La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

 

 

RUMBO A ÍTACA
VIRGINIA VIDAL

Copyright: Virginia Vidal
ISBN 980-290-004-4

Cuando emprendas el viaje hacia Ítaca,
ruega que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
.........................................................................
Siempre en la mente has de tener a Ítaca.
Llegar allá es tu destino.
Pero no apresures el viaje.
Es mejor que dure muchos años
y ya viejo llegues a la isla,
rico de todo lo que hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te dé riquezas.
...........................................................................
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Sabio como te has vuelto, con tantas experiencias,
habrás comprendido lo que significan las Ítacas.

Kavafis: ÍTACA

EN CUANTO despierto, voy a asomarme al ventanal para saludar este panorama de parque y barrio remolón. Hoy diviso a los trabajadores del montón de piedras y a los vecinos aglomerados alrededor de un cantero, más allá de los juegos infantiles. Salgo a ver

Sobre la tierra, está el cuerpo del inocente Manuel formando una cruz. Los ojos entreabiertos, las pupilas revertidas a lo más hondo de los párpados superiores. El cuerpo muy tieso, muy estirados los brazos. Dios mío. Clavos de no menos cuatro pulgadas le

Una arcada me dobla y empiezo a arrojar bilis. Las piernas se me ablandan. Empapada de sudor frío. Unas vecinas me sujetan. El zumbido de oídos se apaga por los crecientes sollozos.

El inocente Manuel se crió en este barrio. Un poco entenado de todos. Rodeado de perros. Amigo de los niños. Siempre a tiempo para cargar la bolsa del mercado. Comía en cualquier casa y pedía pan para las palomas, les hacía casitas. Se encaramaba a los ár

"Hay un pájaro verde puesto en la esquina
esperando que pase la golondrina
yo no soy golondrina soy un muñeco
que cuando voy a misa me pongo hueco..."

Manuel no olvidó jamás la cantilena. En más de una ocasión un policía afuerino le dio palos. Pero nunca faltaba el vecino que acudiera en su defensa....

Llega el carro policial. Bajan los hombres armados. Forman un cordón. No dejan pasar a los reporteros. Advertencia general a los pobladores: prohibido comentar la muerte de este individuo. Aquí no ha pasado nada. Dispersarse.

Viene el cura. Tiene que pelear para cruzar y arrodillarse junto al cadáver. Lo va a persignar, pero apoyado en ese pecho se afirma para contener la náusea. Vomita. Una corriente simpática provoca la arcada en cadena. Hombres y mujeres tratan de atajarla

Los vecinos han desacatado la orden y en la morgue exigen la devolución del cadáver. Quieren velarlo en la capilla. El director de la escuela está dispuesto a refrendar cualquier documento, aun si es preciso afirmar que él es el único pariente. Lo toman p

Decaigo. Una fiebre pertinaz me lanza en un pozo de desvaríos. Veo a Mauro crucificado como Manuel. No: es Zlato ardiendo en una pira. Manuel grita dormido como Mauro. Éste, convertido en el bobo marica, lanza migas a las palomas...

De pronto siento a Mauro aplastándome. Su rostro de angustia casi toca el mío. Sus manos, su cuerpo, quieren sofocarme, destruirme, pero su cara refleja piedad y sufrimiento. Algo tan real, hasta huelo su hálito, percibo la elasticidad de su cuerpo, su ti

Y luego quisieras confundirte en todo
Y tenderte en un descanso de pájaros extáticos

En un bello país de olvido
Entre ramajes sin viento y sin memoria
Olvidarte de todo y que todo te olvide

Vicente Huidobro: SINO Y SIGNO

¡A MAURO le llegó la herencia! Ni se la esperaba. Me ofrece un viaje donde yo quiera. Estoy loca de alegría. Nos emborrachamos con un vino 'grigio', desvariando a qué punto partiremos. Soy yo quien debe decidir.. Me voy a una agencia y descubro que es u

Dejamos nuestro departamentito de Parma, nuestra ciudad adoptiva, amarilla, olorosa a violetas, con ecos de Verdi y partimos a Moscú.

Ya habrá tiempo para conocer esta aldea gigantesca, no nos desviemos de la meta. Antes de lograr la conexión, alcanzamos a ver algo de ella. Vamos al Bolshoi, al ballet "Ana Karénina". La más grande novela de amor inspiró al músico Schedrin. Expectación e

De madrugada nos embarcamos en un Tupolev. Volamos varias horas y descendemos en Tashkent. ¿Qué haremos? Nos ubica una mujer de intenso mirar, agrandados los ojos y unidas las cejas por un misterioso cosmético. Es la guía, Nasturá. Nos conduce al hotel. L

De vuelta, ella nos sugiere comer plof, un arroz con cordero intensamente perfumado con los condimentos berberís, raiján, yambul y zariá. Mauro ríe:

-Había una vez unas princesas encantadas, se llamaban Zariá, Yambul, Raiján y Berberís...

Nasturá no comprende bien la broma. La invitamos a la terraza. Yo quiero tomarme un trago.

Frente al hotel, una escuela universitaria. En el pórtico, un grupo de jóvenes. Las muchachas fuman. Nasturá, no. Tampoco bebe algo que tenga alcohol. Le pedimos que nos cuente de su vida.

Tiene dos hijos y no quiere más. Es la hija menor de diecinueve. Su madre es Heroína Nacional por haber parido tantos.

-Mi madre alcanzó a usar el parandzhá: un velo de crin que se le ponía a las niñas al cumplir siete años para taparles la cara y no se lo sacaban hasta la muerte. Fue eliminado en los años treinta, pero costó. Dicen que fueron quemadas vivas las primeras

Y nos habla de los emires que echaban a su harén a nadar en la piscina, para escoger a una: quien fuera más hábil en pescar la manzana que el señor, desde un tronito, lanzara en un momento sorpresivo.

Trato de imaginarme con un velo de crin, tapada eternamente, sólo el marido y los hijos podrían contemplarme. Iría al mercado cargando un chiquillo, con el bolso de compras, cuarenta grados a la sombra en verano, como un fantasma cubierto de negra y espes

Muy de mañana salimos a la excursión, luego de haber comido pan con lipioshki, aromática semilla, masa densa, mazacotuda, pero sabrosa. Sopa de leche cuajada y cereales, ensaladas, frutas.

Nasturá anda con la cabeza descubierta, como las estudiantes. Pero las demás mujeres llevan mantos. Los hombres usan turbante o unos solideos llamados tiubeteikas.

Llegamos al antiquísimo canal Palvan. Algunos jinetes montan camellos. Canal es la metáfora. El esfuerzo, la vida y el sueño.

En un gran solar nos subyuga un viejo juego: una cuerda floja sujeta por dos postes, un gracioso muchacho se equilibra con ayuda de una pértiga. Un viejo toca una flauta, Como si encantara a una serpiente.

Estamos suspendidos en el aire seco, en la atmósfera luminosa.

- ¿Por qué vinimos? -me pregunta Mauro.

-Porque yo quiero ir a Samarkanda y tú consentiste en acompañarme.

-¿Qué significa para ti?

-Un mundo vedado. Sueños de infancia, magia de las mil y una noches, el lugar donde se refugia un jinete pretendiendo escapar de la muerte... ¿Y para ti?

-Un nombre sonoro, como Atacama o Aracataca. Eco algebraico. ¿Sabes quién es Aljorezmi?

-Ni idea.

-Un astrónomo que inventó el álgebra...

-Mauro, te noto triste.

-Ocurrencias tuyas. Sólo motivado. Este aire me recuerda el desierto de allá. ¿No te digo?

Le aprieto la mano. En aquel desierto está el campo de concentración donde Mauro pasó dos años...

Volvemos a almorzar al hotel. Tengo ganas de tomar vino y ninguna de ir al ayuntamiento. Mauro irá. Tiene paciencia para oír la vida de un pueblo trasmutada en cifras...

En la noche, elegante función en el teatro 'Alisher Navvi'. Danzas sensuales, voluptuosidad hasta en los trajes, refinamiento. Nasturá se ve hermosa en su traje de terciopelo color magenta.

Seguimos hablando después de la función. Más cifras, datos, anécdotas. ¿Sirven para develar o encubrir la realidad? Mauro, gigantón, tierno, escucha a la guía con deferencia. Nos llega amortiguado el ruido de las guitarras eléctricas: rock uzbeko. Me dist

A la mañana partiremos a Bujara, la patria del poeta astrónomo Omar Jayán. Antes de caer en el sueño profundo, oigo el habitual gemido de Mauro.

Desgarrador gemido que me eriza y exaspera. No sé qué es más terrible, si sus dientes rechinantes, moliendo pesadillas o el grito de hombre que se hunde en un pozo. Desde que salimos de allá, ese grito me ha enfurecido, desvelándome, haciéndome aborrecerl

Ni sé cuándo me he metido en el vehículo que nos lleva hasta un pórtico de encaje azul y turquesa: de las arenas ha surgido la más pura imagen del agua detenida... En el interior de la cúpula, entre el sobrerrelieve de los enganches, de las estrellas de s

"La religión se dispersa como la neblina, el estado se destruye, los trabajos científicos restan eternos".

Mauro comenta:

-Remansos del olvido, fundidos o confundidos esos nombres con las volutas, en un lugar donde el azul más luminoso lo inventaron los hombres desde las arenas más áridas.

Él toma apuntes y yo admiro los mosaicos verdes, amarillos, café, con secreta alegría, por la reanimación de Mauro...

Me veo en una curtiembre de caracul, abismada al oprimir esos cueros sedosos, con ondas cambiantes. "Lago negro", "oro blando", eso es el caracul, según el ingeniero agrónomo que nos conduce. Pieles de nonatos de ciento treinta días, curtidas con levadura

Mis manos se sumen en un oleaje de mar tormentoso. Toda la gama del gris, desde el chinchilla a la nube amenazante que deja entrever un jirón de cielo límpido.

-El animal no debe vivir en cautiverio -habla el especialista-: tiene que pastar libre, a campo abierto, porque si está prisionero se altera su metabolismo y la piel saldrá fea...

Mauro se recoge como si le doliera el estómago. Percibo esa vibración suya en tanto acaricio pieles de un negro puro. O marfileñas, y cremosas o con visos dorados. Hasta que descubro una entre acanalada y turmalina o rosa del inca: reflejo crepuscular de

-Esta es la perfecta, la joya de Bujara, de esta ciudad famosa desde siempre por poseer el caracul más preciado de la tierra.

Yo acaricio con mis yemas la piel y me hundo en sus ojos. El habla con ese modo tan oriental de realzar toda mercadería. Le pido permiso para acercar el cuerito a mi mejilla. Acepta sonriente. Mauro no toca nada. Como siempre, observa...

Seguimos ruta y pasamos por unos lugares donde están lavando la tierra para desalarla. Más adelante, la carretera está bordeada de almendros floridos. ¡Ese es el tono de la piel que acerqué a mi cara!

Almorzamos plof en gigantescas fuentes, los aromas del cordero aliñado con nombres de princesas nos van impregnando hasta los tuétanos. Nuestro anfitrión es un personaje increíble: macizo, casi cuadrado, tal campeón de 'sumo'. La cabeza rapada brilla como

Nos vamos a dormir rendidos. Como todas las noches, me despertará el gemido de Mauro. Su parte más secreta, la no revelada, esencia de sus sufrimientos, pugna por aflorar. O acaso es el eco de un extinguido temblor. Toco su frente Fresca. Amaso su nuca, h

¡Por fin llegamos a Samarkanda!

El desierto Kizil-Kum es irreal. Lo surcan canales marcianos o pistas para naves extraterrestres, formando laberintos que no conducen a ninguna parte. El Camino de la Seda. En ese mar de arenas se divisan las montañas del Pamir. Se nos acercan las puras

Mauro queda fascinado ante las ruinas del observatorio donde Ulugbek descubrió más de mil estrellas: el círculo de la base y parte del sextante, mármol en riel de bronce, testimonios de la destrucción de los invasores mongoles.

El cielo es la cúpula azul repetida en las mezquitas. Visitamos una que sobrevive desde hace nueve siglos. Nasturá nos traduce una inscripción:

"Si en el mundo existe una puerta que nos conduce al paraíso, es ésta".

Apoyada en el quicio, ruego: puerta, si no al paraíso, condúceme a la paz conmigo misma, a la fuerza para soportar la infamia, a la alegría interior, a la ataraxia absoluta... Sin entender, oigo a la guía:

-...la bijrá indica a la Meca, lugar santo, desde este lugar igualmente santo.

Es a Mauro a quien se dirige, con fulgores de esos ojos realzados por el polvo negro plata del antimonio. Sus cejas espesas unidas por el cosmético me dan la sensación de ira, me parece que no me quiere.

Recorremos pasillos, mudos patios, ruinas espléndidas. Mauro, apoyado en mi hombro, dice burlón:

-En realidad, parece que no es aquí donde me está esperando.

Me demoro en entender. Siento un ramalazo frío. Procuro bromear:

-No pedimos un caballo para venir hasta acá ni pretendimos huir. A lo mejor, hemos venido a juntarnos con la vida.

Esa noche Mauro me invita a mirar el cielo. Me cuenta que en el campo de concentración se estuvo dedicando a los astros. Organizó a un grupo de aficionados, hicieron cursillos y hasta consiguieron un telescopio.

No puedo menos que recordar una lejana noche cuando me invitó a observar a Saturno rodeado por la luminosa elipse de su anillo.

Me cuenta que vieron alucinantes visiones celestes, verdaderas auroras boreales en pleno trópico. Creyeron haber enloquecido, víctimas de un espejismo colectivo; por suerte, una radio de onda corta les ratificó la existencia del extraño fenómeno.

Saturno y su anillo... No pensar en el antes, aunque siempre se esté dando la mano con el ahora. ¿Quién soy? ¿La que buscó en Saturno el pretexto para pasar la noche con el amado? ¿La desterrada, a pesar de sí misma? ¿Hasta de sí misma? ¿La viajera hedoni

En el Foro de las Arenas está la medersa o universidad islámica donde Ulugbek enseñaba astronomía. Al frente, una más reciente. En su frontis, dos tigres de cabezas leoninas persiguen a sendas gacelas. Sobre cada felino sonríe un sol indiferente a la rapa

Todos los integrantes del tour somos invitados a cenar a un sovjós. Vamos a ver, por fin, qué es aquello infinitamente mayor que cualquier fundo, finca, hacienda, ejido o estancia: un complejo agroindustrial estatal.

Como siempre, son varones nuestros huéspedes. Nos reciben en un corredor, sentados en posición de loto sobre cuadrados catres de madera. Tímidas mujeres nos traen té verde y se deslizan desapareciendo en el fondo del corredor. Charlamos, es decir, nos dan

Al fin, un salón inmenso con la mesa puesta. Por cierto, los hombres han cocinado el plof. Es su privilegio. Nasturá luce como nunca: chaleco de terciopelo bordado y vestido con tonos violáceos, purpúreos, azul nazareno, en seda tornasolada donde triángul

- ¡Cuidado con las horquillas, que se te soltó el moño!

Mi acompañante no es mongol, más bien turco. Vaya uno a saber en un país donde más de cien etnias se entrecruzan. Me conduce entre las moreras hasta una habitación toda cubierta de tapices, salvo en el cielorraso. Él se descalza, yo lo imito. Las fabulosa

Cuando subimos al autobús que nos llevará al hotel, me trasmina el amurramiento de Mauro. No se sienta a mi lado.

Él se va a quedar contemplando el cielo mientras yo duerma sin que, ni siquiera, me despierte su grito...

Pasamos por una puerta incrustada de nácar, plata y marfil. Nos traducen una inscripción: "Es feliz quien negó el mundo antes de que el mundo lo negara".

Cúpula turquesa acanalada. Ladrillos amasados con yemas de huevo y leche de camellas, sobreviven a los siglos y en ellos se quiebra cada rayo de sol o luna variando las texturas por la eternidad. Entramos en las tumbas de los timúridas. En una hay una eno

-Es feliz el negado por el mundo, ¿no? -dice Mauro con burlón reconcomio, hablando como al aire.

-No sé. Yo no juraré como Pedro, pero creo que no te negaría. Ni me negaría yo misma. Aunque ya traté de borrarme. Como si hubiera estado pintada en un pizarrón.

Pone su mano en mi nuca, presiona mi cuello. No me llega el escalofrío que antes me provocaba esa caricia, sólo la tibieza de la palma.

-Estoy borracho de calor.

-Samarkanda está borracha de calor.

Nos hemos escapado para descubrir la ciudad por nuestra cuenta. En el antiguo mercado compramos sendas batas de seda a rayas magenta, gris, amaranto: los jaláts. Me pruebo uno. Las mujeres se vuelven horrorizadas, comentando en voz alta. Gesticulan, me ha

En los mesones del mercado, cerros de damascos secos, pasas ambarinas, rosadas, verdosas; ciruelas negroazuladas, dátiles bruñidos, melones colocados en una red especial: todo el dulzor del mundo brotado de la sal de Samarkanda.

Compro una infinidad de condimentos: me hago entender hasta que consigo el nombre de cada uno y lo anoto en cada paquetito. A ver si, como antes, inventamos sabores, hace mucho que Mauro perdió esa afición. Nos metemos en una tienda de porcelanas. Juegos

-Saca la cuenta -me dice Mauro-: se reúne una familia uzbeka; le basta una sola madre heroína y pueden juntar fácil unas cien personas. Y si la mesa está bien puesta...

Compro dos fuentes de cerámica pintadas a mano:

-Amor, aquí serviremos el plof que tú hagas, ya sabes: es cosa de hombres...

Salimos del mercado y paseamos por una umbrosa avenida de viejísimos árboles. Vamos contentos. Dueños de Samarkanda.

En eso, siento un feroz pellizco en una nalga. Me vuelvo furiosa. Sólo veo a un viejito de rala barba blanca, ojillos renegridos y rugosa piel de marfil antiguo. Los ojos lanzan rayos burlones. Se aleja solemne... No nos queda sino reír.

-¿Ves? Esa es la venganza por ponerte un jalát -bromea Mauro, rodeándome con su brazo.

Desde el mismo lugar donde Alejandro Magno creyó ver a toda Asia conquistada (¿o acaso fue allí donde se convenció de que esa empresa lo sobrepasaba?), contemplamos el antiguo asentamiento de Samarkanda: Afrasiav. Mientras pienso en Alejandro y su breve e

-¿Por qué tienes pena? ¿Acaso saudades de una chimenea de la otra vida? Olvídate. todo eso fue en una anterior encarnación. Ahora te espera tu departamentito con calefacción central, en tu ciudad amarilla, con olor a violetas. Y a queso...

Mauro consigue hacerme reír. Le sigo el juego:

-¿Qué eras tú en tu anterior encarnación?

-Un hombre vivo -responde lacónico; su rostro se torna impenetrable.

Lo tomo del brazo. Me lleva hasta unas pequeñas urnas de cerámica. Allí metían los huesos mondos de los cadáveres, luego de haberse podrido la carne, por estar llena de pecados... Le impresiona terriblemente la figura de una bailarina carbonizada y exclam

-Mírala. Inmortal. Los siglos no son nada. Su pie parece suspenderla en una pirueta eterna. Ella lo logró. No Nijinski. No la Ulánova. Estos son sólo nombres. Ella, la anónima, eternizó su danza. ¿Ochocientos años? No son nada. Ni siquiera una pausa mient

La animación de Mauro me asusta. ¿Por qué sólo se anima en la confrontación con la muerte?

