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El Basilisco DIGITAL
  El Basilisco, 1ª época, nº 1, 1978, páginas 64-79
  
Ontogenia y filogenia
del basilisco * 


Gustavo Bueno Sánchez
Oviedo
 

Poco, o nada, suscita la palabra basilisco al ciudadano medio, incluso universitario actual. Incorporada en sintagmas como estar hecho un basilisco, tener ojos de basilisco o ¡estate quieto, basilisco, demonio coronado!, son escasos quienes se paran a reflexionar sobre el significado de la palabra aislada. En los diccionarios se mantiene un lacónico «animal fabuloso al cual se atribuía la propiedad de matar con la vista». Sin embargo, tras este nombre, se encierra uno de los mitos más ricos que se hayan dado. Su importancia radica no sólo en la abundancia de matices, circunstancias y atributos que le rodean, sino en el hecho de su antigüedad y presencia en culturas, tradiciones y pueblos bien diferentes.

La etimología de basilisco se encuentra en el sustantivo griego basiliskos, que significa reyezuelo, como diminutivo de Basileus, rey. En latín se produjo la misma derivación, apareciendo la voz regulus (en castellano regulo) con la que se le conoce. Los términos basilicock, cockatrice, cocodrille (al contaminarse con el cocodrilo) surgen a finales de la Edad Media en Francia e Inglaterra.

Su nombre, universalmente extendido, tuvo y tiene variadas aplicaciones. Ha servido en primer lugar para dar nombre a la ciudad por cuyas cuatro puertas salió simultáneamente una vez Cagliostro: Basilea {1}. En artillería {2}, astronomía {3}, hagiografía {4}, historia {5}, botánica {6} y en zoología (para designar un género de iguánidos). El reptil al que se bautizó con el nombre de este animal mitológico pertenece al orden de los saurios, familia de las iguanas, género Basilisco, con dos especies básicas: con capucha (B. Mitratus, B. Plumifrons) y sin capucha (B. Basiliscus, B. Corythaedus). Este reptil, que vive en las regiones cálidas de América del Sur y Méjico es completamente inofensivo para el hombre y tomó el nombre a causa de su apéndice en forma de cresta por el que se caracteriza y que recuerda el atributo del rey de las serpientes {7}.

Muy relacionado con el mito del basilisco está el del catoblepas. El catoblepas tiene una forma de matar en cierto modo inversa a la del basilisco: muere quien ve sus ojos (por eso siempre mira al suelo) mientras que el basilisco mata a quien ve. Sin embargo el catoblepas no tuvo, a pesar de ser un mito tan antiguo como el del basilisco, su misma trascendencia: quizá lo sofisticado de la diferencia de entrambos (mirar, ser visto), que muchos autores confunden, dificultó el auge de este otro mito. Al catoblepas le citan entre los griegos Elieno, Ateneo {8} y Arquelao; y entre los latinos Plinio, Solino y Pomponio Mela. Cuvier sugirió que el catoblepas habría que identificarlo con el antílope: de hecho hay un género de artiodáctilos cavicornios que lleva el nombre, con la especie Catoblepas Gnu, más conocido como Antílope Gnu. El Gnu, de cabeza cuadrangular y cuerpo encorvado tiene los ojos rodeados de una corona de cerdas blancas con una expresión maliciosa y se dice que trata de matar al cazador a cornadas. Pero esta identificación parece haber influido más en quienes bautizaron ese rumiante con el nombre mitológico que en el origen del mito. Catoblepas en griego quiere decir «que mira a la tierra». La relación mirar-ver (basilisco) y ver-ser visto (catoblepas) no es simétrica: mientras que el basilisco destruye y mata cuanto ve, al catoblepas hay que verlo, hay que ver sus ojos, que éste esconde, no queriendo usar su mortífero poder, no separando la mirada del suelo. Flaubert presenta un catoblepas que voluntariamente no quiere levantar sus párpados, como si estuviera influido de cierta bondad {9}.

 

En cuatro libros del Antiguo Testamento encontramos las siete referencias que en la Biblia hay del basilisco (Isaías XI-8, XIV-29, XXX-6, LIX-5; Proverbios XXIII-32; Jeremías VIII-17 y Salmos XC-13). Y no falta quien ha visto en la propia serpiente tentadora de Eva (Génesis 3-1, 5) a un basilisco {10}. De las ocho palabras hebreas que se usaron para designar a las serpientes en el Antiguo Testamento {11}, tres se tradujeron por basilisco en la Versión de los Setenta: zephá (cinco veces), pethen y ‘eph’eh (una vez cada una). Utilizaremos la versión que Scio de San Miguel hizo del texto de la Vulgata, de acuerdo con el mismísimo Urbano VIII {12}.

A) Isaías XI (Se profetiza el estado pacífico en que se encontrarán las criaturas a la llegada del Mesías).

6 Habitará el lobo con el cordero; y el pardo se echará con el cabrito: el becerro, y el león, la oveja, andarán juntos, y un niño pequeñito los conducirá.
7 El becerro, y el oso serán apacentados juntos; y sus crías juntamente descansarán; y el león comerá paja como el buey.
8 Y el niño de teta se divertirá sobre la cueva del áspid, y el destetado meterá su mano en la caverna del basilisco.

B) Isaías XIV (Se profetiza la derrota de los filisteos por Ezequías).

29 No te alegres tú, Philisthea toda, por haberse hecho pedazos la vara del que te hería: porque de la estirpe de la culebra saldrá el basilisco, y lo que de él nacerá sorberá las aves.

Scio, a propósito de este versículo dice: «Es un proverbio para significar que a un mal grave sucedería otro mayor. La serpiente introduce el veneno, y mata con la picadura: el basilisco, según la opinión común mata con la vista. Y lo que aquí se da a entender es, que Ezechías, descendiente de David y Ozías, haría en ellos mayor estrago que Samsón, David y Ozías, porque destruiría y asolaría toda su tierra; y sólo en cuanto a éstos efectos se comparan aquellos santos reyes con la serpiente y el basilisco. Se dice del basilisco, que con su vista y aliento mata los pájaros para después tragárselos».

C) Isaías XXX (Se amenaza a los judíos por recurrir a Egipto, desconfiando y desobedeciendo la palabra del Señor).

6 Carga de las caballerías del Mediodía. Van de una tierra de tribulación y de angustia, de donde salen la leona y el león, la víbora y el basilisco volador, llevando sobre hombros de caballería sus riquezas y sus tesoros sobre corcovas de camellos, a un pueblo que no le podrá ser de provecho.

Comenta Scio –siguiendo a Jerónimo– que «las palabras, de donde salen la leona y el león, la víbora y el basilisco volador, se han de mirar como paréntesis; y sin él se une lo que antecede con lo que sigue. Van, pues, por un desierto estéril y espantoso, en donde no encontrarán sino leones, fieras, víboras y serpientes que los devoren y consuman».

D) Isaías LIX (Se describe el mal comportamiento del pueblo de Israel).

5 Rompieron huevos de áspides y tejieron telas de araña: quien comiere de los huevos de ellos morirá; y de lo que se empollare, saldrá el basilisco.

Anota Scio: «Este es un proverbio con el que de da a entender que cuando los hombres perversos ponen en ejecución sus malos designios y maquinaciones, acarrean mal a los otros y a sí mismos; como si rompiéndose un huevo saliese un áspid, que mata no solamente a los que están presentes, sino también al que le rompió. [66] Esto se aplica según la opinión común que se tiene de los áspides y de los basiliscos».

E) Proverbios XXIII (Recomienda Salomón moderación en la mesa y previene sobre los efectos del vino).

32 Mas al fin morderá como culebra, y derramará veneno como basilisco.

F) Jeremías VIII (Se profetiza la desolación de Jerusalén).

17 Porque he aquí que yo os enviaré serpientes basiliscos, para los cuales no hay encantamiento: y morderán, dice el Señor.

G) Salmos XC (Si se confía en el Señor estaremos libres de peligro).

13 Sobre el áspid y el basilisco andarás, y pisarás al león y al dragón.

Dice Scio que «por basilisco se entiende aquí una especie de serpiente muy venenosa».

Pasaremos por alto la consideración de los conflictos de conciencia que a los cristianos pueda suponer el divorcio entre lo expuesto por la Biblia y lo que dicta la razón respecto del basilisco, no sin antes recordarles una de las conclusiones del Concilio de Trento:

«Si alguno no recibiere como sagrados y canónicos estos mismos Libros enteros con todas sus partes, como se han acostumbrado a leer en la Iglesia Católica, y se contienen en la edición Vulgata latina antigua, sea anatema».

En los últimos tiempos, y sin duda con el fin de racionalizar en lo posible el Verbo divino, las versiones de la Biblia, católicas y no católicas, van sustituyendo las referencias no verosímiles, fabulosas, por otras que no entren en abierta contradicción con lo que dicen las ciencias naturales. No es este el momento de pormenorizar las permutaciones, variaciones y combinaciones que las distintas versiones de la Biblia ensayan, ni de sacar conclusiones, por lo que nos limitaremos, a título de ejemplo, a transcribir los siete versículos del Antiguo Testamento que mencionan al basilisco tal como aparecen en dos versiones recientes: la de Nacar-Colunga {13} y la de los Testigos de Jehová {14}. En la primera aún se conservan tres basiliscos, en la segunda ha sido proscrito.

A) Isaías XI-8

NC El niño de teta jugará junto a la hura del áspid, y el recién destetado meterá la mano en la caverna del basilisco.

TJ Y el niño de pecho ciertamente jugará sobre el agujero de la cobra; y sobre la abertura para la luz de la culebra venenosa realmente pondrá su mano un niño destetado.

B) Isaías XIV-29

NC No te alegres, tú, Filistea toda, por haberse roto la vara que te hería, porque de la raza de la serpiente nacerá un basilisco y su fruto será un dragón volador.

TJ No te regocijes, oh Filistea, ninguno de ustedes, simplemente porque ha sido roto el palo que golpeaba. Porque de la raíz de la serpiente saldrá una culebra venenosa, y su fruto será una culebra ardiente voladora.

C) Isaías XXX-6

NC Oráculo de las bestias del Negueb a través de una tierra de angustia y de tribulación, de donde salen el león y la leona, la víbora y el dragón volador. Llevan a lomo de asnos sus [67] riquezas, y sobre la giba de los camellos sus tesoros, para un pueblo que de nada sirve.

TJ La declaración formal contra las bestias del sur: por la tierra de angustia y duras condiciones, del león y del leopardo que están gruñendo, de la víbora y de la culebra ardiente voladora, sobre los hombros de asnos adultos llevan sus recursos, y sobre las gibas de camellos sus provisiones. En el interés del pueblo no resultarán de ningún provecho.

D) Isaías LIX-5

NC Incuban huevos de áspides y tejen telas de araña, y el que come de sus huevos muere; si los rompe, sale un basilisco.

TJ Los huevos de una culebra venenosa son lo que ellos han empollado, y siguieron tejiendo la mera tela de araña. Cualquiera que comía algunos de sus huevos moría, y el que era aplastado producía una víbora.

E) Proverbios XXIII-32

NC Entrase suavemente, pero al fin muerde como sierpe y pica como áspid.

TJ A su fin muerde justamente como una serpiente, y segrega veneno justamente como una víbora.

F) Jeremías VIII-17

NC Pues he aquí que voy a enviar contra vosotros serpientes, víboras contra las que no hay conjuro posible, y os morderán, oráculo de Yavé.

TJ «Pues aquí estoy enviando entre ustedes serpientes, culebras venenosas, para las cuales no hay encantamiento, y ciertamente los picarán», es la expresión de Jehová.

G) Salmos XC-13

NC Pisarás sobre áspides y víboras y hollarás al leoncillo y al dragón.

TJ Sobre el león joven y la cobra pisarás; hollarás al leoncillo crinado y a la culebra grande.

Pero la tradición del basilisco en modo alguno queda recluida en la tradición bíblica: aparece también abundantemente en los textos clásicos. La referencia antigua más conocida y citada es Plinio el Viejo, aunque fueron varios los autores que, en distintos contextos, trataron del basilisco {15}, si bien no aportan sustancialmente nuevos datos a los recogidos por Plinio. Nos limitaremos a presentar lo que Plinio, Lucano y Dioscórides nos refieren en el siglo primero.

Plinio, en el libro octavo de la Historia natural, coloca juntas las descripciones del catoblepas y del basilisco. He aquí su descripción.

