi, como su novia Marta, marcarán el giro que
pegará la vida de Pereira, hasta hoy monótona y solitaria. Estos
jóvenes, son impulsivos, sensuales, inteligentes y comprometidos
con la realidad social hasta las últimas consecuencias.

Pero no son los únicos que marcan al héroe. Está también un
interesante personaje que va informándolo de la novedades
políticas cada vez que Pereira concurre al Café Orquídea: nos
referimos a Manuel, el mozo, quien está al tanto de todo, no por
los diarios, sino por lo que pasa de boca en boca:

Cuando llegó el camarero le preguntó: ¿Qué noticias
hay, Manuel? Si no lo sabe usted, señor Pereira, que es
periodista, respondió el camarero. He estado en las
termas, respondió Pereira, y no he leído periódicos,
aparte de que por los periódicos no se sabe nunca nada,
lo mejor es enterarse de la noticia a viva voz, por eso
le pregunto a usted, Manuel. Lo nunca visto, señor
Pereira, respondió el camarero, lo nunca visto. (67)

Es posible leer aquí cómo Pereira sabe que no quiere saber nada,
que a pesar de ser periodista, esto no garantiza ni el saber ni
la información; como cuando también otro personaje lo impulsa: la
señora alemana que se encuentra en el tren. Ésta lo intima:

La señora Delgado, bebió un sorbo de agua mineral y
dijo: Pues, entonces haga algo. ¿Algo como qué?,
respondió Pereira. Bueno, dijo la señora Delgado, usted
es un intelectual, diga lo que está pasando en Europa,
exprese su libre pensamiento, en suma, haga usted algo.
(61)

Para marcar la tensión que domina la relación socio-política con
la personal, es que el padre Antonio, una de las pocas personas
con las que habla Pereira, le dice:

[...] hay huelgas, aquí en la ciudad y en otras partes,
pero ¿en qué mundo vives, tú, que trabajas en un
periódico?, mira, Pereira, ve a informarte, anda." (14)

Volviendo a los nudos de la novela: en medio de las cavilaciones
de las que hablábamos, por consejo médico, Pereira va a pasar una
semana a una clínica talasoterápica. Es allí donde conoce al
doctor Cardozo. El encuentro con este personaje es definitorio en
el cambio que acontecía en Pereira. Esta especie de
"psicoterapeuta del yo" con una teoría atribuída a Janet sobre la
confederación de almas y la primacía de un yo hegemónico, le dará
el último impulso:

Quizá de ahora en adelante su vida ya no le parecerá
inútil, déjese llevar por su nuevo yo hegemónico y no
compense su sufrimiento con la comida... (105)

Y en relación al joven Monteiro Rossi:

Pues búsquelo, replicó el doctor Cardozo, como ya le he
dicho antes, búsquelo, señor Pereira, él es joven, es
el futuro, usted necesita tratar con un joven [...]
deje ya de frecuentar el pasado, frecuente el futuro.
(135)

La tensión que viene en un "in crescendo" llega a su punto máximo
cuando su ya "amigo" Monteiro Rossi es brutalmente asesinado:

Monteiro Rossi tenía los ojos completamente abiertos y
miraba el techo. Pereira le dio otra palmada, pero
Monteiro Rossi no se movió. Entonces Pereira le tomó el
pulso, pero la vida ya no corría por las venas de
Monteiro Rossi. (170)

A causa de este acontecimiento es que Pereira se pone a redactar
una nota contra la dictadura, donde describe el asesinato de
Monteiro Rossi:

Invitamos a las autoridades competentes a vigilar
atentamente estos episodios de violencia, que a su
sombra, y tal vez con la complicidad de alguien, se
están perpetrando hoy en Portugal. (174)

Las notas publicadas por Pereira, hasta este momento, nunca
habían sido firmadas con su nombre:

Señor Pereira, dijo el doctor Cardozo, me gustaría
saber cuáles son los proyectos para la página cultural
del Lisboa, me gustaron mucho las efemérides de Pessoa
y el cuento de Maupassant, estaba muy bien traducido.
Lo traduje yo, respondió Pereira, pero no me gusta
firmar. Debería hacerlo, replicó el doctor Cardozo,
sobre todo los artículos más importantes... (100)

Finalmente nuestro "amigo" Pereira, luego de firmar su último
artículo para el Lisboa, se marcha al exilio, sabiendo,
certeramente, lo que su nota provocará.

