La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

 

 

BALMACEDA
VARÓN DE UNA
SOLA AGUA

Virginia Vidal

TEXTO DE LA CONTRATAPA:
A 100 años de su muerte, Balmaceda y el dramático período que le correspondió presidir constituyen un apasionante desafío para los escritores.
Es el reto que asumió Virginia Vidal al escribir una relación novelada sobre Balmaceda, centrándola en quienes vivieron junto a él, secundándolo y sufriendo las vicisitudes previas y posteriores a la guerra civil de 1891.
La historia, contada por un personaje ficticio, el secretario privado del Presidente, nos sumerge en los hábitos, las comidas, las fiestas sociales, el quehacer cultural y artístico de una época en la cual figuras como Rubén Darío y Sara Bernhardt tuviero Ameno de principio a fin, Balmaceda / Varón de una sola agua recoge también los pasajes más oscuros de ese período, como fueron las matanzas de Lo Cañas y el saqueo que se produjo al conocerse la noticia del suicidio del Presidente en la sede de la Legaci

NOTICIA SOBRE LA AUTORA:
VIRGINIA VIDAL: Novelista. Periodista. Trabajó tres años en la Universidad de Comercio y Relaciones Exteriores de Pekín y otros tres en la Universidad de Jan Comenio, Bratislava, Eslovaquia (1960.1966). Vivió desde 1976 a 1987 en Yugoslavia, Moscú y Ve

Otras novelas:

CADÁVERES DEL INCENDIO HERMOS0. Editorial Andrés Bello, Santiago, 1990
- Premio de Literatura de la Municipalidad de Santiago, 1991.
- Premio de Novela "María Luisa Bombal", Municipalidad de Viña del Mar 1989.

RUMBO A ÍTACA.Editorial Pomaire, Caracas, Venezuela, 1987 (agotada ese mismo año)

WHAT IS SECRET. STORIES BY CHILEAN WOMEN.
Antología de Marjorie Agosin, narradoras chilenas. White Pine Press. Fredonia. New York, 1996. Virginia Vidal: JOURNEY OF THE WATERMELON

LAS MUJERES DEL CONO SUR ESCRIBEN. Editorial Nordam, B. Aires-Estocolmo, 1984.
Selección de Ana Vásquez, Ana Luisa Valdés y Ana María Araujo, prólogo de Rubén Bareiro Saguier. Incluye cuentos de ésas y Susana Aguad, Elsa Repetto, Ana Luisa Valdés, Cristina Siscar, Ana Pizarro, Cristina Peri Rossi, Virginia Vidal:
LA RUTA DE LA SANDÍA

Ensayos y reportajes:

AGUA VIVA. GABRIELA MISTRAL Y LA JUVENTUD
Editorial Texidó, Santiago, 1994

AMÉRICA DE A CABALLO
Editorial La Noria, Santiago, 1992

TESTIMONIOS DE FRANCISCO COLOANE
Editorial Universitaria, Santiago, 1991

EMANCIPACIÓN DE LA MUJER
Colección "Nosotros, los Chilenos", Editorial Quimantú, Santiago, 1972

LOS ROSTROS DE NERUDA, Planeta, Stgo. 1998, coautora:
LA CAPTURA DE UN CÓNDOR CON CAZAMARIPOSAS

MORIR ES LA NOTICIA. Ernesto Carmona Editor, 1997.
Coautora. Los periodistas testimonian e investigan la historia de sus compañeros asesinados,desaparecidos, muertos durante el exilio y la dictadura.

LOS LIBERTADORES DE VENEZUELA
MENEVEN, Caracas, noviembre 1983. Coautora de obra coordinada por el Dr. Ramón J. Velásquez:
BIOGRAFÍA DEL MARISCAL ANTONIO JOSÉ DE SUCRE (1795-1830)

NOTA DE VIRGINIA VIDAL PARA LA EDICION LOGOS:

BALMACEDA VARÓN DE UNA SOLA AGUA fue publicada por Editorial Los Andes, Santiago 1991, edición agotada por completo en breve lapso.
Aunque fue declarada Material Didáctico Complementario de la Educación Chilena para literatura, Educación Media por el Ministerio de Educación, según el Informe Técnico Clase "A", n. 110 de 1991, no se ha reeditado.

ÍNDICE

Prólogo de Leopoldo Castedo
Vértigo y azar
Presagios para un hijo del amor
El oro del diablo y Sarah Bernhardt
Un indio triste de vino triste
Centauro herido
El «Rey Banda-Da» hacia el despeñadero
«Los mataron como ratas»
Digresiones sobre el poder en la tertulia de los Olmedo
Testimonio de Rufina Lagos

Copyright: Virginia Vidal
Inscripción Nº 79.850
I.S.B.N. 956- 7014- 12-3

PRÓLOGO

Al introducir esta ¿novela, crónica, historia, memorial imaginado? no me resisto a la tentación de caer en un defecto estigmatizado en su día por González Vera, cual es el de otorgar tanto o más espacio y, por ende, tiempo, al presentador que al presentad Fueron los principales testimonios a que acabo de referirme Don Emilio Bello Codesido, organizador del Partido balmacedista pocos años después del suicidio, Don Claudio Vicuña Subercaseaux, hijo del leal colaborador, heredero de los postulados de Balmaced Fue así como durante los primeros años del decenio 1940-50 Don Emilio Bello me recibió con mis máquinas fotográficas, trípodes y luces en su casa y me facilitó cartas, fotografías, documentos diversos. Don Claudio Vicuña me habló con entusiasmo de su pad La interrogante que inicia estas notas plantea, a su vez, lo acertado de la solución de Virginia Vidal en cuanto al sistema narrativo. El joven Peñazul, Peñafiel o Peñablanca, reducido a Peña por la «confianzudez» (sic) y a Peñita por la condescendencia, Desde los comienzos, y tomando como justificación y pretexto el Derby de Viña, se acusan, en elocuentes descripciones, los tremendos contrastes de arrastre en la estratificación social. Se inicia de esta manera la intención -a mi juicio plausible- de ide Discretas resultan las referencias a la familia del Presidente Balmaceda, a la personalidad singular del padre y a su capacidad extraordinaria para aumentar su riqueza; al encanto y a la firmeza de la madre y a la legitimización a posteriori de los tres h Novedad harto valiosa representa la dedicación de la autora, vía bibliotecario, a reseñar aspectos variados de la cultura chilena de fin de siglo, desde las influencias recíprocas entre el país y Rubén Darío hasta la proyección del apoyo a Balmaceda de Va Estos capítulos iniciales sirven satisfactoriamente para introducimos en la atmósfera social, cultural- y también política- previa a la gran mutación que el país entero experimentó desde el entusiasmo por las energías, la brillante oratoria y las ideas mo A partir del capítulo sexto los acontecimientos políticos acaparan el interés y las anotaciones del narrador. Con precipitación creciente recrudece el conflicto entre el Ejecutivo y el Congreso; la controversia entre los generales Del Canto y Barbosa ant Al entrar en escena el ministro Godoy, el narrador lo adjetiva de «nefasto». La violencia de la represión culmina en los fusilamientos de Lo Cañas y el conflicto armado en las sangrientas batallas de Concón y Placilla. Por cierto, la tensión producida p

Leopoldo Castedo
Agosto, 1991

«El señor José Manuel Balmaceda es un liberal rojo».
«Su voz es vibradora y dominante; su figura llena de distinción; la cabeza erguida, adornada por un apoblada melena, el cuerpo delgado e imponente, su trato irreprochable, de hombre de corte y de salón, que indica a la vez al diplomático de tacto y al hom

Rubén Darlo.

VÉRTIGO Y AZAR

¿ Cuál es mi nombre? ¿Peñazul, Peñafiel, Peñablanca? ¿Qué más da? La confianzudez me redujo a Peña y la condescendencia, a Peñita. La muerte de don José Manuel me borra, pero mi memoria se empecina y su imagen aflora imponiéndose a todo recuerdo. Mi pa Amaba sus libros; cada uno lleva en el costado superior izquierdo del interior de la portada la sobria inscripción: «Biblioteca de José Manuel Balmaceda». Cinco mil volúmenes tenía su biblioteca formada desde los días del Seminario; un fondo considerable Cómo olvidar la noche del 28 de agosto de 1891, cuando ayudé a don José Rafael, su hermano, a sacar de La Moneda el archivo para llevarlo a su domicilio con la esperanza de ponerlo a buen recaudo. Empeño vano habría sido, por cuanto su casa fue asaltada Pero me estoy adelantando. Cuanto ocurriría no lo presentí al aceptar gustoso la insólita invitación. Don José Manuel -ministro del Presidente Domingo Santa María hasta hacía poco más de un mes- me pidió acompañarlo al Derby, el 25 de octubre de 1885. < La primera sorpresa la tuve al alojar donde doña Encarnación Fernández, su madre, en Viña del Mar. Ella vivía en una hermosa quinta ubicada frente a la Estación, un verdadero palacio rodeado de un inmenso jardín extendido hasta la calle de la Montaña; po Qué gran fiesta primaveral. Los trenes no cesaban de ir y venir. Los expertos en cálculos, asombrados ante el movimiento de multitudes, veían concurrir a estas carreras a unas doce mil personas y todo ese gentío era contenido en un Viña del Mar de unos Armonizan maderas finas y adobes en la noble construcción del Valparaíso Sporting Club, erigida en el antiguo potrero Las Rosas de la hacienda Viña del Mar de don José Francisco Vergara. Ahora se iba a efectuar por primera vez el Derby de Chile, a la man El espectáculo era glorioso, se imponían las ramadas en cinco hileras en las laderas del cerro, verdadero anfiteatro. Entre la flor y nata de los asistentes pude ver a don José Francisco Vergara, al general Sotomayor, al almirante Latorre. A los jinetes Alrededor de la cancha no había ramadas y se aglomeraban los paseantes; un centenar de carruajes cobijaban a otras tantas familias instaladas en tomo a su cocaví. Buena parte de esa gente alegre y entusiasta apostaría sus ahorros en forma clandestina a l Al pasearse los fina sangre montados por jinetes orgullosos de sus colores, Balmaceda no pudo frenar su admiración por un caballo tordillo, la perfección, la sensibilidad y la inteligencia concentradas en esa escultura de plata de cabeza y orejas chicas, Acompañé a don José Manuel en el recorrido por las ramadas. En el centro, un campamento de carpas, fondas y chinganas y por todos lados improvisados braseros y parrillas lucían carnes orondas cuyo olor subía al cielo como en una hecatombe homérica. La n Sentadas en chamantos, unas mozas lucían sus dentaduras hincándolas en gruesa rodaja de arrollado de malaya entre dos tajadas de pan de viaje. Todas las mujeres se volteaban para mirar la figura elegante y espigada de don José Manuel. Su cabellera casta -Ahí viene el Champudo.
Una chinganera lo reconoció y cantó con voz ronca y caliente una cueca inolvidable para mí por la exclamación de rendido fervor:
-«Los balmaceítas toritos bravos...»
Él, a pesar de su máscara de impasibilidad, no podía evitar el calor íntimo provocado por la canción. Orgullo de casta.
Esa cancha plena de una humanidad ruidosa, alegre, gozadora, capaz de irradiar toda su energía para animar al caballo encarnación de un sueño de fortuna, no la imaginé nunca convertida en campamento de las tropas gubernamentales casi seis años después. D Don José Manuel tenía sus compromisos. Salí del bulliente recinto y crucé el arenal. Hube de hacer esfuerzos extrahumanos para disimular mi desbocada alegría al ver la mar por primera vez. Esa mar poderosa y salvaje amenguó mí imaginación y estupidizó Parece raro, pero la gente muy segura de sus raíces no acostumbra a orearlas. Nunca oí a los Balmaceda referirse a sus abolengos. Podían recordar, sí, a algún tío abuelo, pero no en función de¡ parentesco sino de alguna peculiaridad de carácter o excent Un día oí a un pequeño sobrino de don José Manuel preguntar intrigado qué significaba «oidor». Un profesor en la escuela le había dicho: «así que tú eres el ilustre descendiente del oidor, ¿ah?». El chicuelo creyó advertir soma en el maestro y se sintió Mi curiosidad pudo más. No me limité a cumplir bien mi rutinario trabajo. Cada palabra, cada gesto de don José Manuel, siempre amable, ligeramente distante, me provocaba saber más sobre él. Era un hombre metido en nuestra historia política desde su juv Por sobre todo, los antepasados de don José Manuel proyectaron su sentido de inmortalidad y de propiedad de la tierra en quienes llevasen su sangre, aun si no tuviesen descendencia directa.
Veo en su abuelo don José María Fernández y Balmaceda, quien usó como patronímico el Fernández paterno y el Balmaceda de su madre, al verdadero formador de la familia de los Balmaceda en Chile. El heredó la Hacienda de Bucalemu de su tío Pedro Fernández Bucalemu, que había sido propiedad de la Compañía de Jesús, primitivamente tenía treinta y seis mil cuadras. Cuesta imaginar esa extensión.
Después de la expulsión de los jesuitas, la compró el Oidor a la Corona, fundando el vínculo del cual surgirían tantos pleitos.
Don Pedro Fernández de Balmaceda testó en favor de los suyos y puso énfasis en la siguiente prescripción: la hacienda Bucalemu debe servir «de fondo perpetuo sin que jamás pueda enajenarse, acensuarse, hipotecarse y dividirse por causa alguna, a efecto de Don José María Fernández y Balmaceda había iniciado el goce de lo heredado cuando comenzó la Guerra de la Independencia y los ejércitos de ambos bandos se nutrieron con el ganado de Bucalemu.
Pronto se iba a sanear la complicada historia de esta propiedad, pues el gobierno la secuestró, el fisco la vendió, un prócer la reclamó como propiedad de la patria, la Cámara de Apelaciones puso en depósito sus productos. Comisionados diversos se apoder

