Los
70 fueron una década violenta. Los sueños de flores, amor y ácido
revelaron su ingenuidad frente a la crisis del petróleo, el terrorismo
internacional, las dictaduras y las guerras televisadas. De repente, los
jóvenes ya no giraban en torno a luces psicodélicas sino que se
agolpaban en las ingratas colas de desempleados. Y los nuevos jóvenes,
los niños que nacieron en la plenitud de los años 60, alcanzando ya la
adolescencia, se encontraron sin nada. Ni siquiera les quedaba la
esperanza llevada a insensata ingenuidad de la generación anterior, ya
no había ilusiones, ni presente, ni futuro.
Este
desencanto parecía gobernar la sensibilidad de Occidente en todas sus
manifestaciones culturales. Sin embargo, la moda seguía perdida entre campos floridos y botas Flower
Power que a nadie complacían ya, hasta que, sorpresivamente, surgen
estilos uni-sex, los "Jóvenes Creadores" (Jean-Paul Gaultier,
Thierry Mugler) empiezan a preparar la insurgencia que estallará en la
siguiente década, y los diseñadores japoneses invaden los grandes
mercados, comercial y creativamente. Las pieles falsas entran
agresivamente en la Alta Costura, al mismo tiempo que los materiales
naturales anuncian el ecologismo-fashion de los 80, donde la conciencia
social se transformó en cualidad de la frivolidad.
De
repente, en la moda de los 70 parecía estar pasando todo, pero en
realidad sucedía bien poco. La confusión y desencanto de la política
y la economía de esos años estaba bien representada en la moda, que al
aceptarlo todo comprometía su industria y especialmente la creación,
al perder todo parámetro. A mediados de la década la moda no tiene
dirección, y es en ese momento donde resurge un material que se somete
completamente al clima violento de la época y deviene emblema de la
misma.
El cuero, que en la década anterior había sido diversificado en su
confección y en su carga cultural, vuelve a sus orígenes simbólicos.
El trabajo de Claude Montana marcó una inflexión en ese sentido. A
mediados de los 70 comienza diseñando ropa para motociclistas y
desarrolla colecciones Ready-to-Wear en cuero, donde focaliza su interés
en las líneas geométricas y duras, junto a colores fuertes y
brillantes, imponiendo formas masculinas, aun en la ropa para mujer. En 1976, sus camperas de grandes hombros y sus abrigos definen un estilo
que otros copiarán, y que tiene su mayor consumidor en Rudolf Nureyev.
Para la segunda mitad de la década, la imagen emblemática del cuero en
la industria de la moda es la del bailarín más grande de todos los
tiempos, que hizo de los trajes de víbora y los pantalones de gamuza un
capricho del jet-set internacional.
Nureyev
y Montana representaban el glamour del cuero, y si algo faltaba en King´s
Road, Londres, en esa época, era precisamente glamour y sofisticación.
Desde comienzos de los 70, Malcolm McLaren y Vivienne Westwood venían
abriendo y cerrando tiendas de nombres irreverentes a lo largo de dicha
calle, una tras otra, como si la insistencia les permitiera sobreponerse
al fracaso. Vendían discos, ropas usadas, folletos con canciones, y en
realidad todo lo que les cayera en las manos. La suerte llego con Sex,
en 1974. Sumando implementos y ropas fetichistas y sadomasoquistas a su
ya particular oferta, el lugar empezó a reunir consumidores de estas prácticas,
adolescentes aburridos y desempleados que sólo podían comprar las
camisetas de confección propia que vendían McLaren y Westwood. Curiosamente, los compradores no devolvían las
T-shirt que se
rasgaban a la primera postura, y de hecho, las usaban así como caían
sobre el cuerpo. Los públicos se mezclaron, y las camisetas raídas
revelaron arneses de cuero que hacían juego con camperas de
motociclista de segunda mano. Había nacido la imagen del punk.
A
decir verdad, el punk no fue sólo un movimiento londinense. A comienzos
de los 70, surgieron en New York una serie de grupos y solistas que
gritaban al son de guitarras desbocadas. Pero el movimiento neoyorkino
reconocía sus raíces en la Factoría de Andy Warhol y el Glam Rock de
Velvet Underground, lo cual marcaba una línea estética bien diferente.
Claro que el escuálido y siempre sudado cuerpo de Iggy Pop o las
guitarras desgarradas de The New York Dolls poco tenían de
intelectuales, pero las presencias de Lou Reed y Patti Smith otorgaban
una diversidad que era impensable en King´s Road. Aun las canciones
cuadradas de The Ramones respondían a una sensibilidad rockera, ahora
descontrolada, pero que después de todo, era originaria de los Estados
Unidos. Nada de esto pasaba en Londres. Los adolescentes y los
trabajadores desempleados que frecuentaban Sex y el circuito de
bares de King´s Road no tenían ni raíces, ni preocupaciones estéticas,
solo rabia. Ni siquiera había conciencia de alguien o algo a resistir,
apenas el desconcierto de un presente que no era lo que The Beatles y
los Swinging Sixties habían
prometido.
