Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano
Montaner y Simón Editores, Barcelona 1887
tomo 1
páginas 1119-1120

Altruismo

(del fr. autrui, y éste del lat. alter, otro): m. Filosofía. Esta palabra, que tiene un sentido puramente escolástico en la filosofía moral, fue introducida en el lenguaje científico y filosófico por A. Comte, queriendo oponerla, quizá más nominal y verbalmente que real y sustancialmente, a la idea del egoísmo. Venía el Positivismo francés, desde su aparición, haciendo esfuerzos laudables, al menos por la intención, para constituir su doctrina moral libre del egoísmo, que es inherente a toda moral utilitaria de igual modo que a aquella otra que, como el Positivismo, no admite más criterio que la experiencia. Para ello A. Comte señala como móvil determinante de todos nuestros actos, por cima del interés individual y egoísta, el culto del interés general, y el de la humanidad presente y futura, de este gran ser colectivo (elevado a la categoría de Divinidad, Religión de la Humanidad) «que ahonda sus raíces en las desconocidas profundidades de lo pasado, abraza el presente y penetra en lo insondable e infinito del porvenir». A estas inclinaciones, que tienen por fin el bien de otro, refiere Comte el nombre de Altruismo. En ellas funda la unidad de nuestra vida y con ellas constituye un sistema de todos nuestros actos o moral, que no concibe más que un solo motivo (el bien de los demás). Comte es un moralista, aunque en su origen empírico, que pertenece a la Escuela del sentimiento, y la manera cómo proclama el altruismo, base de toda moralidad, no está justificada más que por razones de sentimiento. Ha ampliado esta doctrina del altruismo Littré, refiriéndola a los dos instintos más generales del ser humano (los de la conservación y reproducción, que son en su origen uno mismo: conservación del individuo y de la especie). Distinguidos, constituyen el instinto de conservación individual, el fondo esencial del amor de sí mismo, y el instinto de reproducción, el del amor a los demás, o sea la vida del altruismo. De este modo refiere Littré la moral a la biología, que explica el proceso y desarrollo de la actividad cerebral, trabajando sobre los datos de la naturaleza, y añadiendo a ellos, al instinto de la conservación o nutrición, las necesidades de pensar y querer; y al instinto de la reproducción, las exigencias de amar a sus padres, la patria y todos los hombres, que son hermanos. El altruismo tiende a subordinar gradualmente el egoísmo, hallando para ello una favorable condición en el progreso intelectual, que fija exactamente la idea de la justicia. Confundida esta idea con la de lo verdadero, ambas tienen como fundamento el principio de identidad. Nos limitamos, por el pronto, a exponer la doctrina de Comte ampliada por Littré (que a su vez lo es por Spencer, que añade la idea de la evolución); pero sin entrar ahora en la crítica de esta teoría, advirtamos que es muy problemática la identificación establecida de la conservación, con el egoísmo por un lado y de otro de la reproducción con el altruismo. Esta confesión implica la negación de la Psicología (error del cual se hace expresamente defensor Comte), reduciendo los hechos de conciencia a fenómenos orgánicos, sin más fundamento para ello que el de comparaciones, más aparentes que reales, y el de analogías, verbales y formalistas, de ninguna suerte esenciales. El positivismo francés, el de Comte y Littré, une indiferentemente estos dos órdenes de inclinaciones, instintos o sentimientos (egoísmo y altruismo) y justifica su ponderación y equilibrio, y hasta la superioridad del altruismo sobre el egoísmo, mediante la idea abstracta de la igualdad entre los hombres, fundada en una especie de ecuación matemática, debida a la manera de funcionar el cerebro. Esta doctrina ha sido últimamente ampliada por el evolucionismo inglés, complemento a su vez del asociacionismo. Darwin procura establecer que el instinto social es posterior al del egoísmo, y que aquél se desenvuelve influido por los excitantes del placer individual, contribuyendo, por tanto, la memoria y la reflexión al desenvolvimiento de las tendencias altruistas. Herbert Spencer funda su moral en la concepción mecánica del mundo, según sus principios generales, de la transformación y conservación de la fuerza (V. H. Spencer, Les bases de la morale évolutioniste), y explica la evolución o desarrollo de la sociabilidad, es decir, del tránsito del egoísmo a las tendencias altruistas, mediante el paso de lo homogéneo a lo heterogéneo. Según esta ley, el sentido moral no queda en estado de sensación confusa, se complica al progresar, comienza siendo egoísta e individual, se organiza después y se adapta a medios y centros siempre más complejos hasta que en la sociedad humana llega a este conjunto de relaciones múltiples que, concertando entre sí de una manera cada vez más creciente y progresiva, hacen surgir como resultante de los intereses particulares, el general o el altruismo. Añade, pues, el spencerismo a la doctrina positivista de Comte y Littré la evolución de los instintos del interés particular y general en el tiempo y además, el principio de la herencia, que corresponde al desenvolvimiento fisiológico de la especie, complemento del propio del individuo. Para Comte y Littré la moral es un efecto del organismo individual, y para Spencer es resultante del desarrollo fisiológico del individuo y de la especie juntamente, merced a su ley de la transmisión hereditaria; pero en unos y en otro, en el positivismo francés y en los evolucionistas ingleses, la raíz primordial de la moral está en la indagación del placer, es decir, en el egoísmo. El cálculo, impotente frente a la pasión, y la acumulación hereditaria, convierten el egoísmo en altruismo. Para apreciar en su justo valor el génesis, desarrollo y aun importancia de la que pudiéramos denominar Moral altruista (que es en fin de cuenta una nueva fase de la moral utilitaria), subdividida en sus dos direcciones principales, la del positivismo francés de Comte, Littré y en cierto modo Taine, y del evolucionismo inglés, principalmente personificado en Spencer, pueden consultarse Guyau, La Morale d'Epicure et ses rapports avec les doctrines contemparaines y La Morale anglaise; A. Fouillé, Critique des Systèmes de Morale, y Pressensé, Les origines. Si consideramos estas dos inclinaciones instintivas (el interés propio o egoísta y el social o altruista), en vez de referir el uno al individuo y el otro al todo social de modo exclusivo, podremos notar que no existe la pretendida antinomia que se establece entre ellos, puesto que el individuo lo es en el medio que le rodea, y el organismo social se determina y toma cuerpo en la existencia como individualidad mayor; es el yo convertido en nosotros, que dice Vitry. Se distingue pues el egoísmo del altruismo en la cantidad, no en la cualidad; ya que el altruismo es el egoísmo social. Con fases o aspectos nuevos la llamada Moral altruista es la antigua moral del placer (el Epicureismo) generalizada o ampliada. No es posible, por tanto, librarse de la concepción utilitaria y egoísta de la vida, pretendiendo fundar la moral en el Altruismo, sentimiento que sólo se distingue cuantitativamente del egoísmo, y que en este sentido puede denominarse un egoísmo mayor, por ejemplo, el egoísmo patriótico de que nosotros, sólo nosotros somos los buenos.


www.filosofia.org Proyecto filosofía en español
© 2001 www.filosofia.org
Montaner
Enciclopedias