EL OVINO EN LA ARGENTINA

En la Argentina el ovino es una especie en extinción. Para salvarlo es preciso mejorar la performance productiva y desarrollar los canales de comercialización para sus productos.Regresar a Artículos Anteriores

La situación del ovino en la Argentina está complicada por una serie de cuestiones. Algunas tienen que ver con los efectos secundarios de la globalización, otras con el elevado costo argentino y el resto están relacionadas con el aspecto productivo y la ausencia de canales de comercialización para sus productos. En este mundo globalizado, en donde todo afecta a todo, la crisis agropecuaria tampoco entiende de fronteras. Sin embargo, cada país tiene sus particularidades. Y en el nuestro, una serie de aditamentos se fusionan en contra del desarrollo del sector ovino. El Sr. Carlos A. Vila Moret (h), Director de la Sociedad Rural Argentina, Secretario de la Asociación de Corriedale y miembro del Comité de Ovinos de la SRA, explicó a "Anales de La Rural", la situación que atraviesa este sector, y sus perspectivas a mediano y largo plazo.

VOLVER A SER PROTAGONISTAS

"Tenemos que ver las condiciones para que este negocio vuelva a ser rentable, como lo fue hace muchísimos años, dispara Vila Moret". "A principio de siglo estábamos insertos en el comercio mundial de una manera distinta; los frigoríficos ingleses compraban miles y miles de corderos y aquí se hacían inmensos remates en el mercado de Avellaneda. Hoy, los valores de la lana han decaído con la aparición y el perfeccionamiento de las fibras acrílicas y sintéticas", explica Vila Moret. La crisis interna e internacional provocó una disminución devastadora en el stock de la ganadería ovina, que de continuar acabará con la actividad lanera y con la producción de carne ovina. En consecuencia, el abandono de los campo seguirá siendo un denominador comœn en la región Patagónica. 2El productor ovino sabe de ovejas y hay que procurar que siga viviendo de ellas, y siga poblando la República Argentina. Nosotros tenemos un problema geopolítico -señala el Secretario de la Asociación de Corriedale- que es el abandono de los campos. Y esta migración de los productores es consecuencia de la falta de rentabilidad".

NO HAY CONSUMO INTERNO

El negocio de la carne ovina en nuestro país es casi inexistente. Y la razón fundamental es que en la Argentina, el hábito de consumo de este producto fue desapareciendo por completo. "Antes - explica Vila Moret- había un hábito de consumo y básicamente lo había porque la población rural argentina era muy importante. Se trabajaba con majadas de consumo y con majadas comerciales". Pero los tiempos cambiaron y hoy se hace preciso encontrar soluciones para este problema. "Nosotros, en la Sociedad Rural Argentina, y con la participación de las asociaciones, estamos invitados en un proyecto de la Provincia de Buenos Aires, que es el Comité Provincial Pro-Lana. Este Comité actuaría como asesor del ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia para distintos proyectos que esta cartera, con el apoyo del banco de la Provincia, tiene en el sudoeste bonaerense y otras áreas productivas. Se trata de repoblar aquellas zonas que han sido vaciadas como consecuencia de la crisis del sector agropecuario en general. "Gran parte de los productores del sudoeste de la provincia de Buenos Aires se han visto descapitalizados en algún momento por sequías, o porque se han largado a la agricultura cuando esta tenía altos precios, han vendido sus vacas, la cosecha nunca vino, los precios bajaron y nunca más pudieron recuperar los animales vendidos. Y la idea es que hoy puedan repoblar sus campos con ovejas", asegura Vila Moret. Tarea difícil si las hay, Argentina deberá sortear una serie de obstáculos para recomenzar la cría de este animal. Sucede que en nuestro país se terminó hace rato la típica postal Patagónica en donde las ovejas formaban una frazada de lana sobre los campos. Hoy conforman el stock nacional apenas 13 millones de cabezas, cuando años atrás llegó a superar al bovino con más de 74 millones de cabezas. "Acá no hay una gran provisión de madres, y por eso, uno de los proyectos del Ministerio de Asuntos Agrarios es la importación de ovejas del Uruguay, país que tiene una gran oferta de ovejas de buena calidad, a buenos precios y a una distancia de fletes relativamente accesibles".

