Diccionarios de la Academia de la Lengua Española [1726-...] Artículos

La Academia Española, desde su fundación en 1713, se propuso elaborar un diccionario que superase los añejos de Alonso de Palencia y Antonio de Nebrija, así como el magnífico de Sebastián de Covarrubias (Tesoro de la lengua castellana o española, 1611; reimpreso con añadidos por Gabriel de León en 1672). En la Planta, y methodo, que, por determinación de la Academia Española deben observar los académicos, en la composición del nuevo Diccionario de la lengua castellana; a fin de conseguir su mayor uniformidad (Imprenta Real, Madrid 1713, 8 págs.) se dice que se pondrán en el diccionario las voces apelativas españolas, con exclusión de las voces y nombres propios, en estilo conciso, «sin divertirse a erudiciones que no sirvan de adorno a la lengua, ni a citas superfluas de lengua extraña».

Entre 1726 y 1739 se publicaron los seis grandes volúmenes en folio que forman el Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua (tomo primero: A-B, Imprenta de Francisco del Hierro, Madrid 1726, 723 págs.; tomo segundo: C, Imprenta de Francisco del Hierro, Madrid 1729, 714 págs.; tomo tercero: D-F, Viuda de Francisco del Hierro, Madrid 1732, 816 págs.; tomo cuarto: G-N, Herederos de Francisco del Hierro, Madrid 1734, 696 págs.; tomo quinto: O-R, Herederos de Francisco del Hierro, Madrid 1737, 656 págs.; y tomo sexto: S-Z, Herederos de Francisco del Hierro, Madrid 1739, 578 págs.). La dedicatoria que a Felipe V hace La Academia Española en el umbral del primer tomo es toda una petición de asunción política del proyecto: «Todo lo que puede contribuir al esplendor de la Nación Española trahe de V.M. el influxo, como de quien desea el mayor lustre de sus vassallos; por lo qual, sin elección ni arbitrio, busca este Diccionario de justicia a V.M. para que defendido de su Real sombra, no pueda tener contra él la censura respiración que no sea aplauso.» El vulgo suele referirse a esta obra como Diccionario de Autoridades, pues, en palabras presentes en su Prólogo, «como basa y fundamento de este Diccionario, se han puesto los Autores que ha parecido a la Academia han tratado la Lengua Española con la mayor propiedad y elegancia: conociéndose por ellos su buen juicio, claridad y proporción, con cuyas autoridades están afianzadas las voces, y aun algunas, que por no practicadas se ignora la noticia de ellas, y las que no están en uso, pues aunque son propias de la Lengua Española, el olvido y mudanza de términos y voces, con la variedad de los tiempos, las ha hecho ya incultas y despreciables.» De este diccionario existe una edición facsímil en formato reducido (Gredos, Madrid 1979, en tres tomos), una edición en microfilm (Pentalfa, Oviedo 1989, 33 microfichas) y desde 1999 la propia Academia ofrece por internet la consulta de la imagen facsimilar de sus páginas.

En 1770 apareció el primer tomo (letras A-B) de una frustrada edición actualizada del diccionario en la que también figuraban las autoridades, que se abandonó al decidir la Academia publicar el diccionario reducido a un tomo para su mas fácil uso, prescindiendo de las menciones a las autoridades (como lo hizo desde 1780). Las ediciones de esta versión del Diccionario, que luego se llamó diccionario usual o vulgar, fueron las siguientes:

  • 1780   953 págs. [primera edición]
  • 1783   968 págs. segunda edición
  • 1791   867 págs. tercera edición
  • 1803   929 págs. cuarta edición. En este Diccionario se quitó a la ch su sonido de k, sustituyéndola por c (en ca, co, cu) o por q (en que, qui); se dió lugar alfabético a la ll y se suprimió la ph, sustituyendo la f e igualmente se suprimió la k sustituyéndola con c y q, según se había hecho con la ch fuerte.
  • 1817   918 págs. quinta edición
  • 1822   869 págs. sexta edición
  • 1832   788 págs. séptima edición. Para disminuir el espacio se emplean en esta edición varios signos y letras de abreviaturas.
  • 1837   791 págs. octava edición. En esta edición se aumenta el número de palabras que según su etimología deben escribirse con j y no con g fuerte.
  • 1843   761 págs. novena edición
  • 1852   730 págs. décima edición
  • 1869   812 págs. undécima edición. Se han suprimido las correspondencias latinas.
  • 1884   1122 págs. duodécima edición. Se ponen etimologías; se introducen muchas voces técnicas y nuevas; se emplea nueva ortografía; se suprimen diminutivos, aumentativos y superlativos, fáciles de formar, y se introducen muchos americanismos.
  • 1899   1050 págs. décimatercera edición
  • 1914   1080 págs. décimocuarta edición. Se mejoran algunas etimologías; se numeraron las acepciones de una misma palabra.

A partir de 1925 (coincidiendo con la vinculación de la empresa privada Espasa-Calpe S.A. a la publicación del diccionario de la Academia Española) pasa a denominarse Diccionario de la lengua española.

  • 1925   1275 págs. decimoquinta edición
  • 1939   1334 págs. decimosexta edición
  • 1947   1345 págs. decimoséptima edición
  • 1956   1370 págs. decimoctava edición
  • 1970   1422 págs. decimonovena edición
  • 1984   1416 págs. vigésima edición
  • 1992   2133 págs. vigésimoprimera edición. En 1995 se publica una versión electrónica en soporte cederrón.

Para el año 2001 está prevista la publicación de la vigésimosegunda edición del diccionario. Se ha dispuesto al parecer una nueva planta con «normas aplicables para las próximas ediciones del Diccionario, que permitirán actualizar, en futuras ediciones, las técnicas lexicográficas con las que se pretende dar forma ordenada al vocabulario de nuestra lengua.» Entre las novedades importantes que se anuncian sorprende notablemente el anuncio de un pretendido «regreso al alfabeto internacional, que supone prescindir de las antiguas letras che y elle.» Porque, ¿donde existe ese supuesto alfabeto internacional sin la che y la elle? ¿Entre los griegos, los árabes o los chinos? ¿Quizá entre los rusos o los japoneses? No existe ningún alfabeto internacional por antonomasia, salvo para los papanatas sometidos al actual imperio de la lengua inglesa. ¿Acaso no son muchas las naciones que hablan español? ¿Acaso no es entonces el español un idioma internacional, como lo es su alfabeto? Tan alfabeto internacional es el que incorpora la che y la elle como el que ignora esas letras y también la eñe. Si los señores académicos no creen que la letra eñe es internacional, ¿por qué no la eliminan también? De otro modo, ¿qué alfabeto internacional es ese en el que no están las letras che y elle y sí la eñe? Y no menos sorprendente: ¿a qué lugar o a qué época se pretende regresar al tomar esa decisión? Pobre lengua académica.


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