PRESAGIOS PARA UN HIJO
DEL AMOR

Así narrada parece tan seca y escueta la historia de una poderosa familia, dueña por siglos de campos inabarcables. ¿Pudo surgir de ella un vástago capaz de remecer ese orden ancestral?
En 1824, recuperada la hacienda, don José María Fernández y Balmaceda, ya nacionalizado chileno, trabajó con denuedo, pero murió seis años después dejando un hijo único, don Manuel José, de apenas catorce años, el primero de los Balmaceda nacido en Chile Doña Encarnación Fernández Salas había nacido el 27 de marzo de 1820, hija reconocida de don Dionisio Fernández Garfias y de doña Carmen Salas Castillo, madre soltera. Este nacimiento al margen de las rígidas convenciones de una sociedad conservadora no Tenía la joven Encarnación diecinueve años cuando se enamoró.
¿Cuándo se produjo el encuentro? ¿Estaría ella barriendo la acera interminable? ¿La habrían mandado a una botica a despachar una receta para el intempestivo mal de otra reclusa? ¿Serían su alegría, ánimo y buena voluntad acreedoras de la confianza de la e Ambos eran jóvenes, pero por distintas vías debieron madurar prematuramente. Como en un cuento de hadas, don Manuel José Balmaceda encamaba a un príncipe azul todavía menor de edad, pues sólo aventajaba en cuatro años a su enamorada. ¿Cómo le brotó el am Se amaron sin trabas y fundaron el hogar de sus sueños, trayendo al mundo hijo tras hijo, primero José Manuel, después Rosalía Encarnación, luego José Vicente. Los transgresores llegaron a constituir la más sólida de las familias aún antes de legalizarla Don Manuel José había sobrepasado la mayoría de edad, ya tenían tres hijos, de ocho años el primogénito José Manuel, cuando se casaron en la Parroquia del Sagrario, en 1848. Testificaron en este desposorio don Manuel Montt y doña Dolores Manterola, cuñad Hombre de inquietudes, este prolífico padre no se limitaba a sus negocios y su actividad agrícola. Toda su experiencia la volcaba en un libro muy original para la época, donde racionalizaba cada faena y avizoraba la hacienda como moderna empresa. El hac En 1846, don Manuel José Balmaceda ya había dejado Bucalemu. Compró el Hotel Inglés, en Huérfanos con Estado, y lo reemplazó por el Pasaje Balmaceda. Sus tierras se extendían del Mapocho al Pacífico y de la Punta de Renca a San Juan, en San Antonio. De El resto de la tierra, don Manuel José lo dividió en siete hijuelas asignadas a siete de sus hijos; para los otros dos, ordenó a sus albaceas comprarles más tierras. También dejó numerosas propiedades urbanas. Su excesivo afán de sistematizar lo demostr He visto retratos diversos de doña Encarnación. Ella, en toda edad conservó su hermosura y tremenda fuerza moral. La mejor demostración de su carencia de resentimiento y mezquindad se refleja en su actitud hacia la parentela de su progenitor. Su padre Jamás renegó de sus orígenes esta madre valerosa. Alguna vez, en carta a uno de sus hijos recordó: «aunque no haya nacido con felicidad y plata»... Supo vivir entregada a los suyos y cuantos bienes le dejó su esposo los puso al servicio de la familia. En esa misma ocasión le oyó a alguna reparona un comentario sobre su vestido lujoso pero anticuado, y ella respondió con chispa:
-Tengo oído de tísica y no se me escapa murmuración alguna. Quien repare en mi vestido, sepa que no hay reina que lo lleve más precioso, pues éste me lo regaló mi hijo, el Presidente, y lo compró en el mejor comercio de Santiago con el primer sueldo que Doña Encarnación no pudo cumplir este deseo, pues el hermoso vestido tan bien guardado en el cajón de su cómoda desapareció para siempre cuando le saquearon la casa, el 30 de agosto de 1891.
A los setenta y dos años, pudo sobreponerse a la trágica muerte de su hijo José Manuel y partió al exilio, trepada en mula, a Buenos Aires. De ese destierro quedan muchos antecedentes gracias a un diario de su nieta Julia, quien entonces tenía dieciocho Vi a esta valerosa madre cuando volvió. Plateados sus espesos cabellos y siempre triste la mirada, mantenía la tersura de sus rosadas mejillas. Adquirió entonces una casa en la esquina suroriente de Santo Domingo y Teatinos. Había vivido antes en Cated Los pesares no aminoraron el espíritu sociable y la locuacidad de doña Encarnación. Su diaria tertulia social y política era frecuentada por muchas visitas -sacerdotes, militares y otros personajes siempre fieles a su hijo inmolado-; recuerdo entre sus a Doña Encarnación murió en agosto de 1900 a los ochenta años, rodeada de sus amigos y familiares. Le dio la extremaunción el arzobispo Mariano Casanova. Sus funerales fueron de impresionante solemnidad y destacados personajes la despidieron, como el almi Los afectos de todo ser humano merecen respeto y derecho a la privacidad, pero cuando se trata de grandes hombres se tejen en tomo a ellos mitos, leyendas y suposiciones. La vida sentimental de don José Manuel no ha dado pábulo a mucho comentario. Algui Don José Manuel ya se había incorporado a la vida pública cuando se enamoró de doña Elvira Concha y Toro, mas no hubo avenencia entre él y la muchacha, empero con una prima de Elvira se hizo más profunda la amistad. Se trata de la joven Emilia de Toro y El romance prosperó sin contratiempos y el casamiento fue bendecido por el sacerdote Francisco de Paula Taforó, en la Parroquia del Sagrario, el 11 de octubre de 1865. Este notable sacerdote sufriría durante toda su vida por su condición de hijo ¡legítim Don José Manuel y doña Emilia tuvieron ocho hijos: María Emilia del Carmen, Domingo Nicolás, Pedro Alberto José, María Elisa, Julia, María Catalina, Enrique Víctor Aquiles y José Manuel, dos de los cuales murieron muy niños. Pedro falleció en plena juven Doña Emilia era una madre abnegada, entregada por completo a la familia y a las inevitables tareas derivadas de su condición de esposa de un hombre de intensa actividad pública. Los conflictos interiores sufridos durante la guerra civil debe haberlos ent Don José Manuel, sin abandonar la agricultura, empezó a incursionar en la política. En 1866 fundó el periódico La Libertad con los hermanos Arteaga Alemparte; en 1869 entró al Club de la Reforma. Desde temprano empezaron a manifestarse sus ansias de eje Esa confianza sólida en la capacidad humana para vencer la naturaleza lo llevó también a proyectar, aprovechando el lago Llico, un puerto artificial superior a Valparaíso, el más importante de la costa del Pacífico en aquella época. Era un visionario cap

«... los mismos que lo vivaron, a los tres días lo crucificaron». Se me viene a la mente esa frase de doña Encarnación al recordar una tarde lejana. Don José Manuel me había pedido ir al taller de Alfredo Valenzuela Puelma en cuanto terminara de copiar Partí entusiasmado, ansioso de conocer el taller de un artista con fama de precoz y excelente alumno de Kirchbach. El taller me impresionó sobre todo al conocer los ilustres modelos de su nueva obra. En este cuadro donde Jesús dice a Santo Tomás: «Toca Alfredo Valenzuela Puelma tenía veintiún años y un merecido nombre de pintor. Trabajaba muy concentrado, ajeno a cuanto estaba ocurriendo a su alrededor. La pausa por él hecha para saborear un «príncipe», se convirtió en asueto. Alguno de sus modelos e Yo nunca había visto juntos y tan cubiertos de polvo tantos objetos preciosos de laca, marfil, metales esmaltados. Allí mismo Valenzuela Puelma manifestó ser enemigo mortal del plumero y tener estrictamente prohibido a la mujer de servicio limpiarle sus Mientras Yo admiraba las pinceladas largas con poca pasta, desde la tela sentía la mirada de esos ojos únicos, inconfundibles, ventanas del alma y de todos sus conflictos y emociones. El maestro Mochi percibió mi interés por los cuadros y se puso a comen -El dibujo seguro y neto es como el andamio de su pintura. A la perfección de la forma, aduna la intensidad de la expresión concentrada en esos ojos capaces de cegar a quien contemple sus telas.
Yo le hacía preguntas a don Juan y él me respondía con paciencia de educador, dándome a conocer otras facetas de este creador de un mundo mágico sólo comparable a la atmósfera de sus cuadros.
-En sus telas puede imponer el misterio del rojo inglés, el negro de hueso quemado, el verde esmeralda, su azul cobalto excluyente de otros azules, su carmín, su siena, la audacia de sus bien resueltos amarillos.
El pintor, sin abandonar sus pinceles, nos fue subyugando mientras exponía su sueño de una sociedad sin clases y un mundo sin fronteras.
Valenzuela tiene fama por no amar la ganancia y, sin poseer mucho, es sumamente generoso con cuantos tienen menos.
Nosotros lo oíamos con respeto e interés. El grado de afinidad espiritual nos impedía darnos cuenta cabal de lo subversivo de sus ideas. Esto lo he pensado mucho al conocer las expresiones de don Enrique Mac-lver en la Convención del Partido Radical: «L De pronto, comprendí mejor su afinidad con don José Manuel; algo muy profundo, más allá de similares figuras espigadas o del andar rítmico y elástico. No se trata sólo de una elegancia personal ajena a la moda uniformante de los caballeros, impuesta por En esa ocasión, el poeta Matta le regaló una piedra de la cruz rodeada de filigrana hecha por un orfebre indio, y el pintor, entusiasmado, admiró ese misterio de las piedras del río Laraquete mientras sacaba una gaveta plana cubierta de terciopelo donde s En 1885, el revuelo causado por su Perla del mercader de esclavos, premiada en el Salón de París, tardó en apagarse. Valenzuela Puelma era el primer artista chileno capaz de pintar y mostrar el cuerpo desnudo. Ante los descomedidos juicios de presuntuos No olvidé jamás la visita al taller del pintor y en diversos momentos de la vida supe tanto de sus triunfos como de los inquietantes cambios de su personalidad. Para mí, él no sólo era un gran pintor, sino también el poeta del espíritu capaz de afirmar:

EL ORO DEL DIABLO Y
SARAH BERNHARDT

No sólo los «pechoños», es decir, los más beatos católicos e incondicionales partidarios de los conservadores, consideraban un Anticristo o, poco menos, el peor enemigo del clero, al Presidente Domingo Santa María y aún no se apagaba el revuelo causado al La vida seguía sin mayores contratiempos y la cosa pública no inquietaba demasiado a la inmensa mayoría de la población. Yo, sí me sentía muy inseguro; los tíos con quienes vivía desde la muerte de mis padres me mostraban cada día creciente mala voluntad Me fui a un conventillo, muy cerca de la plazoleta de San Isidro. No tardé en hacerme amigo de Nicanor Olmedo, un zapatero de categoría que trabajaba para la Casa Pepay. En un estante tenía muy ordenadas las hormas de muchos personajes ilustres y en más Solía ayudarlo a entaquillar una muchachita de diez años apenas. Impresionaban su flacura, el fruncido ceño y ese labio inferior apretado. Sólo tenía aspecto de niña cuando sujetaba con su boca unas taquillas de madera; sus manitas hábiles las iban clav -Para que usted vea, esta «piscoira» tiene mucha retentiva y se gana el pan para ella y su madre.
Ahí supe la tragedia de doña Mariana Gandarillas, ser diáfano, perdido en la bruma; todo el mundo la respetaba o, al menos, no la trataba mal. La loca de amor, sentada a la puerta de su cuarto tejía interminable bufanda y de noche sus gritos nos desperta -En sus sueños, la pobre llama a su José María y suplica no sigan azotándolo. A su marido lo mató a golpes y humillación un entenado. Empecinado en darle buena enseñanza y quitarle las mañas, lo había castigado por ladrón haciéndolo coger una moneda cal El relato del maestro Olmedo no me bastó para comprender las causas de la absoluta indefensión de doña Mariana, como si no hubiese tenido pariente alguno. Más incongruente era su abandono, considerando que su esposo había sido un juez rural, como decía. Un mal día, el zapatero amaneció con el genio atravesado, en un estado de sufrimiento insoportable. Ni siquiera contestaba el saludo. Ya no trabajaba con la puerta abierta, pero se sentían los golpes atenuados del martillo en la pata de cabra.
Al fin, lo vimos tomando el fresco en la puerta. Lo acompañaba un joven en deplorable estado. Era su hijo Nicanor Segundo, recién llegado de la pampa salitrera. Allí trabajó unos años endureciendo el cuerpo y soñando en ganar un platal, pero en plena f Otros zapateros, un sastre, el sombrerero, algunos maestros de oficios diversos y yo fuimos formando la tertulia de los dos Nicanores. Nos reuníamos al caer la noche. Por los salpicados relatos de Nicanor Segundo pudimos enterarnos de la explotación de Veíamos disolverse el caliche hirviente en los cachuchos de fierro para pasar a las bateas cristalizadoras donde se transformaría en harina lunar. El caldo sobrante constituía otra riqueza: eran las aguas madres o aguas negras y de ellas se sacaba el yod Había enganchados, decía Nicanor Segundo, incapaces de hormarse a la ruda faena. Una y otra vez rememoraba a esej ovencito del sur despojado de su selva verde. Hubo de ayudar a descargar los fardos de forraje para los caballos y lo emborrachó el olor ve Antes de llegar a Santiago, el hijo de Olmedo había varado en Taltal y la amistad minera quiso hacerlo olvidar su desgracia en colosal remolienda. Sus anfitriones «compraron» el salón, su plata no más se farreaban (Taltal en estos años importa más champa Nos hablaba de los empampados, de los «locos manganesos», de los seducidos para siempre por el salar infinito. Esos vagabundos deslumbrados yerran buscando rajos y vetas de riqueza sin cuento. Más de un alucinado imagina convertirse en un Mister North. De John Thomas North los pampinos conocen los ecos de orgías nunca imaginadas por ellos en ningún prostíbulo. Lo ven arribando hace justo treinta años a Valparaíso, rumbo a Caldera para trabajar como maquinista y fogonero en el ferrocarril de Carrizal. J Antes de que Balmaceda denunciara: «Hay un grupo a quien trabaja el oro extranjero y que ha corrompido a muchas personas», en el conventillo proclamaban tal cosa los Olmedo y sus amigos, agoreros, comentaban que ese oro sería el opositor principal del nue No lo decían con las mismas palabras, pero para ellos también el capital extranjero era «egoísta y codicioso» y repetían esta calificación presidencial.
Poco a poco el inválido Nicanor Segundo Olmedo se resignó al oficio de su padre, pero en cada borrachera le salía el empampado.
La vida del conventillo, sus dramas, sus fiestas, los gritos de la loca me impedían concentrarme en mis lecturas de vuelta del trabajo.
Me empeñé en hallar pieza y tuve la suerte de encontrarla en la antigua calle del Galán del Burro, en casa de doña Aura Astica, una señora venida a menos con aires de dama antañona, sumamente adusta. La raya al medio y dos apretados rodetes sobre las ore -Esta no es una casa de vecindad. Somos gente de razón. Aquí arriendan personas muy decentes. Un sargento jubilado sin deudos ni mete bulla y un agricultor alemán ocupa su pieza apenas algunas temporadas, cuando viene a Santiago.
Luego de oír todas sus recomendaciones, recibí alborozado la llave del cuarto con puerta a la calle y me sentí libre, independiente y dueño de un palacio. De mi desaparecido hogar sólo conservaba la leontina de mi padre, su taza con bigotera y la petaca De ¡da al trabajo, pasaba bajo los ventanales de una escuela y me divertía oír a los muchachitos deletreando a coro. Empecé con el «O-J-O», la primera lección del nuevo silabario Matte; sin proponérmelo, fui siguiendo todas las lecciones.
Nunca abandoné por completo a mis amigos del conventillo ni, la tertulia de los Olmedo. Un día encontré a Nicanor Segundo en una banqueta, junto a su padre. Doña Mariana y su hija Margarita habían desaparecido. El maestro Olmedo cosía con cerdas de cha -Este calzado ya no se ve y me comedí a hacerlo porque va a usarlo una gran señora, madre de un gran hombre, no más.

