El comic puede ser considerado una
forma cultural propia del siglo XX, desarrollándose como forma
expresiva al delinear géneros y subgéneros que para la mitad del siglo
habían alcanzado su grado de madurez. La primera mitad de los 60 trajo
consigo cambios que afectaron tanto a la industria como a la creación.
Los ‘héroes de acción’ que habían poblado los comic books y las páginas
dominicales de los periódicos alrededor del mundo, desaparecieron bajo
los colores renovados de una nueva generación de superhéroes.
El género se superhéroes había
dominado la industria del comic en los EEUU y luego en el mundo, desde
su aparición en la segunda mitad de los 30, pero en los 50 su
incidencia había disminuido, en parte debido a los cambios culturales.
Terminada la guerra, ya no se necesitaba la fantasía de dioses
caminando en las calles o eliminando a las fuerzas del ![](co2a.jpg)
Eje apenas con un
gesto de su mano. MacCarthy y su campaña
de vigilancia cultural deprimió aun más el consumo de comics,
sobreviviendo sólo los géneros del romance y del western. La National
Publications, hoy DC Comics, era la única afortunada que sostenía
superhéroes, entre ellos los emblemáticos Superman, Batman, Wonder
Woman, y un puñado más de personajes menores (entre ellos los
aviadores Blackhawk, y el Sargento Rock, último superviviente del comic
bélico), hasta que a fines de la década de los 50 inicia un exitoso
revival de viejos personajes de los 40, reformulados visualmente.
Una vez reestablecidos en la primacía
de la industria y el consumo, los superhéroes ahogaron todo otro género,
aun a aquellos que habían sostenido lo que quedaba de la industria . Ni
la exultancia de Durango Kid, ni el
sostén
multimediático de Roy Rogers pudieron sobrellevar los anillos
de energía, los lazos dorados y los alienígenas benévolos que
poblaban las renovadas páginas del comic. Los salvajes sufrieron una
suerte similar, solo Ka-Zar, Shanna, The She-Devil, y Warlord lograron
sostener el subgénero, en gran medida gracias a un aumento en la
violencia y en la carga erótica de las ilustraciones y los argumentos.
El propio Tarzán, anegado en innumerables reimpresiones de viejo
material, debería esperar a los 90 para obtener un tratamiento
semejante, donde la violencia, la ya generalizada erótica del cuerpo
masculino, y la conciencia ecológica, le otorgaron nueva vida como mito
popular. Sin embargo, el subgénero de los salvajes no necesitaría de
los mencionados personajes para sobrevivir. En los años 70 surgiría un
nombre que ejercitaría una hegemonía que se mantendría hasta bien
entrados los 80.![](co2d.jpg)
Conan, adaptado de la literatura de
Robert Howard al comic, respondía a un subgénero, la ‘Espada y
Brujería’, que provenía de las novelas Pulp y de la Ilustración, y
que aunaba esclavas y princesas invariablemente desnudas a una buena
proporción de monstruos flagelados, cabezas decapitadas, y brujos
empalados por héroes brutales cubiertos por pieles de oso y
otras bestias semejantes, naturales o sobrenaturales. Estos animales eran testimonio de la brutalidad de estos héroes de músculos
masivos que apenas podían articular palabra y que resultaban más
bestiales que las criaturas cuyas pieles portaban. A mediados de los 70
la masculinidad, intentando sobrellevar los indefinidos veranos de ácido
de los 60, la visibilidad creciente de los movimientos de reivindicación
gays, y la contundencia de los reclamos feministas, parecía necesitada
de figuras más pétreas que los estoicos cowboys de una pieza. Conan
fue el nombre más reconocible de esta corriente durante los 70 y 80,
gracias en no poca medida, a los inexpresivos esfuerzos de
Schwarzenegger.
A esta altura, el género de superhéroes
se había transformado en el nicho donde resurgían los viejos géneros
del comic de acción: la ciencia ficción, el horror, el humor, el
erotismo, el crimen, y hasta el western (durante los 70 pudo verse a Two-Gun
Kid, cowboy emblemático
de la editorial Marvel Comics Group, aceptando una membresía
honoraria en ‘The Avengers’, Los Vengadores, un grupo de alienígenas,
dioses, androides y mutantes empeñados en proteger el mundo). Incluso
el subgénero del espionaje sufrió este proceso. Inicialmente, el
espionaje estuvo relacionado al comic de acción y de detectives, y
durante la Segunda Guerra Mundial, al comic de intriga bélica. Pero los
60 trajeron consigo la fantasía de masculinidad omnipotente de James
Bond, y los comics de superhéroes no fueron inmunes a su influencia.
La primera gran
contribución fue Nick Fury, un personaje limitado a los comics bélicos,
donde combatía nazis durante la Segunda Guerra Mundial, y que fue
transformado en un espía de primera línea, a cargo de la organización
internacional de contraespionaje S.H.I.E.L.D. Este comic, debido al
trabajo del dibujante y posterior guionista Jim Steranko, se transformaría
en una obra maestra del arte secuencial, impactando incluso en la
concepción cinematográfica de la imagen y en las técnicas de
storyboard. En medio de un mundo psicodélico y dinámico, donde las
conspiraciones se desarrollaban en hipnóticos y multicolores
escenarios, Nick Fury y su corte de villanos enloquecidos, mujeres
peligrosas como escorpiones y tecnologías imposibles vivían mil
aventuras de final a veces imprevisible.
