La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

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Psicoanálisis y Marxismo:
¿Un diálogo imposible?
Paola Valderrama

Si la piedra dice que caerá al suelo si tu la arrojas
al aire,
créele.
Si el agua dice que te mojaras si te sumerges en ella,
créele.
Si tu amiga te escribe que volverá,
no le creas:
no es una ley de la naturaleza

Bertold Brecht

Los impasses del freudomarxismo

W. Reich fue le primero que pensó que un diálogo era posible
entre el psicoanálisis y el marxismo. Aún mas, no solo un diálogo
era posible, sino también una acción común.

Este joven psicoanalista, que se venía formando junto a Freud y
su entorno, no vaciló en adherir a las filas del partido
comunista luego de participar en la marcha del 15 de julio de
1927, en Viena, cuya represión provocó la mayor masacre en la
historia de esa ciudad desde 1848: en total hubo 83 muertos.

Esa misma noche se inscribió en las filas del pequeño PC
austríaco, a pesar de haber sido hasta entonces socialista,
reprochándoles a estos últimos su ausencia en dicha movilización.

Su militancia se organizó desde su práctica psicoanalítica. Con
un pequeño equipo compuesto por un pediatra, una ginecóloga y
algunas amigas maestras jardineras recorre los barrios obreros de
Viena organizando charlas y conferencias y organizando
dispensarios de salud e higiene sexual donde la principal demanda
que se reiteraba una y otra vez era la de aborto y contracepción,
motivo por el cual fue perseguido u hostigado legalmente mas de
una vez.

Luego de su viaje a la URSS, en 1929, emigrará a Alemania, donde
con el apoyo del PC creará una "Asociación socialista para la
higiene sexual y la investigación sexológica", a partir de las
organizaciones de este tipo que ya habían sido fundadas, entre
otros por Helen Stocken y Magnus Hirschfeld. Esta famosa SEXPOL
de W. Reich llegó a nuclear, en torno a sus dispensarios, a mas
de 200.000 adherentes.

El texto paradigmático de esta época es "La lucha sexual de los
jóvenes". Este libro fue discutido y aprobado por el Comité
Central del PC alemán, pero Moscú vetó la posibilidad de que el
mismo fuera publicado por la editorial oficial del PC: Reich
había osado discutir algunas de las posiciones sostenidas por
Lenin en su conversación con Clara Zetkin.

El texto principal en cuanto a su concepción de las relaciones
entre el psicoanálisis y el marxismo es "Psicoanálisis y
Materialismo Dialéctico".

Su gran ambición fue alcanzar un conocimiento "completo" de la
condición humana, donde el marxismo cubriría el estudio de los
fenómenos sociales y el psicoanálisis el de los fenómenos
individuales. Una ciencia que cubriera ambos aspectos seria, en
ese sentido, exhaustiva y completa.

Pero la hipoteca de su psicosis y los errores conceptuales de
partida, tanto de su concepción del psicoanálisis como del
marxismo, fueron insuperables.

La influencia de la vida en USA, que tanto incidió, también, en
muchos otros psicoanalistas emigrados por la guerra, completó un
cuadro de situación donde Reich, luego de ser expulsado, tanto de
la Internacional comunista como de la psicoanalítica, terminará
intentado hacer llover en el desierto de Arizona, con sus cañones
concentradores de "orgon", la famosa energía cósmica en torno a
cuyos balances se ordenarían, para Reich, los males y la
felicidad de los seres humanos.

Su expulsión de las dos internacionales marcó un punto de corte,
desde cada una de dichas orillas, a partir del cual, todo puente
fue imposible. No obstante, no ha dejado de haber intentos por
reconstruirlo. Pero la fisura entre estos dos continentes que
nunca se habían asociado no ha hecho, al parecer, mas que
agrandarse con cada uno de ellos.

En esto contribuyó el hecho de que cada uno de estos continentes
ha tenido, a su vez, múltiples fracturas. Ni el campo que se
reclama de Marx es homogéneo, ni lo es el que se reclama de
Freud.

Por lo tanto, en la consideración y análisis de cada uno de los
intentos de freudomarxismo no debe olvidarse precisar claramente
qué fracciones de cada campo son las que han intervenido en cada
caso. En otros términos, hay muchas corrientes que se reclaman de
Marx y que no tienen nada que ver con Marx, y lo mismo respecto
de Freud. Por lo tanto, la denominación de freudomarxismo
arrastra consigo todas las ambigüedades que podrían tener,
respectivamente, las orientaciones de sus componentes del
marxismo o del freudismo.

El común denominador de todas estas experiencias ha sido, sin
excepción, terminar desamarrados, o del psicoanálisis, o del
marxismo, cuando no de ambos. Por eso puede decirse que, al menos
hasta ahora, el freudomarxismo ha sido un fracaso. Y lo mismo
puede decirse de sus propulsores.

