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ESTRATEGIAS VIOLENTAS
El Cuero en la iconografía del superhéroe norteamericano

El cuero es tal vez la materia vestimentaria más cargada de simbolismo que ha conocido el hombre occidental, debido esencialmente a que su origen animal lo vincula de manera directa con la dimensión arquetípica de nuestra imaginación. En Occidente siempre se ha definido al mundo animal como un espacio de primitivismo instintivo, pero también, quizás por ello mismo, se lo ha vinculado con las profundidades de nuestras emociones y fantasías. Esto ha hecho de las pieles y el cuero el centro de fuertes connotaciones eróticas y violentas, como si el vestirnos con ellas nos diera las propiedades a veces desdeñadas, pero siempre deseadas de la naturaleza animal. Por eso resulta curiosa su ausencia en las primeras fantasías desarrolladas en el comic de superhéroes, que es, posiblemente, la forma de la narrativa visual donde podemos encontrar los perfiles arquetípicos más puros de la imaginería heroica del siglo XX.

Los superhéroes nacieron en los años 30, una época angustiosa para los EE.UU., y esto no fue casual. El crack económico del 29 abrió una década que terminaría en la ll Guerra Mundial, y en ese contexto los superhéroes parecían el último recurso de una sociedad que había hecho de su breve historia una fantasía de conquista épica. Resulta normal que las sociedades recurran al arquetipo del héroe en momentos de ansiedad social y política, ya que los arquetipos heroicos son modelos psicológicos de carácter social que explican la realidad, brindando a la vez una solución a los problemas descritos, siempre en clave simbólica. Pero Tarzán, Flash Gordon  y los otros héroes de acción conocidos de las novelas pulp nada podían hacer contra la inseguridad económica o la amenaza de militarismos expansionistas. Serían necesarios hombres voladores, caballeros nocturnos y mujeres en aeroplanos invisibles para seguir creyendo en una ‘América’ triunfante.

Los trajes de estos personajes cumplían con la necesidad (presente en toda narrativa arquetípica) de facilitar el reconocimiento del vínculo que mantiene el héroe con la dimensión simbólica a la que está ligado. Sus orígenes se encuentran en los films de Ciencia Ficción y de horror (la serie francesa ‘Les Diaboliques’ o ‘The Bat Whispers’, en el caso de Batman, son ejemplos claros de esta influencia), así como en la moda deportiva que venía desarrollándose al amparo del culto del cuerpo de principios de siglo. La moda estilo art deco, los números musicales de las películas de Bugsby Berkeley, y especialmente la concepción estética de los ballets rusos de Diaghilev, que habían provocado una revolución estética con su primer tour por los EE.UU., pueden contarse también entre las influencias que hicieron de la vestimenta de los superhéroes originales un verdadero despliegue de colores y diseños, aunque no siempre de elegancia.

A pesar de esta diversidad, nunca se explicitó en que texturas estaban elaborados, aunque los puños de la ropa de Superman se parecían sospechosamente a la lana tejida. La gasa y el satén también parecían populares, especialmente en la (relativamente escasa) vestimenta de las Good Girls. Lo más curioso es que el cuero, un material inextricablemente ligado al simbolismo del mundo animal, fuente de inspiración de más de la mitad de los superhéroes en circulación en los años 40, estuviera prácticamente ausente. No sólo por su nombre (Batman, Hombre Halcón, Gato Salvaje, por mencionar sólo algunos) sino también por sus habilidades aumentadas (velocidad, visión, audición, agilidad), los superhéroes hacían referencia directamente a un mundo animal, cuya materia emblemática, el cuero, no se encontraba bajo ningún aspecto en sus uniformes. Claro que los guantes y las botas, accesorios omnipresentes en la imaginería superheroica, siempre eran de cuero, pero esto se debía más a los hábitos de consumo cotidiano que a opciones simbólicas. Quizás podría argumentarse que Batman vestía de cuero negro, pero no es esperable que los creadores de la época (dibujantes o escritores) estuvieran dispuestos a admitir que el personaje gustaba de ocultarse en las sombras envuelto en cuero de los pies a la cabeza. La aparición de Robin haría una confesión semejante aún más riesgosa. 

