Capítulo XVIII. Leones, osos, tigres, micos y monas

LEONES se hallan, aunque pocos. No son tan grandes ni tan fieros como los de África. Llámanles puma. También se hallan osos —y muy pocos, porque como toda la tierra del Perú es limpia de montañas claras no se crían estos animales fieros en ella. Y también porque los incas (como dijimos) en sus cacerías reales mandaban que los matasen. Al oso llaman ucumari.

Tigres no los hay sino en los Antis, donde están las montañas bravas, donde también se crían las culebras grandes (que llaman amaru, que son de a 25 y de a 30 pies de largo y más gruesas que el muslo), donde también hay gran multitud de otras culebras menores (que llaman máchachuay) y víboras ponzoñosas y muchas sabandijas ponzoñosas y otras muchas sabandijas malas, de todas las cuales está libre el Perú.

Un español que yo conocí mató en los Antis, término del Cozco, una leona grande que se encaramó en un árbol muy alto. Halláronle en el vientre dos cachorrillos hijos de tigre, porque tenían las manchas del padre.

(Cómo se llame el trigre en la lengua general del Perú se me ha olvidado, con ser nombre del animal más fiero que hay en mi tierra. Reprendiendo yo mi memoria por estos descuidos, me responde que por qué le riño de lo que yo mismo tengo la culpa. Que advierta yo que ha 42 años que no hablo ni leo en aquella lengua. Válgame este descargo para el que quisiere culparme de haber olvidado mi lenguaje. Creó que el tigre se llama uturuncu, aunque el padre Acosta da este nombre al oso, diciendo "otoroncos" conforme a la corruptela española. No sé cuál de los dos se engaña: creo que su paternidad.)

Hay otros animales en los Antis que semejan a las vacas. Son del tamaño de una vaca muy pequeña. No tienen cuernos. El pellejo es muy extremado para cueras fuertes por la fortaleza que tiene, que algunos encareciéndola dicen que resiste más que una cota. Hay jabalíes que en parte semejan a los puercos caseros.

De todos estos animales —y de otros— se hallan pocos an aquellos Antis que confinan con el Perú, que yo no me alejo a tratar de otros Antis que hay más lejos.

Monas y micos hay muchos, grandes y chicos. Unos tienen cola, otros hay sin ella. De la naturaleza pudiéramos decir mucho. Empero porque el padre maestro Acosta lo escribe largamente (Libro IV, capítulo 39, que es lo mismo que yo oí a indios y españoles y parte de ello ví) me pareció ponerlo aquí como su paternidad lo dice, que es lo que se sigue:

Micos hay innumerables por todas esas montañas de islas y tierra firme y Andes. Son de la casta de monas, pero diferentes en tener cola (y muy larga) y haber entre ellos algunos linajes de tres tantos y cuatro tantos más cuerpo que monas ordinarias. Unos son negros del todo, otros bayos, otros pardos, otros manchados y varios. La ligereza y maña de éstos admira, porque parece que tienen discurso y razón. Y en el andar por árboles parece que quieren casi imitar las aves.
En Capira, pasando de nombre de Dios a Panamá, ví saltar un mico de éstos de un árbol a otro que estaba a la otra banda del río, que me admiró. Ásense con la cola a un ramo y arrójanse a donde quieren. Y cuando el espacio es muy grande, que no pueden con un salto alcanzarle, usan una maña graciosa de asirse uno a la cola de otro y hacer de esta suerte una como cadena de muchos. Después ondeándose todos o columpiándose, el primero ayudado de los otros salta y alcanza y se ase al ramo y sustenta a los demás hasta que llegan asidos (como dije) una a la cola de otro.
Las burlas y embustes y travesuras que éstos hacen es negocio de mucho espacio. Las habilidades que alcanzan cuando los imponen no parecen de animales brutos sino de entendimiento humano.
Uno vi en Cartagena en casa del gobernador, que las cosas que de él me referían apenas me parecían creíbles, como enviarle a la taberna por vino y, poniendo en una mano el dinero y en la otra al pichel, no haber orden de sacarle el dinero hasta que le daban al pichel con vino. Si los muchachos en el camino le daban grita o le tiraban, poner el pichel a un lado y apañar piedras y tirarlas a los muchachos hasta que dejaban el camino seguro. Y así volvía a llevar su pichel. Y lo que es más: con ser muy buen bebedor de vino ( como yo se lo vi beber, echándoselo su amo de alto), sin dárselo o darle licencia no había tocar al jarro.
Dijéronme, también, que si veía mujeres afeitadas iba y les tiraba del tocado y las descomponía y trataba mal. Podrá ser algo de esto de encarecimiento, que yo no lo vi. Más, en efecto, no pienso que hay animal que así perciba y se acomode a la conversación humana como esta casta de micos.
Cuentan tantas cosas que yo, por no parecer que doy crédito a fábulas o para que otros no las tengan por tales, tengo por mejor dejar esta materia con sólo bendecir el autor con toda criatura, pues para sola recreación de los hombres y entretenimiento donoso parece haber hecho un género de animal que todo es de reír o para mover a risa. Algunos han escrito que a Salomón se le llevaban estos micos de Indias occidentales. Yo tengo para mí que iban de la India oriental.

Hasta aquí es del padre maestro de Acosta. Donde pudiera añadir que las monas y los micos traen los hijuelos a cuestas hasta que son para soltarse y vivir por sí. Andan abrazados con los brazos a los pescuezos de las madres y con las piernas las abrazan por el cuerpo.

El encadenarse unos con los otros que el padre maestro dice, lo hacen para pasar ríos o arroyos grandes que no pueden pasar de un salto. Ásense (como se ha dicho) de un árbol que esté enfrente de otro y colúmpianse, hasta que el último que anda abajo alcanza a asir alguna rama del otro árbol. Y por ella se sube hasta ponerse a nivel en derecho del que está asido de la otra parte y entonces da voces y manda que suelte. Luego es obedecido y, así, dan todos del otro cabo y pasan el río aprovechándose de sus fuerzas y maña en sus necesidades, a fuer de soldados prácticos.

Y porque se entienden con sus gritos (como tengo para mí que lo hacen todos los animales y aves con los de su especie) dicen los indios que saben hablar y que encubren el habla a los españoles para que no les hagan sacar oro y plata. También dicen que por remedar a las indias traen sus hijos a cuestas.

Otras muchas burlerías dicen ellos. Pero de micos y monas, baste.

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