TODO CUESTA DEMASIADO

A pesar de los límites, todavía existen personas que invierten para mejorar sus majadas, y es aquí donde aparece un nuevo escollo. En primer lugar, quien pretenda aumentar su majada deberá inscribirse como importador; pero lo grave es la incidencia de los costos que tendrá que tener en cuenta para que su compra llegue a destino. Sobre cien borregas de raza Corriedale compradas en el Uruguay por un valor de 5.000 dólares, deberá desembolsar unos 5.867 dólares adicionales para completar la importación y llegar a su explotación con la nueva adquisición. Para exportarlos desde el país de origen se deberá cumplimentar la solicitud de exportación, realizar el análisis de brucelosis, conseguir un flete y pagar gastos de veterinarios, de frontera, bancarios, de despachantes y otros honorarios, en resumen, el total de los mismos asciende a 1.410 dólares. En esta etapa de la operación llama la atención que nuestro gobierno exija los análisis de brucelosis para poder importar, cuando no es una exigencia interna para trasladar ovinos dentro de nuestro territorio. Luego, para ingresarlos a nuestro país, tendrá que abonar aranceles sanitarios, de inspección zootécnica y sanitaria en campo destino, despacho de frontera, encomiendas, comunicaciones y, por supuesto, los honorarios de los despachantes. Como si esto fuera poco, luego vienen el IVA sobre la base aduanera y los gastos imponibles.

EVASION IMPOSITIVA

Las dificultades son muchas, y algunas de ellas dependen de factores externos, como las variables del mercado. Y el productor ovino no cuenta con herramientas -léase diarios con información sobre el sector- como para guiarse en su negocio. "Los primeros interesados en terminar con la evasión impositiva en la venta de lana como de cordero, somos los productores. Y queremos asociarnos a las intenciones de la AFIP, pero lo que no podemos permitir es que la AFIP, con su poder de policía, sea el perseguidor de 250 mil productores agropecuarios, cuando sería mucho más fácil seguir a los 330 frigoríficos que hay en la Argentina. Porque yo puedo matar 10 corderos en el patio de mi casa y vendérselos al vecino, pero no puedo hacer lo mismo con 10 mil corderos. Toda esa faena no tipificada se mata en frigorífico". Por todo lo expuesto, es necesario crear un canal de comercialización y un mercado formador de precios para que el productor tenga una referencia.

ALGUNAS SOLUCIONES

En nuestros días, los ingresos de esas explotaciones en el rubro ovino, se deben más a la venta de carne (corderos, capones u ovejas de refugo) que a la lana. Esto motivó a la Estación Experimental del INTA de Balcarce a desarrollar, desde 1995, un Proyecto de Producción Comercial de Carne Ovina Diferenciada. Este comprendió aspectos productivos, consistentes básicamente, en realizar cruzamientos entre razas tradicionales laneras de la región (Corriedale y Romney Marsh) con razas productoras de carne o leche de origen europeo (fundamentalmente Texel y Frisona). El Proyecto avanzó logrando interesar a productores de la zona de cría (Cuenca del Salado) y fue así que en 1998 se llegaron a ofrecer en "Supermercados Toledo" de Mar del Plata 2.000 borregos, (50 animales durante 40 semanas), tipificados, trozados, empaquetados y con la marca "R8" que registró el INTA para caracterizar y diferenciar este tipo de producto. Según lo mostraron los resultados de las encuestas, observaciones y seguimientos realizados por el equipo del Proyecto, las ventas fueron fluidas y satisfactorias para los productores y los consumidores, Este emprendimiento propone soluciones para varios de los problemas de los productores de ovinos, actuales y potenciales, de la región: la baja oferta del producto ante una demanda potencial insatisfecha; el desconocimiento del producto por parte de los consumidores; la escasa diversificación de subproductos de la carne ovina, entre otros. "Creo que el R8 es un proyecto muy interesante, y muy importante porque se está vendiendo y manteniendo el producto en góndola, y este es otro problema que surge de la comercializació", comenta Vila Moret. La producción ovina es zafrera, con lo cual aquí se vuelve un imposible mantener la góndola llena durante todo el año, en el supermercado. Vila Moret explica que "habría dos maneras de tener una oferta sostenida: hacer stock en cámaras o tener distintos feed lots de corderos en cercanías de las plantas de matanza, que produjeran escalonadamente corderos gordos durante todo el año". Con el R8, el INTA está creando un nicho, y el marplatense se está acostumbrando a comer carne ovina.