Volvemos por el camino polvoriento. El vehículo se detiene próximo a una cuadrilla de sembradores. Descendemos. En esta huella del desierto están plantando moreras. Se me antoja plantar una. Le pido ayuda a Nasturá. Los trabajadores asienten. Meto el arbo

Última noche en Samarkanda. Hemos brindado con un vino espeso, ajerezado. Cuando ya estoy dormida, Mauro da el grito y me despierta. Farfulla con voz pastosa:

-Volví a caer en la piscina...

-¿Qué piscina?

-Tú no sabes. Allá en la oficina del Norte Grande. Todos los días, antes del alba, nos sacaban de las barracas, sólo con taparrabos. Nos hacían trotar hasta la piscina. Debía remontarme al tablón más alto y lanzarme. Rompía la escarcha con la cabeza. Desp

- ¿Por qué tú?

-No sé. Acaso porque tenía fama de ser insensible al dolor.

-Eso no es verdad, hijito. ¿Por eso gritas todas las noches?

-No sé. Parece que es por la picana eléctrica...

Retraso en el aeropuerto. Hace un frío infernal, pero el sol refulge. Un sol frío. Habrá de estar sonriendo.

Nasturá anda con un abrigo de caracul adulto de renegrida y rizada pelambre. Así es la barba de Mauro.

Me distraigo mirando unas vitrinas mientras ellos se despiden. Me llaman la atención entre las sedas y las artesanías unas feas fajas y sostenes de color rosado chillón. No vaya a ser que Mauro me haga la pesada broma de comprarme una.

Nasturá es gentil. Me llama y obsequia con un ramo de flores. A él le ha regalado una curiosa tabaquera de coloquíntida.

Al fin, nos embarcamos. El avión despega. Mauro abre la tabaquera. Un papelito en el interior: indescifrable escritura árabe. Discutimos si quedarnos con el enigma o intentar encontrar un traductor. Apostamos: un versículo del Corán. Un verso de Omar Jayá

Ahora somos huérfanos de Samarkanda.

¿Cuál es mi camino? La subida más ardua e interminable
y di: yo solo he de salvar la tierra entera.
¿Dónde vamos? ¿Alguna vez venceremos?
¡No preguntes, combate!

Kazantzakis: ODISEA (Raps. XV, 821 - 4)

HE PASADO la fiebre reviviendo esos días de Samarkanda. Mauro se me aleja, se aproxima, no logro alcanzarlo.

Tía Charo me cuida, me soporta. Una depresión profunda me tiene anulada. Quiero dormir, dormir... No pensar. Sólo revivir el último tiempo pasado con Mauro. Descifrar su código de angustia. Pero tía Charo me obliga a sujetar las madejas de lana para ovill

No puedo seguir inmovilizada. Tengo que salir a caminar. Empezar de a poco, pero seguir varias horas al día. Al principio, ella me acompaña.

Atravesamos barriadas. Muy cuidados los jardines comunales por los trabajadores del montón de piedras, pero abandonados los antejardines de los chalecitos. Invasión de malezas. Desaparecidos los diamelos, secos los jazmines, hirsutos los rosales. Invasión

El orín corroe las rejas y celosías. Una pátina verdosa oculta los bronces. Calles completas, sectores enormes están matizados en gris o desvaídos en sepia, cual escenografías de Kantor. Esos mismos tonos de primitivos daguerrotipos cubren los cuerpos de

Hoy, tengo la noción de un nuevo deporte. No es la violenta y fresca sinfonía del hockey en el hielo ni la artificiosa furia del catch ni el claro propósito de imponerse del box. Nada de eso. Es la mezcla de todas las violencias. Algo peor que un toro con

Empieza el partido.

El Huanaco los persigue y lanza el chorro poderoso. Los niños corren para esquivarlo. El Huanaco es muy pesado, pero lo dirige una adiestrada y ágil mente humana. Voltea, persigue, adivina como ojo de Dios. Lanza el chorro preciso y tumba a los niños que

Ayer lo practicaron con las viudas y madres de los fusilados. Pero ellas inventaron una nueva regla del juego y decidieron no huir. El chorro las arrolló. Ellas se cogieron de las manos, tiradas en el lodo. El agua transparentó sus vestimentas sobre pezon

Los niños, sí. Lloran de dolor, de frío, de miedo. Tiritan, llegan temblando a sus casas. ¿Y si las madres los castigan? ¿Si a ellos les pegan como creyendo verlos transformados en huanacos? Uniformes de sarga y franela, chaquetas de lana no se secan en u

Un chofer uniformado, una panza con miles de litros de agua para escupir y hartos niños. El Huanaco siempre gana.

Más allá del campo de juegos, el cordón policial. Barricadas y fogatas. Nubes rastreras de gas lacrimógeno. Altavoces anuncian: nadie puede entrar ni salir. Avanzo con calma por una veredita y saludo atenta al oficial. Con aire de caída de la luna le preg

Ahora puedo acudir a mi cita.

Por fin, abrazo a Heraldo, el amigo fiel, quien nunca dejó de escribirme aunque no le respondiera, él supo averiguar todos mis paraderos:

-Aquí me tienes, más enfermo, más herido, pero escribiendo; con las manos cortadas, pero escribiendo, con la lengua cortada, pero escribiendo. No me llames Heraldo. Llámame Lavinio.

Lágrimas y risas. Y vino nuevo, con algo de lagrimilla.

Pero este encuentro hay que celebrarlo, dice. Y me lleva a uno de esos lugares que nunca sé si existen de verdad o él los ha hecho surgir frotando su lámpara de Aladino. Se enorgullece con malicia por mi sorpresa ante un rincón inédito de esta ciudad que

Al entrar, no sé si estoy en una guarida de artistas o en una cantina: afiches antiquísimos de Mucha, Hohenstein, Erté. En las murallas, poemas escritos. Amarillentos programas de ópera y teatro anuncian a Fedor Chaliapin y a Sara Berndhart. No hay mesas,

Como casualmente van llegando otros amigos. Mino, tan elegante, parece un ejecutivo del manual de Korda. Roni, estrictamente de gris. caballero inglés. Agar, exótica, con algo de madre gitana, y un collar con cuentas como huevos de paloma, si no fuera de

-Me he mudado de nombre. Jamás me vuelvas a llamar como antes: ya me inscribí legalmente como Honorio...

Nos faltaría vida para contarnos todo lo que hemos visto, soñado, sufrido. Torturas lenificadas con láser, ultravioletas, infrarrojos y nuevos pesares; amores muertos, amores tuertos; fortunas y proyectos esfumados, jugarretas del destino; renuncias; acom

Estamos tan inmensamente felices de hallamos juntos. Ya son recuerdo esos días transcurridos afuera, los sucios anónimos que aterraban a algunos, las sombras inasibles de los soplones, los odios, las intrigas, las malquerencias, el irrespeto de unos para

El fabuloso delirio es interrumpido por un ensordecedor estruendo. Se apagan las luces. Seguro que de aquí no salimos hasta el amanecer. Dudoso que llegue la luz antes del toque...

Por atávico reflejo seguimos hablando en voz muy baja. Tanteamos los vasos y a la luz de un encendedor alguno escancia...

De repente, irrumpe en la oscuridad el suave murmullo de una voz como salida del fondo de los tiempos, traspasando todos los estados de sitio, todos los toques de queda, desafiando patrullajes y apagones. Es una voz confiada y vacilante al mismo tiempo, c

-Amarilli mia bella.

Y esa pura voz varonil expresa en juego de armonías un mensaje de dolorido amor, de imperioso anhelo: abre mi pecho y en él leerás...

Misterio del dolor trasmutado en fuerza tanto o más poderosa que la dicha misma. Misterio del coraje humano capaz de exprimir valor de la debilidad y el desquiciamiento para exhalar un hálito redentor. Esa canción que ninguno de nosotros conoce, nos penet

Afuera, bombas, disparos, gritos ahogados, espaciados por un silencio ominoso. Aquí adentro, calidez oliente a vino añejado en antiguos barriles, nuestro atento recogimiento y esa voz que nos espanta todo miedo y nos hace sentirnos seguros. En las tiniebl

El hombre termina su canto. Un silencio intenso y breve precede al aplauso y al vítor... Pero vienen los mozos con velas titubeantes y apostadas en improvisados candeleros de botellas, distribuyéndolas sobre los toneles.

Nos levantamos para saludar al artista. Un hombre tímido, pobremente vestido, con ojillos acuosos y cara marchita. Rehuye entablar diálogo. Se niega a cantar algo más.

Agar, práctica, ordena una parrilla con embutidos sureños, indescriptibles menestras que manan espaciosas vaharadas. Los demás discutimos. ¿Somos acaso habitantes de un mundo de gnomos condenados a ser sólo en la oscuridad? Cantar en tinieblas. Amar en ti

La luz eléctrica no vuelve. Heraldo presenta una moción de orden: comer mascando lentamente, trasegar sin ordenanzas y ordenar el debate.

Cuando termina el toque, salimos a la ciudad que duerme como si no la alterara congoja alguna. Una luminosidad lechosa acentúa los rasgos de nuestras caras empalidecidas. Nos miramos unos a otros reconociendo tiempo recolectado, macerado, apisonado, expri

Nos vamos dispersando sin prisa. Heraldo y Mino me acompañan.

Tomados del brazo, caminamos alegres. En eso vemos humo. Un cordón de soldados. Se quema un vehículo policial. Dispersos, los cadáveres de uniforme verde-miedo. Relucen las botas negras en piernas detenidas en piruetas estáticas. No nos acercamos demasiad

- ¡Qué lindo! ¡Miren qué lindo! ¡Qué bonito como se quema el autobús!

Otra comenta en voz baja, pero nítida:

- ¡Mira, allá sí que está bonito! ¡Más lindo todavía!

Miramos donde ella indica: más soldados muertos. Siento esa arcada que ya va siendo cotidiano reflejo. Trato de entender el significado de 'lindo' y la boca se me llena de agua amarga. ¡La muerte es "linda", el odio tiene cara de alegre muchacha madrugado

Se aproxima más gente y Heraldo me sostiene. Un chiquillo se agacha en ademán de atarse los cordones y desliza algo por el borde de mi bota. Se levanta ágil, avanzando entre los que saborean el espectáculo de agonía. De lentitud para transportar a los her

Vienen llegando más uniformados con perros policiales. Orden perentoria de dispersarse. Sin prisa se alejan esos madrugadores con aspecto de trabajadores con el hoy privilegio de tener horario que cumplir. Sin prisa caminamos nosotros. Me acompañan a casa

Pongo a hervir el agua y voy a cambiarme ropa. Al descalzarme cae el papelito. Son las instrucciones de la resistencia a la población para la próxima huelga general. Guardar agua, combustible, velas y provisiones no perecibles. No ir al trabajo. No mandar

Les propongo a Heraldo y Mino que descansen un rato, pero prefieren volver a sus casas. Heraldo, muy grave, nos comunica:

-Comadre, empezaré por completar esa lista de instrucciones. Voy a comprar un vinito. Nunca se supo que estuviera de más.

Mino repone, impertérrito:

-Después de afeitarme, me voy a la empresa y les anuncio un lock-out. Después negociamos...

Me meto a la cama, dispuesta a dormir como quien se embarca para una larga travesía...

Estoy sola en una catedral. Al centro de la nave cae por un hueco un rayo de sol. Ilumina el meridiano de bronce incrustado en el mármol del piso, en su último tercio. Camino creyendo no ver. Un enorme mural. La Virgen lleva unos anteojos idénticos a los

Me debato hasta apartar los almohadones de pluma. Ya calmada, rehago el sueño y me sumerjo en un mundo de asociaciones y recuerdos.

Última noche en Moscú. Caminamos. Tomo de la mano a Mauro. De repente siento que es mi hijo, el que no tuve ni deseé. Sí. No quise tener hijos. Mauro fue mi opción. Él colmaba todos mis afectos. Nos queríamos a muerte. Nos peleábamos a muerte. Trabajábamo

Está sonando el teléfono. Me cuesta remontarme. Demoro un rato en reconocer este dormitorio que sólo compartes en mis ensoñaciones.

Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad te ha de seguir. Darás vueltas
Por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo.

Kavafis: LA CIUDAD.

EN PARMA, nos esperaba un montón de cartas, paquetes de libros y revistas. Una invitación para Mauro a un congreso de intelectuales en el exilio. Pero qué bueno, a ver si esto lo reanimaba. Acaso iba a utilizar alguna idea de su trabajo sobre Miranda par

- No sé todavía. Para decirlo con palabras de Miranda, allí se va a "filosofar y a politicar" bastante.

Cayó en el ensimismamiento como si sólo escuchara una voz interior.

Al seguir revisando la correspondencia, encontré algo extraño. Un sobre con una simple casete. La metí en la grabadora. Música de allá, nada especial, insulso, como un programa de radio. Luego, una pausa, ruidos. Y una voz entrecortada procurando dejarse

"Estaba muy mal y él no era así. Parecía una piltrafa humana. No se le reconocía. Me miraba sin ninguna expresión. Yo pensé que se iba a alegrar de verme, o algo así, pero me miraba solamente y parecía que estaba vacío, como un robot. No sé. No parecía un

La voz se quiebra en las últimas palabras. Luego, una frase muy breve sobre el torturado profesor Federico Álvarez, acerca de este testimonio de su viuda.

Me abrazo a Mauro nula, impotente. Aunque viva mil años, no podré olvidar la voz de esa mujer.

-Mauro, Mauro, tienes que llevar esta cinta al congreso.

Él calla, el rostro como máscara. Se suelta de mí con un "voy a caminar". Me quedo reviviendo el espanto.

Pasan horas. Mauro llega extenuado. - ¿Dónde estuviste?

-No me acuerdo. ¡Ah! Caminé.

-¿Cómo, Mauro? Tienes que haber visto algo, haber estado en algún lado.

-Y, bueno. Como siempre, a la plaza, el campanil. La iglesia. Me gusta ver los signos de las estaciones esculpidos. Son mi zodíaco...

Así yerra, como si quisiera perder algo.

Cuando duerme, lo observo. Me duele su cara esculpida por el sufrimiento. Antes, sus rasgos eran firmes. La primera vez que lo vi, me lo imaginé tallado en algo muy duro. Ahora esas líneas están como cernidas. Tamizadas en la atmósfera enrarecida de un se

Mauro se va a París. No quiere ningún encargo. Maldad. El sabe cuánto me gusta algo comprado por él, pues tiene mejor ojo que yo para los colores. Me dice que estará de vuelta en cinco días, una semana a más tardar.

Pero pasan dos y ni una noticia suya. Ya empiezo a fantasear con cosas terribles. Por fin, me llama. Ha aceptado un trabajo. No volverá tan luego. Me va a escribir. Me recomienda que no falte a un seminario en Split: "no te preocupes por mí'.

Su decisión me deja de una pieza. Pero esto puede ser un buen síntoma.

Sin embargo, parto a Yugoslavia con una tristeza insoportable.

Se me antoja bajar en Venecia y pasar allí una jornada. Me arrepiento cuando el tren ya ha partido. ¿Qué voy a hacer? Es la primera vez que recorro una ciudad sin Mauro. No. No puede ser tanta mi dependencia. ¿Será que, so pretexto de su via crucis, me es

Intento el recorrido que antes hicimos juntos. Voy al mercado. No siento gusto ni ánimo en mirar nada. Me meto en una fundición de vidrio y estoy mucho rato observando a un trabajador que juega con la burbuja suspendida en la pipeta. Compro una pesada bol

En Split, me olvido de todas mis penas. Elvira y Juan Octavio, profesores argentinos, son los gauchos más gauchos de toda la tierra. Se inicia una amistad magnífica. Me invitan a Belgrado. Habría un trabajo para mí: necesitan a una lectora de castellano e

Me esperaba cualquier cosa, menos el tenor de la carta de Mauro:

"Morenucha:
Aunque te extrañé, tomé una decisión, me voy dentro de pocos días a Maputo, incorporado a un equipo de profesores de la Facultad de Humanidades. Debo -quiero- partir solo. Amiga, más que amiga, en las buenas -escasas- y en las malas -pletóricas-: lo ser Morena, en nombre del ayer y del ahora (acaso también del mañana), no tengo derecho a convertirte en esclava de un sueño muy lindo que se convirtió -nos lo convirtieron- en pesadilla; tampoco te quiero cerca de mí como hermana solterona. ¿Te acuerdas de K Ti voglio bene. Ex Mauro"

¡Maputo! Me tiro al suelo a llorar. Mauro, cómo puedes haberme hecho esto. Me habría ido contigo. Cómo has podido firmar de ese modo. Quieres destruirme. Eso es venganza tuya. Por qué. No me entendiste nunca. Te azuzaba, te apremiaba, porque me niego a ac

Si no fuera por la proposición de los Octavio, moriría, me cortaría las venas. Haría algo horrendo. Para que mi cadáver le pesara a Mauro más allá de la muerte...

Llamo a Juan Octavio: acepto. ¿Puedo irme de una vez por todas? ¿Ya?

Sueño toda la noche, perdida en esa ciudad que sólo aparece en mis sueños, esa ciudad que existe dentro de mí, ofreciéndome su diversidad de modo recurrente... Me despierto buscándote. Me cuesta un poco ubicarme. La cama se me agranda. Demoro un rato en r

Me pongo a encajonar libros. Impresionante colección de diccionarios, nuestros tesoros de literatura latinoamericana, de COLÓMBEIA... Me llevaré todo. Cuán escasos son nuestros bienes, Mauro. Con tan poco, se veía bonito este hogar nuestro. Ahora, sin los

La primera emboscada de los dioses es la nostalgia
Es el juego insensato con tu alma
La malhadada quimera del regreso

Yorgos Sarandis: ODISEO.

BELGRADO en pleno verano. Huele a fresas. Es diferente, singular. Su fealdad permite estar siempre descubriendo bellos rincones, callejuelas, parques, viejas plazas. Es de esas ciudades que se meten adentro. Como la mía. No como Praga, por ejemplo, que pr

Estas ruinas del Kalemegdan, la fortaleza turca emplazada en la colina junto a la dulce confluencia del Sava con el Danubio, ruinas sobre ruinas sobre ruinas: celtas, romanas, libro vivo de un pasado guerrero y de un valor indomable para rebelarse contra

Me siento a tomar un helado frente a un viejo hotel. Dos muchachos barbudos se encuentran y se saludan con un beso en la boca.

Verdadero calambre en el estómago me hace doblarme... Íbamos caminando cuando encontramos la taberna bajo el nivel del suelo. Descendimos por la escalerita. Una fila de hombres: bebían vodka. Como los gallos: toda la coquetería en la cresta. Gorros de pie

Elvira me presenta a Rade, traductor de los poetas latinoamericanos y españoles. Me invita a su casa. Qué bella es Nadia, su mujer. Tienen unos hijos fantásticos: quieren comprar la Plaza de los Estudiantes para ellos solos. Ponen su biblioteca a mi serv

En Belgrado, puedo caminar de noche sin temor alguno. Vuelvo a reencontrarme con seres capaces de hacerla sentirse a una dueña de la ciudad: el zapatero remendón, el viejuco que toma los puntos de las medias, la costurera, la proveedora de huevos y queso.