«En el sur de Etiopía se encuentra la fuente Nigris; la opinión común ve allí el origen del Nilo, y los argumentos que hemos expuesto parecen confirmarlo. Cerca de esta fuente vive la bestia llamada catoblepas, de una talla por lo demás mediana y de andar perezoso, toda su actividad consiste en llevar dificultosamente su cabeza, que es muy pesada, y que tiene siempre inclinada hacia el suelo. De otro modo sería la plaga del género humano, pues todo hombre que ve sus ojos muere inmediatamente.»

«La serpiente basilisco no tiene menos poder. Es la provincia de la Cirenaica quien la genera, su largo no pasa de doce dedos, tiene como marca una mancha blanca sobre la cabeza, que se parece a una diadema. Su silbido espanta a todas las serpientes. No anda, como las otras, por una serie de ondulaciones, sino que avanza manteniéndose alta y derecha sobre la mitad de su cuerpo. Destruye los arbolillos, tanto por su resuello como por su contacto; abrasa las hierbas, quiebra las piedras, tanta fuerza tiene su veneno. Se creía en otro tiempo que si era matada de un lanzazo dado de lo alto de un caballo su veneno remontaba a lo largo del asta y mataba a la vez caballo y jinete. Y sin embargo este monstruo –se ha hecho a menudo la prueba para los reyes que le deseaban ver muerto– no resiste el veneno de las comadrejas: que la naturaleza no ha creado nada sin contrapartida. Se guarnecen estas en las cuevas de los basiliscos, que encuentran fácilmente por la infección del terreno. Matan al basilisco por el olor que exhalan, y mueren: así termina el combate de la naturaleza consigo misma.» {16}

De las aplicaciones que tiene la sangre del basilisco encontramos noticias en otra parte de la Historia Natural.

«Del basilisco, al que huyen las mismas serpientes pues de lo contrario las mata con su olor, y se dice que da muerte al hombre con su sola mirada, hacen los Magos las mejores alabanzas de su sangre: se coagula como la pez, de la que tiene su color; diluida da un rojo más brillante que el cinabrio. Le atribuyen el buen éxito en las demandas hechas a los grandes y los rezos dirigidos a los dioses; para ellos es un remedio contra las enfermedades, un amuleto contra los maleficios. Algunos la llaman también sangre de Saturno.» {17}

Lucano, cuando en la Farsalia hace llegar a Perseo a Libia, describe las serpientes y monstruos que habitan el desierto y termina refiriéndose al más terrible de todos:

«Y aquel que lanzando silbos a todos estos monstruos, el que mata antes de envenenar, el que pone en fuga a toda la muchedumbre, el basilisco, que reina en las solitarias arenas.» {18} [68]

En el mismo libro noveno de La Guerra Civil, Lucano confirma lo que Plinio decía: que si era muerto un basilisco de un lanzazo, remontaba el veneno a lo largo del asta y mataba caballo y jinete. El jinete es Murro, que antes de morir prefiere cortar su mano:

«¿Qué anuncia el basilisco traspasado al infeliz Murro en lo alto? Veloz corre el veneno por la lanza y le invade la mano, la cual en seguida él hiere con la espada y a la vez amputa del brazo, y mirando la parte de sí mismo que está muriendo, se mantiene ante la mano que desaparece en el lodo.» {19}

Contemporáneo de Plinio y Lucano es Dioscórides. Como médico, su preocupación se dirige hacia las características y remedios de las mordeduras de los basiliscos. Sin duda la edición más interesante que de la obra del médico de Nerón se haya hecho es la del médico de Julio III, nuestro Andrés de Laguna, enriquecida con sus valiosas annotationes. Transcribiremos a Dioscórides cuando hablemos de Laguna.

No nos detendremos en los escritos de Solino y Aeliano en el siglo tercero y de Arnobio y Aecio en el quinto. Digamos que Solino (I, 27) cuenta que los de Pérgamo compraron un basilisco muerto y que, habiéndole envuelto en una redecilla de oro, le colgaron en un Templo de Apolo para impedir a los pájaros que anidasen y que las arañas fabricasen sus telas, porque las paredes de este Templo estaban adornadas con muchas pinturas del famoso Apeles. En Aeliano encontramos una importante novedad que sin duda ha de tener alguna significación para la ulterior metamorfosis del basilisco: El tema del gallo, que veremos a partir de aquí introducido en el mito. El basilisco, según Aeliano, teme al gallo, razón por la cual los naturales de la Cirenaica, al viajar, llevan un gallo por delante que espanta la fiera. El gallo va a desempeñar poco más adelante un papel mucho más importante en la filogenia del basilisco: llegará a ser considerado generador del basilisco, que nacerá del huevo que pone el gallo en su última edad.

En el siglo VII, en el capítulo de las Etimologías dedicado a las serpientes (XII-4), tras de la culebra y el dragón, nos describe Isidoro el basilisco:

«Basilisco es nombre griego; en latín se interpreta regulo, porque es la reina de las serpientes, de tal manera que todas le huyen, porque las mata con su aliento y al hombre con su vista; más aún, ningún ave que vuele en su presencia pasa ilesa, sino que, aunque esté muy lejos, cae muerta y es devorada por él. Sin embargo le vence la comadreja, que los hombres lanzan a las cavernas en las que se esconde el basilisco. Cuando éste la ve huye y es perseguido hasta que es muerto por ella. Nada dejó el Padre de todas las cosas sin remedio. Su tamaño es de medio pie y tiene líneas formadas por puntas blancas. Los régulos, como los escorpiones, andan por lugares áridos, pero cuando llegan a las aguas se hacen acuáticos. Sibilus es el mismo basilisco, y se le da este nombre porque con sus silbidos mata antes que muerde.» {20}

Obsérvese cómo, parafraseando a Plinio, Isidoro sustituye «la naturaleza» por «el Padre de todas las cosas» al referirse a la comadreja.

En la Edad Media no sólo se difunden por toda Europa los relatos sobre el basilisco: algunos basiliscos «en persona» llegan al parecer, abandonando la Libia, y tras larga emigración por tierra (por mar no habría nave que los soportase) a Occidente.

En el siglo IX detectamos ya un basilisco en Roma. Moraba este basilisco en el Templo de Santa Lucía y contra él hubo de intervenir personalmente el Papa León IV. Carrillo, en el folio 201 de sus Anales, nos lo cuenta {21}:

«A veinte y siete de Abril del año de 848, el Santo Pontífice León IV mató un basilisco que se avia criado en la Iglesia de Santa Lucía de Roma {22}, tan pernicioso y tan malo, que con la vista mataba a cuantos le veían, por cuya razon ninguno se atrevía a entrar en la Iglesia, y estaban tan atribulados y medrosos, que ni aún por aquella calle se atrevían a pasar, pero sabiéndolo el Santo Pontífice se preparó y armó con la oración, y con la Cruz, y entrando, solo con hacer la señal de la Cruz le dexó repentinamente muerto, como si hubiera recibido un balazo, con asombro y admiración del Pueblo.»

No debe llamar la atención a la Cristiandad este milagro si consideramos la rudeza del papa León IV (combatió a los sarracenos, excomulgó al cardenal Anastasio, asesinó a Pedro y Adriano, missi del emperador Luis II) que contrasta con la dulzura del papa que le sucedió en el solio, en 855, Juan VIII, una joven de Maguncia educada en Atenas, más conocida como la Papisa Juana.

En el siglo XIII habrá dejado de ser un misterio el origen del basilisco: los gallos, cuando son viejos, ponen un huevo pequeño que, incubado un día canicular en un [69] establo por una bestia venenosa (o un sapo), produce el basilisco. Confluye así la filogénesis medieval del basilisco con la sabiduría egipcia sobre el ave Ibis. Sabido es que esta zancuda de regiones cálidas era muy respetada en Egipto porque libraba las riberas del Nilo de numerosos reptiles. El Ibis combate a los reptiles y, a la vez, se encuentra en el origen del basilisco: los egipcios creían que el basilisco nacía de un huevo de Ibis. Paradójicamente, los campesinos de las riberas del Nilo destruían los huevos del Ibis a fin de prevenir funestos nacimientos. Diríamos que en la Edad Media se ha sustituido el Ibis por el gallo, que es quien ahora pone el huevo del basilisco.

La vuelta del Ibis, pájaro migratorio, correspondía con las crecidas fertilizantes del Nilo: el Ibis fue símbolo de prosperidad, como protector de los trabajos campestres. Pero después de la venida del Ibis, de la crecida, llega la sequía. ¿No es ésta sequía producida por algo que nace del huevo del Ibis, la misma sequía producida por la mirada del basilisco? De hecho, los egipcios destruían ritualmente los huevos del Ibis.

Bartolomé Glanvilla, más conocido por Anglico, franciscano, prepara hacia 1230 en París su De Proprietatibus rerum, que sería la Historia Natural más popular del Renacimiento. En Anglico el mito aparece mucho más formado. Obsérvese las deformaciones que han sufrido las fuentes que utiliza. Manejamos la traducción que Vicente de Burgos, en el siglo XV, hizo en romance {23}:

«Libro XVIII: De los animales. Capítulo XIV: Del Basilisco y sus propiedades. Basilisco es un nombre griego que en latín quiere decir regulus y en romance reyzillo. El es el rey de todas las serpientes: como dice Avicena. Y dice que las otras sierpes le an gran miedo y le fuyen y mueren de su vista: y de su resollo; todas las cosas vivas mueren de su vista, y aún las aves que vuelan sobre su cueva caen luego y aún con esto es él vencido por la comadreja que le mete en la cueva do el mora, ca Dios soberano nuestro no dejó nada sin remedio. El basilisco cuando ve la comadreja el huye y ella va tras él y lo mata. El basilisco es una serpiente que a un pie de luengo y es manchado de picas blancas: y ama más el lugar seco que humido, como hace el escorpión. Y cuando el entra en el agua el la encona assi que todos los que después beven mueren, y no menos facen todos los que el muerde: como dice Isidoro en el 4 capítulo de su 12 libro, y Plinio en los XXII capítulos de su VIII libro. Dice que hay una fuente en Etiopía, la cual es la cabeza del Nilo según la opinión de muchos doctores, y cerca della tal fuente es una bestia que es dicha catoblepas la cual es de pequeño cuerpo y de muy pesados miembros y tiene su cabeza siempre cerca de la tierra. Esto fue muy bueno a los hombres ca todos los que pueden ver sus ojos mueren luego. Y esta misma virtud a el basilisco, el cual según dicen a XII pulgadas de luengo y a una mancha blanca sobre la cabeza assi como una corona. Y el hace huir todas las otras serpientes cuando chifla y no va sobre la tierra doblándose como la culebra más lleva la cabeza toda alzada y derecha en alto. El seca las hierbas y las otras cosas que son cerca del por su resollo y es de tan fuerte veneno que el mata cualquier que le toca de una lanza lejos, mas finalmente la comadreja lo mata, y el hedor del basilisco mata la comadreja. E si ella come primero de la ruda {24}, o si ha comido ella no ha miedo del, y aunque el basilisco sea tan envenenado en su vida, después de muerto el guaresce el veneno de las otras sierpes cuando es primero quemado y su ceniza vale mucho al arte del Alquimia y por especial para mudar los metales del uno al otro.»

Al tratar del gallo (XII-17), Bartolomé Anglico dice:

«(...) cuando el gallo es muy viejo hace unos huevos muy pequeños y redondos y como cardenos o amarillos y cuando en un muladar en los días caniculares alguna bestia venenosa sobre ellos yace nace el basilisco según dice Beda y Constantino (...).»

Por último, en el libro XIX (De los colores, olores, sabores, licores, y de los huevos), capítulo LXXIX (De los huevos de las serpientes) encontramos una importante información que rectifica conocimientos anteriores en torno a la filogénesis del basilisco: no son los huevos del gallo sino los del áspid aquellos de donde nace el basilisco:

«(...) los huevos de una serpiente llamada aspis son pequeños y redondos, y de color como cardeno o amarillo (...). El sapo saca algunas veces los huevos del aspis y de ellos viene la serpiente que por su vista mata todo hombre, llamada Basilisco, y assí prestó como nace mata al sapo por su vista, según dice Plinio, esta propiedad tampoco Isaías a los XLI capítulos de su libro. Dicen quien los huevos del aspis comerá morirá. Dellos sale el basilisco y dice la glosa que como de los tales huevos viene el basilisco así de los enconados judios perversos nascera el anticristo.»

