Historia del Partido Comunista de España 1960

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Capítulo cuarto
La dictadura franquista

La Jornada de Reconciliación Nacional

El año 1957 fue inaugurado con un nuevo boicot del pueblo de Barcelona al transporte urbano, como protesta por el aumento de las tarifas. La iniciativa de la acción correspondió a los comunistas catalanes y encontró eco favorable en otras fuerzas políticas. Junto a los llamamientos del PSU de Cataluña invitando al boicot, corrieron las octavillas de nacionalistas de izquierda y derecha, de cristianos progresistas, liberales, cenetistas y otros grupos políticos.

El boicot de Barcelona tuvo gran resonancia en toda España. La organización madrileña del Partido, recogiendo la simpatía que despertó aquella acción, llamó a realizar otra semejante en la capital de España. Los días 7 y 8 de febrero hubo boicot al transporte de Madrid; y el hecho de que se hiciera sin que previamente hubieran subido las tarifas subrayó su abierto carácter político antifranquista.

Si las manifestaciones estudiantiles de 1956 habían provocado la caída de dos ministros y descubierto la descomposición total de Falange, las acciones de Barcelona, Madrid y otros lugares en 1957 tuvieron ya como consecuencia una crisis total de Gobierno. En esta crisis, Falange fue sustituida, en gran parte, dentro del Gobierno por militares incondicionales del dictador y por hombres de la secta políticoreligiosa Opus Dei, cuya ideología se desarrolla en la línea del pensamiento contrarrevolucionario tradicional.

En sus notas del 9 de febrero y del 2 de marzo de 1957 el Partido Comunista llamó la atención sobre el hecho de que la crisis política de la dictadura sólo podría resolverse con el alejamiento de Franco del Poder y respondió a la gran cuestión planteada ante las fuerzas políticas y sociales de España: ¿En qué dirección deberían producirse los cambios que el país reclamaba?

El Partido Comunista adelantó la idea de que una solución transitoria para reemplazar a la dictadura con el apoyo de ministros sectores del país –incluido el del propio Partido–, podría ser un Gobierno compuesto por elementos liberales de diverso matiz, que fuese una amplia y efectiva amnistía, iniciase el restablecimiento de las libertades públicas, se [265] preocupase del mejoramiento efectivo de las condiciones de vida de las masas y preparase una consulta al pueblo.

Como había advertido el PCE, el nuevo Gobierno no alivió la situación de las masas ni pudo detener su acción. Los boicots de Barcelona y Madrid tuvieron repercusiones inmediatas en Sevilla, Valladolid, Alcoy y otros lugares. En marzo se produjo una huelga de los mineros asturianos, que empezó en el pozo «María Luisa», en Ciaño de Langreo, y fue secundada en seguida en el Fondón, La Nueva y otras minas del Valle del Nalón, mostrando el renacer de la conciencia política del proletariado asturiano y la combatividad de sus mujeres, que, animando a los mineros en su lucha, recorrieron la zona recabando solidaridad para ellos.

El descontento contra la política de la dictadura se acentuaba también en el campo. En los Congresos regionales y especialmente en la VI Asamblea Nacional de las Hermandades de Labradores y Ganaderos, celebrada por entonces, se aprobaron reivindicaciones que reflejaban la oposición de los campesinos a la política agraria de la dictadura.

Ganaba en dinamismo la acción estudiantil, muy intensa durante los boicots de Barcelona y Madrid. Particular resonancia tuvo la celebración en el Paraninfo de la Universídad de Barcelona, el 24 de febrero, en presencia de los propios policías llegados para impedirlo, del «Primer Congreso Libre de Estudiantes» en el que se aprobaron conclusiones de abierta factura antifranquista. El Gobierno extremó la represión contra la Universidad: tan sólo en Barcelona fueron sancionados o detenidos por aquellos días más de trescientos estudiantes. La acción represiva del Gobierno suscitó la protesta de intelectuales españoles de gran prestigio, que firmaron un escrito solicitando la anulación de las sanciones impuestas a los estudiantes.

