María del Carmen
Ruiz de la Cierva

 

"PERSPECTIVAS DE LA EXPRESIÓN POÉTICA EN EL S. XXI"

Estudiando el comportamiento de los hombres en la historia y del ser humano en particular, se puede afirmar que el problema vital de cualquier hombre se convierte en el problema de todos los hombres. La condición humana no varía a lo largo del tiempo. A pesar de las diferencias existentes entre unos individuos y otros, los interrogantes son idénticos en el fondo de cada uno de ellos. El hombre es todos los hombres. Por eso la creación artística y especialmente la poética, pretende llegar a un conocimiento que ilumine el mundo antes que describirlo o hablar simplemente de él. La realidad de los objetos cotidianos e inmediatos que definen el horizonte del ser humano, se instala bajo una nueva luz por la intervención de la creación artística.

El hombre es un ser unitario y en él no debe existir separación radical entre la actividad artística y la sabiduría, la función creativa y la cognoscitiva. La expresión del arte supone una parte básica en las manifestaciones del hombre como expresión de sus inquietudes, sus sentimientos, su vida... Una forma diferente de los planteamientos de la razón usada por la filosofía o de los datos técnicos usados por la ciencia, pero tan vital e importante, no una expresión del ocio que su fin sea entretener o producir placer estético en exclusiva. La vida del hombre realiza una actividad global en la que un aspecto es el artístico que no puede desligarse del dominio científico o filosófico, de su función intelectual. Lo que los distingue es su naturaleza, su diferente tipo de saber. No es igual el conocimiento poético que el pensamiento conceptual. La poesía puede revelar fenómenos importantes imposibles de estudiar desde el prisma de la razón (V. M. de Aguiar e Silva, 1996)[1]. Por ello la Poética trata de conciliar arte y razón, creación y filosofía. Conciliación que se rompe en una sociedad tecnológica utilitaria. La escisión en dos planos distintos del arte y de la ciencia que la moderna cultura de Occidente ha introducido no conduce a una distribución de actividades, sino a un rompimiento de la unidad natural del hombre. Se mutila lo real en favor del sistema y la racionalidad. La Poética hay que entenderla desde el punto de vista de la unión de actividades del hombre, desde su conciliación, aunque manteniendo las diferencias en sus métodos. Poética que se refiera a la acción y creación humanas, a la aparición simultánea del hombre y su mundo en colaboración y no en oposición, a cualquier otra actividad fuera del campo de la creación artística propiamente dicha. Hay que buscar una nueva filosofía que reúna la vida concreta y la voluntad de saber.

Toda expresión artística es un lenguaje que desemboca en la significación, pero, además, en manos del artista, las cosas se convierten en otra cosa sin dejar de ser instrumentos de significación. El poeta pretende a través del uso de las palabras que representan signos (ayudadas por la inspiración para los románticos, el inconsciente para Freud, la otra voluntad o la ocurrencia para Octavio Paz, el temperamento para los literatos naturistas), decirnos algo y, a través de eso que dice, producirnos un sentimiento estético. Entre los poetas del pasado la inspiración era algo natural, precisamente porque lo sobrenatural formaba parte de su mundo. En una sociedad creada por Dios, es fácil identificar a Dios con la inspiración, la otra voz, la voluntad extraña. Tampoco es un problema identificar a la inspiración con la naturaleza y sus dioses o demonios. Pero con nuestra idea del mundo actual, material y consumista, la inspiración es incompatible. El camino más sencillo es negarla. Por eso la historia de la poesía moderna es la del continuo desgarramiento del poeta, dividido entre la moderna concepción del mundo y la presencia, a veces intolerable, de la inspiración. Una forma de entenderla es considerarla una manifestación de la otredad constitutiva del hombre. No está en nuestro interior, adentro, ni atrás, como algo que de pronto surgiera del pasado. Está adelante. Es algo, alguien, que nos llama a ser nosotros mismos. Y ese alguien es nuestro propio ser. Se trata de una aspiración, un ir, un movimiento hacia delante, hacia eso que somos nosotros mismos.

