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BOTAS : Una historia |
La historia de la bota es de alguna manera
la historia del proceso civilizatorio del hombre, ofreciéndole protección pero
también vanidad. Los primeros registros que se conocen de calzado elaborado con
fines de protección hablan de la presencia de la bota ya hace 15000 a.C., tal y
como lo testimonian numerosas pinturas rupestres en España. Las piezas más
antiguas que se conocen proceden de Mesopotamia en el Oriente Medio, y según se
cree en esa época eran usadas tanto por hombres como por mujeres, y ya
registraban numerosas decoraciones, demostrando que la bota siempre tuvo fines
tanto utilitarios como suntuarios. Al correr los siglos la bota se fue volviendo un implemento exclusivamente masculino, reservándose a la mujer delicadas piezas de calzado que difícilmente les permitían salir de sus casa, transformándose así en una forma de control que sustentaba las relaciones de dependencia cultivadas en la civilización occidental. Apenas se les reconocía el derecho a la bota de montar, pero sólo dentro de las clases sociales más altas, donde había tiempo para actividades ociosas. El resto de la población, aún la que trabajaba con caballos no tenía más posibilidad que trabajar descalzos, y esto incluía a la mujer, la cual nunca estuvo eximida de las fuertes labores rurales. Curiosamente, fue la Reina Victoria,
conocida por su puritanismo y su actitud conservadora, quien popularizó la bota
femenina, especialmente la ‘Bota Balmoral’, bautizada en honor al pueblo
escocés. Esta bota cubre el tobillo, y cuenta con una suela gruesa que la
transformó en el calzado favorito para las caminatas y luego, las grandes
fiestas, una vez que la superficie de la bota empezo a decorarse profusamente.
Estas botas eran confeccionadas exclusivamente en cuero, pero pronto otros
materiales comenzaron a ser utilizados, como la seda, la tafeta y diversas
formas de lienzo. Para la segunda mitad del siglo XlX, la bota era ya el calzado de día de mujeres y hombres, tanto en invierno como en verano, y los modelos comienzan a diversificarse. A la variedad de materiales, se suma la novedosa utilización de la caña alta para las mujeres (que había sido un privilegio masculino) y la proliferación, gracias a la producción en serie, de los botines entre las clases bajas de la rígida organización social occidental. A pesar de estos cambios en las preferencias, que obligaron a modificar la confección (fundamentalmente para ajustarse a las exigencias de la ya mencionada producción en serie y las transformaciones sociales que trajo la incipiente revolución industrial), para comienzos del nuevo siglo, la bota ‘de paseo’ y ‘de fiesta’, tremendamente populares en las últimas décadas del siglo XlX, caen en desuso, y las botas recuperan su condición de instrumento de trabajo. Y salvo excepciones, mantienen ese estatus hasta los años 50 del siglo XX, donde irrumpen en el mundo de la moda.
Esto llevó a un nuevo protagonismo del
cuero, ya que si bien otros modelos de botas pueden confeccionarse en diversos
materiales, la bota vaquera no se concibe elaborada en algo que no sea cuero,
aunque hoy por hoy la variedad de los cueros es más grande que nunca, debido
esencialmente a los nuevos métodos de procesamiento de la piel animal y también
a las exigencias de la moda. Los últimos años del siglo XX encuentran a la
bota ya instalada en los repertorios vestimentarios de cualquier persona, más
allá de ocupaciones, clases sociales, género o lugar de procedencia. Hoy que
poseemos a nuestro alcance una variedad de calzados como nunca antes en la
historia de la humanidad, la bota de cuero sigue siendo la mayor protección de
nuestros pies y a la vez, su mayor orgullo. Bibliografía :
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