Es claramente el caso de, por ejemplo, dos de los más famosos:
Fromm y Marcuse, que poco tienen que ver con el psicoanálisis y
que políticamente han terminado rechazando el rol histórico de la
clase obrera para la revolución.

Es también el caso del último (e insospechado de tal)
freudomarxista: J.A. Miller, el yerno de Lacan, y actual
presidente de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis), la
principal internacional lacaniana.

Miller escribió un solo texto en el que plantea algún tipo de
asociación entre el psicoanálisis y el marxismo: "Acción de la
estructura". Este artículo fue publicado originalmente en el
número 9 de "Cahiers pour l' analyse", y termina con la siguiente
declaración, "sostenemos que los discursos de Marx y de Freud son
susceptibles de comunicarse por medio de transformaciones
reguladas y de reflejarse en un discurso teórico unitario" (J. A.
Miller, "Matemas I", Ed. Manantial, página 19/20).

Era en los tiempos en que este típico "normalien", estudiante de
filosofía, comenzaba su asociación con Lacan, quien para ese
entonces había mudado su seminario a la Sorbone, por invitación
de Althusser, luego de su expulsión de Sainte Anne y de su
"excomulgación" de la internacional psicoanalítica (es el propio
Lacan quien caracteriza así su expulsión de la IPA -
International Psychoanalytical Association - y la prohibición que
dictó esta para cualquier tipo de asistencia o aproximación a su
enseñanza).

Esto era en el 64. Alumno de Althusser, como la mayoría de los
marxistas de esa época en Francia, aunque sin las ataduras al PC
de su maestro, Miller optará, como la mayoría de los jóvenes
radicalizados de ese entonces, bajo la influencia de la
Revolución Cultural China, por la vía del maoísmo, sumándose a
uno de los principales grupos estudiantiles maoístas que
intervinieron en el mayo 68: "Izquierda proletariana" ("Gauche
proletarienne"), uno de cuyos objetivos era "destruir la
universidad".

El fracaso del maoísmo y de las vertientes "estructuralistas" del
marxismo, incluso las graves contradicciones entre estas dos
corrientes, condujeron a Miller a dejar el marxismo y dedicarse
al psicoanálisis.

En ese sentido, a diferencia de otros freudomarxistas, nunca se
reclamó tal. Sin embargo esta formación y origen político parece
marcar la última etapa de su periplo, expresado en la
construcción de una nueva internacional que, si bien se reclama
solo del psicoanálisis, se caracteriza mas por sus planteamientos
políticos y por su proceso de institucionalización que por su
producción teórica o clínica en el campo del psicoanálisis.

Su planteamiento político básico es que el capitalismo habilita
un nuevo tipo de discurso (discurso entendido como lazo social)
que permitiría una reunión del sujeto con el objeto de goce, y en
ese sentido, promueve un circuito indestructible. Por lo tanto la
revolución no tendría ningún sentido y la única alternativa es el
psicoanálisis individual. La paralela asociación de los
"analizados" (o en trámite) en el grupo analítico, constituido
entonces, en los hechos, en un nuevo partido político, no es mas
que la consecuencia lógica de este planteo. En ese sentido, la
internacional de Miller tiene varios aspectos políticamente
similares a la de Derrida.

La nueva línea está claramente expresada por Miller en un
reportaje que le hiciera uno de sus súbditos en Pagina12, en
ocasión del congreso de la EOL (Escuela de la Orientación
Lacaniana, la sección argentina de la AMP) de 1997. Plantea, por
un lado, que la vieja confrontación con la IPA ya no tendría
sentido (motivo por el cual él y Echegoyen - actual presidente de
la IPA - son mutuamente invitados en los congresos de sus
opuestas organizaciones), y por el otro, con la consigna de tener
que estar "a la altura de las circunstancias" mundiales, se
plantea la cuestión de que el psicoanálisis siga siendo
"contemporáneo", es decir, mantenga su influencia y desarrollo.
Es muy aleccionador el modelo de "éxito cultural" del
psicoanálisis que presenta Miller: es el caso de Eslovenia,
caracterizado como un país "lacaniano", y cuyo vicepresidente es
un psicoanalista de su escuela. El coordinador general de este
grupo "lacaniano" (es el propio Miller quien le asigna ese rol)
es el conocido psicoanalista y crítico de cine Slavoj Zizek,
quien milita activamente en las filas del partido gobernante
(entre otras cosas es el redactor de muchos de los discursos
oficiales) y cuyas posiciones podrían ejemplificarse con alguna
de sus declaraciones, por ejemplo las realizadas en el reportaje
que le hiciera Geert Loovink en Linz en junio del 95 y que fue
publicada en el número 14 de la edición electrónica de la revista
"Inter Communications"
(http://www.ntticc.or.jp/pub/ic_mag/ic014/zizek/zizek_e.html):

* "Fue nuestro partido el que salvó a Eslovenia de la fe de
los tres que formaron la República Yugoslava, donde ellos
tienen el modelo del partido único (...) con nosotros es una
diferencia real, una escena pluralista, abierta a los
extranjeros".
* "Yo creo que la ghetoización, como la mitad de los Angeles,
es mucho mas fuerte que la lucha de clases marxista"
* "Siempre estuve a favor de la intervención militar de
occidente [en la guerra de los balcanes]. Alrededor de 1992,
con un poco de presión, la guerra habría terminado. Pero
perdieron el momento".

