Las Botas y su decoración: 
el siglo XlX

Cuando pensamos en botas de cuero, todo tipo de ellas, nos vienen a la mente imágenes de fuerza y estoicismo, capacidad de resistencia y protección, pero las botas son también instrumentos de vanidad y soberbia. Este calzado, que comenzó como una manera efectiva de proteger el pie de agresiones accidentales, volviéndose un elemento de trabajo indispensable, es también espacio para la imaginación y la fantasía.

Si bien los hombres han utilizado la bota de cuero desde tiempos inmemoriales, la decoración de las mismas había quedado un tanto relegada, en favor del desarrollo de todo tipo de bordados, aplicaciones y estampados en las botas de tela (seda, tafetas, gros, encaje, terciopelo, y todo material suntuario), que eran infaltables en el repertorio de toda figura de cierto poder adquisitivo y social (desde El Vaticano hasta la China Imperial). Recién con el desarrollo de la moda militarista sobre fines del siglo XVIII y principios del XIX, se empieza a integrar el cuero dentro de los materiales aptos para la bota de lujo, ya que hasta entonces estaba limitado a las piezas de trabajo y de montar. 

En realidad las botas de cuero siempre habían formado parte del vestuario militar, pero generalmente como base rústica que daba sostén a materiales como el metal y hasta la madera que ofrecían la protección principal frente al arma del enemigo, notoriamente en el caso de las armaduras feudales. Sin embargo, fue recién a fines del siglo XVIII cuando el uniforme militar adquiere el carácter de emblema nacional, obteniendo sus componentes un papel central en la definición de la identidad del guerrero como fuerza definitoria del nuevo sistema político. Esto lleva al desarrollo del uniforme como objeto suntuario y a la vez como un instrumento de demarcación social, política y económica.

La Francia comvulsionada del Ancien Régime fue el origen de esta moda que obtuvo su apogeo en la Grande Armée, formada por (los nuevos) ciudadanos franceses, resultado de la Revolución Francesa. Bajo el mandato de Napoleón, la moda  militarista hizo del hombre un espectáculo de penachos, armaduras pectorales y espadas brillantes. Las botas de cuero fueron parte esencial de esta iconografía masculina del guerrero, especialmente las botas húngaras, rígidas y de caña altísima, que sostenían al soldado como columnas de fuerza. Transformadas más que nunca en símbolo de poder masculino, las botas militares del siglo XIX fueron las primeras botas de cuero en adquirir valor suntuario y empezar a ser decoradas, inicialmente por detalles en metal que luego se fueron haciendo más prominentes y simbólicamente evidentes. Aparentemente, las masculinidad también había que anunciarla.

Así la bota de cuero pasó a ser una parte del vestuario reverenciada y vinculada a la sexualidad (como toda prenda de cuero, debido a su inescapable vinculación a lo animal), transformándose en un implemento fetichista por excelencia. Esta particular fijación sexual con un objeto, se desarrolló espectacularmente a lo largo del siglo XIX, pero tomó como su elemento privilegiado a la bota femenina. Los pocos modelos de bota que le estaban reservados a la mujer se elaboraban en todo tipo de material, pero difícilmente en cuero, ya que el único desplazamiento para la mujer debía ser el doméstico o el salón (el dormitorio también entraba en los trayectos permitidos, pero allí la protección del pie no era precisamente una prioridad). Sin embargo, alrededor de 1830 surge la ‘Bota Balmoral’, utilizada en Inglaterra por la Reina Victoria, introduciendo la cabritilla como material de elaboración de las botas de salón.

Al principio las botas femeninas eran invariablemente de caña baja y de colores plenos y diseños discretos, pero por la mitad del siglo las cosas empiezan a cambiar. Hasta entonces las botas de mujer se cerraban con botones o lazos, pero sobre 1850 estos detalles empiezan a desarrollarse hasta obtener el protagonismo del calzado.  Los botones se multiplicaron hasta resultar incontables y los lazos se extendieron por metros y metros. La caña alta, algo en realidad no demasiado práctico para la mujer (sobre 1880 el ‘abrochador’ era un implemento infaltable en cualquier guardarropas femenino), fue el detonante de esto, exigiendo tiempo y paciencia, algo que no le faltaba a la mujer de sociedad. Todo este esfuerzo tuvo una recompensa particular, por primera vez la bota de cuero femenina obtuvo el mismo poder evocador que la bota masculina.

 

En el siglo XlX, que se destacó especialmente por armar el cuerpo de la mujer mediante implementos como el corsé; las botas de cuero fueron otro de los recursos que hicieron del cuerpo femenino (como lo venían haciendo con el masculino desde fines del siglo XVIII) un espectáculo público de fuertes connotaciones sexuales. El fetichismo de la bota femenina permanece aún hoy, comercializándose modelos inspirados en la moda cotidiana del siglo XlX. Pero toda la sensualidad y sugerencia de colores como el rojo o el negro, e incluso el brillo del dorado no conformaron a la crecientemente inquieta mujer de fines de siglo, que pronto saldría a la calle a reclamar su derecho al voto.

Ya cerca de 1890, las botas de cuero femeninas se habían vuelto el lienzo donde pintar flores y otros motivos intrincados de colores imposibles, que parecían un antecedente cierto de la psicodelia de 1968. Se vieran o no se vieran bajo los inmensos vestidos de miriñaque o polizón, ocultaran el tobillo de las miradas lujuriosas o concentraran allí mismo los fervientes deseos de los hombres victorianos, sobrias o descaradamente coloridas, las botas de cuero femeninas eran finalmente un espacio de imaginación y fantasía que expresaba en sí mismo las relaciones de poder de la sociedad.

Bibliografía:

  • Bryson, Norman; Holly, Michael Ann; Moxey, Keith. Visual Culture. USA, Wesleyan University Press, 1994.

  • O’Hara, Georgina. The Encyclopaedia of Fashion. London, Thames and Hudson, 1989.

  • O’Keeffe, Linda. Zapatos. Un tributo a las sandalias, botas, zapatillas.... Barcelona, Konemann, 1997.

  • Salamanovich, David-Elliot. El Mercado de lo Perverso. 2000
    http://www.cueronet.com/moda/perversidad.htm

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