La prensa había comenzado a anunciar la llegada de la famosa actriz Sarah Bernhardt y su compañía francesa cuando el Presidente Santa María iba a entregar el mando a Balmaceda, a principios de septiembre de 1886. La noticia arrebató a la sociedad de esta La banda de música surgió sonora en cuanto ella arribó a Lota. La hospedaron en uno de los edificios del Parque de los Cousiño y Sarah descubrió el paraíso hasta con árbol del pan y orquídeas en el invernadero. Nunca se sabría si tuvo una pesadilla o si El 6 de octubre llegó Sarah a Valparaíso y viajó al día siguiente a Santiago. En la estación Alameda la esperaban la banda y unas dos mil personas delirantes. Varios caballeros quisieron reemplazar los caballos del coche para llevarlo a pulso hasta el h No participé del delirio de esa multitud ni pude asistir a la función del 9 de octubre en el Municipal ni a ninguna otra. ¡Cincuenta pesos costaba el palco!(tal cantidad me permitiría pagar el canon de un año), diez pesos la luneta y dos la galería (el va Qué de homenajes le rindieron. Doña María Luisa MacClure de Edwards, esposa de don Arturo Edwards Ross, dueño de La Época, hermana de su director, cuñada de don Agustín, dueño de El Mercurio de Valparaíso, y nuera de la dama más importante de este país, No olvidaré nunca cómo supo poner énfasis en las características esenciales de la actriz:
« ... una voz de tono blando,
un cuerpo de sensitiva;
algo como un arpa viva
que da el sonido temblando;
(...)
un arrullo de paloma
y un rugido de pantera ... »
Darío en sus artículos críticos reveló una nueva faceta de su personalidad: su conocimiento de la música y del teatro lírico, primera pista para descubrir la influencia ejercida sobre él por un poeta ciego, director de la Biblioteca de Buenos Aires, el ma Sarah estuvo un mes en Chile y dio veintisiete funciones -catorce en Santiago, nueve en Valparaíso, dos en Talca y dos en Iquique-, comentadas en más de medio centenar de artículos donde imperó el elogio, aunque no faltó la patochada y alguno la llamó «co Pedro Balmaceda afirmaría en posterior crónica donde derrochaba finura y humor:
«Hace algunos meses los diarios gastaron el fondo de la bolsa -el ingenio de las grandes ocasiones- para alabar a Sarah Bemhardt. Aquella mujer flaca, extenuada, que vivía en languidez perpetua de encajes y sollozos, tuvo su época. Dos críticos eminente Pedro aludía al francés Jules Lemaitre que, en sus adioses a Sarah en vísperas de su partida a nuestra América, le auguraba incomprensión y el peligro de ser mirada como un bicho raro: «ternera de cinco patas». El otro crítico era don Miguel Luis Amunáte Sin duda, Darío se luce dedicando a Sarah nueve certeras críticas teatrales. Estas, de paso, aumentaban su caudal noticioso para El País de Managua, de donde es corresponsal permanente. Darío exalta su voz, su expresión corporal y el conjunto de talento También agrega: «Hay que ver esos ojos brillantes y expresivos, cariñosos, apacibles, relampagueantes, irritados; hay que ver esos brazos que se retuercen en el dolor más amargo, esos músculos que se estiran, ese talle que se descoyunta, ese rostro que ha Pero Darío no sólo se dedicó a Sarah; criticó además el trabajo de los demás actores y, por cierto, la calidad de las obras. Fue implacable al referirse a Le Maître de Forges, teatralización de la novela de Jorge Ohnet, tan de moda entonces en Chile, aca Al releer las crónicas de Rubén sobre la triunfal actuación de Sarah en nuestro país descubro cómo ella lo acercó a Francia, completando la obra iniciada por Pedro Balmaceda. Después, iría sólo a reconocer el París por él imaginado en Santiago, para comp Muchos años después, siempre en plena gloria, Sarah estuvo a punto de retornar a Chile, desde Buenos Aires, pero se lo impidió un contrato pendiente en París. Ella tenía en Chile -para mí fue una sorpresa- un pariente directo, don Eduardo Kernbernhardt, La conmoción causada por Sarah Bemhardt entre nosotros me provoca una asociación de ideas y alguna reflexión sobre el estado de nuestra vida musical y artística. Ya ni a los más retardatarios se les ocurriría tratar a la gente de teatro de «infames de de Por cierto, el teatro es ante todo escenario de encuentro de la alta sociedad, pero también acuden los amantes del verdadero espectáculo, aun los de escasos recursos. No es casual la protesta de algunos por el bajo precio de la galería del Teatro Municip Algo notable ha sido en estos años el gran número de editoriales dedicadas a imprimir y difundir la música, elemento clave de misas fúnebres, casamientos, bailes, banquetes, tertulias y ceremonias militares. En la formación de las niñas de sociedad se im Había sido pérdida grande la de José Zapiola, muerto en 1885. Ese mismo año se fundó la «Sociedad Cuarteto», la primera impulsara de una actitud crítica ante la ópera italiana, en pro de la música de cámara.
Fecunda era la labor de muchos maestros venidos de Europa. A Pedro Cesari, llegado en 1884, se debe el establecimiento del diapasón normal en nuestro país y la primera publicación de un tratado básico: La música, historia y teoría. Este mismo año, Franc Ya se estaban consolidando los frutos del Conservatorio Nacional de Música, fundado en 1852. Don José Manuel Balmaceda junto a sus ministros inaugura el Teatro del Conservatorio el 28 de diciembre de 1889. En esta ceremonia le cabe a don Julio Bañados E Tal vez el más notable músico de este tiempo ha sido don Federico Guzmán, quien ha compuesto piezas de salón para piano, propias del romanticismo.
Don Isidoro Vásquez Grillé, miembro del directorio del Partido Liberal Democrático y subsecretario de Hacienda de Balmaceda, estudió música como aficionado en Talca con el pianista Falk; éste acompañó al famoso violinista cubano José White, mulato expulsa Bajo el gobierno de Balmaceda se produjo un verdadero acontecimiento musical, indicio de que nos zafábamos de la férula italiana: en 18 8 9 se estrenó Lohengrin. Don Luis Arrieta Cañas, verdadero pionero, dio inicio a las tertulias musicales de Peñalolén Es curioso, pero tratándose de música, nuestro país prefería invitar a maestros extranjeros para hacer acá una labor orientadora. No ocurrió así en artes plásticas, pues si hubo maestros notables llegados acá, en este período se envió a chilenos para ir Después de la tragedia nacional del 91, muchos artistas se vieron condenados a ocultarse, en tanto otros tenían horas de gloria. Tal es el caso del compositor italiano Fabio de Petris, quien dedicó una de sus piezas en «Homenaje a la Marina y al Ejército «El hipócrita, infiel mandatario,
Al que Chile confiara su honor,
Convertido en chacal sanguinario
Sobre Chile se alzó el dictador,
Y comprando con oro al soldado,
Que hoy su cómplice infame sólo es,
Ese hombre funesto y malvado
Tiene a Chile sangrando a sus pies»...

Inevitable. El grotesco afán de conseguir un mecenazgo tienta a más de uno, como le ocurrió a Francisco A. Calderón al dedicar el vals para piano Los turistas a Mr. John T. North.
Tuve la sorpresa de encontrar años después a don Isidoro Vásquez.
Tras la derrota de los balmacedistas hubo de ocultarse y componía en la clandestinidad. En ese tiempo vivió de la música vendida por intermedio de un amigo y hecha imprimir bajo el seudónimo de «P. Pinochet». Emocionado, me contó una grata experiencia:

UN INDIO TRISTE
DE VINO TRISTE

El poeta Rubén Darío había llegado en julio de 1886. Quién lo diría: ese muchacho de diecinueve años, alto y melancólico, iba a dejar profunda y definitiva huella.
Lo conocí una tarde cuando Pedro Balmaceda me invitó a tomar té en su departamento de La Moneda. Rubén era flaco, pero no desgarbado, con un no sé qué de indio o de africano, cintura flexible, muy largos sus dedos y finas muñecas; vibrátiles las ventanill Lo envolvía, sin embargo, una sombra misteriosa, pues siendo tan joven habría vivido una tragedia singular. Corrían rumores enigmáticos sobre su estancia aquí. Huyó -decían- de su país la noche de su boda, interrumpida trágicamente. Estaban en plena fi Sufrió el elogio hipócrita, las burlas crueles; algún peine -así se llamaban los alabados por su condición de vivarachos- se mofó achacándole ignorancia, al extremo de impedirle distinguir un coche de una casa y un cuadro de una oleografía. Por si fuera El trabajaba en La Época y muchos de sus colegas lo trataban de supersticioso y le achacaban tener terror a los fantasmas, apariciones y ánimas. Nadie parecía comprender su temor de la muerte. Acaso también impresiones sufridas en su no tan remota infan Aunque goloso y amante de sabores y olores, se veía obligado a mantenerse lo más del tiempo con arenques y cerveza para sufragar gastos de su vida social, pero sus amigos lo invitaron alguna vez donde «Papa Gage» u otro restaurante y pudo probar las delic Un día quise darle una sorpresa y lo llevé a las cocinarías del Mercado Central y lo gozó todo: los delantales y cofias blancas de las cocineras, los nomeolvides y hortensias pintadas en los espejos, la opulencia de un gordo choro amarillo. No sabía si c Nunca hacía mención de su vida ni de su país, pero a su pesar alguna vez exclamó: «¡Una bella luna del país de Nicaragua!» o en conversaciones íntimas nos habló de aquellos volcanes brotados en fumarolas, de su amado Momotombo -motivo de la primera crónic Nocherniego incorregible, anhelaba la compañía y la animación. Fuimos a dar a una casa de niñas alegres y bastante descocadas. Luego de apreciar sus bailes y canciones bajo el parrón, caminamos hasta el fondo del patio donde pasaba la acequia orillada d Rodeado de caballeros, todos vestidos de medida, se sentía mísero en su traje de tienda, más encima mostrando evidentes pecheras en vez de camisas. Inmortalizaría con amargura su «levita presbiteriano, esos pantalones estrechos y los problemáticos zapato Gran señor Manuel Rodríguez. Él, como jefe de Sección en el Ministerio de Obras Públicas, echó mano a una partida destinada a publicaciones para imprimir Abrojos y acaso pocas asignaciones de ésas estuvieron mejor empleadas. ¿Puede haber obra pública sup A la pobreza se le sumó la enfermedad. Yo no me atrevería a juzgarlo; me pareció un día muy desafiante del destino cuando en alarde ingenuo manifestó preferir una sífilis adquirida en grato vaso de carne a padecer una tuberculosis para la cual no había c Darío se enamoró de Santiago como un loco: esta ciudad chata y derramada nunca tuvo un hijo tan entusiasta en alabarla y fantasearla. Gracias a los paseos a pie con nosotros o en coche con Pedrito, quien también lo hizo entrar a casa de muchos conocidos, En cuanto a la vida social, le entusiasmó el revuelo provocado por Eloísa Díaz, la primera mujer médico de Chile y América. Ya no quedaban ecos del escándalo causado por ella cuando decidió seguir esa profesión, sin resignarse a negativa alguna hasta log Tal vez en una de las tertulias donde Pedrito, Darío llegó consternado con una Nación de Buenos Aires, 1º de enero de 1888, y nos leyó un artículo del cubano José Martí sobre «La guerra social en Chicago». Horrorizados, no sabíamos si nos impresionaba má Siempre admiré en Darío su talento menos reconocido, el de periodista. Este oficio lo ejerció toda su vida, pero él repudiaba lo llamado en la jerga de sus colegas «periodismo de poto», pues intensas experiencias eran el fundamento de todas sus crónicas. Cuando supo del deporte de zorrear, de salir a cazar zorras con jauría, preguntó, ingenuo, si los caballeros llevaban casacas rojas; entre risotadas le respondieron. En Chile los caballeros van con mantas, por lo general, de vicuña, y además cazan chilla Nosotros íbamos a tardar bastante en apreciar cuán precioso don nos entregaba: AZUL no mereció comentarios locales sino después de conocerse la importante carta de don Juan Valera en un diario madrileño. Pedrito supo entender a tiempo el tremendo valor d Rubén no sólo impresionaba a las mujeres sino también a los artistas; esto permite entender por qué le hizo un retrato el menos académico de nuestros pintores, el enemigo de las «foto-pinturas», buscadoras del «parecido sorprendente», el rebelde maestro d

Terminada una de esas tertulias nos despedimos de Pedrito cerca de la medianoche. Habíamos comentado con admiración ese artículo suyo donde armonizaban el comentario de una tragedia colectiva y el humor: «Después de Sarah, el cólera. ¿Y por qué no? ¿No d En seguida contaba un caso sospechoso producido en la cárcel; con premura se dispuso una «golondrina» para llevar al reo al lazareto. A éste «se le subió en medio de las contorsiones más terribles». A medio camino, el preso se fugó con suma tranquilidad Pronto olvidamos el eco del rechinar del portón de La Moneda y sólo sentíamos el ruido de nuestros pasos sobre los adoquines. Nos dio antojo de comer algo, pero ya no había ningún puesto abierto en la Alameda donde comprar algún tentempié. Darío disfrut El sereno susurró con voz tétrica como dándonos a conocer un secreto:
-Dicen que el cólera morbo ya se ha llevado a treinta mil infelices. Vean a estos pobres, si parecen estar retorciéndose por los calambres hasta después de haber expirado. -¿Que ya son treinta mil? -exclamó Darío, espantado. ¡No puede ser! Ese número se -Sí, en todo el país... No hay salvación posible cuando ataca. La única manera de impedirlo es no comer cosas crudas, ni agua. No se les vaya ocurrir tentarse con lo que venden en la calle... Y no olviden el jabón fenicado...
-¿Y los lanzan a la calle así, no más?
-Sus deudos son demasiado pobres, no tendrán cómo comprarles las dobles mortajas que debe llevar cada muerto ... ¡Patroncitos! Antes de seguir, denme unos cobres para una caña, miren que el vino ayuda a pasar la hediondez de la cadaverina... Tendrá que s No pude impedir el acceso de risa después de oír al sereno hablantín. Rubén estaba aterrado. Traté de distraerle, hablé de ese licor ya recomendado en Valparaíso, ante la propia Intendencia por su inventor, el Padre Delaunay de los Redentores. Algo se Pero Darío había caído en un mutismo irrompible. Lo acompañé hasta el lugar donde vivía, en Nataniel. Le deseé una noche sin desvelo, no se fuera a sumir en horribles pesadillas. Me fui alicaído a mi cuarto.

