La semilla del Cardo simbolizando la siembra de cultura

Bibliotecas Rurales Argentinas

 

 

Vacío
Fabián Torres
(Argentina)

Deseo que esto quede claro - aún frente a la falta de lógica - y ustedes sepan dónde
pueden encontrar algunas claves para develar el misterio. Deben comenzar por el
diccionario de música, busquen la definición de "fuga", y en el diccionario de
mitología universal tendrán que buscar "saga", también recomiendo leer a
Torrentes Ballester. Por último, habrá que encontrar la línea 18 de la página 235 en
el primer tomo de la Kábala: ahí respira un agujero, pequeño, mediocre, casi obsceno
por su insignificancia; sin embargo, por él se escabulló todo.
Primero fueron los libros contiguos, los "Cuentos y
monólogos" de Scholem Aleijem y "El Golem" de Borges. En un principio,
creí habérselos prestado a Marita, pero luego descubrí que, simplemente, habían
desaparecido. Unos días después, el primer estante de la biblioteca estaba vacío.
Suponiendo una conspiración o un sabotaje, separé al libro de otros autores judíos,
incluso de aquellos que podían tener alguna vinculación. Sin embargo, la Kábala
prosiguió, una semana después con el Bagavad Gita para terminar con Cervantes (uno nunca
puede estar seguro) hasta devorarse la Biblia. Quedó, indefensa en un rincón, la
"Divina Comedia", temblando al lado de Milton. Sólo sobrevivieron dos semanas.
Resolví llevar el libro al salón, así se esfumaron dos lámparas, un
reloj de piedra, una pirámide de cristal y un huevo de mármol travertino. Todo cuanto
rodeaba al libro desaparecía. Comencé a vigilar todos los objetos de mi casa, cada una
de ellos respondía a mis miradas ominosamente y de modo imperceptible. Cuando observé
pisadas húmedas de gato al lado del libro, aumentó mi asombro y mi ira. Basteth, mi gata
siamesa no estaba por ninguno de los cuartos ni en los alrededores de la casa. Siendo
agosto, no escuché ningún maullido durante más de quince días. Después dejé de
escuchar los ladridos, las moscas y hasta la invasión de hormigas negras del techo de
madera se perdió invariablemente.
Sospechando de la luz directa, escondí el libro en un rincón oscuro;
sin embargo, se tragó la sombra del armario y la palmera enana.
Una tarde percibí un ligero cambio de luz en el ambiente, los colores
cálidos de la alfombra estaban desvaneciéndose, y a la mañana siguiente, bajo la mesa
de vidrio y bronce aparecía sólo una transparencia. No sé bien cuanto tiempo pasó,
porque el agujerito se había devorado también el calendario y los relojes... Entonces
tomé mi decisión. Arrojé el libro al inodoro y tiré la cadena. El ruido del barboteo
del agua resonó como un preludio a mi liberación.
Desde aquella tarde han desaparecido de mi ciudad, en el siguiente orden, primero, el
aeropuerto, luego, la terminal de ómnibus, y ahora, los cartógrafos dudan de la
existencia de San Juan. Es por eso que, antes de ser devorado, escribo estas líneas en
los espejos del baño y del placard. El agujerito, como los vampiros, no puede verse
reflejado.

¿Ángeles...
o demonios?

(c)1998 Fabián
Torres
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