No 711                                                                       Agosto de 1927

 

REPÚBLICA ARGENTINA - MINISTERIO DE AGRICULTURA

SECCIÓN PROPAGANDA E INFORMES

PASEO COLÓN 974                                                Buenos Aires

 

 

 


DIRECCIÓN GENERAL DE ENSEÑANZA AGRÍCOLA

 

 

 

 

EL ENSILAJE

Sus ventajas y su práctica

 

 


Conferencia dada en el Colegio Nacional Carlos Pellegrini

 

PILAR - F. C. P.

 

por el agrónomo regional de morón

 

Ing. JOSÉ M. SCASSO

 

 

 


I.                    Silos y ensilaje. - Definiciones. - Diferencias entre el ensilaje y el pasto seco. - Ventajas del ensilaje sobre el pasto seco.

II.                 Cómo se convierte el pasto en ensilaje. - Las fermentaciones que sufre y que impiden que se pudra. - Los factores que deben tenerse en cuenta para asegurar una buena fermentación. (Exclusión del aire, conveniente humedad y calor).

III.               Ensilaje de maíz, alfalfa, cardo y pastos naturales. - Época conveniente para el corte. - Avena, trigo, centeno, cebada y cebadilla no son convenientes. - La mezcla de maíz o avena y alfalfa es favorable a una buena proporción alimenticia.

IV.              Los tipos principales de silos; parva-silo, común en tierra y cilíndrico-elevados. - ¿Cuáles son los mejores? Manera de preparar la parva-silo. - El racionamiento con ensilaje.

 

 



I

 

 

            Lo primero que corresponde hacer cuando alguien se propone hablar sobre una cuestión determinada, es definir el tópico que ha de servir de base a la conferencia, tanto más en un asunto como el que va a ocupar nuestra atención ahora, poco conocido y desde luego muchísimo menos encarado de lo que debiera ser por la gente de campo, especialmente por los tamberos a quienes les conviene conocerlo como a los dedos de sus manos por los valiosísimos servicios que el silo presta a la producción lechera y por ende a sus intereses. Empezaremos pues por aclarar lo que se entiendo por silo y ensilaje, diciendo que silo es un lugar de forma y condición variables, donde se almacenan los forrajes acuosos o en estado verde, al abrigo del aire y del agua, para que se conserven por tiempo indefinido a disposición de la hacienda para cuando ésta los necesite. Ensilaje, ensilado o pasto ensilado es el forraje que resulta de la fermentación del pasto verde amontonado en los silos. También se dice ensilaje al acto de ensilar el forraje.

            A un criterio simplista se le ocurre inmediatamente que es un disparate hacer grandes montones de pasto verde abajo o arriba de tierra, porque indefectiblemente todo ese pasto se echará a perder, se pudrirá o se arderá. A mí personalmente, me ha ocurrido frecuentísimas veces tener que soportar ese consabido retintín cada vez que en mis viajes de propaganda agropecuaria he hablado con tamberos o gente de campo que desconocían esta práctica, y aún tengo patente la cara de susto que tenía uno de ellos a quien a fuerza de reiteradas instancias logré decidir para que practicase una prueba haciendo una parva-silo. Yo le ayudaba en la faena para animarlo y a la vez darla las direcciones convenientes, pero a pesar de todo, a menudo suspendía el trabajo para preguntarme desde arriba de la parva si no se le pudriría toda la alfalfa que estábamos ensilando. Naturalmente, cuando llegó el momento en que las vacas necesitaron el ensilaje y nuestro hombre enderezó al silo y sacó una tajada de pasto aromático, tierno y jugoso, de un color medio atabacado, humeante y calentito que las vacas devoraron sin hacerse rogar, una sonrisa de satisfacción debe haber iluminado su rostro y una convicción firme y propia debe haberse despertado en su mente porque en años sucesivos no dejó de hacer su silo, no ya como prueba sino como método corriente de conservación del pasto. Bien, de todo lo dicho hasta aquí se deduce que al salir el pasto ensilado del sitio donde fue almacenado verde o tierno, ya no es igual a como entró, puesto que ha sufrido fermentaciones con desarrollo de temperaturas más o menos elevadas, que han acarreado a dicho pasto una transformación en sus caracteres exteriores e íntimos, resultando un forraje de un color más oscuro, a veces atabacado, siempre jugoso y suculento, como dicen algunos, con un aroma especial característico penetrante pero no desagradable, que a favor del viento se percibe a veces desde varias cuadras de distancia y que todos los animales aceptan pronto, llegando, sobre todo, las vacas a preferirlo a cualquier otro. Paralelamente a estos cambios físicos, el ensilado sufre con respecto al forraje que le dio origen, transformaciones químicas más o menos complicadas, que no me voy a detener a explicar aquí por ser innecesario, y que son acusadas por el análisis al entrar al silo y al salir del mismo. Siempre hay una pequeña pérdida del valor alimenticio comparado con el pasto recién cortado, pero de todos modos estas pérdidas no alcanzan ni con mucho a las que sufre cuando el pasto es conservado por otros medios y en especial cuando se hace pasto seco o heno, que, prácticamente, es el único medio de conservación conocido por nuestros tamberos.

