LA INDUSTRIALIZACIÓN Y SUS CONSECUENCIAS PARA LOS ZAPATEROS

A partir de 1750, los privilegios políticos de las ciudades empezaron a disminuir. Esta pérdida, junto con la introducción de la libertad industrial y de comercio (en 1791 en Francia, a principios del siglo XIX en Prusia y otros países; en Alemania no fue reconocida hasta 1869 mediante el código industrial), tuvo como consecuencia la disolución de los gremios. de ellos surgieron las corporaciones.

Con la aparición de la industria a mediados del siglo XIX, empezó una época difícil para los zapateros independientes. Las primeras máquinas de coser de Elias Howe precedieron la aparición de la primera máquina atornilladora para la fijación del tacón y de la suela en el año 1860, y de de máquina para coser suelas de McKay supuso la irrupción definitiva de la era mecánica en la confección de zapatos. Las fábricas de calzado obtuvieron enormes beneficios gracias a estas nuevas técnicas. La confección industrial y el comercio del calzado se expandieron con una rapidez asombrosa en Estados Unidos. En el año 1901, se importaron más de un millón de zapatos americano a Inglaterra. Los pequeños talleres zapateros no podían competir con la rapidez de la confección industrial ni mucho menos con sus precios, por lo que sufrieron grandes pérdidas. Los zapateros quedaron relegados a zapateros remendones. Pero el factor calidad acabó imponiéndose como rasgo definitivo entre las fábricas y los talleres artesanos, que seguían valorando enormemente sus antiguas tradiciones. Su clientela procedía de aquellos círculos que consideraban que "el zapato hace a la persona" y exigían individualidad y excelente calidad para su calzado.

Los talleres de Londres, París, Roma, Viena y Budapest, algunos de ellos con más de un siglo de historia, han conservado las tradiciones más antiguas hasta la actualidad, al igual que otros de creación más reciente. En el taller de László Vass, ubicado en Budapest, se aplican los principios de calidad de los gremios, ya desaparecidos. Cada zapatero del taller se declara orgulloso de su oficio, ama su profesión y trabaja en un ambiente amistoso e incluso familiar.

Aunque en Hungría ya no es necesario elaborar la pieza de maestría que los gremios exigían antiguamente, cada par de zapatos es confeccionado con tanta precisión como si de dicha pieza se tratara. En Alemania, el examen de maestría sigue siendo un requisito para la apertura de un taller propio y para poder impartir formación a aprendices.

Los zapateros que trabajan en los talleres tradicionales clavetean, amartillan y cosen los zapatos con los mismos procedimientos que utilizaban sus predecesores hace unos 2.000 años. Los zapateros fabrican la gran mayoría de sus herramientas personalmente. Los cuchillos, las leznas y las agujas que existen actualmente no se diferencian demasiado de los que observamos en antiguos grabados, y cada zapatero insiste en utilizar sus propias herramientas, casi supersticiosamente, ya que afirman que cada pieza "es distinta".

Las fábricas de calzado, como la del fabricante suizo de cintas y tirantes C.F. Bally (fundada en 1851) 
supieron sacar mucho provecho de las técnicas surgidas durante el siglo XIX

Las herramientas y los procedimientos han cambiado muy poco desde el año 1568.

Cada zapatero aplica toda su concentración para conseguir un trabajo de calidad en cada etapa de la confección del zapato; 
ello refleja una entrega consciente al propio oficio. Muestra del taller de L. Vass en Budapest.

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