El mayor y más secreto cambio de mi vida empezó cuando invit¿ a Rubén a mi cuarto de la antigua calle del Galán del Burro, nombre estimulante de la imaginación, pues mi amigo inventó descabelladas historias achacables al Galán.
Rubén revisaba mis libros, en eso doña Aura golpeó. Me llamó la atención en ella una desconocida timidez. Traía algo envuelto en un paño muy apegado al pecho. Amable, le pidió a Rubén le escribiera unos versos, luego se dirigió a mí: «Y usted, también» Ya a solas, pensé en la tan ceñuda dueña de este álbum. Borroneé varias cuartillas y cuanto escribí me resultaba falso, torpe. Me devané los sesos. Decidí mirar mis libros y, al fin, acudió en mi ayuda Manuel Acuña, el desdichado mexicano. Me costó es «Como me fue negado el don de la poesía, pido prestada la lira para decir con verso ajeno cuanto mi corazón siente, pero que mi pluma no puede expresar con palabras mías». Luego copié cuatro estrofas:
«Álzate, pues, si en tu interior aún llevas
El germen de ese afán que pensar te hace
En nuevos goces y delicias nuevas.
Sueña ya que soñar te satisface
Y que es para tu pecho una alegría
Cada ilusión que en tu cerebro nace.
Forja un mundo en tu ardiente fantasía
Ya que encuentras placer y te recreas
En vivir delirando noche y día
Alcanza hasta la cima que deseas.
Mas cuando bajes de esa cima al mundo
Refiérenos al menos lo que veas».
Una mañana de ésas, muy desganado, sin ánimo de caminar, esperé un coche. Salía doña Aura, muy entallada, sus manos escondidas en el manguito de terciopelo bordado. Le pregunté si iba al centro y la invité a subir; ella me respondió:
-Qué bueno, me queda en el camino.
No sé de dónde saqué el habla y murmuré:
-Hace tiempo que le quedo en el camino.
Yo debía retirar un documento de don Benjamín, facilitado por la familia Vicuña y le pregunté a doña Aura si conocía el Cerro Santa Lucía. Algo apesarado dijo no haber estado allí nunca y me ofrecí para acompañarla.
Esta mujer seca y dura parecía una niña mientras recorría el hermoso paseo y admiraba pórticos, fuentes, mármoles y jardines. De pronto, nos topamos con la reproducción de la estatua del escultor Mathurin Moreau, rodeada de cipreses, y nos fijamos en la «A LA MEMORIA DE LOS ESPATRIADOS DEL CIELO Y DE LA TIERRA QUE EN ESTE SITIO YACIERON SEPULTADOS DURANTE MEDIO SIGLO 1820-1872. B.V.M.»
Quedé sobrecogido y tardé en explicárselo a doña Aura.
Ahí, en la explanada del Castillo de Hidalgo, fueron enterrados los primeros protestantes fallecidos en Santiago después de la Independencia.
En mi despacho, me fui de cabeza a revisar los papeles relacionados con la actividad pública de don José Manuel en 1874.
Era el fogoso diputado por Carelmapu; se discutía el proyecto para reformar el artículo de la Constitución por el cual «la religión de la república de Chile es la católica, apostólica y romana, con exclusión del ejercicio público de cualquier otra» y él s Entonces adquirió fama de tener ideas «modernistas», de ser reformista, y muchos comentaban escandalizados hasta dónde podía llegar proponiendo la abolición de la pena de muerte. Un Estandarte Católico -periódico del Partido Conservador- de esa época lo Mientras leía esos recortes, sentí una especie de consuelo al percibir cómo en nuestro país se iba avanzando en tolerancia. No había sido fácil.
Tardé en comprender la intensidad de la lucha teológico, librada por creyentes, en un medio donde en realidad la religión no ha tenido enemigos. En verdad, la virulencia ha sido impuesta por elementos conservadores recalcitrantes.
«Elevar la tolerancia religiosa a precepto constitucional» era uno de los principios del Programa del Club de la Reforma, dado a conocer en septiembre de 1868 por sus entusiastas integrantes, entre ellos Balmaceda y los hermanos Arteaga Alemparte. Ese pr Pese a la campaña para darle una imagen de enemigo de la religión, don José Manuel Balmaceda demostraría ser un consecuente cristiano hasta el fin. Llega a ser conmovedora su preocupación por la educación religiosa de sus hijos. Una oración por él compu «¡Oh, Dios! en cuya presencia inclino mi frente
y a quien pido con toda humildad misericordia.
Dame, Señor, virtud, inteligencia, amor al estudio
y aplicación al trabajo.
Alienta mi salud y mis empresas. Aviva mi fe,
para que siempre reverencie tu nombre, observe tus
mandamientos y te lleve en mi corazón.
Oye, Señor, mis ruegos y bendíceme,
no en atención a mis merecimientos,
sino según tu infinita clemencia.
Alaben al Señor mis labios, en el día
y bendíganle durante la noche;
sea para siempre bendito y alabado el Creador
del Cielo y de la Tierra. Amén».

Pero la más honda prueba de sus convicciones la daría Balmaceda a la hora suprema, en el último encargo a su esposa antes de morir: «Es necesario consagrarse por completo a la educación, prácticas religiosas y modo de ser de los hijos. Que todos sean bue

CENTAURO HERIDO

La breve existencia de Pedro Balmaceda Toro pareciera estar marcada por Chirón, el centauro trágico; este símbolo de la interrogación humana ante los problemas de la vida y la muerte contempla tristemente la flecha mortífera antes de ser herido; condenado Estuve muy cerca de él en La Moneda y una vez me invitó al paseo en un carruaje «americano» cerrado, junto a Rubén Darío. A través de los vidrios se podían apreciar nuevos detalles de la ciudad y de los más notables edificios. Así el poeta pudo gozar el También tuve la suerte de compartir más de una velada en su cuarto, escenario de apasionadas discusiones. Allí dieron el título a ABROJOS . Este libro estuvo a punto de llamarse «Gotas de vitriolo»; en ambos casos, tácito el homenaje a Manuel Acuña, quie Para Pedro, Abrojos era «un nido de palabras encantadoras, una serie de cuentos, bosquejos de novelas, de dramas, sintetizados en bellísimas estrofas, que caracterizan el perfume cálido de una poesía que llega siempre en invierno». Su sensibilidad y madu Pedro Balmaceda había nacido el 23 de abril de 1868. Estudió en el colegio inglés de Rafford y en los Padres Franceses, donde se destacó entre los más aventajados alumnos, al lado de Arturo Alessandri Palma y Enrique Matta Vial. Cuando lo conocí, estaba Esmirriado, tez amarillenta, víctima de palpitaciones, ahogos y horribles insomnios que le desencadenaban violencia y neurosis, si estaba de buen humor, Pedro se burlaba de su «cardiaca» limitante al punto de quitarle los bríos. Alguna vez dijo: «Hoy, in Orgulloso, no recurría a su familia para resolver sus necesidades.
En uno de sus artículos afirmaba: «Sin independencia no se consigue la posibilidad de la vida. Los mejores talentos de este mundo se pierden, ahogados por la miseriuca, como dice un escritor español, quien disminuye el sustantivo para que no cause temor Pedro Balmaceda fue uno de los fundadores del antiguo Ateneo de Santiago, integrado por la mayoría de los socios del Club del Progreso. Allí se congregaban destacados escritores como el propio Manuel Rodríguez, Daniel Riquelme, Luis Orrego Luco, Domingo Pedro vestía con modestia, sin alardes de elegancia, conservaba aún su capa de colegial. Si quería comprar algo anhelado, lo conseguía a costa de economías: así adquirió, por ejemplo, esa maravillosa terracota, la Bianca Capello. La llamaba «mi novia». Su cuarto en La Moneda reflejaba su buen gusto y amor por las cosas bellas: bien dispuestos los retratos de familia, los recuerdos, las acuarelas y sepias, algún bronce, unos biombos chinos bordados, las porcelanas, un impresionante cuadrito de madera con Buen pretexto para la charla, en aquella habitación de La Moneda se celebraba el ritual del té, tan grato a Darío. El admiraba el juego de plaqué, las tacitas y todos los elementos para servir las «once», como también disfrutaba unas galletas de jengibre Una aldea enorme, empapada de chismes, era Santiago para Pedro y en su cuarto el chisme no entraba. En ese laboratorio de ideas y de la palabra se discutía mucho; por ejemplo, su ensayo «La novela social contemporánea» fue asunto de discusiones fecundas. -Me encontré con doña Menca y me saludó muy melosa cuando le dije que venía para acá. Me llega tan adentro esa manera suya de saludar, preguntando: «¿Qué hubo? ¿Qué es de su vida?»
-Rubén, ¿no es la misma que te ha desacreditado tanto y te quitó la cara al entrar en el salón de La Época ?
-La misma que me hiciera tantos desaires...
-¡Rubén! -exclamó Pedro-, soy capaz de aceptarte hasta tu «struggleforlifismo», pero no me friegues la paciencia con tus pretéritos arcaicos y trastrocados. Cualquier día te vas a ir y no te vas a acordar más de nosotros, pero nos vas a dejar esta maldit -No noto la diferencia. Me parece que el cambio es más poético. En cuanto a lo arcaico, más te vale no meneallo, mira que ustedes conjugan «vaciar» como en los tiempos de Mio Cid...
-Uno, no es poesía sino siutiquería, pues deformas el más perfecto de los tiempos para indicar una acción acabada. Tú no puedes decir «el día que yo naciera» o «Dios dijera: Hágase la luz y la luz fuera hecha». Dos, nuestros arcaísmos son harina de otro De pronto, Rubén preguntó:
-¿Me pueden decir que significa «champudo»?
Tuve miedo. Ya veía a Pedro sufriendo un ataque, pues sus nervios rotos le impedían dominarse, menos aún si supusiera una alusión desdorosa para su familia, pero respondió muy tranquilo. Era claro y de rigurosa lógica para exponer:
-Una palabra quechua derivada de «champa», quiere decir cepellón, pero en sentido figurado indica las greñas, el pelo enredado, la «chasca».
-Parece que ustedes usan muchos quechuismos.
-Más de los que te imaginas, algunos designan muy bien cosas para las que el castellano no tiene nombre, como la guagua y la chomba...
-Tenemos muchos: el cocaví y la callampa.
-La cancha, la poruña y la ojota.
-La huasca y la tinca.
-La mota, el mote y la coronta.
-El lugar donde la espalda pierde su nombre...
Reímos de buena gana mientras saboreábamos el té y los «calzones rotos», esas frutas de sartén cuyo nombre Rubén encontraba tan gracioso.
No sé si recuerdo con exactitud esta conversación, pero estaría dentro de nuestra inquietudes por el idioma y las raíces. ¡Si Pedro hasta se interesaba por aprender mapuche!... Después de una pausa le dijo:
-Los peladores y chuscos nos tratan de afrancesados, pero desafío a cualquiera de ellos a hallar el «francesismo» en tu poema al brasero. ¡Tenía que venir un centroamericano a descubrirlo! Y, más encima, embellecer su hediondez y miseria repletándolo de Alguna de esas tardes Rubén desvarió sobre una novela; la empezaría narrando el día que descubrió el hielo, gracias a su tío abuelo, el coronel Félix Ramírez; su personaje daría inicio a una desolada estirpe, metáfora de todo el continente. En otra velad Cada tertulia nos permitía descubrir nuevas inquietudes en Pedro. Cantaba trozos de ópera con voz afinada, pero de escaso volumen. También pintaba y dibujaba -regaló a algunos de sus familiares marinas, paisajes, flores por él pintadas- y en dibujo tuvo El muchacho tenía dotes y condiciones privilegiadas para todas las artes y disciplinas, pero su mal implacable le anulaba cualquier posibilidad de acrecentar sus talentos. «Cabeza de Apolo en cuerpo deforme», lo llamó Darío. Esa hermosa cabeza está muy b Nunca Pedro habló del origen de su anormalidad. Pudimo s saber que desde pequeñito fue fanático de los caballos. Le regalaron un diminuto caballito chilote que él montaba a diario cuando iba a la hacienda «La Punta», cercana a Santiago. En un descuido Podía burlarse de sí mismo con amable ironía. En una fiesta sufrió un violento ataque y escribió a su amigo Rubén: «Sentía morir lejos de mi casa, de mi familia; y lo que me martirizaba era morir de frac y corbata blanca». En otra ocasión, haciéndole un Darío publicó AZUL en julio de 1888. Como ya he dicho, Pedro tuvo conocimiento de la obra, la admiró y lamentó no tener fuerzas para escribir sobre ella. La última vez que los amigos se vieron, alrededor de esa fecha en un día infausto, Pedro, víctima d Al tener noticias de su muerte, Darío escribió su más hermosa y completa biografía: A. de Gilbert (Pedro Balmaceda Toro), la publicó y la envió a don José Manuel.
Para Darío, Pedro Balmaceda será por sobre todo el «Dulce Príncipe» y lo consideraba «de los primeros corazones que me hicieron endulzar la ausencia de la patria nativa». Dentro de la literatura continental, Pedro Balmaceda es el precursor del modernismo Resulta impresionante el homenaje de Darío a Pedro Balmaceda, desde la distancia, único reconocimiento hecho al primer crítico moderno de la literatura y las artes en nuestro país, pero condenado a injusto olvido. Con su estilo noble, severo, castizo, Pe He creído ver algo de sortilegio en la proposición de Pedro a su padre de encargar a París, a la casa de Million Guiet, los estupendos coches a la gran Daumont. Don Carlos Antúnez, nuestro ministro en Francia, los pudo ver en una exposición en el Grand P Pedrito se iba todas las mañanas al Parque, en compañía de su amigo Arturo Cousiño Goyenechea, a dirigir el ensayo de los caballos para esos coches. De seguro, imaginaría el donaire de los soldados granaderos haciendo de postillones. Una mañana, no lejo Don José Manuel, con el alma destrozada, escribió a su hermano Elías sobre los postreros momentos de su desdichado hijo: «¡Pobrecito de mi corazón!, no me dio penas ni trajo amarguras a mi hogar ni molestó a nadie y lo poco que vivió fue para dignificarse Una frase de Pedro Balmaceda en su ensayo sobre La novela social contemporánea revela su real sentido de la inmortalidad y fue esculpida en su tumba: «Los hombres pasan y sólo queda su obra, que es documento, que es un pedazo de vida».

El invierno lluvioso y mi hábito de bañarme con agua fría me atacaron. El dolor de muelas me hacía ver candelillas. Ni los enjuagues de timol ni el salofén me aliviaban. El dentista empezó un tratamiento horroroso consistente en meterme una mota empapa Al recordar, vuelvo a revivir la sorpresa y emoción provocada por la intempestiva visita de don José Manuel. Al principio, creí ser víctima de mis desvaríos. Su preocupación por mí me hizo recuperar la fe en el género humano. Ya no estaba tan solo en e Después de esa primera jornada, llegué a mi cuarto y me dejé caer de cualquier laya golpeándome con algo duro. Descubrí el ladrillo caliente envuelto en papeles entre las sábanas y me estrechó la garganta un nudo invisible. Desde la muerte de mi madre, Tiempo después, ya acostado, leía. Un leve crujido de la puerta. Alguien merodeaba por el corredor. Me sobresalté un poco y osciló la luz de la vela.
Las pantuflas le permitían un andar de gato. El albornoz al entreabrirse mostró los encajes del amplio camisón. Parecía una novia. Su cabeza se inclinó sobre mí. Vi la raya al medio; los dos rodetes enrollados bajo las sienes, bien sujetos, apenas dej

Aclaró. Yo estaba solo y temí haber sufrido una alucinación. Acaso una recaída o un sueño. Un acceso de fiebre me habría hecho fantasear a lo vivo... Sentí algo incrustado en mi espalda y pude coger la horquilla de carey, impregnada del olor de su pelo Transcurrieron los meses y nunca pude develar el misterio gozoso de esta mujer huraña de día. Jamás me permitió penetrar en sus aposentos, pero envuelta en sombra llegaba para transformar mi oscuridad en un vértigo luminoso donde sobraban las palabras.

«EL REY BANDA-DA»
HACIA EL DESPEÑADERO

Ni de uno ni de otro bando nadie se daba cuenta cabal de cómo se iba gestando el derrumbe de un mundo. La dimensión de aquello no se expresaba al mentar en los corrillos en susurros y risas ahogadas al «Rey Viga», un rey enjaulado por sus propias medida Luego de grandes anuncios, había llegado a Santiago un verdadero Rey, Mister North, el 18 de marzo de 1889, precedido del eco de una orgía carnavalesca en Londres. Acá, su dispendio y sus regalos ostentosos no cayeron bien; tampoco se exteriorizó el reco Balmaceda y su comitiva salieron de Valparaíso en el Amazonas, rumbo al norte, el 24 del mismo mes. Fueron agasajados adonde llegaron; recorrieron Tarapacá, Antofagasta, Atacama y Coquimbo.
El monopolio industrial del salitre no puede ser empresa del Estado, cuya misión fundamental es sólo garantir la propiedad y la libertad de trabajo, planteó el Presidente en Iquique. Tampoco, dijo, ese monopolio debe pertenecer a particulares, así sean n Fue un viaje triunfal, pero a su regreso algunos políticos lo miraron recelosos y desconfiados. Un rumor creciente termina por ser secreto a voces y su eco se va multiplicando. Según la opinión pública, el ministro de Industria y Obras Públicas, don Enri Don Eduardo Phillips, don Emesto Bianchi Tupper y don Francisco J.Flores fundaron El Fígaro para atacar al gobierno; hasta el nombre estaba bien elegido y se derrochaba picardía y gracia para zaherir, díganlo si no estas coplas:
«José Manuel Balmaceda
la melena abajo echó;
y escarbando entre los bucles
a Sanfuentes encontró».
«De los bucles Su Excelencia
dicen que un cuco sacó;
pero haciendo la escultura
vio que era su Salvador
y a ese cuco, señores,
la tricolor ofreció
y si tal presunción fuera cierta
a vosotros quiero preguntar
si entre el pelo se encontró enredado
¿en la Presidencia cómo se verá?»

