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UN POCO DE HISTORIA SOBRE CUERO Y CALZADO EN CHILE

El desarrollo del sector Cuero y Calzado en Chile comienza en el siglo XVI con la producción de implementos agrícolas, monederos de cuero, partes de la indumentaria tradicional, calzados, accesorios de viaje, etc. Las curtiembres y los saladeros procesan tanto en el sur como en las cercanías de Santiago, fundamentalmente pieles de vacuno.
Del norte se abastecen con pieles de cabra. La inmigración europea en esta industria es fundamental. A mediados del siglo XIX la industria estaba compuesta en su mayoría por pequeños talleres. 

En 1841 se establecen las primeras curtiembres en Santiago y La Serena. Christian Rudloff, en 1853, es uno de los pioneros del sector en Valdivia (calzado y curtiembre). En 1910 esta fábrica, compuesta por 300 operarios, producía 800 pares de calzado por día. 
En 1860, inició sus actividades la empresa Prochelle y Cía. (suelas y refinerías de sal). 
En 1861 el italiano Octavio Benedetti fundó sus fábricas en Santiago, Valparaíso, La Serena y Copiapó. Le siguen Juan Lacassie en 1866, que gracias a asociaciones con otros empresarios se transforma en Aycaguer & Duhalde, la que se convirtió en una de las empresas más importantes del sector a fines del siglo pasado. 
En la industria de curtiembres y de suelas prevalecen los inmigrantes alemanes, como los hermanos Schuler, Sebastián Werkmeister, Herman Ehrenfeld o Rudolf Beckdorf, que instalan esta industria principalmente en la ubicación geográfica de la colonización alemana en Chile (Valdivia y Osorno).

En 1870 en la matrícula municipal de Santiago se registraron 65 curtiembres, 4 saladeros, 30 talabarterías, 174 talleres de zapatos, mientras en los primeros enrolamientos de la SOFOFA, a fines del mismo siglo, se inscribieron 138 curtiembres, 19 saladeros y 450 talleres de zapatos para todo el país. 

A comienzos de siglo, se establecieron los primeros acopiadores y las primeras suelerías. Las suelerías se dedicaron a comercializar el cuero de suela entre las curtiembres, por un lado, y los talleres de calzado, por el otro. Para ofrecer el cuero a los reparadores, cortaban el cuero en trozos rectangulares del tamaño de un par de zapatos. Este tipo de comercio se instaló, en Santiago, principalmente en la calle San Diego.

La situación cambió paulatinamente al introducirse métodos "Fordistas" de producción de calzado en 1939 a través de la empresa checa "Bata", cerca de Santiago. Esta empresa forzó a los agentes existentes a introducir la producción en línea y a aumentar así su productividad y la calidad de los productos. Las políticas económicas, que apuntaban a la industrialización mediante la sustitución de las importaciones durante los años cincuenta y sesenta, contribuyeron al aumento de la base productiva del sector. De este modo, a comienzos de los años setenta, la producción anual de calzado alcanzaba 24,7 millones de pares con una industria de cuero altamente protegida.

Históricamente la producción de cueros frescos está marcada por la cultura agraria de Chile. En lo que respecta al ganado bovino y ovino, la crianza de reses se efectúa en pastizales con alto porcentaje de parásitos y cercados con alambres de púas, factores que influyen en forma negativa en la calidad del animal y de su cuero. 
En el curso del siglo XX, y a diferencia de otros países (Unión Europea, Argentina, Estados Unidos), Chile sólo experimentó una modernización moderada del sector ganadero. Al comenzar a producir calzado en forma industrial se genera una demanda creciente por cuero curtido de mejor calidad. En una primera etapa esta demanda se pudo satisfacer gracias a la mecanización de las curtiembres, por una parte, y a la optimización del empleo de productos químicos en el proceso del curtido, por otra. Sin embargo, a partir de la apertura comercial de los años 1970 la desventaja relativa del recurso natural doméstico se tornó más y más evidente ante la posibilidad de obtener cueros del exterior de mejor calidad y precio.

El shock importador que se produjo como consecuencia de la disminución de los aranceles a partir de 1974 originó un aumento considerable del déficit comercial y una reducción de la producción interna con efectos negativos en los mercados respectivos. A modo de ejemplo, el desequilibrio en la balanza comercial del calzado aumentó de –0.8 a –57.1 millones de dólares, mientras el del cuero y marroquinería pasó de –1.0 a –30.1 millones de dólares entre 1967 y 1981.
La producción de zapatos cayó de 24 millones de pares (1972), a algo más de 10 millones en el año 1981.
Las consecuencias de la recesión se traducen en una disminución de un 25% del empleo, en una reducción del 32% en la cantidad de empresas, entre 1979 y 1982 y en un aumento del tamaño promedio de las empresas, como resultado de la eliminación de las firmas pequeñas.