Hasta aquí los nudos de la obra que Tabucchi supo regalarnos.

Habíamos notado cierta marca muy fuerte que nos deja el texto:
nuestro héroe es un viudo sin hijos.

Ahora bien, ¿por qué decide Pereira "ayudar" a Monteiro Rossi? No
porque lo tome como hijo adoptivo debido a sus similitudes:

Y después, sostiene Pereira , en un determinado momento
vio como un joven alto y delgado se levantaba de una de
las sillas [...] sintió una punzada en el corazón,
quizá porque le pareció reconocerse en aquel joven
(Monteiro Rossi), le pareció que se reencontraba a sí
mismo [...] porque de algún modo se le parecía... (19)

No, éste no es el motivo. Sí en lo manifiesto, pero no en lo
latente. Se sabe que la identificación funciona. Pero Pereira, ya
en aquellos momentos, presentaba un quiebre. Quiebre en el
sentido de la falta de referente. Al conocer a Monteiro Rossi
este quiebre sale a la luz. No exactamente por Monteiro Rossi en
sí mismo, sino por la vida y el compromiso que con ésta tenía
aquel joven.

Un fuerte indicio que podría pasar desapercibido nos es indicado
en ese párrafo y no podemos dejarlo pasar de largo: "le pareció
que se reencontraba a sí mismo".

Volvamos al antagonismo entre el sostiene y el arrepentimiento,
porque allí está la clave. El primero es más claro ya que
literariamente es utilizado en casi todo párrafo y da a la novela
una originalidad estilística única, pero por otro lado: ¿cómo
pensar la fuerza del sostiene en un personaje como Pereira, más
bien temeroso y pusilánime?. Es que el texto está relatado hoy
pensando en el ayer y de esa forma, aprés-cup, el sostiene
adquiere toda la significación de un acto a puro riesgo. Esta
torción temporal, también la retoma Tabucchi en el texto, cuando
en sus notas finales "por fuera de la ficción" escribe:

Cuando lo conocí en París era un hombre de unos
cincuenta años, agil y despierto (9). (180)

Si comparamos el Pereira descipto por Tabucchi en el final de
libro, con el del comienzo, vemos que su acto produjo efectos
hasta en el cuerpo. Antes de su firma y del exilio, la obesidad,
los dolores, la fatiga y los problemas cardíacos eran la regla.

Es por ello que proponemos el significante testimonio como nombre
del acto, a partir del uso del sostiene; ya que, como en todo
testimonio, la palabra tiene valor de acto, de audacia.

Sin embargo, hay muchos tipos de testimonios: el del psicótico,
el del místico, el del testigo jurídico, el del científico, el
del psicoanalista (10). ¿Cuál es el testimonio puesto en juego
aquí?.

Lacan nos dice: "... Todavía hoy se le pide al testigo que diga
la verdad, sólo la verdad y es más, toda si puede, pero por
desgracia, ¿cómo va a poder?. Le exigen toda la verdad sobre lo
que sabe". (11)

Un testimonio como el de Pereira, implica una verdad en juego,
pero no al modo del testimonio jurídico, donde se supone que el
sujeto puede saber lo que hace en el momento del acto mismo como
un sujeto todo conciencia, ni como el testimonio psicótico
a-histórico que sacrifica su cuerpo a un Otro absoluto, ni el del
místico que brinda testimonio intentando dejar de ser sujeto en
pos del Ser. La declaración testimonial de Pereira implica un
cambio en la posición subjetiva que reencausa el goce y tiene
efectos en su vida y en su cuerpo.

