Eloy Bullón Fernández (1879-1957)
El alma de los brutos ante los filósofos españoles (1897)
Biblioteca Filosofía en español, Oviedo 2001
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Capítulo IV

Gómez Pereira

Sumario. Noticias biográficas. – La Antoniana Margarita. – Sus ediciones. – Criterio independiente de Gómez Pereira. – Los brutos carecen de sensibilidad. – Argumentación de Gómez Pereira. – La sensación y el juicio. – Gómez Pereira y los escolásticos. – Cómo se determinan a obrar los animales. – El alma de los brutos, según Gómez Pereira. – Secuaces de Gómez Pereira. – Descartes. – El cogito, ergo sum. – La duda previa. – El automatismo.

Un médico castellano, de ingenio audaz e independiente, por su agudeza parecido a Escoto, y por no pocas de sus opiniones a Durando, fue el que, levantándose contra el común sentir del vulgo y de los sabios, lanzó a la pública luz una teoría no menos célebre por su extravagancia que por las polémicas de que fue objeto. Me refiero a Gómez Pereira. [52]

Nació este reputado médico e ilustre filósofo probablemente en Medina del Campo el año 1500, y en esta ciudad, notable a la sazón por el comercio de libros, vivió y publicó la Antoniana Margarita, {15} obra de subido mérito científico, que no es otra cosa que una serie de paradojas más o menos verdaderas y atrevidas, en las que refuta principalmente a los peripatéticos, y a la que bautizó con tan extraño título para conmemorar con piedad filial de esta manera, corriente en [53] aquellos tiempos, aunque hoy nos parezca un tanto extravagante, el nombre de su padre, llamado Antonio, y el de su madre, Margarita.

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El carácter audaz y enemigo de todo yugo del médico de Medina se echa ya de ver desde el principio del libro cuando escribe {16} que, no tratándose de cosas de religión, no ha de rendir su entendimiento al parecer de ningún filósofo, por grande que sea su autoridad, si no está puesto en razón. Principio a la verdad excelente y base del verdadero eclecticismo, pero que Gómez Pereira exageró hasta tal extremo, que en la cuestión del alma de los brutos no sólo no acató la opinión de ningún filósofo, mas ni aun la del humano linaje.

También Luis Vives juzgaba cosa nociva y rémora para todas las ciencias [54] auctoritate sola acquiescere et fide semper aliena omnia recipere, {17} y también escribía el Brocense que en cuanto a las cosas que no eran de fe, no quería tener captivado su entendimiento, sino interpretar conforme a lo estudiado; lo mismo decía Dª. Oliva Sabuco, y no de otra manera se expresaban Francisco Vallés y Sebastián Fox Morcillo; pero ninguno de estos sapientísimos filósofos llevó tan allá su independencia científica que, como Gómez Pereira, no respetaran ni aun el común sentir de la humanidad, cuando este común sentir parece tener por base la razón.

La atrevidísima concepción de Gómez Pereira recuerda la famosa polémica de la Edad Media entre nominalistas y realistas, cuando el gran San Bernardo, el tribuno de las Cruzadas, fulminaba contra Abelardo los dardos más poderosos de [55] su elocuencia: «¿Qué hay más insoportable en sus palabras? –exclamaba con viril energía– ¿la blasfemia o la arrogancia? ¿Qué más condenable? ¿la temeridad o la impiedad? ¿No sería más justo cerrar semejante boca con la mordaza que refutarla con el razonamiento? ¿No provoca contra sí todas las manos aquel cuya mano se levanta contra todos? Todos, dice, piensan así; yo pienso de otro modo. ¿Y quién eres tú?... Para ti, pues, para ti sólo cuanto de ti venga. En cuanto a mí, yo escucho a los profetas y a los apóstoles; yo obedezco al Evangelio. Y si un ángel bajase del cielo para enseñarnos lo contrario... ¡anatema sobre ese ángel mismo!»

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La doctrina de Gómez Pereira respecto al alma de los brutos ocupa en su libro las primeras páginas y está planteada en estos términos: los brutos carecen de sensibilidad. No se ocultaba a nuestro [56] filósofo que al hablar así se ponía en contradicción con lo que comúnmente se sentía en su tiempo, antes lo confiesa paladinamente, diciendo que la doctrina que concedía sensaciones a los brutos era entonces tenida por tan cierta como este axioma: el todo es mayor que cada una de sus partes. Mas no se acobarda por eso Gómez Pereira, sino que, cual otro Quijote, embraza el escudo y, echando mano de su aguda dialéctica, se lanza a esgrimir las armas contra sus numerosos adversarios, confiado en triturar para siempre una opinión que juzga sólo como vana preocupación vulgar, tan difundida como infundada.