Pero
en 1975 y 1976 comenzaron a ocurrir cosas. Los bares empezaron a
presentar una enorme cantidad de grupos musicales donde ni los cantantes
entonaban ni los músicos sabían tocar instrumento alguno. Las
canciones eran más bien rugidos donde apenas se podían descifrar
palabras. Lo único que importaba era el furor, la rabia, y los usos
innovadores de las alfileres de gancho. Los grupos surgían y desaparecían
en cuestión de semanas, como si lo único que importara fuera el
esfuerzo catártico; así el punk se estableció como la expresión de
aquellos que la sociedad prefería invisibles, los jóvenes y los
desocupados.
Malcolm
McLaren y Vivienne Westwood estaban decididos a salir de esa situación,
así que reunieron a un grupo de adolescentes un poco raros, y los
organizaron como banda, delineando un plan de marketing que aseguraría
la atención del público masivo. Esa estrategia hizo de The Sex Pistols
el nombre más reconocible del punk londinense, y a su vez, la condena
de todo el movimiento. Los arrestos, las dedicatorias furibundas a la
Reina, las conferencias de prensa de violencia orquestada, las escapadas
de Sid Vicious, el bajista, y la leyenda de drogas y autodestrucción a
la que contribuyó su novia, Nancy Spungen, fueron la clave de su éxito
(Never Mind The Bollocks llego al Nº 1 del ranking a una
velocidad asustadora, literalmente hablando) y los convirtió en emblema
de la época. Pero ese éxito estaba construido sobre una pose que
vampirizaba la realidad de las calles. El mundo del cual los propios Sid
y Nancy habían salido era cruel, y la frustración de los que se
entregaban a la furia del punk era auténtica, pero la estrategia
comercial de los Pistols la volvió apenas un espectáculo mediático.
![](furia5.jpg)
Westwood
ayudó a crear lo que conocemos hoy como la imagen del punk observando a
sus clientes de Sex, y sumando algunas ideas propias. En la calle
podían verse las ya mencionadas camisetas raídas combinadas con tutus
de ballet, faldas escocesas, uniformes escolares, restos de tachos de
basura, alfileres, ganchos, cadenas, y por supuesto, cuero, en
pantalones, adornos fetichistas, borceguíes
y camperas. No deja de ser curioso que a pesar de que The Ramones
utilizaron las camperas de cuero desde su comienzo en 1974, fue la
iconografía punk londinense la que reclamó a esta prenda como
representativa, a pesar de que resulta difícil encontrar fotos de los
Sex Pistols usándolas. Salvo Sid Vicious, las camperas fueron más
populares entre los grupos que permanecieron en los clubes que con los
Pistols, a pesar de que estos fueron durante años la imagen mediática
del movimiento.
El
estilo vestimentario punk fue significativo para la concepción del
cuerpo en el siglo XX. Instalando una estética del collage, y
yuxtaponiendo de manera improvisada elementos heterogéneos e
incompatibles, el cuerpo apareció como espacio apto para prácticas anárquicas
que buscaban la fealdad como meta. Esto implica, de hecho, la búsqueda
de códigos de apariencia propios que se diferencian agresivamente de
los que la sociedad ha establecido como aceptables. Decorar el propio
cuerpo con los desechos ajenos tiene un efecto paródico de alcance político,
ya que altera el orden establecido; la basura de uno es la decoración
de otro. A esto se suman la piel atravesada por alfileres, el piercing,
los cabellos multicolores semi-rapados o en punta, con una especial
predilección por el verde y el naranja, y el maquillaje violento,
iniciado por una extraña joven, Siouxsie Sioux, que se transformaría
en una de las figuras más influyentes en la música británica.
Lo
que resulta particularmente interesante es que todos los elementos
mencionados se aúnan a través de la presencia cohesiva del cuero,
que enfunda piernas y torsos, sujeta muñecas o atraviesa espaldas y
pechos en forma de X. Camperas, botas, pantalones, polleras, arneses,
ornamentos fetichistas que vuelven lo privado en público al portárselos
en plena calle, configuran una estética que da a la rabia y la furia
forma y textura. El cuero recupera toda la fuerza animal que en otros
tiempos se trasladaba de la bestia muerta al usuario de su piel. La
diferencia entre la piel y el cuero es básicamente el proceso de curación
y curtido que flexibiliza y permite la conservación de aquella,
transformándola en materia de confección. Este es el mismo proceso que
vivió, simbólicamente, el punk y que hizo de su estilo
vestimentario, anárquico y salvaje, una de las fuentes privilegiadas de
la moda industrial de los años 80.
