EL AMARTILLADO

A continuación, la pala se somete al amartillado con la parte llana del martillo de zapatero (de unos 500 g de peso). Con esta delicada y precisa operación, el zapatero comprime los tejidos de la piel y optimiza la forma y la solidez del zapato. El material con que se ha elaborado la horma es de gran importancia: la madera de buena calidad vibra con los martillazos y se adapta automáticamente a su ritmo. Es decir, cobra vida con los golpes del zapatero.

El martillo de zapatero es parecido al martillo común, pero se utiliza de formas diversas. Uno de sus extremos termina en un aleta recta truncada. Con dicho canto, el zapatero alisa las arrugas que surgen entre dos clavos. El otro extremo del martillo consiste en un disco plano. Con él se procede al amartillado de los laterales del zapato para eliminar definitivamente las arrugas que forma la piel. El zapatero también lo utiliza para garantizar una transición suave en la parte superior del contrafuerte del talón y de la puntera. La tercera superficie útil del martillo es el mango, que se utiliza para alisar la suela tras el cosido.

Docenas de clavos sobresalen de la horma, como si de las púas de un erizo se tratase. 
Se doblan en dirección a la línea media interior de la horma hasta que reposan sobre ella.

Tras el tensado, el zapatero empieza a amartillar cuidadosamente el zapato para que adquiera la forma plástica de la horma

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