            En el régimen tambero actual se notan muchas lacunas que explican el malestar económico de esta producción en la hora presente, malestar que se percibe apenas uno se pone en contacto con el tambero. Una de estas lacunas es precisamente la provisión de forrajes para el invierno y a veces también para el verano. Toda la fuente de alimentación para las vacas está reducida casi exclusivamente al pastoreo de potreros con pastos naturales, y solamente en pedazos pequeños en relación a la superficie explotada y tampoco no siempre, se ven alfalfares para la provisión de verano y avenales para la de invierno. Con la alfalfa se hacen una, dos, tres y a veces más parvas de pasto seco, dependiendo el número de éstas de que el año haya sido más o menos llovedor y de la extensión del alfalfar, y la avena se pastorea a veces hasta septiembre u octubre en cuya época se retiran las vacas para hacer parvas de avena seca con un poco de grano, otras veces se pastorea hasta que se consume del todo. De manera que la alfalfa y la avena vienen a ser elementos de reserva, mientras el grueso de la alimentación debe buscarse en el pastoreo de los potreros naturales.

            Pero a menudo, muy a menudo por desgracia, sobrevienen largos períodos de sequía que dejan los campos yermos, y entonces hay que apelar a la reserva de pasto seco. Las parvas van desapareciendo con una rapidez notable y el tambero se ve precisado a mermar la cantidad de ración. Inmediatamente las vacas enflaquecen y el rinde de la leche baja. La experiencia enseña que esto sucede tanto en invierno como en verano con la agravante en invierno de que las heladas y el frío merman más aún la producción lechera. Pero lo grave del caso es que aun dando a la vaca todo el pasto seco que pueda comer nunca producirá tanta leche como si éste fuera pasto verde o un sustituto jugoso, de manera que si por una causa u otra queda suprimido el pastoreo forzosamente, el rinde empieza a mermar. No es otra la causa de que en la primavera cuando los primeros calores y algunas lluvias hacen brotar con rapidez los pastos adormecidos o quemados por las heladas del invierno, la afluencia de leche a los mercados consumidores es notablemente elevada.

            Ahora bien: ¿es posible, aprovechando las buenas épocas lluviosas procurar una reserva de forraje acuoso que sustituya ventajosamente al pastoreo y que pueda ser guardada meses o años si es necesario, para ser utilizada esa reserva, tanto en invierno como en verano en el momento en que el pasto tierno merme considerablemente por una de las causas que tan a menudo se presentan? Sí, es posible, y más aun, fácilmente posible, practicando el ensilaje. Pero tal práctica permite todavía otra ventaja, mucho mayor aun porque es permanente, y es ésta: ensilando no hace falta tanta superficie de tierra para un número determinado de vacas, y por lo tanto se puede ahorrar una suma considerable en arrendamiento, es decir, que si por el método corriente hacen falta por ejemplo 100 cuadras para unas 150 vacas, haciendo silo anualmente y disponiendo bien las cosas, se puede tener el mismo número de animales en 70 u 80 cuadras, lo que al precio de 80 pesos la cuadra significa una economía de 1600 a 2400 pesos por año, con la ventaja de alimentar mejor las vacas porque la experiencia enseña que el ensilado hace producir infinitamente mucha más leche que el pastoreo. Naturalmente, el ensilaje del pasto exige un poco más de trabajo no tanto al hacerlo como al sacar el pasto ensilado del silo, pero teniendo en vista sus ventajas, no creo que los tamberos dejarán de hacer este pequeño esfuerzo que redunda en un beneficio tan grande para sus bolsillos.