Veinte años después, en los 60, superando años de decadencia comercial y creativa, el género de superhéroes resurge lleno de personajes acosados por problemas cotidianos y falencias humanas, aunque esto no implicaba un cambio más profundo. Los héroes seguían evocando fantasías compensatorias, como el inseguro ‘nerd’ transformado en el autoconfidente Spiderman, o Hulk, que no era más que la vieja dualidad del Dr. Jekyll y Mr. Hyde en el nuevo escenario de la era nuclear. Sus trajes, aún más coloridos y ceñidos que los antiguos uniformes de lana de los 40, estaban confeccionados en inverosímiles telas de moléculas inestables y otros materiales ficticios, pero nunca en cuero. La nueva sensibilidad de los 60 y su liberación sexual no daban para tanto. Fue necesario llegar a los 80, una década que comenzó bajo el manto del conservadurismo de la Administración Reagan, pero que no podría contener el descontento, la rabia y la desesperación de una juventud que explotó en el gangsta-rap y en los alaridos suicidas de Kurt Cobain, para que el cuero hiciera su entrada al discutido estrellato del superhéroe.

A mediados de la década los EE.UU. ya no eran un mundo de oportunidades y por primera vez el pesimismo se había instalado en la sensibilidad de una sociedad que siempre se había pensado como dominante. El comic de superhéroes se llenó de héroes violentos y revanchistas, como el cine lo hizo de Rambos y Terminators. La violencia cotidiana se sublimaba en fantasías mediáticas que expresaban el desconsuelo y la rabia de un presente con futuro dudoso. Los superhéroes confesaron sus neurosis en obras como ‘Watchmen’ o ‘Dark Knigth Returns’, comics que reinventaron las formas expresivas y formales del medio y a la vez quebraron las viejas fantasías arquetípicas heroicas para dar lugar a la evidencia de los temores y ansiedades del norteamericano medio.

Se necesitaban imágenes fuertes capaces de expresar esta conmoción violenta y el cuero hizo finalmente su aparición triunfante. De repente no había héroe o villano que no vistiera una campera de cuero, de preferencia negra. No es menor este detalle. La campera ha sido considerada numerosas veces como una armadura protectora; es como si la agresividad animal evocada por el cuero adquiriera cualidades civilizadas al ser moldeada en una forma estilizada, conservando sin embargo su potencialidad de agresión. Esto hizo de ellas un emblema de la juventud desconforme y violenta, primero en los 50 y después, especialmente, en los 70, con el movimiento punk. Estas referencias también se integraban a la nueva iconografía violenta de los 80. Los grandes abrigos de duro cuero sustituyeron a las capas, y los guantes y botas se hicieron casi tan grandes como las inmensas armas, infaltables en todo nuevo héroe. No es necesario un título en psicología básica para sospechar las implicancias fálicas de semejantes prótesis. A esto se sumó todo el simbolismo nocturno del color negro, que delineaba una peligrosidad que se ejercía como pose de autoridad.

Aún personajes de la ‘vieja guardia’ como Wonder Woman debieron recurrir a las camperas e incluso variar fugazmente su indumentaria clásica por un traje de cuero, para sostenerse en el momento álgido de esta tendencia. Resulta significativo que Vampirella, pionera de las ‘Bad Girls’, heroínas de profusas curvas y poco argumento, cubriera su torso peligrosamente escultural y casi desnudo con una barroca campera de cuero marrón, mientras sus botas subían a la altura de sus nalgas. Parecía que para vender comics era necesario inundar el mercado con personajes violentos y agresivos, muchas veces capaces del asesinato, protegidos con camperas de cuero.

Pero el exceso lleva al desgaste, y esta tendencia sería impiadosamente criticada dentro del propio medio. Animal Man, personaje marginal de los 60, fue relanzado en los 80 en lo que sería uno de los comics más inteligentes de su época, vistiendo una campera que evidenciaba su contemporaneidad. Cuando una de las historias lo lleva a un estado de desesperación extrema, el personaje reacciona agresivamente cambiando su traje tradicional por una versión de color negro y enteramente elaborado en cuero. Algo semejante podría decirse de Cliff Steele (‘Doom Patrol’), un cerebro humano encerrado dentro de un cuerpo metálico. En el caso de un robot, la utilidad protectora de una campera resulta aún más sospechosa. De esta manera, Grant Morrison, guionista de ambas series, comentaba irónicamente la tendencia que abrumaba al comic norteamericano. Ghost Rider, Johnny Blaze, Lobo, Nomad, Firestar, Captain Marvel, Rogue, Fire, hasta Los Cuatro Fantásticos y Los Vengadores; personajes nuevos y personajes clásicos por igual, principales y secundarios; no había quien se salvara de la ‘renovación’. Pero lo que en Cliff Steele era un gesto paródico, en Ladytron y los demás no era más que una actitud estética obligada por el mercado.