El papel de los bestiarios medievales, sucesores del Fisiólogo, es fundamental a la hora de explicar la transmisión y popularización de los conocimientos sobre el basilisco. Sin embargo en las primeras copias del Fisiólogo, el libro de historia natural más utilizado hasta el siglo XIII, cuyo origen está en la Alejandría de los siglos III a V, no aparece el basilisco como tal {25}. Pero en los bestiarios, dependientes del Fisiólogo, tanto escritos como esculpidos, que pululan en la Europa medieval, el tema del basilisco es un lugar común. No es este el momento de [70] plantear siquiera el estado de la cuestión (familias de bestiarios, vicisitudes de sus copias...). Se identifica a veces el basilisco con el diablo y la crueldad {26} (¿Hasta qué punto cabría correlativamente establecer una asociación entre la mirada divina y la del catoblepas? Dios, como el catoblepas, mata a quien mira su ojo). Vamos a transcribir lo que dice un bestiario catalán del siglo XV:

«Lo besalís es pocha bestia, e tant de verí, que solament ab la vista aucien les hómens. E aquets són reys de les serps; e no és bestia el món quis vulla combatre ab ells. E per tot la hon passen, per lo gran verí que han, sequen los arbres e erbas. E aquests muden tots anys la pell, axí con fa la serp, e puys renovella.» {27}

En el siglo XIII, los basiliscos, que ya hemos detectado en Roma en el siglo IX, han llegado a Viena, dando lugar al episodio que vamos a relatar y que tuvo lugar en 1212 en la ahora conocida como La Casa de los Basiliscos (Schönlaterngasse 7) {28}:

«El día 26 de junio de 1212 se oyeron grandes gritos y ruidos dentro y alrededor de la casa de un panadero (llamado Martin Garhibl), en la parte de la ciudad llamada comúnmente por aquel entonces Unter Tempelhof. La casa se llamaba Zum roten Kreuz. A causa del violento griterío que se había levantado, se congregó ante la misma una gran multitud, impaciente y curiosa por saber que desgracia había ocurrido. Apareció finalmente el juez, señor Jakob von der Hülben y por medio de sus criados, trató de averiguar si se había herido el orden de la ciudad. Pero en realidad el asunto había ocurrido así: Una doncella del panadero mencionado tuvo que sacar agua del pozo que había en el patio en las primeras horas de la mañana. Pero volvió con el cántaro vacío y dando grandes gritos y dijo que del pozo salía un olor nauseabundo que a punto estuvo de marearla y le impidió sacar agua, y, además, que el pozo resplandecía y brillaba, por lo que había quedado sobrecogida de espanto y miedo mortal. Entonces, un atrevido aprendiz de panadero se ofreció para investigar de cerca el extraño fenómeno; se hizo atar con una soga y, con una antorcha encendida en la mano, bajó al pozo; pero de repente exhaló un terrible grito y fue izado inmediatamente cuando ya se le creía muerto. Después de reanimarle con toda suerte de remedios y así que hubo vuelto en sí, dijo con voz temblorosa que había visto en el pozo un animal horrible, que tenía el aspecto de un gallo grande, pero horrible a la vista, con un rabo escamoso y cubierto de muchas puntas, con patas toscas y abultadas, ojos extrañamente brillantes y una pequeña corona en la cabeza. Le pareció como si la bestia estuviera hecha de un gallo, un sapo y una serpiente, y nunca en su vida había visto nada tan repulsivo y espantoso. Por ello cerró los ojos y pidió auxilio, pues le parecía como si la sangre se detuviera en sus venas, debido a la pozoñosa mirada de la bestia, y sin duda alguna hubiera muerto allí, pues también el repulsivo olor le estrechaba el pecho y robaba el aliento. Todos quedaron sorprendidos ante el extraño relato, pero nadie se atrevió a bromear y no sabían qué pensar de este sorprendente suceso hasta que Heinrich Pollitzer, médico de mundana sabiduría, inteligente y experimentado en el conocimiento de las cosas naturales, explicó a las gentes que aquel horrible animal se llamaba basilisco y que procedía de un huevo puesto por un gallo y empollado por un sapo. Después de consultar durante un rato qué convenía hacer, se decidió, por indicación del señor Heinrich, arrojar en el interior del pozo grandes piedras y tierra en abundancia para que la bestia fuera aplastada y muriera. Por último se llenó el pozo hasta el borde de tierra y piedras para que no pudiera ocurrir ninguna desgracia. Pero durante esta tarea, salieron del pozo tan malignos y peligrosos olores, que algunos obreros enfermaron repentinamente y murieron allí mismo, entre grandes gritos, al igual que algunos días más tarde murió el mencionado aprendiz de panadero de espanto y horror mortal.»

La leyenda del basilisco en el pozo de la casa de un panadero la volvemos a encontrar en el Diario de los Eruditos de París, donde se menciona «un basilisco el cual estando en el pozo de una casa donde vivía un panadero, mataba a cuantos iban a sacar agua: no hubo remedio a muertes tan repentinas, sino cegar el pozo» {29}. Una tradición francesa que recogió Sébillot nos informa: «había una vez un basilisco en el fondo de un pozo, y cuanta persona se acercaba para sacar agua moría en el acto. Un señor de las cercanías que oyó hablar del suceso, hizo construir un espejo que colocó sobre el pozo. Miró dentro y vió a la bestia que reventó en seguida» {30} [71]

Todavía en el siglo XIII, Vicente Beauvais, autor del Speculum Mundi, dedica un capítulo de su obra al catoblepas (al hablar de las bestias) y tres capítulos completos al basilisco (al hablar de los reptiles y las serpientes). En el último de estos tres capítulos (los números XXII, XXIII y XXIV del libro XX, bajo el título «De generibus basiliscorum & remediis contra illos») {31} encontramos la siguiente clasificación:

«Tres son los generos de basiliscos: el primero alochrysus que se llama criseo (chryseus), porque aquello que ve insufla e incendia. El segundo estrellado (stellatus), o crisocéfalo, es decir de cabeza dorada, de suerte que aquello que ve tiembla y muere. El tercero amatista (amathitis), esto es, sanguíneo como el cinabrio y también con la cabeza dorada, que aquello que ve o toca destruye, conservándose los huesos, y a este fácilmente le encuentra todo aquel que lleve la hierba basilisca.» {32}

Brunetto Latini, amigo intimo y consejero del Dante (aparece en el Infierno en el círculo de los pecadores contra natura) dedica el capítulo 140 del primero de los libros del Tesoro al basilisco, tomando como fuentes los clásicos y bestiarios ya citados. (Ver la edición a cargo de Francis J. Carmody, Li Livres dou Tresor, University of California Press, Berkeley 1948, pág. 134).

Tomás de Aquino no utiliza directamente la palabra; pero en el índice de la edición leonina de sus obras {33} se lee: «Basiliscus non interficit visu sed vapore, sicut menstruata inficit speculum I. 117.3.2». Se refiere Tomás en esta cuestión a «Si el hombre por la virtud del alma puede cambiar la materia corporea»; aludiendo en su argumentación a la fascinación afirma:

«...Parece más propio pensar que el alma, mediante una fuerte representación imaginaria, puede alterar los humores del cuerpo a ella unido. Esta inmutación de los humores corporales tiene lugar principalmente en los ojos, adonde concurren los espíritus más sutiles. Los ojos inficionan después el aire contiguo hasta un determinado espacio, del modo que los espejos, cuando están nuevos y tersos, se empañan a la mirada de la mujer en su época de reglas, según dice Aristóteles. Se diría, pues, que cuando el alma siente una vehemente conmoción maligna, como de modo particular puede darse el caso en esas vejezuelas hechiceras, la mirada de éstas se hace ponzoñosa y dañina del modo que hemos dicho, especialmente para los niños, que tienen un cuerpo tierno y fácil para impresionarse. Es también posible que por permisión de Dios, o incluso mediante algún hecho oculto, intervenga en esto la malignidad de los demonios con quienes tales viejas hechiceras pueden tener algún pacto.» {34}

No deja de ser curioso que aunque el Doctor Angélico no se refiera directamente al basilisco, quienes prepararon la edición de sus obras bajo la dirección de León XIII, interpretaran de este modo el párrafo.

A principios del siglo XIV, Bernardo de Gordonio, de la Escuela de Montpellier, elabora en su Lilium Medicinae toda una teoría sobre las causas por las que muerden las serpientes:

«Mordedura es solución de continuidad, hecha por algún animal venenoso así como son las serpientes, arañas, abispas y escorpiones, y los semejantes animales ponzoñosos que están cerca de nosotros. Es de entender [72] que los hombres son mordidos de las serpientes, por causa del lugar, o del tiempo, o porque las amenazan y entonces las serpientes corren furiosamente contra los hombres y entonces muerdenlos y llaganlos. Debeis de mirar, que las serpientes son de diversas especies, mayormente según la diversidad de las regiones, así como parece de los que moran en Jericó, y en los demás climas calientes: porque hay algunos que se llaman tiros, de los cuales se compone la triaca; y otros se llaman dragones, y otros aspides y otros basiliscos, y este genero es el peor entre todos los animales, porque con la vista y el tacto matan, y a las aves que vuelan, y a las plantas que cerca de tierra están, y nosotros no tenemos tales diversidades de serpientes. Y diversificanse las serpientes por otra manera, que de las serpientes unas son masculinas, y estas son peores que las femeninas.» {35}

Enrique de Villena, en los primeros años del siglo XV dedica un Tratado a la fascinación, al aojamiento. Los problemas sobre la visión y sus consecuencias, surgidos en Grecia y asumidos por la Escolástica, vuelven a ser planteados una vez más por Villena, quien relaciona también la mortal mirada del basilisco con la putrefacción propia de las mujeres menstruantes:

«E non deve paresçer estraño, o menos creyble lo que del basilisco, en el libro De las propiedades de las cosas, se lee, el qual por sola catadura mata a otro, e asy mismo refletando su vista del espejo, commo Bernardo de Gordonio, in primo libro Mediçine, capitulo De venenis, muestra, & avemos domestico exenplo del daño de la vista & infección de las mugeres mestruosas, que catando en espejo fazen en el maculas & señales, commo dize Aben Rruyz en el comento De sopno & bigilia: In speculis valde pri cum mestruose sintu enientes inspiciunt facies speculi fit velut nubes sanguinea, et sy in novo speculo non facile esse abstergere eius maculam. Puede se aver enxenplo en la vista infecta lobina, que veyendo primero al omme fazelo la boz perder, commo en el libro De propietatibus animalium en el capítulo De lupo, dize: Lupus in tali sanguine sitit si prius homines viderit vocem aufert. Esto faze syn duda con la venenosidat de su vista. Conteçe aun, quando alguno cata en los ojos del visto, duelen los ojos suyos, por la turbada & mala catadura, maguer en otros animales tal venenosidat fallada sea más fuerte en el omme, afueras del basilisco, se demuestra por quien si es al quanto venenoso & ha más sotil emission de virtud (...).» {36}

Alonso López de Corella, navarro, profesor de Medicina en Alcalá de Henares y más tarde afincado en Tarazona, donde escribió sus principales obras, publica en 1546 sus Trezientas preguntas de cosas naturales, que ampliará al año siguiente en los Secretos de Philosophia. En estas dos obras, cada pregunta es contestada en verso (con décimas o redondillas) y, las glosas, en prosa. Así en las Trezientas preguntas, la número XXIII:

Por qué el basilisco empece
al hombre de lo mirar.
Del ojo deste animal
vapores muchos estiran
los cuales a los que miran
les engendra mucho mal.
Esta es causa general
si quieres ver otro misterio
mira lo que Anton Gaynerio
prueva por regla especial {37}

La pregunta LXXXII: «Por qué del huevo del gallo / el basilisco se engendra», es resuelta de este modo:

Tiene mucho calor
este animal y secura
por tener muy mucho ardor
seca en tanto algun humor
que paresce piedra dura.
El humor assi secado
paresce un huevo pequeño
por ser de vinor ponçoñado
del en vezes sea engendrado
este animal sino ensueño {38}.

En su obra más completa, Secretos de Filosofía, resume en una sola cuestión lo referente al basilisco. La glosa correspondiente nos permite deducir el estado de la cuestión mediado el siglo XVI {39}.