El desenfado de los humoristas no revelaba, más bien distorsionaba la gravedad de los hechos. Se había iniciado la franca rebelión oligárquica que don Alberto Edwards, uno de los más lúcidos analistas de la historia nacional llamaría «la fronda aristocrá Los «liberales sueltos» tenían como candidato a don Augusto Matte y le habían hecho cruda guerra a la candidatura de Sanfuentes. Proclamaron entonces su presunto triunfo como el triunfo perenne de la intervención oficial y denunciaban dicha intervención, Muy pronto don Eduardo Matte, ministro de Relaciones Exteriores, recibió el apoyo de El Heraldo y quedó en evidencia su participación en conjuraciones.
Bien sabida es la resistencia de Balmaceda a leer la prensa de oposición. Ni se había percatado cómo trascendían a ésta los asuntos tratados en el Consejo de Ministros y aun las conversaciones íntimas de su tertulia. Se propalaban rápidamente por todos Habría de pasar más tiempo para comprender la opinión de don Fanor Velasco sobre don Eduardo Matte: «Hombre frío, araña silenciosa y perseverante que en 1889 trabajó la tela colosal en la que hoy se ve envuelto Balmaceda». Sus maniobras terminaron por pr Nadie podía prever que dentro de los planes de don Agustín, no cruzó nunca la idea de ser Presidente de la República. El tenía una categoría especial en la sociedad chilena. Era hijo de don Agustín Edwards Ossandón, el hombre más rico de Chile. El Time Falleció en 1878 y lo heredó su esposa y sobrina, doña Juana Ross, dueña del Banco Edwards. Es fácil comprender entonces cuánto peso podía tener una decisión del dueño de El Mercurio de Valparaíso.
Rumores nunca desmentidos le supusieron a don Agustín el haber pagado en secreto una cuantiosa suma al empresario del banquete del décimo aniversario de la Batalla de Tacna, el 26 de mayo, en la Quinta Normal. Ello permitió rebajar la alta cuota y facili Los trabajadores también iban dando forma a su descontento y el gobierno no supo tomar en cuenta sus demandas. El Partido Demócrata había pedido a la Empresa de Ferrocarril urbano de Santiago, dejara sin efecto el alza del pasaje de segunda clase, subido A principios de julio, la huelga de jornaleros de Iquique se propagó a las oficinas salitreras y se les sumaron cesantes y vagos; hubo toda clase de desmanes; terminó siendo reprimida por las tropas. Se sucedió un estallido de huelgas en Antofagasta, Pis Los banquetes y mítines o meetings -se había hecho de uso habitual la palabra inglesa- se sucedían. El 13 de julio se efectuó uno en el teatro Santiago; acudieron más de cinco mil personas; el local no dio abasto y la mayor parte de los asistentes quedar Los sectores populares miraban cada día con mayor recelo a Balmaceda y se sumaban a los opositores. Se iba intensificando el odio.
A todo esto, otra francesa pasó por Chile, a mediados de 1890, pero no tuvo la acogida triunfal de la divina Sarah. Era la más inclaudicable anarquista y se llamaba Luisa Michel. Su novio, Théo Ferré, había sido uno de los caídos en el intento de implant Según un informe de la policía de su país, había adherido a la Internacional esta maestra y poetisa, sobreviviente de una barricada, había sido guardia del 61º Batallón, camillera, agitadora y organizadora. Luego de una larga prisión, la condenaron a per Su paso por Chile, antes de cubrirlo de capas de olvido, era preferible transformarlo en pintoresca diversión. Nadie iba a estar publicando las espantosas palabras de fuego de una subversiva capaz de proclamar:
«Somos revolucionarios, porque para realizar los fines de la Revolución, queremos derribar por la fuerza una sociedad que no se mantiene sino por la fuerza. Porque sabemos que la debilidad, como la legalidad, mata las revoluciones y la energía las salva. La revista humorística Don Cristóbal la caricaturizó haciéndola bailar un «rabioso cancán», acompañada del rígido y severo presidente del Partido Conservador, don Manuel José Irarrázaval. Este, senador por Talca, preconizaba la reforma electoral y munici Prevaleció el chusco juego de palabras sobre conceptos y sucesos para presentar a los lectores una visión macarrónico del acontecimiento:
«Sí, lector, en Chile está
Esa feroz comunista
Que hace a la Europa temblar.
Cuando supo esta francesa,
Engendro de Satanás,
Que aquí el marqués Irarrázaval
Predicaba con afán
La Comuna vino al punto
a Chile a felicitar
A su colega, y a darle
El parabién... y algo más».
La caricatura era acompañada de un diálogo en francés y no faltaba un ¡Vive L'International! La versaina era insistente:
«¡Quién pensara que aquí en Chile,
Un pueblo de tanta paz,
Los conservadores
Vinieran a predicar
La Comuna, y que su jefe,
Más cristiano que San Blas,
Con Luisa Mitchell (sic) bailara
El más rabioso cancán!»

Imposible imaginar quien pudiera ser presa de mayor estupor ante tanto irrespeto, si el marqués Irarrázaval o la heroína mítica de la Comuna de París.

Las obras públicas más notables proseguían cambiando la faz aldeana del país, pero ya no causaban expectación. El Presidente Balmaceda inauguró el 26 de octubre de 1890 el Viaducto de Malleco sin la admiración de una mayoría indiferente; esa maravillosa El 18 de diciembre de 1890 se denunció un complot contra el Presidente y fue preciso apostar tropas en todo el trayecto por donde él debía pasar.
Al día siguiente, murió abatido Isidro Ossa Vicuña, el hijo del dirigente conservador Macario Ossa. Como muchos jóvenes opositores, había llega o para una concentración en el Club Conservador, ubicado en un tercer piso de un edificio de la calle Rosas. Todo se iba encadenando o desencadenado para que el primer día del nuevo año Balmaceda ya no fuera Presidente constitucional. Así lo dijeron los presidentes de las Cámaras a los hombres de armas: Balmaceda renunció «a la autoridad legítima de que estaba El común de los mortales no entendía cuál era el conflicto entre el Presidente y el Congreso. Lo cierto es que en nuestra patria, esta entidad nació acompañada del atropello al sufragio. El primer encargado de protestar contra dicha intervención, a nomb El 1º de enero de 1891 apareció en una hoja suelta en todos los diarios el Manifiesto firmado por el Presidente Balmaceda. Anunciaba al país: se mantiene la fuerza pública y se sigue gastando dinero fiscal sin la autorización parlamentaria. «¡El presiden ¡Toda la Escuadra, el comandante don Jorge Montt al mando, se sublevó y partió rumbo a Iquique!
Se irían acumulando hechos imposibles de ordenarlos en su real dimensión, pues todos confluían en la catástrofe. Don Domingo Godoy reemplazó el 6 de febrero a don Claudio Vicuña, ministro del Interior, quien se hallaba en Valparaíso. El 12 de marzo ya f Allanado el convento de los jesuitas en busca de don Carlos y don Juan Walker Martínez: estarían tramando en Santiago la conspiración.
El gobierno quiere mandarle un telegrama a don Carlos Antúnez, ministro de Chile en Francia, para que se traslade a Londres y pida al Foreign Office la destrucción de la Escuadra.
En el norte avanzan las fuerzas de la oposición. En Santiago, sobre todo, más y más opositores presos. Represalias económicas contra la oposición, desde prohibición de enajenación e hipoteca de sus bienes inmuebles a transferencia de sus acciones. Don Los agentes de enganche reclutan a cuanto peón hallan y quedan abandonadas las faenas.
Preso don Jovino Novoa, senador nacional, gran líder de la sublevación, la Corte Suprema acordó por unanimidad ampararlo y mandó luego ponerlo en libertad, anunciando esa resolución al Ministerio del Interior.
Algún día alguien sabrá tomarle el peso a la afirmación de don Alberto Edwards:
«... sin la desesperada resistencia de Balmaceda, sin la guerra civil de 1891, la oligarquía de todos modos también habría triunfado de la vieja política autoritaria». Él recordaba además la reflexión amarga del revolucionario Santiago Arcos, acerca de l Jamás pensé en abandonar mi cuartito y con él mi dicha, mi sobresalto, mi secreto. Esto me ha caído como mazazo, me dejó aturdido y no sé qué hacer. Doña Aura ha venido a verme y me ha pedido la pieza. Me ha costado entenderle. Ya había perdido la cue -A usted ni a nadie tengo que darle explicación de mis decisiones. Le doy una semana de plazo. Hay cosas que no se compran con plata.
En mala hora hice una alusión a su comprensión, suavidad y ternura, a cuanto bien me ha hecho. ¿Por qué ahora esta odiosidad?
-Usted ha manchado esta casa.
Estupefacto, cometí un tremendo error:
-Cuanto ha ocurrido entre nosotros no es motivo de vergüenza. Nuestro hermoso secreto no mancha.
La ira la ha demudado:
-No sea tibio. No tengo idea de qué está hablando. Parece que usted quiere sebo y pabilo. Mi casa no puede ser guarida de un cómplice del dictador.
He tardado en asimilar la verdadera, poderosa razón de su ira. Doña Aura interpreta los sentimientos de muchas mujeres. En los últimos meses no sólo me abandonó, sino también tejió un cerco impenetrable en tomo suyo. Osé golpear las puertas de su apose Pasé semanas retorciéndome en el abandono. Por fin, dolía Aura salió de su taima y llegó ardida y gloriosa. De pronto, se retrajo con arrepentimiento evidente y por vez primera me hizo una pregunta directa sobre mi vida personal:
-¿Puede usted hallar otro trabajo?
Me saltó el corazón:
-¿Quiere que salgamos a la luz? ¿Está decidida a compartir conmigo todos los momentos? Jamás había yo pensado en abandonar la biblioteca a la que he dedicado todos mis afanes. Pero de usted depende, estoy dispuesto a repensar mi vida...
-No diga sandeces. El Chascón es de lo peorcito que ha nacido en este país. Mala índole. Ante él no se pueden tener bisagras en la espalda.
No alcancé a replicar, pues se deslizó ágil, se envolvió en su rebozo y salió de la pieza sin hacer ruido alguno.
La preocupación creciente por cuanto está ocurriendo no me dio tiempo para rumiar mis cuitas ni el regusto amargo de sus expresiones. Hoy me dio el golpe de gracia.,
Impotente, sin hallar medio posible para comunicarme con ella, fui el domingo a misa y esperé paciente junto a la pila de agua bendita. Por fin apareció ella, envuelta en mi regalo, un manto de espumilla, lo cual me pareció un promisorio mensaje. Respet He puesto todo mi empeño en encontrar alojamiento sin resultado alguno; en cuanto ha llegado el momento de decir mi lugar de trabajo, me rechazan como a un leproso. Al fin, hice encargo a la gente de servicio y Rufina, antigua llavera de palacio, me dio Ni en Santiago ni en La Moneda se tiene la visión de los avances de los constitucionalistas en el norte. Por la información del Times de Londres -donde se trata de inescrupuloso al Presidente Balmaceda- se colige, poco menos, la existencia de un gobierno La noche de Santiago es desierta, solitaria y densa en pavor. Se han ido cerrando clubes, imprentas, tribunales, colegios, teatros y cafés.
Se aprehende a senadores, diputados y simples ciudadanos. Son destituidos los jueces. Se fusila por simple vía administrativa a treinta o cuarenta reos de delito común. Se impide la circulación de los peatones después de las veintidós horas y la de los Una desatinada propuesta provoca repulsión: rematar los bienes de los opositores ante el peligro de que queden exhaustas las arcas fiscales.
Otros contratiempos contribuyen al ambiente más y más adensado: se esconden las monedas, hasta las «chauchas» -de veinte centavos- y ni siquiera hay vuelto. Acrecienta el clima de terror la campaña de rumores y chismes, aun los inverosímiles, y en esto s Trágica la muerte de Enrique Valdés Vergara, el joven enérgico, considerado por muchos el ideólogo, la materia gris de los congresistas. El haber hecho la Guerra del Pacífico como soldado raso le había ganado la admiración de un considerable sector de la Amarrado a una boya del puerto de Caldera estaba el blindado Blanco Encalada esa madrugada del 23 de abril. Entraron al puerto las torpederas Condell y Lynch y ésta echó el barco a pique. Se ahogaron Enrique Valdés, entonces secretario de la escuadra, d Corre por Santiago el grito de doña Elisa Puelma de Barros, quien al saber la noticia gritó: «¡Infame! ¡Y la oposición que no ha querido hacer saltar La Moneda!» Alguien abofetea en la calle a don Julio Bañados. Profundo duelo público y júbilo en La Mone Siguen las penas de azotes y palos para los opositores, tanto a caballeros como a sus mozos y peones. Doña Emiliana Subercaseaux protestó porque a un mozo suyo le dejaron la espalda convertida en una llaga.
El presbítero Salvador Donoso fue testigo de las huellas de castigos atroces a los presos políticos.
Esto duele mucho. En verdad, el pueblo conoce hace tiempo los azotes y no le interesa el conflicto de las facultades entre el Congreso y el Presidente; llama a todo esto «historia de futres». Apoyar a Balmaceda sería defender su propia causa, pero el pu Sospechosos de pertenecer al Comité Revolucionario han entregado testimonio escrito de haber sido llevados cargados de grillos para aplicarles tormento: las manos cruzadas a la espalda y espesadas, los antebrazos amarrados con cordel; entre medio meten un Un gobiernista le cuenta a don Fanor: «Fui al Teatro Santiago y me vi obligado a huir en cuanto terminó el primer acto, dándole razón a mi mujer que me dijo: «Vámonos, aquí sólo hay amigos tuyos del gobierno y son bien poco presentables...»
La Nación sólo da informaciones triunfalistas y, por si fuera poco, proclama haber pasado la hora de la clemencia y sólo debe imponerse el rigor. Imposible formarse una idea de la realidad del país a través de sus páginas. Desgraciadamente, don José Man Todas las mujeres adhieren al clero sin condiciones y el clero está contra don José Manuel, sobre todo la misma alta jerarquía eclesiástica. Esta se abanderizó con la causa del Congreso y no ha tenido límites su intervención en la política. La mejor pru Nada detiene la conspiración. Todo el mundo repite la frase de don Carlos Walker al despedirse de Uriburu, el cónsul argentino, después de hacer un recorrido en coche:
-«Mil gracias. Me voy a conspirar».
¡El propio Balmaceda firma un salvoconducto el 31 de julio, sin consultar a su gabinete, para facilitar a don Agustín Edwards la salida del país! Estaba asilado en la Legación de los Estados Unidos y, acompañado del cónsul mister Patrick Egan, llegó hast Ante las encendidas protestas del ministro Domingo Godoy, por ser Edwards «el principal autor de la revolución», don Julio Bañados Espinosa le responde en el Senado que, en efecto, el Presidente de la República ha autorizado a don Agustín, a su esposa e h