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«Si el animal –dice el médico castellano– siente, tiene forzosamente que juzgar; si juzga, raciocina; si raciocina, forma proposiciones universales: luego no habrá distinción esencial entre él y el hombre; consecuencia inadmisible y absurda.» [57]

Este argumento (el principal que Gómez Pereira aduce en pro de su tesis) claudica por su base en lo que no se pruebe que la sensación es inseparable del juicio. Pereira, por lo mismo, no ocultándosele lo deleznable de sus conclusiones mientras no las asentara en sólido fundamento, intenta probar que el juicio es inseparable de la sensación.

«Si los brutos –escribe– ejerciesen los actos de los sentidos exteriores como el hombre, al ver un perro o un caballo a su dueño concebiría lo mismo que un hombre cuando ve a su señor y afirmaría mentalmente que aquél era su dueño. Y si no queréis confesar esto ni conceder tanto a los brutos, no negaréis, a lo menos, que el bruto forma proposiciones mentales, lo cual no puede hacerse sin alguna facultad cogitativa o estimativa.»

Según Pereira, no vale alegar la distinción entre el juicio y el conocimiento de simple aprensión, que exponían los peripatéticos, pues la simple aprensión sin el juicio no basta para buscar o huir de la cosa apetecida, sino que es necesaria la noción [58] de dicha cosa con afirmación de lo que es y dónde está (quod est aut ubi est), toda vez que fuera absurdo imaginar que el bruto se mueve hacia un fin ignorando cuál es y dónde se halla. Por otra parte, «el bruto –prosigue Pereira– distingue al amigo del enemigo; luego habrá que concederle la distinción: praecipuum rationis opus».

De las admirables operaciones de algunos animales deduce el autor de la Antoniana Margarita que los brutos son máquinas prodigiosamente organizadas, a no ser que les concedamos las mismas facultades que al hombre, si no hay que concedérselas mayores.

Además, una vez «concedida la sensibilidad a los brutos, añade Gómez Pereira, hay que concederles la conciencia. Conocerán que ven, conocerán que oyen, podrán juzgar de sus propios actos y distinguir los accidentes de la sustancia».

Por este tenor prosigue el médico de Medina arguyendo por reducción al absurdo, y termina diciendo que, si los brutos conocen, sus almas tendrán que [59] ser indivisibles, como el alma humana, porque una sustancia divisible no puede engendrar el pensamiento.

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Estas y otras muchas razones de menos peso que aduce Gómez Pereira traen sin querer a la memoria aquel verso del poeta venusino:

In vitium ducit culpae fuga, si caret arte.

Gómez Pereira cree que la sensibilidad incluye por consecuencia, forzosa la razón, y no atreviéndose a conceder a los brutos esta última facultad, que les haría iguales al hombre, les niega también la primera; es decir que, queriendo huir de un absurdo, cae en otro mayor, y si logra escapar de Scila es para estrellarse en Caribdis.

¡Cuánto más sabios se mostraron en este punto los doctores escolásticos!

Veían en los brutos órganos y operacionos sensitivas semejantes a las del hombre. ¿Les concedían por eso inteligencia? [60] No, ciertamente. ¿Les negaban la sensibilidad? Menos todavía. ¿Qué hacer, pues? Colocarse en aquel justo medio en que consisten la verdad y la virtud; observar al pie de la letra el sabio ne quid nimis, que Durando ostentaba por divisa. Buscaron, por lo tanto, y hallaron un segundo modo de conocer que, sin llegar a ser racional o intelectual, fuera suficiente para determinar y dirigir el apetito sensitivo de los animales. Concedieron a éstos sentidos exteriores y también interiores; pero se guardaron muy bien de ir más allá de lo debido en la línea de las concesiones o en la de las negaciones:

Est modus in rebus; sunt certi denique fines
Quos ultra citraque, nequit consistere rectum,

como dijo Horacio en imperecedera frase.

Por lo que hace a los argumentos del atrevido médico castellano, no se puede negar que están expuestos con cierta especiosidad, y revelan en su autor un talento digno de mejor causa; pero ninguno de ellos tiene real y positivo fundamento, toda vez que es falso de todo punto [61] que la simple aprehensión no basta para mover el apetito, y además, ni de la sensibilidad de los animales se sigue que tengan conciencia refleja, ni de sus admirables artificios puede deducirse lógicamente y como consecuencia necesaria que posean entendimiento, como demostró sabiamente Luis Vives.

