Conde de Torrepalma


Las ruinas

 

 

Las ruinas

Pensamientos tristes

Sobre las altas y desnudas rocas
que del sagrado Tajo presuroso
asombran las profundas aguas puras,
menos sentado que rendido y triste,
el infeliz Alfeo al sordo viento, 5
al silencioso yermo, confiaba
entre no mudas lágrimas sus males
y entre largos suspiros breve aliento.
Condoler hizo lastimosamente
el eco tierno los peñascos duros 10
y mil veces el nombre repetido
de Fili resonar los altos montes.
Ya declinaba a sus postreras horas
mal conocido el día y el nubloso
cielo de blanca nieve encanecía 15
las vecinas montañas, dilatando
la ya dudosa luz en sus reflejos.
Cansado de llorar, levanta apenas
la macilenta cara, y el cercano
boreal horizonte apenas mira, 20
que, de negras agujas coronado,
al cielo torres, majestad al suelo
de la antigua Toledo ofrece grave,
cuando a la desolada fantasía
da lamentable especie el cruel destrozo 25
del alto alcázar, y la gran rüina
mirando, así entre lágrimas prorrumpe:
«¡Oh suerte humana, aun a las piedras frías
de sus mortalidades contagiosa!
¡Oh suerte humana, que la eterna roca, 30
burladora en su asiento de los años,
apenas a su imperio condujiste,
cuando, de frágil forma en ser segundo,
a duración caduca la obligaste!
¡Oh suerte humana! ¿No le bastaría 35
al ruinoso edificio el diente oculto
de un día y otro, de uno y otro año,
para que al paso de la edad medido,
se fuesen desconchando y desluciendo
los blancos muros, las almenas altas 40
al golpe de los vientos, y las torres
erguidas lentamente, desplomando
su corpulencia grave, y que el embate
de muchos siglos, aun cruel entonces,
postrase tanta máquina sublime, 45
sin que de acerbos hados feneciese?
»¿Rompe también intempestiva Parca
a la impropia, a la vida artificiosa
de lo insensible, el nunca visto hilo?
Pero su dura ley nada perdona, 50
¡oh suerte humana, a dura ley sujeta!
»¿De qué sirvió que la juiciosa mano
erija incorruptibles sus trofeos
a la inmortalidad, en jaspe y bronce?
¿De qué al arte sagaz dotar de eterna 55
firmeza la robusta arquitectura,
si no hizo inmune el que fundó constante?
»En vano en tu decoro repetidas
vio nuestra edad las peregrinas señas
que el pincel y el escoplo tradujeron, 60
desde la arcana antigüedad del mundo,
de la desnuda Arcadia, de la austera
Esparta, de la triple marcia Roma,
para que en ti viviesen nuevamente
cuantas virtudes coronó la fama, 65
ya en el candor de los primeros siglos,
ya del adulto mundo en las fortunas.
»Tu hermosura, que pudo al peregrino
rémora dulce ser, y al ciudadano
soberbia gloria y respetoso objeto, 70
huyó en incendio breve, y solamente
el triste acuerdo a la memoria queda.
A la memoria, que en tu ruina grande
mayor imagen con dolor percibe.
A la memoria, pasto venenoso 75
del ánimo infeliz, que está royendo
su mortal cebo con canino diente.
Ella de entre sus pórfidos caídos
levanta ideas tristes, y en las señas
de una rüina, otra rüina copia. 80
»Fábrica fue mejor y la más bella
que a la enemiga luz de infausto oriente
dio el autor del pequeño y grande mundo.
Alcázar fue que un tiempo dedicaron
el honor, la concordia y la fortuna 85
para albergue y asilo venturoso
de la inviolada paz, de la fe inmune,
y para conservar a las edades,
aun más que las imágenes hermosas
de héroes felices, de infelices reyes, 90
de la austera virtud el duro ejemplo,
ya en propia imitación, ya trasfundido
en la aptitud dichosa con que nace
quien la bondad a quien el ser le debe.
Templo fue inmaculado del más puro 95
amor que llamas aceptó legales,
de cuyo fuego ardiente son cenizas
los suspiros exánimes, que apenas
durando en ellos, moribunda exhala
mi vida, más de su dichoso fuego 100
que del fatal tizón la otra pendiente.
»Ya ruina menor yace, que no deja
tantos despojos del completo triunfo
la verdadera muerte, ni perdona
a las mudas reliquias, ni concede 105
aun lo mismo que deja; y así, en tanto
que en sus quebrados jaspes permanecen
la memoria y la lástima durables,
lástima sólo, y sin fragmentos ruina,
me permiten los hados, que supieron, 110
de las sangrientas furias irritados,
destrozar más, con potestad inicua,
que componer gratísimos pudieran.
