Capítulo XIX. De las aves mansas y bravas de tierra y de agua

Los indios del Perú no tuvieron aves caseras sino sola una casta de patos, que por semejar mucho a los de acá les llaman así los españoles. Son medianos, no tan grandes ni tan altos como los gansos de España, ni tan chicos como los patos de por acá. Los indios les llaman ñuñuma (deduciendo el nombre de ñuñu, que es "mamar", porque comen mamullando como si mamasen).

No hubo otras aves domésticas en aquella mi tierra.

Aves del aire y del agua dulce y marina diremos las que se nos ofrecieron, aunque por la multitud y variedad de ellas no será posible decir la mitad ni la cuarta parte de ellas.

Águilas hay de todas suertes, reales y no reales, aunque no son tan grandes como las de España. Hay halcones de muchas raelas, algunos se asemejan a los de acá y otros no. En común les llaman los indios huaman. De los pequeños he visto por acá algunos, que los han traído y los estiman en mucho. Los que en tierra llaman nebliés son bravísimos de vuelo y de garras. Son casi prietos de color.

En el Cozco, el año de 1557, un caballero de Sevilla que se preciaba de su cetrería hizo todas las que supo y pudo en un neblí. Venía a la mano y al señuelo, de muy lejos. Más nunca pudo con él hacer que se cebase en prisión alguna. (Y así, desesperó de su trabajo.)

Hay otras aves que también se pueden poner con las de rapiña. Son grandísimas: llámanles cúntur y los españoles cóndor. Muchas han muerto los españoles y las han medido por hablar con certificación del tamaño de ellas y les han hallado 15 y 16 pies de una punta a otra de las alas, que reducidas a varas de medir son cinco varas y tercia.

No tienen garras como las águilas, que no se las dio naturaleza por templarles la ferocidad. Tienen los pies como gallinas, pero bástales el pico, que es tan fuerte que rompe el pellejo de una vaca. Dos de ellos acometen a una vaca y a un toro y se lo comen. Ha acaecido uno solo acometer muchachos de 10, 12 años y comérselos.

Son blancos y negros a remiendos, como las urracas. Hay pocos, que si hubiera muchos destruyeran los ganados. En la frente tienen una cresta pareja a manera de navaja, no con puntas como la del gallo. cuando bajan cayendo de lo alto hacen tan gran zumbido que asombra.

El padre maestro Acosta, hablando de las aves del nuevo orbe, particularmente del cúntur (Libro IV, capítulo 37, donde remito al que quisiere leer cosas maravillosas), dice estas palabras:

Los que llaman cóndores sonde inmensa grandeza y de tanta fuerza que no sólo abren un carnero y se lo comen, sino a un ternero.

En contra del cúntur, dice su paternidad de otras avecillas que hay en el Perú que los españoles llaman tominejos y los indios quenti, que son de color azul dorado, como lo más fino del cuello del pavo real. Susténtase como las abejas chupando con un piquillo largo que tienen el jugo o miel que hallan en las flores. Son tan pequeñitos que muy bien dice su paternidad de ellas lo que se sigue:

En el Perú hay los que llaman tominejos, tan pequeñitos que muchas veces dudé viéndolos volar si eran abejas o mariposillas. Mas son realmente pájaros.

Quien oyere estos dos extremos de aves que hay en aquella tierra no se admirará de las que dijéremos que hay en medio.

Hay otras aves grandes, negras que los indios llaman suyuntu y los españoles gallinaza. Son muy tragonas de carne y tan golosas que si hallan alguna bestia muerta en el campo comen tanto de ella que, aunque son muy ligeras, no pueden levantarse al vuelo por el peso de lo que han comido. entonces, cuando sienten que va gente a ellas van huyendo a vuela pie, vomitando la comida por descargarse para tomar vuelo. Es cosa donosa ver el ansia y la prisa con que echan lo que con la misma comieron.

Si les dan prisa las alcanzan y matan, más ellas no son de comer ni de otro provecho alguno sino de limpiar las calles de las inmundicias que en ellas echan, por lo cual dejan de matarlas, aunque puedan. No son de rapiña. el padre Acosta dice que tiene para sí que son de género de cuervos.

A semejanza de éstas hay otras aves marinas, que los españoles llaman alcatraces. son poco menores que las avutardas, y mantiénense de pescado. Es cosa de mucho gusto ver cómo pescan.

A ciertas horas del día, por la mañana y por la tarde (debe de ser a las horas que el pescado se levanta a sobreguardarse o cuando las aves tienen más hambre), ellas se ponen muchas juntas, como dos torres de alto. Y de allí, como halcones de altanería, las alas cerradas, se dejan caer a coger el pescado y se zabullen y entran debajo del agua hasta que lo pescan.

Algunas veces se detienen tanto debajo del agua que parece que se han ahogado (debe ser por huirles mucho el pescado), y cuando más se certifica la sospecha las ven salir con el pez atravesado en la boca. Y, volando, en el aire lo engullen. Es gusto ver caer unas y oír los golpazos que dan en el agua y, al mismo tiempo, ver salir otras con la presa hecha y ver otras que a medio caer se vuelven a levantar y subir en alto, por desconfiar del lance. En suma, es ver 200 halcones juntos en altanería que bajan u suben, a veces, como los martillos del herrero.

Sin estas aves, andan muchas bandas de pájaros marinos en tanta multitud que es increíble lo que de ellas se dijere a quien no las ha visto. son de todos tamaños, grandes, medianos, y chicos.

Navegando por la mar del sur los miré muchas veces con atención. Había bandas tan grandes que de los primeros pájaros a los postreros me parece que había más de dos leguas de largo. Iban volando, tantos y tan cerrados que no dejaban penetrar la vista de la otra parte. En su vuelo van cayendo unos en el agua a descansar y otros se levantan de ella, que han ya descansado, cierto, es cosa maravillosa ver la multitud de ellas y que levanta el entendimiento a dar gracias a la Eterna Majestad que las sustente con otra infinidad de peces.

Y esto baste de los pájaros marinos.

Volviendo a las aves de tierra, sin salir de las del agua, decimos que hay otra infinidad de ellas en los ríos y lagos del Perú: garzas y garzotas, patos y fojas y las que por acá llaman flamencos, sin otras muchas diferencias de que no sé dar cuenta por no haberlas mirado con atención.

Hay aves grandes mayores que cigüeñas, que se mantienen de pescado. Son muy blancas sin mezcla de otro color, muy altas de piernas, andan apareadas de dos en dos; son muy hermosas a la vista. Parecen pocas.

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