![](furia7.jpg) Siempre
atenta a las oportunidades, la iniciadora de esta influencia fue la
insistente Vivienne Westwood, que irrumpe en el mundo de la moda de
Paris a principio de los 80, con un estilo fiel a la actitud de ruptura
del punk. La figura de sus mujeres son cuidadosamente armadas a través
de corsettes, bustiers y tacos altísimos que apenas les permiten
moverse. Diseñadora de Alta Costura y Ready-to-Wear, se vio obligada a
diseñar sus propios accesorios y zapatos, porque no había forma de
conseguir lo que necesitaba para sus mujeres imaginadas. El cuero es protagonista absoluto de sus colecciones, acompañado
por algodones, plásticos, gomas, nylon y metal. Los altísimos e
imposibles zapatos que diseña, elevan a la mujer a un pedestal donde el
equilibrio resulta inalcanzable, precipitando a su usuaria a la
contundencia del suelo. Ni Naomi Campbell resistió semejante altura
estatuaria. De esta manera, Westwood desarrolla un comentario cultural parodiando
las formas que la sociedad ha determinado para la mujer, consagrándose
como una de las diseñadoras más innovadoras e influyentes de los 80.
En
la música, el estilo punk no estaba teniendo una suerte diferente. A
finales de los años 70, los grupos punk ya estaban en otra cosa, ya
sean iniciados en el Hard Rock o "evolucionados" hacia la New
Wave, el New Romantic o el Goth Rock, corrientes de sonidos muy
diferentes pero unidos por un origen común y un gusto particular por
contraponer el cuero negro con blusones de seda, rasos y
brocatos. El maquillaje oscuro de Siouxsie y la música igualmente
inquietante que lo acompañaba impactaron en bandas como Bauhaus,
Sisters of Mercy, y especialmente, The Damned, cuyo cantante, David
Vanian, sería la figura emblemática de esta especie de fetichismo
sofisticado que tanta incidencia ha tenido en la sensibilidad de los 90,
donde personajes vampíricos y oscuros han dominado el cine fantástico
y grandes sectores de la cultura popular masiva.
![](furia9.jpg)
De
esta manera, a fines de la década, el cuero sufrió nuevamente
una variación en su carga simbólica. La rabia primaria del punk,
expresada en el simbolismo animal del cuero, cedió paso a la
sofisticación de fantasmas más oscuros nacidos no de la inseguridad
material (económica o laboral) sino de una inquietud existencial. A
esta altura, en un mundo donde el placer trae la muerte y la identidad
depende de los caprichos de un ordenador, los héroes de una sola pieza,
esos que nada cuestionan, parecen necesarios.
La
aparición en 1979 de Mad Max, guerrero solitario e invencible que
enfundado en cuero de la cabeza a los pies merodea por un futuro tan
devastado como las expectativas económicas de los 60, es el ominoso
anuncio de Terminators y Rambos que vendrán a ofrecer fantasías que
ahogarán los gritos desgarrados del punk. (10)
El cuero obtendrá nuevamente su estatura de coraza,
reconstruyendo una imagen de masculinidad de armas turgentes, hierro y
fuego que reinará en las paranoias que colonizaron los ochenta. En una
década encaprichada infructuosamente en pisar Marte y donde las guerras
ensayadas por los niños en sus juegos electrónicos no se diferencian
de las documentadas por los noticieros de TV, los alienígenas
resultamos ser nosotros, y los robots vienen vestidos de cuero negro.
Bibliografía:
- Bamford,
Laura (ed.). Blousons de Cuir. France,
Editions Soline, 1997.
- Blake,
Nayland; Rinder, Lawrence; Scholder, Amy (eds.). In a
Different Light. San Francisco, City Light Books, 1995.
- Connor,
Steven. Cultura postmoderna. Madrid, Akal, 1996.
- O’Hara,
Georgina. The
Encyclopaedia of Fashion. London, Thames and Hudson, 1989.
- O’Keeffe,
Linda. Zapatos. Un tributo a las sandalias, botas, zapatillas.... Barcelona,
Konemann, 1997.
- Vincent-Ricard,
Francoise. Raison et Passion. Langages de Societe.
Textil Art/Langage,Paris, s/d
- http://www.max.org/
- http://www.geocities.com/Area51/Corridor/3377/Maxphoto.htm
- http://magellan.excite.com/entertainment/movies/titles/m/the_mad_max_series
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