El Presidente Balmaceda es acusado en el Times de Londres de ejercer un «gobierno comunista». Todo cuanto ocurre en este país es informado oportuna y regularmente a la prensa europea. El Times y el Ilustrated London News ofrecen ya hace meses amplios rep Se trata de doña Ana Swínbum de Jordán y después de los trágicos sucesos tendré mayores antecedentes de tan notable periodista, cuyo radio de difusión jamás lo habría soñado cuarenta años antes su colega Rosario Ortiz, la Monche. Su actuación es otra pru A doña Ana Swinbum la caracterizan tanto su perseverancia y eficacia, como su percepción exacta de todo cuanto interesa al público británico. Ella misma acusó a Harvey, el corresponsal especial del Times, de ser «instrumento pagado para defender a Balmac La desdichada prensa oficial entretanto fue descendiendo de nivel y repugnaba aun a los partidarios de Balmaceda. Don Fanor solía decir: esos periodistas «mezclan sus tintas con agua sustraída del albañal». Las emprendieron contra los curas y las damas «FUSILAMIENTO DE FUTRES »tituló El Correo del 16 de julio de 1891, su crónica sobre el fusilamiento del comerciante porteño Ricardo Cumming, de Pío Fuentes y del yugoslavo Nicolás Politeo, llevado a efecto el 12 en la plazuela de la cárcel de Valparaíso. El fogonero Antonio Mateuchi había dado cuenta a su comandante de las proposiciones de inutilizar las torpederas hechas por un tal Politeo. Aconsejado por su jefe, se prestó a un procedimiento repugnante para descubrir el origen de la proposición y le fu No tiene límites la ira causada por el inútil ruego de la desdichada doña Silvia Montt de Cumming ante la señora madre del Presidente pidiéndole interceder por la vida de su Ricardo, y la prensa de oposición llama a las mujeres a no perder la dignidad. N Sin embargo, ni la prensa de oposición ni la gobiernista ni nadie conmemoró los cuarenta años del estallido de esa revolución, como tampoco recordó los cuarenta años de la fundación de la Sociedad de la Igualdad. Nadie se acordaba de Santiago Arcos ni de

«LOS MATARON COMO RATAS»

Nunca ocurrió algo semejante en la historia de Chile ni creo se vuelva a repetir: el holocausto de los hijos de las familias dueñas del poder, enviados por ellas mismas al sacrificio. Esto marca un cambio de mundo, como todo cambio, imprevisible. Hoy, 2 Me voy a andar a la sin rumbo. Por la plaza de Bello veo pasar cinco grandes carretones del cementerio donde se suelen colocar ocho o diez cadáveres. Mucha gente rumorea en voz baja. Vienen unas mujeres llorando.
Poco a poco voy completando el cuadro de lo ocurrido. El secreto Comité Revolucionario de Santiago confió la misión de cortar los puentes del río Maipo y Angostura a setenta jóvenes de la alta sociedad y a veinte obreros y artesanos, inclusive unos cofra Entre los muertos en la cacería, según los datos consignados por don Fanor, están: Ramón L. Irarrázaval, Luis Zorrilla, Ignacio Fuenzalida, Guillermo Varas, Daniel Zamudio, Zenón Donoso, Vicente Borne, Arsenio Gossens, Joaquín Cabrera, Roberto Montt Salam Más tarde he sabido nuevos detalles. Un Consejo de Guerra, presidido por el coronel José Ramón Vidaurre, debía juzgar a los ocho jóvenes encarcelados por San Martín bajo la apariencia de ser rehenes de un "combate" donde hubo muertos y heridos; informó a Hay demasiado dolor en esta ciudad. Doña Tránsito Vivanco de Sanfuentes había ido donde su hermana a llevarle la lista de víctimas, mas la olvidó y regresó de nuevo a su casa, pero cayó muerta en la calle. El Barón Von Gutschmidt, jefe de la Legación Al Mientras disparaban contra los jóvenes, la flota rebelde despejaba de minas la rada de Quintero. Pronto iba a comenzar el desembarco. Aún nadie se podía imaginar esto en La Moneda.
De Lo Cañas hubo sólo dos sobrevivientes. Don Ernesto Bianchi Tupper logró esconderse en un pozo séptico. El otro conjurado era don Arturo Alessandri Palma; debía llegar junto a su compañero de estudios Jorge Zamudio Flores, pero no concurrió a la cita A la distancia, don Arturo Alessandri apreciaría de modo crítico la guerra civil y expresaría: «Los triunfadores no supieron reglamentar la victoria. El parlamentarismo que sirvió de bandera degeneró en una verdadera bacanal y llevó la desorganización ab

El 28 de agosto en La Moneda celebraban el día de doña Emilia. Altos funcionarios y amigos de la familia se reunieron a la hora de la cena. En esos momentos, el Presidente Balmaceda recibió el telegrama del desastre: «Muertos Barbosa y Alcérreca. Encer Cerca de las dos de la madrugada del 29, salieron de La Moneda los cinco hijos del Presidente, acompañados por Víctor Echaurren Valero, hacia la Legación de los Estados Unidos; un cuarto de hora más tarde se les reunió la madre. Ocuparían las mismas cama Triste era el destino de los refugiados en esos días. Según don José Toribio Medina: «En varias legaciones hay refugiados de la revolución y el gobierno. Los primeros, por derecho de antigüedad, van al comedor y los últimos comen en las piezas»...

Rufina me ha hecho ver el envés de la vida al conseguirme alojamiento donde su comadre Eulogia en su rancha del Callejón del Agua Seca. En verdad, todos temíamos ser buscados como colaboradores del Presidente y ella me aconsejó dejar cerrada y encargada No bien me había instalado, llegó en estado lastimoso Juan, hijo de Eulogia. Había logrado escapar del cerco de Placilla. Se tragó un litro de leche y cayó rendido; durmió un día completo. Gritaba en sueños:
-¡Nos mataron a todos! ¡Tres mil chilenos muertos! ¡Tres mil chilenos muertos ... !
Cuando se hubo recobrado, empezó a contar:
-Nos tocó hacer un alto en la posada de Ña Mica, muy cerca de la vertiente próxima al bosque de pataguas. La vieja no daba abasto para dar de beber y de comer a tanta tropa del gobierno y era zalamera y empalagoso, exigiéndole al servicio las mejores ate Leo las cuatro cifras; parecen indicar los puntos cardinales: III -K & C - 18 - 95. Yo quisiera descubrir un mensaje en ellas, un augurio favorable después de pensar en las vidas por estas balas segadas. Sobo el casquillo y me ataca la voz alucinada de -Nos engañaron. Nos decían que los soldados de la oposición no pasaban de seis mil y eran mucho más. Desembarcaron en Quintero y Horcón y empezaron a arremeter. Nos acorralaban. Dispersaron nuestras fuerzas hasta Casablanca. Los soldados del gobierno En La Moneda nadie tuvo idea de tal calamidad y seguían alborozándose por el inminente fin del ejército congresista. Es demasiado tarde para el espanto de comprobarlo...
-Ya no teníamos ni ánimo. Muchos lanzaban las granadas sin siquiera quitarles las agujas de seguridad de sus espoletas. Para más remate, nuestros uniformes eran negros y rojos y se veían a la legua. Los congresistas, en cambio, uniformados de gris se c Soy lerdo para configurarme el cuadro dantesco de la derrota. Millares de varones en la plenitud de la vida han quedado regados en esos campos. Juan calcula tres mil; otros, se refieren a cinco mil chilenos caídos, acaso la mayoría sin saber por qué... Este año de 1891, el país ha movilizado cerca de cuarenta y cinco mil hombres y, según el censo de 1885, la población alcanzaba a los dos millones quinientos veintisiete mil habitantes; acaso ahora tendríamos unos dos millones y seiscientos mil... Dos mil Una lluvia torrencial hizo penoso el avance de la infantería y el arrastre de los cañones. Los congresistas llegaron a Placilla, cruce de todos los caminos a Valparaíso. Las fuerzas de Barbosa eran unos nueve mil hombres, cuyos espíritus estaban empapad El ejército victorioso entró en Valparaíso siendo aclamado en todo su trayecto desde los cerros hasta el plan. Se desplegaban las banderas, los cubrían de flores. Empezó el saqueo.
A las cinco de la tarde, la escuadra entró a la bahía, según el parte oficial de Emilio Korner, jefe del Estado Mayor del bando triunfante. Al anclar el Almirante Cochrane -el capitán de navío y jefe de la escuadra don Jorge Montt a bordo-, recibió el sa Juan arde en fiebre y su delirio no lo aparta de la batalla. Traen una meica. Después de «verle las aguas», la mujer lo ahoga en sahumerios, lo desuella dándole friegas y aplicándole cataplasmas, para concluir categórica:
-Al hijo de Eulogia lo picó una araña de poto colorado, de seguro en los matorrales. Sólo puede salvarlo una «ulpada».
No pude sustraerme a los secreteos de las mujeres mientras preparaban un raro y hediondo mejunje. Tardé en comprender, horrorizado, la fórmula de la «medicina»: ¡excrementos humanos disueltos en agua!...
He vomitado hasta las tripas y me ha dado un ataque incontenible de llanto. He llorado a todos los muertos hasta sentirme vacío. ¡Dios, ten piedad de mí! Yo no puedo soportar tanta miseria dentro de la miseria...
Camino hasta un abrevadero de caballos. Sumo mi cabeza en el agua.
Nada me limpia. De sólo acordarme, me vuelven las arcadas. No soy sino un amasijo de asco, impotencia y soledad.

Las bandas vienen a caballo. El jefe lleva una lista, parece verificar la dirección, hace una señal y suena una campanilla ante la casa. Comienza una metódica y total destrucción, un saqueo organizado de extraña manera. Para esta sucia faena han contra La obra de treinta años del notable publicista doctor Jacinto Chacón fue despedazada y lanzada a un basural. Bibliotecas valiosas han sido reducidas a cenizas, irrecuperables, como las de don Adolfo Valderrama, secretario general de la Universidad, y de «El mobiliario del Club Liberal balmacedista situado en la esquina de las calles de Ahumada y Moneda, ha sido totalmente destruido por el pueblo. La imprenta en que se publicaba El Recluta ha sido destruida. Prensas y materiales han quedado en la calle A muchos de los propios triunfadores les repugna este desquite innoble y han intentado impedir la barbarie ejercida sobre sus derrotados vecinos. Don Carlos Walker impidió incendiar la casa de don Claudio Vicuña, pero igual ese palacete morisco fue desma «Se formaron cinco o seis grupos de saqueadores compuesto cada uno por mil quinientas a dos mil personas, llevando a la cabeza tres o más capitanes que procedían por lista. Estas listas habían sido hechas por los conservadores después de la batalla de Co 100 a 150 presidiarios;
500 a 600 hombres de las hermandades; 200 a 300 mujeres;
40 a 60 personas decentes;
50 a 60 Guardianes flamantes del Orden y a cuya cabeza iban algunos bomberos.
Los vehículos para el transporte (mudanza 'a porción') eran:
30 a 40 carretones y aun carretas; 10 a 15 golondrinas;
20 a 25 coches de servicio público; 5 a 10 coches particulares.
Algunos clérigos o curas asegurase que andaban en los coches, quienes se apoderaron de las mejores imágenes, telas y cuadros ... »
El catedrático también incluía en su artículo un «Reglamento para saquear y encarcelar»:
«Primero. Dejar la casa inhabitable.
Segundo. No incendiar.
Tercero. Tomar presos, vejar, castigar, pero sin matar a todos los bandidos dictatoriales que fueran habidos ... ».
Más tarde me sería posible ver en secreto un alucinante dibujo de Alfredo Valenzuela Puelma, ratificador del elocuente testimonio del profesor Fernández Frías. Una hoja de calendario marca el 29 de agosto de 1891. Un rostro terrorífico empuña una cruz t No más saberse el triunfo de los congresistas, fueron puestos en libertad los presos políticos y se rompieron los sellos de los diarios clausurados. A todo esto, La Nación, golpeada, al margen absoluto de la realidad, apareció el 29 de agosto alabando «l La prensa publica documentos y cartas de familia de los balmacedistas sin respetar intimidad alguna. Se han disuelto todos los cuerpos aún subsistentes del ejército anterior. Comienza la destitución y enjuiciamiento de funcionarios. A juzgar por las pu Crece el número de prisioneros; es interminable la salida de expatriados; imposible saber cómo sobreviven ocultos muchos políticos amigos de Balmaceda. Nadie intentó esclarecer el trágico destino de don Manuel María Aldunate Solar, su ministro de Relacio Se habla de unos seis mil balmacedistas presos. En editorial de La Libertad Electoral del 1 0 de octubre se lee: «Estas prisiones tienen por objeto escarmentar dentro de las leyes a los que intentaron conmover el orden institucional».
Fue fusilado el periodista León Lavín en Valparaíso. No sólo le destruyeron su casa y su imprenta y litografía al famoso periodista y dramaturgo don Juan Rafael Allende, sino también lo condenaron al fusilamiento en la Plaza de Armas de Santiago. Allend «Me capturaron el 3 de septiembre en Santiago y me llevaron a la Intendencia junto con mi hermano Pedro. Nos engrillaron a los dos, nos amarraron las manos por la espalda y nos exhibieron como fieras raras. Ante mí desfilaron los principales caudillos d En un coche celular se lo llevan a la plaza y allí permanece momentos infinitos esperando la última hora. El coche se mueve y avanza. Allende es bajado en otro lugar. Se encuentra en la Penitenciaría. Lo encierran en una celda y le anuncian que será f Mucho después, el periodista conocería las causas de su salvación. Al serle comunicado el inminente fusilamiento de los hermanos Allende a Eulogio Altamirano, intendente de Valparaíso, éste pidió se aplazara la ejecución hasta su llegada a Santiago. Al Algo superior a mis fuerzas me impulsa a salir a caminar, no sé si por inconsciencia o afán desesperado de entender esta hora. En el medio de las calles arden restos de muebles preciosos destruidos a hachazos. Me detiene la algarabía de unas damas; unos

El 3l de agosto, don Jorge Montt hizo su entrada triunfal en Santiago, desfilando por la Alameda junto a Del Canto y a Korner. Sus brigadas victoriosas lucían gallardas los kepís blancos cual si fuesen coronas de laureles. A todo esto, los pateros, sí, Su último encargo me ha desquiciado al punto de sentir el alma arrancada a tirones. Le había hecho una promesa a don José Manuel: cualesquiera fueran los tropiezos, llegado el momento, yo le cumpliría en cuanto él me enviase un recado. Jamás soñé cuán c Esperé tembloroso. Descendían las damas de los carruajes y me embriagaban los perfumes exquisitos de esas soberbias mujeres. Todas ostentaban cintas y escarapelas lacres, símbolo de los triunfadores, y dejaban entrever los opulentos escotes cubiertos de -Me acompañará usted de todos modos-, ordenó imperiosa la señora, pese al temblor de la voz.
La carta me había hecho arder el pecho. Ya instalados en el palco, le pedí su programa y en él la deslicé. El rostro altanero traslucía un juego de emociones.
Lucía de Lammermoor iba a ser protagonizada por la soprano Adelina Padovani, el barítono Lorenzo Lalloni y el tenor Enrico Vanni. Fue atronadora la ovación para saludar la entrada al palco presidencial de los miembros de la Junta de Gobierno, constituida En el primer intermedio se impuso la curiosidad de la señora sobre el dominio de sí misma. Nerviosa, abrió el abanico y dándose viento se tapó la cara. El abanico al cerrarse sonó como breve guillotina. Ella sacó el pliego del sobre y lo acomodó en el No bien se hubo desvanecido el vitoreo a la estremecedora escena de la locura, surgió de una de las localidades el grito agudo, cristalino, potente: una bella muchacha imitaba los gestos de la infortunada heroína de la ópera de Donizetti y gritaba «¡Viva La señora se puso de pie en cuanto cayó muerto Edgardo y salimos dejando atrás los vítores y aplausos. Me pidió llevarla hasta la puerta de su casa. Al subir al carruaje, ordenó al cochero conducirla y llevarme luego donde yo le indicase. En palabras e Le pedí al cochero detenerse a las pocas cuadras y me metí en la noche más sola de mi existencia. Pronto, un hombre al cual no reconocí, me pasó una hoja. Bajo el candil eché un vistazo y me detuve en los versos finales:
«... José María Barceló
llegó con don Carlos Lira
viendo al hombre que con ira
con sus manos se mató.
Su cadáver fue sacado
dentro de una colcha blanca
i de esa manera franca
fue al cementerio llevado
varias cartas ha dejado
para su madre y esposa
y otra más voluminosa
para don Eusebio Lillo.
¡Así muere el mandoncillo!
¡Oh, qué lección tan hermosa!»

