Proyecto Filosofía en español
Compendio moral salmaticense Tratado primero. De los principios de la moralidad
Capítulo I. De la existencia, naturaleza, objeto y lugares de la Teología moral

Punto II. De los lugares teológicos <<<>>>
§. I. De la Sagrada Escritura

P. ¿Qué es Sagrada Escritura? R. Que es Verbum Dei formaliter scriptum ipso Deo peculiari Autore. Dícese: ipso Deo peculiari Autore, o ya sea por haber escrito con su dedo la ley del Decálogo, o mejor por haber dictado a los sagrados Escritores todas las palabras, o a lo menos, como piensan algunos, todas las sentencias.

Toda la Divina Escritura se contiene en la Biblia llamada Vulgata, que es la auténtica, y aprobada por la Iglesia. Consta de setenta y dos libros. Los cuarenta y cinco pertenecen al Testamento Viejo, y los veinte y siete restantes al Nuevo. Todos ellos son [4] Sagrados, como lo definió el Trident. Sess. 4.

P. ¿Qué es sentido de la Sagrada Escritura? R. Que es: Conceptus ab Spiritu Sancto intentus per Scripturam Sanctam manifestatus. P. ¿En qué se divide el sentido de la Sagrada Escritura? R. Que se divide lo primero en literal y espiritual, o metafórico. Lo segundo se divide el literal en propio e impropio. Propio es el que expresan las palabras, tomadas según su natural y genuina significación. El impropio, o metafórico se verifica, cuando las palabras no se toman en su propia significación, sino en otro sentido diverso, como cuando se dice de Cristo, que es: Agnus, Leo, Petra, &c. El sentido espiritual se verifica, cuando las cosas significadas por las voces son signos de otras. Esto puede acontecer de tres maneras; esto es: o con referencia a lo que creemos, y se llama sentido alegórico; o con relación a lo que esperamos, y se dice sentido anagógico; o finalmente por orden a lo que obramos, y se nomina sentido moral.

De aquí se deduce ser cuatro los sentidos de la Sagrada Escritura; es a saber: literal, alegórico, anagógico, y moral, los mismos que se declaran con estos versos:

«Littera gesta docet; quid credas Allegoria.
Moralis quid agas; quo tendas, Anagogia».

Sirva para su declaración, y por muchos el ejemplo siguiente:_Jerusalén en sentido literal significa una Ciudad de este nombre en la Palestina; en el alegórico la Iglesia militante; en el anagógico la Jerusalén Celestial; y en el moral el alma del justo.

P. ¿Se hallan en todos los lugares de la Sagrada Escritura todos estos cuatro sentidos? R. Que no siempre, como se ve en aquel dulce precepto del Decálogo: Diliges Dominum Deum tuum, &c. El cual entendido y cumplido a la letra nada más deja que desear. Mas pueden en un mismo texto hallarse dos sentidos literales propios, como se ve en este: Ego hodie genui te; el que en sentido literal puede entenderse de la generación temporal y eterna de Cristo, y aun de su Resurrección. El sentido literal, como intentado primariamente por el Espíritu Santo es, bien [5] entendido, más perfecto que el espiritual. Mal entendido puede verificarse del que littera occidit. Para su mayor declaración.

P. ¿Se da texto en la Sagrada Escritura, que no deba tomarse en sentido literal? R. Que sí; como se ve en aquellas palabras: Si manus tua dextera scandalizat te, abscinde eam, et projice abste; las cuales, según se dice, entendidas a la letra por Orígenes, le hicieron ser cruel consigo mismo castrándose por su mano.

P. ¿De cuál de los sentidos expresados se ha de formar argumento para creer y obrar? R. Que del literal propio, en el que el Espíritu Santo nos manifiesta infaliblemente su mente. Y así, cuanto en la Sagrada Escritura se nos dice literalmente, es un argumento el más eficaz para lo que debemos creer y obrar. Del sentido espiritual o impropio sólo podrá deducirse este argumento, cuando nos conste usaron de él Jesucristo o sus Apóstoles, como de hecho usó el Divino Maestro de la serpiente de metal exaltada, para significar su elevación futura en la Cruz, y S. Pablo de los dos hijos de Abran para significar los dos Testamentos. Si del sentido espiritual no se puede deducir eficaz argumento para creer y obrar, con más razón debe afirmarse esto mismo del sentido que llaman acomodaticio, pues éste más es forjado arbitrariamente por el intérprete, que intentado por el Espíritu Santo.


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Moralistas Compendio moral salmaticense
Pamplona 1805, tomo 1, páginas 3-5