            Junto a estas dos ventajas que acabo de señalar y que por ser de tanta importancia merecían destacarse en detalle, el ensilaje tiene muchas otras con respecto al pasto seco, que voy a enumerar rápidamente para no entrar tanto en detalles. Estas ventajas son: no hay pérdida de materia como en el pasto seco, en el que al emparvarse vuela mucha hoja, que es la parte más alimenticia, y más todavía, al llevar el pasto de la parva al comedero de los animales; en el ensilaje el pasto se amontona verde y se saca jugoso con todas sus hojas y tallos íntegros. En caso de ataque de aftosa, que es tan frecuente, si no hay pasto verde se puede dar ensilaje, el que comen bien las vacas aftosadas de la boca, pero no así el pasto seco que rehúsan porque les hace doler las llagas por su dureza. La lluvia no influye sobre la calidad del ensilaje que sale tan bueno como con buen tiempo; no pasa lo mismo con el pasto seco que desmerece mucho si le llueve encima antes de emparvar. Además, si una parva dura en buen estado uno o dos años, un silo aunque sea del tipo más simple que es la parva-silo, dura 4, 5, 6 y más años en perfectas condiciones. Otra cosa que saben bien los que hacen silo es que la hacienda, de cualquier clase que sea, prefiere el ensilaje a toda otra clase de forraje, de manera que las vacas no se cansan de comerlo y así es posible darles en abundancia, eso sí, alternando con otra cosa para que sea un alimento completo, de manera que produzcan mucha leche. Otra ventaja y no pequeña es que a igualdad de volumen, es decir, a tamaño igual de parva de pasto seco y de parva-silo, por ejemplo, el ensilaje tiene mucho más alimento, resulta mucho más barato y dura mucho más tiempo en uso. Por ejemplo, si tenemos 20 cuadras de alfalfa y llegado el mes de septiembre u octubre hacemos a la vez pasto seco de 10 cuadras y parva-silo de las otras 10 cuadras, al usar en el invierno los dos forrajes al mismo tiempo para los lotes iguales en número y tamaño de vacas lecheras, resultará que el silo durará unas 5 o seis veces más tiempo que la parva de pasto seco y todavía las vacas del lote alimentado con ensilaje darán más leche por día que las del otro lote. Cuando se alimenta con ensilaje los animales no dejan casi restos, mientras que cuando se trata de pasto seco pisotean y dejan una buena cantidad; esto quiere decir que el ensilaje tiene mucho menos desperdicio. Por último el ensilado produce efectos muy benéficos sobre la salud del animal porque favorece gradualmente las funciones digestivas y es además estimulante como si fuera un tónico.

 

 

 

II

 

 

            Para comprender bien los procedimientos que permiten obtener un buen ensilaje, hay que darse cuenta del proceso que sufre el pasto una vez amontonado; diré por tanto dos palabras al respecto. Apenas se ha almacenado el pasto tierno se nota una elevación de temperatura en el interior del montón; es porque se ha iniciado una fermentación activa, algo por el estilo de lo que sucede con el jugo de la uva cuando se pone en la cuba de fermentación, donde se ve al mosto hervir como se dice gráficamente aunque en realidad no haya ebullición. Para que la fermentación del pasto tenga lugar requiere la presencia del aire, puesto que ella consume oxígeno pero -y aquí está uno de los secretos del asunto-, la cantidad de aire debe ser moderada, porque siendo mucha, como cuando el pasto se amontona flojo, se produce una fermentación tan activa que llega hasta la combustión. Esto es lo que sucede cuando se queman las parvas de pasto seco como sucede alguna vez en las que éste se emparva demasiado húmedo todavía y entonces la fermentación que se inicia disponiendo de gran cantidad de aire provoca la combustión completa con formación de fuego y llamas que devoran toda la parva. Por esto, al hacer el silo, hay que tener cuidado de ir desalojando el exceso de aire que queda aprisionado entre las hojas y tallos de las plantas, por medio de un enérgico pisoteo a medida que se ensila. Entonces la fermentación no pasa los límites justos, el pasto se calienta hasta una temperatura adecuada, más o menos desde 45 a 70 grados centígrados y esta temperatura impide el desarrollo de la putrefacción, permitiendo la conservación indefinida del ensilado. Además como resultado de las reacciones químicas que se verifican en el interior de la masa ensilada a consecuencia de la actividad fermentativa, al igual de lo que sucede con el mosto vínico, hay un desprendimiento activo de anhídrido carbónico o ácido carbónico que reemplaza al aire en todos los intersticios y que impide también a su vez la putrefacción posterior del forraje. Por último, como la parte externa del silo en todo su contorno (cualquiera sea la clase de silo usado) se vuelve impermeable por la compresión que soporta el ensilado, tanto la temperatura como el ácido carbónico se mantienen permanentemente en su interior y por eso cuando se abre un silo, aunque hayan pasado dos o tres o más años se nota que adentro está todavía caliente, conservando su aroma y gusto peculiar.

