Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano
Montaner y Simón Editores, Barcelona 1887
tomo 2
página 304

Anticipación

Filosofía. Significa lo mismo que la palabra griega prólhyiV, que empleaba Epicuro para expresar conocimiento o noción general que nos facilita concebir previamente objetos que aún no hemos percibido mediante los sentidos. Kant denominaba anticipaciones de la percepción los juicios a priori que formulamos de objetos empíricos, antes de haberlos percibido. Procede la anticipación de ideas, percepciones sensibles y relaciones entre ellas, de que nuestra inteligencia se mueve, en sus determinaciones, en la unidad del tiempo a que referimos la identidad de nuestro ser, y consiguientemente el ejercicio de la memoria. Sobre las dimensiones en que dividimos el tiempo (el antes, el ahora y el después), la inteligencia trae a conciencia efectiva, en el presente, lo ya percibido y lo que queda por percibir, o recuerda lo pasado, percibe lo presente y prevee lo porvenir. A esta previsión de lo porvenir (claro está que siempre en posibilidad de error) se refiere la anticipación, que, aplicada al orden ideal, se llama ocurrencia, y en cierto sentido invención, y referida al orden sensible, previsión. No es del caso (V. Memoria, Hipótesis e Inducción) apreciar el valor como auxiliar poderoso de los procedimientos generalizadores, debiendo limitar aquí la consideración a consignar que la anticipación equivale a lo que tradicionalmente se designa conocimiento a priori, que procede de la concepción previa de determinadas ideas para explicar una serie de hechos. No puede suplantar el conocimiento a priori, o anticipado, la obligada verificación experimental por medio de la percepción sensible de lo previamente concebido; pero, a su vez (tal es la complexión de la inteligencia humana), no puede ser explicado ni cumplidamente conocido lo que sensiblemente percibimos, si no se pone en relación con las ideas, axiomas o principios generales que lo justifican. «Una idea anticipada, dice C. Bernard, es el punto de partida necesario de todo raciocinio empírico. Sin ella es imposible toda investigación, sólo amontonaríamos observaciones estériles.» En tal sentido, la anticipación equivale a la hipótesis o conjetura, y su importancia se aprecia sólo con observar la grandísima que tiene este procedimiento intelectual para el progreso de la ciencia, puesto que la hipótesis es la semilla de toda verdad y especie de luz crepuscular que precede a la refulgente del conocimiento cierto. (V. E. Naville, La Logique de l'Hypothèse).

La anticipación, en las acepciones dadas a la palabra por Epicuro y por Kant, es lo que hoy se denomina prejuicio, o juicio anticipado, a que prestamos adhesión en la vida, sin tener conciencia completa de su verdad, y que abraza, en la esfera de la vida sensible, todo el extenso campo de las esperanzas y de las ilusiones, y en la de la voluntad, los propósitos o proyectos. Factores son todos ellos de que no se puede prescindir en la ciencia (siquiera no se les incorpore sin más al organismo de verdades ciertas), y mucho menos en la vida; pues, contra apariencias falaces, donde menos vive el hombre es en el rápido y vertiginoso presente, que ya simbolizaba Platón en línea eternamente móvil. Vivimos tanto de recuerdos de lo pasado, como de previsiones de lo porvenir, y a estas últimas se refieren la anticipación y el prejuicio, aplicables por igual a la inteligencia, al sentimiento y a la voluntad. Por ser más rápida la producción de la vida que la de la ciencia (ars longa, vita brevis), son de todo punto necesarios los prejuicios o anticipaciones: viajarían siempre a pie muchas gentes si hubieran de usar del ferrocarril sólo cuando supieran científicamente el mecanismo de tan maravilloso invento. Pero en prejuicio o anticipación dan como sabido por ellos lo que los demás saben. Como la ley de la circunspección científica, que se encuentra con esta necesidad inevitable de los prejuicios, prohíbe admitir como ciencia más que la verdad cierta, exige que apliquemos prudentemente a la vida dichos prejuicios con la verdad provisional que se les supone, hasta que la indagación ulterior nos proporcione medios para probar su certeza y adherirnos a ellos, o para rechazarlos por falsos y sustituirlos con conocimientos verdaderos. Reconocemos, pues, la necesidad para la ciencia en la hipótesis, y para la vida, en la práctica de los prejuicios o anticipaciones; pero el uso necesario no justifica el abuso, al cual se oponen la ley de la circunspección científica y los más rudimentarios preceptos de mesura y prudencia para la práctica. Al abuso de los prejuicios se refieren preocupaciones, costumbres inveteradas y hábitos de tiempo inmemorial arraigados, que van desapareciendo lentamente ante la influencia de la perfectibilidad y progreso humanos, de los cuales es un factor importante la cultura científica. En suma, pues, la anticipación o prejuicio es idea o juicio de verdad prestada, que espera su verificación o comprobación del progreso ulterior del pensamiento. De igual modo que el uso prudente del crédito (anticipos o préstamos) puede convertirse en fuente de riqueza y el abuso en origen de bancarrota, el uso mesurado, según las exigencias del progreso científico y de la práctica de la vida, de la anticipación, favorece los intereses de la verdad; pero el abuso trae la bancarrota de la racionalidad del pensamiento, que declina en la superstición y el error.


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