La creación poética es ejercicio de nuestra libertad, de nuestra decisión de ser, es la experiencia de la libertad. La libertad permanece sobre las ideas que nacen y mueren, es más que una noción. Se trata de la condición misma de nuestro ser y la fuente de todas nuestras obras. La inspiración, la otra voz, la otredad, son, en esencia, la temporalidad manando, manifestándose sin cesar. Inspiración, otredad, libertad y temporalidad son trascendencia, movimiento del ser hacia nosotros mismos. Por la inspiración dejamos de ser nosotros, en primer lugar y ese salir de nosotros, es un ser nosotros más totalmente, en segundo lugar. El hombre es temporalidad y cambio y la otredad constituye su manera propia de ser. El ser humano se realiza y se cumple cuando se hace otro. Y es el arte quien descubre esa parte del hombre en donde se enlazan libertad y destino, posibilidad de ser o caída en el mundo de las cosas y los instrumentos. La poesía es una de las formas de que dispone el hombre moderno para hacer frente a todos esos poderes que, no contentos con disponer de nuestras vidas, también quieren nuestras conciencias. En esto radica su valor subversivo y creador. “El arte no sirve a nadie, ni siquiera a la libertad, porque es la libertad misma... Conquista y creación de ser, revelación y encarnación del hombre en una obra: acto irrepetible, único, total”(O. Paz, 1986: 224). En este sentido la poesía es el antídoto de la técnica y el mercado, es la voz independiente que no se somete al criterio general ni sigue el camino por el que avanza la sociedad. El mercado no tiene dirección, su fin es consumir. Cambiar la antigua noción de valor por la de precio es un grave error y el triunfo del mercado desemboca en la masificación de los individuos y de los pueblos.

La voz del poeta es propia y ajena, es de nadie y es de todos. Precisamente un poeta se distingue de los otros hombres por esos momentos raros, frecuentes o no, en que, siendo él mismo, es otro. En consecuencia su voz, la otra voz, no puede ser expresión de la abundancia actual. El hombre moderno se ha preocupado de dominar la naturaleza mediante la ciencia y la técnica, pero no ha sido capaz de dominarse a sí mismo. La modernidad no ha podido someter al hombre y sus pasiones. La desmesura podría ser el pecado del momento actual. Los males de nuestras sociedades son de tipo económico, político, moral y espiritual. Tienen que ver con la libertad, la justicia y la fraternidad. El fondo del problema es haber convertido a la persona humana en una fabricación, sin auténtica libertad. La noción de persona ha desaparecido porque sin libertad no existe, y la ciencia no ha encontrado una explicación convincente sobre el salto de lo físico-químico al pensamiento. Por eso el alma ha quedado eclipsada y ha planteado serias dudas sobre lo que es o puede ser realmente la persona humana. El alma se ha vuelto corpórea y la materia, insustancial. Esta doble ruptura nos ha encerrado dentro de un paréntesis, no encontramos la verdad, el cuerpo ha dejado de ser algo sólido, visible y palpable, ha pasado a significar un complejo de funciones y el alma se ha identificado con esas funciones. Octavio Paz considera que la fraternidad es una pieza fundamental en la solución de los problemas de la sociedad futura (Mª C. Ruiz de la Cierva, 1999: 29). La reconciliación entre la libertad y la igualdad debe intentarse precisamente por el puente de la fraternidad.

Evidentemente los signos son muy importantes en el mensaje poético porque su modo de saber no es filosófico en exclusiva, también debe ser capaz de resolver los problemas del hombre en su relación con el mundo fusionando las contradicciones que su propia naturaleza plantea. La poesía debe sobrepasar lo que dice para llegar a lo que produce con su lectura. La experiencia poética es algo fascinante y misterioso, algo enigmático que no se puede explicar. Y cuando se intenta explicar o razonar un misterio se convierte en un problema. La sensibilidad del lector descubre con su propia experiencia de lectura, con su propia reflexión espiritual y personal, ese misterio que le proporcionará el placer estético. Tanto en el modo de producir ese placer como en el modo de captarlo, hay una parte misteriosa bien de tipo filosófico, sicológico o teológico. Lo que verdaderamente importa es la verdad que está dentro del poema (o de cualquier otra manifestación artística: plástica, arquitectónica, musical, escultórica...). Sin embargo, para alcanzar el nivel de auténtica creación no basta el conocimiento sino que es necesario transformar aquello que se conoce. El mundo y sus mecanismos constituyen el objeto de indagación del poeta, junto a su revelación, pero no es suficiente reproducirlos, sino que, además, necesita redimirlos y transformarlos. “La palabra poética jamás es completamente de este mundo: siempre nos lleva más allá, a otras tierras, a otros cielos, a otras verdades" (O. Paz, 1967: 190).

El poeta rechaza al mundo tal como es, no pretende confirmar una verdad revelada como el creyente, ni fundirse a una realidad trascendente como el místico, ni demostrar una teoría como el ideólogo. La poesía revela la condición humana sin tratar de explicarla. El poema es el espacio donde el poeta indaga hasta descubrir que otros mundos son posibles. En definitiva lo importante es la experiencia poética que consigue fundir en una sola cosa sentir y pensar, que no acepta los contrarios como un conflicto y que siente la estancia vital, la propia existencia, en armonía, aunque sea por un momento. En ese momento el hombre no siente el peso de su soledad. El creador debe estar más cerca de la realidad que el filósofo. No se trata de sustituir la filosofía por la poesía sino de encontrar la palabra exacta porque la fuerza de la poesía está en su capacidad de fijar imágenes con palabras. Aunque la experiencia poética no se puede reducir a la palabra, necesita de ésta para expresarla (O. Paz, 1986: 181). La usa y la sobrepasa, la poesía está más allá del lenguaje, sobrepasa su naturaleza para captar algo más. En un determinado momento de la indagación interior, el verso sale de la pluma del poeta, se produce la “irrupción de una voluntad ajena”. Voluntad que se manifiesta en el mismo momento de la creación y es anterior a toda operación intelectual. No se sabe de dónde ni cómo llega la ocurrencia y aparece la primera frase (O. Paz, Pasión Crítica: 1990: 77). Por tanto la poesía es a la vez hija del azar y fruto del cálculo. Una revelación que el hombre capaz de realizarla se hace a sí mismo. La poesía es la expresión de una experiencia, de una sensibilidad poética y moral que rebasa lo intelectual.