Pero esta acción de Pereira que podemos simplificar en la firma
de su último artículo, dejando allí nada menos que la marca de su
nombre propio, haciéndose responsable de la acción, ¿se trata de
un acto en sentido analítico?. "Sin acto no hay sujeto y sin
lectura una acción no hace acto" (12), sentencia Deluca.

¿Dónde podemos situar entonces la lectura de la acción para
pensar en un acto y no en una locura, o con propiedad, un
acting-out o un pasaje al acto?. Pues en el sostiene mismo, que
es el significante del testimonio, como nos advierte Lacan al
escribir que "siempre hay compromiso del sujeto y lucha virtual
en todo lo que es del orden del testimonio" (13). No por nada
testimonio viene de testis y ¿no son esos, los testis, que hay
que tener "bien puestos" para hacerse cargo de algunas cosas?.

En Pereira, lo que el testimonio, efecto del acto, ordena, es su
historia. Y lo que se transmuta es el pasaje del arrepentimiento
al sostiene, ya que el testimonio escinde al hablante entre lo
que dice y el saber que produce ese decir (14).

Pereira vive de hesitación en hesitación, debido al quiebre al
que hacíamos mención líneas arriba. En varias partes del relato
se nos nombra "el arrepentimiento" que siente Pereira, aunque él
no sepa el motivo por el cual lo padece, por lo que podemos
hablar psicopatológicamente de depresión, pero en el sentido que
Lacan le da en Televisión:

Se califica por ejemplo a la tristeza de depresión,
cuando se le da el alma como soporte... Pero no es un
estado del alma, es simplemente una falla moral, como
se expresaba Dante, incluso Spinoza: un pecado, lo que
quiere decir una cobardía moral (15)

El arrepentimiento nos habla de esto:

Pereira no sabe por qué, pero creía que aquel relato
sobre el arrepentimiento sería un mensaje en una
botella que alguien recogería. Porque hay muchas cosas
de las que arrepentirse. (65)

Y más adelante:

Y le parecía que él también tendría que arrepentirse de
algo, pero no sabía de qué... Sentía tan sólo una
nostalgia de arrepentimiento (93).

Por último:

Es como si sintiera deseos de arrepentirme de mi vida (102)

El arrepentimiento como retroceso ante el deseo inunda el texto
—páginas 16, 26, 28, 58, 103 y 113, sólo para citar algunas— y no
sólo eso, Tabucchi hasta nos regala un malentendido:

Es un relato sobre el arrepentimiento, dijo Pereira, un
hermoso cuento sobre el arrepentimiento, tanto que lo
he leido en clave de autobiografía (16). ¿Un
arrepentimiento del gran Balzac?, interrumpió el doctor
Cardozo. Pereira permaneció pensativo unos
instantes.(100)

Sin dudas, el comienzo de su "depresión" se fecha en la muerte de
su esposa con quien se casa sin saber que es tísica —y
curiosamente es una clínica para tísicos donde se desarrolla la
etapa final de su cambio—:

Y ¿cuándo comenzó a manifestarse su obesidad?, preguntó
el doctor Cardozo. Hace algunos años, respondió
Pereira, después de la muerte de mi esposa. (95)

Y a partir de allí, sólo lo gris de su vida, la soledad, la
mediocridad, la falta de compromiso socio-político, la obesidad,
los problemas cardíacos y la fatiga que indican un duelo no
resuelto y la posición de renuncia que marcamos, contrastando con
sus recuerdos juveniles de ímpetu, salud, atletismo y felicidad.

En No velas a tus muertos (17), Martín Caparrós interpelaba al
lector a mantenerse en un estado de vigilia permanente,
obligándolo a resistir por medio de dos operaciones simultáneas:
"novelar" para "no-velar". En el mismo sentido, uno de nosotros
escribió: Entonces lo ocurrido irremediablemente perdido en el
tiempo, pasa del cenagoso mundo de lo fáctico al simbólico
espacio de los mitos, si algo de la verdad puede presentarse en
forma no/velada (18). Y este texto apunta en ese sentido, lo
no-velado por la novela, es la forma en como el deseo insiste
bajo la forma del arrepentimiento.

