Voltaire, Diccionario filosófico [1764]
Sempere, Valencia 1901
tomo 3
páginas 76-77

Conciencia
III. De la conciencia falaz

Lo mejor que se ha escrito sobre esta cuestión importante se encuentra en el libro cómico titulado Tristan Shandy, que escribió el célebre cura inglés Sterne, cuyo libro se parece a las pequeñas sátiras antiguas que contenían esencias preciosas.

Dos veteranos capitanes que están a media paga, reunidos con el doctor Slop, discutían las cuestiones más ridículas. Una de ellas versaba sobre un memorial que un cirujano presentó a la Sorbona, pidiendo permiso para bautizar a los niños en el vientre de sus madres por medio de una jeringuilla que introduciría en el útero, sin herir a la madre ni al niño. En otra sesión hacen que un cabo de escuadra les lea un sermón sobre la conciencia que compuso Sterne. En dicho sermón, entre muchas pinturas superiores a las de Rembrandt, retrata a un hombre de mundo que pasa los días entregado a los placeres de la mesa, [77] del juego y de la crápula, no haciendo nada criminal, y por consecuencia no teniendo nada que reprocharse. Su conciencia y su honor le acompañan a los espectáculos, al juego y a la casa de la querida, que paga espléndidamente. Vive alegremente y muere sin el menor remordimiento. El doctor Slop interrumpe al lector para decir que es imposible que eso suceda en la Iglesia anglicana, pues esto no puede suceder más que entre papistas. El cura Sterne cita el ejemplo de David, que tiene, según él dice, unas veces la conciencia delicada e ilustrada y otras dura y tenebrosa. Pudiendo matar a su rey en una caverna, se satisface con cortarle un pedazo de su vestidura: he aquí una conciencia delicada. Pasa un año entero sin que le remuerda la conciencia por vivir adúlteramente con Bethabée, ni por el asesinato de Urias. He aquí la conciencia endurecida y poco ilustrada. Así son, dice Sterne, la mayor parte de los hombres.

Reconocemos que la mayoría de los poderosos del mundo se encuentran frecuentemente en ese caso. El torrente de los placeres y de los negocios los arrastra, y les falta tiempo para tener conciencia. Esta queda para el pueblo, y aun de éste no se puede decir que la tiene cuando se trata de ganar dinero.


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