Enfundado en un estrecho
uniforme azul, cuya materia de confección era confusamente
referida
como cuero, jersey sintético e incluso materiales cuya
existencia solo era posible en ese mundo de inverosimilitud vistosa,
Fury protegía al mundo de organizaciones de espionaje sospechosamente
parecidas a la suya. A decir verdad, por aquella época donde los códigos
del comic no exigían la verosimilitud visual que hoy es cualidad
requerida, los dibujantes difícilmente se tomaban la molestia de diseñar
las texturas de la vestimenta de sus personajes, y las mismas eran
apenas aludidas en los textos escritos. De esta manera, la vestimenta de
Fury, aunque se veía siempre igual, variaba en su textura de acuerdo a
las necesidades de la historia. Nick Fury reunía así todas las
cualidades del nuevo héroe de acción, capaz de habitar en un mundo de
tecnología alocada y de superhéroes. Pero no estaba solo.
Las ‘Chicas Bond’ habían hecho
bastante para asociar el ejercicio de la profesión del espionaje a una
figura de mujer tan bella como letal, preferiblemente extranjera y con
intenciones tan elusivas como sus ropas. En un mundo inmerso en la
Guerra fría, no había exotismo y peligrosidad más grande que la de la
espía rusa, tan bella que parece solo soñada, y que una vez conocida
no es nada de lo que imaginamos. Esto es precisamente lo que podría
decirse de Natalia Romanova, The Black
Widow (La Viuda Negra). Personaje
secundario, publicado también
por Marvel Comics Group y que solo recientemente protagonizó una
colección propia (1999), la Viuda Negra se transformó a lo largo de
estas tres décadas en una figura casi de culto, apareciendo en cuanto
comic book la editorial llegó a publicar. Lo peculiar es que en ella
confluyeron diversos géneros y subgéneros, provocando asimismo, una
inflexión en la representación femenina de la superheroína, iniciando
niveles de ambigüedad moral y comportamental hasta entonces
inconcebibles.
En la tradición de la femme
fatal clásica, la Viuda Negra recibió ese nombre en honor a la muerte
de su cónyuge, un espía del régimen soviético (que se revelaría
como el superhéroe Guardián Rojo, una especie de héroe emblemático
al estilo del Capitán América). Su
primera aparición, a principios de los 60, en elegantes
armiños y zorros blancos, usufructuó de todos los lugares
comunes de la seducción fatal; pero era una época de uniformes
brillantes que coqueteaban con el ridículo, así que pronto sus
vestidos Balenciaga fueron sustituidos por un traje azul poco adecuado
para el espionaje y que no era más que un compendio de diversos clisés
vestimentarios del género de superhéroes. Esta indumentaria, ya fuera de moda en esa época, hizo su aparición en
la colección ‘The Avengers’. Después de numerosas y confusas
intrigas de resolución fácil, ya transformada en miembro de Los
Vengadores, la Viuda Negra hace un dramático cambio actitudinal,
simbolizado en el cambio de su vestimenta.![](co2j.jpg)
En un acto de independencia y
autoafirmación, a comienzos de los 70, el anticuado traje superheroico
da paso a un BodySuit en cuero negro, con cierres metálicos al mejor
estilo sadomasoquista. A partir de
aquí, Natalia Romanova se transforma en uno de los personajes femeninos
más complejos, en el cual se aúnan la heroína de acción, la espía
temeraria, la femme fatal, la superheroína, y la protagonista torturada
y sentimental de los comics de romance, perseguida por la memoria de su
marido. Solo el cuero podía dotar de peso simbólico a una
figura tan contradictoria, otorgándole la sensualidad y la ferocidad
elegante de una mujer fatal. En un género como el de los superhéroes,
donde los colores brillantes, capas y símbolos en pecho proliferaron
desde los inicios, y el cuero nunca estuvo presente, salvo en botas o
guantes, la Viuda Negra inició un proceso de inserción de una estética
fetichista que explotará a partir de los años 80, y que hará uso del
cuero para expresar tanto la ferocidad y brutalidad animal como la
sofisticación de una silueta felina.
Hoy por hoy, cuando la diversidad
temática, narrativa y estética expandió los límites del género, e
l
cuero
es protagonista emblemático de subgéneros tan diferentes como los
superhéroes, las Bad Girls, el horror, el erotismo gótico, y el comic
adulto de fantasía. Pero a fines de los 60 y comienzos de los 70, la
audacia de un personaje envuelto en cuero negro sellado por metal era
una extravagancia que guionistas, editores y especialmente dibujantes,
se esforzaron por suavizar.
Los 80 someterían a la Viuda
negra a nuevos cambios destinados a reducir su iconicidad sexual, la
cual siempre había sido vinculada a la sensualidad, la ferocidad y la
fuerza activa tan ligadas simbólicamente al cuero. Fue necesario que llegaran los 90 para que el imaginario iconográfico
del comic devolviera a la Viuda Negra, y con ella a la imagen emblemática
de la femme fatal, a su reducto de cuero y metal, donde la fuerza de lo
femenino adquiere la capacidad de apropiarse de las cualidades que
occidente promueve como exclusivamente masculinas, la fuerza, el coraje
y la autodeterminación erótica.
Bibliografía:
-
Barbieri, Daniele. Los lenguajes del comic. Barcelona, Ed. Paidós,
1993.
-
De Santis, Pablo. La historieta en la edad de la razón. Buenos Aires,
Ed. Paidós, 1998.
-
Gasca, Luis; Gubern, Román. El discurso del comic. Madrid, Ed. Cátedra, 1994
-
McCloud,
Scott. Understanding Comics. The Invisible Art. USA,
Kitchen Sink/Harper Perennial, 1994.