Es así que el encuentro con Monteiro Rossi, no le enseña sobre la
vida, sino que le despierta un deseo que se presentaba como
detenido y postergado del que su testimonio da cuenta. De allí el
título de nuestro trabajo y el ante qué declara Pereira.

Esto también se manifiesta en las traducciones. Sabiendo que el
título original es Sostiene Pereira. Una testimonianza queremos
hacer notar las diferencias entre las distintas versiones.

En castellano, esta obra de Tabucchi, nos llega como Sostiene
Pereira. Una declaración. Veamos cual es el título de la edición
en catalán: Afirma Pereira. Un testimoni (19).

En catalán "Afirma Pereira. Un testigo". Como pudimos haber
observado hay dos cambios muy significativos: ‘afirma’ por
‘sostiene’ y ‘testigo’ por ‘declaración testimonial’. En cuanto
al verbo, en ‘afirma’ hay un menor valor probatorio, entendiendo
que se puede afirmar cualquier dicho, en tanto sostener implica
tener pruebas fehacientes sobre lo afirmado; justamente una de
las características que el texto quiere dejar bien en claro:

Efecticamente, el artículo era para tirarlo, pero
Pereira no lo tiró, quién sabe por qué, lo conservó y
por eso puede aportarlo como documentación (44)

En cuanto a "testigo" por "declaración testimonial: se priorizó
al testimoniante, entendiendo ésto como persona que declara, y no
a la declaración misma, como lo es en el título original.

La traducción al castellano —creemos— tendría que haber sido:
"Sostiene Pereira. Un declaración testimonial", a la vez que al
catalán tendría que haber llegado como: "Sosté Pereira. Una
testimoniança" o "Sosté Pereira. Un testimoniatge".(20), (21)

Rescatamos la traducción que se hiciera al idioma francés,
Pereira prétend. Un témoignage (22), (23) ya que este respeta, en
un todo, fielmente a la versión original italiana.

Como mencionábamos arriba, básicamente, el joven y su novia, por
un lado, y el doctor Cardozo, por el otro, son los gatilladores
de la crisis ya presente. Pero, ¿de qué forma?.

En el caso de Monteiro Rossi, es sencillo. El muchacho es la
condensación identificatoria de lo que Pereira no fue, del hijo
que no tuvo y de lo que quiere ser. ¿O acaso no es posible
conjeturar el deseo de Pereira por Marta, que se inscribe en la
misma lógica?.

La presencia del doctor Cardozo le permite a Pereira poner en
palabras lo que no podía decir. Su lugar es claro: la clínica
para tísicos donde lo encuentra nuestro héroe; París, donde se
exilia Pereira, es el lugar a dónde va el médico y, como si fuera
poco, hasta la transferencia, al menos imaginaria, necesaria para
situar cierta relación analítica también se lee en el texto:

No me deje, doctor Cardozo, hubiera querido decir
Pereira, se lo ruego, no me deje. Pero en cambio dijo:
No nos deje, doctor Cardozo, no abandone a nuestra
gente... (133)

Hasta el efecto de sorpresa de una intervención:

¡Qué expresión más hermosa!, dijo Pereira, frecuentar
el futuro, qué expresión más hermosa, no se me habría
ocurrido nunca (135)

Nuestra hipótesis entonces, es que desde la perspectiva del
personaje, un deseo detenido, más un duelo no resuelto, sumado a
la aparición de los personajes de la identificación y de un lugar
de un sujeto supuesto al saber, en la trama de una conflictiva
social, dan cuenta de la bella historia.

