La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

 

 

Triángulo
Wen Hsu

¿Será
que el recorrer camino es lo que tiñe de tristeza la mirada? Lo que me hace buscar
intencionalmente la soledad, dejarse envolver en el sutil y dulce velo que es melancolía.
Curioso darse cuenta que los recuerdos no son en gris, sino tonalidades más translúcidas
que la realidad, quizás más pesadas aún dentro de ser etéreas, seguramente
idealizadas, de esto último no hay duda.
Estoy sentada en medio de la multitud, conocidos de
siempre, siempre extraños. Y la conversación tan interesante se va convirtiendo en
bullicio sin darme cuenta. Los veo a todos pero a nadie en particular, a nada realmente.
La tarde me había gastado las ganas de sentirme bien, había entrado en un capullo que
bautizé universo por un par de horas; cazando experiencias otra vez, el sentimiento de
plenitud por medio de burbujas. Tan bellas, tan fantasiosas dentro de sus capas de
azúcar, ellas. Livianas, deliciosamente tentadoras como confites para querubín. Pero ni
las envolturas logran dejar, sus fantasmas planos y sin el ancla de un corazón, brillos
sutiles y fríos de pulido metal.
Ahora me encuentro afuera, con una columna como
contrapeso de mi propio cuerpo. Lejanía tal para no involucrarme más en interacciones
que ya me sabían absurdas, pero lo suficientemente cerca que todavía escucho las miles
de palabras que surcarán esta noche para perderse sin reconocerlas, un murmullo de
sueños si acaso. Así no me pierdo en el inmenso mundo de frío y oscuros, erguido bajo
una luna que hoy es muda; así cancelo dudar de mi propia existencia.
Inevitablemente encuentro, como siempre he de
hacerlo, la belleza nocturna: su sinuosa interpretación de la realidad y los infinitos
alardes dentro de sombras. Tonto sería no contemplar; por un instante dejar pasar por la
mente las referencias que fue recogiendo a lo largo de su trayectoria. Cascabeles o
lágrimas, hoy no estoy segura. Tintineantes campanas de agua, quizás, gotas de metal. Me
río, que estas son conjeturas que se creen revestidas de satín azul cuando no son más
que juego de palabras. La verdad es que no logro definir algo en esta maraña de hilos, me
recuerda a un boceto sin carácter todavía. Talvez el rencor sea el trazo más fácil y
seguro en este momento, pero por alguna razón no me tienta.
Vuelvo a la noche, alguien había ido al auto a
hacer no se qué y de vuelta me miró con aquella costumbre tan humana de escudriñar a
sus iguales
Yo respondí como siempre cuando busco defensa, restándole la
gentileza que se le debe a cualquiera. Sin darse cuenta había hecho turbio el estanque de
mi pequeño y perfecto escape. Mi contestación en silencio y desafío, aunque su falta no
había sido más que el de no saber.
Y el no saberme las cosas bien, el no creerlas completamente quizás
fue mi mayor falta. Y siento a ratos que toda esperanza es vana, que es engaño, maestra
en maquillarse con los polvos de los deseos propios, el terrible hábito de construir solo
lo que mentalmente es posible y hacerlo parecer real. Parece ser que al final de cuentas
terminó siendo calamidad. ¡Ay de mí por pensar que pudo haber sido de otra manera!
Ridículo pesar lo que fue con lo que puede ser... disculpas, con lo
que pudo haber sido. Porque todo valor es relativo, es cuestión de cual es la plata que
cuenta en este justo instante.

¿Ángeles...
o demonios?

(c)1999 Wen Hsu
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