Diccionario de ciencias eclesiásticas
Imprenta Domenech, Editor, Valencia 1885
tomo segundo
páginas 673-674

Cayetano (Cardenal)

Llamado así del lugar de su nacimiento, pero su verdadero nombre era Tomás de Vio. Nació en Cayeta o Gaeta, en el reino de Nápoles, en el año 1469, y a los 15 años entró en la orden de Santo Domingo, en la cual adquirió una gran reputación de talento y sabiduría, habiendo merecido el grado de doctor en la Asamblea general a la edad de 26 años. Después de haber desempeñado importantes cargos en la orden, fue nombrado General de la misma el año 1508, cuando apenas tenía 39 años. En este cargo dio pruebas constantes de su adhesión a la Santa Sede, prestando señalados servicios al Papa Julio II al desbaratar los proyectos de los enemigos de este Papa, de reunir un Concilio en Pisa. Aconsejó enseguida a Julio II que convocara un Concilio general para tratar de la reforma de la Iglesia, como lo verificó, dando principio al Concilio de Letrán, continuado después por su sucesor. León X le nombró Cardenal en 1517, y le envió como legado a Alemania, para inducir al Emperador Maximiliano a formar una alianza contra los turcos. A la sazón, Lutero había empezado a publicar sus errores: el Cardenal Cayetano le había refutado en un libro que escribió acerca de las indulgencias, pero con su carácter de Cardenal no olvidó el interés de su orden; cuando Lutero fue citado para que retractase sus proposiciones erróneas, el heresiarca quería una discusión, que de ningún modo le fue concedida. El Cardenal no procedió en este negocio con aquel acierto que era de esperar de sus condiciones e ingenio, pues sabido es que el pretexto que dio motivo a Lutero para sus errores, fue que la predicación de las indulgencias había sido confiada a la orden de Santo Domingo, y no a los agustinos.

Compareció el heresiarca delante de este por orden del Papa, pero no quedó reducido, y Cayetano le trató con excesiva severidad, que aunque la merecía por sus errores, parecía que había contribuido en algún tanto a exacerbar los ánimos. Cayetano volvió a Roma después de la muerte de León X, y allí influyó en la elección de Adriano IV, quien le envió de legado a Hungría. Vuelto a Roma poco tiempo después, tuvo la desgracia de ser hecho prisionero cuando el duque de Borbon se apoderó de Roma en 1527, y entregó la ciudad al saqueo. El Cardenal tuvo que pagar 5.000 escudos de oro para recobrar su libertad, por lo cual tuvo que retirarse a su diócesis a vivir con gran economía, a fin de pagar las deudas que había contraído. Clemente VII le llamó a Roma en 1530 para servirse de sus consejos en las gravísimas circunstancias por que atravesaba la Iglesia. Allí el anciano Cardenal continuó su vida laboriosa sin abandonar el estudio, y murió al año 1534.

Cayetano fue uno de los escritores más sutiles e ingeniosos que ha habido en la Iglesia; tomista decidido, expositor acertadísimo de la Summa de Santo Tomás y de otras obras, y escritor infatigable que publicó muchísimas obras. A pesar de todo, sus opiniones sobre algunos puntos no fueron aplaudidas de todos, y tuvo muchos adversarios. Entre ellos deben citarse nuestro compatriota Melchor Cano y Ambrosio Catarino, los cuales impugnaron severamente algunas de sus obras, y publicaron también otras contra sus comentarios sobre el Evangelio, y lograron que esta obra fuese censurada por la universidad de París. También le impugnaron severamente Gabriel Prateolo y Alfonso de Castro, tratándole como sospechoso en materia de doctrina. Natal Alejandro le censuró con mayor moderación, como también algunos otros de sus adversarios menos conocidos. De todos modos debe reconocerse que el Cardenal Cayetano fue uno de los hombres más ilustres de su época. En cuanto a lo demás, hasta sus adversarios convienen unánimes en confesar su piedad y sus irreprochables costumbres, su sencillez y su tierna devoción a la Santísima Virgen. Al morir dejó todos sus bienes a los pobres.

Ughelli ha hecho de Cayetano el siguiente elogio, que tal vez es algo exagerado: Hic ille est alter Thomas, ingeniorum extrema linea, doctorum virorum miraculum, haereticae pravitatis terror, sacrarum Scripturarum lumen ac fax, scholastici pulveris athleta invictus, Thomisticae doctrinae galeatus defensor, sincerioris doctrinae propugnaculum, arx ac promptuarium subtilium argumentorum, cathedrae demum splendor ac decus, cujus adeo inmortalia scripta sunt ut tandiu videatur perduratura quamdiu divinam sapientiam scholastica subsellia personabunt.

Sus principales obras son las siguientes: Comentarios a la Suma de Santo Tomás de Aquino; --Comentarios sobre los libros del mismo De Ente et Essentia; Comentarios sobre los tres libros de Anima de Aristóteles, y sobre los Praedicabilia de Porfirio. Es suya la Summa de Casibus, que se llama Cayetana; --Tractatus de auctoritate Papae et de Concilio, dividido en tres partes: I. De Comparatione auctoritatis Papae et ConciIii; II. Apologia primi tractatus ex jure naturali et divino; III. De Romani Pontificis institutione. Escribió también Comentarios sobre el Nuevo Testamento y otras varias contra Lutero. En sus trabajos exegéticos fue donde recibió mayores censuras porque se separa con frecuencia del texto de la Vulgata, y de la interpretación de los Santos Padres, y se dice que no sabía muy bien el hebreo. Comentó igualmente todos los libros del Antiguo Testamento, según el canon de los hebreos, excepto el Cantar de los Cantares. En 1581 se publicó en Lyon una colección de 80 tratados y escritos suyos (1).

{(1) Cuantos han leído sus obras filosóficas, teológicas y morales, dice el Cardenal Ceferino González, le han citado con elogio, sin excluir a aquellos de los filósofos modernos que en su imparcialidad y amor a los estudios sólidos, han sido conducidos a consultar sus obras. Sabido es que Balmes le cita y le alaba; Bayle hace lo mismo, transcribiendo varios pasajes de sus obras, y Leibnitz, después de citar también uno de estos pasajes, añade: «Este pasaje de Cayetano es tanto más digno de ser tomado en consideración, cuanto que es un autor capaz de profundizar la materia.»}

Perujo


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