-Se la regalo -entonces reconocí al empleado de la Biblioteca Nacional-; lo echamos de menos. Ahí penan las ánimas. Ese es el lugar más tranquilo y seguro, vaya, no más. ¡Ah! ¿Y supo que la lámpara de lágrimas del palacio de don Claudio Vicuña fue remat Ha sido un consuelo encontrar en la Biblioteca un oasis marginado del terror. Yo puedo aislarme del mundo y leer la prensa y no me perturba ni el más leve rumor. Ese empleado, sabedor de mi afán de recolectar papeles, me guardaba siempre recortes, prosp El Tedéum en la Catedral, el 28 de septiembre, presidido por el arzobispo Mariano Casanova, ha sido un acontecimiento social y político espectacular y toda la prensa lo destaca como el más brillante habido hasta ahora. Elegantes guardias armados acordona Don Ramón Angel Jara -alabó tanto al Presidente, va a hacer un año, en la inauguración del Viaducto de Malleco- se ha permitido decir algo peor: «Todavía nos causa vergüenza el decirlo: el hijo ingrato que clavó el puñal de ese crimen en el corazón de su El capellán Francisco Lisboa se permitió afirmar a la muerte de Balmaceda: «Dios lo ha castigado y con el más horrible de los castigos, la muerte de la desesperación, la muerte del réprobo... ese hombre... ha sido aún más culpable de lo que nosotros imagi El nuevo gobierno encargó a don Joaquín Larraín Gandarillas organizar y dirigir los hospitales de sangre en Santiago; también sacerdotes convirtieron sus domicilios en hospitales de sangre, por cierto para cuidar a los heridos constitucionales. El Arzobi El despilfarro en esta hora de dolor se suma a la cicatería en la caridad.

DIGRESIONES SOBRE EL PODER EN
LA TERTULIA DE LOS OLMEDO

Andrajosos y hambrientos vagan por las calles pidiendo justicia, mapuches y colonos nacionales arrojados de sus tierras. A lo más, alguien les tiende un mendrugo o algunos cobres.
Como todas las mañanas, dedico un tiempecito a escribir mis recuerdos. A cada rato me interrumpen los gritos de las vecinas; algunas también trabajan para afuera y suelen enviar de compras a una india renga, allegada y todo servicio del conventillo:
-China, tráeme un cuarto de posta y un hueso de rabo para el jigote... -encarga la Luquita; ella me da pensión y ya sé qué me espera al almuerzo: es perita en aliñar esa sopa de pan con pasas y huevo duro.
-Y a mí, uno chascón para darle sustancia a las pantrucas. Ah, y no te olvides de la grasa en pella... -pide Corina, la artífice de las plumas, maestra en hechura de pájaros y flores para sombreros.
-Chinita, una choquezuela y un bofe. Niña, ven, te voy a anotar todo, mejor. Lleva la libreta para que me apunte el pedido el carnicero - interrumpe la voz melosa de Elba, la guantera...
Me distraigo pensando en estas mujeres y su milagro cotidiano de la transustanciación de los huesos en caldo suculento, pero va tomando vuelo una violenta discusión. Ya están sacando sus trapitos al sol, no hay celos discretos:
-...no estoy nada necesitada de remedios. ¿Qué me voy a fijar en el pobre ave de tu marido, ese pinganilla? Ni que estuviera esperecida...
-Miren, la deschavetada; no me vais a hablar con tanta prosa. Perra que come huevos, ni aunque le quemen en el hocico. Eso sois, perra levera. Cuando te parió tu madre, vos saliste con el petate bajo el brazo...
-Antes de mentar a mi madre te vais a limpiar la jeta, pedazo de mierda...
La partición de lo ínfimo anuncia temporal espantoso. Arde la gresca y ya no se le divisa término. No hallo las horas de vivir en un cuartito apacible. Las injurias atroces me empujan, corrido de vergüenza ajena.
Me voy al Correo. Al comienzo, mi caminata es torpe por el envaramiento de las rodillas. De a poco se me entibian las coyunturas y voy cobrando agilidad.
En el departamento «Cartas Sobrantes» pido el cuaderno de la P. A mi lado, el viejo coronel Romano, muy viejito se ve, ni me presta atención. No puede controlar su ansiedad, le tiemblan las manos mientras da vuelta las hojas. Exultante, retira una carta El coronel Romano es un típico miembro del ejército de Balmaceda, uno de esos oficiales veteranos del 79 con aspecto de miedo. El tiempo ha atenuado su rostro feroz y ha nevado su pera y bigotes. Lo recuerdo en su uniforme como sacado de un grabado anti Cruzo la plaza y busco un asiento vacío. Sigo pensando en Balmaceda. Su personalidad, vida y obra no fueron bien aquilatadas cuando ejercía el mandato, pero transcurre el tiempo y comienzan a revalorar al mártir, a reconocerle méritos antes negados. In Antes de almuerzo, paso a saludar a los Olmedo y me encuentro con una sorpresa:
-¿Se acuerda de la Margarita? ¿La hija de doña Mariana? -tardo en hacer memoria-: véala, aquí está, de vuelta después de tantos años.
Ante la máquina aparadora veo a la joven flaca, ceñuda, moño encaramado, bien oprimido el labio inferior sobre el superior. A su lado, dentro de un cajón frutero, patalea una guagua.
-¿Qué ha sido de su vida, Margarita? -se limita a encoger los hombros-. ¿Y esta creatura?
-Mía, de quién va a ser.
-¿Y está bien la señora Mariana?
-En el hospicio -responde cortante sin alterar el ritmo de los pies; las manos ágiles pegan un ribete, dándole la dirección al corte mientras corre la aguja.
Quedo invitado para la tarde.
Cuando llego, los Olmedo ya dejaron sus banquetas. Se les suman otros hombres y el dueño de casa, luego de decir que fui amigo del Presidente, dejándome cohibido, nos presenta:
-Don Pablo Núñez, contratista de enceradores de parquet; don Misael Cornejo, sastre, y don Bernardo Díaz, tipógrafo... Estamos tomando un yerbado, para entrar en calor.
Más que la verde infusión de mate, olorosa a cedrón, los está caldeando la charla en tomo a la mesa redonda; para variar, hablan de política y, como siempre, de Balmaceda.
-Ya, pues, estamos esperando que nos cuente cómo era -dice don Bernardo, el más joven.
-Fue certero el retrato de Rubén Darío, tan reconocido, porque el Presidente Balmaceda supo valorarlo como nadie: «Era Balmaceda, a mi entender el tipo del romántico político y selló con su fin su historia. Era alto, garboso, de ojos vivaces, cabellera e -Cierto y peor, todavía, un mártir. Ya ven -agrega el tipógrafo-, el periodista Juan Rafael Allende (luego del exilio en el Perú, regresó y se estableció en La Serena; ni la condena a muerte pudo amainar las energías de ese hombre para comunicar cuanto p -Mí mujer le hizo poner marco a una litografía donde se ve como verdadero santo; la colgó al lado de una donde se ve a la Virgen del Carmen al medio, entre O'Higgins y Prat, que están de rodillas...
-Rara vocación la nuestra de descoyuntar a los padres de Iapatria para después de muertos beatificarlos, exclama el encerador... ¿Era ambicioso don José Manuel? ¿Qué ambicionaba?
-Esto me lo he preguntado más de una vez. Fíjense, mi amiga Rufina, quien lo acompañó hasta el último, comenzaba toda evocación repitiendo con sumo respeto que fue inmensamente rico: la hacienda de los Balmaceda, decía, iba de cordillera a mar y abarcaba -Y tuvo el peor cuchillo entre los palos gruesos. Se vengaron...
-Pobre caballero, era muy llevado de sus ideas. Estaba seguro de que pertenecía al grupo de los poderosos y que éstos jamás se le iban a soliviantar.
-Creyó que iban a compartir su sueño hasta arriesgarse a ser menos ricos en bien de todos.
-Eso sí que es soñar..
-Si cierro los ojos, lo veo patente. Nada alteraba su placidez, tranquilidad y serenidad de espíritu. Nadie podrá recordarlo iracundo. Hablaba en voz baja. Desconocía los cambios de humor.. Para unos, poseía carácter de hierro; para otros, era débil d -Si ambicionaba el poder, ¿por qué fue indiferente al dinero y a la seguridad?
-Si el mejor estilo del poder consiste en fingir no tenerlo, si la seguridad consiste en una fingida impotencia, ese estilo no calzó con el de don José Manuel. El aparecía más bien arrogante y siempre en actitud no de desear el poder para disfrutarlo, si -...tampoco supo oír. No oyó la prensa de oposición y se limitó a leer los diarios amigos, lisonjeros y desinformadores totales. No oyó a tiempo los reclamos tremendos contra la pena de azotes a los caballeros, hasta «a lazo doblado», como se jactaba un -Yo conozco a uno de ésos, un cabo -interrumpe don Bernardo-. ¿Saben qué me decía? «Ay, amigo, cuando niño vi más de una vez cómo azotaban a mi padre en el fundo; si siento al dar cada azote que voy desatando los nudos del tiempo»...
-...contra esa pena vergonzante otrora había protestado mucho Balmaceda y solía recordar con ira esa carta enviada por un coronel al presidente Montt, jactándose de amansar a varillazos a los soldados del Regimiento Chacabuco, después de la Revolución del -...error tremendo ése de pretender igualar a azotes y palos el abismo entre «decentes» y «no decentes»... Aunque no más hubiera querido que los futres supieran lo humillante que es el castigo, era un error, no se puede igualar para abajo, sino para arrib -Sí, pero no se olvide, los palos y azotes lo estaban aplicando antiguos peones resentidos -alega el tipógrafo. -¿Lo van a creer, en el fundo donde es peón mi padre, todavía ponen en el cepo cuando el capataz considera que alguien se desmanda? -habla como -De donde yo vengo -dice el contratista-, no es tan lejos, cerca de Chillán; creo que los patrones hasta medio se emparientan con Balmaceda. Allá hay un corredor de piedra que rodea la casa a lo largo, entre las piezas y la bodega, y en ese corredor está -En la pampa salitrera también se emplea el castigo del cepo -afirma Nicanor Segundo.
-...ni siquiera oía a sus amigos más leales. Ni le hizo juicio a la oportuna advertencia de don Fanor Velasco, entonces era su subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto: «Los partidarios del Gobierno están muy seguros del Ejército. U -Para mí, Balmaceda no sólo perdió la confianza de los militares, sino también era malquisto de los curas; tampoco se hizo querer por las mujeres. No me refiero a las entretenciones, pues no se le conocía inclinación sino por su esposa. Ustedes saben, r -Hasta le habrían perdonado la requisa de los caballos de don Agustín Edwards para el Ejército, magníficos fina sangres envidiados por los amantes de la hípica, pero nadie le iba a perdonar el haber osado desterrar a doña Juana Ross. ¡Si él carecía de pod -...dígalo si no doña Magdalena Vicuña de Subercaseaux... El tuvo una oposición formada por la mayoría de las antiguas clases dirigentes, esa mayoría se autoproclamó «revolucionaria». Esta oposición iba a librar una lucha armada de siete meses de duració -Si los ávidos de poder tienen inclinación a una rutina de trabajo uniforme, pues lo contrario exige desplegar demasiada imaginación, inventiva y espíritu aventurero, don José Manuel carecía de esa avidez. Trasnochaba mucho; sus tertulias eran inagotable -Para mí, la aspiración a la libertad electoral, a la independencia de los partidos políticos y la defensa del régimen parlamentario conforman la máscara para encubrir la verdadera razón del repudio al Presidente Balmaceda: el castigo por atentar contra l -Para que ustedes vean, esas mayorías, o masas, como se suele decir ahora, no tenían representantes en el Parlamento; sobre ellas se ejercía el cohecho para las elecciones y carecían de partido político representante... igualito que ahora. Apenas comenza -En ese partido ya estaba militando Luis Emilio Recabarren, que ahora se está transformando en un líder tremendo.
-Y Recabarren -agrega el tipógrafo- fue detenido por ser autor de una editorial contra Balmaceda en El Demócrata.
-Era muy joven...
-Eso lo salvó, tenía apenas quince años, pero no olviden, la juventud de un obrero acaba temprano.
-Lo peor fue que los conservadores se aliaron con los liberales y se les borraron todas las diferencias combatiendo a Balmaceda...
-...y con los radicales. ¡Si se alió toda la vieja oligarquía con los que decían ser defensores de lo moderno! -Para mí, lo más grave -dice Olmedo- es que los antibalmacedistas quedaron ante los ojos de todos como los defensores de la democracia y Balmace -Para eso hay salitre -dice Nicanor Segundo con amargura.
Quedamos de juntamos otro día.
La tertulia de los Olmedo me desvela y abre nuevos cauces a mis divagaciones. Cierto. Balmaceda dejó de representar los tradicionales intereses de la oligarquía, su propia clase, y puso en movimiento factores correspondientes a una modernización no sosp A la Guerra del Pacífico, al aumento del territorio y la consiguiente riqueza salitrera, a la dominación total de la Araucanía, se sumaban el desarrollo de la industria y nuevos rumbos de la producción y el aumento de profesionales. Esto derivaba irremed El «pisiútico» o «siútico» puede ser el hombre enriquecido por el fruto de su trabajo u otras artes, no perteneciente en sus orígenes a las tradicionales familias privilegiadas de la sociedad, dueñas de la tierra y de sus riquezas. No es «hijo de familia -Ni me hable de ese Blest. Lo más bien que se puso contra Balmaceda...
Cuando me quedo a solas, pienso, pienso en todo lo leído, en todo lo vivido. Martin Rivas. Novela de costumbres político-sociales, escrita por el ex militar don Alberto Blest Gana, profetiza ese nuevo fenómeno de la realidad nacional. El autor la dedicó El joven militar había vuelto a Chile en noviembre de 1851; a esa fecha, los revolucionarios de la Sociedad de la Igualdad ya habían sido derrotados en Santiago, pero aún combatían en el norte. El futuro mayor novelista nacional era teniente de ingeniero Martín Rivas comienza con la siguiente frase:
«A principios del mes de julio de 1850 atravesaba la puerta de calle de una hermosa casa de Santiago un joven de veintidós a veintitrés años». Y el lector es ubicado de inmediato en un momento histórico determinado, coincidente con la reciente fundación La novela reproduce frases que, sin duda, reflejan las conversaciones de la época, pero pudieran seguir teniendo vigencia:
«-Esta Sociedad de la Igualdad es una pandilla de descamisados que quieren repartiese nuestras fortunas.
-¿Y las escuelas que funda esa sociedad para educar al pueblo?
-¡Qué pueblo ni qué pueblo! Es el peor mal que pueden hacer estar enseñando a ser caballeros a esa pandilla de rotos.
-Si yo fuese gobierno, no los dejaría reunirse nunca. ¿Adónde vamos a parar con que todos se metan en política?»
Y a la protesta de que todos son ciudadanos, sigue un rotundo:
«-Sí, pero ciudadanos sin un centavo, ciudadanos hambrientos».
El desarrollo y popularidad de la Sociedad de la Igualdad causan terror entre los afortunados:
«-¿Cree usted que ese título es tomado sin premeditación? Sociedad de la Igualdad quiere decir sociedad que trabaja para establecer la igualdad, y como lo que más se opone a ella es la diferencia de fortunas, claro es que los ricos serán los patos de la Martín Rivas se bienquista con su protector y padre de la mujer amada, defendiéndole sus intereses. La novela se precipitará a un aparente «final feliz». Luego de la condena a muerte, la fuga y el exilio, Martín regresa libre, gracias a la astucia de Le La guerra civil del 91 cambió los viejos esquemas. Surgían, silenciosos, nuevos empresarios, profesionales y obreros calificados, mientras los dueños de la riqueza se dedicaban a farreársela en fiestas y lujo; a su sombra medraban tunantes ávidos de buen Todo este proceso de ascenso de nuevos sectores sociales fue inseparable de la profesionalización del Ejército, exigida también por la instauración del sistema parlamentario...