 Por otra parte si el poeta no transforma su voz en la voz de todos, si no convierte su mensaje en universal, carecería de valor, perdería el poder de comunicación. A través de la inspiración poética esa voz impersonal se llena de vida. La voz del poeta se funde con la de los otros, su voz es “la otra voz” (O. Paz, La otra voz: 1990). De lo contrario el poeta no sería poeta sino filósofo. El arte influye en la vida. La vida imita al arte y éste inspira a la vida. Después la vida y lo vivido se transforma en literatura. Se realiza una conversión que es creación. La experiencia literaria es la experiencia de la creación de obras hechas de palabras por un creador y que, a su vez, es lo que experimenta, lo que piensa y lo que siente un lector cuando lee la obra. El poeta establece un diálogo con el mundo, con el lector y consigo mismo. El hombre se desarrolla en el mundo y el poeta analiza ese mundo, la naturaleza en general y las relaciones del ser humano con el medio en que tiene que vivir. Del hombre interior al exterior y como base de relaciones el lenguaje. La palabra es el vehículo de relación. Palabra que el poeta debe usar en libertad.

Es difícil conseguir la plenitud humana, encontrar una explicación al origen del hombre y una salida lógica más allá de la muerte. En nuestros días es nota bastante común el ateísmo que, implícito o explícito, tiene carácter universal. El ateo cae en el sinfín del tiempo sucesivo en el que cada minuto repite a otro. La condenación es la repetición. Por eso el hombre está solo y la fusión de contrarios se produce únicamente de modo momentáneo en la vivencia de la emoción poética (R. Wellek, 1973: II: 192) que consigue hacer desaparecer la dualidad del hombre y paralizar el tiempo. Pero la fijeza es momentánea porque existe el tiempo[2]. El lenguaje nos permite vislumbrar lo absoluto, no permanecer.

La experiencia poética tiene mucho en común con la experiencia religiosa: ambas invitan a dar el salto mortal, las dos exigen un cambiar de naturaleza que supone un regreso a nuestra propia naturaleza original. Poesía y religión equivalen a revelación. Ausencia y presencia, silencio y palabra, vacío y plenitud, son estados tanto poéticos como religiosos e incluso amorosos, aunque con distintos grados de intensidad y diferentes perspectivas temporales. En todos ellos se dan elementos racionales e irracionales combinados. Para Novalis el estado poético, como el místico, es indefinible e inefable: “A quien no sabe y siente inmediatamente lo que es poesía, no se le puede inculcar ninguna idea de ella”. El hombre se asombra, poetiza, ama y diviniza. El poeta diviniza como el místico y ama como el enamorado. Ninguna de estas experiencias es pura. El decir poético, chorro de tiempo, es afirmación simultánea de la muerte y de la vida. Lo positivo y lo negativo se entrecruzan en el hombre y forman un solo núcleo indisoluble. Entre nacer y morir transcurre nuestro existir a lo largo del cual entrevemos que nuestra condición original, si es un desamparo y un abandono, también es la posibilidad de una conquista: la de nuestro propio ser. El acto poético muestra que el ser mortales es una de las caras de nuestra condición. La otra es ser vivientes. El nacer contiene al morir y entre ambos la poesía abre la posibilidad de un vivir que implica y contiene al morir, un ser esto que es también aquello, al margen de la vida eterna de las creencias religiosas o de la muerte eterna de las creencias filosóficas. La posibilidad de ser se da a todos los hombres y la creación poética es una de las formas de esa posibilidad. En el instante poético somos vida y muerte reconciliadas, no hay conflicto. De este modo el lenguaje poético revela la condición paradójica del hombre y lo conduce a asumir su verdadera condición que no es la disyuntiva vida / muerte, sino una totalidad: vida y muerte en un solo instante de asombro, alegría y fascinación. Se puede afirmar que la poesía no agoniza, se acaba una época y nace otra. Todavía hay bastantes interrogaciones respecto de sus manifestaciones en el nuevo siglo aunque es fácil suponer que se introducirá sin problemas en la era audio-visual.