En esta ciudad empiezo a rescatar la mía. En verdad, yo tengo dos ciudades. En una nací, nacieron mis padres, mis abuelos, bisabuelos, choznoabuelos: así nos dijo la madre cuando pequeños y yo pensé que los últimos eran unos abuelitos enanos, recortados c

Es la obra gruesa de una fábrica. Muros de concreto armado, muy sólidos. Perfiles de fierro a modo de vigas y soportes. No hay techo. Todo desmantelado. Una escalera de caracol, también de fierro, me atrae y la subo. Descubro un desván. Forma parte de la

Rade y los Octavio se pusieron en campaña para conseguirme un departamento. Un alquiler soportable. Qué alegría siento de vivir en una calle cuyo nombre es Chaplin: por primera vez encuentro esta forma de homenaje a Carlitos. Dispongo de un dormitorio, ba

"Dos cosas no pueden faltar al hombre: si vive, muerte, si muere, sepultura (...) Fuera della ninguno puede salir (...) No mudo patria sino lugar; a cualquiera tierra que llego, llego a mi tierra. Ninguna tierra es destierro, empero es otra patria (...) P

Salí de allá metiendo a última hora en el bolso este libro. Leo la cuartilla de papel copia, casi transparente. Toda escrita a máquina con mayúsculas. Me cuesta recordar de qué se trata. Ah. La hallé un día en una canastilla de materiales sobrantes, en la

"EL DÍA PRIMERO DE MAYO DE 1968, DESDE ELECTROLUZ SE TRASLADARON LOS OPERARIOS JUAN ESTÉVEZ Y ALIRO ROCHA AL FUNDO "LA ROSA NEGRA" A PARTICIPAR EN UN MATCH DE FÚTBOL PARA REFORZAR LA INSTITUCIÓN DEPORTIVA DEL FUNDO MENCIONADO. AL FINALIZAR EL PARTIDO, SIE

Siendo tan minucioso el relato del improvisado reportero (¿el propio Luna? ¿Rocha o alguno de los Rubio?), tan riguroso el orden lógico de los acontecimientos, tan acelerado el desencadenamiento de la violencia...

Ya han pasado tantos años. Al releer la cuartilla anónima, este fino papel de seda, aún más que las hojas de papel biblia, se convierte en un invisible cordón umbilical. Me asomo por la ventana (un decir: miro a través de los vidrios dobles): oscuros tron

Este párrafo subrayado, esta hoja transparente me parece un anuncio, no sé qué, pero algo importante. Veo a mi madre abriendo la Biblia al azar. El primer versículo en el que se posaban sus ojos era el Mensaje. Ahora he sentido algo así. Y la evocación po

Me pierdo en las calles de Belgrado. Tampoco obedecen al esquema colonial de las manzanas españolas. Poco a poco voy descubriendo esta ciudad austera, con algo de campamento militar. Un día de ésos, se produce el inevitable encuentro con alguien de la diá

Llego donde Nora. Solita. Su familia salió a pasear.

- ¿No te quedarías por esperarme a mí?

- ¿Se te ocurre? Me carga salir de paseo.

Le cuento que vengo de ver en el Museo un cuadro del Bosco, una tabla patinada como un icono, algo que me provocó una emoción tremenda. Me quedo atónita cuando me dice:

-¿Estás loca? Andar viendo cuadros cuando allá se sufre tanto.

-Pero, ¿no has ido nunca al Museo Nacional? ¿No llevas cuatro años viviendo aquí?

En silencio, se dirige a preparar unos tragos. Abre un estante. Me ofrece whisky, vodka, ron, gin, slivovica, rakia... Uf. Ni en una cantina había visto tanto trago. Por bromear, le pregunto si tiene maotai. Muy tranquila, saca una bellísima ánfora de por

-No salgo nunca. No soporto estar con mucha gente. Veo televisión. No he ido jamás, al teatro. Casi no voy al cine. Mi tristeza es irremediable. No aguanto el exilio. Me acostumbré a vivir aquí sin saber el idioma. Empecé a estudiarlo, pero no pude resist

En fin, puras quejas... La convenzo para que vayamos después de almuerzo a orillas del Sava. Está por clausurar una exposición de Kokoshka. Trato de animarla diciéndole que es un praguense, de ésos que sufrieron exilios horribles, como Erich Maria Remarqu

Pasamos una tarde linda. Después vamos a tomar café. Conversamos mucho. Me pide que la acompañe a su casa. Ya es de noche.

Ya están ahí el marido y los hijos. Departimos un rato y luego me van a dejar en su auto hasta mi callecita de Chaplin. Los comprometo para que vengan a comer un día determinado.

Grande será mi sorpresa cuando, llegado el día, aparezca Tuco, el marido, sin Nora. Conversación cordial al principio. Único tema: el allá. A través de sus palabras vislumbro un micromundo dividido y subdividido, intriguillas y su poderoso afán de poder.

Pronto, no voy a recibir una sorpresa, sino una puñalada artera. En la revista del exilio, de la cual Tuco es director, ideólogo y autor, se publica una carta apócrifa, datada en Argel, donde el presunto corresponsal se mofa de los desterrados que visitan

Hago mis clases de castellano tres veces por semana. Juan Octavio me ha conseguido la corrección de galeras de una revista para América Latina. Me matriculo para acometer la magna tarea de introducirme en ese idioma. Demoro una semana en aprender sólo a n

La ciudad, el trabajo, la disciplina cotidiana me impiden pensar en todo lo recientemente vivido. No tengo noticias de Mauro. Le escribí a Reillard para que me comunique cualquier noticia que de él tenga y le haga llegar mi dirección. Tengo el pálpito de

Mi soledad es grata. No paso semana sin ver a Elvira Octavio, con quien voy al cine o al teatro. A veces ceno con ellos. Disfruto en ese hogar con dos niñas maravillosas que hacen diabluras, tocan el piano, me muestran sus deberes, sus juguetes, sus colec

Ahora estoy en mi sala estudiando. Me devano los sesos con estos verbos que no sólo se conjugan, con sinónimos para diversos aspectos, sino que también tienen género. Llega uno de los muchachos del curso de serbiocróata. No. No viene a estudiar sino a inv

-Ve a vestirte. Te espero. A las fiestas no se va a hacer discursos.

Se instala en mi sofá y se pone a mirar mis papeles. Habráse visto... Este es Zlato, del grupo árabe. Lo llamamos así porque el primer día de clases no sabía ni saludar, pero a todas las mujeres les decía "zlato moje". No tardó mucho en decirle también as

-Zlato, no voy a ir a la fiesta. No puedo. Tengo mucho trabajo. Créeme que estoy feliz, feliz de que te hayas acordado de mí para invitarme. Esto es más lindo que estar en la fiesta misma. Yo quiero hacerte un regalo...

Tomo el pisapapeles azul y se lo ofrezco. Pone una cara de niño, como si no creyera que esta bola facetada es para él.

-Lo más bonito que me han dado nunca. Pero no me voy sin ti.

Echa un vistazo en la estantería, saca un libro y se pone a leer, sentado en el suelo. Está visto que no me voy a librar tan fácil de Zlato. Él es el líder de ese grupo que al principio me chocó tanto. Turbulentos, bruscos. Me molestaba profundamente el m

Me pongo un vestido negro y un collar de nácar. Tomo la cartera. Zlato me mira con detención:

-Tienes ropa más bonita. Ese vestido es muy feo, como el luto de los griegos.

Me quedo pasmada. Aún no he pensado qué responderle cuando el muchacho se ha metido en mi cuarto. Abre mi closet y empieza a revisar mis vestidos.

-Este es el vestido que me gusta -saca una túnica de estampados rojo laca y la deja sobre la cama, yendo luego al tocador-, y este collar.

Me tiende el collar de corales. Se sienta en el taburete y comienza a oler los frasquitos. Mocoso de mierda. Voy tener que echarlo. Trato de controlarme.

-Zlato, ¿crees que es cortés, caballeroso, entrar en la habitación de otra persona y entrometerse, trajinar, curiosear, revisar sus cosas, cosas de uso íntimo?

Me mira como si no entendiera palabra. Hago una mezcolanza en serbio, italiano, inglés, francés, buscando el modo de hacerme entender.

-Estás loca. Estas cosas las usas, se te ven. Estos perfumes los usas y se huelen. Esto no es íntimo. Mira, ponte éste, es el que me gusta más. Y date prisa. Vamos ya.

Me ofrece un frasquito. No me repongo aún de la impresión cuando me hallo montada en el destartalado carro de su grupo.

Estas cosas me pasan sólo a mí... Zlato me conduce a la residencia. Han acomodado una de las habitaciones sacando todas las camas al pasillo. En el suelo, un tocadiscos y una lamparita egipcia en bronce y vidrios de colores. Pebetes de sándalo. Sólo han d

Comienzan a bailar algo parecido al kolo. Kolo, jora, no sé. Todas estas danzas tienen algo de común: la ronda, el ímpetu, el desborde vital. Da lo mismo que la bailen hombres solos, mujeres solas o parejas. (Rade me ha invitado a ver una película donde l

Llegan más ocupantes de la residencia: jóvenes de distintas ciudades yugoslavas, rubios eslovenos, altísimos montenegrinos, enjutos gitanos y africanos, bolivianos, mexicanos. Siguen los bailes. Tengo ganas de tomarme un trago, pero estos anfitriones debe

No bien he abierto la puerta de la casa, cuando Zlato me pregunta si quiero tomar café. Obligada. Se saca los zapatos y va hasta la cocinilla. Ubica las tazas, una bandejita y me ofrece el café espeso, retinto, dulcísimo. Le digo que nunca había tomado un

-Esta es la verdadera forma de preparar el café. Así debe ser, como los ojos de la mujer amada.

Termina de beberlo. Me pregunta si le prestaría unos libros, un par de diccionarios.

Tengo amarga experiencia con esto de prestar libros. Le explico que él y sus compañeros pueden venir cuando quieran a consultar mis, libros, tienen que comprender, pues yo también los estoy ocupando. Acepta. Besa mi mano y se despide.

Me acuesto feliz. Tendré que retribuir de algún modo a estos chiquillos. Voy a invitar a todo mi grupo. Será también como una fiesta de fin de curso.

Mauro, anoche soñé que eras mi padre. Habías muerto. Te estaba viendo como él: con los ojos claros, el sombrero ladeado, de pie ante la Casa de los Sueños. Yo sabía que eras mi padre. Venía corriendo a abrazarme a tus rodillas y ahora eras tú... Desperté

Mauro, no me has escrito. Nada sé de ti. No vaya a ser que toda tu transformación sea una renuncia... No te puedo recordar cómo eres. Miro tus fotos, ésta que tengo en el velador te la saqué ante la iglesita de la calle Arbat. Tienes esa actitud hermética

El día de mi fiesta me ha dado trabajo. A falta de sillas, confeccioné infinidad de cojines en casa de Elvira. Nadia me enseñó a preparar unos pimientos asados y me regaló un frasco de pepinillos con uvas en salmuera. Olga me introdujo en los misterios de

Llegan mis huéspedes elegantes y formales. Stratis excusa a su madre y pone sobre la mesa vino de resina. Los árabes me traen uno de esos pañuelos pata de pollo en blanco y negro que ellos usan en la cabeza. Zlato se aparece con un ramo de flores. Qué lin

- Zlato, ¿y esas flores? -él pone cara de falso arrepentimiento- . ¡Zlato! ¿De qué iglesia te robaste esas flores?

Por un rato se impone el rodar de las cuentas de los misbaja, como si fuera posible palpar el tiempo. Pero pronto se inicia la charla, el bullicio, la inevitable algarabía de estos muchachos. Se enamoran de los diccionarios y los mapas, ya famosos.

Por cierto, vendrán con frecuencia a consultarlos, aunque yo no prosiga el curso. Me demanda demasiado esfuerzo el idioma y han aumentado mis responsabilidades en el trabajo. Tengo que decidirme por lo último.

Cuando menos lo esperaba, me llega carta de Mauro:

"Nucha: Claro, ya pasó un rato desde que empecé a trabajar en este mundo totalmente distinto a todo lo conocido, donde no es el calor, no son los arroces y otros granos caminantes, si no se los guarda dentro del refrigerador (hay pocos refrigeradores para

Así, con esa malvada preposición seguida de una inicial. Y con esos paréntesis. Yo, rescoldo, sombra amable. Maldito, miserable. Esto me duele más que saberte en úna clínica. Sádico. Perverso. Tanto, que por segunda vez me impides el derecho a responderte

¡Quiero ir a buscarte! No puedo suscribir el pacto estúpido que me propones.

Empiezo a buscar a Yarmila, la esposa de ese becado. No sabe nada. No tiene idea de nada. Le pido el teléfono de su marido. Lo llamo. Le suplico vaya a ver a Mauro, a los médicos, y me comunique de inmediato si puedo visitarlo. Estoy dispuesta a partir en

Pasan largos días. Viene Yarmila a verme. Su marido le ha mandado una nota para mí: cuando yo lo llamé, Mauro ya había salido de la clínica. Había salido del país.

Me quedo tragando soledad a pausa. Inane.

El sol de hoy
no verá a estos jóvenes.

Han entrado de pie en la Muerte.

Han entrado en nuestro corazón por esas sendas por las que los grandes vendavales vienen a barrer nuestra conciencia enmohecida.

Han entrado en nuestra vida por esos llanos por los que se abalanzan jinetes feroces, que transportan en la mano el huracán.

Y que la lanzan en el pecho de las cosas, y que demuelen nuestras ruinas, para que los albañiles puedan construir.

Los jóvenes que ahorcaron hoy día, a primeras horas del alba, en Nicosia

Teodosio Pieridis: CANTO FÚNEBRE A LOS AHORCADOS DE NICOSIA.

TENDRÉ que ir a Sarajevo. Qué felicidad la de participar en un equipo de traductores para una asamblea internacional de medios de comunicación. Es bueno poder hacer algo, aunque sea de lejos, vinculado con la profesión de uno.

Zlato me pregunta si puedo dejarle las llaves. Quiere venir a estudiar durante mi ausencia. Tentada estoy de hacerle unas cuantas recomendaciones, pero a veces este muchacho me intimida con una extraña seriedad que no se compagina con su ánimo bromista. B

Llego de noche a esa antigua ciudad turca. Ya instalada en el hotel, nos invitan a una reunión preparatoria. Mañana temprano nos vendrá a buscar un autobusete para conducirnos al lugar de trabajo.

Al amanecer, me asomo por la ventana y veo un cerro sembrado de casitas hasta el tope: un panorama asombrosamente parecido al del mayor puerto de mi país. Mientras admiro el paisaje, buscando un funicular, me abochorno. ¿También voy a andar buscando en ca

Tengo una curiosidad: saber cómo fueron los turcos en realidad. Aquí están vivos los recuerdos de sus otomías, pero he visto los puentes sobre el Drina, he recorrido tanto el Kalemegdan y siento admiración por sus constructores. Asunto difícil de mentar e

Trabajo no falta. Cotejar traducciones, hacer resúmenes, revisar ponencias. Delegaciones de todo el tercer mundo. En ocho días no alcanzarán nunca a tratar tanto tema: monopolio de la tecnología, manipulación de la noticia, desinformación...

En los intervalos para el almuerzo, Nina, mi amiga yugoslavo-latinoamericana, con quien compartimos cuarto, me invita a recorrer la ciudad.

Por primera vez cruzo el puente del río Miljacka, el mismo en que Gavrilo Princip disparó contra el archiduque Francisco Fernando. Un puente de nada en un afluente pequeño del Drina. Más corto que cualquiera de los puentes montados en el escuálido y traic

Junto a la sombra de Princip, iremos recorriendo la ciudad en cada rato libre. Zocos donde se venden tapices o filigranas de cobre y plata. Cada uno tiene su divancito. A lo lejos, en su roca, la fortaleza parece vigilar.

Vamos a la biblioteca más rica y antigua de los musulmanes, sin poder apreciar los venerables palimpsestos cuyos signos a ratos me parecen bocetos de una circunvolución cerebral. Cruzamos cementerios cubiertos de suave césped de donde emergen flores de pi

Las medersas, los mercados, los albergues para caravanas completas hablan de un pasado bullente, cruce de caminos ¿puerta de Oriente o puerta de Occidente? Me encuentro con un amable sefardita que me habla con lengua de Mio Cid. Su familia procede de Vale

Nos vamos a cenar a un restaurante muy antiguo. Los zocuchos del patio otrora fueron las cajas fuertes de los comerciantes. Como es de rigor, pasamos por la cocina para elegir la comida. Un orgulloso cocinero nos muestra miniaturas de cebollas, pepinos, c

Ante la mezquita se venden zapatillas tejidas con finas agujas en dibujos geométricos. Los creyentes se lavan en la pila, se descalzan y ponen esas gruesas calcetas. Entran en el templo, se arrodillan e inclinan la cerviz apoyando la frente en las más soñ

En las noches, Nina y yo charlamos antes de dormir. Gozo con su imaginación, con su humor. Una vieja le preguntó, notando el acento, si no sentía nostalgia por su país. Se puso furiosa:

- ¿Has visto qué impertinencia? Querer meterse en mi intimidad. Hay que ser intruso como para andar preguntándole a la gente si siente nostalgia...

Me cuenta la historia del santo patrono: un icono que tiene unos quinientos años en la familia de su marido. Hasta salvado de incendios está. Cuando ella llegó a este país, encontró al icono tumbado en el gallinero. Lo limpió con todo amor y lo colgó en e

A la hora del café, se me acerca una joven bosníaca que también está trabajando en este congreso. Habla castellano con mi propio acento. Dice que estuvo alojando en mi casa, cuando vivíamos en Eslovaquia. Hace tantos años... No consigo recordarla. Sí, and

-Cierto, estábamos todavía estudiando; él, becado aquí. Después que terminamos la carrera, nos fuimos a tu país. Yo creía que para siempre...

Es tan bonita, jovial, con unos ojos muy alegres, respira salud, bondad.

-Tuvimos cuatro hijos y yo esperaba otro, ya estaba en el sexto mes. Él era ingeniero en una de las minas del norte. Pero el día del golpe, yo estaba en la capital con los niños. Me llevaron al estadio, acusada de ser extranjera que iba a matar soldados-d

Majda me invita a conocer a sus hijos. Al fin de la jornada, partimos a su casa. Un barrio nuevo de Sarajevo, con menos ambiente oriental. Sólo la música, las tiendas, los olores son los mismos. Y esos ojos bosníacos tan intensamente negros. A la entrada

Sobre los veladores, encima del ropero, en las paredes, sobre la mesita de centro, fotos de ese joven padre detenido en el tiempo.

Majda me habla de él como si estuviera vivo:

-Míralo, es tan bello. No sabes cuánto me quiere. Con decirte que no me deja ni cocinar. Me consiente.

Sirve café, rakia, fresones en almíbar y sigue hablándome de ese hombre que sonríe desde las fotos. Los niños han bajado con sus bicicletas al parque de juegos.