Volviendo a Miller, a pesar de las grandes diferencias con otros
freudomarxistas, el también completa un periplo que lo termina
alejando, tanto del marxismo (hace ya mucho tiempo) como del
psicoanálisis, y llevándolo a posiciones políticamente
reaccionarias y psicoanalíticamente "adaptativas".
Su política, actualmente, consiste, al parecer, en transformar a
la AMP en su nuevo "partido" (tanto "político" como
"psicoanalítico"), con todos los vicios de su vieja formación
maoista (prohibición de tendencias y minorias en su seno, etc.,
tal como se desprende de los conflictos que han terminado de
hacerse visibles, en el último Encuentro de Barcelona, con C.
Soler).

Otro lugar donde también viene desarrollándose un debate que da
cuenta de este tipo de impasse, es el que se está dando en torno
a la convocatoria de René Major a sus "Etats Géneraux de la
Psychanalyse". La presentación del libro de Helena Bessermann
Viana, sobre el caso del torturador brasilero Lobo, originó un
debate con Jean Allouch, que parece convertirse en el centro de
atracción de aquella convocatoria. Lo que se discute es lo
siguiente.
Por un lado, lo que plantean tanto R. Major como varios otros
psicoanalistas (entre ellos Juan Carlos Volnovich) es una unidad,
sin solución de continuidad, entre psicoanálisis y política:
existiría una ética común a ambos (cuestión sostenida también por
otros psicoanalistas como Ulloa o los promotores de la revista
Topía de Argentina).
Allouch, en cambio, acaba de editar un libro denunciando esta
"etificación del psicoanálisis", a la que considera una
"calamidad", y defendiendo una especifidad propia del campo
analítico que es heterogénea con lo social (se puede seguir este
debate en el capítulo dedicado a ese tema en un foro
internacional que ha creado PsicoNet con el titulo de "Situación
del Psicoanálisis" en http://psiconet.com/freud/situacion )

Un común denominador de quienes se agrupan en torno a R. Major,
en ese sentido, parece ser su distancia respecto de Lacan, sea
como rechazo directo (J. C. Volnovich), sea como reformulaciones
derrideanas de las enseñanzas de aquél (R. Major), etc.

En síntesis, hay una pregunta que se siguen planteando muchos
psicoanalistas: ¿es acaso irremediablemente imposible ser
psicoanalista y marxista sin dejar de ser o lo uno, o lo otro, o
ambas cosas a la vez?

La mayoría de los psicoanalistas parece responder que sí (sino en
forma expresa, al menos en la práctica).

Y lo llamativo es que parece que la mayoría de las corrientes
políticas de izquierda también.

En ese sentido, veamos un poco que dice la izquierda.

Las posiciones de la izquierda

Ya mencionamos la expulsión de Reich de las filas del PC alemán
en los años 30.

Por otra parte, es por todos conocida la prohibición y
persecución que se impuso contra el psicoanálisis en la URSS y
demás países sometidos por la burocracia stalinista.

Las posiciones de todas las corrientes stalinistas (partidos
comunistas), en general, han sido hostiles al psicoanálisis.

En cambio, las corrientes llamadas de "centroizquierda" lo han
visto con mas simpatía. Ello por una razón muy precisa: estas
corrientes políticas siempre valoran positivamente cualquier
abordaje que subraye la individualidad, puesto que su planteo
político de base consiste en reivindicar la democracia burguesa
como una forma de organización política "absoluta" (y por ende
abstracta).

Las posiciones de partidos de izquierda radicalizada, como por
ejemplo, los trotzkystas, tampoco parecen ver con muy buenos ojos
a los psicoanalistas, en particular a los lacanianos. Aunque, en
algunos casos, como el del Partido Obrero (de Argentina), se ha
abierto un debate en su revista teórica ("En defensa del
Marxismo", cuyo sitio en internet es http://po.org.ar/edm ) del
que estoy participando (este artículo es una reformulación de un
trabajo hecho a principios de este año para dicha revista).

El problema principal que se plantea entre los intelectuales de
dichas organizaciones, es su concepción del lenguaje, expresada
por ejemplo, en la crítica que le ha hecho Sartelli, en un
artículo en esa misma revista, a la psicoanalista brasilera Suely
Rolnik, donde plantea su profundo rechazo hacia las corrientes
estructuralista y posestructuralistas en términos tan fuerte como
estos: "Toda la caterva de personajones que cobran fama por
torturar el lenguaje constituye un partido político: el
anarquismo conservador". Lo que de un modo u otro se sugiere, o
plantea directamente, es que el psicoanálisis no sería mas que
una expresión intelectual mas de "la burguesía desencantada", y
sus practicantes no serian mas que una de las partes de "una
especie de aristocracia en decadencia".