Por último, si del deseo se trata, no podemos dejar de lado el
del escriba, Tabucchi, el autor que toma la declaración
testimonial ante el tribunal del deseo. Y para ello, su último
párrafo en la nota personal que agrega a la décima edición
italiana:

El día feliz del nacimiento de un hijo mío nacía
también, gracias a la fuerza de la escritura, la
historia de la vida de un hombre. Tal vez en la
inescrutable trama de los eventos que los dioses nos
conceden, todo ello tenga su significado

La Plata/San Martín,

algún día de septiembre de 1998

NOTAS:

1. Psicoanalista. Especialista en Psiquiatría y Psicología
Médica. Miembro fundador de "Apertura. Sociedad
psicoanalítica de La Plata".Ex Profesor de la Universidad
Nacional de Quilmes. Docente de la Cátedra de Clínica de
Adultos y Gerontes de la UNLP. Secretario de Redacción de la
revista electrónica Acheronta.
2. Estudiante del Profesorado en Castellano, Literatura y
Latín, I.E.S. Nº 2 "Mariano Acosta".
3. Tabucchi, Antonio. Sostiene Pereira. Una declaración.
Traducción de Carlos Gumper y Xavier González Rovira. Título
original: Sostiene Pereira. Una testimonianza. Decimocuarta
edición: Barcelona: Editorial Anagrama, 1997.
4. Los autores no se conocen personalmente. Jamás el uno
escuchó la voz del otro. Compartiendo el gusto por la
literatura, se cruzaron en redes de computadoras. Para el
intercambio de opiniones, se utilizó exclusivamente correo
electrónico.
5. Los números entre paréntesis hacen referencia a la página de
la versión castellana. En negritas hacen referencia a las
notas a pié de página.
6. "Noventa y tres años con los bolsillos llenos de palabras".
Reportaje a Juan Filloy. En Así se escribe un cuento, de
Mempo Giardinelli. 2º edición: Buenos Aires: Beas Ediciones,
1993.
7. De un reportaje a Héctor Tizón, publicado en el suplemento
Cultura del diario La Nación. Buenos Aires, 28 de septiembre
de 1997.
8. Giardinelli, Mempo. Santo oficio de la memoria. 1º edición,
2º reimpresión: Santafé de Bogotá: Grupo Editorial Norma,
1992.
9. "Nota de Antonio Tabucchi a la décima edición italiana".
Sostiene Pereira. Op. cit.
10. Deluca, Daniel y Sayús, Alejandro. "Testimonios". La
formación del analista. Buenos Aires: Ed. Puntosur, 1990.
11. Jacques, Lacan. Seminario XX. Buenos Aires: Editorial
Paidós, 1981.
12. Deluca, Daniel y Sayús Alejandro. Op. Cit.
13. Lacan, Jacques. Seminario III. Buenos Aires: Editorial
Paidós, 1985.
14. Deluca, Daniel y Sayús Alejandro. Op. Cit.
15. Lacan, Jacques. Psicoanálisis. Radiofonía & Televisión.
Barcelona: Editorial Anagrama, 1977.
16. El subrayado es nuestro.
17. Caparrós, Martín. No velas a tus muertos. Buenos Aires:
Ediciones de la Flor, 1986.
18. Editorial de La Peste Psicoanálisis - Literatura. N° 1.
1993.
19. Tabucchi, Antonio. Afirma Pereira. Un testimoni. Traducción
al catalán por Xavier Rui. Barcelona: Península Edicions,
1995.
20. Diccionario Castellà - Català / Català - Castellà.
Barcelona: Alberti Editor, 1988.
21. Fabra, Pampeu. Gramàtica Catalana. Barcelona: Edcions Aqua,
1981.
22. Tabucchi, Antonio. Pereira prétend. Un témoignage. París:
Editorial Christian Bourgois, 1995.
23. Diccionario Francés - Castellano. Buenos Aires: Editorial
Sopena, 1961.


http://www.acheronta.org
[Revista Acheronta]
Número 8 - Diciembre 1998

 

 

 

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