Mucho tiempo después volveré a ver a Majda en el Centro de la Juventud. Nos han invitado a una reunión con los Ex-combatientes y Sobrevivientes de Campos de Concentración. Viejos y viejas con esa dureza de los eslavos que suman años sin verse decrépitos.

Después de oír esos testimonios, llaman a Majda y la invitan a hablar. Es tan joven, podría ser nieta de cualquiera de ellos. Narra su vida. Describe los días pasados en el estadio, cómo torturaban a las mujeres. Habla de su marido y de otros hombres que

Los ex-combatientes, los ex-prisioneros de los campos de concentración lloran en silencio.

He pasado un año nuevo sola. Salí a caminar por la nieve. Todas las ventanas iluminadas, nadie en las calles. De vez en cuando, un shiptar, un basurero albanés, musulmán, que no celebra este año nuevo, limpiando las calzadas... Crucé el parque y en la nie

Los estudiantes suelen venir. Zlato llega cada vez con flores sin su envoltorio de papel. Una tarde me pide permiso para quedarse preparando un examen. Sentado o echado en la alfombra, desparramados sus mapas, sus apuntes. Revisa, coteja, trabaja absorto.

En la mañana, lo encuentro profundamente dormido sobre el sofá. Semidesnudo. Dios. Nunca había visto una espalda con tantas cicatrices. Quemaduras, costurones, huellas de puntos, como incrustaciones nacaradas en retazos de piel indemne, tersa, verdosa. Ta

Luego que he preparado el desayuno, lo despierto. Algo balbucea. Incomprensible.

Estoy enmantequillando las tostadas cuando Zlato me dice que quiere venirse a vivir acá.

Inefable. Ni siquiera pregunta. Sólo afirmaciones. Una vez más tengo que dominar el impulso de echarlo. Qué maneras son éstas de imponer presencias, de invadir la privacidad. Mierda, mierda, si yo estoy que no me soporto a mí misma, incapaz de resolver mi

-Zlato, me gusta vivir sola. Este departamento es muy pequeño como para compartirlo. Por cierto, puedes venir cuando quieras preparar algún examen. Yo sé que en la residencia están amontonados. Te entiendo. No todo el mundo se puede concentrar en medio de

-Yo puedo concentrarme... Permiso, voy a ocupar tu baño.

No sé si estoy muy susceptible, pero creo haber notado un "tu baño" recalcado, burlón. Lo oigo cantar a gritos, como si estuviera entre dunas. Ya veo, ya me hago a la idea de encontrar ese baño convertido en laguna. El vapor va a llegar hasta el pasillo.

Ya me he puesto en onda corrigiendo unos ejercicios cuando me distrae el grito:

-¿Dónde tienes el desodorante?

Me levanto enfurecida. Ahora ya no aguanto. Entro en mi pieza y ahí está Zlato, en mi taburete, hurgando mis gavetas. Ni se apercibe de mi presencia. Estira una prenda de mi ropa interior.

-Deja eso.

Empieza a peinarse con mi cepillo.

-No. En este bric-à-brac estoy tratando de hallar una cosa.

-No te tengo nada, Zlato. ¿Qué buscas?

-El misterio femenino.

-No seas absurdo. No tengo tiempo para niñerías. ¿Puedes salir de mi pieza?

-De poder, puedo. No son niñerías. Estoy tratando de descubrir el secreto de una mujer grufñona e insoportable.

-Bien bonito. Abusas de la confianza y, más encima ,me insultas.

-No insulto: verifico.

- ¿Se puede saber qué consideras un secreto?

-Averiguar por qué, si eres tan antipática, me gustas tanto.

-Fuera, Zlato. Te agradecería no volvieras. Ya has colmado mi paciencia.

Se pone de pie con mucha calma, enrollada mi toalla en sus caderas. Va a la sala. Se devuelve y voltea el portarretratos con varias fotos de Mauro.

-¿Por qué tocas eso?

-Acabo de entender por qué mis antepasados se negaban a reproducir la figura humana.

Sin ánimo, me tiendo en la cama. Zlato me llama. Ya ha recogido sus papeles. Parte.

Pasan varios días y no vuelvo a saber de él. Empiezo a sentir remordimientos. He sido muy dura con él. Un hombre sin familia. Esas cicatrices. Qué vida habrá llevado. Sin hogar. Otras costumbres. Un mundo donde las mujeres están marginadas. Sólo la violen

Se ve que no tengo vocación de madre. Si hubiera tenido un hijo a poco de casarme, sería un muchacho como Zlato, un poco menor, claro. Acaso igual de revoltoso, desordenado, gritón, hambriento. Como él hurgaría mis papeles, mis gavetas. Estaría horas meti

Una noche ya estoy acostada cuando suena el timbre. Zlato. El bolso en bandolera. Un ramo de flores en papel de regalo, con moño de cinta y el dorado sello de la floristería. Siete soberbias rosas granates. No he acabado de invitarlo a pasar cuando ya est

- ¿Puedes dar de comer a un hambriento?

Sonrisa burlona. Su mirada es intensa. Levanta la barbilla y enfoca los ojos como rebuscando. ¿No será miope? Se lo pregunto. Sin responder, se pone turnio y acerca su cara a la mía:

-Más bien deslumbrado. Estoy sufriendo un espejismo.

Se pone muy serio y apoya sus manos en mis hombros:

-Tengo muy buena vista. Hasta para ver que no me quieres. Por esto, vengo ahora a despedirme de ti. También se puede celebrar el no-amor. Hagamos una fiesta del no-amor.

-Zlato, ¿qué dices? Sabes que te aprecio. Eres buen amigo, buen compañero...

-Esto sí que es el peor insulto: "buen amigo, buen compañero"...

-No me interrumpas. Ni tú ni yo hablamos nuestras respectivas lenguas. Eso contribuye a malentendidos. Pero tienes que comprender...

- ¿Comprender qué? ¿Tus prejuicios? No quiero oírte tonterías: tu edad, algún fantasma que tendrás metido en algún rincón del cerebro... El que hayamos nacido en terceros o cuartos mundos no justifica el tener la cabeza subdesarrollada.

Golpea mi frente con la suya.

Va a la cocina, abre el refrigerador, busca por aquí y por allá.

- ¡Zlato! Esto es abuso de mi hospitalidad. No te permito que te metas en mi casa y hagas lo que te dé la gana...

Este muchacho bruto viene, me toma en brazos y me alza, dando vueltas por la sala y remedándome:

-No te permito, no te permito. Mi casa, mi casa.

Me echa en el sofá, arropándome con la manta.

-Mujer, hablas como caricatura de señora feudal. A ver, a ver, puedes decir cualquier cosa, todo está permitido, menos una vulgaridad como: "yo-podría-ser-tu-madre " o "si-no-te-vas-grito"...

Me da ataque de risa. Reímos juntos.

-Ahora, te quedas aquí, tranquilita, mientras yo invado TU CASA. Entretanto, piensa si eres libre o si sólo has adoptado una pose.

Se pone a cantar en su algarabía mientras prepara el café.

- ¿Vas a comer?

Niego con la cabeza. Hace un sandwich. Después viene y saca del florero unos lindos claveles, lanzándolos al canasto.

-Estas flores no me gustan. A lo mejor te las dio otro...

-¿Eres libre? -lo interrumpo.

Riendo coloca las rosas. Enciende dos cigarrillos y me pone uno entre los labios. Va a la cocina y trae la bandeja y un platillo con ratlokum.

-Zlato, ¿por qué siempre me das dulces? En realidad, trato de no comerlos.

-Muy simple: me gustan. Y cuando tú los comes, los saboreo yo.

Me siento invadida de ternura. Es conmovedor. Ahí, sentado en la alfombra, bebe su café, como siempre, lentamente, degustándolo, reconcentrado. Es verdad. Esa misma aplicación la pone en el estudio, en la discusión, en el humor. Es una intensidad de vida,

Interrumpe mis reflexiones:

-Desciende de tu trono, oh, princesa. Siéntate junto a tu rendido vasallo.

Me deslizo hasta el suelo y nos quedamos en silencio. Mirándonos...

Cómo es posible. Cómo no me había dado cuenta. Es tan hermoso. Es tan dulce su sonrisa, que me duele. No puede ser. No puede ser. Esto es un milagro. Y un milagro no se puede explicar. Podría pasar horas, días contemplándolo. Embelesada. Es tal su encanto

A un tiempo, nuestras manos se buscan.

-Mujer, sabes que de ti dependía...

-Perdóname por haberte visto antes sin mirarte.

-Perdóname tú por no haber sabido evitar tanta espera...

***

Zlato llega como caballo de invierno. Se saca las botas y comienza a dar vueltas, cantando. Me pregunta si podemos invitar a cenar a unos amigos. Está radiante. No me lo dice, pero adivino que se trata de algo especial. Vamos al mercado.

A Zlato no le gusta que yo regatee:

-Piensa que son campesinos. No hay nada más duro que trabajar la tierra. Pierdes tiempo y economizas, acaso, unos centavos. Tu tiempo vale más de un dinar. Y siempre son ellos quienes se salen con la suya.

-Le estás quitando encanto al rito de comprar en el mercado.

-Cada día me convenzo más de que tenemos antepasados comunes.

Y en menos de media hora estamos de vuelta. Con este hombre no se puede salir a comprar. Va, escoge lo preciso y paga. No rebusca ni se interesa por nada más.

Bien. Manos a la obra. Él va a cocinar. Tiene para rato rellenando unas hojas parecidas a las acelgas y transformándolas en rollos diminutos. Después hace unas empanadillas. Yo me encargo del postre. Limpio la casa y pongo ramos de lilas en todos los rinc

Tú me vas a sacar de un sueño que se repite hace tiempo.

Estoy en mi ciudad, la de mis sueños. Hay una extraña plaza con un monumento de fierro, un triángulo o pirámide armada como mecano. Es trasparente. Tal vez inconclusa. Cerca de allí hay una sinagoga, pero de estilo turco, acaso una mezquita. Esta plaza es

Ahora, tú me has despertado y hundo mi frente en tu hombro, procurando retener el sueño. Hay un detalle que se me escapa. Te empiezo a contar lo soñado. Muy quedamente dices:

-Sí. Cerca de la plaza del triángulo está también esa iglesia de piedra, no muy alta, con dos naves formando una ele y un altar en el ángulo...

-Zlato, ¿cómo lo sabes? ¿Acaso conoces esa ciudad? ¿Existe y sin conocerla la he soñado? ¿O te conté antes el sueño y no me acuerdo?

-No. No existe, pero yo también la he soñado.

-Zlato, no te estés burlando. Nunca he sabido que dos personas sueñen el mismo sueño.

-No me burlo -dices muy serio, pensativo-: la iglesia es baja, pero muy espaciosa, muy adornada, vitrales muy bonitos. Pero afuera la piedra es casi negra, cubierta de musgo o hiedra, a trechos.

-Cerca de esta iglesia ¿qué hay?

-Un depósito de estatuas muy bellas, pero están rotas.

Lo abrazo y escondo mi cabeza en su cuello.

- ¡Amor! ¿Es posible que hayas soñado mi sueño? ¡Tú no eres de este mundo!

Se inclina sobre mí para mirarme un buen rato a los ojos. Está triste.

- ¿Quieres decir que voy a morir?

- Tonto, burro. ¡No me asustes! Cuando en mi país se dice que alguien no es de este mundo, quiere decir que es maravilloso, sublime, fuera de serie, como hecho a mano, encantador, amoroso y tierno, como tú. ¡No quiero oírte nunca hablar de morir!

-¿Por qué te asustas? Si aún muertos, somos inmortales.

-Qué ocurrencia. Muy poética, mística, pero no me convence.

-Un viejo que conocí decía que no se precisa ser religioso para tener la certeza de la inmortalidad. Uno muere y el cuerpo se descompone en moléculas, átomos que siguen viviendo y actuando... Si tuviéramos hijos, ellos eternizarían nuestro código genético

-No los tenemos...

-Hay también una inmortalidad social: la sociedad está compuesta por individuos; éstos pueden perecer, pero la sociedad humana es inmortal...

-Mientras algún miserable inconsciente no apriete un botoncito y desencadene la catástrofe.

-Sí, pero es potencialmente inmortal... Luego está el que ofrece su vida por el bien de los demás. Quien pretende prolongar su vida sin un ideal, es un muerto viviente, un cadáver. Hegel dice que los héroes no viven mucho, en general. Su vida se interrump

-Zlato, has pensado a fondo en todo esto.

-No, sólo que admiraba mucho al profe de filosofía...

Ya están por llegar nuestros invitados. El primero en aparecer es un señor que no conozco. Hombre mayor, con algo de profeta bíblico. Saluda. Silencio. El suave sonido de las cuentas del rosario de ámbar se escucha nítido. El profeta palpa el tiempo, aren

-Señora, usted va a volver a su tierra. Podrían pasar muchos años, pero va a volver. Todos los desterrados podrán volver. Pudiera el tirano usurpar el poder un siglo, pero ustedes van a volver. O sus hijos. O los hijos de sus hijos...

-¿Acaso usted piensa que esa dictadura no va a acabar nunca?

-No, eso depende de ustedes. Me refiero a otra cosa: ustedes tienen un país que no les va a quitar nadie. Un territorio. Es duro el exilio, pero mucho menos cuando la conquista del retorno se sustenta en un suelo, unas montañas, valles y playas. Nosotros,

Me quedo atónita. Jamás había pensado en esto. No había unido la relación patria-tierra. Es espantoso. A todos estos amigos míos les han arrebatado su tierra...

Suenan las cuentas del misbaja.

-Por eso -dice el anciano- seguiremos, hasta recuperarla...

Llegan los demás. Hay un ambiente especial. Cierta solemnidad. Hago los honores, pero me retiro temprano. Se nota que ellos quieren hablar en su lengua.

Mis alumnos me invitan a un paseo a orillas del río. Andamos en bote y recorremos un bosque de paz.

Siempre he admirado a la gente de estos países: conocen cada nombre de cada árbol, cada matita silvestre. Hay un vínculo con la tierra que nosotros no tenemos. Esto se nota también en la literatura, con extensas descripciones del paisaje y de cada element

Encuentro un hongo precioso, verdadera ilustración de un cuento de hadas. Es rojo, húmedo, como sujetando el rocío. Lo arranco y observo con deleite. Una muchacha grita espantada. Todos me rodean: eso contiene un veneno mortal. Empiezo a asustarme. No me

Llego al departamento y me encuentro con la cama llena de flores. Con rosas rojas dibujada la palabra amor en castellano. La bola azul aplasta un formulario de telegrama escrito a máquina:

"Mi vida, sólo a ti puedo confiar el único regalo que tuve. Y confiarte lo que más amo: tú misma. Soy para ti lo que siempre seré: el que ama la libertad, que ama la humanidad. Sólo con lucha y amor sin tregua vamos a mudar este mundo cruel por otro sin b

Me quedo en blanco. Aquí. Sentada. Releyendo este formulario, esta despedida. Beso las flores una a una y las meto en un frasco. Tú las tocaste, Zlato. Acaricio la bola facetada. Me has encomendado el único juguete que tuviste...

Descubro que no tengo ni una foto tuya, Zlato, ni un objeto tuyo. Ni un libro. No conozco tu letra. ¡No sé tu nombre! Nada. Sólo el eco de tu algarabía. Un rumor. Un aura.

No podía ser de otro modo. Tampoco sacaría nada con averiguar tu destino.

Nunca más vuelvo a ver a tus amigos.

Seguir adelante. Trabajar. No perder la fe. Ni la esperanza. Cualquier día vuelves. Seguro que cuando menos lo piense, abriré la puerta y te sorprenderé echado en el sofá o tirado en la alfombra, absorto en tus papeles...

Transcurre la vida. Evito pasar ante el Jardín Botánico donde veníamos a pasear. Es inútil. Si toda la ciudad la recorrimos juntos. No hay nada que sea ajeno a los días compartidos.

Las flores se han secado en la redoma. Cojo un pétalo y se quiebra entre mis dedos.

Me llega una invitación del Centro de la Juventud. Jornadas de solidaridad con los países que luchan por su liberación. Antes hubo otras, Zlato, y tú te luciste cuando faltó el intérprete en castellano, traduciendo nuestro discurso...

Asamblea solemne. Intervenciones en muchos idiomas, sucedidas de traducciones. Después, inauguración de una exposición en el amplio vestíbulo. Habla una directora de la Cruz Roja Internacional. Estoy deslumbrada por los focos de televisión. Enseguida pasa

De repente, me quedo clavada. Sin aliento. La sonrisa audaz de Zlato, sus ojos burlones, el pelo alborotado. ¡Esa foto! Hay otras. Los conozco. Algunos fueron también del curso de idioma. No. No. No.

Se me acerca la señora de la Cruz Roja. No, no se dirige a mí, está hablándole a una delegación:

-Sí. Estos muchachos fueron becarios en nuestro país. Son héroes. Mártires que cayeron por su patria...

Zlato, tú, mi cometa, te consumiste mientras dabas luz.

Dios. Dios. Y sigo de pie. Y puedo llevar este cuerpo hasta la calle y detener un vehículo y cruzar el centro de la ciudad. Llegar hasta mi edificio. Sacar la llave. Abrir la puerta. Entrar en este recinto que tú colmabas. Comprobar que no estás. Derrumba

Los Octavio me sacan de este dolor de muerte. Dolor sordo que debo amansar para dar el paso, para sacar el habla. Lo huelo en las sábanas, lo trago con el pan, me golpetea los oídos como las cuentas de un rosario que juega con el tiempo.

***

Elvira me llama, afligida. Acudo. Me pide quedarme con las niñas.

- El hermano de Juan está muy grave. Tenemos que partir. Pero se desencadenan las desgracias. No autorizan a Juan para pisar su tierra. Me voy sola.

Antes de dos días, llama para avisar la muerte de su cuñado. Juan se derrumba. Ese hombre recio llora repitiendo:

- No vale la pena vivir si te matan todo lo que quieres. ¿Por qué él y no yo? No voy a ver nunca más a quien me salvó. Por qué estoy vivo si mataron a mis colegas, a mis alumnos, hasta el médico de las niñas...

Está desesperado. Las niñitas andan como sombras, ya no juegan. Comienzan a reír y se asustan. Ruego que Elvira llegue pronto. Juan no lee, no come, no trabaja. La casa está abandonada. Llamo a Rade, a ver si se le ocurre algo para sacar a este hombre de

Me acomete un solo impulso. Volver. Este país no me pertenece. Todo el bienestar que aquí pueda tener es prestado, nada hice por ganarlo. Debo partir. Nunca podré escribir si aquí me quedo. Aprenderé un vocabulario como para leer apenas los periódicos y c

Escribo a mi hermana. Tiene que echarme una mano. Comprenderá sin muchas explicaciones. Nunca me apoyé en ella ni la abrumé con mis problemas. Por otra parte, ella los ha sufrido y muy graves. Su marido estuvo preso más tiempo que el mío. Les mataron a su

Vacilo mucho antes de pedirles ayuda. Que me consigan la visa para irme donde ellos están. Yo viviré allí una temporada, lo suficiente como para trabajar y preparar la vuelta al paísito...

La respuesta no se hace esperar. Cálida, afectuosa. No sólo visa, sino también pasaje.