Antes de tocar este punto de la concepción del lenguaje, hay un
punto en que, evidentemente, hay que reconocer que la crítica de
las corrientes de izquierda da justo en el blanco: justamente el
punto en que el psicoanálisis es utilizado como teoría de
explicación de los fenómenos políticos, sociales o económicos.

Veamos esto un poco mas en detalle.

Particular y Universal

Hay un punto que creo que hay que tener claro: la visión
psicoanalítica siempre se organiza desde el caso individual. El
psicoanálisis se constituyó desde sus comienzos como una práctica
de la particularidad del sujeto.

Ese es el sentido más estricto que se le puede dar a la consigna
freudiana de no hacer del psicoanálisis una cosmovisión.

Muchas veces se ordena dicha consigna en el campo generalizado de
la caída de los ideales y del pseudo escepticismo posmoderno, es
decir, en la idea de que no habría que hacer del psicoanálisis
una cosmovisión de la misma manera que no habría que hacerlo con
cualquier otra teoría (por ejemplo el marxismo). Pero el sentido
freudiano de esa consigna no se ordena en un pesimismo
generalizado sobre la comprensión de los fenómenos sociales, sino
que apunta a subrayar, a recordar, que el psicoanálisis es
básicamente una práctica del caso por caso, del uno por uno. Lo
que vale para uno no vale forzosamente para el otro.

Por eso, la mayor dificultad teórica del psicoanálisis ha estado
siempre, justamente, en torno a este problema de cómo hacer
teoría, es decir, algo "general", para una práctica que en cada
caso encuentra una situación diferente.

Este punto es importante, porque es el que diferencia al
psicoanálisis de todos los demás saberes que de un modo u otro se
agrupan en las llamadas "ciencias" "sociales" o "humanísticas",
donde, de una u otra manera, el acento está puesto en lo
universal, así sea apelando a los recursos de las estadísticas
(de ahí su reclamo de ser considerados "ciencia").

La ciencia, sea la "dura" o la "humanística", siempre implica una
exclusión de la particularidad subjetiva.

El psicoanálisis, en cambio, es la práctica que toma a su cargo
el problema de esta particularidad subjetiva.

En este sentido, el problema en que caen muchos psicoanalistas
(sobre todo por los tiempos que corren en que el slogan del "fin
de los ideales" autoriza a cualquiera para los análisis
"sociológicos", no tanto en el sentido de que esto sea un derecho
reservado para algunos solamente, sino en el sentido de que
politicamente se ha habilitado cualquier discurso, cualquier
decir, no importa su consistencia, para opinar del tema) consiste
en olvidar la consigna freudiana y pretender hacer de su saber
sobre los casos particulares un discurso universal sobre los
fenómenos sociales.

¿Dónde se origina, en parte, este problema?

En que el psicoanálisis no deja de hacer teoría. Y que una vez
hecha la misma, no siempre se recuerda ni su origen ni sus
límites.

El psicoanálisis debe, forzosamente, para poder realizar algún
tipo de transmisión de su saber, de un modo que no sea el de la
iniciación religiosa, despejar elementos comunes a "todos" los
"casos". Y ese carácter "general" de la teoría no deja de
invitarnos, a su vez, a la cosmovisión y a las explicaciones
universales.

Máxime cuando las "extensiones" del psicoanálisis se han
revelado, muchas veces, fértiles y enriquecedoras. Por ejemplo,
se puede decir que el psicoanálisis ha sido el interlocutor por
excelencia de poetas, artistas y locos, en la medida en que
permite la formalización (con la consiguiente degradación que
esta implica) de lo que funciona como universal (hace eco en los
demás) en la particularidad de sus decires o sus haceres. Punto
donde los discursos "sociológicos", muchas veces, permanecen
mudos y desorientados.

Es esta situación la que lleva a muchos psicoanalistas a hacer
extrapolaciones de su saber del uno por uno, pensando que uno,
mas uno, mas uno, mas uno, puede llegar en algún momento a ser
equivalente al "todos".

Si a eso se le suma una formación o una posición política
"democratizante", es decir, la adhesión a los principios de la
democracia burguesa en tanto suposición de que la sociedad se
conforma por la sumatoria de "individuos", es decir, de uno, mas
uno, mas uno, etc., entonces la sintonía termina siendo perfecta.

En síntesis, la vieja ambición de Reich se revela una tentación a
la que más de uno sucumbe, no importa su orientación política y/o
formación psicoanalítica: intentar una explicación general de los
seres humanos, tanto de lo "individual" como de lo "social".

