LA PIEL DE LA PALA

La elegancia y la solidez de un zapato dependen en gran parte de la calidad de los materiales utilizados. Así pues, para un zapatero, el mayor imperativo consiste en elegir la materia prima para la pala y la suela con la mayor escrupulosidad posible.

El material más adecuado para la confección del calzado continua siendo la piel animal, puesto que ofrece una protección duradera contra la posibilidad de heridas y las influencias climáticas negativas. 

Además, permiten airear el pie y es fácil de trabajar. Para la confección de la parte superior del zapato puede utilizarse la piel de distintos animales, como, por ejemplo, la de vaca, toro, buey, ternero, caballo, cabra, cerdo, ciervo y para nombrar algunas curiosidades, la piel de elefante, cocodrilo, lagarto, pescado, avestruz, camello, canguro, o pavo. Desde principios del siglo XX, el calzado clásico se confecciona principalmente con piel de ternero, vaca y caballo, aunque en años recientes ha ganado terreo la piel de canguro. Todavía se utilizan pieles exóticas, aunque en muy pocos casos.

La piel animal se compone de tres capas diferentes: la epidermis (capa exterior), el tejido conjuntivo (la dermis) y el tejido subcutáneo. La más valiosa es la dermis, con la cual se confeccionan los componentes de la pala, la suela y otros accesorios. Durante el tratamiento de la piel, esta capa debe separarse de las otras.

La piel sin tratar se conserva en frío (en países de clima frío), mediante el secado (en regiones más cálidas) o en sal. Los tres métodos impiden la putrefacción.

Ya en la Edad de Piedra, tras descubrir las múltiples posibilidades de uso de la piel, el hombre se esforzó para descubrir la manera de conferirle flexibilidad, resistencia y, ante todo, durabilidad. El secado por sí solo no daba el resultado esperado: al sol, las pieles se volvían quebradizas y con la humedad se descomponían rápidamente. El descarnado y el golpeado intensivo tampoco condujeron a ningún avance. El cambio se produjo cuando el hombre constató que usando ceniza y cal podía eliminar el pelo más fácilmente, y que ahumándola se conservaba mejor (curtido al humo). El curtido al zumaque utiliza grasas y aceites de adobo más ancestrales sigue siendo utilizado por los esquimales: mastican la piel y la ablandan con saliva para después frotarla con grasa.

Los primeros indicios sobre el curtido de pieles, desde siempre asociado al calzado, se encuentran en los frescos egipcios. En dicho país, al igual que en la Roma y la Grecia antiguas, predominaban el curtido con corteza o vegetal (con corteza de abeto, roble y aliso, o cáscaras de agallas, granadas o bellotas) y el curtido al zumaque. La piel más valiosa se adobaba con alumbre (una sal mineral) para teñirla de blanco. Se cree que este curtido mineral, también denominado blanqueado, es uno de los más antiguos que existen. Con el alumbre, la piel se endurecía y debía ser estirada de nuevo antes de trabajarla.

Los fundamentos del proceso de curtido, ya sea al zumaque, vegetal o mineral, no han cambiado. Al igual que el zapatero, el curtidor se remite a un oficio artesanal con milenios de historia y tradición.

 

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