Está en crisis el monopolio del libro. La tipografía es un trazado rítmico sobre la página y así participa de la partitura y del dibujo. Mallarmé quiso regresar por medio de la tipografía a la plenitud de la palabra: la vista y el oído, la palabra escrita y la dicha. En castellano hay una magnífica palabra: el habla. A la escritura se opondría el habla, pero no parece previsible que vayan a desaparecer ni la tipografía ni el libro. Lo que ocurre es que junto al libro, la revista y el periódico, hay otros sistemas de comunicación: la radio, el cine y la televisión, por ejemplo. Las relaciones entre la poesía y los nuevos medios de comunicación no han sido exploradas. En nuestro siglo la poesía se ha convertido en un arte marginal y minoritario. La televisión la ha eliminado de sus pantallas, pero la aparición del cable y del vídeo-cassette puede ser el elemento nuevo que permita el encuentro entre la verdadera literatura (crítica de la sociedad y de sí mismo) y la televisión. No sabemos exactamente cómo se manifestará ese encuentro, pero se revalorizará la importancia de la lectura de la poesía en voz alta, unida a la imagen, como está ocurriendo con los vídeos musicales.

Cuando cambia la sociedad, cambian los medios que forman parte de ella y los creadores de arte deben adaptarse a esos cambios. La literatura, la expresión poética, es escritura, es tipografía, es sentido, es habla, es muchas más cosas. No se puede reducir a la escritura. El concepto de escritura sólo puede aceptarse como metáfora, porque en la literatura lo hablado y lo oído, la lengua y la oreja, el ojo y la imagen son muy importantes. El lenguaje es siempre temporal, sucesivo. Ni los ideogramas ni los pictogramas pueden desobedecer a esta ley fundamental. Lo que se puede concebir es una temporalidad que regrese o temporalidades que se dispersen en distintas corrientes. Algo parecido a Un coup de dés (Mallarmé) intentó Octavio Paz con su poema Blanco: combinatoria de pluralidad de voces dentro de un mismo texto y pluralidad de textos que se conjugan para formar otro texto. Y el poema resulta siempre el mismo poema. Cambian los significados a través de un lenguaje que se fragmenta o se une, pero no el sentido.

La poesía también comprende las iluminaciones del silencio porque es lenguaje que conoce sus fracasos y limitaciones. Las palabras no son las únicas portadoras de sentido sino que actúan como puentes tendidos para acentuar el valor del silencio. Ese silencio aclara el sentido de las palabras distribuyéndolas según el ritmo. Su objetivo es mantener la tensión en relación con lo inexpresable, lo mismo que conservar la pluralidad de sentidos. De este modo el silencio pasa a ser tema de la creación artística. La poesía coincide con la meditación y con la experiencia de lo espiritual. Blanco es un poema que refleja muy bien estas tensiones del lenguaje. Al desvanecerse de las palabras en el silencio se opone el deseo de permanecer en la memoria; surgen así la representación y la escritura. Pero el texto escrito no coincide del todo con la palabra viva que ha entrado en la virtualidad, en el silencio. La escritura es punto de partida de múltiples lecturas e interpretaciones y es también el signo de la desaparición del texto original. Así, todo texto está abierto porque la posibilidad de las diferentes lecturas se debe a la inexistencia de ese texto original. Por lo tanto la tensión entre palabra y silencio es análoga a la que se establece entre el signo gráfico y la hoja en blanco.

Una experiencia interesante en este sentido realizó Octavio Paz hace unos años. Después de la presentación de su último ensayo Vislumbres de la India, dijo el poeta mexicano: “Ahora van ustedes a ver mi poema”[3]. Consistió en una manifestación realmente nueva y algo extraña. La luz se apagó y apareció un punto blanco como una palabra en la punta de la lengua. Se parte del silencio presignificativo en tránsito al silencio posterior a la palabra. La pantalla era también una palabra en la que las rimas de la luz proyectaban su aliento semejante. Y la voz de Octavio Paz, alternando con las de Eduardo Lizalde y Guillermo Sheridan, se movía de un color a otro color realizando un viaje de un silencio de luz a otro silencio, acompañado de músicas orientales, percusiones y sonidos de la imaginería tántrica. Lenguajes todos ellos que desembocan en otro silencio significante. El primero, en realidad, no significa nada y el segundo termina con una interrogación. Al final sólo queda la transparencia pero, en medio de los dos silencios, está comprendida toda la realidad del pensamiento.