A falta de una formación marxista, los psicoanalistas no dejan de
tentarse en estas extensiones y desarrollar, a partir de su saber
teórico, una cosmovisión que, por su punto de origen en la
particularidad y sus presupuestos teóricos, no deja de culminar,
sistemáticamente, en posiciones democratizantes (cuando no
reaccionarias).

Concepciones del lenguaje

Volviendo entonces a la cuestión del lenguaje, lo llamativo de
estas posiciones (que, salvando las distancias, hacen eco de la
crítica, un tanto mas difundida en la actualidad, que le hace
Sokal a Lacan y toda una serie de intelectuales franceses) es que
no dejan de ser tributarias de las posiciones fijadas hace ya
mucho, sobre el lenguaje, por Stalin. Veamos.

Retomando el artículo de Sartelli, anteriormente mencionado,
encontramos que este plantea que esos "intelectuales" franceses,
a los que considera agentes académicos de la burguesía, "han
olvidado" la máxima de que "lo que se concibe bien se expresa
claramente". Por eso no duda en caracterizarlos como
"torturadores del lenguaje". En otras palabras, en el campo de
las teorías del lenguaje, Sartelli alinea al proletariado y al
marxismo junto al "Arte de la poética" de Boileau, un estilista
francés del siglo XVII.

Sartelli plantea entonces una tesis muy fuerte: defender una u
otra concepción del lenguaje es equivalente a defender una
posición política u otra. La posición que se tenga respecto del
lenguaje implicaría una posición en el campo de la lucha de
clases.

El debate que habría que desarrollar con los teóricos franceses
de las décadas del 60 y 70 en torno a la cuestión del lenguaje
tendría la naturaleza de un debate político entre la burguesía y
el proletariado. En consecuencia, habría concepciones del
lenguaje reaccionarias y otras revolucionarias.

Obviamente que si es así, la intervención de un partido
revolucionario se impone. Es más, habría tardado demasiado en
hacerse presente, dejando el campo orégano para la acción de
otras corrientes.

Estoy lejos de ser una especialista en los textos de Stalin, pero
a la hora de discutir acerca de las teorías del lenguaje, llama
la atención que algunos trotzkistas, tan meticulosos en la
imprescindible tarea de demoler todos y cada uno de los
prejuicios que han resultado de la asociación de la revolución de
octubre con el stalinismo, no recuerden que fue Stalin quien
sentó precedentes sobre este tema, en un debate que, como
habitualmente ocurría entonces, no se limitó a la simple verba
intelectual sino que terminó con altas y bajas en el campo de sus
interlocutores.

Parece ser que, allá por los años 30, hubo en la URSS todo un
debate acerca de la cuestión del lenguaje, mas precisamente del
idioma.

Las intervenciones de Stalin al respecto se concentran en un
texto titulado "Acerca del marxismo en la lingüística" y en una
parte de su informe al XVI congreso del PC de la URSS.

Solo dispongo del primero, en una edición del año 50 de la
editorial comunista Anteo.

Como no soy especialista en historia de la revolución rusa, me
limitaré al comentario de dicho texto y dejaré la puerta abierta
para que otras personas, mejor formados en ese rubro, nos
ilustren sobre los pormenores de ese fragmento de aquella
historia. En particular, parece que el tema tiene que ver también
con la cuestión de las nacionalidades en la ex-URSS.

El texto de Stalin está plagado de contradicciones (es evidente
que las lides intelectuales y el rigor teórico no eran su
fuerte). Pero más allá de las mismas, de sus idas y vueltas,
Stalin fija posición, al menos sobre los siguientes puntos:

1. El idioma no es una superestructura
2. El idioma no puede asimilarse a los medios de producción

Respecto del primero de ellos, Stalin dirá que "el idioma se
diferencia de modo radical de la superestructura. El idioma no es
engendrado por una u otra base [infraestructura] (...) El idioma
no es creado por una sola clase sino por toda la sociedad, por
todas las clases de la sociedad, por los esfuerzos de centenares
de generaciones. Es creado, no para satisfacer las necesidades de
una sola clase sino de toda la sociedad, de todas las clases de
la sociedad" (J. Stalin, "Acerca del marxismo en la lingüística",
Editorial Anteo, Bs.As., páginas 7/8).

Subrayo esta cuestión de que "el lenguaje es creado para
satisfacer necesidades".

¿Creado por quien y para satisfacer qué necesidades?

Respecto de la creación dirá que "el idioma, su estructura, no
pueden ser considerados como el producto de una sola época. La
estructura del idioma, su sistema gramatical y el fondo básico de
palabras son el producto de una serie de épocas" (ídem, página
28).

En cuanto a las necesidades, se trataría de necesidades
universales, necesidades de "todos": "El idioma [idioma y
lenguaje no son lo mismo, pero, no hay mayores distingos en el
texto de Stalin] existe y ha sido creado precisamente para servir
a la sociedad en su conjunto como instrumento de comunicación
entre los hombres (...) sirviendo por igual a sus miembros,
independientemente de su situación de clase" (idem, página 8).

