En
el mundo de la moda, los zapatos para hombre ocuparon durante mucho
tiempo el espacio de la discreción. La elegancia solía ser
identificada con las formas tradicionales y los colores severos de una
masculinidad vinculada a los tonos terrenos, marrón, negro y en
ocasiones, gris. Sin embargo, el mundo ha cambiado
y con él la industria de la moda. Hoy el diseño de calzado masculino
se abre a los juegos brillantes y extravagantes que parecían reservados
a la mujer y a la femineidad desbordada y desbordante de los años 80.
Pero no todos los diseñadores han optado por la sencilla decisión de
invertir los criterios tradicionales volcándose a
pautas conceptuales ya rutinarias en la moda femenina. David-Elliot
Salamanovich eligió precisamente recorrer el camino más difícil,
trabajando desde las pautas clásicas del calzado masculino para hacer
nacer la provocación desde dichas pautas sin recurrir a la imposición
de fórmulas externas.
La clave de su apuesta se encuentra en el juego entre materiales,
procesados cuidadosamente en Piel Color Uruguay, y formas que se alejan
sutilmente de las hormas clásicas, introduciendo variaciones que sólo
se vislumbran en la apreciación general del zapato. La punta recta que
interrumpe la línea del pie le otorga al mismo una forma que
reintroduce los ángulos rectos pero sin sacrificar la fluidez. Las
formas de estos zapatos parecen armaduras que en su aparente rigidéz le
ofrecen al pie la libertad en su interior. No calzan apretando, atando y
sujetando, sino que son como capullos que liberan al cubrir. La
comodidad se transforma así de utilidad en cualidad estética. Los
colores que utiliza Salamanovich aúnan los tonos apreciados por los
consumidores montevideanos, seguidores celosos de la tradición, el
negro y el verde, con la insolencia del rojo y especialmente con el
juego sorprendente de un verde que revela sus orígenes en el azul.
Estos colores pertenecen todos a la paleta terrena,
aun el rojo, que en este caso aparece bajo un tono que nos recuerda la
energía del fuego que renueva la tierra. Pero es la ambigüedad de esas
botas de un verde que no es solo verde, y que parece cambiar
constantemente en azules, bordos y lo que nuestros ojos quieran ver,
lo que evidencia la audacia de esta colección. Estos zapatos demuestran
responder a una concepción de diseño que insiste en recuperar la
comodidad clásica al mismo tiempo que se atreve a introducir
variaciones particulares de colores y tonos, otorgándole al calzado
masculino una plataforma de evolución viable y comercializable. Pero
más allá de estas preocupaciones, vitales para la moda dado su
carácter industrial, los diseños de David-Elliot Salamanovich se
destacan por atreverse a devolverle al zapato de hombre la dimensión
estética que la rutina y la mera reiteración de fórmulas establecidas
había anestesiado. A partir de su propuesta el zapato puede ser
considerado ya no sólo un compañero necesario sino también deseado,
capaz de ubicarnos en un mundo donde la discreción y la audacia
conviven en la elegancia. Nota:Las
fotos pertenecen a los diseños de David-Elliot Salamanovich |