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Una vez que Gómez Pereira había propuesto sus razones en contra del común sentir y creía haber salido victorioso, trató de levantar una nueva teoría sobre las ruinas de la antigua; pero en esta tarea de edificar se halló el filósofo de Medina más atajado que lo había sido en la de demoler.

Según Gómez Pereira, los brutos carecen por completo de sensibilidad, y sus diversas operaciones y movimientos, lejos de ser vitales, obedecen a un particular mecanismo como el de los relojes, o a una fuerza semejante a aquella con que el imán atrae al hierro. En resumen, Gómez Pereira cree que los animales se [62] determinan a obrar por los motivos y de las maneras siguientes:

1º Por las cosas presentes, que mandan su imagen o cosa equivalente a los órganos impropiamente llamados sentidos, los cuales a su vez la trasmiten al cerebro, para que éste produzca por reacción un movimiento de simpatía o antipatía. {18} Por eso huye el cordero del lobo o se arroja el perro sobre la comida que tiene delante.

2º Por los fantasmas de las mismas cosas, los cuales se conservan en la parte posterior de la cabeza, asiento de la memoria, y obrando a veces sobre la parte anterior, determinan un movimiento análogo al que produjo la primera vista del objeto. Así buscan los perros a su dueño ausente.

3º Por hábito o enseñanza.

4º Por causas ocultas que constituyen lo que se llama instinto natural. [63]

Es decir, que Gómez Pereira, que poco ha negaba la sensibilidad a los brutos, los cree ahora capaces de enseñanza; Gómez Pereira, que les despojaba de percepción y apetito, los supone ahora dotados de memoria, y, finalmente, Gómez Pereira, que rechazaba con dura calificación la teoría escolástica, nos habla ahora de causas ocultas o instinto natural. Con razón puede decir el Sr. Menéndez Pelayo {19} que no valía la pena de haber destruido con hábil dialéctica el sistema antiguo, para levantar después tan frágil edificio. Pero no podía suceder de otra manera. No es buen principio de filosofar el ponerse en contradicción abierta con el humano linaje; quien tal haga, justamente debe ser confundido por soberbio y temerario, y esto es cabalmente lo que sucedió al audaz filósofo de Medina.

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Dicen no pocos escritores que Gómez Pereira negó el alma a los brutos, mas no [64] fue así, sino que les concede un alma material, engendrada por partes, divisible y perecedera, que unas veces identifica con el aliento vital y otras viene a resultar la misma cosa que el organismo. {20}

La extraña paradoja acerca del alma de los brutos no sólo la enseñó Gómez Pereira en la Antoniana Margarita, sino también en el breve tratado De inmortalilate anima y en la Paraphrasis al libro de Anima de Aristóteles, donde repite nuestro filósofo toda su doctrina respecto a este punto y resuelve las dificultades del Stagirita. En otro lugar pretende Pereira explicar, aunque muy violentamente, los textos de la Sagrada Escritura contrarios a su absurda tesis.

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Han dicho algunos que no ha habido error que no haya tenido secuaces, ni [65] absurdo que no haya hecho prosélitos; y han dicho bien: porque si no, ahí está para demostrarlo la teoría de Pereira, que no obstante ser tan absurda, tuvo partidarios, y los tuvo en gran número, como notó el P. Ulloa. {21}

Entre éstos merece especial mención Descartes, amigo de novedades, que enseñó el sistema pereiriano y le hizo célebre con el nombre de automatismo de las bestias. No es mi ánimo al escribir estas líneas el tratar a Descartes de plagiario de Pereira; únicamente hago notar la semejanza entre las doctrinas de ambos filósofos y la prioridad del libro de nuestro médico, que se publicó cuarenta y dos años antes de que Descartes naciera. {22} [66]. Por lo demás, no es ésta la única vez que nuestros filósofos se adelantaron a enseñar las doctrinas de Descartes. Antes que Descartes, dijo doña Oliva Sabuco de Nantes que el asiento del alma era el cerebro; antes que Descartes defendió Foxo Morcillo el innatismo de las ideas; antes que Descartes, en fin, propuso Gómez Pereira el famoso entimema: «yo pienso; luego existo»; y Francisco Vallés enseñó que el principio de toda investigación debía ser la duda: «Necesse est ut in rationum investigatione... etiam de his quae sibi videntur probabilissima, nisi se ipsos velint fallere (homines), dubitent»: «es preciso que en la investigación de aquellas materias que sean propias de la razón, aun de aquellas que por sí aparecen probabilísimas, los hombres duden si no quieren engañarse a sí mismos.»