En septiembre de 1957 se reunió el III Pleno del Comité Central del Partido Comunista. Su decisión más importante fue la de proponer la realización de una Jornada de Reconciliación Nacional.

La tendencia de las últimas luchas a generalizarse, a extenderse de una a otra localidad y de una región a otra, había llevado a millones de españoles a esta reflexión: «¡Si [266] esto se hiciese en escala nacional!» Recogiendo esta idea colectiva de las masas, el Partido elaboró la propuesta de celebrar una Jornada de Reconciliación Nacional contra la carestía de la vida, contra la política económica de la dictadura, por la amnistía para los presos y emigrados políticos y por las libertades cívicas.

El informe presentado al Pleno por el camarada Simón Sánchez Montero, del Buró Político, explicaba el carácter de la Jornada. El Partido la concebía como la culminación de una serie de pequeñas y grandes acciones, como la obra de miles de organizadores y agitadores de todas las clases sociales, de todas las ideologías y partidos antifranquistas; como la coincidencia de católicos, monárquicos, liberales, republicanos, nacionalistas, socialistas, cenetistas y comunistas. Dada la imposibilidad de manifestarse en España por medio del sufragio ciudadano, la Jornada podría ser, en el concepto del Partido, un plebiscito nacional, una advertencia pacífica a quienes se obstinaban en hacer oídos sordos al malestar de la nación.

Poco después del Pleno tuvieron lugar las elecciones sindicales; el PCE había llamado a los obreros a considerarlas «como una verdadera lucha, presentándose a ellas unidos en cada empresa o lugar de trabajo, con sus propios candidatos». Este llamamiento fue secundado en muchas partes. Las elecciones sindicales se transformaron en una lucha política contra la dictadura. Su resultado permitió destacar a centenares de dirigentes obreros, elegidos entre los más combativos y fieles a su clase.

La idea de celebrar una Jornada de Reconciliación Nacional adquirió pronto amplia difusión. Para contrarrestar sus efectos, a comienzos de 1958 el Gobierno de Franco recurrió a la aparatosa y torpe escenificación de un «complot comunista»: fueron detenidos cerca de un centenar de jóvenes obreros, estudiantes y empleados con el pretexto de que habían asistido al VI Festival Mundial de la Juventud. De ellos quedaron en prisión 44, acusados de propugnar la Jornada de Reconciliación Nacional.

Este nuevo atropello de la dictadura aumentó la irritación [267] que suscitaban las crecientes dificultades económicas y el desasosiego provocado por la guerra de Ifni.

En los momentos en que las acciones colonialistas de la dictadura de Franco en África se traducían en una nueva efusión de sangre marroquí y española y creaban el peligro de una guerra entre Marruecos y España se reunieron las delegaciones del Partido Comunista Marroquí y del Partido Comunista de España para reafirmar en una declaración común la amistad de ambos pueblos.

Nuestro Partido proclamó que los intereses de los dos países exigían aplicar de manera consecuente la declaración hispano-marroquí del 7 de abril de 1956, por la que el Gobierno de España se había comprometido a «respetar la unidad territorial del Imperio jerifiano».

Al influjo de las tensiones económicas y políticas en presencia, comenzó de nuevo a electrizarse la atmósfera social española. Los llamamientos del Partido a preparar la Jornada caían en terreno abonado. A principios de marzo de 1958 fueron a la huelga en Asturias 30.000 mineros, solicitando mejoras de salario. La conducta brutal de las autoridades, que respondieron a las justas demandas obreras con el «lock-out» y l encarcelamiento de numerosos enlaces y trabajadores, sólo sirvió para echar leña al fuego. Iniciada en el Valle del Nalón, la huelga se extendió rápidamente a La Camocha, saltó al Valle del Caudal, donde afectó a varias minas, y llegó incluso a la cuenca minera de León.