"El idioma es el medio, el instrumento con el que los hombres se
comunican entre sí" (página 24)

Obviamente, Stalin no deja de reconocer las variaciones del
lenguaje, ubicando las mismas, básicamente, al nivel de las
variaciones de vocabulario. Pero en ese punto, sigue ubicando al
lenguaje al nivel de un instrumento, pues dichas variaciones de
vocabulario responderían, precisamente, a las diferentes
necesidades "comunicacionales" de los diferentes sectores de la
sociedad. Justamente, el concepto de comunicación es el de un
sistema de signos sin autonomía propia destinado a designar
objetos y cosas (eventualmente aún en la ausencia de dichas
cosas).

En síntesis, la posición de Stalin, que es la misma que la del
común de la izquierda, es la idea clásica y vulgar de que el
lenguaje es segundo respecto de las cosas y que la palabra mesa,
por ejemplo, adquiere su sentido por su relación a la supuesta
cosa que designa antes que por sus relaciones con las demás
palabras.

Es increíble como tantos marxistas, tan acostumbrados, se supone,
a entender que "la esencia humana no es algo abstracto e
inmanente a cada individuo", "es, en su realidad, el conjunto de
las relaciones sociales" (Marx, "Tesis sobre Feuerbach", "La
ideología alemana", Ed. Pueblo y Educación, página 633) puedan
ser tan duros de entendederas a la hora de percibir que algo
similar puede plantearse al nivel de las palabras y puedan ser,
en este punto también, furgón de cola del stalinismo.

Respecto del segundo punto, Stalin planteará que el lenguaje
tampoco podría asimilarse a los medios de producción (tal como lo
habría sostenido N.Y. Marr, contra cuyos discípulos se
desarrollaba el eje del debate en ese entonces) pues, mas allá de
ciertas analogías aparentemente válidas, "entre el idioma y los
instrumentos de producción existe una diferencia radical. Esta
diferencia consiste en que los instrumentos de producción crean
bienes materiales, mientras que el idioma no produce nada, o solo
‘produce’ palabras" (ídem, página 41)

Ahora bien, hay un punto, acá, en que Stalin entra en marcadas
contradicciones, pero cuya posición final podremos deducir en
función de los planteos anteriores.

Es la cuestión de la materialidad del lenguaje. Como vimos
recién, la producción de "palabras" o de significados, no tendría
ningún carácter material, puesto que es equivalente a "nada".

Mas adelante dirá que, gracias a la gramática, "el idioma obtiene
la posibilidad de revestir a los pensamientos humanos con una
envoltura lingüística material" (idem, página 25).

Esta posición tan evidentemente idealista aparece refutada en
otros párrafos, como por ejemplo, cuando reconoce que "el
carácter real de las ideas se revela en el idioma. Unicamente los
idealistas pueden hablar acerca del pensamiento sin asociarlo a
la 'materia natural' del idioma, acerca del pensamiento sin
idioma (...) Cualesquiera que sean las ideas que surjan en la
cabeza del hombre, únicamente pueden surgir y existir sobre la
base del material idiomático, sobre la base de los términos y de
las frases idiomáticos" (ídem, página 43).

Hay aquí planteadas secuencias diferentes. Si el lenguaje es un
mero instrumento de comunicación, es decir, un medio de
"expresión", entonces los pensamientos son, lógicamente, previos
al lenguaje, ergo, todo lo que habría por decir del lenguaje no
alcanzaría a los procesos mentales. Aún más, el pensamiento, y su
subjetividad asociada, permanecen en un limbo inmaterial, lejos
de toda determinación que no sea la propia libertad y la propia
voluntad. En cambio, si la materialidad del lenguaje precede al
pensamiento entonces lo determina de un modo mucho más radical y
estructural que el simple condicionamiento expresivo que podría
implicar para el caso en que el pensamiento lo antecediera.

¿Cuál es la posición que finalmente adopta Stalin?

Para entenderlo lo que hay que tener presente es a qué nos
referimos cuando hablamos de alguna materialidad del lenguaje.

La materialidad que Stalin le otorga al lenguaje en las últimas
citas, por la lógica de su texto, debe subordinarse a la tesis
del lenguaje como "instrumento de comunicación". Por lo tanto,
dicha materialidad es pensada en la forma vulgar de la existencia
de hecho y no en el sentido de las determinaciones que la misma
pudiera implicar.

En otros términos, para Stalin, la dependencia del pensamiento
respecto de las palabras es una dependencia al nivel expresivo,
algo similar a la dependencia que podamos tener en cuanto a los
instrumentos disponibles para, por ejemplo, transportar un objeto
o construir una casa. Pero jamas una determinación que coloque al
pensamiento en una posición segunda respecto del lenguaje.

Es una concepción materialista burda. Pues supone una
materialidad que no determina, que no causa.

