LA REPARACIÓN DEL CALZADO

Los modelos de calzado clásico confeccionados a mano nunca pasan de moda. Dichos zapatos, elaborados con todo tipo de cuidados y conservados con la atención correspondiente, pueden llevarse durante decenas de años y el uso los ennoblece aún más. A menudo, el propietario aprecia mejor el zapato tras un uso prolongado que en el momento de la compra. Se ha acostumbrado a él; el zapato se ha convertido en una parte de sí mismo.

Con todo, tras un tiempo considerable, incluso el zapato más perfecto empieza a desgastarse. El momento en que empieza el desgaste depende del peso y de la forma de andar, y de las frecuencia de uso y tipo de cuidados. Algunos de los desgastes más comunes son los del talón y la suela, así como el deterioro de la puntera. En estos casos, merece la pena llevar los zapatos al servicio de reparación del taller que los ha elaborado. Las casas de calzado suelen emprender dichas reparaciones con mucha complacencia.

Existen únicamente dos casos en los que se hace necesario deshacerse de los apreciados zapatos: cuando el contrafuerte del talón se ha doblado, o cuando las costuras o la piel de la pala se rompen de tal manera que ya no es posible repararlas.

REPARACIÓN DE LA MEDIA SUELA Y DEL TACÓN

Tras un uso prolongado, las primeras zonas que muestran desgaste son la parte delantera de la suela y el tacón. Entre la punta y el resto de la suela, en casos de desgaste considerable, puede haber una diferencia de 3 mm de grosor en la piel. Debería procurarse no dañar la costura situada en la pestaña del hendido. La restauración del grosor original de la suela es un procedimiento de reparación relativamente fácil.

 

El zapatero practica una incisión en la suela, a 5 cm de la punta del zapato, y con un cuchillo afilado va retirando la piel desgastada milímetro a milímetro. Debe procurar no dañar la costura. Corta un trozo de piel de la medida adecuada del centro del crupón, lo pega en el punto donde se localiza la reparación y lo fija con tacos.

El zapatero limpia el trozo de piel añadido con una lima, un trozo de cristal y papel de lija grueso y fino, hasta que la superficie de la antigua suela y del nuevo trozo de piel forman una superficie lisa y el borde de la suela adquiere un recorrido regular.

Aunque el tacón suele llevar incorporado un parche de goma bastante sólida, es esta parte la que primero se desgasta, ya que con cada paso se ve expuesta a una gran presión. La capa de goma se sustituye de la misma forma que la suela.

Sin embargo, si la tapa del tacón también está afectada, para montar de nuevo el tacón, el zapatero debe retirar la piel desgastada, el parche de goma y el estrato de piel situado debajo de ellos.

LA SUSTITUCIÓN DE LA SUELA Y TACÓN

Si la suela está muy desgastada o completamente agujereada, se hace necesario realizar una serie de procedimientos de reparación. En el caso de los zapatos con doble suela, esta sigue fija a la vira. Si la costura de la suela y la entresuela no han sufrido daños, basta con incorporar una media suela (una punta de la suela algo alargada). Poniendo mucha atención a la costura, el zapatero retira la suela gastada con un cuchillo hasta el enfranque y sustituye la suela exterior.

Puede suceder que a causa de la forma característica de andar del propietario, el zapato no resulte dañado en el centro de la suela sino en el borde exterior o interior. Dicho desgaste puede llegar a ser tan considerable que la propia costura de la suela se vea afectada. En tal caso, los puntos sufren una distensión y la vira experimenta una cierta inestabilidad. La reparación constaría, en principio, de dos fases básicas: el zapatero introduce de nuevo la horma a medida en el zapato, lo desarma hasta la base (la vira), y a continuación lo monta de nuevo.

Si se produce una "reparación general" de este tipo, es aconsejable cambiar la vira. Tras rellenar el espacio entre suelas, el zapatero cose la nueva suela a la vira y monta de nuevo el tacón.

Resulta inevitable preguntarse si una reparación tan laboriosa como la mencionada vale la pena, pero la experiencia demuestra que un zapato cómodo, adaptado ya a la forma del pie de su propietario, es irremplazable y que experimenta una especie de renacimiento tanto en caso de reparaciones simples como complicadas.

Si la suela está desgastada pero las costuras de los laterales no han resultado dañadas, sólo será necesario sustituir la media suela.

Si la costura ha resultado dañada o está desgastada, es recomendable sustituir también la vira.

Provistos de una nueva suela y un nuevo tacón, los zapatos viejos pueden empezar una nueva vida.

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