            Por otra parte, para que la fermentación tenga lugar es necesario que haya una cantidad conveniente de humedad. Si el pasto está semi seco y no se agrega agua, la fermentación no se producirá o será defectuosa y entonces el ensilaje no será de buena calidad. Por este motivo hay que ensilar las plantas todavía verdes o en caso de que por cualquier motivo se hubiera pasado la época de corte y como consecuencia las plantas estén demasiado secas para ensilar, se puede obviar este inconveniente regándolas copiosamente con una manguera a medida que van entrando al silo; así se les restituye el grado de humedad adecuado y se obtiene una buena fermentación. Esto explica por qué aunque llueva mientras se está ensilando se puede continuar el silo sin comprometer el buen resultado de la operación. He aquí pues, explicados brevemente, los fundamentos en que se basa la fermentación del forraje y los factores que influyen para que ésta se produzca dentro de los límites de actividad que dan una buena calidad del producto.

 

 

 

III

 

 

            Ahora bien: ¿qué plantas pueden ser usadas para ensilar? Prácticamente pueden usarse todas las que en estado verde sean aptas para el consumo de la hacienda, por ejemplo, la alfalfa, el maíz, los sorgos, el pasto del Sudán, los tréboles, el cardo de Castilla, el cardo asnal, el cardo negro, los pastos comunes, etc, etc. Aquí aparece otra gran ventaja del silo, que olvidé mencionar al principio y es la siguiente: que debido a la fermentación las partes duras de las plantas, como por ejemplo las espinas y las cañas se ablandan notablemente, con lo cual pierden su naturaleza perjudicial y se aprovecha la planta íntegramente. Por ello es que se obtienen ensilajes espléndidos utilizando forrajes tan groseros como los cardos. Además, plantas que podrían ser venenosas en casos dados, como algunos sorgos y la cicuta, pierden su toxicidad a causa de la elevación de la temperatura, que hace evaporar los principios venenosos.

            Las plantas de tallo hueco, como la avena y la cebada, no conviene ensilarlas, porque debido a esa condición de sus tallos llevan demasiado aire al silo y entonces el ensilaje no sale bueno. En cambio, son buenas plantas para mezclar en mediana cantidad con otras como alfalfa, porque las mezclas de pastos de distintas naturalezas dan muy buen resultado en la práctica, tanto para la producción de leche como para la alimentación general de la hacienda.