Es lo mismo que pensar que la construcción de una casa es
independiente de las herramientas que se tengan para construirla.

El problema es que, en el caso del lenguaje, es esta una posición
compartida por casi toda la izquierda, en particular por
Sartelli. Por eso, como buen stalinista en el lenguaje, adhiere
al estilista francés ya referenciado.

En efecto, Boileau plantea lo mismo que Stalin. La cita completa
es la siguiente:

"Avant donc que d'écrire, apprenez à penser
Selon que votre idée est plus ou moins obscure
l'expression la suit, ou moins nette ou plus pure.
Ce que l'on conçoit bien s'énonce clairement
et les mots pour le dire arrivent aisément..."

Al menos así figura en su "L'Art poétique", de 1674.

Como vemos, aquí también se plantea la idea de que los
pensamientos, las ideas, preceden a la "expresión", a las
palabras, al significante.

Lo que no parece comprenderse entonces, es que toda postura que
haga anteceder las ideas al significante, por mas materialidad
que le asigne a dichos significantes, comulga con el idealismo (y
como vemos, ello no es forzosamente contradictorio con ser,
además, stalinista o tan solo izquierdista).

La única posición claramente materialista es la que subordina el
pensamiento y las ideas a la causa material del significante (de
ahí la crítica que Lacan desarrolla a esa cita de Boileau en la
séptima pregunta de su texto titulado "Television").

Lenguaje y psicoanálisis

Lo que descubre el psicoanálisis, justamente, es que la relación
del hombre al lenguaje no es de dominio ni de instrumento. El
hombre habita el lenguaje como podríamos decir que habita las
relaciones de producción, mas actuado que actor, sin comprender
las determinaciones que lo rigen.

El lenguaje no es un instrumento que vendría a dar "expresión" a
una idea, es decir, a un concepto, a algún significado, previo.
Los significados, las ideas, son generados, producidos, por el
lenguaje.

Basta escuchar a los niños para percibir que, lejos de "aprender"
a usar el lenguaje para "expresar" sus "ideas", van construyendo
el mismísimo mundo junto con su uso.

Si el lenguaje fuera un instrumento de "comunicación" no
existirían ni la poesía, ni la literatura, ni el arte. Si existe
la poesía es porque una misma palabra puede decir infinidad de
cosas, y no por nombrarlas, sino por "crearlas". El arte del
poeta consiste en jugar con la esencia misma del lenguaje, es
decir, con su capacidad creadora de sentidos, y no en "expresar"
con el lenguaje lo que serian ideas.

Si el arte fuera solo un "expresar" ideas, un darle "forma" a un
"contenido" previo, el planteo del realismo socialista sería
absolutamente válido, pues la "forma" sería algo totalmente
subordinado al "contenido". La "forma" solo puede tener valor si
es ella misma creadora de "contenido".

No hay "descubrimiento" que no requiera la invención de nuevas
palabras y nuevos conceptos. Se puede decir que la plusvalía
"existía" desde antes de Marx. Pero es obvio que dicha
"existencia" no era mas que una cuestión abstracta y que solo
cobra dimensión real a partir de su "descubrimiento/invención"
por Marx.

El lenguaje recorta los objetos y las cosas. Por ejemplo, en el
Japón, además de la brutal crisis económica, hay casi 30 maneras
de decir que "no". Se le dice "no" de modo diferente a una esposa
que a una hija. Y ya que estamos con mujeres, ahí también hay una
gran cantidad de modos de decir "mujer". Es decir, el "objeto" o
la "cosa" "mujer", no "existe" en Japón de la misma manera que
aquí. Si las mujeres japonesas acostumbran a caminar unos pasos
detrás de su esposo no es por una simple cuestión "cultural".
Ello responde a toda una delimitación de lo que significa ser
"esposa".

Lo que la práctica del psicoanálisis descubre, precisamente, es
que el lenguaje, lejos de ser un instrumento al servicio de
nuestra voluntad es un espacio que nos constituye, con esa
particularidad de confrontarnos a una pérdida de todo pretendido
"ser" previo (sea biológico, anatómico, etc.), a una pérdida de
"naturalidad", de la que no hay dialéctica hegeliana que nos
pueda restituir, bajo la forma de un saber absoluto, es decir,
una reconstrucción en el significante, ese ser "natural" perdido.
"Somos" a partir de un decir.

Lenguaje y trabajo

En síntesis, lo que el psicoanálisis descubre es que el
significante actúa como una causa material sobre los sujetos. Y
este es un punto que el marxismo en general no considera.

Obviamente, el problema político que puede plantearse es la
extensión de esta causalidad.

Para P. Anderson, "toda la confusión del paradigma del lenguaje
general radica en el desplazamiento del 'medio' al fundamento'"
(P. Anderson, "Tras las huellas del materialismo histórico", Ed.
Sigo XXI, página 77). En cierto sentido, esto es parcialmente
cierto: el psicoanálisis encuentra en la relación al lenguaje una
cuestión de "fundamento".