«No tan solamente los vapores que salen de los ojos de los basiliscos son venenosos: más también de otras muchas serpientes. Ansí dice Aristóteles en el Libro de las Propiedades de los Elementos y de las Plantas: que [73] en el tiempo del rey Filipo, todos los caminantes que pasaban por un camino que estaba dentro de dos montes luego perescian. La cual viniendo noticia de Sócrates hizo hacer un vaso grande de vidrio: en el cual entró y hizo que le llevasen a aquel camino y estando en el camino vio dos serpientes, una de las cuales estaba en un monte, la otra en otro, las cuales vistas, conoscio Sócrates que el daño que venía a los caminantes era por causa destas serpientes. Desta historia claramente se colige que hay animales que con su vida empozoñan. Y Aecio en el alegado lugar dice que no solamente el basilisco empozoña mirando pero los que oyeren el silbido del basilisco mueren: porque con el haliento tanto daña el aire, qué basta a inficionar ado llegare. Cerca lo segundo es de notar que dice Galnerio en el Tratado de Venenos que si el hombre ve primero al basilisco que el basilisco a el, mata el hombre al basilisco y el basilisco no a él: al contrario si ve primero el basilisco al hombre. La causa desto dice ser, porque el que primero ve esta prevenido con lo cual se fortifica para no recibir impresión. Esto dice este doctor. Lo cual es muy ajeno de buena filosofía: que pues aquellos vapores venenosos son causa natural, no se pueden impedir con el apercibimiento del que ha de ser inficionado. Es de notar, pues del basilisco trata la pregunta: que dice Gentil, sexta quarti tractatu tertio, cap. vigésimo segundo, que en antiguos libros se halla que del huevo del gallo se engendra el basilisco, y ahora en este tiempo universalmente esto se cree. Dice Gentil que por ser el gallo animal muy seco: por tanto cuando es viejo, se allegan muchas superfluidades secas cerca de sus riñones: del calor de los cuales se convierten en casca y se hace huevo: del cual no se puede engendrar animal de la mesma especie, sino podresciendose el tal huevo se engendra el basilisco. Esto dice Gentil. Al cual preguntaría yo: que pues hay aves más calientes que el gallo, porque los machos destas tales aves no ponen huevos. A lo cual se puede responder: que por ser el gallo muy dado a lujuria: por tanto se allegan estas superfluidades más en sus riñones que en los riñones de las otras aves: y por no se ejercitar volando como las otras aves, no las resuelve: lo cual las otras aves hacen. Preguntaría yo, por que mas podriéndose el tal huevo se engendra el basilisco que otro animal. A lo cual no hay más que responder: sino que de la manera que del tuctano de la vaca, como abajo diremos, se enjendran abejas más que otros animales: ansi de tal huevo por ser de tal materia se engendra más el basilisco que otro animal. Es de notar más, que ansi como de los ojos del basilisco salen vapores que inficionan a los hombres, ansi de los dientes de los hombres salen vapores que inficionan y matan a los palominos que no tienen pluma. Ansi lo dice Plinio undécimo libro, cap. trigésimo séptimo. Que los vapores del basilisco reverberados al mesmo basilisco a el no matan: dicelo Avicena sexta quarti, tractatu tertio, capitulo vigesimo segundo. Es ultimo de notar: que ansi como el basilisco con su vista mata a los hombres, así un animal muy pequeño que en España llaman tarantola, y en latín stelio, mata con su vista a los alacranes. Ansi lo dice Galeno libro de Triaca ad Pisonen.»

En los años por los que escribe Corella, prepara Andrés de Laguna su edición de Dioscórides, enriquecida por sus interesantes annotaciones. En la Introducción al libro sexto de Dioscórides, impone Laguna como condición para que la mirada del basilisco sea mortal, la reciprocidad en la visión:

«Combaten los venenos el cuerpo humano por los cinco sentidos, por los cuales le asaltan como cinco puertas. Porque primeramente, si bien notamos, el Basilisco no solamente mordiéndonos, introduce su pozoña por [74] los miembros mordidos, empero también de hito en hito mirándonos, la suele arrojar como saeta de amor, por nuestros ojos a las entrañas: aunque para que pueda enclavarnos, cumple que le miremos juntamente nosotros, de arte que los rayos visuales se encuentren: y este es el más sutil, y delicado veneno de todos: al cual se podía bien comparar aquella dulce y cordial ponzoña, que cada día por los ojos beben los amadores, principalmente si penan por el amor de ciertas damas tan severas, denodadas y cahareñas, que parece las ofendeis tan solamente en mirarlas, y ellas por otra parte con sola su vista os enconan.» {40}

Dioscórides, en los dos breves capítulos que dedica al basilisco (el Llll «Del Basilisco» y el LXIX «De los mordidos del Basilisco», con que termina el libro sexto, último de la obra) sigue puntualmente a Erasistrato. Así reproduce Laguna los capítulos de Dioscórides:

«Erasistrato en el libro que hizo de los remedios, y de los venenos mortíferos, habla muy brevemente del llamado Basilisco, diciendo si el Basilisco mordiere, la herida se vuelve luego amarilla, y casi de la color del oro. Las señales pues que acompañan la mayor parte de las fieras que arrojan de si ponzoña, son tales cuales habemos ya declarado. Por donde pasando ahora a la curación, tratemos primero de la general y común, según nuestras fuerzas bastaren.» {41}

«Contra las mordeduras del Basilisco, según escribió Erasistrato, es remedio saludable una drama de castoreo bebida con vino: y así mismo el opio: las cuales cosas deben bastar, acerca de la cura conveniente a las injurias de las fieras que arrojan de sí ponzoña.» {42}

No sabemos si Dioscórides al no hacer mortal de necesidad el muerdo del basilisco niega a este sus propiedades mortíferas a fin de salvar su profesión médica, que vería cerrado de otro modo un campo tan vasto.

Dejamos para otra ocasión la consideración del tratamiento de la mirada del basilisco por las distintas escuelas de autores que se ocuparon del mecanismo de la visión. Como es sabido la tradición pitagórica y platónica consideraba al ojo como fuego y explicaba la visión a partir de los rayos que salen del ojo y se dirigen al objeto: la mirada del basilisco sería un caso particularmente dramático de esta doctrina (la tradición aristotélica que consideraba al ojo como agua, interpretaba la visión por analogía con la imagen que en las aguas producen los objetos que en ellas se reflejan). Podría pensarse que aquellos filósofos o médicos que toman en serio al basilisco son platónicos y que los aristotélicos han de tender en principio a dudar de él. Francisco Vallés, el médico de Felipe II, el «divino Vallés», nos da pie para sostener esta hipótesis en su De iis, sive de sacra philosophia, donde hablando de la fascinación introduce el tema del basilisco:

«...Como si la fascinación fuese una lesión que está ligada a una cierta invidencia. No ciertamente invidencia per se (para no incidir abiertamente en la falsa opinión de Avicena) sino per accidens; y entonces propiamente habría una cierta fascinación, como en el Basilisco. Pero entonces también esta sentencia sobre la fascinación supone que la visión obra por rayos que salen del que ve a la manera como si fueran vapores venenosos, quam tamen minor pars Philosophorum recipit, itaque iam ea opinio non poterit esse omnibus Philosophis communis, sed peculiaris Platonicorum.» {43}

En el siglo XVI la especie del basilisco cobra nuevo vigor: se ha extendido por toda Europa y de ello nos da testimonio, entre otros, Levino Lemnio, médico de Ziriczea, en Zelanda:

«Et cum omne animal á coitu perastaque Venere contristari soleat, atque animo contrahi, solus hic exhilarescit ac cantu alacritatem spiritus testarur: ubi veró decrepitus esse incipit, ac senectute confici, quod nonnullis septimo, nono, aut ad summum decimoquarto evenit, pro virium, vel robore vel imbecillitate, aut etiam concumbendi assuetudine, qua nulli non animantium naturae vis deycitur atque enervatur, ovum profert aestiuis mensibus, ac Caniculae sideris exortu, ex putrefacto, opinor, feminis excremento, aut humorum colluvie conflatum, forma non oblonga, vel obali, ut gallinis assolet, sed rotunda atque orbiculata, colore modo luteo, buxeo, flauescent, viersicolore, lurido, ex quo produci Basiliscum, Latine regulum nonnulli opinantur, venenatam bestiam, sesquipedali magnitudine, triplici frontis apice, tanquam Regio diademate insignitam, erecto infestoque corpore, atque oculis vibrantibus, quibus obvios halitus contagione conficit. Vulgus in tota Europa ea opinione est imbutum, ut ex hoc ovo Basiliscum prodire flatuat si quando á rubeta seu bufone fotum sit: quod an fabulosum, & commentitum, non ausim certo pronunciare: hoc tamen experientia comprobatum habeo, gallum incubatu id ipsum perficere.» {44} [75]

Giovanni Battista della Porta, aristotélico en su teoría de la visión (se le considera uno de los padres de la Óptica, inventó la cámara oscura y la lente de aproximación), considera como míticas las propiedades del basilisco, niega que los escorpiones nazcan del basilisco, como afirma Fiorentino Greco (que defendía que el basilisco machacado y puesto al sol generaba un escorpión), y, entre otras, nos trasmite una pintoresca historia que demuestra el renovado vigor del basilisco en el Renacimiento:

«Una donna maritata di fresco, deetra pregna fuor l'opinione di tutti, in luogo di parto, partori fuori quattro animali simill alle rane, e clopo risano affai bene: i quali animali sono raccontati fra le spetie delle rane. (...) Cosi dicono anchora, che dalle impurita delle donne, cioe del mestruo, e dal sperma sangue nel medesimo modo possa nascere un basilisco, il quale tutti coloro, che vederanno moriranno, ma questo lo stimo falsissimo. Cosa chiara e che possano nascer serpenti dalla medolla della spina dell’huomo, e da capelli mestruati, e da peli delle code de’cavalli (...).» {45}

Antonio Ricciardo Brixiano, en su Commentaria Symbolica, explica cinco significados que tiene la palabra Basilisco. Vamos a transcribir los tres últimos:

«3 Basilisco. El llamado de Hermes, que se genera en el útero, significa Elixir Alquímico, por el cual se convierten los metales, como dice Leon Suavo en los Escolios a Paracelso, fol. 292.
4 Basilisco, como aparece en Psal. 9 & Isa. 11. 14 & Jerem. 8. significa el diablo, que es el más pestilente para el genero humano; también significa la envidia del Diablo, por la cual se introduce la muerte en el mundo. Arnob. Psalm. 9. San Jerónimo. Isa 1.14, también significa las obras malas y pestíferas y los errores y la vanagloria.
5 Basilisco, o regulo volador, como aparece en Isa. 30 & 59, significa el príncipe de los judíos, también significa demonios, también significa el Anticristo, al que los judíos pondrán por Mesías. S. Jero. Isai. 30 & 59. S. Gre. 18 mor 9.» {46}.

En la segunda gran enciclopedia zoológica (después de la de Gesnero), la elaborada por Ulises Aldrovandi, encontramos todo un Tratado del Basilisco. Dedica Aldrovandi dos de sus trece tomos a una curiosísima «Historia Natural de Serpientes y Dragones». Y en el Libro II, Cap. II, encontrarnos quince inmensas páginas in-folio dedicadas al Basilisco, ilustradas con varios grabados, de los cuales el más famoso representa el «basilisco de Aldrovandi», que tiene ocho patas, escamas, cabeza de gallo, con largo pico y gran papada, y coronado con su atributo. Dejamos para otra ocasión la edición de los 16 apartados en que se divide su capítulo sobre el basilisco, que nos limitamos a citar aquí por su título: Aequivoca, Synonyma et etymum, Differentiae, Descriptio, Gressus et Locus, Antipathia, Generatio, Natura veneni basilisci, Signa veneni basilisci, Praesidia veneni basilisci, Allegorica et Moralia, Miracula, Hieroglyphica, Phrenoschemata, Simulacra y Usus. {47}

Aldrovandi aporta también grabados de basiliscos disecados, muy apreciados por los coleccionistas y eruditos del XVI. Estos basiliscos disecados, engendros de una apariencia terrorífica, eran obra de hábiles falsificadores que se aprovechaban de la popularidad del mito para ganarse la vida. Se conservan varias de estas falsificaciones. Normalmente se utilizaban dos peces, el pez ángel y la raya, que disecados entremezclando sus partes producían un monstruo que se pasaba por el cadáver del basilisco {48}. Testimonio del aprecio que tenían los eruditos a los basiliscos disecados lo encontrarnos en los regalos que hizo el Duque de Orleans, hacia 1640, cuando visitó a su amigo Lastanosa, el mecenas de Gracián {49}, en Huesca: cuatro leones, cuatro espejos hiperbólicos, un fragmento de diamante, un basilisco disecado y otras curiosidades {50}.