DEL CAMPO AL PLATO

No sólo no están dadas las condiciones para que Argentina se convierta en exportador de carne ovina por el momento, sino que tampoco llega a cubrir la escasa demanda interna. Es por eso que este producto es traído, en su mayoría, desde Uruguay. Pero lejos de perjudicarnos, la importación de cordero del país vecino nos beneficia. Según lo explica Vila Moret, "la carne ovina uruguaya, en vez de competir, ayuda, porque en tanto y en cuanto haya una oferta sostenida, la gente en algún momento la va a demandar, le va a gustar y la va a volver a comprar. Nosotros tendríamos que trabajar en conjunto con los que están vendiendo carne en este momento, sin importar el origen ni la raza". En la Argentina, la carne ovina se consume esporádicamente, como un especiality, como una presa, "el cordero de Navidad". Pero una cosa es el cordero, que se hace a la parrilla, en la quinta, o en un restaurante y otra historia es la tecnología de carne ovina, que depende de los cortes de la res y su posterior empaquetado. "Yo creo que lo que tiene Uruguay es una política ovina y una conciencia intangible. El tema de tener un país preocupado y un gobierno ocupado en el quehacer de sus habitantes crea las condiciones necesarias para que en los distintos hábitats la gente pueda producir y vivir dignamente de lo que sabe hacer, y de lo que la topografía le permite". Vila Moret, junto a un grupo de ingenieros, realizó una gira por Uruguay en junio y tuvo la oportunidad de recorrer una planta frigorífica ubicada en San Jacinto, cerca de Montevideo, que produce corderos para su exportación. Cuenta que los productores de la zona no se quedaron en sus casas lamentando la crisis y decidieron salir en busca de una solución para su sobreproducción de carne ovina, y la encontraron. "Fueron a buscar un contrato, mandaron muestras, hicieron carpetas y consiguieron que un frigorí’fico inglés les comprara y les fijara las pautas de lo que iban a demandar. Entonces, hicieron un convenio y empezaron a producir lo que se les pedía. La demanda era un cordero pesado", y ellos crearon la categoría de cordero pesado. Finalmente, el Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL), en combinación con la Asociación de Corriedale del Uruguay, con los productores y con el frigorífico San Jacinto, han creado un cinturón de feed lots para la terminación de los corderos. "Nosotros podríamos copiar y sacar buenas experiencias de todo eso", dice Vila Moret.

EL COSTO ARGENTINO

El sector ovino se pregunta, ¿cómo es posible que -aunque también tienen sus problemas- al productor uruguayo, al neocelandés y al australiano, les cierren las cuentas y a los argentinos no? Lo que sucede es que estos países tienen un costo de producción significativamente menor, en comparación con el nuestro. "Para el productor uruguayo, 1.800 dólares la tonelada del cordero es plata, no se hace rico pero le cierra el negocio; y al productor argentino no le alcanza para convertirse en exportador", se lamenta Vila Moret. Como decíamos más arriba, la Argentina no está preparada para competir a nivel internacional con este producto, pero según Vila Moret, "sí están dadas las condiciones para que la gran población que tiene este país pueda contar con la alternativa de consumir algo de carne ovina. Y el mercado interno en Argentina es muy importante". Lo último que se pierde -dicen- es la esperanza. Sobre todo cuando se cuenta con propuestas como la del INTA (R8) y proyectos como el del Comité Provincial Pro-Lana. Por eso es posible imaginar que, de prosperar las ideas y la voluntad de quienes llevan adelante la difícil tarea de sacar adelante este país, el sector ovino pueda desarrollarse y convertirse en una alternativa para el consumidor. "Yo creo en la industria frigorífica argentina, y creo que se va a amoldar a las circunstancias cuando se lo demande el comercio, cuando el consumidor lo pida. Tenemos que crear de nuevo, todos los pasos que hacen al comercio de la carne ovina", concluye Vila Moret.

Un animal noble

El ovino tiene una adaptación extraordinaria al medio. Vive con 50¼C de calor, lo mismo que con 30¼C bajo cero, en el mar, en la salina y a 5.000 metros de altura en San Antonio de los Cobres. Por eso ha tenido tanto éxito en el mundo a lo largo de la historia. Es un animal que convierte mucho, come poco y se adapta a cualquier terreno, a cualquier topografía y a cualquier disponibilidad forrajera. Se produce en toda la República Argentina, con mayor concentración en la Patagonia, la Llanura Pampeana, la Mesopotamia y el Noroeste. Es el único animal cuya cría -el cordero- vale más que la madre. La atención sanitaria y la disponibilidad de forraje es muy parecida a la de cualquier rumiante, hay una relación peso corporal-requerimiento nutritivo, pero ni el costo de producción ni el costo sanitario del ovino son elevados. Por eso, en la Provincia de Buenos Aires consideran que es la explotación por excelencia para recuperar a los productores bonaerenses descapitalizados.

 

Lo primero es la familia

La máxima expresión de la empresa agropecuaria argentina hoy es una empresa familiar, casi en un 70%. Los grandes productores se cuentan con los dedos de una mano, los pequeños están tendiendo a desaparecer porque no tienen escala para producir, y el intermedio, el que hace a la masa de productores argentinos, son empresas familiares. Esta gran mayoría es generadora de empleo no contabilizado, que no pagan cargas sociales. Cuando un productor vende su campo porque ya no puede producir, aparece en escena un comprador con gran escala que produce mejor a menor costo y genera mano de obra. Mano de obra que genera, a su vez, cargas sociales, o sea, paga impuestos. Hoy en día, en términos macroeconómicos, al Estado le conviene que en lugar de 250 mil productores agropecuarios haya 80 mil, y con más escala tendrá mejores productos y mejores pagadores de impuestos. Pero esa mano de obra que no estuvo nunca contabilizada queda ociosa, y emigra hacia la ciudad en busca de empleo, pasando a engrosar la interminable fila de desocupados.

NOTA

Natalia Guelfi

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