El Levante, núcleo de la Industria española del cuero en el siglo XIV

En el Levante español y, más concretamente, en algunas de sus ciudades -Barcelona, Valencia, Vic e Igualada-, la industria del cuero experimentó durante el siglo XIV un enorme auge. La importancia que con el tiempo iba a cobrar el sector de la piel en dicha zona parece haber sido ya augurada, con muchísima antelación, por los mecanismos que conforman el lenguaje. Así, la palabra pell, vocablo con el que designa la piel en el grupo lingüístico catalán-valenciano-balear, tiene a grandes rasgos las mismas acepciones que en castellano, pero dos de ellas "vida" y "ser humano", aparecen en catalán con mucha mayor frecuencia, tanto en refranes como en locuciones.

Por otra parte, la literatura en lengua catalana presenta desde sus orígenes abundantes ejemplos de utilización  de la palabra cuir o cuiro (cuero). Nos limitaremos a ofrecer uno de los más ilustres, sacado en este caso del Tirant lo Blanch, el excelente libro de caballerías que Joanot Martorell escribió en 1490: "Als contes coronauen ab corona de cuyro, als marquesos, d'acer. Miraren-li la cama, e trobaren-la tota rompuda, e los ossos que eixien sobre lo cuyro."

Existe, sin embargo, una obra anterior, concluida por Ramón Llull en torno al año 1290, el Llibre de les Bèsties -parte integrante del Llibre de Meravelles o Fèlix-, que constituye un auténtico filón para el estudio de la relación entre las pieles utilizadas en la curtición y los animales que las procuraban. Aunque en el Llibre de les Bèsties aparecen unos cuarenta animales, sólo algunos tienen el honor de prestar su pellejo a los artistas curtidores o peleteros. Son los siguientes, y ofrecemos sus nombres traducidos al castellano: oveja, cabra, carnero, macho cabrío, gamuza, ciervo, buey, caballo, asno, conejo, liebre, león, zorra, leopardo, oso y osa, pez, serpiente, lobo, elefante, jabalí, gato, perro, ratón y rata. En realidad como veremos al tratar el capítulo correspondiente a la piel en la actualidad, desde los tiempos de Ramón Llull hasta nuestros días, en materia de suministro  de pellejos, no se han producido grandes innovaciones, salvo en el apartado correspondiente a la peletería de lujo. Y aun en este han sido relativamente modestas. Recordemos sino que, ya en la Edad Media, las pieles más usadas, procedentes de Europa, norte de Africa y oeste de Asia, fueron las de marta, zorro, lince, turón, nutria de río, oso, leopardo, armiño, ardilla, cabra, cordero, conejo, perro, gato y, a partir del siglo X, también las de marta cebellina importadas de Rusia.

Por lo que refiere concretamente a España, el arte de las pieles había alcanzado en el siglo XIV un auge extraordinario. Los árabes, pioneros en la utilización del cuero como elemento decorativo, desarrollaron durante la época de esplendor de Califato una industria que, a través de judíos y moriscos, sobrevivió a la denominada Reconquista.

Durante largo tiempo se conservó este valioso legado musulmán, de modo que, hasta bien entrado el siglo XVII, la palabra cordobán sirvió para designar en casi toda Europa no ya sólo a los cueros curtidos y pintados procedentes de España, sino, por extensión, a cualquier tipo de cuero tratado con corteza de encina. En cambio, los tafiletes, cuyo lugar de origen, Talfilete, en Berbería, era árabe a su vez, pasaron -olvidando sus características diferenciales: piel de cabra curtida y pelada, muy fina y flexible- a ser la designación genérica de los cueros tratados con zumaques. También los guadameciles, cueros adobados y adornados con dibujos de pintura o relieve y usados comúnmente para colgaduras, deben su nombre a la toponimia árabe y no a la del pueblecito andaluz de Guadamecil, como erróneamente se ha dicho y escrito. Su cuna remota fue la antigua ciudad sahariana de Gadamés, la Cydamus romana.


Guadamecí moldeado del siglo XVIII . El auge del cuero como motivo ornamental tuvo su cenit en el siglo XIV, cuando la piel recibía un tratamiento especial desarrollado en la España musulmana. Cordobanes y guadamecíes atestiguan esta influencia árabe que no tardó en extenderse por toda la Península. 

