La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

 

 

Despertar
Vilma Castro
(Uruguay)

Ella no quería festejos, decía que eran tonterías: -" Vestirse de largo, bailar el
vals, muy conservador, no es para mí ''-. Pero su madre sabía, en el fondo de su
corazón, que aquellas palabras eran sólo una máscara para ocultar una realidad, que
aunque era dura, no estaba totalmente asumida. El divorcio de sus padres la había marcado
desde la cuna y como si fuera poco, ahora la separación de los abuelos maternos. Pero el
amor de su madre fue llenando cada intersticio vacío, sólo que ella no se dio cuenta
hasta aquella noche. El compañero de la madre -desde hacía ya doce años- ocupaba un
lugar indefinido en su mente, mezcla de rol de padre sin título, amigo, compinche. Pero
la difícil tarea de la madre fue colocar estratégicamente cada pieza en su lugar, como
en un tablero de ajedrez, y lo logró aquella noche. El vestido blanco inmaculado, que en
alguna ocasión había querido quemar, fue la chispa para encender en el corazón de la
joven, las ansias de querer esa fiesta. -"Tomá''- le dijo la madre arrojando sobre
la cama un paquete, que había sabido guardar, celosamente en un placard todos estos
años. -"Probáte esto''-. Y así fue como se produjo la magia. El vestido calzó
cual un guante en ese cuerpecito esbelto en plena eclosión. -"A ver un espejo''-
exclamó la joven. Y al verse reflejada se sintió princesa, sus pupilas brillaron y
danzó descalza, tarareando un vals por toda la casa. Entonces fue aquella noche, cuando
al bailar la dulce melodía, en brazos de quien la acompañó a crecer, sintió ganas de
decirle: -"Gracias Papá".-

¿Ángeles...
o demonios?

(c)1998 Vilma Castro
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