EL TACON

Su función es evitar que el dueño del zapato tienda a desgastar el interior. En el calzado masculino, la altura ideal para el tacón es de 2,5 cm. Se puede incrementar o reducir a petición del cliente, pero a ser posible no más de 1 cm. Los tacones no del todo simétricos con respecto a la línea central y algo sesgados hacia el exterior son más cómodos. Para los zapatos en punta es más adecuado un tacón que se ensanche en la parte superior, en forma de trapecio. Por el contrario, para los más deportivos, resulta mejor la forma del trapecio ensanchada en la parte inferior.

Para confeccionar un buen tacón estable, se precisa una habilidad especial. El zapatero lo construye a partir de varias capas de piel cortadas sin patrón o modelo. Necesita una gran destreza para hacer que el recorrido de la curvatura del tacón sea regular y armónica, especialmente teniendo en cuenta que la forma del zapato izquierdo y del derecho deben coincidir a la perfección. También deben coincidir el grosor y la altura de cada capa. Para ello, las fases de confección se suceden siempre por pares.

El tacón consta de varios estratos de piel de 4 a 6 mm de grosor sobre un segundo revirón clavado a la suela exterior con tacos. Amartillando, el zapatero comprime los fragmentos de piel previamente ablandados en agua y almacenados húmedos. De esta forma, el material se vuelve más resistente al desgaste y no se rompe a pesar de la presión constante que soporta. Una vez colocadas todas las capas, se mide la altura de ambos tacones y se compara. Si uno de los dos resulta demasiado alto, se reduce su altura amartillándolo y raspándolo. A continuación se mide de nuevo. La última capa del tacón se denomina tapa y está en contacto directo con el suelo.