La literatura está hecha de relaciones, de comunicación, es un sistema de intercambio de mensajes e influencias recíprocas entre autores, obras y lectores. Sistema en continuo movimiento, relación entre realidades irrepetibles y cambiantes. Escribir y leer son actos que suceden y que son fechables, son historia. El poeta sabe cómo es su poema cuando lo termina y lo lee. Por eso el autor es el primer lector del poema y con su lectura se inicia una serie de interpretaciones y recreaciones. El texto permanece, resiste a los cambios de cada lectura, resiste a la historia a la vez que se realiza en esos cambios. Entre texto y lectores hay una relación necesaria y contradictoria. Texto y lectura son inseparables y en ellos el cambio y la identidad se unen sin desaparecer. Una forma nueva de relación y comunicación podría ser la expresión de un poema acompañado de un vídeo, como comentamos anteriormente, o con ilustraciones pictóricas, sin voz; esto último no tan nuevo, pues ya en la misma Antigüedad greco-latina era práctica habitual de las artes visuales su inspiración en los relatos literarios. Un ejemplo reciente e ilustrativo en este sentido lo encontramos en las pinturas de Jorge Galindo sobre la poesía de Claudio Rodríguez (Revista: Barcarola, 56-57, 1998: 411-445).

Desde el punto de vista estético se puede suponer y desear que en el S.XXI las diferentes manifestaciones del arte se relacionen más estrechamente y sus mensajes combinados lleguen así a un mayor número de receptores. Las estéticas parceladas y particulares (plásticas, literarias, musicales, etc.) pueden considerarse dentro de una Estética General. En el estudio dedicado a la Poética del arte visual: Ut poesis pictura (A. García Berrio y T. Hernández Fernández, 1988) su título invierte la naturalidad habitual del viejo lema clásico: “Ut pictura poesis”, que asimila la pintura a la poesía. Es posible que en el S.XXI se llegue a usar este lema invertido con la misma naturalidad.

Desde otro punto de vista se observa que la civilización que ha inventado los instrumentos más perfectos de comunicación es la misma que sufre, precisamente, por falta de comunicación. El derecho a la réplica es cada vez más difícil en la sociedad tecnológica. El hombre está más dominado, no más liberado. En la Edad Moderna la estrella intelectual se llama progreso (Mª C. Ruiz de la Cierva, II: 756). Para los modernos el cambio es bueno porque supone continuo avance, progreso invencible. “El tiempo es bueno porque es continuo cambio y el cambio nos acerca sin cesar al paraíso prometido: la tierra del futuro” (O. Paz, 1993: 15). Estamos al final de una época. Se acaba el tiempo lineal con principio y fin. Y, junto al tiempo lineal, finito, histórico y sucesivo, la existencia de un tiempo sin tiempo: la eternidad, el otro mundo. Esto lleva al fin del futuro. En la sociedad actual hay un cambio fundamental, el mundo moderno niega el otro mundo. Lo único verdadero es lo que está en el tiempo, lo de más allá es ilusión. La sociedad moderna no exalta ni al pasado ni al presente, sino al futuro. Así, el tiempo lineal se vuelve infinito, la idea de salvación se sustituye por la de evolución histórica y el depositario de valores es el futuro. La historia se hace tiempo y ese tiempo se traduce como progreso. Pero ese progreso no ha solucionado el vacío interior del hombre. La ciencia, hoy día, inventa la realidad sobre la cual opera. Para el pensamiento científico moderno la realidad objetiva es una imagen de la conciencia y el más perfecto de sus productos. Desaparecen las nociones de lo sagrado, lo divino o lo trascendente, tanto en las ideas como en las convicciones intelectuales. La modernidad es el periodo de la escisión, de la discordia entre las ideas y las creencias, la filosofía y la tradición, la ciencia y la fe. Separación que ya advirtió Nietzsche: “Somos almas divididas en una sociedad dividida”.

Es necesario recuperar el equilibrio entre la conciencia de escisión del hombre moderno y la nostalgia de un orden armónico. Actualmente triunfa el relativismo universal, pero ningún relativismo puede ser universal sin dejar de ser relativismo. Por tanto vivimos en una contradicción lógica y moral. Y una sociedad relativista que no confiesa que lo es se convierte en una sociedad envenenada por la mentira. Quizá el remedio esté en volver a los clásicos del pensamiento para continuarlos. Dice Kant: “La razón no es una diosa sino un método, no es un conocimiento sino un camino hacia el conocimiento”. Ante este panorama no se puede decir que la literatura salve al mundo pero, al menos, sí lo representa, lo hace visible, es decir, lo presenta abriendo siempre una puerta a la reflexión, y, a veces, también, lo transfigura, y, otras, lo trasciende[4].

Nos ha tocado vivir en un siglo violento y terrible, aunque iluminado por grandes descubrimientos científicos y por algunas obras admirables en el dominio de las letras y las artes. Nunca hay conclusión definitiva porque la historia es el dominio de lo relativo y de las verdades relativas. El mal es parte de la naturaleza humana, como la muerte es parte de la vida. Son realidades inseparables y en perpetua lucha. Debemos recobrar la conciencia de la condición trágica del hombre, suspendido siempre, desde el comienzo, entre la vida y la muerte, el bien y el mal. Esta visión del hombre es religiosa pero asimismo es filosófica y aparece en casi todos nuestros grandes poetas. Defender a la vida es luchar contra el mal, sin olvidar jamás que el mal, como el bien, no está solamente en los otros sino en nosotros mismos.