La industria del calzado constituye el rubro más grande dentro del sector. Esta industria crece durante la segunda mitad de los años ochenta. A fines de esta década, las exportaciones representaban un 20% de la producción en pares aumentando 10 veces (de 2 a 20 millones de dólares entre 1986 y 1993). Este desempeño trae consigo un considerable aumento de la cantidad de establecimientos del rubro calzado y de la mano de obra empleada y, debido al incremento de las inversiones en tecnología de fines de los años ochenta, una mejora en la productividad laboral en las empresas. El rubro calzado puede ser visto a comienzos de los años noventa como una industria que se ha adaptado razonablemente bien a la competencia internacional.
Sin embargo, hay varios hechos que explican por qué la industria no fue capaz de mantenerse competitiva en los años subsiguientes. En primer lugar, a partir de 1990 el tipo de cambio real cayó de 112,7 a 84,7 en 1996, hecho que sin duda perjudicó las exportaciones. En segundo lugar, cabe hacer notar que el crecimiento exportador no provino de una sólida estrategia exportadora propia, sino de la acción de traders de Inglaterra y Brasil que aprovecharon ventajas coyunturales. En tercer lugar, la rápida pérdida de los mercados externos de Chile se debió a una excesiva concentración de las exportaciones en pocos productos (por ejemplo con capellada de textil o calzado sintético), agentes y países. Finalmente, con la apertura de los países socialistas, surgieron nuevos competidores de Asia (China) que inundaron los mercados mundiales de productos estandarizados de bajo precio.
Las estadísticas de importación muestran que en el inicio de los años noventa existía en Chile (y en América Latina) una demanda por calzados deportivos económicos. El auge importador desde China cambió profundamente las relaciones de precios y los flujos de comercio internacional de la región, fenómeno que se describe a continuación.
Entre 1992 y 1997 China aumenta sus exportaciones a Chile de 700 000 a 12 millones de pares; se pasa de 3 a 67 millones de dólares.
El precio promedio (Cif) de un par de zapatos importados de China ascendía a 4,2 dólares en 1992, en tanto que, en el mismo año, el precio promedio de un par de zapatos era de 7,2 dólares. Según las cifras de aduana se observa la importación de calzados de cuero a precios menos de 1 USD, que es denominado como dumping por las instituciones chilenas.

Los países exportadores tradicionales de calzado hacia Chile, como Brasil, Argentina y los Estados Unidos de América, son desplazados por los nuevos agentes del mercado principalmente por vía de la competencia de precios. Por ejemplo, Brasil y Argentina comenzaron a moverse hacia una franja más alta del mercado (up-market) en sus exportaciones hacia Chile cuyo valor promedio era de 7-8 dólares (1992) a otro con un promedio de 15 dólares por par (1997). Como Estados Unidos de América y los países del Lejano Oriente siguieron ocupando la franja del mercado que va de 10 a 30 dólares por par, la industria chilena del calzado perdió una parte significativa de su mercado interno.
La presión importadora desde el Lejano Oriente es aún mayor en Chile si se toma en cuenta las reacciones varias de cuotas y sobretasas aplicadas a partir de los comienzos de los noventa, especialmente por otros países de América Latina (México, Brasil o Argentina). Simultáneamente, también perdió terreno en mercados externos como Bolivia o Argentina.

Como consecuencia, entre 1992 y 1993 la industria del calzado nuevamente comienza a declinar, hasta llegar en 1998 a cubrir escasamente un 50% del consumo aparente.
Durante los años noventa se produce también una disminución de los establecimientos del rubro, de 170 a 150, junto a una caída de la producción de 35 a 24 millones de pares y a la reducción de los puestos de trabajo en 4.000.

Además, en materia del producto y de la comercialización, las respuestas apuntaron a una mayor heterogeneidad de los productos de marca, la instalación y ampliación de cadenas propias de comercialización —sobre todo en las empresas grandes y medianas— y el mejoramiento de los diseños.
Algunas empresas introdujeron sistemas computarizados con el fin de agilizar la asignación del trabajo en la fase de montaje final o sistemas RINK para flexibilizar la producción y reintegrar trabajos subcontratados al proceso de producción. A los talleres sólo se les encargan trabajos de costura. 
 Algunos de los productores de calzado con cadenas propias de locales, como Bata, Hush Puppies, Gino aplicaron más a menudo la política de ofrecer zapatos para todos los estratos o tipos de consumidores, desde el zapato fino de cuero hasta el zapato de plástico o textil, pasando por el calzado de seguridad e infantil. En algunas de estas empresas las cadenas de locales son las principales responsables de la facturación, a costa de la producción propia.
Otras firmas, casi todas ellas empresas de capital nacional (Gacel, Guante, Albano, Osito, Calpany), comenzaron a instalar o aumentar sus propias cadenas y a satisfacer las necesidades de un segmento específico del mercado. Esta estrategia persiguió dos finalidades: ofrecer los productos como marca a un segmento consumidor de ingresos medios y altos, algo que no se puede realizar a través de zapaterías o tiendas pequeñas y, además, independizarse de las grandes tiendas y supermercados, como por ejemplo, Falabella Almacenes París, Ripley, Hites, Johnson, Jumbo y Líder y Carrefour.

Fuente: Extractado de "Cuero, calzado y afines en Chile ¿Una industria en desaparición o en búsqueda de un nuevo destino?" László Kassai - División de Desarrollo Productivo y Empresarial de la CEPAL

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