            Cuando el ensilaje se adopta como método corriente de racionamiento las dos plantas que se prestan mejor para el caso son la alfalfa y el maíz. La alfalfa es, sobre todo, especial para preparar la parva-silo que es el tipo más fácil de hacer y que en esta región da excelentes resultados, como lo demuestran varios ensayos emprendidos en vasta escala. El maíz es también una planta superior para obtener ensilaje de inmejorable calidad, pero si bien no hay inconveniente para hacer con él parva-silo, se presta más por la constitución de sus tallos para los silos comunes especialmente semisubterráneos, es decir, mitad bajo el nivel del suelo y mitad arriba de él y todo tapado con tierra. En algunos años que suelen venir secos en primavera es ventajoso sembrar sorgos, sobre todo pasto del Sudán y el sorgo azucarado de Minnesota, que producen un ensilaje de muy buena calidad. En algunos tambos ha entrado ya el cultivo del primero, pasto muy productivo y el más resistente a la sequía de todos los sorgos. En años normales puede dar desde septiembre hasta abril que dura su cultivo, de cuatro a cinco cortes, alcanzando, término medio, las plantas en el momento de la siega un metro y medio más o menos. Por estos datos puede colegirse la enorme producción que son capaces de dar los sorgos aun en condiciones propicias de humedad. Los sorgos se siembran en la misma época del maíz, pudiendo serlo en línea como éste último o al voleo, puesto que para ensilar no perjudica, antes bien, conviene que los tallos sean finos como resultan con la siembra al voleo.

            El corte de las forrajeras para ensilar difiere del tipo de planta; así, por ejemplo, la alfalfa se cortará al empezar a florecer, es decir, con un 15 a 20% de flor. El maíz debe cortarse cuando los granos están bien formados y próximos a endurecer, pero aún con las hojas y tallos verdes. Los sorgos pueden segarse desde que están en floración o más tarde, pues aun cuando semillen, las hojas y tallos se conservan verdes. Los cardos deben cortarse cuando sus flores están todavía en botón, pues entonces sus tejidos se encuentran en buen estado de humedad para el silo. Las demás forrajeras pueden referirse a las que acabo de mencionar, según su porte y estructura y por ello no entraré en mayores detalles al respecto.

 

 

 

 

IV

 

 

            Corresponde ahora referirnos aunque sea someramente a los principales tipos de silos. Estos pueden ser, desde los más simples como la parva-silo también llamado silo al aire libre, hasta los más perfeccionados como los silos norteamericanos cilíndrico-elevados o silos torres, que son verdaderas construcciones de madera, cemento o mampostería y que pueden verse aquí cerca en los tambos de Mattaldi, en la cabaña “Santa Brígida”, en la cabaña “Tuyú” y en varias otras partes. Entre aquellos dos tipos están los silos comunes en tierra. En cada tipo caben variaciones de forma, tamaño, techo, aprensamiento, etc. La descripción de todos los sistemas nos llevaría mucho tiempo y nos fatigaría a ustedes y a mí sin ningún provecho. Me concretaré pues a hablar de los que tienen inmediata aplicación práctica en el ambiente rural nuestro, caracterizado por estos dos factores: explotación extensiva, lo más primitiva posible, y régimen de arrendamiento.