Es curioso que sean los físicos los únicos que, en esta época, se hagan las preguntas que la filosofía ha dejado de hacerse sobre el origen del mundo, sobre el tiempo y el espacio, sobre la armonía o el caos del universo. Se observa un movimiento de autorreflexión y autocrítica en los científicos modernos, especialmente en los cosmólogos, muy positivo. Resulta admirable y estimulante saber de qué hablan los físicos contemporáneos, no ocurre igual con los filósofos actuales. El diálogo entre ciencia, filosofía y poesía, podría ser el preludio de la reconstitución de la unidad de la cultura y de la resurrección de la persona humana, la piedra de fundación y el manantial de nuestra civilización. Cuando el hombre empiece a encontrar respuestas a sus contradicciones más íntimas, la sociedad acusará una mejora considerable.

En estos últimos años nuestra visión del tiempo ha evolucionado. La significación está en el instante, no en el pasado. Tampoco el valor supremo está en el futuro sino en el presente. Vivimos un mundo inestable y el cambio empieza a no ser sinónimo de progreso. El tiempo actual es el presente, el aquí, el ahora. Cuenta el acto instantáneo. El poeta debe aspirar, dentro del momento que le toca vivir, a conseguir y transmitir un presente con los contrarios reconciliados, la conjunción de los tres tiempos: pasado, presente y futuro, en un instante sublime, no confuso ni acelerado, ni agresivo, ni inestable. Un instante poético que libere al hombre de su nostalgia de espacio, una presencia que produzca bienestar espiritual. La ciencia tiene que convertirse en saber y la técnica en arte. La historia hay que vivirla como permanente creación, diaria invención.

En todo caso el creador, el artista, el poeta, debe mantener una actitud abierta ante cualquier posibilidad que le ofrezca la técnica actual. Su postura crítica frente a los desastres del progreso no debe impedirle valorar el aspecto positivo de los avances tecnológicos y usarlos. Hay que tener en cuenta que la importancia cultural que la revolución tecnológica ha adquirido en las sociedades actuales afecta decisivamente a los nuevos modos de concebir la creación artística y literaria, al tiempo que impone perspectivas teóricas inéditas en la comprensión de los procedimientos creativos. Más allá de la visible influencia que los sofisticados universos de la cibernética y la informática ejercen sobre ciertas formas de arte y literatura, el desarrollo cada vez mayor del concepto de realidad virtual sugiere múltiples conexiones entre las estructuras imaginarias o los mundos posibles generados por la creatividad poética y la construcción de un espacio de imágenes, representaciones perceptivas y relaciones cognitivas que constituyen el ámbito de una superrealidad estéticamente realizada. Las innovaciones técnicas de la creatividad, la interacción de mundos virtuales y el futuro de la literatura se presentan como aspectos fundamentales en el análisis crítico de la actual cultura tecnológica. La conexión de la noción de realidad virtual con los conceptos de mímesis, ficción, metáfora, etc. constituye una necesaria contribución de nuevos planteamientos a una reflexión histórica y actual sobre la creatividad.

El concepto de realidad virtual como expresión se utiliza en el lenguaje de los ordenadores, pero su significación no es nueva. Ya Aristóteles hablaba del concepto de mímesis, de imitación, como característico del poeta. La literatura cuenta aquello que no ha sucedido pero que podría haber sucedido. El resultado de la mímesis es una realidad nueva, no verdadera, que hoy se puede llamar realidad virtual. La actividad de cualquier artista tiene un resultado que hace que el mundo sea cada vez más grande. El mundo se amplía con las obras de arte porque, junto al mundo real, se crea otro mundo imaginario que se une al real o efectivo y lo aumenta formando un conjunto de mundos y submundos con sus respectivos referentes (T. Albaladejo Mayordomo, 1998). Esa realidad no efectiva, aparente, no real, se llama igualmente virtual. Toda creación del arte en general se puede considerar terreno propio de la realidad virtual.

El artista construye esa realidad virtual con los medios de que dispone en el momento de crearla. Estos medios son acumulativos, no sustitutivos desde el punto de vista histórico. Además, el creador tiene conciencia de su creación a través de su intuición que le conduce a la realidad de la obra. La Teoría Romántica de la imaginación distingue entre la fantasía y la imaginación; la 1ª proporciona una intuición, unos materiales, sobre los que actuará la 2ª y transformará esos materiales, con la conciencia de creación, en una obra estructurada (A. García Berrio y T. Hernández Fernández, 1994: 52-53). La conciencia de la creación es la que elige lo conveniente de la intuición para crear la obra [5]. La conciencia de la creación tiene tanta ampliación como la obra literaria, se centra en el texto (en el caso de creación literaria), es una ampliación semiótica, textual, sintáctica y semántica. También se extiende la conciencia al ámbito pragmático o comunicativo entre creador, lector y obra. El creador transmite su propia conciencia al receptor que la recibe y recrea. Incluso a las realidades antropológico-imaginarias (G. Durand, 1981; A. García Berrio y T. Hernández F., 1994: 99) [6]. La comunicación automatizada es la que carece de conciencia, pero nunca una creación artística puede ser producida por un automatismo mecánico. La poesía no será jamás el resultado de la programación de una máquina.