Algunos escritores, como el sabio obispo de Avranches Pedro Daniel Huet, [67] pretenden probar que la teoría del automatismo de las bestias no fue parto del ingenio de Pereira, sino que fue ya defendida en la antigüedad por los estoicos principalmente; pero son razones insignificantes las que aducen, y Pedro Bayle ha demostrado lo contrario en su famoso Diccionario. También Gómez Pereira tenía por enteramente nuevo su sistema, y así dice en el prólogo de la Antoniana Margarita: «Hablaré de cosas que nadie ha dicho ni escrito antes de mí. (Audebo de his disserere qurae nullus ante nos nec scriptis nec verbis protulit.)» De todos modos si alguna nación o secta filosófica quiere atribuirse la gloria de haber dado origen a tan absurda teoría, atribúyasela muy enhorabuena, que nosotros no queremos glorias semejantes ni las necesitamos para ser la nación ilustre que vio nacer a Séneca, Raimundo Lulio, Ben Gabirol, León Hebreo, Vives, Foxo, Suárez, Vallés, Soto, Mariana, Huarte, Saavedra Fajardo, Isaac Cardoso, Hervás, Feijóo, Forner, Donoso, Balmes y otros mil insignes filósofos no menos profundos que originales.


{15} Antoniana Margarita, opus nempe physicis medicis et theologis non minus utile quam necessarium, –Per Gometium Pereiram, medicum Metimnae Duellae, quae Hispanorum lingua Medina del Campo appellatur, nunc primum in lucem editum. Anno MDLIV; decima quarta die mensis Augusti.
De este notable libro se han hecho tres ediciones, en Medina, Francfort y Madrid, respectivamente, no obstante lo cual son rarísimos sus ejemplares. Yo he visto uno que posee la Biblioteca Universitaria de Salamanca, el cual no es de la edición de Madrid, como dice el Sr. Menéndez Pelayo, sino de la de Medina. Este ejemplar es un volumen en folio bien conservado. Se halla precedido de la Nova Medicina del mismo G. Pereira, y al final se leen las Objecciones de Miguel de Palacios y la respuesta que a ellas dio Pereira. Acerca de la Antoniana Margarita deben saborear nuestros lectores el brillante y erudito artículo que le dedicó Menéndez Pelayo en La ciencia española, parte 2ª.

{16} Prius vos moneo me nullius quantumvis gravis authoris sententiam recepturum, dum de religione non agitur, sed tantum rationibus inmirurum... (Prólogo de la Antoniana Margarita.)

{17} En otro lugar del Praefatio a los libros De disciplinis decía Vives: «No quiero que se me compare con los antiguos, sino que se pesen suz razones y las mías... Si encontráis algo de verdadero en mis escritos, seguidlo, no por ser mío, sino por ser verdadero. Sed discípulos y secuaces de la verdad donde quiera que la encontréis.» Edit. Majans.

{18} Species rei inductae per nonnullum organum usque ad eam partem cerebri, quae origo nervorum est quae necessario sic statim contrahit et distendit diversas partes animalis ut eas decet ad motum exequendum.

{19} La Ciencia española, parte 2ª.

{20} Claro es que tomada la palabra alma en el sentido que ordinariamente se la da, y que es el que propiamente le corresponde, Gómez Pereira negó a los brutos alma, pues el alma que les concede no es alma sino en el nombre.

{21} De anima disputationes quatuor, authore Joanne de Ulloa Madritano, Societatis Jesu Theologo. Roma MDCCXV. – Vid. disput. 1ª, caput VIII.

{22} Mucho se ha discutido sobre si Descartes fue o no plagiario de Gómez Pereira. Pedro Daniel Huet, en su acre y punzante Censura philosophiae cartesianae, lo afirma terminantemente; mas los biógrafos del filósofo francés le defienden calurosamente diciendo que Descartes leía muy poco, y que el libro de Pereira era rarísimo, siendo así difícil que viniera a parar a sus manos. La cuestión parece insoluble, pero siempre quedará en pie que Gómez Pereira se adelantó a Descartes en esta, [66] como en otras muchas cosas; y además, que si Descartes no vio el libro de G. Pereira, vio, sin duda alguna, la Philosophia sacra de Francisco Vallés, en la que se refiere y refuta la absurda paradoja del filósofo medinense.


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Eloy Bullón Fernández | El alma de los brutos
Madrid 1897, páginas 51-67