Hemos seguido la pista de un basilisco disecado que, según Feijoo, se conservaba en la Biblioteca Regia de Madrid, pero nuestras indagaciones resultaron infructuosas (incluso hemos molestado toda una mañana a los conservadores del Museo de Ciencias Naturales, que es donde teóricamente tenía que haber acabado el ejemplar). No debe llamarnos la atención que este basilisco madrileño haya sido destruido por algún «racionalista». No hubiera estado lejos de ello el profesor de Física y Química del Real Palacio:

«Maestro. Debe tenerse enteramente por una fábula (el llanto del cocodrilo) que se puede colocar muy bien en la misma clase que el canto del moribundo cisne, que [76] la historia del fénix, que después de cien años se quema para volver a nacer de sus mismas cenizas; que las terribles aves llamadas grifos; que el basilisco que quita la vida con su mirada, la salamandra que puede vivir en el fuego, los dragones que... Pero no acabaría nunca si me empeñase en repetir todas las fábulas con que en otro tiempo se ha querido adornar la historia natural.

Discípulo. Permítame usted que exponga a su consideración, que yo he visto últimamente en una obra de historia natural, de un autor moderno muy respetable, la figura y la historia de un pequeño dragón alado muy conocido en las Indias orientales, y que se conserva en muchos gabinetes.

Maestro. De ningún modo niego ni dudo la verdadera existencia de ciertos reptiles que los naturalistas llaman dragones, salamandras y basiliscos; pero si el que tengan las figuras y las propiedades con que la imaginación de los pintores, de los viajeros y de los antiguos naturalistas los han presentado. Si quiere Vd. tomarse la molestia de alzarse, observará en las últimas tablas de ese estante una cajita que contiene el verdadero dragón de los naturalistas.» {51}

El tema del basilisco se convierte en un lugar común de la literatura del Siglo de Oro y del Barroco. Los ojos esquivos de la dama serán como los del basilisco y matan con su mirada al rendido amante. En el Quijote se utiliza tres veces la palabra, en el capítulo XIV de la primera parte. Parece como si Cervantes, al escribir este capítulo, tuviera reciente la lectura de alguna de las historias naturales al uso, pues concentra en él gran número de referencias a animales venenosos, ponzoñas... Es el episodio en que Ambrosio y Marcela comentan la muerte de Grisóstomo, de amor por ella. Ambrosio llama a Marcela «¡oh, fiero basilisco destas montañas!», a lo que Marcela replica:

«El que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata, no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera.»

Seis años antes, en 1599, encontramos en el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, un buen surtido de basiliscos. Escogemos este párrafo correspondiente al capítulo VII:

«Que si preguntáis deseando saber qué sea la causa natural, no se sabe otra más de que la piedra imán atrae a sí el acero, el heliotropo sigue al sol, el basilisco mata mirando, la celidonia favorece la vista. Que así como unas cosas entre si se aman, se aborrecen otras, por influjo celeste.»

En 1620, H. de Luna, en la Segunda Parte del Lazarillo de Tormes, hace que, en el capítulo IV, se dirija Lázaro a la Fortuna en estos términos: «En mi vida te vi, ni te conozco; pero si por los efectos se rastrea la causa, por lo que de tí he experimentado creo no hay sirena, basilisco, vibora ni leona parida más cruel que tú».

Lope de Vega usa y abusa de las metáforas sugeridas por el basilisco, que son repetidas a lo largo de todas sus obras: «Llegó mi amor basilisco / y salió del agua misma / templado el veneno ardiente / que procedió de su vista». (El Caballero de Olmedo), «¿Cómo el basilisco mata / con solo llegar a ver?». (El mejor alcalde el Rey), «Advierte que es basilisco: / Pon a tus ojos defensa». (Adonis y Venus), «De los reyes el poder / es basilisco en la vista». (El hombre de bien), «Amor sin ojos nació / Y así el basilisco fiero / Los hurtó, porque primero / Mata el que al otro miró». (El desprecio agradecido). Y en Rojas Zorrilla, y en Góngora, y en Calderón y en tantos otros, el tema del basilisco será un recurso inagotable a la hora de llenar páginas.

Quevedo dedica un romance de 68 versos al Basilisco (El Basilisco, animal tan ponzoñoso que dicen los naturales que mata con la vista). Entresacamos algunos versos: [77]

«Ansi, pues, nunca a tu cueva
se asome Santa Lucía,
que si el mal quita a los ojos
desarmará tu malicia.
Dime si te dieron leche
las cejijuntas, las bizcas,
si desciendes de los zurdos;
si te empollaron las tias.
Si está vivo quien te vio,
toda tu historia es mentira;
pues si no murió, te ignora,
y si murió, no lo afirma.
Si no es que algún basilisco
cegó en alguna provincia
y con bordón y con perro
andaba por las ermitas».

En 1665 aparece la Historiae Naturalis de Serpentibus de Jan Johnston, autor de la tercera gran enciclopedia zoológica, tras Gesnero y Aldrovandi. A finales del XVII aun tiene plena fuerza el basilisco, y Johnston le dedica un lugar en su obra. En esta Historia Natural encontramos un modelo de clasificación, precursor de ulteriores sistemas: la Hª Nª de Serpentibus se divide en dos libros: De serpentibus vulgaribus y De Draconibus, cada uno de los cuales consta de dos títulos en los que serpientes y dragones se estudian in genere e in especie. El libro II, titulo II, formado de dos capítulos: De Draconibus non alatis y De Draconibus alatis, divide el capítulo I en dos artículos: De Draconibus non alatis apodibus y De Draconibus non alatis pedatis. Este artículo I, del capítulo I, del título II del libro II, contiene tres puntos, de los que el primero lleva por título De Basilisco. Para Johnston, pues, el basilisco es un dragón no alado y apodo {52}.

Johnston será el último naturalista que mezcle en sus descripciones los animales fabulosos con los que no lo son: en la Hª Nª de Avibus hay los capítulos dedicados al Fénix, el Pelicano, la Harpía o el Grifo –con sus correspondientes grabados–; en la Hª Nª de Quadrupedibus, junto a vacas y caballos aparecen Monocerontes, Unicornios, Onagros y Catoblepas. En la Historiae Naturalis de Serpentibus, junto a los basiliscos, se encuentran hidras de siete cabezas y dragones a los que se les sale la flecha por la boca. Las monótonas repeticiones en la descripción del basilisco dan testimonio de hasta qué punto la especie se había estabilizado en las Historias Naturales y cómo el proceso ontogenético de su reproducción había alcanzado el estado estacionario.

Peter Lambeck, Lambecius, profesor de Historia y rector del Colegio de Hamburgo, huido a Roma para escapar de su mujer, rica pero vieja y avara, muerto en Viena en 1680, nos lega en su monumental Commentariorum de bibliothecâ Caesareâ Vindobonensis dos interesantes grabados que reproducimos en estas páginas {53}.

En la primera mitad del siglo XVIII, asistimos a la enconada polémica que, en torno al basilisco, originó el Teatro Crítico de Feijoo. Es de sumo interés analizar en detalle las discusiones que se plantearon, pero dejamos para otro momento su exposición. En esta oportunidad vamos a presentar someramente los términos de la polémica que demuestran la preocupación que el basilisco había de despertar en el trance en que su mito comenzaba a declinar. Tan grande como el interés que suscitó el basilisco en el momento de su nacimiento y desarrollo va a ser el interés que suscite en el momento de su muerte.

En el segundo tomo del Teatro, publicado en 1728, hay un parágrafo de la Historia Natural referido al basilisco. En él, Feijoo no niega que haya una sabandija llamada Basilisco que sea venenosa por el vapor que exhala.

«Pero negaré constantemente, por más que lo afirmen muchos autores, que mate con la vista, y con el silbo. La vista no es activa, sino dentro del propio organo. El objeto le envía especies; pero ella nada envía al objeto. El silbo tampoco imprime cualidad alguna, ni en el ambiente, ni en otro cuerpo: solo mueve con determinadas ondulaciones el aire, las cuales propagándose, llegan a producir un movimiento semejante en el tímpano del oído.» {54}

Repudia Feijoo como falsa, la opinión de que esta sabandija sea veneno de sí misma mirándose en un espejo, pues «sobre la imposibilidad de que la vista mate, se añade la de que sea al sujeto propio». Pero, al hablar de la generación de los basiliscos, Feijoo no niega que los gallos pongan, de viejos, un huevo:

«Lo que vulgarmente se cuenta de que el gallo anciano pone un huevo del cual nace el basilisco, no es solo hablilla de vulgares, también tiene por patronos algunos autores, sin dejar por eso de ser cuento de viejas. Si la vejez del gallo no hiciese tan mala obra, y el basilisco fuese tan maligno como se pinta, ya todo el mundo estuviera poblado de basiliscos y despoblado de hombres. Es verdad que el gallo en su última vejez pone un huevo: pero falso que este huevo sea de tan malas consecuencias como aquel que, según la fábula, puso Leda, mujer de Tíndaro y del que nació la famosa Helena, verdadero Basilisco de aquella edad.» {55}

En 1729, Salvador Joseph Mañer responde a Feijoo en su Anti-teatro Crítico. Esto replica a Feijoo por negar el de Oviedo que matase con la vista:

«El fundamento que su Reverendísima tiene para negarlo es que la vista (dice) no es activa, sino dentro del propio órgano. El objeto le envía especies pero ella nada envía al objeto. La prueba no es eficaz, Padre Reverendísimo, porque los que estamos en que mata con la vista, no entendemos sea con los rayos visuales, sino con los venenosos efluvios que por aquella parte despide: y esto no en cualquier postura, sino en la vista recíproca, y distancia proporcionada: esto es, que no estando muy distante, mire el Basilisco cuando a él le miren; porque los efluvios que arrojan, causan su efecto entrando directos por la vista del que mira: y debajo de este supuesto, que los naturalistas nos advierten, no hace en contrario el que la vista sea activa, o no lo sea.» {56} [78]

Mañer al contraargumentar lo que Feijóo había afirmado en el sentido de que el basilisco no se mataría a sí mismo, mirándose en un espejo, por la imposibilidad de que algo sea veneno de sí mismo, rizará el rizo en la discusión:

«Si los efluvios se dirigiesen a los ojos de otro baIilisco, ne le causarían daño alguno, pues nada perderían de su natural configuración; mas reflectando en el espejo, vuelven desconfigurados, siendo venenosos, al mismo que no lo eran antes de desconfigurarles, al ejemplar del azogue, que en su propia configuración no es venenoso, y cuando se sublima pasa a solimán, como se desconfigura es veneno muy activo.» {57}

Mañer concluirá que prescindiendo de que haya o no basiliscos, los argumentos de Feijóo, no le sacan de su error. Un año más tarde, en 1730, contesta Feijóo a Mañer en la Ilustración apologética:

«Lo de la vista recíproca también es falso. La opinión más común aún entre los naturalistas, es que el Basilisco mata mirando, aunque no sea visto. Lo de la distancia proporcionada, en el sentido en que lo toma el señor Mañer, también es añadido. Lo que dicen los que afirman esta fábula, es que el Basilisco alcanza a matar, adonde alcanza a ver, sin pedir más proximidad o proporción. Así todo lo que nos dice el señor Mañer, para hacer mi prueba ineficaz, es un tejido de supuestos arbitrarlos, y una desfiguración total de la opinión común, para evadir la dificultad.» {58}

En 1731, Mañer responde en su Réplica satisfactoria a la Ilustración apologética y, un año más tarde Martín Sarmiento saldrá en defensa de Feijoo en la Demonstración crítico apologética del Teatro-Crítico. De la vista ha pasado el grueso de la polémica al tema del huevo del gallo. Sarmiento, como Feijóo, defenderá (¿acaso con el espíritu del empirismo?) el testimonio de quienes afirman que los gallos ponen huevos:

«Tampoco importará mucho que se llame cuentos de viejas. Si en algo debemos creer a las viejas, es en la materia presente. Más voto tienen las viejas en la materia, que cien Harveos. Dos cosas dicen las viejas. Dicen, que algunos gallos ponen un huevo en su vejez, y que de este huevo nace un basilisco, que mata con la vista. En esto segundo, como no pueden tener voto, es cuento de viejas. Lo que cuentan, y cuento de vieja lo que cree, y quiere creer el replicante. Para lo primero no se necesita Crítica, sino experiencias del hecho. Esta experiencia es privativa de las viejas, o es más propia de su jurisdicción. No es razón despojar a sus mercedes las señoras viejas del voto que tienen en materia de Gallinero, por contemplar a uno, u otro que afirma, no haber visto semejante huevo de Gallo; y que sólo prueba la imposibilidad con un argumento negativo puro, que no tiene eficacia alguna. He visto uno de aquellos huevos. Decían que era de Gallo viejo. No se de quien era, si que ni en color, ni en figura, ni en magnitud tenía semejanza alguna con el huevo: de la Gallina. El huevo que, con título de ser de Gallo, se presentó a Mons. La-Peryonie no tiene yema. Reconoció este Anatómico que era huevo de Polla, y que en su centro se descubrían lineamientos de una culebrita. Pregunto: ¿Se halla en todas las pollas ovario para huevos semejantes? Claro está que no. Pues eso mismo se debe discurrir de algunos Gallos viejos.» {59}

Vuelve a la carga en 1734 Salvador Joseph Mañer en el Crisol Crítico Theológico. Responde a lo que Feijoo decía: que un bulto cualquiera del cuerpo del gallo supliría la falta de ovario para la formación del huevo, de este modo:

«Señor Philosopho, se producen acaso los huevos de bultos o de glándulas? Un bulto como un huevo, cada día se está viendo; pero un huevo como un bulto, es lo que allí se repugna. Que no se corra este Padre de invadirme con estos despropósitos. A un argumento de imposibilidad, tan fundado en Philosophia como la negativa que se le ha hecho, opone otro por la parte afirmativa, fundado en sólo una idea disparatada. Y porque se le apoyó la negativa con la autoridad de Harveo, que tiene tal creencia por cuento de viejas, dice: Qué más voto tienen las viejas en la materia que cien Harveos. Queriendo dar a entender, que como las viejas frecuentan más los gallineros, que el Doctor Harveo lo haría, tienen mejor voto aquellas que éste; siendo engaño, porque las viejas frecuentan los gallineros sin más Philosophia que buscar huevos de las gallinas: Harveo los registró philosophicamente repetidas veces en busca del huevo del Gallo para lo que se tomó todas las precauciones necesarias conclucentes a averiguar este phenómeno, hasta conocer que el afirmarlo es cuento de viejas, engañadas con los huevos centeninos. Por lo que será bien el que al Defensor y al Maestro les pongamos el colirio que abaxo recetaremos, para si quisieren ayudarse, puedan salir de su ceguedad (...) Ruego ahora al P. Lector, que en defensa del error que tan tenazmente mantiene, y a favor de las ancianas que apoya, pues dice tienen más voto que cien Harveos, diga también tienen más voto que cien Academias de París, y cien Sociedades de Mompeller (sic.); que yo también diré, que un voto de cualquiera de aquellos individuos, vale más que el de cien Sarmientos, y el de doscientos millones de viejas gallineras, que es el mismo, y vale lo propio.» {60}

En 1737, sale el Teatro Anti-Crítico (libro tercero) de Ignacio de Armesto y Ossorio, en el que se pretende [79] «repartir justicia entre los tres teatristas». Respecto del basilisco y el huevo del Gallo no hace otra cosa que resumir lo dicho por Feijoo, Mañer y Sarmiento. Pero catorce años después, Francisco de Soto y Marne dedicará una reflexión (la VII del tomo II) al Basilisco, en sus Reflexiones crítico-apologéticas sobre las obras del RR. P. Maestro Fr. Benito Geronimo Feijoo. En su larga reflexión contra el «inconsiguiente, contradictorio y aún repugnate» juicio del Padre Feijoo, Soto y Marne llegará a demostrar ad hominen que el Basilisco mata con el silbido y mata y se mata con la vista; comienza su argumentación de este modo:

«Hagome cargo, que en los números 25 y 27, limita V. Rma el punto de la disputa a las circunstancias de propicida, y de matar a otros con la vista, y con el silvo; pretendiendo, que el error común consiste precisamente en las tres expresadas propiedades: de modo que sólo por lo respectivo a ellas, se representa fabuloso el Basilisco. Pero admitiendo V. Rma. en su número 24, que la venenosidad del Basilisco es enemiga de toda naturaleza; y, tan activa, que sólo el vapor que exhala, inficiona cuanto encuentra, con tan horrible estrago que tala los campos, marchita las selvas, rompe los pedernales, y mata los animales ponzoñosos; no puede V. Rma. dejar de admitir, que mata con el silvo, y con la vista: y por consiguiente no puede dejar de admitir verdadero Basilisco, en el mismo sentido que lo da por fabuloso.» {61}

Soto y, Marne da mucha menos importancia al tema del huevo del gallo, quizá porque ya había quedado claro el error de Feijoo y le reprocha:

«...Pero asiente V. Rma. contra toda razón, a que el gallo pone, en su ancianidad, ese huevo, P. Mro.: este error es sobremanera vergonzoso en un hombre literato: porque como tal debe saber, que la producción de huevo pide, como prerrequisito esencial, la preexistencia de ovario, infundículo, y demás órganos que constituyen sexo femenino, como enseña el común de los anatómicos. Y como el gallo, por más que porfiera a vivir, no llega jamás a ser gallina; se evidencia la ridiculez de esta ignorantísima fábula, la que deriva el famoso Harveo de la preocupación de las mujeres italianas, que creyeron producción de los gallos, los huevos llamados por su pequeñez centeninos.» {62}

A todas estas réplicas contestará Feijoo en 1749 con una Justa repulsa de inicuas acusaciones, en la que no pormenoriza cada punto sino que contesta de modo general a sus detractores. En 1750 se termina definitivamente la polémica por orden emanada de Fernando VI. Quizá de no haberse prohibido la continuación de alegatos en pro y en contra de Feijóo, tendríamos joyas aún más surrealistas de las que ya nos ha ofrecido este género de polémicas.

Pero el ruido que causo la discusión sobre el basilisco en España no logró desarraigar de la cabeza de muchas personas su prestigio. El clero ignorante seguía creyendo a pies juntillas en el basilisco y, en todas sus circunstancias. El capuchino Joseph Romain Joly escribe esto en 1784 (repetimos: 1784).

«Los modernos han considerado el basilisco como un animal fabuloso. Más después que la Escritura ha hecho mención de él, como de un reptil existente, que es nombrado con los otros animales dañinos, su existencia es incontestable. Si no se encuentra en los gabinetes de curiosidades naturales, es por la rareza de la especie y el peligro de acercarse a él, que no permite cogerlo. Dios ha permitido que este monstruo lance dos o tres gritos cuando sale de su caverna, a manera de lamento, que inspiran tal terror, que ponen en huida a todos los animales. ¿Cabe en lo posible que un viajero curioso se acercase a él para estudiarlo?» {63}

* * *

El basilisco ha servido también como emblema de la Dialéctica. El primero que personificó las ciencias fue, al parecer, Marciano Capella, gramático africano del siglo V, en su obra De nuptiis Philologiae et Mercurii: Mercurio (la Elocuencia) y la Filología (el amor a la razón: la Sabiduría) contraen matrimonio y las siete artes son las damas de honor; al divorciarse la Elocuencia y la Sabiduría, se condenan ambos a la esterilidad, pues Mercurio no tiene ya nada que decir y Filología ya no sabe hablar.

Remigio de Auxerre, que a comienzos de siglo X compone un comentario a la obra de Marciano Capella, dice que la Dialéctica lleva los cabellos revueltos designando el silogismo, una serpiente que representa los artificios sofísticos y un anzuelo los argumentos capciosos. Los artistas se contentaron con hacer sostener a la Dialéctica una, o incluso dos serpientes.

Algunas veces, en lugar de una serpiente, la Dialéctica tomó como emblema otro animal venenoso, el escorpión, y, en dos casos al menos, el basilisco {64}. La primera de estas representaciones se encuentra en un arco de la puerta sur de la catedral de Chartres, donde figuran las siete artes liberales: la Dialéctica tiene a sus pies un personaje –probablemente Aristóteles– sosteniendo un tintero donde moja su pluma, y sobre su mano y antebrazo izquierdo se yergue un basilisco.

La segunda de estas representaciones la encontramos en un tarot italiano de fines del siglo XV, llamado Tarot de Mantegna, aunque probablemente se deba atribuir a Baccio Baldini. La Loica (por Lógica, como a menudo se llamaba a la Dialéctica) está representada por una mujer con el semblante demacrado por la vigilia, los cabellos rizados y revueltos, para recordar los tortuosos caminos del silogismo, el vestido sombrío, alusión a la oscuridad de las discusiones donde triunfa. Como atributo lleva en la mano un Basilisco, a quien la Dialéctica, horrorizada, ha neutralizado la mirada mortal mediante un velo fino y transparente.

 

{*} En este estudio ofrezco algunos de los materiales sobre los que he basado un estudio mucho más amplio sobre el mito del Basilisco. Omito, por tanto, los análisis propiamente mitológicos para entregar simplemente algunas muestras interesantes de mi excavación.

{1} La etimología de Basel-Basilea no es segura. Son los mismos habitantes de la ciudad suiza quienes establecen la asociación entre el nombre alemán de basilisco, Basilisk, y Basel. En la fuente pública de la «Gerbergasse», una inscripción indica el lugar donde se logró matar a la terrible fiera. En la segunda descripción que se conoce de la ciudad, redactada el 28 de octubre de 1438 por Eneas Silvio Piccolomini (más tarde Pío II), se lee: «Ut si morate civitati aut injuria sit inditursi nomen Basilae, quod a Greco susceptum, reginam significat, Regina igitur est inter adjacentes civititates Basilea et nunc presertim, quum reginam ecclesie, id est sanctam sinodum, intra se habet. Alii dicunt ingentis stature basiliscum a conditoribus urbis primisque fundatoribus hoc loco repertum indeque Basileam dictam». Hasta hoy en día y desde la primera mitad del siglo XV, encontramos al basilisco como animal heráldico en el escudo de Basilea (ya en una miniatura de 1448 se ve el escudo de armas de la ciudad sostenido por dos basiliscos y un ángel, y encima el lema «Baselliscligus du giftiger wurm und boeser fasel, / nu heb den shilt der wirdigen stat basel»). La obsesión del basilisco estaba de tal modo arraigada en la ciudad que en 1474 el Consejo de Basilea mandó decapitar un gallo de once años de quien se decía había puesto un huevo y luego quemarlo solemnemente junto con el tal huevo. Vd. Germán Colón, «Español basilea, horca», en Zeitschrift für Romanische Philologie, Tübingen 1960, B. 76, h. 5/6, pgs. 499 a 505.

{2} Basilisco. Pieza de artillería, de bronce y gran calibre, empleada en los siglos XVI y XVII. Era la de mayor tamaño de las que sustituyeron a la bombarda. Por lo difícil de su manejo cayó en desuso, pues había basiliscos de nueve calibres diferentes que cargaban balas de hasta 150 libras de peso. Hablando del ataque dado en 1556 por el emperador Fernando a los turcos sitiadores del castillo y villa de Siget, un manuscrito recogido en los Etudes sur le passé et l’avenir de l’artilleríe de Napoleón Luis Bonaparte, dice: «entre la gruesa artillería que llevaba el emperador había tres basiliscos, que lanzaban balas de 66 libras, pesando cada uno de ellos 7.500 libras». La costumbre de dar a las armas de guerra nombres de animales venenosos o peligrosos (dragón, serpentina, culebrina, áspid) aún está al uso (Falcon, Leopard, Jaguar, Cobra). En heráldica la figura del basilisco es un cañón de gran longitud y representa la vigilancia y el prestigio.

{3} Basilisco. Estrella fija, conocida también como Régulo, Estrella regia o Corazón de León que pertenece a la constelación de este nombre, está a 67 años luz y es la vigésima de las estrellas más brillantes del cielo.