 


Sombrero para una dama con apliques de piel siglos XVI y XVIII.


Sombrero de visón para una hombre, siglos XVI y XVIII.

Gorra de cuero, siglos XVI y XVIII.

Muestra de chaleco de gamuza.
 
A partir del siglo XVI, se popularizan las pieles llegadas de América. 

Detalle de guantes del cuadro "El hombre del guante" Tiziano (1487-1576)

Los artesanos especializados en la confección de este tipo de piezas, los guadamacileros, se convirtieron muy pronto en uno de los grupos profesionales más activos, debido a las numerosas aplicaciones que permitían  sus productos: manufactura del calzado, guarnicionería, tapicerías y cortinaje, frontales de altares, retablos y otras muchas. La temprana aparición de este oficio en la zona de Levante se pone de manifiesto por el hecho de que, ya en 1316, hubo en Barcelona dos representantes del mismo, Pere Ferrer y Pere de Torrents, si bien el gremio de guadamacileros de la Ciudad Condal no se constituyó hasta el año 1539, varias décadas después de que la Reconquista expulsara definitivamente a los árabes, los auténticos maestros, de nuestro país. existen en catalán un buen número de vocablos que designan a los profesionales de este oficio, como son, entre otros, godomaciler, guadamasiler, guadamiciler, guadamassiller, guadamasiler y godomaciler. ello nos permite deducir el alto grado de participación de estos artesanos en la vida cotidiana levantina. 

Sin embargo, cabe señalar asimismo la falta de referencias a los guadamassils en la literatura catalana de la época, mientras que ya en el poema de Mío Cid, en el fragmento correspondiente al engaño de los judíos Raquel y Vides, hallamos una mención de la palabra guadamecí. No es de extrañar que esto suceda en un pasaje donde aparecen judíos, porque precisamente ellos, dado su pasado de provechoso mestizaje cultural con el mundo musulmán, estaban destinados a desarrollar al máximo la industria y el comercio del cuero, cuyos inicios en Vic, Valencia, Gerona, Igualada, Barcelona y tantas otras ciudades del reino de Aragón son, también, obra de judíos.

Estos oficios quedaron por tanto reducidos a guetos, correspondientes en la mayoría de los casos a zonas próximas a ríos o corrientes de agua, pues este elemento resultaba imprescindible para realizar los primeros tratamientos de las pieles -procesos "de ribera"-. Luego, el paso del tiempo fue borrando del recuerdo de los ciudadanos las antiguas profesiones que allí se ejercieron, aunque en ocasiones los nombres de las calles o de plazas sirvieras para rescatarlos, por un momento, del olvido. Si la toponimia de Madrid abunda en nombres relacionados con las artes del cuero -Curtidores, Ribera de Curtidores, Peleteros, Pellejeros, Guarnicioneros, Coloreros, Sillería, Tintoreros-, también las de la mayor parte de los grandes núcleos del Levante español son pródigas en ellos. Sin embargo, muchos de estos antiguos nombres catalanes, obligados por avatares históricos a ser traducidos al castellano, han terminado por deformarse o desaparecer.

En el siglo XIV, la industria de la piel había cobrado tan tamaña importancia que, en determinadas ciudades, llegó a ocupar a la cuarta parte de la población activa. Se hizo entonces imprescindible la importación de materia prima, de cueros y pieles, y esta necesidad generó a su vez un floreciente comercio con el norte de Africa y con Sevilla que, dada la importancia y situación estratégica de su puerto, no tardó en convertirse en uno de los principales proveedores de la zona.

La práctica totalidad del siglo XIV supuso una época de constante mejora de las condiciones de vida de amplios sectores de la población, particularmente de la burguesía. Ahora bien, el período comprendido entre 1350 y 1380, debido al colapso demográfico que ocasionó la peste negra y la consiguiente falta de mano de obra, constituyó sin duda la Edad de Oro de los menestrales. Por desgracia, una quiebra en cadena de las principales bancas privadas del Levante, unida a una descontrolada política de impuestos, desencadenaron posteriormente una profunda crisis económica que se prolongó desde el año 1380 hasta el 1420.