La realidad virtual tiene en las nuevas tecnologías unos instrumentos que proporcionan unas posibilidades diferentes de los del arte del lenguaje hasta este momento. Lo anterior es acumulativo a las posibilidades nuevas de la técnica. Se conserva lo anterior, se adquiere lo nuevo y surgen otras formas de expresión artística que amplían el mundo y amplían las posibilidades de su ampliación. Los dígitos de una computadora pueden inventar una gran cantidad de mundos. Pueden crear o simular cualquier imagen de la vida real. Estos mundos artificiales o virtuales no son fijos, están sometidos a un proceso dinámico fuera de las coordenadas de espacio y tiempo reales. La computadora supone hoy día tanto como en otro momento significó la Imprenta. Los seres humanos no nos conformamos con lo aparentemente real. Nuestros sentidos son importantes en nuestro mundo, pero el hombre necesita también un mundo imaginario para su propio desarrollo, y todo lo que la vista pueda proporcionar a la imaginación es más importante que lo adquirido por cualquier otro sentido.

En todo caso lo virtual no se puede considerar como antítesis de lo real. Desde este punto de vista, somos proyectos de mundos posibles y no sujetos de mundos reales. Todos estamos enchufados a la red informática aunque no nos guste, bien como meros consumidores o tomando parte activa. En consecuencia, las manifestaciones artísticas por computadora no pueden rechazarse. Está variando el soporte sobre el que se manifiesta el arte en general y la poesía en particular. Presenciamos los inicios de una nueva era en la que cambiarán tanto nuestras ideas estéticas como nuestro pensamiento. El arte siempre evoca una mirada diferente del mundo, trata de hacer visible lo invisible y, ahora, se encuentra ante una puerta abierta que le permite una participación activa en una realidad virtual relacionando directamente al hombre con una máquina y, a través de ella, con otros muchos hombres. A la información literaria producida por el texto escrito, leído o pronunciado en voz alta, se suma la imagen.

La novedad fundamental, añadida después, es el movimiento en conexión con multimedia y, con él, las grandes variaciones en las dimensiones de tiempo y espacio. Así, el texto electrónico sería el hipertexto, un texto cambiante que no sólo se basa en elementos lingüísticos sino en otros muchos elementos como dibujos, gráficos etc. La presencia de los hipertextos aumenta las posibilidades del mundo virtual en general y de la expresión poética en particular. La navegación en un libro hipertextual dependerá de las elecciones de camino de navegación por parte del hiperlector. Las vías de elección son enormes. El usuario del ordenador se incorpora a la acción y decide dentro de las posibilidades que le ofrece, se siente parte de un universo pero no es conducido del todo. En la mente del lector se construye la totalidad del universo que crea el autor considerando que en el interior de cada receptor hay una mente diferente. El autor induce y puede calcular qué efectos puede ir produciendo en cada lector. Sin embargo hay cosas que el autor deja inacabadas para que el receptor complete. Se crea un universo fingido en el que los hombres pueden habitar y desenvolverse, tanto en el campo de la literatura como en otra realidad virtual creada por la computadora.

No son contrarias realidad virtual y literatura, deben ir de la mano y complementarse. La realidad virtual provoca una sensación más fuerte que la literatura leída porque dispone de medios más adecuados para ello por su materialidad. En los universos virtuales penetrables se puede formar parte y compartir con otros participantes a través de las redes etc. La literatura tradicional sólo dispone de la imaginación para producir sensaciones [7].

Se puede afirmar, para concluir, que las manifestaciones poéticas en el S. XXI nos llegarán a través de todos los medios audio-visuales e informáticos conocidos y otros muchos que ni siquiera podemos sospechar en este fin de siglo, lo cual no desplazará en lo más mínimo al texto poético tradicional; podrá enriquecerlo, nunca anularlo y, menos aún, destruirlo. La voz del poeta siempre estará viva tocando nuestra sensibilidad, procurando nuestra emoción estética, sea cual fuere su modo de manifestarse. Las crisis de comunicación poética se producen más por defecto del receptor que por ausencia del emisor, en este caso, del creador de poesía, sin posibilidad de ser sustituido por la creación de una máquina. Nunca podrá variar, como dijimos al principio de esta comunicación, la condición humana. En consecuencia, por grandes que sean las novedades científicas y técnicas, siempre se referirán a los medios y a las formas de manifestarse esa condición, nunca a los contenidos profundos de nuestro ser.