{4} Basilisco, San. Soldado y mártir que sufrió las persecuciones, en unión de Eutropio y Cleonio, de Maximiano Herculeo (286-305, emperador a quien se atribuye el dudoso exterminio de toda la legión tebana). Los cristianos celebran su fiesta el día 3 de marzo. Basilisco, San. Obispo de Comana, que junto con Luciano, sufrió martirio en Nicomedia bajo Maximiliano. Su fiesta es el 22 de mayo. En el Diálogo histórico atribuido a Paladio (publicado por Daniel Ruiz Bueno en Juan Crisóstomo (San), Tratados ascéticos, B. A. C., Madrid 1958, pgs. 199 a 220) se cuenta cómo se le apareció, en Comara, el espíritu de Basilisco a Juan Crisóstomo para anunciarle que, al día siguiente, se produciría el encuentro celestial de ambos. Efectivamente, al siguiente día, según Paladio, murió Juan Crisóstomo, que fue inhumado en la misma capilla del mártir Basilisco.

{5} Basilisco. Usurpador bizantino que destronó a Zenón en 475. Dueño del Imperio, influido por su mujer, declaró nulo el Concilio de Calcedonia. Mal administrador, griegos y ostrogodos se unieron para volver a proclamar a Zenón, que se hallaba refugiado en Isauria. Basilisco huyo a Constantinopla refugiándose en Santa Sofía, de donde salió bajo promesa de perdón que sus enemigos no cumplieron, siendo encerrado en una fortaleza de Capadocia donde murió, con su familia, de hambre y frío. Durante sus dos años de reinado ocurrió el gran incendio de la Biblioteca de Constantinopla.

{6} El Primer Diccionario general etimológico de la lengua española, de Roque Barcia, Madrid 1880-1883, dice que «basilisco es una planta labiada de los indios, anua, olorosa, cordial, cefálica, que tiene la virtud de alejar a las hormigas». Tiene hojas aromáticas y se emplea como condimento.

{7} También hay un pescado de mar llamado basilisco y en paleontología un subgénero de artrópodos crustáceos, orden de los trilobites, llamado Basiliscus Salter (v. gr. el Basiliscus tyrannus Murch.).

{8} Ateneo, citando a Alejandro de Mindos (V-64, p. 221 b) sitúa al catoblepas entre las gorgonas y cuenta que en la guerra contra Yugurta habría fulminado a los soldados que le atacaron con su mirada. Finalmente fue muerto a distancia por jinetes libios y su piel, llevada a Roma por Mario, depositada en el Templo de Hércules,

{9} Gustavo Flaubert, Las tentaciones de San Antonio. Trad. de Ramón Ortis-Ramos, Imprenta de Alejandro Martínez, Barcelona, s.f.: «El Catoblepas (búfalo negro, con una cabeza de cerdo pendiente hasta el suelo y unida a sus espaldas por un cuello delgado, largo y flácido como una tripa vacía. Arrastra el vientre por el suelo, y sus pies desaparecen bajo la enorme crin que le cubre la cara): –Gordo, melancólico, feroz, siento continuamente bajo mi cuerpo el calor del fango. Mi cráneo pesa tanto que me es imposible soportarlo. Lo hago girar en torno mío, y con la mandíbula entreabierta arranco con mi lengua las hierbas envenenadas con mi aliento. Una vez me devoré las patas sin advertirlo. Nadie, Antonio, ha visto mis ojos, y si alguien los ha visto, ha muerto en el acto. Si levantase mis párpados, mis párpados rojos e inclinados, morirías».

{10} El capuchino Joseph-Romain Joly, en su La Geographie Sacrée et les monuments de l’histoire sainte, París 1784, afirma: «Eugubino cree que la serpiente que tentó a Eva era un basilisco, o por mejor decir, que el diablo, había tomado la forma de basilisco».

{11} Ver G. E. Post en Hastings, Dictionary of the Bible, Edimburgo 1909 (6ª impr.), Vol 4, pgs. 459-460, s.v. Serpent. También Morris Jastrow e Inmanuel Benzinger en The Jewish Encyclopedia, New York and London 1903, s.v. Basilisk.

{12} La Santa Biblia traducida al español de la Vulgata latina y anotada por el Ilmo. Sr. D. Felipe Scio de San Miguel. Barcelona. Librería Religiosa 1856. 6 vols. Scio de San Miguel (1738-1786) no niega al basilisco, como se desprende de las notas a los versículos citados.

{13} Sagrada Biblia, versión directa de las lenguas originales por Eloino Nacar y Alberto Colunga. B. A. C. Madrid, 1968. En el índice doctrinal de esta versión figura: «Basilisco: serpiente venenosa que, según la opinión de los antiguos, causaba la muerte sólo con la mirada, Sal 90, 13, Is 30, 6».

{14} Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras por la Watch Tower Bible and Tract Society, International Bible Students Association. Nueva York 1961 (primera edición en español 1963). En el índice onomástico no figura ni el basilisco ni ninguna serpiente fabulosa, sustituidas por cobra, culebra, víbora.

{15} Ver el completo artículo de Max Wellman en Paulys Realencyclopadie der Classichem Altertumswissenchaft. Neue Bearbeitung. Georg Wissowa. Fünfter Halbbad 1897 (reprint A. Druckenmüller, Stuttgart, 1958), s. v. Basilisk, tomo III, 1, columnas 100-101.

{16} Plinio, Historia Natural, VIII-77 a 79. Utilizamos la edición crítica de A. Ernout en Les Belles Lettres, París 1952 (libro VIII, pgs. 50-51).

{17} Plinio, Historia Natural, XXIX-66. Les Belles Lettres, París 1962 (págs. 41-42).

{18} Lucano, La guerra civil (La Farsalia), IX-724, 726. Les Belles Lettres, París 1967

{19} Lucano, op. cit. IX-828.

{20} Isidoro de Sevilla, Etimologías, XII-4-6,9. Versión castellana total, por vez primera, de Luis Cortés y Góngora, B. A. C. Madrid 1951, pág. 297.

{21} Citado por fray Joseph Álvarez de la Fuente en su Diario histórico, político, canónico y moral, 1732, Parte cuarta. Pág. 534.

{22} ¿Hay que relacionar la muerte de un basilisco en el Templo de Santa Lucía con el oficio de una santa que es protectora de la vista? Parece que no, pues hay que contar aquí a dos Lucías: una santa y otra beata. La Santa, martirizada en Siracusa a principios del siglo IV, y que llegó a tener cuatro templos en Roma, debe su santidad a su negativa a casarse con el joven escogido por Euticia, su madre, que sería castigada por Dios con una menstruación que le duro cuatro años. Lucía la Casta, terciaria dominica que vino a España con Sari Vicente Ferrer y murió hacia 1420, muy venerada en Jerez de la Frontera, impulsada de espíritu superior se arrancó los ojos para enviárselos al joven que había quedado prendado de ellos: por eso es representada sosteniendo un plato con sus ojos, atributos que los artistas a menudo confunden y aplican a la Santa.

{23} Bartolomé Anglico: «Aquí se acaba el católico y muy provechoso libro de las propiedades de todas las cosas trasladado de latín en romance por el reverendo padre Fray Vicente de Burgos, y ahora nuevamente corregido e impreso en la imperial ciudad de Toledo en casa de Gaspar de Ávila, impresor de libros a costa y expensas del noble varón Juan Tomás, sabio milanés vecino de Segovia. Acabóse a diez días del mes de julio del año de mil quinientos veinte y nueve años». Esta traducción de Vicente de Burgos figura en el Catálogo de Autoridades de la Lengua.

{24} Aristóteles, en los Problemas (XX, 34) trata de razonar por qué se dice que la ruda es remedio contra la fascinación: «¿Por qué se dice que la ruda es remedio contra el aojo? ¿Será porque las personas creen que son víctimas de la aojadura cuando comen con avidez o cuando temen alguna enemistad y abrigan sospecha sobre la comida que se les presenta? Por ejemplo, cuando toman algo para comerlo ofrecen del mismo plato un trozo a otro, añadiendo las palabras «para que no me miren con malos ojos». Por lo tanto, parece que todos comen algo alarmados lo que se les ofrece, ya se trate de un líquido, ya de un sólido, de aquellos manjares cuya constricción o vómito hace que los sólidos asciendan y sean expulsados o que la flatulencia provocada por los líquidos cause dolor y contorsiones. Por lo tanto, tomando ruda de antemano, como es ardiente por naturaleza, dilata el órgano que recibe el alimento y el cuerpo por entero siendo su resultado la expulsión de la flatulencia contenida en él».

{25} Es asequible la edición de Marino Ayerra y Nilda Guglielmi, El Fisiólogo. Bestiario Medieval. Eudeba, Buenos Aires 1971. Ver el artículo de B. E. Perry en el Paulys-Wissowa, op. cit. t. XX-1, columnas 1074-1129 s. v. Physiologus; y Josep Strzygowski, Der Bilderkreis des Griechischen Physiologus, Leipzig, B. G. Teubner, 1899.

{26} Se pueden encontrar referencias del basilisco en: Florence Mc Cullock, Medieval latin and French Bestiaries, University of North Carolina Press, 1960, págs. 93, 199-200 y lámina 2; Milton Garver, Some Supplementary Italian Bestiary Chapters, en The Romanic Revieu, 1920, págs. 313-314; Kenneth Mc Kenzie, Per la storia dei Bestiarii italiani, en Giornale Storico della letteratura italiana, 1914, págs 359 y sigs. También V. H. Debidour, Le Bestiaire sculpté en France, Arthaud, París 1961. Tiene interés la obra reciente de Jean-Paul Clebert, Bestiaire Fabuleux, Albin Michel, París 1971, págs. 51 a 54.

{27} Bestiaris, edición a cargo de Saverio Panuncio, Colecció Els Nostres Classics, Editorial Barcino, Barcelona 1963-64, Vol, II, pgs. 118. Obsérvese la novedad que supone el cambio anual de la piel.

{28} Moriz Bermari, Alt und Neu Wien. Citado por Reinhard Federmann, Die königliche kunst, Viena 1964. Versión castellana en Bruguera, Barcelona 1972, La Alquimia, pág. 107 y sigs. Berman supone que del pozo salían emanaciones de gas natural que provocaban las muertes.

{29} Citado por Luis Moreri, Gran Diccionario Histórico, 1674 Edición en castellano de Casadevante, París 1753.

{30} Copiada por Alejandro Gichot y Sierra, El Basilisco, Sevilla 1884, pág. 19. Esta obra, de 82 páginas in-octavo, corresponde al tomo III de la Biblioteca de las tradiciones populares españolas; de la que era director Antonio Machado y Álvarez y que publicaba en Sevilla Alejandro Guichot y Compañía, Editores. Esta obra es un intento de aproximación al mito muy interesante pero muy irregular. Desde Plinio al siglo XVI no se aduce ningún testimonio sobre el basilisco. Guichot, cuyas traducciones del latín son deplorables, incomprensiblemente desconoce la obra fundamental de Aldrovandi, al que sólo cita por la Ornitología y no por la Historia Natural de Serpientes y Dragones. Incluso se llega a preguntar si hay representaciones artísticas del basilisco, y sólo conoce el modelo de Grevino, copiado de Joly. Prácticamente todas las citas que hace Guichot son, por otra parte, de segunda mano.

{31} Vincenti Beauvais, Speculum quadruplex. Duaci 1624. Seis volúmenes. Tomo II, columnas 1401 (catoblepa), 1473-1474 (basilisco).

{32} Sobre la hierba basilica nos informa Antonio Ricciardo Brixiano, Commentaria Symbolica, Venecia 1591. Tomo 1, Folio 106, Columna 3. «Basilicae hervae, sive Ocimi vas cum verbis Dexios kai Enkairo, idest res uno modo acta succedit bene, sed alio male sig. hominem, qui demonstrat se in agendo semper meliorem occasionem esse secuturum. Nam basiliscum herba, si leviter & cum quadam dexteritate attrectetur, gratissimum emittit odorem, sin vero pressius & iniquus praematur, male olet & generat scorpiones, & vermes. Camillus Camillius in insigni Francisci Pasquae».

{33} Divi Thomae Aquinatis Summa Theologica, Roma 1886-87. Edición de León XIII. Índice tercero: res praecipuae. Pág. 103, columna 4.

{34} Tomás de Aquino, Summa Teológica. B. A. C. Madrid 1959, t. III (2º) pg. 1033. En esta edición para nada se menciona al basilisco, pero en una larga nota de Jesús Valbuena O. P. (pgs. 1108-1110) se trata la cuestion de la fascinación y el mal de ojo, afirmándose: «Esta infección (que no sólo empaña espejos sino corrompe substancias) natural la hacen no sólo, aunque sí de un modo especial, las mujeres cuando están en la época de sus reglas, sino cualquier otra persona de la procedan emanaciones contaminadas y en descomposición».