Nos salvamos de los Cíclopes
y nuestro anhelo de llegar un día a Ítaca
reavivó mil veces el rescoldo
de nuestra alma, que poco a poco se enfriaba.

León Kukulas: PEQUEÑA ODISEA.

VENGO tan cansada del largo viaje. Me pesan las botas de fieltro. El sudor me brota por las orejas y el cuello y se me escurre entre los pechos. Cargada de bultos y atontamiento. Olvidé poner unos zapatos en la bolsa de mano. Me parece pisar sobre brasas.

Atmósfera húmeda, caliente, esponjosa. Casi me provoca alborozo. No me puedo convencer de que ya no estoy pisando nieve. Aquí, toda vestida de lana, arrastrando el pesado abrigo de piel, me detengo ante la cinta sinfín aguardando las maletas. Miro alreded

No sé de qué hablamos en el trayecto. Tanta pregunta. ¿Va uno a largar así no más todo lo acumulado? Unos cerros con muchas luces. Después, unos edificios enormes los van tapando... Otra ciudad para descubrir. ¿Se me irá dando hasta que yo la sienta muy m

Descendemos del vehículo y entramos en una residencia imponente. Un departamento de película en el último piso. Me llama la atención el tapiz verde musgo que cubre pisos, cielorraso y muros, Contraste con la madera clara de los muebles. Mesas de cristal s

Caigo como costal a la cama. Sumida en un vértigo de luces, estrépito de motores, imágenes caleidoscópicas... Despierto trascordada. ¿Dónde estoy? No es éste mi balcón. ¿Dónde está el nido de la torcaza que vimos empollar? ¿Y la cinta plateada del Danubio

Viene mi hermana y me lleva a la terraza. Penden de los muros trozos de palo de monte desbordados de parásitas. Y qué parásitas, orquídeas sólo vistas antes en urnas transparentes aquí se me ofrecen con impúdica belleza. Voy descubriendo que sólo las plan

Sara me consiente, afanosa de satisfacer hasta gustos de los que ni me acuerdo. El cambio de huso horario me tiene algo aplastada. Acostumbrarse a este calor tan sabroso, a la luminosidad, palidez de las sombras, a la gama de verdes fulgurantes. Y el oíd

Un coro de leones hambrientos me asalta si abro las ventanas, o artificio de rugido marino: bramido de motores que no amaina ni en las noches. Ardor de los ojos y la garganta. Narices sofocadas. Recomendaciones paralizantes: no se puede salir de noche, cu

Quiero que me cuenten de acá. No hay caso. Siempre terminan por refugiarse en su casa, su patio, su parrón de allá. Bien. Trataré de aprender a ser de acá. Sara ha dispuesto todo para que me quede a vivir con ellos, pero no acepto. Alquilo un cuarto. No s

Un año nuevo tan extraño, como un sueño que no alcanza a ser pesadilla. Sara ha invitado a mucha gente, toda de allá. A las once de la noche, abrazos, brindis, el himno nacional de allá y un llanterío peor que en un velorio. Una hora después, el zumbido d

He conseguido colaborar para una revista. Esas páginas culturales me imponen una disciplina que me hace mucho bien. Leo, leo, aprendo de acá. Voy a teatros, museos, galerías. Empiezo a tener amigos de acá. Me abren sus casas y sus talleres de trabajo. Vel

No me canso del verdor. Esos gomeros que criábamos con tanto cuidado como si fueran sietemesinos, aquí son más poderosos que los baobabs del planeta del Principito. Los filodendros se encaraman desaforados por los troncos. A una conocida le hablo de este

- Vas a llorar por los inviernos, a clamar por los otoños, tendrás verde hasta sentir asco...

Nos estamos poniendo malignos. Me duele y no cejo en el afán de comunicarme con todos.

Un conocido de allá, aceptó recibir mi correspondencia. Ahora enfermó. Le hablo por teléfono. Lo noto animoso, pero me entristece el cansancio de su voz. Me cuenta que tiene carta para mí y pide disculpas por haberla abierto. No puedo evitar un malestar:

Salgo de la oficina donde soy telefonista, secretaria archivadora y redactora. Mis huesos disfrutan con el colorcito negado por el aire acondicionado. La dulce sensación de desentumecerme, a poco andar se va transformando en cansancio redoblado, como la p

Por fin, llego al edificio. Me anuncio por el intercomunicador. Se abre la verja. Espero ante una mampara con tres o cuatro cerrojos. Desciende la esposa del convaleciente. Muy seria. Su voz, tan de allá, de un sector de gente de allá: arrastrado, rápido,

El gusto de recibir nuevas de alguien querido opaca toda prevención. Me siento en la escalinata a leer. Me solicitan algo con urgencia. No sé en qué hora estoy: no reprimo el impulso y vuelvo a llamar. Ella desciende hermética. Entusiasmada, le cuento el

-No creo.

-Pero tu marido debe saber.

-No-te-imagines-tú-que-por-un-problema-tuyo-le-voy-a-interrumpir-la-siesta-yo.

-Perdona. No se me ocurriría tal cosa, pero si le pudieras consultar más tarde...

-Puedes recurrir a Pedro, Juan o Diego. A mí, no me molestes. Ya sé lo conflictiva que eres.

-Pero qué conflicto. Si te molesté antes, podrías habérmelo dicho en su oportunidad...

Me interrumpe furiosa, acelerada. Los ojos brillantes resaltan en las ojeras. Pálido y deformado el rostro trágico. Salpica saliva. Espuma en las comisuras. Ni he iniciado una réplica cuando me cierra la puerta en lo que se llaman las narices. Ahí, en el

Tal vez su angustia por él: reacción instintiva de apropiarse del marido débil, por fin transformado en gusarapo o hijuelo que depende de una. O la interrumpí en su reposo, cierto, tenía puestos los ruleros. Todo es comprensible, menos su malevolencia, es

Pero ¿qué le hice? ¿Por qué? ¡Dios, permite que me caiga muerta antes de volver donde ella! ¿Qué nos está pasando? ¿Seré yo la quisquillosa? Dentro de este ghetto que nos obstinamos en mantener, todos somos esferas que se rozan y mantienen suspendidas,

Llegaré a su casa, le hablaré de algo entretenido, anécdotas, recuerdos de mis viajes. Trataré de distraería, de entusiasmaría con algo. Travesearemos un poco. A la hora de la cena, Guido se burlará de nuestro parloteo. Discutiremos. No quiero enturbiarle

Qué hacer para no caer en esta neurastenia, en la red de muerte y recuerdo... Encuentro unos naipes. Asociados con antiguos juegos, veladas de invierno. Me nace el capricho de pedirle a Sara que me saque la suerte. Muy seca, me dice que ha prometido no vo

Voy a pasar unos días negros. Tanto desgano. Pena de allá. Pero Sara y Guido vienen a buscarme. Nunca los había invitado a mi pieza. Comentan que es bien cómoda. Encuentran todo bonito. Será por consolarme. Me tienen una sorpresa. Hoy vamos a ir a una rec

Me levanto desnuda a buscar agua. Sara está ahí, la mirada perdida, pero tensa, acechante, con esa impasibilidad del sufrimiento extremo. Ahí, de pie en el umbral de la sala. No me siente llegar. Me acerco y le beso la mejilla fría. Me abraza sin cambiar

Habíamos vuelto de la fiesta. Estaban tan contentos que me contagiaron. Como cada vez que se hace tarde, no me dejaron volver a mi pieza. Nos sentamos en el barcito. Él ofreció el trago del estribo. Qué quieres. Sin pensar, dije champaña. ¡Vaya! ¿Qué cele

Esto es lo que me tiene perpleja. Sé que su oído es muy fino. ¿Qué quería? ¿Qué esperaba? Salgo a la calle, vacilante. Por un momento me cuesta orientarme. Camino soportando a duras penas el peso de la luz. Afronto la hostilidad mañanera. Un empujón. Boci

La ciudad que sólo existe en mis sueños, a la que llego siempre, tiene una universidad con cúpulas y soleras de cristal. Ayer hice un trabajo de secretaría para uno de sus docentes. No recuerdo su rostro. Se hizo de noche y le conté que no tenía dónde dor

Ser de un país no es reunir las impresiones de un turista. Es vivirlo día a día con venturas y desventuras. Empezar a vibrar con lo que gusta, duele o indigna a sus habitantes. Es ser como éstos, pero no ser ellos, pues una invisible mampara impide el ava

Tengo lo indispensable. Estoy aquí, pero siempre a la espera. Voy incubando una sola decisión: volver. Como sea. A lo que sea. Entretanto, vivo con Paz. Nunca hubo nombre más perfecto para una mujer tan clara. Es de las que se despierta cantando. Su única

-¿Y dónde están los hombres?

Misterio. Empezamos a sacar cuentas. Habrá tantos hombres solos como mujeres solas. Otra se lamenta que ya hizo sus cálculos, son muy pocos los solos de allá. Esta manía de allá me fastidia. Le pregunto:

- ¿Y por qué no te acercas a uno de acá? Me mira con espanto:

- ¿De acá? ¿Estás enferma de la mente? No me gustan los negros...

Me da tal ira. Enmudezco. Me levanto y regreso sola a casa. Conque esto somos. Claro. Los ingleses de América Latina. Siento una furia que me endiabla. Nos ganamos las infamias, los exilios, las muertes. Bien conquistadas... Esto es un desafío.

Llamo a Nicel:

- Quiero salir contigo.

Al poco rato, aparece este gigante africano, callado como siempre. Le pido que me lleve adónde él quiera. Mudo, conduce un auto larguísimo, como de pompas fúnebres. Damos vueltas por la ciudad, tiene refulgencia propia el valle de noche. Sigue por una car

En un amanecer de tambores, enrumbamos al litoral. Aquí ha de haber estado el paraíso. Me da pena percibir que estoy descubriendo el más bello país sólo para abandonarlo... Las palmeras están a punto de hundirse en la playa. Nicel quiere llevarme a su pue

Nicel se da. Su infancia, su madre, su trabajo, sus anhelos. Más que las palabras y su significado, es la rica entonación la que me embriaga. Me quedaría horas, días, envuelta en la humedad tibia oyendo esa voz. Pero en mala hora se me ocurre, sin pensarl

- Quince.

Unas campanillas me van sacando del sortilegio.

- Tu mujer es una heroína ¡criar quince hijos!

Nicel, tan tranquilo, responde gozoso:

- Mi mujer sólo tiene cuatro, los demás están regados.

Y la moralista, la defensora de los derechos de la mujer, pugna por no hablar con furia. Se contiene. Nicel dice con orgullo redoblado:

- Mi padre tuvo veintiocho...

La voz de tan bellas sonoridades, la sonrisa triste, los ojos renegridos, la piel de papelón, canela, pimienta, clavos de olor, las muñecas y manosfinas, con esa extraña palidez en las palmas, donde los surcos son casi violetas, son los mismos. Él no ha c

Llega el camarero. Me muero por tomarme un trago doble, triple, pero sólo pido agua fría. Nicel me ofrece todos los manjares. Levanta mi barbilla, rodea mi cara con sus manos. Le pido me lleve de vuelta. Para no parecer amurrada, hablo todo el camino, has

Va a seguir llamándome. Me niego a verlo. No puedo. Es una fuerza feroz la que me provoca el rechazo. Sería inútil explicarlo. Es todo, hasta yo misma. Menos su cuerpo moreno.

Esta mañana, me llamó Sara, con voz dolida:

- Hermana ingrata que no vienes a vernos, sabes como estoy de sola, he llorado tanto... ¿No te acuerdas qué día es hoy? Otro aniversario de la muerte de papá.

La consuelo, la animo, le prometo ir a verla un día de éstos. Después me quedo entre atontada y furiosa. Por la cresta. Estoy agobiada de problemas, de angustia. Lo único que faltaba para liquidarme la moral, acordarme de papá. Sara y su manía de las efem

No me convenzo de que él haya vivido menos que yo. Esto de que mi padre sea menor es tan absurdo. Como si el tiempo lábil nos hubiera hecho una zancadilla convirtiendo en realidad aquel juego de infancia: papá, cuando yo sea grande y tú seas pequeñito, te

Mamá nos lleva a recorrer la ciudad, con sorpresas como tomar cualquier tranvía o autobús y llegar a la parada final. O jugar en los columpios y balancines. Ir al cerro grande y llegar al zoológico o montar en funicular hasta la punta. También vamos a la

"Nucha:
No me fue posible seguir mi trabajo en África porque dificultades de supervivencia (de ellos) obligan a postergar indefinidamente muchos programas; sintiendo la impotencia de no poder dar más de mí, hasta quise correr la misma suerte de ellos, pero no me

Mauro, si tu carta me obliga a repensar tantas cosas y me invade de dulce tristeza, ¿qué decir de este testimonio que me congela? Me dejas como péndulo. ¿Cómo avivar rescoldos de antiguas inquietudes? Juntos podríamos habernos apuntalado. O destruirnos má

Voy a llegar primero que tú. Has hecho aletear en mí una plumita de esperanza: a lo mejor vamos acercándonos. Aquí estoy, venciendo el desaliento, reuniendo todas mis briznas de ánimo para cumplir un rito que siento inmemorial: escoger qué libros, qué pap

No son perdidas tales muertes.
Pues solamente aquellos que aman la vida
en su misterioso valor prístino
pueden solos
la grande espiga de su existencia que declina
segar con divina indiferencia.

Ángel Sikelianos: SUICIDIO DE ATZESIVANO (discípulo de Buda).

POR FIN, despegó el avión. Aún no me convenzo de que me voy acercando. No logro apagar una desazón, una angustia posesiva. Trato de concentrarme en una sola idea: unas horas tan sólo y ya estaré allí. ¿Qué hago si no me dejan entrar? ¿Y si me mandan a otr

Sí, Mauro, esto nos concierne... ¿Por qué no logro aventar los recuerdos tristes, inquietantes? No puedo asumir todo el dolor del mundo. Trato de distraer la mente. No lo consigo. Pido un periódico a la azafata. Inevitablemente, por reflejo, me detengo en

-Hermana, tu casa está pestilente, así que te llevamos a otra parte.

-Vas a encontrarte con buenas sorpresas, tratamos de hacerte una fiesta lo más cerca posible a lo que Dios mandaría en un mundo normal.

Nos metemos en el auto de Roni.

-Como siempre -comento-, la cordillera existe más en la imaginación que en la realidad, empavonada de brumo.

-Claro, si la perla ya se acostumbró a la luz tropical. Y aquí no decimos "brumo", sino smog, no más-, protestan.

El tic tac que suena en mi cabeza no disminuye:

-¿Qué noticias tienen de ese inmolado en Amsterdam?

- ¿Cuándo lo supiste?

-Ahora, en el vuelo.

-Lo sentimos, Nucha, pero es exactamente lo que piensas...

Me recojo como almeja recibiendo limón. Las mejillas se me sumen y se pegan a los dientes secos que sujetan los secos labios. Me encojo, me enanizo. Pero el dolor no encoge. Aumenta. Crece. No me cabe. Comprimido en mínima envoltura va a estallar.

-Nucha, aunque ustedes estaban separados hace tiempo, tú eres la única que puede testimoniar sobre su vida, su...

- ¡No me pidan eso! ¡Ahora no!

-Lástima tener esta profesión de vampiros, negrita, pero él no se merece un silencio mojado con unas cuantas lágrimas que se evaporan rápido. Vamos a lanzar al aire lo que digas, en el noticiero de la una.

-Stop. Roni. No cuentes conmigo.

-Inútil, Nucha, no nos estamos refiriendo a tu maridito -dice Vilma con voz dura-, no estamos hablando con una doliente viuda. Por lo demás, aquí son las viudas las que están denunciando a cada rato cómo les matan a los maridos. Hay trabajo, amiga. Qué di

-Llévenme a mi casa.. Quisiera estar sola. Recordar lo que me dijo en su última carta.

- ¿Te escribía?

-Tarde, mal y nunca, pero desahogándose cada vez.

-Nuchi, vamos a mi lugar de trabajo. Ahí te están esperando los amigos. En cuanto a tu casa, hoy han recién empezado a ordenarla los chiquillos de tu apoderado.

-¿Y qué es de ese irresponsable que no se ha comunicado jamás conmigo?

-Ni te quejes. Tú sabes cómo es. Agradécele, eso sí, que.no sea como otros, que hicieron zamba canuta con plenos poderes.

- ¿Cómo?

-Vas a ver, algún día también habrá juicios, más de los que te piensas, por abuso de confianza. Y eso que mucha gente aguanta las pérdida, los daños, por vergüenza ajena, por no denunciar a un "amigo". Bueno, tu apoderado está de muerte, si para él Mauro

-¿Ubicaron a mi cuñada? Podría hacer alguna declaración.

-A ésa sólo le interesa amallar. Es capaz de robarle a los huérfanos. Desde que murió tu suegro, hasta se ha peleado con la madrastra para quedarse con todo. Le fuimos a avisar y sólo preguntó si la casa estaría a tu nombre.

- ¿Y la madrastra?

-Nuchi, nos estás obligando a contarte un chiste peor que la muerte del loro. Ella está relegada. En el norte.

-No puede ser.

-Tal cual. La detuvieron en la última manifestación de mujeres, cuando se encadenaran al Congreso...

Veo patente la figura de Natalia. Altanera, soberbia, teniendo vivo el recuerdo de ese antepasado suyo que combatió junto al Director Supremo y después murió en la única revolución de verdad que se intentó en este país en el pasado, y que nadie conoce...

Llegamos a una mansión lujosa. Cruzamos las verjas. Un salón convertido en sala de redacción. Un abrazo y otro. Tantos amigos que había olvidado. Y caras nuevas: los colegas jóvenes. Muchachada hermosa, dinámica, con una confianza en sí misma que no tenía

Entre brindis, carreras, entradas y salidas, empiezo a escribir. Lo intento. Penoso esfuerzo. ¿Cómo expresar lo que tú eras, lo que tú pensabas sin caer en la desvaída caricatura, en la frase de circunstancias o en el desliz panfletario? Todas las palabra

-Nucha, por la mierda, me estás haciendo revivir lo mismo que pasé cuando Pelluco...

En mi angustia, ya me come el egoísmo. Los días horrendos vividos junto a Vilma, ella próxima a parir, buscando a Pelluco... Como adivinándome, se suaviza y dice:

-Vas a ver a tu ahijada, está más linda que un sol...