»Si no viene a su dura ley sujeta
la virtud santa, y del etéreo Olimpo 115
merecida desciende al pecho humano,
¿por qué, a su dura ley, la vida, el lazo
de la virtud y el hombre se disuelve?
»¿Preserva de los rayos del Tonante
breve laurel, aun en la impía frente 120
que (más de temerarios pensamientos
que de sagradas hojas guarnecida)
su ira concita, y de la horrible Parca
a la invisible flecha no reserva
la luciente diadema de incorruptas 125
virtudes, que se ciñen con respeto
los dioses celestiales? ¿Domestica
la hermosura las fieras, y aun a verla
no se detienen los urgentes hados?
»Mas si ellos perfecciones respetaran, 130
fuera nuestra fortuna diferente:
tú, constante en el alto y firme asiento,
contrastaras el tiempo; y yo, dichoso,
a los dioses la suerte no envidiara.
»Viviera Fili, y en su vida sólo 135
mayores bienes nuestra edad tuviera,
que la credulidad supersticiosa
en el siglo feliz del oro admira.
»Viera en su ánimo grande nuestro mundo
familiares los dioses, si los dioses 140
etéreas son virtudes; viera el suelo
segunda vez la fugitiva Astrea
su mansión habitar, y de un sencillo
corazón admitir el trono humano
»Las dichas y los cándidos placeres, 145
con las risueñas gracias, su belleza
en séquito cortés acompañando,
felicidad vertieran y alegría
delante de sus ojos celestiales.
»Viviera Fili, y el corrupto siglo 150
mirara renovar, con raro ejemplo,
la integridad sabina, la romana
constancia, y de las griegas hermosuras
casta censura, en superior belleza.
»Pero tanto los dioses aborrecen 155
al mundo inicuo, tanto indigna vive
la virtud en la tierra, que ella acorta
al ánimo que adorna el vital plazo.
»¡Oh digna causa de una prodigiosa
muerte, cuyos principios ignoraron 160
la sabia medicina y la más sabia
naturaleza, que admiró, confusa,
de sus leyes el orden profanado!
»Lozana juventud, ¿dónde tenías
tu robustez, tus fuerzas arrogantes, 165
tu salud vividora? Mas ¡qué digo!,
¿cuándo no están en brazos de la muerte?
»¿Y tú, burlado amor, tú, de las Parcas
súbdito humilde, que a su imperio cedes
tus más altos trofeos, dónde estabas? 170
Pero, ay, que estabas en mi incauto pecho;
y aunque crüel, medroso como niño,
viendo en mi corazón el trance duro,
de horror estabas tú también batiendo,
asustado, las trépidas alillas; 175
y las divinas flechas de la aljaba
cayéndose sin orden, las entrañas
con mil diversas puntas mil venenos
me penetraban tormentosas, mientras
tímido tú temblabas del espanto. 180
»¿Qué mucho, si al suceso lastimoso
temblar sensibles de piedad pudieran
esas altas esferas cristalinas?
»Decidlo, Musas, y al horrendo caso
levantad, si podéis, el grito mío; 185
despedazad en doloroso canto
el ronco pecho, y conceded al labio
voz que convenga al triste pensamiento.
Cantad aquí, cantad, entre estas ruinas,
como en sima funesta horrible y propia, 190
de mi eterno dolor la causa fiera.
»Y tú, sagrado Tajo, a tus corrientes
el fragoso rumor embraveciendo,
acompaña mi voz, y el Oceano
mi llanto escuche en tus postreras ondas. 195
»Tú, noche, que a mis cantos amorosos
fresco silencio y atención prestaste,
por tus callados páramos dilata
en ecos pavorosos mi lamento.
»Vosotras, blancas Dríades hermosas, 200
que, tal vez más con vuestras rubias trenzas
que no con la preciosa arena, hicisteis
rica la amena margen, las cabezas
del peñascoso albergue, mal enjutas,
sacad piadosas y llorad conmigo.» 205
Mientras el triste Alfeo arrebatado
al llanto así de su dolor convoca
las impropicias Musas, las nocturnas
sombras y las corrientes espumosas,
el frío viento, con doblada fuerza, 210
de las espesas nubes desplumaba
las blancas alas, y al absorto amante
con no sentida nieve iba cubriendo.
Levanta al cielo, que nubloso aún niega
sus luces bellas, los turbados ojos; 215
y en su atención la débil fantasía,
objetos figurando, donde goza
más verdadera luz el invisible
espíritu dichoso, le descubre
la imagen de su Fili; ya los miembros 220
en invencible rigidez padecen
mortífera quietud; el yerto labio
ya el nombre amado apenas articula.
Fija la vista, y más el puro afecto,
en la celeste imagen, letal frío 225
los últimos espíritus extingue,
y en alta nieve yace.