Mª del Carmen Ruiz de la Cierva
(Universidad Autónoma, Madrid)

[Presentación de Mª del Carmen Ruiz de la Cierva y Mª Isabel Reija Ruiz, VI Congreso de Ingenieros del ICAI: Tecnologías del siglo XXI: Consideraciones éticas y sociales, octubre, Universidad Pontificia de Comillas, 1999. Resumen publicado en la Revista Anales de Mecánica y Electricidad, Asociación ingenieros ICAI, Madrid, 1999, vol. LXXVI, fasc. VI, p.29. Publicado en Conferencias, ponencias, comunicados y conclusiones, Asociación ingenieros ICAI, grupo Endesa, Madrid, 2000; pp. 146-154.]

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Aguiar e Silva, de, Víctor Manuel. Teoría de la Literatura. Madrid: Gredos, 1996.

  • Albaladejo Mayordomo, Tomás. Teoría de los mundos posibles y macroestructura narrativa, publicaciones de la Universidad de Alicante, 1998.

  • Aullón de Haro, Pedro. Editor. Teoría de la Crítica Literaria. Madrid: Trotta, 1994.

  • Durand, G. Las estructuras antropológicas de los imaginario, versión española. Madrid: Taurus, 1981.

  • García Berrio, Antonio y Hernández Fernández, Teresa. La Poética: Tradición y Modernidad. Madrid: Síntesis, 1994.

  • Ut poesis pictura, Poética del arte visual. Madrid: Tecnos, 1988.

  • Paz, Octavio. El arco y la lira. México: Fondo de Cultura Económica, 2ª edición corregida y aumentada, 1967.

  • Las peras del olmo. Barcelona: Seix Barral, 1986.

  • Pasión crítica. Barcelona: Seix Barral, 1990, 2ªedición.

  • La otra voz. Poesía y fin de siglo. Barcelona: Seix Barral, 1990.

  • El mono gramático. Barcelona: Seix Barral, 1990.

  • La llama doble. Amor y erotismo. Barcelona: Seix Barral, 1993.

  • Revista de creación literaria: Barcarola. Nº 56-57, Albacete, diciembre 1998.

  • Ruiz de la Cierva, Mª del Carmen. Octavio Paz: Cultura literaria y teoría crítica, tesis doctoral. Madrid: Universidad Complutense, 1995, II tomos.

  • Octavio Paz: Cultura literaria y teoría crítica. Murcia: CajaMurcia, Obra Cultural, 1999.

  • Wellek, René. Historia de la crítica moderna (1750-1950). Madrid: Gredos, 1973. vol.II.

 

[1] Cfr. Teoría de la Literatura: En sus capítulos dedicados a las funciones de la literatura y a la creación poética se puede observar cómo las más importantes concepciones históricas sobre la inspiración poética reflejan la creencia de que en el hombre, y especialmente en el poeta, existe una potencialidad creadora que trasciende los datos normales de la experiencia humana y los valores de la razón.

[2] Cfr. Octavio Paz, El mono gramático, cuyo tema fundamental es la fijeza momentánea del instante poético.

[3] Se refiere a su poema “Blanco” presentado mediante un vídeo por 1ª vez en Círculo de Lectores, Madrid, junio, 1995. Vídeo que se expuso nuevamente en el Congreso Internacional: “Octavio Paz. La Cultura Hispánica en el fin de siglo”, celebrado en el primer aniversario de la muerte de Paz, Madrid, Universidad Complutense, abril, 1999.

[4] Para que la expresión literaria sea capaz de presentar, representar, transfigurar y transcender al mundo, es necesario que se trate de una expresión poética, artística, no simplemente literaria. Por eso es importante distinguir entre expresión de lenguaje normal o estándar, lenguaje literario o culto y lenguaje poético o artístico. Véase Teoría de la Crítica Literaria, edición de Pedro Aullón de Haro, 1994: 239-241.

[5] Cfr. René Wellek, Historia de la crítica moderna, vol. II: 187-188. Importante y útil resulta también la distinción de la Teoría Romántica entre genio y talento. El 1º es un don natural, el 2º se adquiere con el arte o técnica; el 1º es creador, el 2º mecánico; el genio necesita del talento como la imaginación de la fantasía. Sin embargo, genio e imaginación son elementos superiores y armonizadores; mientras que, talento y fantasía, son elementos puramente combinatorios y mecánicos.

[6] En el poema confluyen ritmos antropológicos esenciales de orientación imaginaria espacial y de sensibilización simbólica y mítica de saberes subconscientes, desde los que se alza y constituye la verdadera estatura universal del hombre en comunicación con el cosmos.

[7] La Universidad Autónoma de Madrid realizó un curso titulado precisamente: “Creatividad literaria y realidad virtual” en Madrid, 1996, dentro de los Cursos de Humanidades Contemporáneas que imparte

anualmente.

   

© José Luis Gómez-Martínez
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