Mauro, ayúdame a ser tu médium, el rebote de tu grito. No habrás imaginado nunca que serías el arco para lanzarme de un aeropuerto a una sala de redacción. Aquí, adentro, donde tú querías estar; Mauro, yo habría renunciado al oficio, al país, al retorno,

Quiero caminar un poco... Andar por la calle. Salgo como una convaleciente. En la esquina hay un vendedor de frutas con su canasto. Le compro un racimo de uvas moscatel y me lo llevo a la boca arrancando los granos con los dientes, saboreando el polvillo

Mauro, tú eras el que tenía fe en los hombres, aunque no creyeras en la más perfecta creación humana. Tú eras el varón lúcido, sereno y paciente con todos (no siempre conmigo). Tú eras mi amor, mi odio y mi rabia. Yo te quería más perfecto que Dios y no s

Vuelvo donde los colegas. No me doy cuenta de que no me atrevo a enfrentar la casa sola. Roni insiste en que me vaya a la suya: su mujer nos está esperando. No me convence. Si me aguarda una ruina, mejor verla lo antes posible. Al fin, consigo me vaya a d

Veo el antejardín y ya tengo una idea: malezas y pasto seco. Ron¡ forcejea para abrir la puerta, domo si llave y cerradura estuvieran herrumbradas. Nos golpea una bocanada de olor a polvo y humedad. Ahí me quedo en la penumbra mientras él busca dónde dar

Voy al dormitorio. Sucio, hasta embarrado el colchón. En un armario encuentro sábanas limpias, las extiendo y me acuesto. Están frías, húmedas. Olor a percán, a moho, a impalpables hongos. No logro conciliar el sueño, entumecida. Lloro llamándote, llamánd

Hasta que amanezco en un mar helado, palpando el vacío. Reúno mis fuerzas y voy a la cocina. Mis dedos ateridos demoran en prender un fósforo. Una tetera tiznada, el interior cubierto de pétreo sarro. Al abrir el horno veo la cola del ratón, serpentina. P

Tazas desportilladas. De ahora en adelante todo intento de nutrirse o beber estará precedido del rito odioso: fregar, lavar. Vuelvo a buscar una bata. Sólo encuentro la tuya. Su tela de esponja me raspa la cara. En vano intento recuperar tu olor. Bebo el

-¿Qué hiciste? ¿Dónde te fuiste a meter?

-Al Kremlim, a ver la misma "anticualla de los zares" que tan bien detalló Miranda...

-Mauro, por Dios, no iban a pasar doscientos años y a quedarse allí el tiempo detenido. Ahora me vas a decir que todo está igualito como en los tiempos de Catalina.

-No he dicho eso. Me carga que me tergiverses. Sólo que he encontrado muchas cosas tal como él las describe en su diario: la misma arquitectura "tártaro-gótica del palacio de los zares". Son sus palabras. Repetirlas no es ser enemigo del sistema...

-Eres un animal. Ya ni se puede hablar contigo...

-Nucha, no seas peleadora. ¿No te gustaría que fuéramos a la Petersburgo que él conoció?

- ¡Mauro! Sería fantástico. Poco nos falta para estar en todos los lugares que él recorrió... ¿Y dónde fuiste después?

-Caminé por todas partes. También estuve en un barquito.

- ¿Qué viste?

-La ciudad desde el río. Meandros. Una casona color hígado de vaca.

- ¿Comiste?

-Sí, claro -me mira como esforzándose por recordar-, pasteles.

Haces el inventario no de los tesoros sino de los despojos. No la lista del haber, por si con algo cuentas, sino la del debe, para asimilar que el peor sobreviviente es quien regresa sin haber hecho del afuera catapulta para el acomodo. Dejaste un hogar y

-Maestro, ¿cuánto le debo?

Ese hombre fornido, muy alto, inclina la cabeza y dice humilde:

-Lo que usted quiera, patroncita.

Te rebelas, el "patroncita" te duele como cuchillada:

- ¡Maestro! Este es su trabajo. Usted tiene que decirme cuánto vale.

El hombre, más humillado aún, responde:

-Lo que sea su voluntad, patrona...

Dios, Dios ¿será ésta la aguerrida clase obrera de tanta tradición? ¿Qué ha pasado aquí que a los obreros se los ha convertido en siervos de la gleba? Recurres al maestro Juan:

- ¿Qué hago? El plomero no me dice cuánto tengo que pagarle, dígame usted cuánto correspondería...

Te da una cifra equivalente a tres dólares. Pagas y el hombre se va contento. Te quedas sacando cuentas. No es posible: por idéntico trabajo te habrían cobrado treinta en la ciudad que acabas de dejar...

El maestro Juan llega a las nueve de la mañana y se va a las nueve de la noche. Cuando le abres la puerta, está con su gorra en la mano, la cabeza gacha. Lo saludas, hace una profunda venia y luego entra.

Él es quien con infinita paciencia raspa, rellena, revoca, blanqueadas de polvo pestañas y cejas, salpicados rostro y brazos de yeso, esmalte, pintura. Con seria calma observa cada despojo y hace el diagnóstico: sirve, no sirve, se puede reparar, podría u

No. Esta casa no fue allanada. Aquí no hubo fogatas. Sólo han llegado en tu ausencia personas que se decían amigas. A saquear. No eran éstos libros de caballería sometidos a la furia de un barbero y un bachiller. No. Fue doña Lilia Soto, la cantante progr

Revenimiento, manchas húmedas, papeles rotos, sebo, mugre, polillas triunfantes, libros robados, objetos perdidos, plantas dejadas secar, son muestra viva del alma quebrada, del alma estropeada, del alma rota, deteriorada. Es el espíritu el agujereado por

Ahí tienes derrota: máscala, trágala, asimílala. Que sea cal de tus huesos la derrota. Que sea torrente sanguíneo y reemplace tus células y crezca en tu pelo y en tus uñas y anule tus pigmentos y blanquee tus cabellos. Derrota aja tu cara y vence la resis

¿Pretendías acaso salir indemne? ¿Pretendías mantener la sonrisa y erguida la cabeza? ¿Pretendías cosechar caricias y no puñetazos en la nariz? ¿Tú eras la que proclamaba no dejarse robar ni una aguja ni un sueño? Ahí tienes, mastícala, saboréala, deglúte

Esto es más eficaz que hacer fogatas para quemar libros y romper colchones a bayonetazos... Y alguien tiene el coraje de decirte: " ¿De qué te lamentas? Da gracias a Dios de que salvaste la vida". Esto es la resignación por el puñetazo en la nariz que te

Pero todo se aplaca, hasta el dolor y la furia. El grito termina por ahogarse en la garganta enronquecida. A la rabia sucede el anonadamiento. Hay que seguir, seguir, levantarse.

El maestro Juan se esmera en darme ánimo: mire, si eso que parecía sin remedio se ve ahora tan bonito. O en silencio se me acerca y muestra algo que sus manos recuperaron. A poco, el cobijo cobra vida. Aventado el polvo y apaciguados los fantasmas.

Me asomo a la ventana y veo el perfil de los cerros y el dorado fulgor de las hojas en otoño. Una bruma impalpable, polvo de alas de mariposas amarillas, envuelve la ciudad. Siento que en realidad nunca salí de aquí.

Enfrente, como hace diez años, un grupo de obreros acarrea piedras de un montón a otro, como en cámara lenta. Llevan champas de pasto seco de un montón a otro.

El maestro Juan viene a distraerme y con orgullo dice:

-Señora Nucha, encontré en el desván ese anillo que tanto buscó don Mauro.

En su palma callosa reluce el aro metálico.

- ¿Dónde estaba?

-Debajo del baúl, en la bohardilla.

Me siento. Miro hipnotizada esa sortija... Cómo revolvimos la casa buscándola. Una delgada argollita de oro, una ilusión que tú usabas cuando te conocí. La llevabas en el meñique. Creí que estabas de novio. No sé si por respeto o por inconfesable sentimie

Después de casados te la pedí. "No, Nucha, todo lo mío es tuyo, pero esto no te lo puedo dar". Hablaste con tal suavidad y emoción contenida que fui incapaz de preguntarte nada. Comprendí. Cada ser humano tiene una parte sagrada, intocable. Pero cuando se

En ese momento descubrí, hombre mío, que tenías un mundo puro y maravilloso. Tan solo ahora me lo confiabas. Y di gracias al cielo por no haber sido intrusa. Esa sortija perdida nos unía más que todos los anillos de compromiso de la tierra... Nunca quise

Yo no quería casarme. Te había propuesto que viviéramos juntos mientras nos soportáramos. Hasta peleamos. Me trataste de anarquista decimonónica... Al fin hicimos un trato. Nos fuimos la mañana acordada al registro civil. Le pedimos a unas personas descon

Y ahora estoy aquí, sola, mirando este fino aro de metal. Soy incapaz de ponérmelo. Tampoco puedo guardarlo... Me voy al patio, tan abandonado, cavo un hoyo bien hondo al pie de la higuera que tú plantaste. Debajo de una raíz pongo el anillo.

Porque escribí no estuve en la casa del verdugo
ni me dejé llevar por el amor a Dios
ni acepté que los hombres fueran dioses
ni me hice desear como escribiente
ni la pobreza me pareció atroz
ni el poder una cosa deseable
ni me lavé ni me ensucié las manos
ni fueron vírgenes mis mejores amigas
ni tuve como amigo a un fariseo
ni a pesar de la cólera
quise desbaratar a mi enemigo.

Porque escribí y me muero por mi cuenta
porque escribí porque escribí estoy vivo

Enrique Lihn: LA MUSIQUILLA DE LAS POBRES ESFERAS.

QUIERO viajar al norte a ver a Natalia. Me hacen desistir. Sólo intentarlo, significaría la expulsión del país. Otra mala onda: censurada toda la prensa de oposición. Antes de la clausura total van a alcanzar a salir algunos números con huecos en blanco c

Voy a proponerle a Vilma un proyecto de trabajo que podríamos realizar ambas. Me ataja con un solo grito:

-¡No me vengas a hablar de trabajo! Ya llevo dos años sin trabajo. No tengo ni para darle de comer a mi cría. Si te viniste, tenías que saberlo: aquí no hay trabajo, no hay de comer y cada uno se rasca con sus propias uñas. A mí no me vas a hablar de nece

La dejo desfogarse y le digo con la mayor calma de la que nunca fui capaz:

-No entendiste. No vine a pedirte me ayudaras a conseguir un trabajo, ni a robarte el tuyo, sino a proponerte un proyecto para que ambas pudiéramos ganar algo. Y que se te grabe bien en la mollera: no vine a robarte tu pan ni el pan de nadie. Yo no vengo

Mientras estábamos gritando, no vimos que entró Olafo, oyendo con santa paciencia.

-Bueno, muñecas, después de esta bonita manifestación de histerismo, sigan hablando como la gente. En cuanto a ti, Nuchi, te convendría dedicarte a las labores del sexo por un tiempo. Ya vas a ver que tendrás trabajo, no remunerado, precisamente. Por de p

No abandono mis viejos hábitos. Mejor dicho, retomo esos hábitos que descuidé en mis andanzas.

Amo la noche de esta ciudad. Me molesta no poder ir a ciertos lugares que quisiera recuperar. Pero cada atardecer salgo. No falta un paradero: el refugio de los escritores o el bar de los poetas. (Ayer me encontré con el poeta Rolando. Me abrazó estalland

Voy descubriendo que la ciudad se despuebla de hombres. A ninguna mujer se le ocurre preguntar a otra por un marido o un hijo. Si, impertinente, insistiera, se le respondería algo vago: casamiento, un traslado, faenas o viajes en el interior, mudanza de b

Caminando atrapo rincones. Nada descubro. Nada me sorprende de esta vieja ciudad. Sólo el recuerdo es lo nuevo. ¿Podría sorprenderme el inmemorial sombrero de paja que me pongo todos los veranos para trabajar en el jardín? Tampoco, puede sorprenderme el d

Esta ciudad soy yo. Me reencuentro conmigo misma y con los nutrientes de todas mis añoranzas. El carillón suena dentro de mí. Ahí en la plaza hay un pino gigante. Creció junto con nosotros. Allí, Mauro y yo subimos cuando niños, en momentos diversos. Reco

La ciudad no acepta la injuria de la descripción. Se burla: mírame, recórreme, pálpame, huéleme, saboréame. No soy tan grande ni tan bella ni tan gloriosa como otras, pero si de mí te alejas te duelo en los huesos calcinados de tu madre y de tu padre, me

Hasta mis pies recobran una perdida memoria al crujir de las hojas de otoño. De vez en cuando, un lancetazo de abeja: un hotel en que pasé una noche de amor; un banco donde esperé en vano apoyando mi tristeza; un puente que me condujo a un maravilloso enc

Me voy acercando al lugar donde depositaremos las velas encendidas por cada uno de nuestros muertos. Viejas, jóvenes, niñitos. Abrigos de pieles, ponchos, olor a fino perfume u olor a humo triste, a ranciedumbre. Ancianos, señores maduros, inválidos o muc

Salgo a cumplir los encargos de la tía Charo. Escribo ese famoso manual que me encargaron con la advertencia de que debo entregar cada día las cuartillas terminadas, sin dejar borrador en casa. Leo el nuevo libro de mi apoderado y después nos juntamos a c

El maestro Juan no había dado señales de vida desde la última protesta. Pero al fin aparece. Irreconocible. La cabeza rapada, un costurón costroso le abarca el cráneo. Manchas entre verde y morado le cubren los párpados, se derraman por los pómulos más ag

-El día del paro fui de amanecida a buscar al hijo que es sereno en una construcción, muy cerca de donde vivimos, en previsión de un mal rato. A poco de salir de la obra, nos atajó una patrulla. Mostramos los documentos. Todo en orden. Adelante. No estába

-Maestro Juan, lo que se le ofrezca. Si en algo puedo servirle...

-Yo sé que usted es bien mujer para sus cosas. Puede decir sí o no. Nada más. Sobran las explicaciones... Quiero que me autorice para vivir en su casa algunos días. Voy a esperar que me crezca el pelo y desaparezcan las señales.

-Maestro, el cuarto de alojados está a la orden.

-No, señora Nucha. Quiero ocupar el cuarto de servicio. Así, si apareciera algún curioso, se podría ver que usted tiene un empleado. De paso, yo también le hago al jardín...

-Pero podrían llamarme de su casa. No creo que su señora se vaya a quedar tan tranquila. Ella sabe que usted ha trabajado toda la vida con nosotros. Tratarán de saber si se comunicó conmigo.

-Nada de eso. Ya corté todos los lazos. Creen que me fui para el sur... Pero yo, de aquí salgo y ya sé para dónde coger...

El patio abandonado me obliga a revisar la bodeguita. No quedan rastros de útiles de jardinería. Parto a comprar unas herramientas, podadora, manguera. No vaya a ser que, en caso de visitas, la presencia del maestro Juan vaya a resultar muy fulera. Él me

El maestro es porfiado. No come si yo no estoy, así que procuro llegar a horas regulares. Siempre tiene la mesa puesta, una flor o rama recién cortada en un vaso. No es parlanchín, pero suele contarme de la infancia en el reducto, de su partida al norte,

Hoy, salí temprano, después de preparar algo de almuerzo. Le dije que no llegaría sino hasta la hora del té. He encontrado la mesa puesta sólo para uno. Una camelia nadando en mi copa. Voy al cuarto de servicio. Orden absoluto, como si nunca hubiera estad

Cuando regreso muy tarde, ya no siento el alivio que me producía saber a alguien en casa. Por más que procuro estar siempre antes del toque de queda, hay veces que me ha sorprendido en la calle. Entonces sí que me estorban estas piernas remolonas que me o

Charo me ha pedido no la vaya a ver. Nada más, llamarla de vez en cuando, pero no desde mi casa. Por eso me extraño cuando esta mañana suena el teléfono y oigo su voz:

-Señora, hoy va a ir el maestro que le va a hacer las cajoneras. Es bien competente. La va a ir a ver esta tardecita...

¿Qué habrá ocurrido? Esta Charo me va a tener sobre ascuas quizás hasta qué horas. La tardecita... No sabré yo que los sajones de América del Sur, tan buenos para hacer broma de los tropicales, son la gente más perdida en el tiempo. Vilna quedó de venir a

Llueve sin prisa, metódicamente, sin esperanza de sol apresurado en evaporar el agua y borrarle las huellas. Llueve con frío para trasminar, para calar hasta los huesos. No es lluvia torrencial ni garúa ni chubasco. Es lluvia de acá. Ciega, implacable, in

Es muy tarde. Tengo sueño. Pero tocan a la puerta.

Un hombre con la cara medio cubierta por una chalina. Sin abrigo. Estilando. Camina con dificultad. Deja un bolso en el suelo y se queda de pie, perdido como un náufrago, amilanado. Le chorrea el agua de la barba, del pelo que le tapa los ojos. Está tirit

-Bueno, amigo, ¿cómo tengo que llamarlo? Soy Nucha.

- Sí, claro. Me llamo lvo.

Le quito la chaqueta y la pongo en el respaldo de la silla ante la chimenea.

Al rato, sale envuelto en la bata, saltando en un pie.

-Lo siento, Nucha, va a tener que ayudarme. Ahí en el bolso hay algo.

Me muestra la pierna envuelta en un vendaje sucio...

Por la mismísima mierda, mi tía Charo cree que yo soy Vannina Vannini. No puedo ver las heridas. Me dan ganas de vomitar. Qué hago. Y este pobre hombre tan alto, tan flaco, tan desamparado...

-Hay algodón, gasa, vendas, las jeringas desechables, el antibiótico.

Sigo sus instrucciones y cruzo esa pierna atravesada por el impacto, con dos agujeros.

-¿Tengo que llamar a un médico?

- Ni por nada. Ya me atendieron. Tuve suerte: no tocó el hueso. No se preocupe, que aquí paso la noche y mañana me iré... Tengo fatiga. Me mareé con el trago. Es que no había comido...

Habla dilatándose, como pidiéndome disculpas. Lo llevo a su cuarto y voy a calentar un poco de caldo.

Cuando le llevo la bandeja, lo veo durmiendo. Sueño profundo. Le echo otra cobija. Le toco la frente. Está afiebrado.

Esto es lo que se llama echarme una vaina, tía Charo. Este gallo no puede irse mañana. Y si el huevón se me muere...

En el baño, un pantalón de tweed bastante grueso, mojado, dos hoyos como de quemadura y sangre. Una camiseta afranelada y una chomba de cuello subido... Todo mojado. Mojados los calcetines. Empapados los bototos... Esto no se lava, zurce y seca de la noch

Vuelvo donde lvo. Respira agitado. Está ardiendo. Saco la estufa del cuarto y le pongo en la frente un paño con agua de colonia. Regreso al baño. Mi botiquín no tiene sino una miserable botellita de yodo y unos parches curitas.

Voy a la biblioteca a ver si encuentro algo sobre heridas. Me acomodo en el sofá, un vaso y una botella al lado, y me pongo a leer "El doctor en casa". Para peor. Una larga lista de tipos de heridas. Cada una termina con la advertencia: envío al médico, t

Sigue lloviendo. Voy a ver cómo está lvo. Parece que no respira. ¿Si se ha muerto? Lo zamarreo. Se despabila. No quiere comer. Tiene sed. Le llevo un jugo y aspirina.

-lvo, inventemos algo. Usted no puede irse así.

-¿Puedo quedarme?

-Sí, pero yo quiero traer a un médico.

-No. Por favor, póngame otra inyección.

- ¿Y si vienen?

Se encoge de hombros. Me da tanta lástima. Bueno. Que se haga lo que Dios quiera.

-Me gustaría, lvo, saber por lo menos si lo andan buscando.

-Es lo más probable.

- ¿Y qué hacemos? ¿Le aviso a alguien?

-No.

Abre las manos y se queda con la vista fija en sus palmas, como si allí pudiera hallar respuesta... Qué saco con afligirlo más.

-Bueno. Se queda tranquilito y yo voy a seguir mi vida normal, hasta donde se pueda. ¿Lo vería anoche alguien cuando llegó?

-No se divisaba ni un alma. Llovía tanto.