En lo que no acuerdo con Anderson es en que, precisamente, su
referencia al "medio" remite a su adhesión al planteo de Stalin
de que el lenguaje no es mas que un "medio" de comunicación.
Anderson, en ese sentido, es un perfecto stalinista.

Podríamos decir que el trabajo y el lenguaje son las dos
dimensiones que caracterizan al ser humano.

Marx decía en las "Formaciones económicas precapitalistas" que
"un individuo aislado no podría ser propietario de la tierra, de
la misma manera que no podría hablar. A lo sumo podría vivir en
ella como fuente de abastecimiento, como los animales". Lo que
cabría preguntarse es si, no estando aislado, podría igualmente
ser propietario de la tierra sin intervención del lenguaje. O
bien, a la inversa, qué incidencia pueden tener las relaciones de
producción sobre el lenguaje.

En síntesis, lo que importaría precisar es qué relaciones pueden
establecerse entre el lenguaje y el trabajo que no se reduzcan al
remanido cuento del lenguaje como un instrumento de comunicación.

Han habido algunas corrientes de izquierda que han intentado
retomar los análisis del lenguaje por la vertiente de asociarlo a
los medios de producción. Por ejemplo, la corriente semiológica
italiana de Ferrucio Rosi-Landi. O el mismo Althusser, quien
probó, mas allá de las críticas que se le quieran hacer sobre sus
posiciones políticas y su adhesión al PC, que la idea de abordar
la cuestión del pensamiento según la fórmula de "un modo de
producción determinado de conocimientos" (L. Althusser y E.
Balibar, "Para leer el capital", Ed. Siglo XXI, página 47/9)
(subrayado de Althusser) podía ser un instrumento muy poderoso.
También es el caso de algunos de esos mismos "nuevos filósofos
franceses" contra los que Sartelli despotrica, como por ejemplo
Deleuze, coautor con Guatari del famoso "Anti-Edipo", donde
intentan asociar los mecanismos neuróticos y esquizofrénicos al
modo de producción capitalista.

Pero es casi un hecho que, desde el tiempo en que Sartre, tan
famoso por responder y polemizar con cuanto texto y/o artículo se
le cruzaba, permaneciera en silencio ante el texto fundador del
estructuralismo, el famoso libro de Lévi-Strauss, "El pensamiento
salvaje", cuyo último capítulo está enteramente dedicado a
discutir otro igualmente famoso enfoque de las relaciones entre
sujeto y estructura, a saber, el propio libro de Sartre, "Crítica
de la razón dialéctica", desde ese entonces, el marxismo, casi en
su conjunto, ha permanecido mudo sobre estos problemas, a pesar
del despliegue e importancia que los mismos fueron adquiriendo.

¿Es posible un debate?

A falta de interlocutores marxistas, los psicoanalistas suelen
desbordarse en análisis sociológicos en dónde la transposición de
cierta perspectiva pesimista solo puede conducir a posiciones
políticas reaccionarias.

En ese sentido, la desconfianza que en general reina en la
izquierda respecto de los planteos psicoanalíticos, y en
particular lacanianos, no deja de tener un costado válido. Pero
una cosa es no dejarse vender pescado podrido y otra cosa es
decir que los peces están todos podridos.

Los psicoanalistas deberían comprender que la transposición de
los matemas deducidos a partir del diván sobre el conjunto de la
sociedad, como conjunto, solo conduce a una metafísica
políticamente reaccionaria (es muy interesante al respecto el
análisis que hace J.C. Milner en su libro "La obra clara", cuando
plantea que lo que el llama el "segundo clasicismo" de Lacan,
conduce a un concepción filosófica trascendentalista).

Pero creo que los marxistas también deberían comprender que no
hay planteo revolucionario, ni militancia alguna, que vaya a
resolver los conflictos de cada sujeto con su goce. Y que tampoco
hay condición de clase que vaya a eximirnos de dicho conflicto.

Eso no quiere decir que no haya correlaciones para hacer entre lo
social y lo individual. Es un hecho que revienta los ojos que las
instituciones "mentales", sean los hospitales psiquiátricos, los
institutos de menores, etc., están siempre pobladas por sectores
sociales pobres.

Es un hecho, subrayado por el propio Lacan una y otra vez, el
propio carácter histórico del psicoanálisis.

Hay muchos elementos que plantean que tanto a psicoanalistas como
marxistas les convendría escucharse mutuamente.

Esto significa: cuando uno no sabe, no conviene abrir la boca mas
que en la medida en que lo requiera el hacer preguntas.

Creo que si tan solo intentáramos precisar las "condiciones" de
borde que podrían establecerse entre el psicoanálisis y el
marxismo, un diálogo fructífero podría entablarse.


http://www.acheronta.org
[Revista Acheronta]
Número 7 - Julio 1998

 

 

 

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