El malestar social -hambruna, resentimientos...- dio lugar entonces a una serie de explosiones de violencia y a masivas reacciones de xenofobia que se ejercieron, como ha sido luego una lamentable constante histórica, en especial contra los judíos. En numerosas ciudades de la Corona de Aragón, turbas enfurecidas asaltaron los calls -las callejuelas de los artesanos en los barrios judíos-. En 1391 se liquidó la aljama de Vic, y en ese mismo año desapareció también la de Barcelona.

Pero antes de esta gran crisis económica, el desarrollo alcanzado por la industria de la piel había posibilitado un progresivo enriquecimiento de algunas antiguas familias de artesanos, si bien dicho proceso no se operó sin conflictos. El número de oficios relacionados con el cuero era entonces muy grande y sus limitaciones muy estrictas, lo que generaba constantes litigios entre las diferentes asociaciones profesionales. Además, con la época de bonanza surgió un nuevo problema: el intrusismo. Determinados artesanos decidieron comercializar por su cuenta la producción de sus talleres. Para ello acudían a los mercados populares, donde instalaban puestos de venta, las taules -mesas- que, en función de la mercancía expuesta, recibían el nombre de taules de sabateria -mesas de zapatería- o el más general de taules cuirateria -mesa de cuerería-. Como es lógico, los mercaderes protestaron contra la aparición de esta competencia desleal que podía permitirse, en tanto que productora directa, un sensible abaratamiento de los precios. Las autoridades municipales y la misma Corona se vieron de este modo obligadas a terciar en un pleito que, con sus correspondientes variantes, se prolongó hasta el siglo XVIII.

Ahora bien, el comercio de la piel en la zona que nos ocupa no quedó constreñido a los límites locales, sino que adquirió un carácter plenamente internacional, a través de la exportación del cordobán a los principales mercados europeos de la época: Francia, Países Bajos y Alemania. Hubo asimismo una gran actividad exportadora ejercida por sociedades en comanda, que vendieron, en este caso peletería, a todo el norte de Africa y en especial, a Túnez.

Para recrear la vida cotidiana de los artesanos del siglo XIV disponemos de un valioso documento, el Quadern de Comptes -una especie de libro de contabilidad rudimentario- de Jaume March y de su hijo, Bernat March, que nos suministra abundante información, desordenada empero, sobre el comercio del ramo de la piel en Vic y ciudades aledañas, Ripoll, Olot, Torelló y Moià. Gracias a un estudio realizado por Antonio Pladevall Font, Una familia de mercaderes de pieles en Vich a finales del siglo XIV, este cúmulo de datos, muy particularizados y escritos, además, con pésima ortografía, se convierte curiosamente en un instrumento de gran valor histórico. El testimonio de estos dos artesanos, padre e hijo, permite reconstruir los pormenores de las artes del cuero en Vic y, por extensión, en las demás ciudades importantes de la zona.

Averiguamos, por ejemplo, a través de las cuentas referidas a sendas expediciones a Sevilla, qué tipo de cueros se utilizaban mayoritariamente por aquella época, y de dónde se importaban. Pladevall nos informa, por otra parte, del crecimiento experimentado por el gremio de zapateros, el más numeroso de entre los profesionales del sector. Se apoya para ello en los Libros de Sepulturas de la catedral de Vic, donde aparecen más de un centenar de zapateros fallecidos en el período comprendido entre 1370 y 1401.

El Quadern ofrece también una serie de datos muy significativos respecto a la movilidad de la que gozaron los artesanos de la Corona de Aragón. Señala cómo, de los centros "cantera" -Igualada, Vic...,-partían hacia las grandes ciudades maestros consumados, que sentaban escuela en su tierra de adopción.

Da, en suma, a partir, a partir de lo casi anecdótico, una amplia visión del dinamismo comercial del Levante español en la segunda mitad del siglo XIV.


Calle de las Tenerías, en el antiguo call judío de Vic. Los calls, que estuvieron extendidos por gran parte de la Península, han perdurado a través de los tiempos a pesas de las vicisitudes históricas.


En nuestros días todavía es posible ver el primitivo proceso de la curtición en Marruecos.


Proceso de la curtición en Marruecos.


Proceso de la curtición en Marruecos.

 

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