            Claro está que bajo tales condiciones sería un error grosero aconsejar el tipo más perfeccionado. El progreso no se verifica nunca a saltos, al contrario, camina por etapas. Es evidente que el sistema perfeccionado es el mejor, pero pretender imponerlo en un ambiente donde impera la rutina y la simplicidad de los métodos de producción sería un despropósito: chocaría de inmediato contra la modalidad del productor, contra la del régimen imperante y contra la posibilidad económica del explotante. Pero como la adopción del silo significa una etapa no pequeña de progreso en los métodos de explotación pecuaria, sobre todo del tambo, lo que conviene es facilitar su difusión, aconsejando los tipos más fáciles, que encajan dentro del marco natural en que se desenvuelven las actividades ganaderas y tamberas de la zona. Una vez conocidas las bondades y ventajas que reporta el ensilaje, no tardará en venir la mejora progresiva del tipo hasta llegar a los más perfeccionados. Bien, el tipo que a mi juicio se impone al principio es la parva-silo. Es el más fácil de ejecutar, no exige implementos especiales fuera de los comunes en todo establecimiento, es el que más se asemeja a la práctica corriente de conservación -la parva de pasto seco- permite la reserva de ensilaje por varios años si fuera necesario, no requiere instalación de ninguna especie, en suma, es el más expeditivo. ¿En qué consiste pues la parva-silo? En esto, sencillamente: Cortar el forraje -sea alfalfa, maíz, sorgo, cardo, cualquiera de los nombrados anteriormente- llegado el momento oportuno como se explicó; acarrearlo a medida que se va cortando, en rastras o carros hasta un lugar alto en que se levantará la parva; depositarlo allí a medida que llega, por horquilladas uniformes, dando como dimensiones, por ejemplo, unos 8 metros o más de largo por 4 ó 5 de ancho, ir pisoteando metódicamente el pasto con cierta energía por los dos o tres hombres que lo reparten en la parva; levantar ésta con todas sus paredes derechas y no inclinadas como se hace con la parva de heno, y por último rematar la parte superior con un lomo o caballete en medio para facilitar la caída del agua de lluvia. La confección de la parva-silo puede hacerse en muchos días, cargando cada día lo que se corte el mismo día hasta terminarla; si por un motivo o por otro no se pudiera continuar la carga por dos o tres días o le lloviera encima cuando está a medio hacer, no se perjudica en nada el éxito final de la operación; por consiguiente la interrupción de la carga, sea de noche, de día o por algunos días seguidos no afecta la conservación del ensilaje. Es conveniente dar a la parva una altura considerable, por ejemplo, 8 ó 9 metros, porque luego se asienta mucho el pasto y entonces la altura queda reducida a la mitad. Para elevar el pasto hasta esa altura se puede hacer uso de andamios o de emparvadores como los que se emplean para la parva de heno o pasto seco. Por último, hay que poner pesos que efectúen una presión enérgica y continua a fin de desalojar el exceso de aire perjudicial. Hay varios métodos, pero el más simple es el siguiente: se cruza la parva cada metro en sentido del largo por alambres resistentes que cabalguen sobre la parva de un lado al otro y en sus extremidades se atan pesos grandes, como durmientes de quebracho o de hierro, bolsas llenas de tierra y en general cualquier elemento que se tenga a mano, adecuado para el caso. Hecho esto queda el asunto terminado. Otros prefieren cavar una zanja poco honda alrededor o a un costado de la parva y echar la tierra que sacan de allí encima de la parva como techo o cubierta que a la vez sirve de peso.

            Mientras la parva se está levantando se podrá observar a los tres o cuatro días el aroma agradable propio de la fermentación alcohólica; a la vez que se verá “humear” la parva, como dicen algunos, lo que no es otra cosa que el vapor de agua que produce por la evaporación del líquido vegetal provocada por la elevación de la temperatura. Estos son los mejores síntomas de que todo marcha bien.

            Al cabo de unos días de terminarse la parva-silo, las partes exteriores se secan y se apelmazan, constituyendo todo alrededor una capa impermeable al aire y al agua, por lo cual resbala la lluvia como si fuera por una pared de material sin que penetre para nada al interior.

            Pasado un mes, puede ya abrirse el silo si es necesario y comenzarse el racionamiento de la hacienda. La parva-silo y los silos comunes se abren por lonjas transversales, como de un metro de ancho. El ensilaje se corta con cuchilla común de pasto seco, o bien con palas de hoja plana triangular con bordes bien afilados; en esta última forma se corta cómodamente, evitando así la parte más engorrosa del sistema de ensilaje que es la extracción de éste. Los animales pronto se acostumbran a comerlo y una vez conocido lo prefieren a todos los pastos. Sin embargo, como todo hombre de campo lo sabe, lo mejor para la hacienda es la variedad de comida, por eso, si hay un poco de pastoreo, se completa el racionamiento con unos 15 a 20 kilos de ensilaje por día y por cabeza, tratándose de lecheras, y proporcionalmente menos cantidad para la hacienda de otra clase, según tamaño. Si no hay pastoreo o es muy poco, conviene dar además de la cantidad de ensilaje indicada un poco de pasto seco, teniendo la precaución de dar primero este último, pues de lo contrario comerían sólo el pasto ensilado y dejarían el seco sin tocarlo.

            Para terminar, desearía que los que están en condiciones de ensayar la práctica del ensilaje emprendieran una prueba, y estoy seguro de que cuando palpen sus resultados quedarán maravillados del éxito que significa este sistema de alimentación, y se sorprenderán más todavía al comprobar que con ser tan excelente ayuda para el tambero no se haya difundido a estas horas por todo el país, y de que todavía se vean multitud de tamberos sumidos en el atraso, donde el simpático aroma del ensilaje no se percibe en ninguno de los 365 días que tiene el año.

 

 

 

 

Digitalizado por la Voluntaria Consuelo Fraga