Cuando voy llegando donde los Olmedo, diviso a Margarita, bien aferrado el pequeño Emilio a su cuello; se reúne con el contratista valenciano, socio de don Pablo Núñez. Contrastan la elegancia y el atuendo del hombre con la pobreza de la altanera muchach Cuento en la tertulia las horrorosas impresiones de Juan, su pesadilla con los rifles de repetición. Poco a poco nuestro diálogo se va tomando en una especie de letanía donde cada uno aporta un detalle o dato para formar el conjunto.
-Emilio Korner, capitán alemán, fue contratado en 1885 por el gobierno de Santa María como instructor del Ejército, llegando a Chile en calidad de sargento mayor asimilado. En 1891, como jefe del Estado Mayor se afilió al ejército constitucional, rebelán -La comprobación del aserto de Komer se hizo a costa de millares de chilenos en Concón y Placilla, me interrumpe el viejo Olmedo.
-...por otra parte, los cañones Armstrong, Rodmann, Parrott y Low Moor de los fuertes de Valparaíso de nada habían servido al no ser usados para impedir el levantamiento de la escuadra.
-Ahí tiene -dice indignado el encerador don Pablo Núñez- la guerra civil del 91 aportó más ganancias a los Krupp y otros fabricantes de armas y Chile se convirtió en cliente importante.
-Y el ejército triunfante ya no tenía nada que ver con los caballeros antiguos, ya lo empezaba a componer el pueblo-, alega don Misael, el sastre.
-Esto no es tan cierto. Ya en 1879 se había iniciado el acceso de la clase media al cuerpo de oficiales. Sin embargo, no puede tomarse esto como signo de mayor participación popular. A lo largo de la historia patria, en la vida civil, el personal polít En la tertulia, don Bemardo, el tipógrafo, si no me equivoco, dice haber oído hablar de la Encíclica Rerum Novarum, los demás, a coro, preguntan qué significa todo eso.
-En 1891 gobernaba la Iglesia el Papa León XIII -les refresco la memoria-: a mediados de mayo de ese afío lanzó esa encíclica, pero pasó prácticamente inadvertida entre nosotros. Dudo la haya conocido don José Manuel, ya tambaleante al borde del precipic Don Misael ríe con malicia:
-¿«Cosas nuevas»? No se oye, padre.
Les cuesta creer esa nueva concepción de la sociedad, del Estado y, por ende, de la autoridad.
-¿Y la Iglesia señaló otros derechos para la persona humana?
-Claro. Tal visión era la respuesta de la Iglesia ante la efervescencia arrolladora de la propuesta socialista y de ese fantasma rondador del mundo anunciado hacía poco más de medio siglo por el Manifiesto Comunista.
-Yo he oído decir que en Valparaíso publicaron ese Manifiesto en castellano - anuncia el tipógrafo, y lo comprometemos para conseguirlo.
-A esta posibilidad real de la justicia inmanente en un mundo donde agonizaba un sistema tradicional de relaciones, Rerum Novarum proponía una vía cristiana y criticaba el liberalismo y el socialismo. No fue conocida a su debido tiempo y habría sido el e -¿Se dan cuenta? Cuando aquí ya existían las poderosas Sociedad Nacional de Agricultura y Sociedad de Fomento Fabril y había escasos indicios de organizaciones de trabajadores, el Papa venía a refrendar no sólo el derecho de los patrones a crear asociaci -Claro. Por si esto fuera poco, afirmaba: «En la tutela de estos derechos de los individuos, se debe tener especial consideración para los débiles y pobres. La clase rica, poderosa ya de por sí, tiene menos necesidad de ser protegida por los poderes púb -Esto no lo ha entendido nadie -reclama Nicanor Segundo-; en vez de ir al meollo, unos se convierten en comecuras y otros en religiosos fanáticos; miren qué cosa más linda esa gracia de los liberales, radicales y demócratas de andar asaltando a los párroc -¿Habrá acaso formas telepáticas del conocimiento superior? -interroga el viejo Olmedo.
-¿Cómo saben si en él comenzó a gestarse la honda profecía de modernidad de León XIII y esta fue capaz de ensancharle el corazón? -pregunto a mí vez-. Para mí, Balmaceda no estaba imbuido de muchas teorías, pero a su espíritu cristiano le asqueaban la mi -Acuérdense. Cinco años antes de ser Presidente, al proclamar la candidatura de Domingo Santa María, Balmaceda había formulado las líneas gruesas de un programa de gobierno: construcción de una maestranza, una dársena para reparar las naves y aun constru -No podía tolerar la sola idea de un ser humano imbecilizado por la ignorancia -comenta don Bernardo.
-Verdad. Ya en el gobierno, abrió un Instituto Pedagógico para la formación de personal secundario por profesores alemanes, creó varias Escuelas Normales, fundó centenares de escuelas primarias e internados escolares y estableció, para alegría de muchos -También se preocupó de los pobres locos y de los dementes, haciendo construir manicomios y hospicios. Supo emplear el beneficio obtenido por el país de sus exportaciones.
-En cuanto a la justicia, hizo reemplazar unas cárceles degenerantes por otras, modelo de este tiempo, pues contemplan un trato más digno para los presos.
-Además, construyó cuarteles, considerados dentro del plan de educar a todos los jóvenes de este país en cuanta función estuvieran cumpliendo. Cuesta darse cuenta de la importancia de todo esto, pero se entiende cuando se conoce la realidad de ese tiempo -Como «el ensanche de la instrucción y el enriquecimiento de la república», resumía Balmaceda su obra gigantesca. Sus declaraciones no eran simples palabras, supo demostrarlo: «Procuro que la riqueza fiscal se aplique a la construcción de liceos y escuel -Ese proceso de modernización por él iniciado fue inseparable de las consecuencias de la Guerra del Pacífico. Esta guerra le permitió a Chile ocupar las provincias de Antofagasta y Tarapacá.
Miro un mapa pegado con chinches en el tabique improvisado para separar el taller de la pieza habitación y señalo esa zona de unos ciento ochenta mil kilómetros:
-Es asombroso: en esa superficie podrían caber juntos unos cuantos países europeos -cavila el encerador..
-Balmaceda fue categórico para afirmar -lee un folleto don Misael-: «El Estado habrá de conservar siempre la propiedad salitrera suficiente para resguardar, con su influencia, la producción y su venta, y frustrar en toda eventualidad la dictadura industri -De repente, presiento en don José Manuel una mentalidad idéntica a la de su padre, pero en proyección mística. Su padre, don Manuel José, desde su sitial de dueño de una hacienda, a través de su Manual del hacendado chileno. Instrucciones para la direc -Y él pretendió, entonces, desde su sillón de Presidente de Chile, organizar tanto la vida de su pueblo como la distribución de sus riquezas -corrobora don Misael.
-¿Creyó posible que todos compartirían su sueño y lo ayudarían a cristalizarlo? A don Ricardo Cox Méndez, teniente del Ejército constitucionalista herido en Placilla, pertenece la aserción profético: «El revolucionario no fue el Congreso, sino el Preside

TESTIMONIO DE RUFINA LAGOS

Por obra y gracia de mi antigua y prolongada labor en el archivo de don José Manuel, he tenido el privilegio de poder leer sus papeles y copiar algunos. Una mezcla de coraje y de acabamiento de alma me da releerlos. No veo su mero nombre al final de la En su carta a don Bartolomé Mitre queda fijado su testimonio póstumo acerca de quiénes fueron sus verdaderos enemigos:
«Santiago de Chile, a 14 de septiembre de 1891
Señor don Bartolomé Mitre
Buenos Aires, República Argentina
Acabo de tomar la suprema resolución de abandonar espontáneamente esta vida para entrar a la que no conocemos, pero que debe ser infinitamente superior, porque solamente así es perfecta la obra del Todopoderoso.
Podría prolongar mi asilo en la noble Legación Argentina, con muchas posibilidades de sustraerme, dentro de breve plazo, al encono popular y a las inconcebibles venganzas que anhelan satisfacer mis implacables enemigos de la ARISTOCRACIA SANTIAGUINA.
Podría también variar de casa hospitalaria aceptando, por ejemplo, los benévolos ofrecimientos que me han hecho para ir a compartir con mis leales amigos las amarguras de esta tan inmensa como injusta caída, en otra generosa Legación.
Pero convencido como estoy de que no encontraré ya seguridad en ningún punto de la tierra, porque mis adversarios irán hasta el fondo del mar, si allá puedo ocultarme; convencido de que no debo esperar justicia alguna entre mis conciudadanos, a quienes si Antes, sin embargo, de cerrar por mi propia mano el libro de mi vida, quiero exponer a la faz del mundo la razón de mi conducta como Presidente de la República de Chile.
Quiero legar a los primeros mandatarios de América y del viejo Continente, tanto actuales como venideros, la pauta a que deben obedecer en todas circunstancias los gobiernos honrados que tienen una clara concepción del principio de autoridad y que marchan Quiero que en la historia humana se grabe con letras que no se borren, la página que va a continuación, la cual es fiel reflejo de la verdad, viva encarnación del amor a la patria y resplandor que ilumina el vastísimo horizonte de la gloria.
Para alcanzar este sano y útil propósito, apelo a la franca amistad de usted, mi querido general. Cuando me cupo el honor de representar diplomáticamente a mi país cerca suyo, usted me prometió servirme en todas las ocasiones de mi vida. Cobro ahora el He encargado a Julio Bañados Espinosa que haga la historia completa de mi administración. Pero debo anticiparme a este libro, a fin de no mantener suspendido por mucho tiempo sobre mi memoria el fallo de la historia.
Adiós, mi general y viejo amigo, y que el Hacedor conserve a usted su vida, sin las asperezas y amarguras de la que voy a desprenderme por mi propia mano.
José Manuel Balmaceda»

En último término, la única y verdadera ambición de don José Manuel Balmaceda consistía en legar limpio su honor a la eternidad. ¿Y si fuera éste el único y legítimo derecho merecedor de ser preservado por el ser humano? ¿Qué es el honor sino la dignidad «Mi vida pública ha concluido.
«Debo por lo mismo a mis amigos y a mis conciudadanos la palabra íntima de mi experiencia y de mi convencimiento político.
«Mientras subsista en Chile el gobierno parlamentario en el modo y forma que se han querido practicar y tal como lo sostiene la revolución triunfante, no habrá libertad electoral, ni organización seria y constante de los partidos, ni paz entre los círculo «Gobierno popular representativo» llamó a la expresión de su visión de la democracia:
«Sólo en la organización del gobierno popular representativo, con poderes independientes y responsables y medios fáciles y expeditos para hacer efectiva la responsabilidad, habrá partidos con carácter nacional y derivados de la voluntad de los pueblos, y Hasta el fin dio nombre de «revolución» a lo que había sido lo contrario y sublevación contra el gobierno legalmente constituido, pero fue lúcido para avizorar las contradicciones de quienes se habían unido para no perder el poder:
«El régimen parlamentario ha triunfado en los campos de batalla, pero esta victoria no prevalecerá. O el estudio, el convencimiento y el patriotismo abren camino razonable y tranquilo a la reforma y a la organización del gobierno representativo, o nuevos

Clama por «reformas» como Arcos y Bilbao clamaban por «regeneración»:

«Este es el destino de Chile y ojalá las crueles experiencias del pasado y los sacrificios del presente, induzcan la adopción de las reformas que hagan fructuosa la organización del nuevo gobierno, seria y estable la constitución de los partidos políticos

Y, ya al fin de sus días, no ve derrotados los principios ni muerta la esperanza para la patria:
«No hay que desesperar de la causa que hemos sostenido ni del porvenir.
«Si nuestra bandera, encarnación del gobierno del pueblo verdaderamente republicano, ha caído plegada y ensangrentada en los campos de batalla, será levantada de nuevo en tiempo no lejano, con defensores numerosos y más afortunados que nosotros, y flamear

Después de recordar estos pensamientos escritos con tan claras palabras horas antes de la muerte, me siento aturdido, estrujado el corazón. Se me viene a la mente el último dictado de don José Manuel. Estaba sentado ante su alto escritorio de jacarandá; La noche aquella, sabedor de su muerte, pero sin poder enterarme de la verdad sobre sus últimos momentos, anonadado, el alma en el suelo, me fui a vagar a la sin rumbo. No voy a mentar al amigo donde mis pasos me llevaron. Por él supe del más desamparad Tardé en percatarme a cabalidad de cómo los restos mortales del Presidente Balmaceda hubieron de sufrir una larga peregrinación antes de hallar definitivo reposo. Algún tiempo después serían vueltos a sacar del mausoleo de los Arriarán para llevarlos a l Veo siempre a Rufina Lagos, pero evita mis preguntas. Sólo sé que salió deshecha de la Legación Argentina, donde hasta el último acompañó a don José Evaristo Uriburu, como si hubiese sido único deudo de don José Manuel. Calló mucho tiempo y su mudez fue La acompañé. Nos sentamos en unas silletas en tomo al brasero. Se puso a hablar sin llanto, voz monótona, los ojos perdidos en una imagen interior:
-Nadie hubiera creído que estaba a cuadra y media de La Moneda, en la calle del Alamo ¡Si los maldicientes corrían la bola de que se había fugado del país! Ni los sirvientes del cónsul sabían que él estaba allí, pues ocupó un ala vacía de la Legación. P Tenía los ojos asentados, unas bolsas en vez de ojeras, los párpados translúcidos, tan apegados a los globos de los ojos como los labios a la dentadura. ¿No se ha fijado usted que a los enfermos graves se les pegan los labios a los dientes?... También le

 

 

 

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