La huelga minera agitó a todo el país. Respondiendo a un llamamiento del Partido Socialista Unificado de Cataluña, se lanzaron a la lucha los metalúrgicos y obreros textiles de Barcelona, en un movimiento de solidaridad en el que también hicieron acto de presencia los estudiantes. Bien pronto, la ola de huelgas alcanzó a Guipúzcoa. En Valencia se registraron acciones de protesta en varias empresas importantes.

Estas poderosas acciones eran ya el comienzo de la Jornada de Reconciliación Nacional, y la señal para extenderla a toda España. El Partido, de acuerdo con los grupos le la oposición que accedieron a participar en la Jornada, fijó paralizar el día 5 de mayo.

En unos días los comunistas y otros antifranquistas [268] regaron virtualmente el país de millones de octavillas, que llegaron a ciudades y pueblos donde hasta entonces no había penetrado la propaganda escrita del Partido y de la oposición antifranquista. La movilización política de las masas fue extraordinaria.

El día 5 de mayo hubo huelgas parciales o completas en diversas empresas de la construcción de Madrid y otras ciudades; boicot a los transportes urbanos en la capital y en otros puntos; abstención de comprar ese día en casi toda España; huelgas de los obreros agrícolas en numerosos pueblos andaluces y extremeños. La participación de extensas masas campesinas, en zonas donde el peso del proletariado agrícola era muy considerable, fue uno de los aspectos más importantes de la Jornada.

Mediante toda esta múltiple gama de acciones pacíficas, ese día expresaron su aversión a la dictadura franquista millones de hombres y mujeres de la ciudad y del campo.

El Gobierno franquista empleó contra la Jornada todo su aparato represivo. El Ejército fue movilizado con la excusa de un desfile militar el 4 de mayo; las grandes ciudades fueron ocupadas militarmente. La VI Flota estadounidense se situó en los principales puertos españoles del Mediterráneo, como respaldando a la dictadura con su presencia. Durante las huelgas de Asturias, Barcelona y Guipúzcoa y en vísperas del 5 de mayo fueron detenidos millares de enlaces sindicales y de simples trabajadores; entre ellos cayeron en manos de la policía dirigentes comunistas como Miguel Núñez, miembro del Comité Ejecutivo del Partido Socialista Unificado de Cataluña, José María Laso y otros. Además de estos golpes policíacos, la dictadura desató una histérica campaña de prensa y radio para falsear el carácter pacífico de la acción, llegando hasta la más burda falsificación de documentos y periódicos del Partido Comunista.

El principal objetivo de esta operación era intimidar a las fuerzas conservadoras y liberales de la oposición a fin de dejar aislado al Partido Comunista. Pero fue la dictadura quien resultó aislada: Franco no logró sacar a la calle contra la Jornada a ningún sector de la población, a ninguna fuerza política. Y por el contrario, junto a los comunistas [269] participaron en la Jornada grupos de socialistas, republicanos, confederales y miembros de las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC), si bien las direcciones nacionales del PSOE y de los partidos republicanos, de la CNT y de la democracia cristiana se negaron a tomar posición en pro de la Jornada, con lo que la restaron posibilidades de éxito.

No obstante, como dijo el Buró Político del PCE en su declaración del 20 de mayo de 1958, la Jornada y las acciones que la prepararon fueron el primer movimiento político organizado, de carácter nacional, contra el franquismo.

La Jornada permitió a millones de españoles conocer la política de Reconciliación Nacional del Partido Comunista y expresarle su adhesión. La forma en que se desarrolló la Jornada hizo patente la sinceridad del Partido al proponer el desplazamiento de la dictadura por una vía pacífica.

La Jornada de Reconciliación Nacional impulsó las corrientes unitarias en el campo antifranquista y ayudó a las masas populares, encabezadas por el Partido Comunista, a pasar a la ofensiva en el terreno político contra la dictadura franquista.

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  Historia del Partido Comunista de España
París 1960, páginas 264-269