Y aquí me paso una semana con el alma en un hilo. lvo se va recuperando y lee como malo de la cabeza. Me pregunta por unos autores de la serie negra. Al menos, tenemos una afinidad: la admiración por Dashiel Hammett. Encuentra una mina de oro, la colecció

lvo ya camina casi sin cojear. Es una verdadera sombra que va de su dormitorio a la biblioteca. De pronto me pide que le corte la pelambrera. ¡Es otra persona! Lo malo, se le ve un verdadero antifaz: la parte inferior de la frente, la nariz y los pómulos

Esto sí que no me lo esperaba. Me viene a ver nada menos que Sandro. Si me había olvidado por completo de él.

-La palabra hermosura limosnearía para nombrarte.

-Sandro, eso me suena, parece que lo leí por ahí.

-Siempre me gustó tu agilidad mental, y ese ánimo tuyo.

Me comienza un calorcito, concibiendo rabia... Habrá que hacer honor al mito de nuestra hospitalidad. Lo invito a tomar asiento. Se queja de frío. Cierro la ventana. Forcejeo con la armella, que tiene su maña.

-Neni, esas manos tuyas, tan débiles, no son para la rudeza...

Con ademán ágil, cierra.

-¿Qué te ofrezco? ¿Té, café o vino?

-Lo que sea tu cariño. Vino, mejor.

Saco la botella del viejo mueble y. meto el sacacorchos.

-Neni, permíteme-, como un bailarín se mueve y destapa-: Qué bien, un sonido sólo comparable al de un beso.

Echa un chorro en su vaso y sirve, haciendo girar la muñeca hacia afuera. Me acuerdo de Mauro, no podía soportar ese gesto. Es signo de desprecio, decía.

-Neni, brindemos por este momento que inventé tantas veces.

La rabia ya es sietemesina.

-No vuelvas a decir Neni, porque hace rato estoy mirando y no veo a otra persona por aquí.

-Pequeña, no te hagas la dura, la hosca. No te sienta. Cuéntame qué ha pasado desde la última vez que nos vimos. Yo sé que bajo esa cascarita hay pura miel. Cuenta, cuenta.

-La última vez que nos vimos, fui a pedirte ayuda, ¿te acuerdas? Yo tenía mucho miedo y quise quedarme en tu casa... Muy amable, meloso como eres, muy cortés, me dijiste que podía, pero que debía irme temprano, pues tenías una reunión al desayuno.

-Tú sabes, con tanto compromiso, esas reuniones son para mí habituales.

-Pero antes hubo algo más. Te molestaste porque yo no fui seductora. Dijiste no soportar a las mujeres como vacas a las que hasta es preciso enseñarles a moverse...

-Ne... Chiquita, me habrás entendido mal. Rencorosilla.

-Sabías que me gustabas tanto que la emoción me anulaba. Sólo me conformaba con mirarte.

-Y esa emoción tuya me colmaba. Recuerdo las cosas tan lindas que me dijiste.

-Nada lindo. Sólo que me gustaban los hombres corno castillos, con puertas y pasadizos secretos, puentes levadizos, torres y almenas, hasta algún cuarto prohibido... Pero cuando creía haber llegado al castillo, me encontré con una "solución habitacional"

-Ese humor tuyo es único, son tan pocas las mujeres con ese bendito sentido.

-En la mañana me pediste que hiciera el desayuno y cuando lo iba a servir, llegó esa joven, la hiciste pasar y te encerraste con ella, no sin antes dejar mis cosas en el paragüero...

-Chiquilla, somos seres superiores, esas minucias no cuentan, no pueden enturbiar una relación superior.

-Sandro, ahora estoy muy ocupada, si quieres nos vemos otro día. No me gusta esta conversación.

-Tú sí me gustas. Te ves tan bien con ese mohín de niño enfurruñado. Así, enojada. Áspera, pero suavecita. Amarga, pero tan dulce.

-Fíjate, Sandro, que ya debes de ir en el recurso número cuarenta y cinco. Ya se sabe, todos funcionan, entre más añejos y requetesabidos, mejores, desde Adán y Eva. Sólo que dependen del modo y la manera. Y de la ocasión.

-Chiquilla, estás muy tensa. Esta soledad no te hace bien. Esta casa con tanto recuerdo te pesa. Vente a la mía.

-Te lo voy a decir con un versito de Falú, para que lo entiendas mejor: "no venga a tasarme el pago con ojos de forastero; su cinturón no tiene plata ni pa'pagar mis recuerdos"...

-Déjate de ociosidades, Morena. Te vengo a buscar. Vámonos al puerto. Tengo un estudio con vista al mar, ideal para borrar pesadillas. Todo puede ser mejor que esa vez, cuando tú me fuiste a buscar...

-Cierto, yo fui. Venía otro año nuevo que iba a pasar sin quien más quería. Y fuiste muy generoso para ayudarme en momentos difíciles. Generoso y desinteresado. Y yo fui, con ganas de divertirme, de pasar un buen rato, de pescar tu onda. También fui yo qu

-Morena, ni sé de qué estás hablando. Yo no te ayudé. A lo más, cumplí con un compromiso que no sólo tenía contigo. Eso es cuento aparte. Ahora sé lo solita que estás...

Rabia parida.

-Sandro, ¡basta!

En el preciso momento irrumpe la voz de lvo:

-Nucha, me tienes esperando...

Sandro mira con cara de extraviado... Y pensar que dejé a lvo pintado como un guerrero piel roja...

Me quedo triste. Este señor que ha venido a verme me causó un día una especie de resucitar. Es cierto. Hubiera podido estar horas mirándolo y recreándome en su perfección. Y ahora me ha dado rabia. Más que la vejez y el acabamiento, me ha dolido verle la

Agito de nuevo el menjunje.

Se lo voy aplicando a lvo hasta emparejarlo.

Llamo a tía Charo: el maestro ya terminó el trabajo. Qué bien. Avísele, por favor, que ya le salió otro.

Los preparativos para la partida. lvo tiene manos de lana. No puede ni cortarse las uñas de la mano izquierda. Unos dedos flacos, manos tan lisas. No debe de haber clavado un clavo en toda su vida... Cajoneras.

Le reviso el bolso y quemamos los remedios sobrantes. Le sugiero que lleve algún libro terrorífico, a más de algunos apuntes o textos de estudio... si de algo sirviera hacerse pasar por alumno de la universidad, en caso de que lo detuvieran... Nos abrazam

Por la ventana lo veo alejarse. Camina casi normal. Tuvimos suerte.

Ahora me fijo en el paquete sobre la mesa. Lo dejó Sandro. Algo me impulsa a no abrirlo todavía.

Al fin, sé de Natalia. Terminó su relegación. La voy a ver a su casa. Qué mujer de vitalidad increíble. Acelerada, como siempre. Si no fuera por ese pelo de blancura radiosa, parecería una chiquilla. Estamos horas hablando, pero no quiere contarme lo que

-Nucha, tengo que asimilar todo esto. La muerte de Mauro me dejó enferma. Casi no vivimos juntos, pero nos respetábamos, cada uno a su manera. Voy a escribir todas estas experiencias... Necesito tu ayuda, Nucha. Vamos a juntamos a trabajar. Acaso sería me

Llega a almorzar un cuñadito mío, hermanastro de Mauro. La última vez que lo vi, tendría unos diez años. Era un niño muy alto y hermoso. Hoy es un hombre, casado, ya tiene un hijo. Lo expulsaron de la universidad. Trabaja como vendedor y va a un taller de

- ¿Qué te pasó?

-Nada del otro mundo, rutina. Como dice un poeta amigo: "cuando pequeño, yo jugaba con soldaditos de plomo; ahora, los soldaditos juegan conmigo y me meten plomo..."

Natalia me muestra su patio. Ya tienen yemas reventonas los almendros. Huele a tierra fresca. Ha puesto una pileta para que se bañen los pájaros.

Vamos a su escritorio y comienza a leerme su manuscrito, un relato del desierto que me deja sobrecogida: una experiencia que tuvo al terminar la relegación, cuando bajó a una ciudad nortina, a orillas del mar:

"Las chancheras están prohibidas, pero siguen existiendo. Decido visitar al criador de puercos más importante de la zona y convenzo a un amigo para que me acompañe. Viajamos por un camino donde los reverberos provocan espejismos como pozas de agua rutilan

He escuchado el relato de Natalia, sin acabar de concebir la idea de que esta mujer siempre vestida de blanco haya tenido semejante ocurrencia. Le prometo irme con ella a la playa...

Dejé muchos días sin revisar el paquete que me trajo Sandro. Son cartas, programas, invitaciones, unos libros que me mandó Velia. Me apena un poco abrir estos sobres: obras de teatro, exposiciones, bautizos de libros, cócteles. La vida sigue en la ciudad

"Nuchamor: En un pasado remoto nos prometimos recorrer juntos una isla donde estuve hace poco. Para mal de mis pecados, alojé en un hotel con el mismo nombre de ése que nos gustó tanto en el recorrido mirandino. En los primeros días empecé a sentir un cal No descansé hasta hallar a una amiga de la admirada con respeto sin límites. Sé, sabrás comprenderla; nada de cuanto me dijo merece olvidarse. Nuria, menuda y valerosa, me descargó una andanada nuchesca: "soy mamá, papá, abuelita, tíos, todas las imágenes

(relato de Nuria)

"La hermana del Doctor llegó el jueves de Europa. El sábado se fue al hotel más alto, junto al malecón, y subió al decimoctavo piso. Casualmente se abrió la puerta de una habitación: salía un joven por unos refrescos. Vio a esa dama tan distinguida y, a

Ahí estás, dándote vueltas en las estancias abandonadas, desvelada en ese inconcluso mensaje póstumo, pensando en doña Laura, viéndola descender de su citroneta, esbelta, etérea, los ojos más bellos, rodeada de pobladores, dispuesta a amanecerse con ellos

Miras la lámpara y la ves penduleando. También la casa se menea, cruje, muela que unas tenazas descomunales tratan de arrancar de cuajo. Desatada la ira de Dios, fuerza ciega que acosa a impotentes. Y todo se bambolea y cae. Se apagan las luces.

Toda la tierra es abominable cuna mecida, columpio impulsado por un criminal, carrusel desaforado, monstruo antediluviano que corcovea para zafarse de todo cuanto tenga en los lomos. Y tú y todos, porque son todos, sin tener dónde recurrir. Despavoridos,

No eres nada, sino un cuerpo y un ánima atacados de paralizante miedo. No hay a tu lado un ser que te abrazare y contagiara su calma. Toda la soledad humana amasada por un solo pavor. El temblor aminora, pero te quedas esperando otro. ¿Vendrá? Y otro. Y o

En la calle, una lechosidad opalina te permite ver el fandango que bailan los postes de luminarias. Hay casas que se han desplazado cerro abajo. Caen cornisas, se desploman frontispicios, las paredes se abren hacia afuera dejando las casas como esos dibuj

Adultos lloran como niños golpeándose el pecho y pidiendo perdón. Niños, muy serios, miran sin entender y terminan por contaminarse con el terror de los grandes. Como en antiguos tiempos, ante el temor de invasión, la gente acude a las plazas armando tien

Piensas en Mauro, el exorcista de tu miedo, aceptando dejar un pueblo de escombros para volver a la ciudad natal, llegando al otro día y pidiéndote: "enséñame a tejer". No sabías si aquel terremoto lo había trastornado. ¿Un hombre tejiendo a palillos? P

Ciudades completas han sufrido los estragos del sismo. Quebrado como cántaro el pueblito donde se producían las más bellas cerámicas. Aldehuelas que se conservaban intactas desde los tiempos de la Colonia, fueron borradas del mapa. Hay que seguir adelant

Hay que seguir adelante.

Vilma y su novio te invitan al teatro. El actor principal es nada menos que un Premio Nacional, voz y gesto que marcaron el fin de una época teatral para iniciar otra. Él fue el maestro, el modelo. Casado con una mujer tan actriz como él mismo, recorriero

La función comienza de modo extraño; el actor anuncia al público algo que ya sabe la mayor parte: su hijo, padre de cuatro niños, trabajador de una importante entidad de la Iglesia, ha desaparecido. Fue secuestrado a las puertas del colegio donde había id

No por trágica ironía, sino por dolorosa evidencia histórica, esta obra puesta en escena, PRIMAVERA CON UNA ESQUINA ROTA, trata de cárcel, de exilio, de desastres familia res, dolor que trasciende a lo que un individuo o una pareja pudieran soportar.
Intermedio.

Reaparece el actor y esa voz de profundas resonancias, la voz de Monserrat, la del Comendador de FUENTEOVEJUNA, se eleva con estremecedora gravedad para anunciar:

"Ha llegado mi hija y me trae la peor noticia: mi hijo apareció degollado, junto a otros dos: un profesor y un dibujante. ¡Degollados!"

El público, sin sobreponerse al abatimiento, decide abandonar la sala, dejarlo con su dolor, que pueda abrazarse a su esposa, a su hija, ver a los nietos huérfanos, pero la voz del desdichado padre se impone:

"Quiero terminar la función. Que esta gran ira nuestra por las infamias que están sucediendo en el país, no nos exima de cumplir. Cumpliré como cumplió mi hijo. Que la muerte de mi hijo, que todas estas muertes sirvan para algo, porque de otra manera este

***

Antes me gustaban las ventanas con unos transparentes visillos, pero ahora les he puesto unas cortinas muy espesas, para que no se divise ni una luz desde la calle. Se me ha hecho un hábito mirar por la ventana cuando ha oscurecido.

Huele bien. Ya está floreciendo la gardenia. A lo lejos, el cielo refracta un resplandor opalino, si no hay apagón. Las luces de esta ciudad desparramada, Después del toque, soledad absoluta, salvo el desafío de sombras sigilosas. Hace frío, pero en veran

Esta calma nocturna invariablemente es alterada por alguna explosión, algún tiroteo. Al otro día, rumores de trenes descarrilados, sabotajes, retenes o algún regimiento atacado, algún polvorín estalló... Ahora hay lunita nueva, un cielo límpido, pero está

Siempre tuve una especie de radar para detectar las cucarachas. Voladoras, chiripas, alemanas o americanas, me crispaban, aun dormida. Algo telepático. No sé cómo despertaba, encendía la luz y, donde primero mirara, muro, piso, papeles, ahí estaba.

Algo parecido me ocurre con los visitantes de la noche, los 'curiosos', según el maestro Juan. He presentido cada allanamiento en el sector. Ahora, un instinto me impulsa a ponerme botas y abrigo, salir al patio y perderme por la puerta falsa que da a la

No he sentido ni el más mínimo ruido, ni el eco de una pisada ni el rodar de un carro, pero he ido a la ventana y he divisado un débil parpadeo. Furgón detenido. Por los senderos del parque avanzan muy lento unas sombras cautelosas; no es fácil distinguir

No por esperados, dejan de sobresaltarme el prolongado timbrazo, los golpes a la puerta. Voy descalza por el pasillo, sin hacer el menor roce. Miro por el ojo mágico.

Ahí están. Reconozco a uno.

Su retrato debe de haber dado la vuelta al mundo. Alcanzó a salir en uno de los periódicos que clausuraron. Facha de karateca. Chaqueta de cuero negro. Ese pelo largo y esa barba que no parecen llevados a gusto. Como disfrazado de hombre corriente.

Es el capitán de los gurkas. El mismo que golpeó a una periodista y enrolló la cabellera de la joven en su brazo arrastrándola, barriendo con ella la Plaza de Armas.

Antes de abrir, marco un número.

¿Alcanzarán a llegar?

Arrecian los golpes.

Echen la puerta abajo, si quieren. No les voy a dar el gusto de irles a abrir con cara de espanto. Antes de ponerme a mirar por la ventana, voy a meter este cuaderno en el escondrijo. ***

Postfacios

RUMBO A ÍTACA: UNA ESCRITURA PELIGROSA

Elena Vera (*)

"El discurso amoroso, por lo general, es una envoltura lisa que se abre a la Imagen, un guante muy suave en torno del amado".

Roland Barthes: FRAGMENTO DE UN DISCURSO AMOROSO.

¿Qué‚ decir, que escribir sobre esta novela de Virginia Vidal?... ¨Qué palabras usar o que‚ enfoque literario sobre este RUMBO A ÍTACA que aquí nos congrega?... Estas son algunas de las interrogantes que nos han asaltado en estos últimos días. Y es qu

Muchos y diversos métodos estáticos se han inventado para la aprehensión del fenómeno literario en toda su diversidad. Es sabido que los Formalistas y los Estructuralistas, apegados a la crítica inmanente de la obra literaria, renegaron de la explicación

La lingüística, ciencia del lenguaje (muy de moda en nuestro tiempo) también ensaya su respuesta a través de la llamada semiología, la cual aparece como subversiva ante los viejos sistemas de interpretación. Ella descubre que la estructura social es un en

"No es sólo una lingüística de los nombres propios lo que hace falta; es también una erótica: el nombre como la voz, como el olor, seria el término de una languidez: deseo y muerte: el último suspiro que queda de las cosas..."
EL PLACER DEL TEXTO

Lo que plantea Barthes es una relación, donde el lector exceda el sentido, lo traspase y se deslice hacia una comprensión del texto más amplia, más libre; pero a la vez intensamente oculta, íntima y más cercana a lo sensorial.

El texto alcanza así una significación plena y el lector, una comprensión de las múltiples combinaciones semánticas que se establecen entre la vida colectiva y la obra literaria, entre el sujeto y el signo. Barthes habla de "el texto de la vida y la vi

El signo, la lengua, el relato "ponen de manifiesto el intercambio regulado sobre el que se basan la operación semántica y la vida misma." No se trata de un determinismo ideológico o cultural, sino de la afirmación de ese gran semántico colectivo del

Anota Barthes:

"algunos quieren un texto (obra literaria o plástica) sin sombras, separado de la ideología dominante; pero es querer un texto estéril (...) el texto tiene necesidad de su sombra; esta sombra que está conformada por un poco de ideología, un poco de rep EL PLACER DEL TEXTO.

Las ideas criticas de Barthes intentan repasar el itinerario social de toda escritura, es decir, imaginarla en el juego del lenguaje, en la vida como seducción y como ficción. Por eso decía antes que la novela RUMBO A ÍTACA de Virginia Vidal, sólo me ha

Podríamos desmontar todas sus partes, analizarlas y afirmar luego que es una novela perfectamente estructurada en nueve partes o capítulos. Podríamos examinar los elementos novelescos como: el tema, los personajes, el tiempo de la narración, la ruptura

También habríamos podido desarrollar el tema del exilio en la actual literatura latinoamericana y emparentar esta novela con EL JARDÍN DE AL LADO de José Donoso o PRIMAVERA CON UNA ESQUINA ROTA de Benedetti, o LA HABANA PARA UN INFANTE DIFUNTO de Cabrer

Todas estas posibilidades las hemos considerado porque RUMBO A ÍTACA es una excelente novela y puede soportar cualquier manipulación metodológica, cualquier comparación, cualquier exégesis; pero ¿dónde nos quedarían las lágrimas, dónde el dolor, dónde el

"Me acomete un solo impulso. Volver. Este país no me pertenece. Todo el bienestar que aquí pueda tener es prestado, nada hice por ganarlo. Debo partir..."(pp. 83-84)

¿Dónde encasillar a Mauro, ese personaje tan parecido a otros de nuestras literaturas y de nuestras historias?