{35} Bernaldo de Gordonio, Los siete libros de la Práctica o Lilio de la Medicina, en Madrid, por Antonio González de Reyes, 1697. Libro I, cap. XIV («De la mordedura de la serpiente y otras sabandijas venenosas») folio 22.

{36} Enrique Villena, Tratado del Aojamiento, publicado por J. Soler en la Revue Hispanique, tomo XLI (1917), nº 99 (octubre), págs. 184-185.

{37} Alonso López de Corella, Trezientas preguntas de cosas naturales. Valladolid 1546.

{38} A. López Corella, op. cit. La respuesta completa a la pregunta LXXXII es: «Si al tal huevo lo ponen en un estiércol podrido antes se engendra el basilisco, y no tan solamente el basilisco viene a salir de presto, si lo ponen en el estiercol, pero si ponen huevos de gallinas en estiercol sin calor de la gallina sacarán alli pollos y lo mismo será si los pones en un horno que tenga calor templado grande es la virtud del gallo, el es el que nos despierta y nos declara la venida de la luz, con su canto conocen qué hora es, porque si es ronco mucho tarda en amanecer y si es claro ya se acerca el día».

{39} Alonso López de Corella, Secretos de Philosophia y Astrología y Medicina y de las cuatro matemáticas ciencias, colegidos de muchos y diversos autores y divididos en cinco quinquagenas de preguntas. Zaragoza 1547. Quinquagena primera, pregunta XXIII «Por qué el basilisco empesce al hombre de lo mirar», folio XI a.r. Hay alguna variación en dos versos respecto las Trezientas preguntas. «Del ojo deste animal / vapores muchos espiran / los quales a los que miran / les engendran mucho mal. / Este es causa general / y aun Gainerio el de papía / un gran secreto escrevia / desta pregunta especial»

{40} Pedacius Dioscorides Anazarbeo, Acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos. traducido de la lengua griega en la vulgar castellana & ilustrado con claras y sustanciales annotaciones por el Doctor Andrés de Laguna. Salamanca Mathias Gast. 1563. Introducción Libro sexto, pág. 573. La obra está dividida en seis libros y el sexto «encierra muy cumplidamente la historia de los venenos mortíferos y de todas las fieras que arrojan ponzoña».

{41} Dioscorides, op. cit. Libro sexto, cap. LIII «Del Basilisco», pág. 607. Laguna en la Annotation (pág. 609) añade. «Es vulgar opinión y ridícula, que el Basilisco nace del huevo de un gallo viejo, y así le pintan semejante a un gallo, con cola natural de serpiente, la cual forma de animal no se halla in reru natura de modo que la debemos tener por quimera. Es el Basilisco una serpiente luenga de un palmo, y algún tanto rosa, la cual tiene encima de la cabeza tres puntas de carne un poquito elevadas: y enderredor de ellas un blanco circulo, a manera de una corona: por razón del cual le llamaron Basilisco los griegos, y Regulo los latinos que quiere decir Reyezuelo. Nace y hallase muy frecuente en la región Cirenaica esta fiera, cuya malignidad es de tanta eficacia, que con su resollo corrompe todas las plantas por donde pasa, y con su silvo extermina las otras fieras. Este pues no solamente mordiendo, empero también mirando (como arriba dijimos) suele ser pestilente y mortífero. Tiene la misma facultad de matar la llamada Catoblepa, que describe Plinio en el cap. XXI del libro VIII».

{42} Dioscórides, op. cit. Libro sexto, cap. LIX «De los mordidos del Basilisco», pág. 616. La Annotation de Laguna dice lo siguiente: «Es enemigo capital del Basilisco la comadreja: porque no solamente viva le mata, o persigue, empero también quemada y bebida con vino, es único remedio contra sus mordeduras a las cuales se aplica útilmente cruda, y despedazada; en tal manera procuró siempre la naturaleza que no hubiese cosa tan maligna y dañosa, contra los insultos de la cual no se hallase algún eficaz presidio: y pluguiera a Dios todopoderoso, que así como nos fortaleció de muchos valerosos remedios contra las injurias de las serpientes mortíferas, nos concediera alguno, por medio del cual nos pudiéramos defender de una fiera doméstica y familiar, empero muy más virulenta que todas, quiero decir del hombre: de la vipera lengua del cual, a las veces sin ser sentida, se derrama una un peligrosa y mortal ponzoña, que ni el Metridato, ni la Theriaca perfecta basta para ocurrir a sus daños. De aquescos pues tan entonados Alacranes y Basiliscos, que no nacieron sino para morder y sembrar veneno, soy cierto no faltaran algunos, que calumnien y motejen esta nuestra tan honesta fatiga sobre Dioscorides: aun que en ello me ofenderán muy poco, hallándome amado y apercibido de inexpugnable paciencia: la cual contra las serpentinas lenguas de los detractores, y maldicientes, es singular antidoto, ni se puede hallar igual comadreja. Del resto no me queda que decir otra sino amonestar a los lectores candidos y benévolos que si en todo este discurso nuestro hallaren algo no tan curiosamente tratado, como fuera de razón, lo atribuyan todo a mi natural flaqueza: y de lo que fuere bien discutido, den la gloria, el honor y las gracias al Omnipotente Dios, Padre, Hijo y Espiritu Santo, del cual mana toda virtud, toda industria y toda sabiduría. Finis» (termina el libro).

{43} Francisco Valles Covarrubiano, De iis, sive de sacra philosophia, 1556. Usamos la edición de Lugduni 1594, pgs. 529-530.

{44} Levino Lemnio, Occula Naturae Miracula. 1559. Libro IV, cap. XII (De ovo á gallo edito, et qua aetate, aque annorum decursu id proferat: deinque quid ex eo progeneretur, tum de lapide Gallinaceus, & Aëtite gemma»). En la edición de Gandavi, 1571 corresponde a las pgs. 428-429.

{45} Giambattista della Porta, Della Magia Naturale. Lib. II («Di generag vari animali») Cap, II («Alcuni animalí terrestri prodotti della putrefactione»). La redacción definitiva de esta obra data de 1589. Citamos por la edición de Napoles de 1677.

{46} Antonio Ricciardo Brixiano, Commentaria Symbolica in duos tomos distributa (...), in quibus explitantur arcana pene infinita ad mysticam naturalem, & occultam rerum significationem attinentia. Venecia 1591. Tomo 1, Folio 106, columna 3.

{47} Ulises Aldrovandi, Historiae Naturale serpentum et Draconum libri duo. Bononiae, apud Clementem Ferronium, 1640, lib. II, Cap. II, «De Basilisco», pgs. 361 a 376. Ver también la Ornithologiae (corresponde a los tres primeros tomos de los trece que componen su obra completa), Bononiae 1599. Vol. II, libro XIII, pgs. 83-84 (al hablar del Gallo), libro XlV, pg. 221 (de la Gallina); libro XIV, pg. 241 y libro XVII, pg. 650.

{48} Ver el artículo de Achille Forti, Il Basilisco esistente al Museo Civico di Storia Naturale a Venezia e gli affini simulacri finora conosciuti. Contributo alla storia della Ciarlataneria, en Atti del Reale Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed. Arti, Tomo LXXXVIII, 1928. Págs, 225 a 238 y 16 láminas.

{49} Baltasar Gracián, en el capítulo de El Criticón que dedica a las curiosidades de Lastanosa (Parte II, crisi II, Los prodigios de Salastano) se refiere al basilisco disecado que tenía éste. «–Yo os confieso, dijo Critilo, que he tenido siempre por un ingenioso embeleco el Basilisco, y no soy tan solo que sea necio, porque aquello de matar en viendo parece una exageración repugnante, en que el hecho está desmintiendo el testigo de vista. –¿En eso ponéis duda? replicó Salastano; pues advertir que éste no lo tengo yo por un prodigio sino por un mal cotidiano, pluguiera al Cielo no fuera tanta verdad, y si no decidme: ¿un médico, en viendo un enfermo, no le mata? ¿Qué veneno como el de su tinta en un répice? ¿Qué basilisco más criminal y pagado que un Harmócrates, que aún soñando mató a Andragoras? Digoos que dejan atrás a los mismos basiliscos, pues aquellos poniéndoles un cristal delante, ellos se matan a si mismos, y estos, poniéndoles un vidrio, que trajeron de un enfermo, con sólo mirarle le echan a la sepultura, estando cien leguas distante. –Dejenme ver el proceso, dice el Abogado, quiero ver el testamento, veamos papeles; y tal es el ver, que acaba con la hacienda y con la sustancia del desdichado litigante, que en ir a él ya fue mal aconsejado. Pues que un Príncipe con sólo decir: Yo lo veré, no deja consumido a un pretendiente, ¿no es el Basilisco mortal una belleza, que si la miráis, mal, y si ella os mira, peor? Con cuanto ha acabado aquel vulgar veremos, el pesado veámonos, el prolijo verse ha, y el vicio «ya lo tengo visto, y todo mal mirado no mata». Creedme señores, que está el mundo lleno de Basiliscos del ver y aun del no ver, por no ver y no mirar; así estuvieran todos como este, y mostróles uno embalsamado».

A lo largo de El Criticón se repiten las apariciones del basilisco. Quizá esta obra, que como se sabe era predilecta de Schopenhauer, inspiró a éste a la hora de escoger dicterios con que criticar la filosofía clásica alemana: en el Prólogo a La Cuadruple raíz del Principio de la Razón suficiente se lee: «Ahí está la filosofía alemana sirviendo de burla a los extranjeros, rechazada por los verdaderos sabios, como una ramera que, por vil precio, hoy se vende a uno, mañana a otro, y los cerebros de la actual generación de estudiosos, desorganizados por los absurdos de Hegel; incapacitados para pensar, incultos y atontados, presa del vulgar materialismo, que ha brotado del huevo del basilisco.»

{50} Vd. E. Correa Calderón, Lastanosa y Gracián, en Homenaje a Gracián, Institución Fernando el Católico, Zaragoza. Pág, 74.

{51} Juan Mieg, Paseo por el Gabinete de Historia Natural de Madrid. Madrid 1818, págs. 177-178.

{52} Jan Johnston, Historiae Naturalis de Serpentibus, libri II. Amsterdam 1657, pág. 34-35.

{53} Peter Lambeck, Commentariorum de bibliothecâ Caesareâ Vindobonensis. Viena 1665-1679. Parte VII. págs. 163-164, láminas K y L

{54} Benito Gerónimo Feijoo, Teatro Crítico Universal, Tomo II, discurso II-3, nº 25, Basilisco. Citamos por la 4ª impresión, Madrid 1736.

{55} Feijoo, Teatro II-II nº 29.

{56} Salvador Joseph Mañer, Anti-teatro crítico sobre el primero y segundo tomo del Teatro Crítico, Madrid 1729. Al II-II, nº 18.

{57} Mañer, Anti-teatro, al II-II, nº 20.

{58} B. G. Feijoo, Ilustración apologética al primero y segundo tomo del Teatro Crítico. Madrid 1729. Discurso XVIII, nº 40 (pg. 99).

{59} Martín Sarmiento, Demostración crítico-apologética del Teatro Crítico Universal. Madrid 1739. Tomo I-XIII. Nº 590. Pgs. 346-347.

{60} S. J. Mañer, Crisol Crítico theológico, histórico, político, físico y matemático en que se quilatan las materias y puntos que se le han impugnado al Teatro Crítico. Madrid 1734. Discurso XVIII, nº 30. pág. 252.

{61} Francisco de Soto y Marne, Reflexiones crítico-apologéticas sobre las obras de RR. P. Maestro Fr. Benito Geronymo Feijoo, en defensa de las milagrosas Flores de San Luis del Monte... Salamanca 1749. Reflexión VII, nº 173. pág. 122.

{62} Soto y Marne, Reflexiones crítico-apologéticas, Reflexión VII, nº 180, pág. 126.

{63} Joseph-Romain Joly, La Geographie Sacrée et les monuments de l’historie sainte. París 1784, págs. 355-356.

{64} Vd. Jean Avalón, Un animal fabuleux: le Basilisc, en Aesculape, octubre 1935, pág. 251.

 

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