Diccionario soviético de filosofía
Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1965
página 27

Astronomía

(del griego a1stro: astro, y nómoç: ley). Ciencia que trata de la situación, movimiento, estructura y desarrollo de los cuerpos celestes, de sus sistemas y de otras formas de la materia cósmica. Se divide en varias disciplinas, cada una de las cuales, a su vez, se subdivide en otras de menor amplitud. Así, la astrometría, que incluye la astronomía esférica, las secciones geodésica, náutica y otras de la astronomía práctica, estudia las cuestiones relativas a la posición y medida de los cuerpos celestes. La astronomía estelar investiga las leyes de la distribución espacial y movimiento de las estrellas y sus sistemas; la radioastronomía, desarrollada después de la segunda guerra mundial, analiza los diversos objetos cósmicos mediante la observación de las ondas de radio por ellos emitidas; la astrofísica tiene como uno de sus objetivos la investigación de las propiedades físicas de la sustancia (cuerpos, polvo, gas) y campos cósmicos; la cosmogonía estudia los problemas relativos al origen y evolución de tales cuerpos; la cosmología, las leyes generales de la estructura del universo considerado como un todo conexo, como sistema general de sistemas cósmicos. La astronomía amplía en proporción inmensa, en el espacio y en el tiempo, la base de experimentación de las ciencias naturales y del conocimiento humano en general. Gracias a ella, el saber del hombre penetra hasta distancias de miles, de millones de años de luz en el espacio cósmico, y se extiende hasta centenares de millones y miles de millones de años en el tiempo, hacia el pasado y hacia el futuro. Los objetos de la astronomía son laboratorios físicos naturales grandiosos en los que ocurren múltiples procesos que, por de pronto, no pueden ser reproducidos, en general, en las condiciones de la Tierra, o se reproducen a escala infinitamente menor. Así, las reacciones termonucleares se descubrieron por primera vez en las estrellas y sólo más tarde fueron reproducidas en la Tierra (de momento, como reacciones explosivas, no dirigidas); en los rayos cósmicos, las partículas tienen energías hoy en día totalmente inalcanzables incluso para los aceleradores más modernos; en el cosmos, observamos también sustancia en estado ultradenso y en extremo enrarecida, campos de gravitación y electromagnéticos de atracción y fuerza colosales, explosiones y ondas de choque de dimensiones grandiosas, &c. La astronomía, a la vez que ensancha ilimitadamente la base experimental de la física, se apoya en primer lugar en los métodos y recursos de las ciencias físicas. Y a pesar de todo, hasta los últimos tiempos, había sido una ciencia de observación, que no podía realizar experimentos. Ahora, a partir del año 1957 cuando en la Unión Soviética se lanzó el primer satélite artificial de la Tierra y, con ello, se iniciaron los vuelos cósmicos, la situación ha cambiado radicalmente. Resultan posibles las observaciones más allá de los límites de la Tierra (mediciones en el espacio interplanetario, fotografía del reverso de la Luna, &c.) y hasta el trasladarse a otros cuerpos celestes y la realización, en ellos, de los experimentos necesarios. La astronomía es una de las ciencias más antiguas y ha contribuido más que otras ramas de la ciencia natural a elaborar y difundir concepciones acertadas, materialistas, acerca de la naturaleza. Al ocuparse de cuestiones «celestiales», con frecuencia ha chocado no ya con el recelo de la Iglesia sino, incluso, con su más encarnizada oposición, hasta con tentativas de detener, mediante torturas y autos de fe, el proceso de conocimiento del Universo. En nuestros días, obligados a tomar en consideración la gran autoridad de la ciencia natural, los eclesiásticos y sus correligionarios idealistas, intentan tergiversar los datos astronómicos con el fin de aprovecharlos en favor de la religión.


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