"Tú eras mi amor, mi odio y mi rabia. Yo te quería mas perfecto que Dios y no supe comprender tu humana grandeza. No te quejaste nunca de orfandad, de pobreza, de soledad o de miedo. Nunca ambicionaste nada para ti, pero aborrecías la injusticia..." (p

¿Cómo analizar esas cartas que le van llegando a Nucha desde remotos e ignorados lugares y que reflejan un alma atormentada, escindida entre el deseo de vencer y la muerte?

Y como olvidar a Zlato, joven héroe de origen palestino, con patria, pero sin tierra; que pasa por la vida de Nucha como un meteoro de belleza, de generosidad y de poesía:

"...el que ofrece su vida por el bien de los demás. Quien pretenda prolongar su vida sin un ideal es un muerto viviente, un cadáver." (p. 79)

Lugares, personas, extrañas costumbres van incorporándose a nuestro sentir a medida que Virginia cuenta con maestría y de pronto, el fino latigazo, el estilete de la ironía que nos obliga a reacomodar nuestras más íntimas convicciones de seres pertenecien

Con este ensayo, hace rato estoy aquí¡ tratando de establecer, quizás inútilmente, una relación entre la literatura y la vida.

Sólo puedo decirles, finalmente, que lean esta hermosa novela.

Yo aún estoy bajo ese estado de suspensión que provoca, según Barthes la seducción del texto. ***

(*) La doctora Elena Vera, poetisa venezolana, ensayista, ha ejercido los cargos de jefe de cátedra de Literatura Venezolana y Latinoamericana en el Instituto Pedagógico de Caracas, ex presidente de la Asociación de Escritores de Venezuela.
Premio "Alfonsina Storni". Primer Premio Nacional de Poesía de la Bienal "José‚ Antonio Ramos Sucre". Premio "Universidad de Carabobo".
Algunas obras: EL HERMANO HOMBRE Y EL EXTRAÑO, EL CELACANTO, ACRIMONIA, DE AMANTES, SOMBRADURAS.

Décimo Encuentro del Mundo de la Cultura. La Serena, enero de 1998.

"Problemática de la literatura chilena y latinoamericana frente al siglo XXI"

EL OFICIO DE LA ESCRITURA EN BOCA DE MUJER.
RUMBO A ÍTACA, DE VIRGINIA VIDAL.

Introducción

Una vez más repetimos el ritual encuentro fraterno, en el que el oficio de escribir es motivo que nos congrega año tras año, Y el que da sentido a nuestro qué hacer cultural. Este año ese encuentro reviste una importancia singular al cumplirse los diez añ

Por ello, acudo con placer renovado, en calidad de portadora del sentimiento solidario y fraterno de todos los argentinos. Ante todo, de los sanjuaninos, que abrazados por el diáfano cielo y sostenidos por la misma columna vertebral de la majestuosa Cord

Deseo hoy rendir un justiciero homenaje al valeroso pueblo chileno en la persona de mis amigos fraternos, con un afecto sincero cimentado en tantos diálogos enriquecedores, fruto de la experiencia compartida. Esta motivación me hizo escoger para el desar

La imagen de la escritora, se fundió armónicamente con la de la gran persona trasmutada en obra literaria, confirmadora de que el oficio de escribir es un puente de unión entre los hombres O mejor repitiendo los versos pertenecientes al poeta Enrique Lihn

"Porque escribí no estuve en la casa del verdugo ................................................................................
ni tuve por amigo a un fariseo
ni a pesar de la cólera
quise desbaratar a mi enemigo .

Porque escribí y me muero por mi cuenta
porque escribí, porque escribí estoy vivo."

1. El oficio de la escritura en boca de mujer. RUMBO A ÍTACA

Autora de una profusa producción, narrativa y periodística, signada por la coherencia de una trayectoria vital, ética e ideológica, la obra narrativa de Virginia Vidal conjuga a modo de síntesis, el texto artístico con la convicción política. Dentro de

En mi opinión, las dos primeras constituyen una continuidad textual complementaria de la toma de conciencia de la identidad de la mujer militante, desde el oficio de la escritora, que subyace tras las máscaras de la ficción. Muy cercana al pacto autobiog

Por encima y por debajo de una escritura caracterizada por la aparente llaneza y concisión, va emergiendo la silueta de la mujer nueva, emancipada y emancipadora.

Entre ellas elijo para la lectura crítica RUMBO A ÍTACA, la primera, por considerarla el hito más importante de su producción narrativa. Ella subsume temáticas y técnicas que retomará en CADÁVERES DEL INCENDIO HERMOSO profundizándolas desde otras variant

En boca de ella, la visión de mundo se anuncia ampliada por la convicción femenina de no postergar al hombre, ni tampoco ser postergada. Más allá de los géneros, demanda ser valorada por un accionar igualitario y solidario. Con respeto por la diferencia,

Así el relato testimonial de los acontecimientos vividos con intensidad y sufrimiento son elevados a estatura estética, elaborados en la textura de una prosa límpida y rica en entrabamientos de códigos y tipos discursivos.

A medida que se avanza en los meandros laberínticos del texto, los personajes de la historia narrada van creciendo hasta adquirir estatura simbólica y ejemplo aleccionador El lector se encuentra con una polifonía de voces convocadas en el espacio de la co

2. RUMBO A ÍTACA. El tema del viaje desde la escritura de mujer

El título se presenta ante el lector con la provocación de un enigma a descifrar. Deberá avanzar como un rastreador avezado, reconociendo en el texto la4s m de un palimpsesto, o sea un texto que se superpone sobre otro texto, a la manera de las pinturas a

La novela demanda de su lector la realización del mismo viaje - exterior e interior- que hará la protagonista en rescate de su pasado desde el presente. De la mano de la voz narradora, tendrá que realizar el viaje propuesto recorriendo los signos horizon

Al correr de las páginas, el ojo atento a los indicios, deberá unir los retazos significativos de un relato presentado como recuerdos fragmentarios, y ordenarlos desde su operación lectora, para recuperar la totalidad de la memoria, que hace comprensible

La novela está estructurada en nueve capítulos presididos por un paratexto, que resume o dobla el sentido de cada uno de ellos.

El primer capítulo está encabezado por un texto perteneciente a Konstantin Kavafis, denominado: 'Ítaca'. Comprobamos que el mismo es una reinterpretación del poema homérico, realizado por el autor griego. Esto repite no sólo la significación del capítulo

Este recurso recurrente en la novela, reproduce icónicamente, el espacio de la conciencia de la protagonista, lugar donde se encuentran los sucesos narrados en la novela. Ellos emergerán y serán recuperados por medio de los sueños y pesadillas, en el cont

El viaje desplegado a través de espacios geográficos lejanos, presentados como una deseada excursión turística, se transformará a la vez en el viaje de descenso vertical hacia los abismos del subconciente. El descenso será paulatino y azaroso, porque la p

El comienzo del largo poema que encabeza la obra, valida esta interpretación, en diálogo contrapuntístico con el desarrollo del relato:

"Cuando emprendas el viaje hacia Ítaca
ruega que sea largo el camino,
lleno de aventuras, de experiencias.
.................................................
Siempre en la mente has de tener a Ítaca.
Llegar allá es tu destino".

La voz de la narradora, en el primer capítulo, nos va a describir con la prolijidad de una crónica policial, el suceso desencadenante de la narración: el crimen espantoso de Manuel, en el presente de la mañana de un "barrio remolón", perteneciente a algún

La mirada de la mujer innominada observa desde el ventanal la escena:

"Hoy diviso a los trabajadores de¡ montón de piedras y a los vecinos aglomerados alrededor de un cantero, más allá de los juegos infantiles. Salgo a ver qué pasa.
Sobre la tierra está el cuerpo del inocente Manuel formando una cruz .Los ojos entreabiertos. Las pupilas revertidas a lo más hondo de los párpados superiores. El cuerpo muv tieso. Muy estirados los brazos. Dios mío, clavos de no menos de cuatro pulgada

La escena descripta con imágenes visuales compone con rasgos naturalistas, el cuadro desgarrador que ofrece el cadáver del "inocente Manuel". Las oraciones cortas y contundentes seleccionan de manera metonímica, las partes del cuerpo mutilado salvajemente

El párrafo impacta al lector, quien asocia inmediatamente, esta imagen con otra que se le superpone, imponiéndose con la fuerza de una violencia gratuita que viola lo asumido: Manuel es Cristo crucificado una vez más por los fariseos, renovando el ritual

Los párrafos siguientes abundan en datos que enfatizan el contraste entre los buenos y los malos. Por un lado, los humildes obreros, el vecindario servicial y amistoso, junto a la protagonista, conmovidos por el atroz asesinato, a los que se suman el cur

"Llega el carro policial. Bajan los hombres armados. Forman un cordón. No dejan pasar a los reporteros. Advertencia general a los pobladores: prohibido comentar la muerte de este individuo. Aquí no ha pasado nada. Dispersarse."

La localización de la mirada es clara y lapidaria. La voz narradora va aportando otros datos, que actúan como indicios para que el lector evalúe por las acciones y los atributos de los personajes, de qué lado está la autora oculta entre bambalinas.

La semblanza sobre Manuel va perfilando las conductas y virtudes deseables por el pueblo: o en el barrio, un poco entenado de todos, amigo de los niños, sin hogar comía en todas las casas, ayudaba a las señoras a cargar las bolsas del mercado, daba de com

Por último, el relato puntualiza qué partes del cuerpo institucional permanecen sanos, del lado de los oprimidos: el cura del pueblo a quien no le permiten acercarse para rezar por el muerto, el director dispuesto a desacatar la orden policial para rescat

"Una corriente simpática provoca la arcada en cadena. Hombres y mujeres tratan de atajarla apretando las manos con las bocas. Yo sigo sin poder controlar los espasmos dolorosos... El pesado sopor no me permite, sin embargo, que se aparte la cruz formada p

A continuación, los síntomas de la protagonista conducirán a ciertas actitudes recurrentes en el texto: decaimiento, desvarío, alucinaciones y pesadillas como reacciones defensivas de evasión ante el dolor, por asociación con otros hechos similares que te

La tendencia a dormir como forma de olvido, provoca por oposición, la emergencia del recuerdo en sueños y pesadillas.

En este capítulo, es necesario puntualizar el carácter simbólico y condensador de las imágenes oníricas, que fuego se develarán explicitadas en el resto de los capítulos. Así, el simbolismo del Cristo humano crucificado, en la figura del cadáver de Manuel

"Decaigo. Una fiebre pertinaz me lanza en un pozo de desvaríos. Veo a Mauro crucificado como Manuel. No: es Zlato ardiendo en una pira. Manuel grita dormido como Mauro. Este, convertido en marica lanza migas a las palomas..."

Las imágenes confunden las acciones y atributos correspondientes a cada uno de estos personajes que ocuparán un lugar importante en el desarrollo de la historia de vidas. Sin embargo, en la mezcla de sensaciones visuales, olfativas auditivas y táctiles, a

Se podría sintetizar desde aquí la lógica que regirá las acciones del relato, desde la ideología de izquierda:

Oprimidos versus Opresores
indefensión violencia
justicia injusticia
perseguidos perseguidores
altruismo autoritarismo
torturados torturadores
( aliados) (oponentes)
Democracia Dictadura

La lucha por revertir esta situación trae como respuesta del régimen imperante el exilio o la muerte, que se convierten en verdaderos personajes de esta novela. Pero el destierro acarrea el dolor, la soledad y la nostalgia del regreso, como sentimientos c

Volvamos desde aquí al primer capítulo, iniciado en calidad de disparador de la historia. Vemos que las injerencias precedentes se plantearán desde la ficción como un relato testimonial de la protagonista ante la demanda propia y de sus amigos de hacer co

Así el párrafo que lo cierra, abre el comienzo de la historia.
La protagonista despierta de su pesadilla, con una decisión tomada:

"Tengo que pensar en Mauro, sólo pensándose se van a hacer más leves estos sellos que estampan mi pecho y marcan mis mucosas."

Esto significa emprender un viaje mnémico, recuperador de la memoria y destructor del olvido. El texto planteará el viaje en busca del recuerdo, que evocará otro viaje, multiplicador de viajes. Otra vez la técnica del palimpsesto y de las muñecas rusas

Los viajes dentro del Viaje

En el segundo capítulo, el tiempo de la narración da un salto. Sin previo aviso, el texto retrocede hacia el pasado y nos ubica en otro espacio lejano. No se nos dice que los personajes están en el exilio, ni tampoco se nos brindan informaciones sobre e

La voz narradora parece ignorar al lector. Tenemos la sensación de estar escuchando una conversación dirigida a algún conocido por la protagonista o asistiendo a la puesta en escena de alguien hablando consigo mismo. Ella junto a Mauro está viviendo en P

Ahora se anuncia otra forma de viajar, motivada por el deseo y el placer y connotada con los dones de ser regalo de amor y complacencia. El texto marca la alegría de la protagonista, quien nos hace saber que Mauro ha recibido una herencia y le ha ofrecido

Aquí juega un rol importante la técnica de la descripción que aporta al lector informaciones y datos, descripción de rituales y costumbres de países lejanos e interviene en la caracterización de los personajes. Admiramos, por las galerías y excursiones qu

El texto como distensión ante el sufrimiento y la penuria, nos ofrece un solaz romántico acorde con la permanencia de nuestras fantasías más ocultas. Pero predominará la intención ético moralizante del mensaje, por sobre los ropajes ornamentales del discu

Impera la idea corroborada desde la mirada intuitiva de la mujer, a través del contacto con personajes pertenecientes a distintas etnias y culturas, de que todos los países de Oriente y Occidente padecen los mismos males sociales, frente a las dictaduras.

3. La mujer combatiente en el exilio

En el contrapunto de partidas y llegadas, entre el sueño y la vida entre el ayer y el ahora, la novela va perfilando una imagen de mujer rumbo a Ítaca, que se diferencia en las actitudes y comportamientos, del varón militante en el exilio. La protagonista

El texto da lugar al ingreso de otro tipo discursivo: la carta como vehículo de comunicación íntimo, entre Mauro y su amada. Por primera vez, en ese epistolario, la protagonista es nombrada por otro, ya que ella no se identifica a sí misma. Esta tnarca d

Las cuatro cartas son enviadas por Mauro a Nucha y tienen dos funcionalidades dominantes: por una parte subrayarán con su presencia la ausencia de Mauro en la vida de Nucha. Por otra, el contrapunto entre el texto de la misiva y las reflexiones que ellas

Nucha ama la vida y está dispuesta a apoyar a Mauro para sacarlo de su depresión. Mauro descree de la posibilidad de sobrevivir después del fracaso de su lucha. Nucha crea condiciones de supervivencia, desde el Arte como refugio y resistencia. Mauro se aí

Nucha saca ventajas de la adversidad y goza de lo bueno que le permite la situación obligada de vagar por el mundo para transformarla en medio de enriquecimiento y apertura humana. Mauro aparece desmotivado por su profesión y abandona con facilidad, lugar

Las distintas actitudes definen el destino de los dos: Mauro se asume como irrecuperable para sí y decide finalmente inmolarse como un gesto de protesta por los derechos de los demás. Su lucha frontal no tiene cabida en un mundo donde es preciso la astuc

"Dejaré mi casa por otra y por otro lugar el mío, mas nunca podrán hacer que deje mi tierra. Saldré del lugar de donde nací, mas nunca del lugar para donde nací"

Y también aprende que "Ser de un país no es reunir las impresiones de un turista. Es vivirlo, día a día, con venturas y desventuras... Es ser como éstos pero no ser ellos".

Mientras Mauro y Zlato son presas de la resignación por los combatientes desangrados, convirtiéndose Mauro en "sebo y pabilo" y Zlato dará la vida en el campo de batalla, ella se repite "Hay que seguir, seguir, levantarse".

El final de la novela nos muestra a Nucha de regreso a la isla de Ítaca, su patria, en pie de lucha. Conserva la vida para perseverar en pos de la utopía, hasta lograr ver a su país en libertad. En tanto, los opresores se enfrentarán con una nueva Morenuc

"Echen la puerta abajo si quieren. No les voy a dar el gusto de irles a abrir con cara de espanto.
Antes de ponerme a mirar por la ventana, voy a meter este cuaderno en el escondrijo".

Beatriz Mosert de Flores
F. F. H. A.
Universidad Nacional de San Juan
Argentina.
Enero, 1998

VIRGINIA VIDAL

Novelista. Periodista. Trabajó tres años en la Universidad de Comercio y Relaciones Exteriores de Pekín y otros tres en la Universidad de Jan Comenio, Bratislava, Eslovaquia. Vivió desde 1976 a 1987 en Yugoslavia, Moscú y Venezuela.

Novelas:

BALMACEDA VARÓN DE UNA SOLA AGUA. Editorial Los Andes, Santiago 1991

CADÁVERES DEL INCENDIO HERMOS0. Editorial Andrés Bello, Santiago, 1990
- Premio de Literatura de la Municipalidad de Santiago, 1991.
- Premio de Novela "María Luisa Bombal", Municipalidad de Viña del Mar 1989.

RUMBO A ÍTACA.Editorial Pomaire, Caracas, Venezuela, 1987 (agotada ese mismo año)

Ensayos y reportajes:

AGUA VIVA. GABRIELA MISTRAL Y LA JUVENTUD
Editorial Texidó, Santiago, 1994

AMÉRICA DE A CABALLO
Editorial La Noria, Santiago, 1992

TESTIMONIOS DE FRANCISCO COLOANE
Editorial Universitaria, Santiago, 1991

EMANCIPACIÓN DE LA MUJER
Colección "Nosotros, los Chilenos", Editorial Quimantú, Santiago, 1972

LOS ROSTROS DE NERUDA, Planeta, Stgo. 1998, coautora:
LA CAPTURA DE UN CÓNDOR CON CAZAMARIPOSAS

MORIR ES LA NOTICIA. Ernesto Carmona Editor, 1997.
Coautora. Los periodistas testimonian e investigan la historia de sus compañeros asesinados,desaparecidos, muertos durante el exilio y la dictadura.

WHAT IS SECRET. STORIES BY CHILEAN WOMEN.
Antología de Marjorie Agosin, narradoras chilenas. White Pine Press. Fredonia. New York, 1996. Virginia Vidal: JOURNEY OF THE WATERMELON

LAS MUJERES DEL CONO SUR ESCRIBEN. Editorial Nordam, B. Aires-Estocolmo, 1984.
Selección de Ana Vásquez, Ana Luisa Valdés y Ana María Araujo, prólogo de Rubén Bareiro Saguier. Incluye cuentos de ésas y Susana Aguad, Elsa Repetto, Ana Luisa Valdés, Cristina Siscar, Ana Pizarro, Cristina Peri Rossi, Virginia Vidal:
LA RUTA DE LA SANDÍA

Algunos ensayos:

LOS LIBERTADORES DE VENEZUELA
MENEVEN, Caracas, noviembre 1983. Coautora de obra coordinada por el
Dr. Ramón J. Velásquez: BIOGRAFÍA DEL MARISCAL ANTONIO JOSÉ DE SUCRE (1795-1830)

Virginia Vidal: Rumbo a Ítaca 80

 

 

 

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