Finalmente, esta moda terminó derivando en la incesante y creciente aparición de personajes adolescentes que proliferaron en los 90. Si bien el público consumidor de comics es hoy más amplio y diverso que nunca, la década de los 90 vió un crecimiento (en la industria de los medios masivos en general) de productos elaborados para adolescentes, que representan hoy el porcentaje mayoritario de consumidores de entretenimiento. La hegemonia del ‘Pop-Teen’ de principios del siglo XXl se corresponde con la presencia de innumerables personajes adolescentes enfundados en spandex, vynil, cotton-lycra, kevlar y tantos otros materiales, algunos más cercanos a la realidad que otros. Las camperas de cuero siguen presentes, pero ahora apenas como un detalle estilístico, sin ninguna de las connotaciones de violencia depresiva de los 80. Superboy, Wonder Girl, Young Justice, Adrenalynn, Freefall, Generation X, X-Man, X-Force, son todos ejemplos de la preeminencia de la estética formal sobre la consistencia simbólica.

Pero no todo está perdido. Personajes como Jack Knight (‘Starman’) recuperan para esta prenda toda la carga simbólica de esa juventud rebelde de los 50 y 70. Quizás no sea una casualidad que este personaje no tenga uniforme multicolor ni identidad secreta, y en particular, sostenga una actitud un tanto reluctante al ejercicio superheróico, presentando un perfil diferente, menos arquetípico y más humano e introspectivo. Esto haría del superhéroe una figura más compleja de la que estamos acostumbrados y haría posible una mayor profundidad en la representación del arquetipo del héroe. Pero ‘Starman’ es una serie de culto, y no hay forma de saber si permanecerá como una ocurrencia solitaria o si hará posible una apertura del medio. 

Lo que es cierto es que las formas de representación del superhéroe estan cambiando, al menos lo suficiente como para que ‘The Authority’, una serie de creciente éxito que narra las aventuras de un grupo de superhéroes anárquicos y extremadamente agresivos posea entre sus miembros a Midnighter, una especie de contrapartida de Batman, pero sádico y violento que sostiene un romance con un héroe que recuerda irresistiblemente a Supermán. Con él toman forma otros arquetipos, los que moldean los temores profundos de la masculinidad contemporánea. Como era de esperarse, Midnighter viste completamente de cuero negro, recordando sus connotaciones perversas y la densidad de las fantasías profundas ligadas a la piel animal. 

Los 90, y a pesar del estetisismo adolescente y el ‘Pop-Teen’, fueron también una época de monstruos y héroes oscuros, y no todos han desaparecido bajo la sonrisa de Brietney Spears o los gritos inofensivos de Limp Biskit. La violencia y el horror contenido en las neurosis de los antihéroes de los 80 aún esta vigente, pero la mera presencia del cuero ya no es suficiente para representar la inquietud e inseguridad simbólica contemporánea. Hoy el cuero es en el comic, como en la moda, en el cine, y hasta en la vida cotidiana, una opción estética más, cuya carga simbólica depende más de la modelación estilística y formal que de su expresividad intrínseca. El simbolismo oscuro del cuero es un recurso narrativo y no un destino inconsciente inherente a los arquetipos heroicos.


Bibliografía:

  • Bamford, Laura (ed.). Blousons de Cuir. France, Editions Soline, 1997.

  • De Santis, Pablo. La historieta en la edad de la razón. Buenos Aires, Ed. Paidós, 1998.

  • Ewing, William A. El cuerpo. Madrid, Ediciones Siruela, 1996.

  • Jung, Carl G. El hombre y sus símbolos. Barcelona, Caralt, 1997.

  • O’Hara, Georgina. The Encyclopaedia of Fashion. London, Thames and Hudson, 1989.

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